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Gustavo Sala Bola Triste. - 1a ed. - Buenos Aires: Moebius Editora, 2009. 96 p.; 17x24 cm. ISBN 978-987-1446-27-8 1. Historietas. CDD 741.5 Fecha de catalogación: 11/06/2009

Bola Triste Publicación de Moebius Editora www.moebiuseditora.com info@moebiuseditora.com Bola Triste es © Gustavo Sala. Bola Triste es © Moebius Editora por la presnte edición Editor Responsable: Martín Raúl Ramón Vázquez Coordinación: Martín Casanova y Rodrigo Díaz Diseño: www.imagenia.com.ar, sobre ideas de Gustavo Sala y Humberto Miranda Gracias a Eduardo Casanova, por hacer posible este libro

Reservados todos los derechos. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, ni transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo de la editorial y/o los autores. Impreso en Argentina. Printed in Argentina.


Qué tipo generoso, que no deja resquicios, Gustavo. Sala satura, en el mejor sentido de la palabra: ago­ta las posibilidades, nunca se queda corto (de ideas, de dibujo), aprieta contra los bordes, confines del espa­cio asumido como horma, no como norma, casi empuja. Siempre, con él, la historieta es espectáculo a Sala lle­na, espacio lleno de Sala. Más aún: lleno de barrocas, sentidas, soberbias pelotudeces. Porque ésta no es narración mini­malista -bedé a la maniere de la nouvelle cuisine-, una cagadita sana y bella en medio del plato, acaso colori­da y adornada de distantes perejiles y polvitos “artísticos” como para armar un cuadro de Miró que insinúa un sen­tido inteligente, un grado de abstrac­ ción. No. Acá está todo puesto ahí, sin elipsis. Ésta es comida de bode­gón, tres platos contiguos a elección, postre y café. Brueghel o el Bosco. Sala usa los platos -digo: los rectán­gulos inclusivos que elige o le tocan: el cuadrito, la tira, la páginahasta el borde y con todo tipo de alimentos fuertes, bien y obviamente salados: porque a estas historietas no sólo se las oye claramente -se cocinan a la sartén, se comen con pan y con el vino a mano y en voz alta- sino que se las puede oler. Hagan la prueba. Concursen/confronten y van a ver. Todo huele. Todo para decir que el arte de Sala desborda, se sale. Del cuadrito, del género, de las convenciones, de lo debido. Y tanto es lo que tiene para mostrar que como un vendedor desa­forado, autoinducido en su propio afán de persuasión y venta, no termina de mostrar algo que ya te/se vende otra cosa, apenas te deja orejear un perso­


naje que ya salta a la situación siguien­te. De ahí la vertiginosa galería de aventuras/ ejemplos de sucesivos suje­tos de los que nunca sabremos sino ese momento loco, delirante, imbécil o perverso que los hace inolvidables. Pero eso es lo que quiere, muestra, sabe Sala: para él la aventura (bien chiquita, sin mayúscula alguna, el camino inverso al de Oesterheld) no es la busca del sentido más o menos trascendente sino la evidencia de que nada lo tiene. Y de que sólo en el absur-

do individual (los casos de cada tipo suelto) se manifiesta una verdad inasible hecha de metafísicas, glorio­sas pelotudeces. Que con estos elementos deformes, esta locura programática, este siste­mático método expresivo de patear el tablero cada cuatro cuadritos Gustavo Sala haya hecho y vaya haciendo una obra tan seria y coherente como pocas en la historieta argentina de estos tiempos no es un misterio ni un milagro. Es un chiste. El mejor.





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