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Interpol
Lugar: Sala París 15 (Málaga).
Fecha: 25/02/23
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NO SE PRODIGAN MUCHO Y ELIGEN BIEN EL MOMENTO PARA GIRAR. Con eso, la presencia de Interpol en una sala asegura un lleno más que generoso siempre. Con todo el papel vendido en la mayoría de sus fechas españolas, los norteamericanos llegaron a París 15 (Málaga) el 25 de febrero para dejarnos, literalmente, sin respiración. Literalmente, tal era el lleno de la sala que apenas teníamos sitio para respirar y movernos con cierta normalidad. Esto último, imposible dada la enorme afluencia de público.
Han venido presentando su séptimo álbum de estudio The other side of make-believe (Matador Records, Popstock, 2022). Siendo, una de las bandas asociadas a la escena independiente de New York y una de las bandas surgidas del renacimiento de post-punk de los 2000, con un claro éxito de público desde su primer trabajo era de esperar que este último trabajo despertara el interés de quienes siguen al grupo desde sus comienzos, a juzgar, sobre todo, por la media de edad de los asistentes. De este, destacar sobre todo temas como Fables o Mr. Credit, en la misma línea de anteriores y aplaudidos trabajos del trío. Sin dudas, han facturado un notable trabajo, producido por Alan Moulder y Flood.
En Málaga lo presentaban en sala gracias a la promotora “Miel de moscas” y, a pesar de que no quisieron fotos por parte de los medios, desde Mondosonoro pudimos observar en primera persona que la banda liderada por Paul Bank está en plena forma. Algo bajos de sonido, para lo que hubiera sido de esperar para una banda como esta, el set list, que comenzó con uno de los temas del nuevo disco, Toni, estaba diseñada para no dar mucho respiro, tirando de Evil como segundo tema, tras lo que nos preguntábamos: después de esto ¿qué?
Pero sí, quedaba tralla para rato, casi dos horas de espectáculo en el que disfrutamos los diversos registros de la banda dándole un generoso repaso a su amplia carrera musical, incluyendo temas que quizás eran menos obvios, como My Desire, Rest my chemistry, Narc o If you really love nothing que ejercen de contrapunto a otras más coreables, como la mencionada Evil, junto a C`mere, Obstacle 1, Roland o PDA, que cerraba el show justo antes de los temas elegidos como bises entre los que curiosamente no estuvo Lights y si Slow hands, que sonó como último tema, cumplían perfectamente su papel de dejar el espectáculo en el momento de máxima electricidad y comunión con el público, con un exceso de móviles en alto durante todo el concierto, dando la impresión de que lo importante es llevar- se un trozo de espectáculo en el móvil. Lástima que ya no sepamos disfrutar sin hacerle un reportaje completo a cualquier banda. Sin duda, la banda supo organizar setlist para que los temas nuevos no quedaran opacados por los que todo el mundo esperaba escuchar, desarrollando un show vibrante, apto para nostálgicos de los mejores momentos de unos Interpol que saben bien cómo mantenerse en el candelero tras veintiséis años pisando escenarios de todo el mundo. No sería justo dejar sin mencionar a la banda encargada de abrir para ellos: Water from your eyes, que quedaron algo difuminados, no sólo por lo ingrato que es ejercer de teloneros, sino por el propio estilo ecléctico y experimental de la banda, más propio de un cierre de noche que de una apertura. No es la suya una propuesta fácil de definir pero nos apuntamos el nombre para no perderles de vista. Especialmente interesante la voz de Rachel Brown y sus juegos sobre las líneas de guitarra de Nate Amos, cargados de distorsiones y cadencias en las que lo sintético jugaba un importante papel a la hora de hacer un pop rock experimental cargado de bases que invitaban casi al concepto de “rave”, a pesar de la hora en la que les tocó iniciar todo el espectáculo que estaba por venir.
MARÍA VILLA
Lugar: Lemon Rock (Granada).
Fecha: 17/03/23
EL LEMON ROCK FUE UNA COLONIA ALMERIENSE. Había ganas de recibir en Granada a la tropa de Leone, tras el recuerdo de aquella noche de verano en el Molino de Mondújar en 2018. Qué lejanos parecen aquellos tiempos. Entre entonces y ahora, la banda liderada por Jesús Canet ha dado salida a más de una veintena de tesoros repartidos en los dos volúmenes de Canciones de amor y odio. Y nada que ver con el guiño evidente a Leonard Cohen: esto fue como palpar el sueño húmedo de una Concha Piquer asistida por Mink DeVille. El lúbrico crepitar de la guitarra constituye un elemento clave para estas canciones de sabor porteño. La actual formación de Leone cuenta para esos menesteres con el sobresaliente Antonio Astray (Los Eskizos), leyenda del underground rockero gallego, que logró la difícil tarea de no echar de menos a Juan Pérez Marina (Corcobado, L’Exotighost, Sangre Fácil, Cartografía del Ruido…). Por lo demás, ahí siguen dos pesos pesados como el batería Jesús Alonso (el hombre a las baquetas que más años ha aguantado con Corcobado) y el bajista Manuel Cahuchola (Paul Collins), ambos, por cierto, ahora también en el clan de Tito Ramírez.
Sí, semejante constelación sólo es viable con un centro de operaciones en Madrid. Pero la Almería de Canet y Alonso transpira por cada una de las piezas de un repertorio ya grueso y fascinante, muy por encima de la media entre los múltiples abonados a maridar el rock con tradiciones sureñas. Leone ofrecieron un concierto generoso en el Lemon, intercalando momentos de sus tres álbumes. El ambiente se prestaba a conectar con su colección de arrebatos bateleros; confesiones de tequila y pecho al aire.
Folclore electrificado e intoxicado de literatura flamenca. Leone abrieron en Granada el tarro de las esencias para demostrar que el rock español era esto. Despacharon cerca de una veintena de piezas. Todas excitantes. Abrieron con ¡Que no se acabe la música! , una simbiosis perfecta de bolero rock. Tutearon a Manuel Alejandro en A tu vera o en Hoy vengo a confesar . Canet volvía a dejar constancia de su manejo de la poética de la canción popular, con aromas de ida y vuelta, en A la orilla del mar . Y versatilidad, ojo: La niña y la luna , irresistible nana eléctrica concebida para dormir las penas, devino en rumba rock, con ecos de cumbia y homenaje a Las Grecas. Nonainos capacitados para enfilar el kraut. Románticos y ponzoñosos. Hay que quererlos.
EDUARDO TÉBAR