Biografía de la autora Miriam Daniela González Luna (1 de Febrero de 2003, Ciudad Juárez, México), estudiante de Primaria que incursiona en el mundo de la escritura de novelas fantásticas con su primer obra: ‘’Samantha Starkey: El collar de mamá’’ Miriam, siendo la menor de las cinco hijas del matrimonio González, destaca desde corta edad por su afición a la lectura, siendo Harry Potter y la Piedra filosofal el primer libro que leyó cuando tenía 6 años de edad. Destacan también su desempeño escolar sobresaliente, su amor por la música y su creciente interés por la escritura, arte que va perfeccionando con el paso del tiempo. Entre sus influencias literarias se encuentran J.K. Rowling (autora de la saga de libros Harry Potter y…) y Suzanne Collins (de la saga Los Juegos del Hambre). A los 10 años de edad, empieza a escribir ‘’Samantha Starkey: El collar de mamá’’, inicio de la saga de historias basadas en la vida de Samantha, una joven que descubre un nuevo mundo aparte del que vive, para así comenzar un largo viaje a través de distintos sucesos que se le presentan. A sus 12 años de edad, ha terminado su primer novela, así como los borradores de las continuaciones de la historia.
Título original: Samantha Starkey: El collar de mamá Ilustración de la cubierta: Norma Guadalupe González Luna Copyright Miriam Daniela González Luna, 2015 Publicaciones y Ediciones Mo Editorial. Ciudad Juárez, Chihuahua - Tel. 656 176 04 81 www.moeditorial.com Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento infromático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. ISBM: Depósito legal: 1ra edición, abril de 2015 Impreso en México
Este libro se lo dedico a todas las personas que me apoyaron y me ayudaron desde el principio. Espero que tambiĂŠn estĂŠn en el final.
Capítulo 1
La sorpresa Recuerdo ese día, un miércoles muy frío, el día que nos entregaron el cadáver de mi madre, ese día en el que papá se acercó a la cocina llorando, donde mis hermanas gemelas Wanda y Amanda, que estaban haciendo la tarea de su primer año de primaria, se asustaron al ver a papá llorando. Yo no comprendía qué estaba diciendo, pero, al dar un vistazo a la puerta la vi, ese cuerpo pálido y a la vez ensangrentado en una camilla a punto de entrar a una ambulancia. -¿Cuándo estuvo aquí por última vez?- preguntó el oficial. Como vi que papá ya no podía decir nada, yo le respondí al oficial: -Desde hace unas horas-observe que el oficial anotaba todo en una libreta que en la portada decía “Homicidios”. Era obvio que la mataron, lo que no se es por qué la mataron, aunque no pude evitar preguntar: -¿Atraparon al asesino? -No, cuando encontramos el cuerpo no había ninguna pista, sabemos que fue con un cuchillo
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o algo filoso, porque algo le atravesó la espalda. Solo encontramos esto- contestó el oficial, entregándome el collar plateado que mi madre siempre usaba, tenía forma de octágono y dentro tenía una flor de cuatro pétalos y otros cuatro más grandes a su alrededor protegiendo la flor de adentro. Ya pasaron exactamente 5 años desde aquel día. El tiempo ha pasado demasiado rápido, hoy es martes 31 de enero del 2023, mañana cumpliré 20 años. “El siglo de la tecnología” dicen varias personas, ya que ahora no se aprecia nada si no es digital. Claro, tengo un teléfono igual que todos, pero no lo uso tanto. De hecho, rara vez lo uso. Siempre estoy leyendo, cocinando o trabajando. La misma historia de mis hermanas, ellas siempre están dibujando o haciendo algo creativo y muy rara vez ven televisión. Mis hermanas ya tienen 12 años. Ya no son las mismas de antes, han crecido mucho. Sus caras se hicieron ovaladas, sus ojos son cafés, como los míos, aunque se aclararon un poco y sus cabellos son rubios, iguales a los de mi padre. Él ya no sabe nada de nosotros, nos ha ignorado por completo desde la muerte de mi madre, se pasa todo el día cuidando a sus tontos pájaros como si fueran sus hijos. Yo cuido a mis hermanas, soy como su
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segunda mamá; les hago de comer, les lavo el uniforme, las llevo a muchos lugares (al cine, al parque, etc.) Pero no se me puede comparar con mi madre, ella fue la mejor del mundo. Veo el viejo reloj de madera que mi abuela paterna me regalo, una mujer igual de amorosa y carismática que mi padre; me doy cuenta de que ya casi es hora de ir a la escuela, así que salgo de mi cuarto y bajo al primer piso para hacerles de desayunar a mis hermanas. -¿Qué quieren desayunar?-les pregunto al llegar a la sala. -A mm…-dicen al mismo tiempo–Pan tostado con jalea de fresa y crema de cacahuate. Me dirijo a la cocina, pongo el pan en la pequeña tostadora blanca y saco la crema de cacahuate y la jalea. Observo la cocina y noto algo diferente: la pintura café claro de las paredes se está cayendo y el techo se está llenando de manchas negras. Nunca me había dado cuenta de eso, si mi madre estuviera aquí se habría dado cuenta de inmediato. Yo soy demasiado distraída, me sorprende que me haya dado cuenta en este momento. Cuando el pan sale de la tostadora, le unto la crema y la jalea y pego los panes, como si fuera un sándwich. Luego se los llevo a las chicas y me regreso a la cocina para servirles leche, pero, de repente,
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escucho un grito que proviene del segundo piso. Salgo apresuradamente de la cocina y subo rápidamente las escaleras hasta llegar al cuarto de mi padre, enseguida abro la puerta. El papel tapiz café de las paredes está completamente rasgado, las cobijas de la cama están en el piso y una de las mesitas de noche de vidrio que estaba a los lados de la cama está completamente destrozada. Veo que ya no hay ningún pájaro en el cuarto, la ventana está abierta (por eso no están los tontos pájaros) y mi padre está sentado en la orilla izquierda del cuarto, casi pegado a la ventana, en posición fetal, lleno de rasguños y cortadas que le hicieron esos pájaros. -¿Papá?-le digo, acercándome y noto que está llorando. En ese momento, escucho las primeras palabras de papá en 5 años: -Lo siento mucho, Sam. -Papá, no llores, sabes que te queremos mucho. -Perdón por darte todo el trabajo-dice con la voz cortada. -¿Qué trabajo?-pregunto. -El trabajo de mantener la familia-responde-. Y también tener que cuidar a tus hermanas. -¡Sam, ya llego el autobús!-dice Wanda y escucho pasos cerca del pasillo, luego abren la puerta de la habitación.
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-No voy a poder ir-les aviso. -Bueno, nos vemos más tarde-dice Amanda, viendo a papá algo asustada. Luego bajan las escaleras y se escucha que cerraron la puerta de la casa, así que sigo hablando con papá: -Papá, cuidarlas no es un trabajo, es algo que me encanta, las quiero mucho. -Lo sé,-dice papá- es solo que nadie te cuido a ti. Eso es verdad, nunca nadie me cuido, solo antes de que mamá muriera. Pero eso nunca me afectó, porque yo nunca había pensado en eso y soy muy independiente, así que nunca me importó. -Descuida, papá, solo promete que ya no volverás a ignorarnos-digo. El asiente y lo llevo a la sala, le limpio las cortadas que le hicieron los pájaros antes de que se infecten. Cuando termino, le preparo algo de comer y me siento junto a él. Su cabello ha dejado de ser rubio, ahora está completamente lleno de canas, tiene más arrugas en la frente y debajo de sus ojos grises se encuentran unas ojeras muy grandes. Su cara ovalada y blanca sigue igual que antes, pero ya no es el mismo hombre tan apuesto a la vista de mi madre, el hombre que me ayudaba a hacer trabajos para la escuela, a hacer maquetas y disfraces.
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-¿Desde cuándo te volviste tan buena cocinera?-pregunta mi padre, con la boca llena de pan y huevo. -Pues, es por los años, tengo mucha práctica-le contesto. -Pues deberías tener un restaurante, cocinas muy bien-dice. -Ese es mi puesto-digo. Veo que él no comprende lo que digo, pues él no sabe que trabajo-. Es que trabajo en un restaurante de comida rápida. -Oh-murmura papá, moviendo su cara de arriba abajo. -Si…-afirmo- ¿Qué quieres hacer? -Pues, hace años que no salgo. Literalmente -responde papá y forma una sonrisa con sus secos labios-. ¿Qué tal si vamos al parque? -Me parece bien, pero antes tendrás que darte una ducha-respondo, arrugando la nariz y el suelta una carcajada. -Está bien-me dice-. Iré a buscar ropa y me meteré a bañar, después, quiero que me cuentes todo lo que ha pasado en estos últimos años, ¿estás de acuerdo? -Sí-contesto con tono tranquilo. Papá sube las escaleras y, unos minutos más tarde, escucho como abre las llaves de la regadera y sale el agua. Espero un buen rato en la sala, sentada en uno
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de los sillones de rayas cafés y beige. Las paredes hacen juego con los sillones y aunque la sala no es muy grande, necesitamos como 6 botes de pintura de cada color para pintar las largas paredes cuando compraron la casa. Sólo tenemos una televisión, aunque más bien parece un holograma. Hay un pasillo completamente blanco que lleva a la cocina y a un pequeño armario al lado derecho de las escaleras, las cuales están pegadas a la pared del fondo. Arriba está mi cuarto, un poco pequeño, de paredes color azul eléctrico y blanco. Mi cama está pegada a una ventana un poco grande en el fondo del cuarto a la derecha. Tengo únicamente un guardarropa, un librero, un peinador, un escritorio y una mesita de noche, cada uno de madera, en todo el cuarto. El cuarto de en frente es el de mis hermanas, es más grande que el mío, ya que las dos tienen que dormir juntas. Duermen en unas literas de un metal color rosa y morado, los colores de las paredes. Tienen varios dibujos hechos por ellas en las paredes, tienen un clóset muy grande, dos peinadores, un escritorio como el mío y un mueble lleno de pinturas, colores, marcadores, pinceles, gises y hojas en blanco y de colores a la izquierda de la puerta, ya que ellas heredaron el lado artístico de mi padre.
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Hay un baño hasta el fondo del pasillo, con paredes color verde claro y unas flores pintadas por mi padre. A excepción de los dibujos, es un baño normal, con una bañera, un inodoro y un lavamanos modernos. Escucho que el agua deja de salir, así que voy a mi cuarto por unos pantalones de mezclilla, un suéter grueso de color gris y mi par de tenis negros. Me pongo la ropa y me doy cuenta de que no me cepillado el cabello. Me lo desenmaraño y lo sostengo con una liga en forma de coleta. Este año me propuse dejar que me creciera mucho, pero siempre termino cortándomelo. El color de mi cabello es castaño claro, lo tengo tan lacio que a veces tengo problemas para peinarme. Mis ojos son un poco grandes, iguales a los que tenía mi madre, de color café oscuro y con unas largas pestañas y rizadas. Siempre me encuentran mucho parecido con ella, tengo la misma boca pequeña que ella tenía, y lo que más me da parecido con ella es un lunar que tengo al lado izquierdo de mi boca. Lo único que no heredé de mi madre son mis dientes de enfrente, ya que están un poco grandes. Mi piel es de un tono claro, mis piernas y brazos son largos y yo soy algo alta, pero siempre hay alguien muchísimo más alto que yo, así que nadie me puede identificar por mi altura.
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Dejo mi cepillo en el peinador y hago a un lado mi diario, el cual me dieron cuando iba con el Psicólogo, ya que después de la muerte de mi madre, no quería comer, no podía dormir, no quería ni moverme, así que una amiga de mi madre me convenció a ir con el Psicólogo de la escuela. Salgo de mi cuarto y bajo las escaleras casi corriendo, voy al armario del pasillo blanco en busca de chamarra y tomo dos, una de cuero color negro para mí y otra muy esponjada para mi papá. Busco las llaves de la casa y cuando las encuentro, vuelvo a sentarme. -¿Estás lista?-escucho la voz de mi padre. Volteo a verlo y noto mucha diferencia. Trae una pantalonera negra, un suéter azul, unos zapatos negros y un gorro azul. Ya no se ve tan sucio como hace un rato. -Sí-respondo-. Tomé una chamarra para ti, está haciendo un poco de frío afuera. -Gracias-dice y se pone la chamarra-. Pues, vámonos. Salimos de la casa y empezamos a caminar por la banqueta de nuestra calle en silencio, hasta que papá comienza a hablar. -Bueno, quedamos en que me dirías todo lo que ha pasado-dice papá. Lo más seguro es que no quiere hablar más sobre lo que le paso. Y yo
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tampoco quiero hacerlo. -Las chicas han sacado muy buenas calificaciones, al igual que yo. -¿Qué más?-me pregunta, pero antes de responderle, veo que dos niñas rubias, altas y delgadas vienen hacía nosotros, las dos con la misma ropa pero de diferentes colores, una trae un suéter gris con una blusa negra, con unas mayas de varias figuras, unos tenis con diseños inexplicables y la otra trae un suéter negro con una blusa gris y las mismas mayas que la otra, al igual que los tenis. Es obvio quienes son: Wanda y Amanda. -¡Papá!-dice Wanda- ¿Qué haces aquí? -Sí, pensábamos que ya no saldrías de tu cuarto-comenta Amanda. -Hablé con su hermana y llegamos a un acuerdo, que ustedes me perdonarán y yo ya no me ausentaría-les responde papá, cambiando las palabras que dije-. ¿Está bien? Ellas asienten muy emocionadas y abrazan a papá muy fuerte. -¿Por qué no están en la escuela?-pregunto, arruinando un poco el momento feliz. -Nos avisaron que no habían clases-contesta Amanda, pero yo ya sé que estaba mintiendo. -Digan la verdad-les pido, con tono algo enojado, pero al mismo tiempo me quería reír.
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-Está bien, es que, como oímos el grito y tú nos dijiste que no ibas a poder ir, pensamos que algo malo había pasado, así que regresamos cuando el autobús nos dejó en la escuela-responde Wanda. -¡Te dije que no se lo íbamos a contar!-la regaña Amanda. Antes de que pueda regañarlas, mi padre les dice: -Tranquilas, no peleen. ¿Qué tal si mejor vamos al parque? -Sí, quiero contarte todo lo que hemos hecho en la escuela-dice Amanda. Vamos al parque que está a unas cuadras de casa, el parque más grande de la ciudad, aunque ya nadie va, ya que la gran parte de la población se la pasa en casa. Damos una vuelta completa al parque y luego las niñas van a los juegos, es cuando mi padre aprovecha y me empieza a hablar. -Sam, sé que tu cumpleaños no es hoy sino mañana, pero quería darte esto-me entrega el collar que mamá usaba-. Seguramente ella hubiera querido que tú lo usaras-observo un buen rato el collar, sin poder creer que todavía lo conservara. -Gracias papá, esto significa mucho para mí-contesto, me pongo el collar y luego lo abra-
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zo. Escucho que papá me susurra algo, pero no pongo atención a lo que dice ya que veo dos sombras detrás de mí y cuando me doy la vuelta, veo dos monstruos gigantescos con unas capas cafés. Ellos miden unos 3 metros de altura, su piel es de un color como el de la carne podrida, y su olor también; no puedo ver sus caras ya que sus capas se las tapan. Uno de ellos me carga y me acomoda en su hombro derecho, aunque yo me muevo mucho para poder liberarme, lo cual parece inútil, porque el hombre me tiene atrapada. Grito muy fuerte y papá intenta hablar con ellos, pero su intento falla y me alejan de ahí. -¡Sam!-oigo gritar a Wanda y Amanda. -¡Tranquila, Sam, estarás bien!-grita papá. Después de varios minutos, les pregunto a los gigantes: -¿A dónde me llevan? -¿Aún no lo sabes? Tu madre era la mujer más poderosa de nuestro mundo, además, tenía muchos poderes-responde unos de los gigantes, con una voz muy grave y ronca. -¿Nuestro mundo?-pregunto. -Es un mundo oculto aquí en la Tierra, al que llamamos Mirabília-responde el que me está cargando.
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-¿Y eso que tiene que ver conmigo?-vuelvo a preguntar. -Tú eres la heredera, ahora tú eres la mujer más poderosa, eres como nuestra reina-dice el otro gigante. Sigo sin entender que está pasando, hasta que el otro gigante dice: -Samantha, tienes poderes.
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Capítulo 2
La Fiesta
Me quedo quieta y dejo de preguntar cosas, aunque las pienso. ¿Yo con poderes? Eso es imposible, ni en un millón de años, yo nunca los he usado… ¿o sí? “Perdóname” fue lo que mi padre susurró. Veo que los gigantes se detienen frente la Iglesia donde yo asistía antes de que la cerraran. Uno de los gigantes tira algo parecido a una canica, justo en la banqueta, y de repente aparece una puerta que deja ver algo como una ciudad dentro de ella. Los gigantes traspasan la puerta y, cuando llegamos del otro lado, se nota el drástico cambio de clima, pues en mi ciudad estaba muy frío y aquí el clima está muy agradable, así que, en cuanto el gigante me baja de su hombro, me quito la chamarra. Mientras en mi ciudad eran las 8:00 a.m., aquí ya son como las 8:00 p.m., pues la ciudad ya está completamente oscura, salvo por la luz de la Luna y de las estrellas. Toda la ciudad está llena de edificios y casas muy coloridas, sin embargo, la tecnología es como de hace 10 años.
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-Bienvenida a Mirabília-dice el gigante que me cargaba-, por cierto, discúlpanos por haberte sacado de la tierra así como así. Yo me llamo Frank y él es Milo-se quitan las capuchas y me doy que cuenta de que tienen 3 ojos. -Pues, ya saben quién soy-comento-. ¿Qué se supone que son?-tal vez me soné muy grosera, pero la verdad, en ese momento no me importaba herirlos. -Somos solo gigantes-responde Milo. -¿No tienen ningún poder?-pregunto, arqueando las cejas. -No, solo somos los protectores-me explica Frank. Me doy la vuelta y lo que veo me sorprende; es una ciudad gigantesca con muchos edificios, casas y plazas de muchos colores muy brillantes. Algo así como Nueva York, pero un poco más grande. -¡Oh, Samantha, hemos esperado tu llegada desde el día en que naciste!-dice una mujer que estaba esperando cerca de la puerta-. Me llamo Charlotte, Charlotte Fernsby, me puedes decir Charly. La mujer aparenta tener unos 28, tiene cabello rubio, ojos enormes de color verde claro, un poco delgada, usa un vestido que le llega a las rodillas de color amarillo chillante, un listón blanco en su cabello y unos tacones blancos. -Supongo que sabes bien quien soy.
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-Po r s u p uesto, eres Sama ntha S t a r ke y, hij a de Scarl ett Starkey, cuyo apellido de soltera era Krachtig, la mujer más poderosa que pudiera existir, y tu papá es Casper Starkey, el Menselijk-dice Charlotte, con un tono más alegre de lo normal. Nunca supe el apellido de soltera de mi madre, no puedo creer que una mujer que acabo de conocer sepa más de mi madre que yo. -¿Menselijk?-pregunto. -Humanos-responde Charlotte, sin importancia. -Oh. -Bueno, quiero enseñarte donde vivirás-me dice, tomándome del brazo. -¿Me quedaré aquí?-pregunto, librándome de su mano. -Yo no puedo decirte que es lo que pasa, pero puedo decirte que será asombroso. -¿Y quién me lo va a decir?-sigo preguntando. -Mañana te lo diremos todo, ¿sí?-responde desesperada. -Sólo una pregunta más-al decir esto, Charlotte pone sus ojos en blanco y luego asiente- ¿Qué era lo que tiraron en la banqueta y se convirtió en una puerta? -Un portal. Mira, mañana te explicaremos todo lo que está pasando, te lo prometo. Yo asiento y ella suspira, Milo y Frank se despiden de mí, pero yo sigo enojada por la
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manera en que me separaron de mi familia. -¿Dónde estamos?-pregunto, observando lo poco que alcanzo a ver más allá de los edificios. -En Mirabília, hogar de las personas más poderosas del Universo. Bueno, después de Ayrton Lessin. -Pero, ¿exactamente qué es esto? ¿Un país, una ciudad, un pueblo? -No sabemos con exactitud, es muy pequeño para ser un país pero es muy grande para ser un pueblo o una ciudad. Le llamamos Hogar porque se siente como uno. Es el único lugar donde nos sentimos cómodos. -¿Han estado en otro lugar aparte de aquí? -Yo no, pero algunas personas sí. Han vivido en otros planetas o en donde viven los Menselijk. Antes no podíamos salir de Mirabília ni nadie que no naciera aquí podría venir, pero eso cambió gracias a tu abuela. -¿Mi abuela? -Ella fue reina de Mirabília, hasta que tu madre heredó el trono. -¿Y por qué hizo que cambiara? -Porque uno de sus amigos más cercanos no nació aquí y querían matarlo-Charlotte voltea hacia las casas y paramos frente a una de color azul cielo, frente a un restaurante completamente amarillo; la casa es de tres pisos, con la entrada llena de plantas y flores de colores
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diferentes. -Llegamos. -¿Quién vive aquí? -Algunas personas y yo. -¿Quién más? -Chicos de tu edad-dice-. Viven aquí porque antes todos los que tenían menos de 18 años debían dejar su casa y vivir en otra para protegerse de Slecht. Esa fue la primera orden de tu mamá como reina. Desde que tu madre murió, no es necesario hacerlo, los que viven conmigo se adaptaron tanto que ya no quieren irse. Y yo no quiero que se vayan. -¿Entonces es tu casa? -Es… era de mis padres. Aquí vivía con mis hermanas y ellos, pero cuando empezaron los ataques de Slecht, ofrecieron la casa como refugio. Ahora mi familia vive muy lejos de aquí. En una galaxia vecina. Entramos a la casa y veo a 4 chicas como de mi edad esperándonos frente la puerta. -¡Samantha!-exclama una de ellas tan emocionada como Charlotte. -Te presento a Kenia Dinter-empieza Charlotte, señalándome a una chica alta, de ojos pequeños de color café, de cara redonda y de cabello negro. Viste unos jeans, una blusa de peluche rosa con algunos diseños de estrellas y su cabello se detiene gracias a una diadema rosa-. Ellas son Katie Neisser y Kate Neisser,
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son hermanas-continúa Charlotte, presentándome a dos chicas idénticas, a pesar de que Katie tiene el cabello castaño claro y el de Kate es de color café fuerte; los ojos de las dos son de un gris oscuro y las dos tienen el mismo tono tostado de la piel. Katie viste una falda blanca que le llega a las rodillas, usa unas sandalias cerradas de color amarillo, como la blusa de tirantes que lleva puesta y su cabello está sujeto con una coleta como la mía, pero más arriba. Kate trae una blusa negra de manga corta, con un short de mezclilla, unos tenis azules y su cabello está escondido detrás de un chongo muy grueso-. Y ella es Catherine Zweig-termina Charlotte, mostrándome a una chica de cabello rubio cenizo, de cara larga, piel morena, con ojos color café muy oscuros y de la misma estatura de las hermanas Neisser. Lleva un suéter remangado de color gris oscuro, una blusa blanca con un búho grande en el c e n tro d e la blusa , unos zapat os ne gr os cerrados y un pantalón de mezclilla entubado. Su cabello rubio está sujeto solo por un listón gris igual que su suéter. -Es un honor para mí, Samantha-dice ella. -Gracias-contesto, algo confundida. -Como ya saben, ella es Samantha Starkey-dice Charlotte, con voz muy emocionada-. ¿Dónde están los chicos? -Están en sus cuartos-responde Catherine. -Bueno, te los presentaré, Sam.
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-Está bien-contesto. Ella me guía a una habitación que esta al fondo de un pasillo con paredes de varios colores en la planta de abajo; hay 3 puertas acomodadas en cada pared, Charlotte se acerca a la puerta del fondo y llama a los chicos: -¡N i ñ os , vengan! Les voy a pr e s e nt ar a al guien-los supuestos “niños” son como de mi edad pero un poco menos altos que yo-. Samantha, él es Steven Goldstein-ella señala a un chico delgado, de piel morena, nariz grande, boca grande, cabeza redonda, de cabello negro y de ojos verdes-. Y él es Joseph Woodgate-me presenta a un muchacho un de piel blanca, de cabello café claro, con ojos de color gris verdoso, de cara ovalada, de complexión delgada y con algunas pecas-. Chicos, ella es Samantha Starkey-al oír eso, Jospeh y Steven se quedan con la boca abierta. -¿!De verdad eres Samantha!?-pregunta Joseph, muy emocionado. -Sí. -¡Oh, por Dios!-grita Steven- ¡No lo puedo creer! ¡Conocimos a la heredera! -Samantha tiene que dormir porque seguramente mañana se desvelará mucho en su fiesta -interrumpe Charlotte. -Bueno, fue placer conocerlos-me despido. -El placer es nuestro-dicen Steven y Joseph a la vez.
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-Nos vemos mañana-se despide Charlotte y subimos las escaleras de azulejos relucientes hasta el segundo piso, donde hay como 4 puertas y una de ellas deja ver un ascensor. Charlotte me lleva a un cuarto muy grande de paredes blancas, donde hay dos camas y cada una tiene una mesita de noche-. Dormirás aquí, si no tienes problema con eso. -Está bien-contesto-. Charlotte, ¿de qué fiesta hablabas? -Planeamos una fiesta de bienvenida, también po r tu c umplea ños y para pres e nt a r t e a nt e t o dos-responde. -Oh-digo, sin emoción-. También quería preguntarte si tienes ropa de sobra y un cepillo de dientes, porque, como ya sabes, todas mis cosas están en mi casa. -Claro, ya te teníamos ropa-de inmediato arqueo mis cejas-. Bueno, era mía, pero ya no me queda. Espero que te guste-me enseña una puerta de metal, llena de varios dibujos hechos con crayolas y marcadores que supongo que Charlotte hizo cuando era pequeña; cuando abre la puerta, veo un clóset más grande que mi cuarto, lleno de ropa de Charlotte, alguna que todavía usa y la que me va a prestar-. Hay un cepillo azul nuevo en el baño de afuera. -Gracias-respondo, viendo todos los vestidos, blusas y pantalones que están colgados en unos ganchos plateados, mientras Charlotte se sienta
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frente al espejo de su peinador color negro para quitarse los aretes y el maquillaje. Elijo unos pantalones color café que se ven muy cómodos y tomo un blusón blanco de manga larga. Salgo del cuarto y me dirijo al baño de afuera. El cuarto de Charlotte es, sin duda, el más grande de la casa. Entro al baño, el cual es un cuartito pequeño, completamente amarillo, solo tiene una bañera chica, un retrete y un lavamanos. Me cambio, me cepillo los dientes y salgo del baño. Ya lista me dirijo a la cama, me quito el par de tenis y los pongo a un lado de la cama, junto a mi chamarra y pongo el collar en la mesita de noche. Tengo algunos problemas para dormir, aunque es algo obvio. Estoy literalmente en una parte del planeta que ni siquiera sabía que existía, en la casa de una mujer que acabo de conocer, con personas que nunca había visto. Cuando por fin me quedo dormida, sueño que estoy en una nave en el espacio. Charlotte me dice que mis hermanas están muertas y que mi padre es un traidor, además, me dice que todos los humanos están muertos, algo que probablemente haya sido mi culpa. Sus caras se hacen borrosas y, de repente, estoy en un cementerio, atrás de un hombre vestido de negro, con un sombrero tapando su cabello. Él está frente una tumba, muy parecida a la de mi madre. Deja un ramo de una planta parecida a una rosa, pero
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de varios colores. El ramo se sujeta por un listón gris con las iniciales “A.L.”, seguida de una palabra muy extraña: “Buitengewone”. Me acerco un poco y me doy cuenta de que la lápida tiene grabado el nombre “Scarlett Starkey”. Despierto muy asustada, hasta que veo el reloj que está a un lado de mi cama, el cual indica que ya son las 11:47 a.m., así que me levanto de la cama y me pongo mis tenis, tomo un cepillo del peinador de Charlotte y me desenmaraño el cabello. La coleta que me hice se deshizo cuando me do rm í, así que la vuelvo a ha c e r y, cuand o t ermino, salgo del cuarto. Me dirijo a la s al a d o nde conocí a la s chica s y e s c uc ho voces que provienen de un cuarto a un lado de la sala. Cuando me acerco, veo a todos sentados en unas sillas color salmón, alrededor de una mesa de cristal, esperando el desayuno. -Buenos días, Samantha. ¿Dormiste bien?-me pregunta Charlotte. Trae unas mayas de rayas verdes y naranjas y una blusa verde, con el cabello suelto. -Sí-miento. -Siéntate, ya casi está listo el desayuno-dice Catherine, mostrándome una silla que está a su lado. Hoy lleva puesto un camisón como el que yo traía ayer, pero de color negro y con un collar de perlas blancas, trae un short blanco y los mismos zapatos de ayer. Noto que Kenia, Katie, Joseph y Steven no están, así que, después de
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sentarme, pregunto por ellos. -Fueron a comprar algunas cosas al mercado, contesta Catherine. Minutos después, Charlotte me sirve un plato de huevo con tocino, jugo de naranja y pan tostado. Tengo mucha hambre, así que me como todo lo que estaba en el plato en menos de 5 minutos. -Tienes un gran apetito, ¿verdad?-pregunta Kate, viendo mi plato con mucho asombro. -Es que ayer no comí nada-respondo, en voz baja. -Haberlo dicho antes-dice Charlotte y se para para servirme otra ración. -Gracias-digo, muy avergonzada. Charlotte me entrega el plato y como con más tranquilidad. 10 minutos después, Charlotte y yo subimos al segundo piso, me lleva al baño donde me cambié ayer y me explica cuál es la llave caliente y cuál la fría de la bañera. Ella sale del baño y cierra la puerta, después abro torpemente las llaves y me desvisto. Cuando el agua se pone tibia, entro a la bañera y dejo que mi cabello se moje. Tomo el jabón y el estropajo y me tallo todo el cuerpo, luego veo una botella con un líquido amarillo, giro la botella y veo las letras shampoo. Me echo un poco en la palma de mi mano y lo esparzo por todo mi cráneo y mi cabello. Me lo enjuago y cierro las llaves, agarro una toalla y me seco todo el cuerpo. Encuen-
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tro un frasco con crema para el cuerpo y me la pongo en toda la piel, me tapo el cuerpo con la toalla de nuevo y salgo. Cuando abro la puerta, veo a Charlotte a un lado, como si me estuviera esperando. Vamos al cuarto y tomo ropa interior, luego Charlotte me presta una bata y me sienta frente a su peinador. -Tenemos que hacerte ver más bonita para el baile-dice Charlotte-. No es que no seas bonita, pero te verías mejor con un poco de maquillaje. -Nunca me ha gustado maquillarme-me excuso, pero Charlotte parece ignorarme por completo. Se acerca a la entrada del cuarto y grita el nombre de las chicas, quienes de inmediato aparecen en la puerta. -¿Qué pasa, Charlotte?-pregunta Katie. -Me van a ayudar a preparar a Sam, ¿está bien?-les informa Charlotte y ellas asienten muy emocionadas. Charlotte y Kenia empiezan a sacar maquillaje de una bolsita roja que tenían en un cajón del peinador, Catherine empieza a buscar vestidos en mi closet y Katie y Kate toman mi cabello. -¡Me encanta tu cabello! ¿Cómo le haces para tenerlo tan brilloso?-pregunta Kate. -Ah hmm… ¿Shampoo?-respondo y ella sigue cepillando mi cabello. -¡Lo tienes muy lacio!-dice Katie, tocando mi cabello. -Me encantan tus pestañas, ¿te las rizas?-pre-
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gunta Kenia. -No-contesto y ella se asombra. Katie y Kate tratan de rizarme el cabello, aunque no funciona del todo, lo tengo muy lacio y los rizos se me deshacen muy rápido, pero ellas no se rinden y me ponen un spray después de que me rizan un pedazo. Su trabajo tardará más horas, pues, tengo mucho cabello. Catherine me enseña todos los vestidos, pero ninguno me gusta. Hasta que me enseña uno azul eléctrico largo y de arriba no tenía ni mangas ni tirantes, solo tenía algunas piedras plateadas. Después de elegir el vestido, Charlotte y Kenia comienzan su trabajo pintándome los ojos de color azul eléctrico y me pintan una línea negra en la orilla del ojo, luego, me pintan los labios de color rojo. Cuando las cinco terminan, después de agradecerles, se van a su cuarto para prepararse. Charlotte me pide su ayuda para elegir el vestido, así que lo hago, aunque ella también les tiene muchos peros a todos los vestidos y terminamos escogiendo uno blanco que le llega a las rodillas, de tirantes cruzados con un listón rojo en la cintura. Se maquilla muy rápido y se alacía el cabello; al terminar, me presta unos aretes azules y una pulsera plateada que le queda muy bien al vestido, además me obliga a ponerme unos tacones. Me dirijo a la mesita que está al lado de mi nueva cama, tomo el collar y me
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lo pongo, pero escondo la parte de la flor dentro del vestido. En cuanto salimos del cuarto, veo a Katie y a Cath e ri ne f rente a la puerta de e ns e guida , esperando a Kate y a Kenia; Katie lleva puesto un vestido blanco, con un moño negro en uno de los tirantes y se rizó el cabello, mientras que Catherine lleva un vestido naranja claro con un solo tirante grueso del lado derecho y trae alaciado el cabello. Kate y Kenia salen del cuarto, Kate usa un vestido morado sin tirantes que le llega arriba de la rodilla, al igual que Catherine, se alació el cabello, Kenia lleva puesto un vesti d o ve rde oscuro que ta pa s u pe c ho y s u cabello se sostiene con una pequeña trenza al lado derecho de su cabeza. Bajamos y vamos por los chicos. Salen de su cuarto, con sus trajes de gala; Charlotte guarda sus llaves en una cartera blanca y salimos de la casa. Afuera nos espera un auto parecido a un carruaje muy grande. En todo el camino, veo la ciudad, veo esos grandes edificios, esas casas y tiendas de colores. Cuando el auto se detiene, bajamos y observo que todos se me quedan viendo, pero no les hago caso, solo veo la gran mansión que está frente nosotros. Charlotte me lleva adentro, y, cuando observo todo a mí alrededor, hay muchísimas ventanas y el techo está muy alto, pero no puedo distinguir el color de las paredes, pues, hay más de 50 mil perso-
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nas en este lugar y no puedo ver casi nada. -¿Quién vive aquí?-le pregunto a Charlotte. -Los señores Klausen y su hijo. Actualmente están a cargo de gobernar Mirabília, pero solo temporalmente. Todos esperan que tú heredes el cargo de tu madre-responde, con una sonrisa deslumbrante -Pero yo no… -Ven, tenemos que presentarte-me interrumpe, sin siquiera voltear a verme. Charlotte me lleva a unas escaleras de madera fina muy grandes, ella empieza subirlas y yo la sigo, un poco atrasada por estar viendo a los invitados. -Por aquí-dice Charlotte, señalando uno de los mosaicos del piso, el cual está en medio del gran pasillo de arriba, haciendo que todos puedan verme. -¿Por qué estoy aquí?-le pregunto, pero me vuelve a ignorar. Es entonces cuando se pone frente a mí, bloqueando mi vista. -Atención, atención a todos-empieza a hablar Charlotte, y nota que nadie la escucha, así que manda a Steven por un micrófono. Él sube corriendo, tratando de no tropezar, y le entrega un micrófono parecido a los que se usaban la década pasada-. Gracias-le contesta a Steven y él se regresa a la planta de abajo-. El día de ayer se cumplieron 5 años desde la muerte de nuestra querida Scarlett Starkey,
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quien dio su vida por todos nosotros y por su familia. Hoy es el cumpleaños de su hija, Samantha Starkey, la futura heredera, quien está aquí-todas las personas que están abajo intentan buscarme entre la multitud, hasta que Charlotte me toma del hombro y me pone frente todas las personas, quienes se quedan sorprendidos, unos sonríen, otros lloran de emoción (algo muy tonto, por cierto), y algunos se quedan con la boca abierta; Charlotte me hace una señal de que haga una reverencia, lo cual hago y los demás también-. Ella tiene los poderes que poseía Scarlett, al igual que su carisma y su amabilidad-termina Charlotte Charlotte acaba de mentirles a todos, no soy nada igual a mi madre, soy muy cerrada y callada, no tengo amigos en la escuela, nadie quiere hablar conmigo porque soy muy “rara” y los pocos que me hablan, solo lo hacen para desahogar sus problemas. Aunque soy amable, no tengo un buen don carismático. Charlotte me baja enseguida para presentarme en persona a algunos de los que están abajo. -¿De verdad tengo sus poderes?-pregunto. -Por supuesto-responde-. Tele transportación, telequinesis, telepatía e invisibilidad. ¿No los has utilizado?-yo sacudo la cabeza en forma de decir no y ella me dice:-Bueno, tendrás que usarlos muy pronto. Me quedo con la duda de a qué se refería con
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eso, pues antes de que pueda abrir la boca, me presenta a una pareja y a su hijo, como de mi edad. Los tres tienen ojos color azul cielo, cabello negro y los tres son de piel blanca. -Samantha, ella es la señora Aurel Klausen-la señora aparenta tener unos cincuenta y tantos años , d e e statura pequeña , con un ve s t ido negro muy largo y de manga larga-. Él es el señor Ander Klausen-el hombre tiene unos 60 años y trae puesto un traje de gala gris con una corbata roja-. Y él es Aaron Klausen-termina Charlotte, presentándome a un chico de mi edad, un poco más alto que yo, vistiendo un traje y moño negro-. Ella es Samantha Starkey. -Mucho gusto-les digo. -Igualmente-responden los señores Klausen, pero Aaron solo se me queda viendo. -Le comentaba a Samantha que ustedes están a cargo de Mirabília-dice Charlotte. -Oh, sí. Pero no te preocupes, querida, solo nos quedaremos hasta que cumplas 21 y puedas hacerte cargo legalmente-responde la señora Klausen. -La verdad yo no…-un hombre canoso, de ojos cafés y piel morena se acerca al señor Klausen y me interrumpe. -Señor, le hablan por teléfono, es muy importante. -¿Quién es?-pregunta el señor Klausen y el hombre le susurra algo en el oído-. Oh… Gra-
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cias, Bertrand. Mil disculpas Samantha, pero me tengo que ir. Esta llamada es demasiado importante. -No impor… -Yo te acompaño, Ander-me interrumpe la señora Klausen, quien sigue a su esposo casi corriendo. Ninguno de los tres hablamos como por 5 minutos, solo escuchamos las voces de las otras personas y algunos estornudos de Charlotte. -Eh… Aaron, deberías contarle a Samantha sobre tus poderes- dice Charlotte, rompiendo el silencio. -Pues, no es mucho, pero puedo congelar el tiempo y reconstruir cosas. -¿Por qué sólo tienes dos poderes?-pregunto. -Es el máximo de poderes que los Kraftfull pueden tener-responde. -Pero yo tengo… -¡Oh! Aaron, ¿esa es la nueva hacha que sa c a r o n h a c e p o c o ? - l e p r e g u n t a C h a r l o t t e a A a ron, interrumpiéndome de nuevo, pero esta vez parece que lo hizo intencionalmente; Charlotte observa una hacha como de medio metro hecha completamente de metal colgada detrás de las escaleras, junto con un montón de cuchillos, lanzas, flechas y una sola espada. -¿Eh?-dice Aaron confundido, hasta que voltea al lugar donde están las armas-¡Ah, sí! Mis padres planeaban regalártela en Navidad pero
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todavía estabas lejos de tu casa, así que decidieron guardarla hasta tu cumpleaños. -¿Puedo ir a verla? -Sí, no creo haya ningún problema-contesta y Charlotte se va casi corriendo-. ¿Desde cuando estás aquí?-me pregunta Aaron. -Desde ayer-respondo. -¿Y ya te acostumbraste?-sigue preguntando en cuanto Charlotte se aleja por completo. -No, pero Charlotte trata de hacerlo-contesto. -Oh-dice-. ¿Y te caen bien? -No los conozco muy bien, pero podría decir que han sido muy amables conmigo. -Pues, a mí sí me caen muy bien. Son como una familia para mí. -¿Y qué hay de ti? ¿Qué se siente ser el hijo de las personas más ricas de Mirabília?-pregunto en un tono muy grosero. -La verdad no es la gran cosa, es decir, tengo 19 años. Nunca veía a mis padres de pequeño porque trabajaban mucho, pero ahora no los soporto, se la pasan regañándome por todo. Estudio lo mismo que mis padres estudiaron, ya que no me dejaron escoger mi carrera. He llegado a pensar en irme de casa. -¿Nunca te habían dicho que eres muy directo? -A veces, pero ese es mi don, “Ser Directo”-responde con una sonrisa, tomándoselo como juego-. ¡Oh, por Dios! ¿Cómo lo conseguiste?-exclama, borrando su sonrisa y viendo el collar que me
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dio mi padre. -Era de mi mamá-respondo. -Lo sé, pero desde antes su muerte lo han estado buscando los Ziek-dice Aaron, muy asustado pero a la vez sorprendido. -¿Ziek?-pregunto. -Son bestias malignas que solo quieren ayudar a que su amo sea el más poderoso del mundo y matar a los Menselijk a causa de una maldición-responde. -Pero, ¿por qué lo buscan? -Eso es lo que buscaban cuando mataron a tú mamá…-sus ojos se hacen saltones y se queda con la boca abierta- Olvida eso. -¿Ellos mataron a mi mamá?-le pregunto, con voz quebrada. -Has como si no te hubiera dicho nada-dice, volteando a todos lados para ver si nadie lo escucho, aparte de mí. -Si no me dices le diré a todos que intentaste robarme el collar. -Nadie te creerá, todos saben que nunca haría eso. -Soy telépata, ¿recuerdas? Puede controlar la mente de todos y ponerlos en tu contra-lo amenazo, aunque no sé si de verdad se puede hacer eso. -Está bien-contesta y empieza a contarme todo-. Tú mamá, como ya sabes, era la mujer más poderosa con ese collar, pues el collar tiene
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todos los poderes que pueden existir, aunque tu mamá ya tenía los suyos. Ella lo heredó porque fue la primera hija de la Reina, o sea, tu abuela-hace una pausa para ver si nadie lo está escuchando y después sigue hablando-. Los Ziek querían ese collar para que su amo fuera el más poderoso del Universo, pero tu mamá juró proteger el collar, hasta juró dar su vida por cuidarlo. Y lo hizo. El día que la mataron, los Ziek no encontraron ningún rastro del collar. Nadie sabía en donde estaba ese collar, hasta ahora. La verdadera causa de la muerte de mi madre, la razón por la que ella no asistió a la graduación de mi secundaria ni la de preparatoria, ni a las obras de teatro, ni a mis premiaciones. Ahora todo lo que pasa tiene sentido. -¿Y porque nunca me lo dijeron?-pregunto. -Porque queríamos decírtelo en un momento apropiado…-dice Aaron, pero yo me alejo poco a poco de reversa- ¡Samantha, cuidado!-doy vuelta y veo que dos bestias como de 2 metros, de piel verde, con muchas verrugas en la cara, labios viscosos y ojos rojos que intentan atacarme, pero, sin pensarlo, les doy un golpe en la cara y aparezco en el lugar donde están todas las armas. Obviamente me tele transporte- ¡Son los Ziek!-grita Aaron. Tomo la única espada que había ahí y Charlotte me dice: -Cada vez que se acerquen, hazte invisible.
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¡Genial! No sé cómo hacerme invisible y cada vez hay más Ziek. Observo como todas las personas salen corriendo de la mansión y cuando menos lo pienso, veo a Kenia, Catherine, Katie, Kate, Charlotte, Steven, Joseph y Aaron uniéndose a la pelea con cuchillos muy largos, machetes, lanzas y hachas sacadas del mismo lugar de donde tomé la espada. Voy a donde ellos están y veo que Aaron le encaja su machete a un Ziek justo en donde se supone que está su corazón, Catherine, Kenia y Katie atacan a los Ziek con cuchillos, Steven y Kate usan las lanzas, Charlotte y Joseph usan hachas y yo uso la espada. Me acerco a uno de los monstruos y le clavo la espada en el cuello, cuando de repente siento que hay uno atrás de mí, así que me hago invisible y lo ataco cuando se descuida. Me quito los tacones y se los aviento un Ziek que estaba entrando por una de las ventanas recién quebradas, los cuales lo golpean justo en la cara. -¡Cuidado, Sam!-me dice Catherine mientras le lanza un cuchillo a un Ziek que se le acercaba. Me doy la vuelta y uno de los Ziek me hace un corte en la mejilla derecha con una lanza e intenta arrancarme el collar, pero yo le entierro la espada directo en la sien y sostengo fuertemente mi collar. Volteo a todos lados buscando más Ziek, pero al parecer ya no hay ninguno.
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-ÂżYa?-pregunto, respirando con dificultad. -VolverĂĄn, solo quieren el collar-responde Charlotte. De repente, siento que algo me traspasa, pero no puedo hacer nada para detenerlo y me desmayo.t
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Índice Capítulo 1 La sorpresa
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Capítulo 2 La Fiesta
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Capítulo 3 El Entrenamiento
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Capítulo 4 Slecht Ziek
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Capítulo 5 Buitengewone
67
Capítulo 6 Evil Land
81
Capítulo 7 El Peor Miedo de Samantha Capítulo 8 Slecht Vlucht
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