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1 Dictados: Uso de «b»/«v» 1 Llevaba Xð

ya varios años en El Dragón, pensando algunas veces en abandonar aquella vida. La tripulación cambiaba constantemente; nosotros los vascos, en un período largo seguimos siendo los mismos, hasta que en uno de los viajes se fue Ugarte, el piloto, y lo sustituyó otro, con el mismo nombre y apellido. En barcos como aquél no había que fiarse de los nombres ni pedir los papeles a nadie. Cada cual se llamaba como le parecía; yo mismo cambié de nombre; no quería que, si me llegaban a ahorcar, el apellido de mi padre saliera a la vergüenza pública. Entró el nuevo Tristán en Batavia, adonde habíamos ido a desembarcar unos negros. No era el nuevo piloto un canalla, como el anterior, insolente y envidioso; parecía, sí, un poco sombrío y triste. Había navegado en barcos de buenas compañías; pero se le había muerto la mujer, según dijo, y estaba desesperado, deseando vivir a la ventura para olvidar sus tristezas. El nuevo Tristán calculaba los errores de la estima de las observaciones del sextante, tomaba la altura del sol, y en unas tablas hacía sus comprobaciones para encontrar la altura y la latitud. Zaldumbide, que conocía bien a la gente, le trataba con gran consideración, y el piloto y el capitán se reemplazaban en las guardias, como iguales. Pío Baroja, Las inquietudes de Shanti Andía.

2 Yo había Xð de París,

alquilado, el verano pasado, una casita de campo a orillas del Sena, a varias leguas e iba a dormir allí todas las noches. Al cabo de unos días, trabé conocimiento con uno de mis vecinos, un hombre de treinta o cuarenta años, que era el tipo más curioso que nunca había visto. Era un viejo remero, pero un remero empedernido, siempre en el agua. Debía de haber nacido en un bote, y seguramente morirá en la remadura final. Una tarde que paseábamos a orillas del Sena, le pedí que me contara algunas anécdotas de su vida náutica. De inmediato mi buen hombre se animó, se transfiguró, se volvió elocuente, casi poeta. Albergaba en el pecho una gran pasión, una pasión devoradora, irresistible: el río. ¡Ah!, me dijo, ¡cuántos recuerdos conservo de este río que ve usted deslizarse ahí, cerca de nosotros! Ustedes, los habitantes de las calles, no saben lo que es el río. Guy de Maupassant, Sobre el agua.

de las puertas se muere el viento, y hasta el abrigo sobra en invierno. Cuando te inventas la lluvia y el barco se aleja, la comadreja se vuelve nutria. Y desde el alba hasta el ombligo se dibujan tus vuelos de verano. Porque pedaleas en la palabra y te peleas con su viejo vacío, porque de los papiros nace el Nilo y las pirámides fueron de arena. Debes lavar tus viejos verbos antes de verlos desbocados, debes librar tus batallas antes de que te libere la muerte. Vine a decirte que me iba, de vuelta al valle, donde crece la hierba, frente a la cabaña en el bosque. Brillas y te levantas, con el balón entre las manos, y en tu boca viven sus lágrimas furtivas. Olvidas los besos, las verrugas y el sabor del sable en la arena. El gran vidrio te espera. Enrique Lobo

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3 A veces, de las ventanas vuelan aviones vacíos y a través Xð las bicicletas te llevan veloces contra las nubes porque

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1 Dictados: Uso de «b»/«v» 4 Hubo un cambio en la actitud de Alberto aquel invierno. Sus padres no entendían que hubiera Xð dejado de interesarle el baloncesto. Abandonó el equipo al que había pertenecido los últimos

cinco años. El brote de rebeldía que apareció de repente era atribuido a su edad. Una mañana dejó un sobre encima de su escritorio con una nota breve en la que decía: «Volveré mañana. Me voy con Pedro y sus padres a una cumbre en la que aseguran que están las montañas más blancas. No os preocupéis». Su padre le dijo a su madre que tal vez le serviría para recobrar la calma y darse cuenta de lo que realmente le gustaba y quería hacer. Y así fue. Pasaron los meses y, en abril, Alberto regresó al equipo de baloncesto de la escuela. Recobró las ganas de estar con sus antiguos compañeros. A sus padres les pareció una decisión brillante porque veían que su hijo retomaba el camino y las amistades que meses atrás había abandonado.

5 El caballero anduvo mucho rato perdido buscando el camino correcto. Su caballo galopaba a Xð buen ritmo, pero empezaba a dar síntomas de cansancio después de más de diez horas de via-

je. Hicieron una parada junto al río donde esperaban recobrar las fuerzas perdidas. Resultaba ser un lugar perfecto. Lo único que deseaba era dormir y relajarse. Pero le preocupaba no encontrar rápidamente el camino correcto. Debía llegar al palacio y entregarle al rey las noticias que le habían dado. Al parecer, un vasallo deseaba matar al monarca y había preparado una conspiración para acabar con él. A la mañana siguiente, se montó en su caballo rumbo a palacio. Horas después llegaron. Cuando el rey se enteró de la trama mandó que detuvieran a los conspiradores.

6 —Espero recibir noticias tuyas este verano —le dijo Alba a su amiga Carmen al finalizar las clases. Xð

Iban a estar alejadas durante unos meses y serviría para hacer más fuerte su amistad y estrechar los lazos. Las dos se prometieron que se escribirían correos electrónicos casi a diario para mantenerse al día de todo. Cada una se iba a un lugar distinto. Alba acudía a un campamento que le serviría para vivir una experiencia única: nueva gente de su edad con la que se lo pasaría en grande. Carmen se iba con sus abuelos al pueblo donde tenía numerosos amigos y también iba a disfrutar mucho. A lo largo del verano, Alba tuvo talleres de idiomas, de natación y de cocina. Aunque la mayoría del tiempo jugaba con sus compañeros y se lo pasaba en grande.

7 El submarino había atracado en el puerto. A la gente le provocó gran curiosidad y se acercaba Xð hasta allí para comprobar cómo era. Acudían las familias enteras e inclusos los abuelos con sus

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nietos y bisnietos. No era nuevo, sino de principios del siglo pasado. Mantenía una gran actividad y surcaba los mares de medio mundo. Los responsables explicaron a los visitantes que el último año había estado navegando por aguas del Pacífico. Los visitantes lo observaban con mucho cuidado, atendiendo a las explicaciones minuciosas que daba el capitán. El submarino estuvo un par de días allí. Causó mucha expectación entre los vecinos, que no dudaban en fotografiarse junto a él. Incluso algunos curiosos lo filmaban con sus videocámaras.

8 Mi abuelo lava la ropa con mucho cuidado. Siempre separa la ropa de color de la que es blanXð ca. Asegura que así queda todo mucho más limpio y evita, de este modo, que se estropeen los

tejidos. Dice que hay que mirar la etiqueta de las prendas porque son letreros indicativos que explican la clase de ropa que es y cómo se debe lavar.

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1 Dictados: Uso de «b»/«v» 9 No acabo de entender cómo el hombre Xð plicado a nuestros antepasados que en

puede viajar en una nave especial. Si les hubieran exel siglo XX se iba a poder viajar en un cohete fuera de la Tierra se habrían quedado muy sorprendidos. Pero al fin y al cabo la conquista del espacio es la gran apuesta de la sociedad moderna. En 1969 el hombre llegó por primera vez a la Luna con éxito. Las televisiones de todo el mundo ofrecieron en directo ese acontecimiento, que marcó un hito en la historia. Aunque previamente los astronautas y los responsables tuvieron que sortear muchas adversidades para que todo saliera bien. 10 El Xð ro

atleta quedó octavo en la prueba final de los Juegos Olímpicos, aunque había trabajado dupara conseguir una buena posición. Estaba muy decepcionado por el resultado final. Se quejó de que el viento que soplaba se había convertido en un factor adverso para él. Era la cuarta vez que participaba en esta competición y en las anteriores siempre había quedado entre los tres primeros. 11 Se subió al tranvía para dirigirse al bar donde había quedado con el hombre de la gabardina Xð azul. Apenas habían cruzado cuatro palabras por teléfono, pero lo que le tenía que decir era

fundamental para resolver con éxito el caso que tenía entre manos. El extraño hombre le había advertido de la necesidad de que fuera puntual. No quería que la gente le viera durante mucho tiempo en un lugar público. Llegó a la cafetería. A lo lejos vio a un hombre de edad avanzada. Le sorprendió el brillo de uno de sus dientes. Cuando se acercó a la mesa le observó con detenimiento: llevaba gafas, pelo canoso y unos guantes muy nuevos. No tuvo tiempo para más. El anciano sacó de su bolsillo un papel, se lo dio y se fue. No le pudo preguntar nada. Ni siquiera pudo reaccionar. Pero lo que había escrito en aquel trozo de papel se convirtió en una pista fundamental para su caso. 12 Vanesa es una chica vegetariana. No lo ha sido siempre. Antes también era carnívora, y le enXð cantaba comerse un buen trozo de carne. Pero hace dos meses empezó a cogerle cariño a los

animales y cada vez que veía carne en su plato se acordaba de ellos. Se sentía cautiva de sus pensamientos. Ella asegura que sigue teniendo una dieta muy variada y equilibrada. Come todo tipo de verduras, pasta y le encanta hacerse platos hervidos. Afirma que esta decisión no le ha cambiado tanto la vida, aunque muchos de sus amigos no la acaban de entender y le insisten en que abandone su empeño de no comer carne. 13 La envidia es uno de los peores Xð la ambición de conseguir algo a

males que puede tener una persona. Muchas veces llega por toda costa. Por encima, incluso, de los compañeros. Por este motivo es fundamental combatir cualquier sentimiento negativo hacia los demás. No basta con que nos envolvamos por fuera de buenas palabras, sino que además debemos convencernos de que lo que le sucede a las personas de nuestro entorno también es bueno para nosotros. se fundió. Los vecinos llamaron al presidente para que la cambiara encontraron en su domicilio. Su hijo les dijo que se lo habían llevado en una ambulancia. Les explicó que se había sentido mareado durante toda la tarde y había estado vomitando. Al parecer se había quedado más blanco que la pared de la casa. Les dijo que le iban a tener en observación durante unas horas hasta que los médicos tuvieran en sus manos el diagnóstico definitivo. Era un hombre con problemas digestivos al que su organismo le jugaba malas pasadas en ocasiones.

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14 La bombilla de la escalera Xð por otra nueva, pero no le

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1 Dictados: Uso de «c»/«z» 1 Nunca sabré cuánto tiempo permanecí en aquel lugar y qué hice al Xð que, al despertarme del trance en que me hallaba sumida, percibí el

quedarme sola... Sólo sé olor a tierra mojada en el rostro... Estaba boca abajo en la tierra, una tierra húmeda, bañada por mis propias lágrimas. Cuando levanté la cabeza, vi que la noche se había cerrado sobre mí. Apenas tuve ánimos para incorporarme y lanzar una última mirada hacia aquella laguna embrujada... Después me volví, y dirigí mis pasos hacia la mansión. Cuando llegué al embarcadero pude comprobar que la barca había desaparecido, lo que me hizo reflexionar una vez más sobre los poderes ocultos de la niña. La pequeña Flora tuvo aquella noche la feliz ocurrencia —si es que se puede hablar de felicidad en aquella ocasión— de pedir que trasladaran su cama a la habitación de la señora Grose. De forma que a mi regreso a la mansión tuve la suerte de no encontrarme con ninguna de las dos. A quien sí pude ver fue al pequeño Miles. Recuerdo que fui primero a mi habitación y comprobé la salida de Flora. Después me dirigí a la habitación donde daba mis clases, y allí, junto al fuego, se me sirvió una taza de té, como tenía por costumbre todas las noches. A eso de las ocho entró en la habitación el pequeño Miles y se sentó a mi lado. Recuerdo que no nos dirigimos la palabra y que, sin embargo, aquella noche estuvimos muy juntos. Él sabía muy bien que, a partir de aquel momento, era completamente libre de hacer lo que quisiera, que mi responsabilidad había concluido: era hombre libre. Por eso le agradecí tanto que aquella noche, la última que pasamos juntos, estuviera conmigo, me brindara su silenciosa compañía. Henry James, Otra vuelta de tuerca.

2 Hablaba en danés con un hombre de gran estatura, vigoroso y bien plantado. Ese buen mozo Xð debía de tener una fuerza poco común. Sus ojos, abiertos en un rostro grande y bastante in-

genuo, me parecieron inteligentes. Eran de un azul soñador. Largos cabellos, que muy bien hubieran pasado por rojos incluso en Inglaterra, caían por sus atléticas espaldas. Aquel indígena tenía los movimientos ágiles y suaves, pero movía poco los brazos, como hombre que ignorase o desdeñase el lenguaje de los gestos. Todo en él revelaba un temperamento de una calma perfecta, no indolente, pero tranquilo. Se percibía que no pedía nada a nadie, que trabajaba según su conveniencia y que en este mundo nada podía impresionar ni turbar su filosofía. Sorprendí los matices de ese carácter por la manera como el islandés escuchaba la verborrea apasionada de su interlocutor. Permanecía con los brazos cruzados, inmóvil en medio de los gestos multiplicados de mi tío; para negar, su cabeza giraba de izquierda a derecha; se inclinaba para afirmar, y tan levemente, que sus largos cabellos apenas se movían. Era la economía del movimiento llevada a la avaricia. Desde luego, al ver a aquel hombre, yo jamás hubiera adivinado su profesión de cazador; con toda seguridad no debía asustar a la caza, pero ¿cómo se las arreglaba para lograrla?

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Julio Verne, Viaje al centro de la Tierra.

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1 Dictados: Uso de «c»/«z» 3 María le tiró Xð se de casa.

el zapato a su hermano porque no lo encontraba y quería vestirse rápido para irHabía quedado con sus amigos para intercambiarse cromos. Antes se preparó un bocadillo de queso y se lo comió a toda prisa. Era un chico muy impaciente y le gustaba hacerlo todo al instante. Estaba en el primer curso de secundaria y las cosas no le iban muy bien porque no era un alumno con mucha constancia a la hora de estudiar. Sus padres le habían avisado de que se atuviera a las consecuencias si no se aplicaba más. Recordaba que cuando estuvo en quinto de primaria le castigaron sin paga porque suspendió matemáticas, aunque al final de curso las recuperó. Fue una gran conquista para él. 4 Colón descubrió América en 1492. Gracias a ese descubrimiento trajimos alimentos tan buenos Xð como el chocolate y los cacahuetes, cuyo nombre tiene origen azteca. A partir de ese momen-

to los pueblos americanos y europeos comerciaron e intercambiaron sus productos. La cooperación entre ambos aportó fructíferos resultados. Los hallazgos hechizaron a aquellos hombres. 5 La abuela cocinaba un riquísimo guiso al que había tirado un kilo de arroz y un poquito de esXð pecias, guisantes y un quintal de pollo. Mientras, su nieta Matilde dibujaba cuadrados y

después los coloreaba. También rellenaba los huecos en blanco que quedaban en los márgenes de la hoja. Su nieto Alberto había bajado al quiosco a comprar un fascículo de coches, barcos y motocicletas. Le gustaba porque estaba explicado de una manera muy accesible para él. 6 Cecilia no supo medir las consecuencias de sus actos. Durante su visita al oculista le tiró el ceXð nicero al doctor, en un ataque repentino de esquizofrenia. Después le explicó a su madre que

la causa de todo se debía al pánico que le daba ver a gente con bata blanca. Una vez se tranquilizó, llegó a un pacto para que esa actitud no volviera a repetirse en el futuro. Cecilia era una cría de apenas seis años, con una gran inteligencia, a la que no le costaba realizar los ejercicios que le mandaban en la escuela. 7 Querida Xð

amiga: Te escribo estas líneas sencillamente para comunicarte que he decidido ser actriz. Todo lo que he hecho hasta ahora me resulta un tostón. Mi futuro no está en la arquitectura, sino en el espectáculo, en el celuloide. Tengo la sensación de haber vivido en un pozo sin salida y muy agobiada, como si un cinturón me apretara continuamente. Pero por fin veo la salida. Es como si alguien me hubiera lanzado un caña y me hubiera liberado del ancla que me tenía atascada en esta situación. Para empezar, me he apuntado a una academia en la que recibiré las instrucciones y lecciones que necesito para triunfar. Aunque puedas pensar que esto es una quimera, es decir, un sueño, estoy convencida de que voy a conseguir mi objetivo. El secreto está en el esfuerzo y la dedicación. Adquiriré una gran experiencia y sé que llegaré lejos.

conocía el origen. La cuestión fundamental para los expertos se basaba en encontrar el antídoto que frenara aquella desgracia. Afortunadamente, los ríos no se vieron afectados y se podía seguir pescando peces. Era un caso muy peculiar que interesó a científicos internacionales.

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8 Aquella primavera se había prohibido la caza de ciervos y de otros animales porque una enXð fermedad había aniquilado a casi todas las especies, como los avestruces y los zorros. Se des-

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1 Dictados: Uso de «c»/«z» 9 La adicción al tabaco es algo enfermizo que provoca miles de muertos en España, además Xð otras enfermedades como el cáncer. Por muchas campañas que hacen quienes gobiernan,

de no cesan los consumidores. Pero no aterrorizan lo suficiente. Y año tras año vuelve a protagonizar el ranking de muertes. La advertencia es clara y hay que tener en cuenta la veracidad de los datos.

10 La casa tenía unos azulejos muy bonitos del color del azúcar. Las paredes estaban adornadas Xð con cuadros de muchos animales del zoológico y fotografías de Zaragoza. Los inquilinos cuan-

tificaban en quince millones el valor de la decoración. Lo que más habían cuidado era el olor de la flor de azahar, aunque en ocasiones también se respiraba a albahaca.

11 La abuela rezaba en la iglesia y pedía paz en el mundo ante la incapacidad de los gobernantes por Xð llegar a acuerdos. No era casual su rezo porque ella era muy creyente. Acudía al templo un par de

veces por semana. Había comprado recientemente un nuevo cáliz de oro con unos pequeños grabados antiquísimos para las celebraciones religiosas. En el pueblo era conocida por sus buenas acciones, que adquirían sonoridad entre sus vecinos. «Eres un ladronzuelo. Devuelve lo que te has llevado», le dijo en una ocasión a un muchacho al que pilló robando en una tienda. La vejez le permitía decir lo que pensaba con claridad y sin una pizca de vergüenza. Seguía teniendo una mente con una gran lucidez. Era una aficionada a la lectura de libros de escritores españoles como Cervantes.

12 Los alumnos de quinto acudieron al zoológico a ver de cerca las muchas especies que allí Xð Debían dibujar con sus lápices de colores en sus libretas su animal preferido y anotar sus

había. características. Los que más se repitieron entre los mozuelos fueron el cisne, el avestruz y los peces del acuario. Aunque uno de ellos se decantó por un zorro, que vio en una de las cuevas. Era grande y muy audaz y estaba mordiendo las ramas de un árbol en medio de un tremendo barrizal. El animal dio un mordisco y un cabezazo a otro zorro que provocó que los jóvenes se asustaran. Se quedaron impresionados por la fuerza del mamífero y por su fuerte carácter. A algunos las pulsaciones del corazón se les aceleraron de repente. Temían que pudiera atacarles a ellos. El monitor del zoo les tranquilizó asegurándoles que había unas buenas medidas de seguridad en todo el recinto.

13 El incendio que se declaró en la primera planta del edificio quemó todo lo que encontró a su paso. Xð Los vecinos tuvieron que ser evacuados con gran celeridad por los bomberos. Les rescataron des-

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de la azotea porque la escalera estaba repleta de humo. Estaban aterrorizados porque vieron cómo todas sus pertenencias quedaban reducidas a cenizas. La mayoría de ellos estaban destrozados. Recibían consuelo de algunos expertos que se acercaron para apoyarles. Algunos tuvieron un ataque de nervios. Las primeras pesquisas hacían pensar a la policía que todo se había originado por un cigarrillo mal apagado. Juan Pérez, el inquilino del cuarto, no lo había apagado bien en el cenicero. Ya en otra ocasión había provocado un accidente similar que, sin embargo, sólo afectó a su propio hogar.

14 Los dos jóvenes llevaban Xð No seguirían viviendo de

de noviazgo muchos años. Habían decidido casarse ese mismo año. alquiler. Habían empezado con la mudanza aquella misma semana. Él era pintor y empezó a llevar los pinceles y las acuarelas para que estuvieran a buen recaudo. Las cajas se empezaban a amontonar en el recibidor y en los cuartos. Debía de haber ya unas cuarenta cajas. Y todavía faltaba que el camión hiciera el traslado de los muebles.

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1 Dictados: Uso de «ll»/«y» 1 Yo también era un niño cuando vi Xð que el de la película. Los pies me

aquella película, dijo Antonio Ventura. Mucho más pequeño colgaban de la butaca. Lo recuerdo todo como si fuese hoy. Era la tarde de un domingo de febrero, uno de esos días agripados, de luz doliente, que empalman una noche con la otra. El mar rompía en el espigón queriéndose salir, con la furia de una bestia en las tablas del cercado. Yo llevaba un abriguito de cheviot de bolsillos muy profundos y, camino del cine, no sacaba las manos, muy apretadas las monedas de real, por miedo a que me las llevase el viento del nordeste como si fuesen dos petirrojos. Y allí estábamos todos, dijo Antonio Ventura, sumergidos en la oscuridad del cine Rex, encogidos en las butacas, con las llamas de la pantalla lamiéndonos la cara. El pescador Manuel tocaba una zanfona y le cantaba al niño rico con un cariño que nos daba envidia. ¡Ay, mi pescadito, deja de llorar! ¡Ay, mi pescadito, no llores ya más! Y entonces fue cuando Charo A'Rubia lloró. Era el suyo al principio un llorar manso que se confundía con el gemido melancólico de la zanfona. Me di cuenta porque ella estaba muy cerca, justo a mi lado, dijo Antonio Ventura. Cogió un pañuelo blanco y trató de contenerse tapándose los ojos. Pero el llanto iba a más hasta que sus sollozos desbordados ocuparon todo el cine como si saliesen de la propia pantalla. Las cabezas giraron pero después volvieron a su sitio. Los mayores se llevaron el índice a los labios para acallar las preguntas inquietas de los niños. Lloraba Charo A'Rubia y hasta pareció que Spencer Tracy dejaba la zanfona para mirar con melancólica lástima hacia el patio de butacas. Me estremezco al recordar aquel llanto, el mar de lágrimas cayendo sin consuelo, salpicando mi abriguito de cheviot. Manuel Rivas, «Charo A'Rubia», Ella, maldita alma.

2 Sus miembros y su talle no son para callar, Xð me podéis creer, era gran yegua caballar;

Las orejas, mayores que las de añal borrico, el su pescuezo, negro, ancho, velludo, chico; las narices, muy gordas, largas, de zarapito, ¡sorbería bien pronto un caudal de hombre rico! […] Más en verdad, yo no pude ver hasta la rodilla, los huesos mucho grandes, zanca no chiquitilla; de cabrillas del fuego una gran manadilla, sus tobillos mayores que de una añal novilla. […]

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quien con ella luchase mal se habría de hallar, si ella no quiere, nunca la podrán derribar. […] Tenía la cabeza mucho grande y sin guisa cabellos cortos, negros, como corneja lisa, ojos hundidos, rojos; ve poco y mal divisa; mayor es que de osa su huella, cuando pisa.

Arcipreste de Hita, Libro de buen amor.

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1 Dictados: Uso de «h» 1 La Xð

pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros. Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz, con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía le parecería vacía y sin sentido... Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces. Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo, y lo que, desde que se había entregado a su pasión venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros! ¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase! ¿Costase lo que costase? ¡Eso era muy fácil de decir! [...] Y, sin embargo, Bastián sabía que no podía marcharse sin el libro. Ahora se daba cuenta de que precisamente por aquel libro había entrado allí, de que el libro lo había llamado de una forma misteriosa porque quería ser suyo, porque, en realidad, ¡le había pertenecido siempre! Bastián escuchó atentamente el murmullo que lo mismo que antes venía del despacho. Antes de darse cuenta de lo que hacía, se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo y lo sujetaba contra el cuerpo con ambos brazos. Michael Ende, La historia interminable.

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2 Pronto hube recorrido esas vías sombrías y tristes; de vez en cuando entreveía un trozo de Xð césped descolorido, como un viejo tapiz de lana desgastado por el uso, o bien una apariencia

de huerto, cuyas escasas legumbres, patatas, coles y lechugas hubieran cabido con holgura en una mesa liliputiense; algunos alhelíes enfermizos intentaban también tomar un poco el sol. [...] En tres horas había visitado no sólo la ciudad sino también sus alrededores. El aspecto general era particularmente triste. Ni árboles, ni vegetación, por así decirlo. Por todas partes las aristas vivas de las rocas volcánicas. Las cabañas de los islandeses están hechas de tierra y turba, y sus muros están inclinados hacia dentro. Parecen tejados colocados en el suelo. Únicamente estos tejados son praderas relativamente fecundas. Gracias al calor de la vivienda, la hierba crece con cierta perfección y la cortan cuidadosamente en la época de la siega, si no, los animales domésticos irían a pastar sobre las casas reverdecidas. Durante mi excursión me encontré con pocos habitantes. Al regresar a la calle comercial, vi a la mayor parte de la población ocupada en secar, salar y cargar bacalaos, principal artículo de exportación. Los hombres parecían robustos pero pesados, una especie de alemanes rubios de mirada pensativa, que se sienten un poco al margen de la humanidad, ¡pobres exiliados relegados a esta tierra de hielo, de los cuales la naturaleza hubiera debido hacer esquimales puesto que los condenaba a vivir en el límite en el círculo polar! Intenté en vano sorprender una sonrisa en su rostro. A veces reían por una especie de contracción involuntaria de los músculos, pero no sonreían jamás. Julio Verne, Viaje al centro de la Tierra.

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1 Dictados: Uso de «h» 3 El humor de aquel granjero cambió cuando vio aparecer al Xð alquiler de sus tierras. Le humilló hasta el infinito. Y aunque

humilde campesino que le debía el le pidió un poco de humanidad porque había habido sequía aquel invierno y no había ganado mucho dinero, el dueño no tuvo compasión. Le obligó a entregarle el dinero que le debía. La humillación fue tan grande que todo el pueblo se enteró en apenas cinco minutos de lo sucedido entre los dos hombres.

4 Mis padres siempre nos dicen a mí y a mi hermano que tomemos mucha leche porque va bien Xð para los huesos. A mí no me gusta mucho, pero intento desayunar todas las mañanas un vaso

con magdalenas. En el colegio nos han explicado que debemos tener una dieta equilibrada para el buen funcionamiento del organismo. Por ejemplo, nos han enseñado que una vez a la semana debemos comer lentejas porque tienen mucho hierro, muy necesario para el cuerpo humano. Aunque yo le he dicho a la profesora que una de las cosas que más me gusta es beber un refresco con hielo, especialmente en verano.

5 Los Xð que

textos literarios se dividen en prosa y verso. Sabemos que estamos ante un poema porse compone de versos y normalmente tienen una rima. Cada verso tiene un número limitado de sílabas, como los hexasílabos o los heptasílabos. Es decir, los de seis y siete sílabas. A lo largo de los siglos ha habido muchos escritores que se han convertido en auténticos maestros de la poesía, como Garcilaso de la Vega y Rafael Alberti.

6 Rosa, la tía Xð chocolate y

de Dani, cocinó en el horno un postre especial, elaborado a base de higos, harina, manzanas. Era un día especial porque habían ascendido a su tío Héctor en el trabajo y lo querían celebrar. Sin embargo, todo se convirtió en un desastre. Empezó a salir humo de la cocina y se dieron cuenta de que se había quemado. Se habían echado a perder varias horas de trabajo. En el intento de salvar aquella delicia, Rosa se cortó y empezó a sangrar. La tuvieron que llevar al hospital, donde le dijeron que había sufrido un pequeño corte que le había provocado una leve hemorragia. Cuando abandonamos el hospital, nos fuimos a un restaurante para olvidar aquel horrible suceso. Acabamos pidiendo un postre de hojaldre.

7 La familia Hernández viajó a Andalucía Xð hículo. Después de cinco horas de viaje

a pasar las vacaciones del verano de 2006 en su vey a mitad de camino, decidieron hospedarse en un hotel a pasar la noche. Las habitaciones eran muy lujosas y amplias. El cuarto de baño estaba equipado con los últimos avances e incluso se podían relajar en el hidromasaje que había. Todo iba de maravilla cuando, de repente, uno de los niños gritó. Su cama estaba repleta de hormigas. Llamaron al dueño y le exigieron la hoja de reclamaciones. Hicieron rápidamente las maletas y abandonaron aquel lugar. No podían creerse lo que les había sucedido. Se sentían humillados y heridos por aquella falta de higiene.

en el hemiciclo. Allí haa los ciudadanos. Cada cuatro años son elegidos y renovados por los ciudadanos mayores de dieciocho años. Mucha gente huye de esa votación, no acude y se abstiene. Se quejan de que no les resuelven sus problemas, por eso prefieren salir a la calle protestar y en ocasiones convocan huelgas. Creen que así hacen más presión y consiguen que les hagan caso antes. © grupo edebé

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8 Los representantes del pueblo, los diputados, se reúnen cada semana Xð blan, debaten y discuten sobre las cuestiones que afectan directamente

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1 Dictados: Uso de «h» 9 Cristian había preparado huevos rotos con jamón para la cena. Era muy importante para él porXð que había citado en su casa a viejos amigos de la escuela, a los que no veía desde hacía mu-

cho tiempo. La cena fue bien y se alargó más de lo que pensaban. Todos hablaron de las viejas batallas de colegio y recordaron lo bien que se lo habían pasado en la secundaria. ¡Ay, qué tiempos más bonitos! —exclamó con cierta melancolía en un momento de la noche. Cada uno había emprendido caminos distintos y apenas mantenían el contacto, aunque se felicitaron y se dieron la enhorabuena por poder verse cada cierto tiempo. 10 —¡Ah, qué horror! —gritó María en mitad del cine. Aquella película de terror le estaba resultando Xð horrible. No comprendía cómo a su novio le podía gustar tanto. Aguantó como pudo la sesión sin

hacer mucho caso y tapándose continuamente los ojos. —¡Hala! —susurraba él, porque no acababa de comprender que no encontrara deleite con aquellas películas. A la salida se fueron a un bar, donde se tomaron un batido de zanahoria. Hablaron y discutieron sobre lo que habían visto y decidieron que en el futuro llegarían a un consenso en la elección de las películas antes de ir a ver otra. 11 La nevada que cayó ayer permitió que los niños hicieran un muñeco de nieve. La plaza era un Xð hervidero de pequeños que se tiraban bolas de nieve los unos a los otros. Era una hermosa

postal navideña. Los copos de nieve habían cubierto por completo la hierba del campo. Un vecino incluso tiró varios cohetes porque hacía más de dos décadas que la nieve no cuajaba en aquel pequeño pueblo. Pero no todo fue alegría. Dos montañeros se quedaron atrapados en un hueco entre dos grandes piedras al intentar huir de alud que se les echó encima. Los dos esperaban que no se hubieran borrado las huellas de su recorrido para que les pudieran rescatar cuanto antes. Afortunadamente tenían unas cuantas provisiones: huevos, agua y cacahuetes, que les iban a permitir pasar mejor la noche. Uno de ellos se había caído y temía que se hubiera roto un hueso del pie. Además, le estaba saliendo un pequeño hematoma en el brazo que le dolía cada vez más. 12 —¡Hola! —dijo Pedro al entrar en la tienda. —¿Eh? —contestó el dependiente, que estaba disXð traído hojeando las revistas de actualidad. En cuanto se dio cuenta de su pasividad, se reincorpo-

ró rápidamente y atendió al caballero. Sólo había ido a comprar un poco de harina porque quería cocinar para los niños huérfanos del orfanato de la esquina, a los que visitaba cada cierto tiempo. El dueño de la tienda aprovechó el momento para entregarle unos adhesivos en los que se pedía que no cerraran la fábrica del pueblo. Y le anunció que estaban preparando protestas y una huelga general. 13 La sequía de los últimos años Xð última semana sólo han caído

ha hecho descender el nivel de los pantanos en España. En la tres hectómetros cúbicos de agua, muy lejos de la media habitual. Las autoridades hacen un llamamiento para que ahorremos agua: cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes y ducharnos en lugar de bañarnos son algunas medidas a nuestro alcance. Si conseguimos no malgastar agua, se podrán regar los huertos de miles de campesinos que cultivan alimentos necesarios para nosotros.

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14 El hidroavión tuvo que llamar a la base de control para anunciar que iba a efectuar un aterrizaje de Xð emergencia porque el motor se había averiado. —¡Ay! —exclamó preocupado cuando se dio cuen-

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ta de que no todo funcionaba como debía. En el aeropuerto, se pusieron en marcha las medidas de emergencia para dar socorro al piloto. En control le recomendaron que mantuviera cerrado herméticamente el aparato para que el cambio de presión no provocara un trágico desenlace. Era difícil mantener la calma porque cada vez la angustia ahondaba más en su estado de ánimo. Estaba horrorizado. Por los auriculares le recordaban que era humano sentir miedo, pero le insistían en que intentara mantener la calma para no perder el control. Finalmente aterrizó en un prado lleno de hierba. Los equipos de rescate llegaron rápidamente al lugar y apagaron el fuego que se había declarado al lado del © grupo edebé


1 Dictados: Uso de «g»/«j» 1 ala. Xð

Como nunca había visto un fantasma, se llevó un susto espantoso: echó precipitadamente un segundo vistazo a aquel horrendo espectro, y se lanzó a correr pasillo abajo, tropezando al pisar los largos pliegues de la sábana, y dejando caer la daga oxidada en las botas del diplomático, donde a la mañana siguiente la encontró el mayordomo. Ya en la soledad de su habitación, se dejó caer en un pequeño jergón y escondió la cara bajo las mantas. Al poco rato, sin embargo, volvió a aflorar el viejo coraje de los Canterville, y decidió ir a hablar con el otro fantasma tan pronto como amaneciera. Así, justo cuando el alba teñía de plata las colinas, regresó al lugar donde se había topado con el espeluznante fantasma, con la idea de que, al fin y al cabo, dos fantasmas son mejor que uno y que, con ayuda de un nuevo compañero, bien podría sin riesgo habérselas con los gemelos. Pero, al llegar, se encontró una espantosa visión. Estaba claro que algo le había ocurrido al espectro, porque la luz se había apagado en las cuencas de sus ojos, la brillante cimitarra se le había caído de las manos y se apoyaba ahora contra la pared en una postura forzada e incómoda. Se apresuró a cogerlo entre los brazos y, para horror suyo, la cabeza se desprendió y rodó por el suelo, el cuerpo quedó medio caído, y él se encontró sujetando una cortina de fustán blanco, y a sus pies una escoba, un cuchillo de cocina, y un nabo hueco. Oscar Wilde, El fantasma de Canterville. 2 Xð Cada

vez que crujía una ramita, o croaba una rana, o vibraban los vidrios de la cocina que estaba al fondo de la huerta, el viejecito saltaba con agilidad de su asiento improvisado, que era una piedra chata, y espiaba ansiosamente entre el follaje. Pero el niño aún no aparecía. A través de las ventanas del comedor, abiertas a la pérgola, veía en cambio las luces movedizas que se deslizaban de un lado a otro, con las cortinas, lentamente. Había sido corto de vista desde joven, de modo que eran inútiles sus esfuerzos por comprobar si ya cenaban o si aquellas sombras inquietas provenían de los árboles más altos. Regresó a su asiento y esperó. La noche pasada había llovido y la tierra y las flores despedían un agradable olor a humedad. Pero los insectos pululaban, y los manoteos desesperados de don Eulogio en torno del rostro no conseguían evitarlos [...]. El entusiasmo y la excitación que mantuvieron su cuerpo dispuesto y febril durante el día habían decaído y sentía ahora cansancio del vasto jardín y lo atormentaba la imagen, persistente, humillante, de alguien, quizá la cocinera o el mayordomo, que de pronto lo sorprendía en su escondrijo. «¿Qué hace usted en la huerta a estas horas, don Eulogio?». Y vendrían su hijo y su hija política, convencidos de que estaba loco.

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Mario Vargas Llosa, «El abuelo», Los jefes-Los cachorros.

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1 Dictados: Uso de «g»/«j» 3 El abrigo Xð trajes de

que trajo la invitada se lo había tejido en un almacén de Gijón especializado en hacer lentejuelas. Era una prenda que abrigaba mucho, acorde con las bajas temperaturas que se vivían durante aquellos días en el gélido país. También llevaba guantes escogidos especialmente para la gala. Pero lo que más llamó la atención entre los elegantes invitados fue el jersey, con unos dibujos muy extraños en las mangas. El reloj también era llamativo. 4 Lucía debe escoger Xð Aunque lo que a ella

carrera este curso. La gente le dice que estudie psicología o geología. le gusta es la ornitología, es decir, la parte de la zoología que estudia las aves. Ha descubierto que un grupo de estos animales está en peligro de extinción y sueña con protegerlas de las peligrosas garras del ser humano. En general sabe poco de estos animales. El año pasado hojeó un libro en el que se explicaba que la vida de los loros es más corta en lugares salvajes. 5 Xð Había

comprado berenjenas y guisantes para el guiso que iba a preparar. El verdulero le sugirió y aconsejó algunos de los mejores alimentos. Quería hacer una comida ligera, porque después se iba de viaje y no quería tener una digestión pesada. Era un importante ejecutivo con una vida muy ajetreada. Su agenda le hacía presagiar que iba a tener que gestionar una infinidad de asuntos. 6 Xð David

pidió hospedaje en aquel hostal alejado del pueblo. Su origen era genovés, pero sus progenitores le trajeron de pequeño a Gerona. Le dijo al conserje que le entregara la llave de la habitación más lujosa. De equipaje sólo llevaba una bolsa. Le enseñaron varias y escogió la más grande. Pagó al momento con una tarjeta de crédito. Una vez instalado, escribió un mensaje urgente y lo envió por Internet. David era un testigo protegido en el juicio que se seguía en la Audiencia. El juez había ordenado que le alejaran de la ciudad y que no viera ni a sus amigos. Era una exigencia necesaria para que no le pasara nada. 7 Xð Mi

hijo es muy ingenioso y tiene unas ocurrencias geniales. Su imaginación supera generalmente a la de los niños de su edad; aunque a veces le animamos a que se relaje. Sus profesores aseguran que los ejercicios de lógica siempre los ejecuta rápidamente y sin dudar. En el equipo del colegio marca goles que dejan fuera de juego a todo el equipo contrario. Si todo sigue así, de mayor será un jugador de la liga de fútbol. Se convertirá en un gran fichaje. Quizá sea un niño prodigio que conseguirá llegar muy lejos en un breve espacio de tiempo. Y no son cosas de mi imaginación. 8 Xð El gato se había colado en el garaje por un agujero y se había instalado allí por trigésima vez. Sólo

quería un refugio donde alojarse y resguardarse del frío. El dueño le daba agua con la manguera. Y le dejaba alimentos en un pequeño refugio, cerca de un hormiguero. Cojeaba de una pata. El hombre se la curó, aunque el animal se quejaba de dolor. Se la tapó con gasas y un vendaje apropiado. 9 Xð El

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concejal aconsejó a los consejeros que acudieran a visitar su pueblo. Les ofreció incluso cobijo gratuito. Les envió un reportaje en el que se mostraban las hermosuras del lugar, como las callejuelas. La agricultura era la principal fuente de ingresos de los hogareños y también la extracción de granito. Era todo un personaje. Luchaba hasta que conseguía sus objetivos. Contagiaba a todos de su optimismo. Contaba que de joven había sido legionario y que aquella disciplina le marcó para te226 ner claro cómo conseguir buenos resultados de su gestión. © grupo edebé


1 Dictados: Uso de «g»/«j» 10 Condujo durante muchas horas. Las agujas del reloj marcaban las tres. Xð bebida energética para despejarse. Había estado escuchando en la radio

Había ingerido una un programa que le había provocado carcajadas, aunque sin dejar de fijarse en las señales de la carretera. Iba a festejar su aniversario de bodas con su mujer. Le iba regalar un colgante antiguo que había escogido especialmente para la ocasión. Empezaba a llover. Parecía que la meteorología no iba a acompañarles. Se sentía un privilegiado por estar todavía junto a su esposa después de tantos años.

11 Al coche del gendarme se le Xð que le dejó llamar a una grúa

habían averiado las bujías. Suerte que cerca había un granjero para que lo recogiera y lo arreglara rápidamente. Mientras esperaba, vio algunas jirafas, a muchachos cabalgando por el prado y una gigante golondrina a la que fotografió. La espera se hacía larga, así que sacó el ajedrez. El granjero acabó ofreciéndole hospedaje en vista de que no venían a por él.

12 El avión tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia. Xð manos. El capitán aconsejó a los pasajeros a través

Juan, Julia y Genovés se cogieron de las de la megafonía que guardaran silencio, se abrocharan el cinturón de seguridad y siguieran las indicaciones. Se pusieron las mascarillas de oxígeno para salvaguardar sus vidas. Había un monje y un extranjero que llevaban un crucifijo. Rogaban para que todo saliera bien. Al final, sólo se declaró un pequeño fuego. Dirigieron a la gente a un hospital, donde se aseguraron de que todos estaban bien.

13 El pingüino es un animal que está en las partes más gélidas de la tierra. Sus plumas son rígidas Xð y ejercitan las aletas para nadar. Tienen un pico largo, y algunos lo tienen bastante puntiagudo.

Se deslizan por la nieve como si fuera un tobogán. Los dedos delanteros son largos, gruesos y están unidos por una membrana interdigital. No todos los pingüinos son iguales, en la actualidad hay entre 16 y 18 especies distintas.

14 Mi amigo busca trabajo de cajero en el supermercado. Aunque no es un oficio de mucho prestigio, Xð le permitirá ganarse la vida y conseguir ahorrar dinero. Para él eso ya es un privilegio. Lógicamente,

preferiría ser gerente o ejecutivo, pero se conforma con ese empleo. Si lo consigue, sus planes habrán encajado perfectamente. Y generará unas buenas expectativas entre los suyos tras la mala gestión de la empresa que le arruinó.

15 El jilguero estaba encerrado en una jaula desde donde veía un jarrón y un geranio. Sus ojos Xð pedían volar y alejarse de aquellos barrotes. Soñaba con llegar a Ginebra y reencontrase con

16 En la cocina el fogón Xð guarnición. La familia

ardía. Las lentejas estaban cociéndose y los guisantes listos para ser la había instalado el gas y el gasto energético había generado un aumento en la factura. La madre les pidió a todos que agilizaran el encendido y apagado de la cocina.

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su primo que estaba en un geriátrico. Sus dueños le garantizaron que le dejarían libre en unos días. A partir de ese momento mostró signos de júbilo. Se daba cuenta de que todo aquello era ya pasajero.

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1 Dictados: Uso de «x»/«s» 1 Úrsula lloró de consternación. Aquel dinero formaba parte de un cofre de monedas de oro que Xð su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo

de la cama en espera de una buena ocasión para invertirlas. José Arcadio Buendía no trató siquiera de consolarla, entregado por entero a sus experimentos tácticos con la abnegación de un científico y aún a riesgo de su propia vida. Tratando de demostrar los efectos de la lupa en la tropa enemiga, se expuso él mismo a la concentración de los rayos solares y sufrió quemaduras que se convirtieron en úlceras y tardaron mucho tiempo en sanar. Ante las protestas de su mujer, alarmada por tan peligrosa inventiva, estuvo a punto de incendiar la casa. Pasaba largas horas en su cuarto, haciendo cálculos sobre las posibilidades estratégicas de su arma novedosa, hasta que logró componer un manual de una asombrosa claridad didáctica y un poder de convicción irresistible. Lo envió a las autoridades acompañado de numerosos testimonios sobre sus experiencias y de varios pliegos de dibujos explicativos, al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste. Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

2 Ahora una mujer sola dobló la esquina. Rápidamente, Xð de anuncios. Taconeando, la mujer se aproximaba con

el vampiro se ocultó tras una columna la noche; una mujer alta y fornida. Una extraña sensación en el estómago le recordó al vampiro que aún tenía que comer algo. Mientras masticaba una rebanada de pan reflexionó intensamente. Permaneció de pie y aspiró el aire, examinante e indeciso. La mujer se acercaba. El vampiro se dejó deslizar por la columna y, de pronto, apareció frente a la mujer. Arrojó la rebanada al suelo, se limpió los labios con el dorso de la mano izquierda y mostró sus colmillos abriendo extrañamente la boca debajo del haz de luz hexagonal de una farola. No podía hacerlo, cerró la boca, se apartó de la luz. La mujer pasó de largo antes de que sus colmillos desaparecieran detrás de sus labios cerrados. Era excesivo, pero tampoco le gustaban los tomates. La mujer dobló otra esquina y desapareció. El pequeño vampiro convino que a él le había tocado un papel exótico en la vida y en la muerte. La sangre no le parecía estupenda, pero reconocía que una exigua rebanada de pan no era suficiente para un vampiro decente. Además se reconocía con tristeza un extranjero en su especie. Angela Sommer-Bodenburg, El pequeño vampiro se cambia de casa

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(adaptación).

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1 Dictados: Uso de «x»/«s» 3 Apenas se Xð ños en sus

enteró el Rey de tan inicua trama, cuando estrechó con lágrimas de gozo a los nibrazos; mandó venir albañiles, que abrieron el hueco en el que por tantos años había estado emparedada la buena Reina, y del cual salió la pobrecita tan blanca, que parecía una Reina de mármol; pero apenas vio a sus hijos, cuando brotó en sus mejillas la sangre de su corazón y se puso más hermosa que nunca lo había estado. El Rey la abrazó y la sentó en el trono, y a su lado los Príncipes, sus hijos. Mandó venir al buen pescador, al que hizo jefe del Ministerio de la Pesca; a la fiel y bondadosa ama se la jubiló, se la sentó en un sillón de muelles, con un rosario en una mano y un abanico en la otra, y se la nombró «Duquesa de la Huelga». Repartiéronse muchas gracias y dones, y yo fui y vine y no me dieron nada. Fernán Caballero, Cuentos, adivinanzas y refranes populares. 4 La novela comienza en una estación de ferrocarril, resopla una Xð tones cubre la apertura del capítulo, una nube de humo esconde

locomotora, un vaivén de pisparte del primer párrafo. Entre el olor a estación pasa una ráfaga de olor a cantina de la estación. Hay alguien que está mirando a través de los vidrios empañados, abre la puerta encristalada del bar, todo es neblinoso, incluso dentro, como visto por ojos de miope, o bien por ojos irritados por granitos de carbón. Son las páginas del libro las que están empañadas como los cristales del viejo tren, sobre las frases se posa la nube de humo. Es una noche lluviosa; el hombre entra en el bar; se desabrocha la gabardina húmeda; una nube de vapor lo envuelve; un silbido parte a lo largo de los rieles brillantes de lluvia hasta perderse de vista. Un silbido como de locomotora y un chorro de vapor se alzan de la máquina del café que el viejo barman pone a presión como si lanzase una señal, o al menos eso parece por la sucesión de las frases del segundo párrafo, donde los jugadores de las mesas cierran el abanico de las cartas contra el pecho y se vuelven hacia el recién llegado con una triple torsión de cuello, de los hombros y de las sillas, mientras los clientes de la barra levantan las tacitas y soplan en la superficie del café con labios y ojos entornados, o sorben la espuma de las jarras de cerveza con atención exagerada, para que no se derrame. El gato arquea el lomo; la cajera cierra la caja registradora, que hace tilín.

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Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero.

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