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Editorial OPINIÓN

El final del embrujo totalitario

En el 2002, pocos días después de la posesión del presidente de la seguridad democrática, se realiza en Medellín la famosa Operación Orión, donde fuerzas militares y de policía acompañados por paramilitares encabezados por Don Berna, se toman la Comuna Trece. Por las calles de los barrios corre sangre y dolor. Se abre el telón de una tragedia que todavía no termina.

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La violencia, las masacres, falsos positivos y desapariciones hacen parte de esa tragedia que hoy se traslada a las ciudades, ante una nueva ciudadanía que se levanta frente a la incapacidad del gobierno de responder no solo ante la pandemia, donde el proceso de vacunación es un desastre, sino al abandono a que han sido sometido más del 42% de los pobres de éste país. El hambre, el desempleo, la quiebra de miles de empresas, la falta de una Renta Básica y de un plan de alivios efectivos para la micro, pequeña y mediana empresa, han acumulado la rabia en el corazón.

Hoy la sociedad no soporta más. Una corrupción que corroe los cimientos del Estado de Derecho y que se roba anualmente más de 50 billones de pesos. El despilfarro de los recursos públicos; se roban los recursos de la salud, la privatizan, saquean las empresas del estado, se roban la comida de los niños. Roban y no hay justicia. Asesinan, masacran y desalojan poblaciones enteras de campesinos, indígenas y afros; les roban sus territorios y no pasa nada. Entregan a las multinacionales mineras los ecosistemas, para que destruyan las fuentes de vida. Propician la deforestación. Y quienes deben pagar impuestos, los superricos, les dan todas las exenciones posibles. Se logra un acuerdo de paz y lo hacen trizas. Y hacen trizas el Estado de Derecho: encierran la democracia y cooptan los organismos de control. Todo esto rebozó la capacidad de aguante del pueblo colombiano.

Al final la reforma tributaria de Carrasquilla que prendió la mecha. Un levantamiento ciudadano, con millares de jóvenes, sin miedo y convencidos que el último escalón de la democracia es la calle y las plazas, donde el encuentro y la vida colectiva piensa y siente con la ciudad. “La calle es el cerebro y el corazón de la sociedad civil”. Protestan ante tanta infamia acumulada.

La contundencia de las movilizaciones en el país, llevó a que el patriarca, el dueño del embrujo totalitario, a través del twitter, pidiera a la policía y al ejército el uso de las armas contra los vándalos. El resultado de su maquiavélica idea, es el asesinato de 47 jóvenes, cientos de heridos y desaparecidos y más de diez mujeres violadas. La minga indígena es atacada a bala, con una decena de heridos. Es el desespero del patriarca que presiente el final de su embrujo fascista, que le permitió mantener al país amordazado por la violencia y la muerte y como telón de fondo el narcotráfico y el paramilitarismo.

Hoy se reconoce al patriarca, como el engendro de los peores males que ahogan a la sociedad colombiana. Terminará el embrujo, llegará el diálogo, la concertación y la búsqueda de acuerdos que permitirán recuperar la Democracia y el Estado de Derecho. Renacerá la esperanza, la justicia, la paz, la solidaridad, la cooperación y la vida. A pesar de la oscuridad, la juventud tiene la luz frente a la posibilidad de cambio que nos espera en el 2022.

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