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No te extrañes si al plantearte tus vacaciones estivales de este verano, recordaste que hace once meses dejaste una tabla de windsurf perdida en tu olvido. A lo mejor fue en un apartamento, tal vez en un almacén ó quizás en un garaje. No te importe lo que pensará ella de tí. Por más que le doliese, aún tiene la secreta esperanza de conseguir de nuevo que la saques a pasear. De verdad te lo digo, aún es el día que he de conocer a una tabla rencorosa. Por supuesto que no debes entrar del mismo modo que saliste, no pienses que el tema va a ser llegar y besar el santo. Ni hablar. Entrale con tiento, pidiéndole excusas por haberla tenido olvidada y sin cuidados durante los meses de letargo invernal, pero sobre
todo márcate un detalle, y por que no; márcate un montón de detalles. Demuestrale que a pesar de no ser el hobby de tu vida, si que es cuando menos un tema corto pero intenso. No dudes de que ella, la tabla, intentará estas vacaciones conseguir de una vez por todas que no la relegues al papel de comparsa vacacional. Así que dale una oportunidad, déjala que por lo menos despliegue sus artimañas, y hazme un favor, permítele que te camele con todas las de la ley, no poniéndole la zancadilla antes de empezar. Se justo y comencemos a recordar todo aquello que la molestó durante tus vacaciones del mes de Agosto del pasado año. Sí, tienes razón. Deberías avergonzarte de haberla tratado así, pero ahora debes enmendar tus errores.
El tiempo no pasa en balde. Tras once meses te sorprendrás al tener que apartar las telarañas cuando saques tu tabla del rincón del garaje. Busca un sitio al aire libre, ponte un traje de baño y consigue una manguera. Sí, abre el grifo del agua a tope pues vas a necesitar presión para llevarte la gruesa capa de polvo superficial. Hay maquillajes que matan, ¿verdad? Si te crees que ya está limpia, pasa el dedo y te convencerás de que lo que realmente ya está es la tabla preparada para pasarle agua y jabón. Esponja que te crio y verás como se alegra de recibir el calor en su piel, a través del contacto directo con el sol. Antes de darte trajín transportándola, déjala mentalizarse a que estás con ella de nuevo, mientras tanto y como aquel que no quiere la cosa, vete controlando si tiene alguna señal de tus anteriores malos tratos infringidos con
aquellos golpes contra las rocas, piedras, balizas, barcos ó canoas. Si es así, susurrale al oído que le curarás la herida con masilla antes de meterla en el agua, que no piense que dejarás entrar agua salada en su herida, ya sabes lo que eso duele. Revísale la caja de orza y el carril del alerón, no es frecuente, pero puede estar dañado si navegando has topado con alguna roca camuflada a poca profundidad. Como quien no quiere la cosa dale la vuelta a la tortilla y pasale la mano con dulzura por la cubierta, comprobando, sín que se ofenda, el estado de su antideslizante. Hazlo disimuladamente puesto que no te conviene que recuerde lo bruto que fuiste durante las pasadas vacaciones, castigándola en la cubierta con aquel calzado propio de un jugador de rugby. Si tus pisadas fueron más bien pisotones y te llevaste con tu suela de faquir el antideslizante, piensa que
debes darle una manita de algo que subsane su piel desnuda, o barniz especial o parafina, pero protégela de tus pisotones sino quieres comprobar su rebeldía en forma de cómicos resbalones. Déjala reposar tranquila, que tome un rato el sol y remata la inspección del casco pegándole una ojeada a la orza y al alerón. Si presentan grietas en su parte alta, allí donde hacen más fuerza piensa que con total seguridad acabarán cediendo y a modo de venganza puede dejarte tirado en alta mar. Las hay muy rencorosas y con mal caracter. Si tiene un aspecto rugoso debido a los roces con objetos feos, duros y punzantes, pasales un poco de papel de agua, afinándoles el c�tis y verás como tu orza y aleron vuelven a obsequiarte con la me jor de sus sonrisas. El aparejo es cosa seria. Si dejaste el último día tu vela enrollada al mástil, sin tener siquiera el detalle de endulzarla con una manguera de agua dulce, dejándola secar antes de postergarla al ostracismo, prepárate a oír cosas desagradables en cuanto la extiendas nuevamente. Sin darle tiempo a lamentarse por tu descuido rocíala con agua, poniéndola ' a flamear con suavidad, sin dejar que el viento le despierte el genio. Cuando estes manguera a mano, repasa con cariño los tres puños de la vela, ya sabes que les gusta ser mimadas en tales zonas. Antes de repasarla detenidamente, observando si el desgaste de los puños no es excesivo, si los ollaos están en buen estado y que ningún enano infiltrado en forma de siete haya hecho compañía al tejido o ventana de tu vela durante su letargo invernal', repito, déjala secar cor. las caricias del viento, y entretente mirando el pie de mástil. Vigila que la articulación no esté podrida, a modo de represalia por tu oportunismo vacacional que las distintas uniones por medio de tornillo y tuerca no hayan cogido juego, de tanto moverse nerviosamente e�perandote con ansia y que ninguna parte del plástico se haya resecado de tanto llorar amargamente el momento de tu partida. La patada que puede darte un pie, de mástil se entiende, es de proporciones increibles, piensa sólo si te la da cuando surt 3S
navegues confiado a cierta distancia de la costa con viento de tierra o corriente contraria, te va a hacer más gra�ia que un decreto ley al amigo de la abeja. Ya que estamos en lo serio, coge al toro por los cuernos y repasale los cabezales. El punto débil por excelencia de la botavara, o cuernos de la tabla, son sus puntas. Un buen miura no sale a la plaza si sus cuernos no llevan unas puntas con unos remaches puestos en condiciones, no es cosa de fiarse del primer remache que le caiga en suerte a uno. Tu pelea con los cabos es de vicio. Gástate lo que cuestan dos cubatas con la tabla. Deja de profesar adoración a la virgen del puño y con cien duretes le pones la cara nueva y la dejas, digna de sacarla a pasear por más mirones que te observen aburridos en la playa esperando con ansia criticona que rompas el cabo del puño de escota. No les des el gustazo de que tu amiga lo pase mal y se sonroje, que es muy suya y le gusta llegar siempre a la orilla por sus medios, osea navegando. Nada de vuel�as triunfantes remando ó a remolque por que al tacañete de turno no le ha dado por cambierla los cabos. No te entretengo más. Ponte manos a la obra y remedia lo que deba remediarse. Cuando vuelvas de tus vacaciones me escribes unas líneas contandome como te lo pasaste este verano con tu ligue vacacional. A ver si me sorprendes y me dic�s que lo vuestro va a durar más de sólo un único y tristón mes de vacaciones. Me alegraré mucho, de verdad. C.P.M