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Salir y nazarenoser
El acto de culto externo más importante de las Cofradías de Nazarenos es la realización de su Estación de Penitencia, en el caso nuestro, en la Madrugada del Viernes Santo.
Lo confieso. Soy un nazareno. Mis padres me lo inculcaron. El rito anual de vestir mi túnica de ruán, el capillo morado, ceñirme el esparto, cita íntima conmigo mismo y con todos los míos, los que están y los que me precedieron, mi encuentro con Dios, al que anualmente reservo esos ratos de contemplación y acompañamiento, están profundamente arraigados dentro de mi.
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Soy nazareno desde muy joven y, vestido con mi túnica, espero recorrer mi último viaje. No concibo otra forma de vivir y de sentir nuestra Semana Santa. Por eso me sorprenden las opiniones absolutas y excluyentes en el debate sobre la necesidad o sobre el número de nazarenos en las hermandades.
No podemos obviar la importancia del nazareno, relegándolo a un elemento prescindible más de nuestra celebración. El nazareno –muchas hermandades lo saben, aunque a veces no lo demuestren– es su razón de ser, nuestro “patrón oro”.
¡Ay del día que nos quedemos sin nazarenos! Uno de los grandes valores de nuestras cofradías es que no le preguntan a nadie el motivo último de ponerse la túnica. Esa pregunta se la dejamos al Señor y a Su Madre. No juzgamos la idoneidad de nadie para ponerse ante Dios.
¿Qué es un nazareno? Según el diccionario, después de las principales acepciones, y en referencia a las hermandades, es el penitente que en las procesiones de Semana Santa va vestido con túnica.
Pero para mí no solo es lo anterior. Un nazareno es una persona corriente: ni feo ni guapo, ni alto ni bajo, ni más listo ni más torpe que el resto de los mortales. El ser nazareno es un cuestión espiritual y personal, es el deseo que nace en el interior de las personas que quieren transformar su vida tomando como ejemplo las enseñanzas dejadas por el Nazareno, Nuestro Padre Jesús.
Puede parecer que salir de nazareno en una hermandad sea un acto social o pasárselo bien con los amigos, y no es eso. Ser o salir de nazareno es mucho más que eso, es hacer penitencia de forma anónima portando la llama en un cirio, símbolo de la fe viva en Cristo y en su Santísima Madre, y vivirla con fe y devoción, eso es lo importante de salir y ser nazareno.
La ropa de nazareno nos iguala y tiene dos valores irrenunciables: la identidad de Hermandad y la coherencia de vida. Revestidos de nazareno fortalecemos nuestro sentimiento de identidad. Igualados en la vestidura manifestamos nuestra unidad y manifestamos nuestro espíritu penitencial. Somos miembros de una fraternidad viva, aún más, somos y nos sentimos sólo de Él, de Jesús Nazareno y su Madre, la Virgen de la Amargura.
La identidad se conforma con la expresión, la coherencia exige acción. Para mostrar nuestra identidad bastaría con la medalla de la Hermandad, para manifestar nuestra coherencia somos necesarios nosotros mismos. Sólo somos coherentes cuando nos ponemos en camino. Por eso, peregrinamos en estación de penitencia, por eso acompañamos a nuestros Sagrados Titulares por las calles de Aracena, por eso sabemos que cada estación de penitencia es distinta a la anterior, es mejor, más completa, más plena, porque avanzamos.
Participar en la estación de penitencia como nazareno es nuestro derecho y nuestro deber. Ser nazareno en nuestra vida es nuestra perpetua aspiración. Unidas las dos actitudes, de estar y de ser, alcanzaremos el sentido auténtico de nuestra vocación penitencial y confraternal. Se dice que nunca el hombre es más grande que arrodillado ante el sagrario. De igual manera, nunca el Hermano es más grande que revestido de nazareno.
Cualquier cofrade sabe que no es lo mismo vestir de nazareno que serlo. El nazareno nace siéndolo –incluso sin ser consciente–y, con el paso del tiempo, se descubre a sí mismo y se construye. Un nazareno lo es toda su vida, aun cuando no viste la túnica, sea por su voluntad o no.
Muchos empezamos a ser nazarenos por nuestros padres o nuestros abuelos; algunos por sus amigos o por propia convicción. Cada uno por sus motivos y con su preparación
De esto se debe concienciar desde pequeño a los más jóvenes de la casa, así como a los mayores que ya han sido costaleros, músicos, armaos… y ya no pueden seguir haciendo esa función, que hay otras formas de seguir acompañando a tu Hermandad, de hacer penitencia.
Esto es importante de explicar, de darle el honor que se merece, de ser nazareno o salir de nazareno, ya que lo eres durante todo el año, siguiendo a Cristo y mostrando a los demás, su mensaje en el mundo como cristianos y cofrades que somos. Pero hay algo a reseñar, y es que acompañar a nuestra corporación, como nazareno, se debe hacer con humildad y decoro, de forma anónima, íntima.
Por eso invito a todo el que aún no lo haya hecho, aunque sea por una sola vez en su vida a salir de nazareno y después, con la ayuda de Ellos, a ser nazareno en la vida, a eso, a ser nazareno, y no sólo un día al año, sino toda tu vida.
Fiel seguidor, anónimo y discreto, para que el espectador no se distraiga saludando rostros conocidos y atienda al mensaje de amor y humildad que nos ofrece EL BENDITO NAZARENO. -