Atención a las necesidades de quienes lo precisan, es una demanda de muchas mujeres buscando acceso a derechos. Búsqueda en la que las habita la desesperanza y se sienten pidiendo limosna, según se lee en las palabras de esta mujer entrevistada. La pretensión de las mujeres de acceder a derechos termina siendo un factor de “desconsuelo y rabia que enferma” y ello ocurrió no solo durante la crisis desencadenada por la pandemia, sino que es un asunto cotidiano en la búsqueda de las mujeres por ser reconocidas como sujetas de derecho, en la búsqueda del derecho a vivir sin violencias. Si bien las violencias contra las mujeres no son una pandemia, sino que son perpetradas por alguien con rostro y nombre, por la magnitud y extensión de las mismas en los hogares y a lo largo y ancho del territorio nacional, podría interrogarse por la capacidad o voluntad del Estado para atender, prevenir y sancionar un fenómeno creciente, sistemático y estructural como este. Agencias y resistencias que fortalecieron la sabiduría de las mujeres y tejieron posibilidades entre ellas y para ellas La pandemia ha dejado ver la precariedad de un Estado social de derecho, en contraposición a las poderosas acciones de la sociedad civil, la resistencia colectiva de las mujeres y su capacidad de agencia. El poder de agencia y creación de las mujeres radica en tener prácticas solidarias entre sus grupos. Las redes de apoyo de las mujeres, esas que tejen y sostienen, agrupan, cuidan y protegen, logran lo impensable en las sociedades, pues las une algo más que una teoría o una ideología, las une una realidad continuamente desfavorable y violenta.
126