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Editorial

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Digámoslo bajo y con todos los recelos posibles: sí, hay motivos para la esperanza en esta nueva década.

Esperanza en la nueva década

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Aunque los expertos que saben de esto no paran de recordarnos que la nueva década no comenzará hasta el próximo 1 de enero de 2021, para los que todavía deshojamos almanaques el cambio de cifra supone la superación de una barrera psicológica y difícilmente nos convencerán de que el 2020 no da comienzo al decenio de los veinte. Sea como sea, cabeza o cola de una década, los desafíos a los que se ha de enfrentar la industria de la curtición de pieles no son ni mucho menos novedosos. Llevamos tanto tiempo hablando de ellos que casi da pereza volverlos a enumerar: avanzar en la sostenibilidad de la producción de cueros, lograr conectar con un nuevo modelo de consumidor y de consumo, profundizar en la adaptación de las curtidurías a la industria 4.0, diversificar mercados, abrir nuevos canales de venta, comunicar mejor, reivindicar las bondades de esta materia prima, defender el correcto etiquetado y uso de la palabra cuero… No merece la pena detenerse mucho en señalar lo que a estas alturas todo el mundo sabe. Es sencillo llamar la atención sobre las necesidades acuciantes de la industria del cuero; más complicado es poner en marcha las acciones adecuadas para satisfacerlas.

Entonces, ¿qué podemos esperar de esta nueva década? Si de algo carece la industria de la curtición es de optimismo. Está tan acostumbrada a campear vientos adversos y fajarse con crisis de todo tipo que no es capaz de imaginar ningún escenario posible que no contemple desastres, zancadillas y descalabros. Ciertamente, el panorama socioeconómico no invita a la esperanza. Cada vez son mayores las trabas comerciales entre países, espoleadas por luchas estratégicas entre grandes potencias como Estados unidos, China, la unión Europea, etc.; el brexit está a punto de consumarse y sus consecuencias son impredecibles; todas las previsiones indican que estamos en el umbral de una nueva recesión; el clima bélico desborda de nuevo oriente medio; cada vez son más frecuentes y se oyen más alto las voces que denostan el uso de pieles animales y sus sustitutos sintéticos se sofistican; la calidad de las pieles en bruto empeora a causa de unos precios bajos que desincentivan su cuidado por parte de los ganaderos, y así un largo etcétera. Sin embargo, no todo son vaticinios catastrofistas y malos augurios para la industria de la curtición de pieles; también se vislumbran tímidas señales para combatir la endémica pesadumbre que caracteriza a nuestro sector. Por ejemplo, hemos visto en las últimas pasarelas resurgir el interés por el uso del cuero en las colecciones de alta costura, lo que indica que los grandes diseñadores y prescriptores de moda no han abandonado por completo su gusto por este material para confeccionar sus modelos. Por otro lado, la creciente concienciación de un consumidor cada vez más proclive a adquirir productos sostenibles beneficia indudablemente a una industria como la de la curtición, la cual reelabora un desecho (la piel animal) convirtiéndolo en una materia prima de gran belleza, durabilidad y bajo impacto medioambiental.

Digámoslo bajo y con todos los recelos posibles: sí, hay motivos para la esperanza en esta nueva década. Conviene no obviar las múltiples dificultades que se vislumbran en el horizonte, pero estas no nos pueden paralizar. Si de algo sabe este sector es de trabajar en entornos convulsos y desfavorables. Las crisis venideras dan menos miedo a aquellos que no han salido de las anteriores. Por lo tanto, seamos optimistas, aunque solo sea por un momento; ya vendrán los expertos y nos dirán que estamos equivocados.

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