Antonio Pileci Narrativa
Las esquinas La cinta era bastante aburrida pero perturbadora, daba miedo, sí que lo daba. La habitación estaba muy oscura, hacía frío y estaba muy nublado. Lucas comenzó a tocar el bajo y a entonar notas raras, algunas sonaban como tritonos. Lo peor era su rostro, parecía endemoniado, realmente lo disfrutaba mucho pero era extraño. Me incline sobre la silla y gire la cabeza hacia el extremo de la habitación y fue justo cuando lo vi, el espíritu, colgado de cabeza con los ojos tiesos, me observaba fijamente. Realmente me asusto mucho. Volví a ver la cinta y el fantasma ya se había ido, a eso Lucas me comenta: -Ayer soñé algo feo-¿Si?, contame – le dije yo. -Termine de ver esa película rara que te conté, me fui a dormir y soñé que un niño pequeño, pálido y vestido de traje, me miraba fijo y sin moverse. Fue tan perturbador que me levante transpirado y muy asustado-Yo he soñado cosas peores – le comente – Pero no te las voy a contar. En medio de la conversación, las luces se apagaron y vimos como la muñeca, casi endiablada, nos miraba desde la ventana
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y la habitación se cerró. Silencio atroz. Ya no podíamos confiar en nadie, las paredes eran inoportunas, el techo distante y el resto de la casa inaccesible. Aunque las esquinas parecían ser la única salvación, las mismas estaban abiertas a lo paranormal, repleto de fantasmas sedientos de mal. No nos quedaba otra opción más que terminar de ver la cinta cinematográfica y apreciar, de algún modo, como terminaría. Tal vez los protagonistas sobreviven, o quizás nosotros moriríamos, o quizás los fantasmas nunca existieron y estábamos locos. Tal vez, nosotros permanecíamos en la película, o, simplemente, estábamos en las esquinas, perturbando a los que nosotros creíamos que eran los fantasmas.