12.Sexualidad
Memorias de cama * El nombre de la columnista invitada ha sido cambiado para proteger su identidad)
H
acer públicas las memorias de las mil noches, tardes, mediodías y amaneceres que los gajes de mi singular oficio me han permitido vivir es un sueño hecho realidad.
Me dicen Kattia y nunca digo mi edad. Gracias al fruto de mi trabajo, vivo sola, tengo entrenador personal a domicilio, una dieta libre de azúcares, y el televisor lo enciendo solamente para ver si alguno de mis clientes es entrevistado en algún noticiero nacional. Disfruto mi trabajo, y no por falta de vergüenza. Yo amo lo que hago y me he preparado muy bien para hacerlo. Como en toda actividad lucrativa, hay días mejores que otros, pero aquí vine solo para hacerlos pasar un buen rato. Después de todo, ese es el principal objetivo de mi agenda diaria.
Lo voy a decir de una vez, para romper el hielo y no andarme por las ramas: sí, me pagan por tener sexo. La decisión la tomé yo solita, un día mientras me miraba al espejo y pensaba en mi futuro. Desde ese momento, supe que estas nalgas no se tasarían a cualquier precio ni se venderían a cualquier oferente. Hasta he pensado en asegurarlas, como hacen algunas artistas internacionales, pero no quiero ser motivo de chismes. Eso nunca es conveniente; prefiero mantenerme al margen del escándalo. Si bien puedo ser criticada por algunos, para los conocedores soy de las pocas mujeres que se dan el lujo de prestar el tipo de servicio que yo brindo, con la increíble ventaja de que tengo claro mi papel y no ando buscando nada más que sexo extremadamente bien remunerado. A como yo veo el asunto, soy tan importante como el psicólogo, el nutricionista, el consejero financiero, el guía turístico y el entrenador de mascotas. Sé que para mi cartera de clientes soy su hobbie más caro y la vía de escape más satisfactoria. Yo nunca dejo a ninguno con ganas de nada. Me dejo decir como quieran, me pueden pedir, con toda confianza, algún numerito especial. Eso sí: ¡viendo el payaso y soltando la risa! Prometo contarles lo mejor de lo mejor, tan gráficamente como lo recuerde. En mis experiencias he escuchado, visto y aprendido las cosas más increíbles y excitantes. Compartirlas será como encontrar un poco de compañía, pues, en este oficio, los amigos faltan y la soledad espera siempre en casa.
Para no dejarlos con la imaginación volando, les cuento parte de la agenda para esta semana: un “regular” —es decir, uno que veo muy a menudo— me invitó a su casa de verano, que está en South Beach. No puedo revelar el nombre de este cliente, pero sí sé que es deportista; se nota por su cuerpo. Ya sé que tengo que hacer equipaje para tres días, mínimo. Es Miami y mi regular tiene piscina climatizada y spa privado, y tengo una nueva colección de bikinis brasileños que él mismo me mandó a traer hace dos semanas. Todos son de colores sólidos y brillantes; en mi piel bronceada me veo rica. A este “regular” le encanta verme primero con ropa, luego con un poco menos y finalmente sin nada encima. Desde luego, también cogemos, pero de ese tema hablaré en una próxima entrega.
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14.Sexualidad
Swingers Por Germán Giovanni Flórez
N
uevamente se me otorga la deliciosa labor de recrear mi mente en temas de ocio, sexualidad, entretenimiento y una pócima de morbo. Se que el título del artículo que hoy escribo para esta edición puede sonar poco atractivo a ustedes mis mentes puritanas, pero siendo esta una labor asignada por la directiva, me veo viciosamente entusiasmado en dicha escritura. Plasmare entonces sobre la virginidad de esta página, los pensamientos, descubrimientos y conocimiento recopilado sobre el maravilloso mundo de los Swingers. El swinger es una actividad erótico-sexual, que si bien es tan antigua como la misma humanidad, difiere al ser practicada dentro de una relación de pareja estable, donde ambos miembros de la pareja se presentan como un vínculo indivisible. Es decir, ambos miembros de una pareja, se conceden la libertad de practicar conjuntamente sexo con otras parejas dentro de un marco de reglas y condiciones que cada pareja diseña según su propio estilo. No existen personas swinger, sino parejas swinger. Las personas solas, pueden ser de mente abierta o liberal, pero no swinger, ya que ese es un concepto que solo se aplica a las parejas y además, estables. Los swingers por tanto nacen de una pareja comprometida, donde ambos empiezan a compartir sus fantasías sexuales recorriendo un proceso de cimentación de la confianza mutua y destruyendo los prejuicios propios o impuestos por la sociedad. Una vez superados los miedos y dudas iniciales, comienza la búsqueda conjunta de su primera experiencia. El tiempo de adaptación, varía de una pareja a otras. Algunas lo tienen muy claro desde el principio, y tras unas cortas consideraciones se lanzan a la aventura sin mayores preliminares. Otras en cambio el proceso se hace un poco más largo, a veces incluso años, pero el resultado es el mismo, disfrutar en pareja del sexo con otras parejas, de ser seducidos y seguir seduciendo, sin que por ello se vean comprometidas otras estructuras afectivas dentro del vínculo conyugal. Muchos confunden las fiestas swinger con una orgía, por ello cabe destacar la gran diferencia entre un encuentro swinger y una orgía. En un encuentro swinger, las parejas son estables, bien casadas o bien comprometidas de alguna otra forma, como vivir juntos o llevar muchos años con la misma pareja. En una orgía, existen personas single, solteras o sin ningún tipo de compromiso con otra. Para los participantes de una orgía, el placer de la experiencia, no se extiende más allá del momento en el que se practica sexo. Para los swinger, el sexo por si solo, no es más que la oliva del martini, pero
sin duda, lo mejor es el antes y el después. El hecho de buscar juntos a la pareja ideal con la que mantener nuestro encuentro sexual, fantasear sobre como serán nuestros compañeros de juego, qué tal saldrá la velada, a qué se jugará, el momento de vestirse conjuntamente frente al espejo para seducir antes de salir a la cita… forma parte de todo el encuentro sexual, donde los únicos participantes es la pareja en si misma. Unos hechos, que si bien parecen de lo más normales, nos sumen en un estado de excitación continúa hasta que se produce el evento, cada vez más deseado. Puede que el encuentro con otra pareja entre dentro de nuestras expectativas, las supere o se quede corto. Sin embargo, lo realmente perdurable, será la experiencia compartida con nuestra pareja, donde hasta las experiencias más negativas pueden convertirse en una anécdota, o pueden enseñarnos más acerca de la persona con la que compartimos nuestra vida. Pequeños detalles de su personalidad o de su forma de percibir el mundo, que si bien aisladamente pueden ser insignificantes, indudablemente forman parte de ese todo, que tanto amamos. No cabe duda que el mejor sexo viene después de un encuentro swinger, cuando se recuerda la experiencia vivida con nuestra pareja. Las miradas colmadas de deseo con tu pareja, el sentido de complicidad y una picardía sana, los comentarios, y la libido está por las nubes. Cada encuentro por lo tanto, genera nuevas fantasías, nuevos conocimientos, nuevas expectativas, nuevos recuerdos… que pasan a formar parte de la vida diaria e intimidad de la pareja, enriqueciéndola y acrecentando los lazos de unión y la convivencia. La pasión compartida, la complicidad de pareja y la libertad bien entendida son los pilares de la pareja swinger, donde el concepto “pareja” no se ve afectado, aunque en su cama, de vez en cuando, tenga algún que otro invitado. Claro esta, ser una pareja swinger no es aconsejable para todo tipo de parejas, porque puede resultar peligroso para la relación, si ambas partes no tienen las ideas claras de hacia donde se dirigen y están dispuestos a trabajar conjuntamente por llegar a esa meta. Pero para aquellos que deciden hacer el esfuerzo de entenderse un poco más y liberar sus mentes y cuerpos en favor del otro, entrarán en un nuevo concepto de relación de pareja mucho más comprometida, cómplice y sincera. Ahí los dejo.
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16.Humor Sexualidad
Hombre Sola Mujer de
una
uve mucha suerte con el portero del edificio de mi oficina cuando trabajaba en Manhattan. Era un hombre amable y respetuoso. Por este excelente punto de partida, pensé que nunca intercambiaríamos más palabras que “buenos días” o “buenas noches”; que es lo único que deberían intercambiar los seres humanos, para evitar las guerras y los divorcios. Pero hará cosa de un mes, la esposa del portero me detuvo cuando salía del ascensor y me disponía a entrar a la oficina.
T
—Don Kike —me dijo—. Usted escribe todas esas historias de hombres casados, que se acuestan con otras, salen de noche, llegan tarde a casa… —Son cuentos —la interrumpí—. Invento. Míreme a mí: llego a las nueve de la mañana y me voy directo a casa a las siete de la tarde. Usted lo sabe. Si escribiera mi vida, tendría que llamarse Historias de hombres castrados. Por suerte sé inventar. —No, no —siguió Mercedes, la esposa del portero, una mujer bien entrada en los cincuenta—. Yo sé que usted es incapaz de hacer algo indebido… Asentí no muy feliz de su descripción. —Pero los hombres… en general (me estaba sacando de la categoría masculina, directamente)… son de salir, tener otras mujeres, incluso otras familias. —Sé que existen esos casos —admití—. Pero mis cuentos son inventados. —No importa —desestimó Mercedes—. Lo que yo sí sé es que todos los amigos de mi marido salen con otras y llegan tarde a casa. Me lo dicen sus propias esposas, mis amigas. —En fin —dije—. No sé qué decir. —Lo que yo quiero saber es por qué Rodolfo nunca llegó tarde, porque nunca lo pesqué con otra, en treinta años de casado. Nunca siquiera una sospecha. —Un marido ejemplar — dije. Pero en la cara de Mercedes se pintó una mueca mezcla de duda y decepción. Tal vez era la cara más verdadera de las mujeres respecto de los hombres. Debe haber sido la cara de Eva cuando notó que Adán estaba dispuesto a hacerle caso. —No sé. Me huelo algo raro —continuó Mercedes—. ¿Por qué todos los demás sí, y él no? —¿Qué sospecha usted? —dije tomando el toro por las astas. —Gay no es —puso negro sobre
blanco Mercedes—. Porque a mí siempre me atendió bien. En realidad, siempre soy yo la que dice que no, como todas las mujeres. Sus confidencias me hicieron enrojecer. —¿Usted se pone colorado? —se asombró—. Con todas las porquerías que escribe… —Una cosa es escribirlas —dije—. Y otra escucharlas. —No sé —dijo Mercedes—. Me da mala espina. ¿No será un asesino, uno de esos locos que un día se destapan? A veces llegué a pensar que es de otro planeta, que está investigando la vida en la Tierra… —En ese caso, no se hubiera quedado solo con una hembra humana. —¿Por qué no? —me contradijo Mercedes—. El que conoce a una, las conoce a todas. —Bueno, ahí tiene la explicación de por qué nunca se acostó con otras. —No. Tengo la explicación de por qué, en caso de ser un marciano, no se acostó con otras. Lo que todavía no me explico es por qué no lo hizo en caso de que sea terrícola. —Mire, Mercedes: el mundo no termina en los maridos de sus amigas. Bastaría con salir del barrio para encontrar millones de hombres que se comportan igual que Rodolfo. Mercedes me despidió?con un gesto de incredulidad. Y lo cierto es que, por más que yo creía en lo que le estaba diciendo, no tenía ningún caso concreto para ofrecerle. Hace una semana Mercedes me tocó? el timbre desesperada. —¡Rodolfo me abandonó! —¿Cómo? ¿Con quién? ¿Era gay? —se me escapó. —¡No! Qué gay. Se fue con la sobrina de una amiga mía, de 25 años. —¿Y cómo la conoció? —¡Yo se la entregué! —me dijo Mercedes llorando—. Quería ver cómo reaccionaba. Era como un regalo. —¿Y él qué dice? —Él no dice nada. Pero me enteré de algo terrible. —¿Qué? —Rodolfo se acostaba con las esposas de todos sus amigos, con mis amigas… incluso con Nori… la tía de esta chica… ¡Por eso ningún amigo sabía nada, y ninguna de mis amigas me decía nada de él! ¡Por eso era tan reservado! —Bueno, si tuvo tantas y volvió, volverá también ahora. —Esta tiene veinticinco años. —Ella tiene veinticinco; va a querer tener hijos, una casa más grande, salir de noche. No se preocupe: Rodolfo es hombre de una sola mujer, y esa mujer es usted.
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18.Opinión
y o S un
V
MILAGRO
iviana es la dueña de Rincón Orgánico, un almacén y restaurante situado en Williamsburg, donde reproduce su filosofía: consumir solo productos orgánicos. No es demasiado estricta, de todos modos, pero su límite es el pollo. “Fuera de mi casa, jamás como pollo. Está alimentado con alimento balanceado y el alimento balanceado tiene harina de pescado y la harina de pescado tiene sábalo y el sábalo es un pez que fondea en los puertos y ahí hay metales pesados, hidrocarburos. Entonces, no. El pollo es mi última frontera”.
Manuel es vegetariano. Compra su comida una vez por semana en un almacén orgánico que queda en Bedford y North 8th y, aun cuando es un sitio seguro, lee con cuidado todas las etiquetas. No fuma, no bebe alcohol, no come lácteos. Su día empieza a las seis de la mañana con una hora de yoga. Va a su trabajo —una casa de decoración donde se conflictúa porque venden cosas de cuero y materiales sintéticos— en bicicleta. Quiere, alguna vez, llegar a alimentarse solo de frutas. “Venimos de los monos, y los monos son frugívoros”, dice. Le digo que hay monos —los chimpancés— que no solo son carnívoros, sino, además, caníbales, se hace el pendejo. Le pregunto para qué hace lo que hace. Dice que porque respeta al planeta y a su propio cuerpo. Insisto: para qué. Dice: para sentirme bien. Insisto: sentirte bien para qué. Dice: sentirme bien para sentirme bien.
En su Autobiografía, el escritor americano Mark Twain decía: “Hay personas que se privan severamente de todos y cada uno de los comestibles, bebestibles y fumables que por cualquier razón hayan adquirido una reputación dudosa. Pagan este precio por la salud. Y salud es lo único que sacan de ello. Es como si pagaras toda tu fortuna por una vaca que ya no da leche”. Titulares encontrados en Internet: “La leche, un inocente veneno”; “Azúcar, dulce suicidio”; “Comer carne roja a diario te acerca a la muerte”; “El cigarrillo te mata”; “Beber alcohol es malo, por muy poco que sea”. Advierten acerca de los peligros del consumo de alimentos transgénicos (como la soja), bebidas energizantes (como Red Bull), humo ajeno. Leo todas esas cosas y, después de haber pasado días hablando con gente que cuida la procedencia de lo que come como quien manipula nitroglicerina, concluyo: soy un milagro. Uso y he usado cremas que contienen propilenglicol y metilparabeno que, absorbidos a través de la piel, se transformarán en monstruosidades que aún desconozco. Fumo: no mucho, pero fumo, lo que me hace candidato al enfisema pulmonar y la amputación de ambas piernas. Corro, pero lo hago en la ciudad, y seguramente el aire que respiro les hace algo muy malo a mis pulmones. Tengo una dieta variada, pero mis alacenas son una cueva de venenos: hay pastas secas no integrales, azúcar, sal, café, harina común , arroz no integral, latas de conserva
y, en la nevera, verduras, pollos y carnes no orgánicos, lo que garantiza que llevo años tragando pesticidas, hormonas y metales pesados, y contribuyendo al maltrato animal. He consumido muchos de esos alimentos cocinados a altas temperaturas, lo que significa que no he sido capaz de ingerir un solo nutriente en décadas y he aniquilado enzimas a mansalva. Nunca tuve en cuenta qué alimentos acidifican la sangre y me obligan, para alcalinizarla, a hacer un proceso extra en el que derrocho gran parte del calcio de mis huesos (que podría reponer con las almendras que consumo, si no fuera porque no son orgánicas y su aporte de calcio, imagino, debe de verse anulado por su aporte de pesticidas). Mi trabajo —soy periodista— me ha llevado a respirar aires viciados y compartir alimentos y bebidas infames con gente ya no humilde, sino derechamente pobre que a veces, incluso, tosía y fumaba y comía (todo a la vez) bajo el sol. No tomo leche ni azúcar (no me gustan), pero sí consumo productos ahumados, paté, mantequilla, mermeladas industriales y hasta edulcorantes. Aunque no bebo alcohol en grandes cantidades, me he emborrachado más veces de las que puedo recordar. Y si, a pesar de todo eso, mi último análisis de sangre —con fecha del 6 de mayo de 2011— dice que tengo los triglicéridos de una quinceañera virgen católica y vegetariana, y el hierro, el calcio y las vitaminas de un animal bien alimentado. Después de hablar durante días con gente que solo hace yoga sobre colchonetas de algodón orgánico, entiendo, con asombro, que es imposible que esa ola de químicos con la que me he lacerado durante años no me haya matado todavía. Contemplo admirada la parva de basura que consumo —y que no tengo ninguna intención de dejar de consumir— y la cantidad de perversidades que cometo —y que no tengo ninguna intención de dejar de cometer —, y me digo: soy un milagro. No hace mucho bastaba con haber sobrevivido a truculencias exageradas —polio, tuberculosis para llamarse sano y dedicarse a vivir, entre la certeza y la incertidumbre, entre la seguridad y la experimentación, bajo las condiciones de temperatura y pobreza que hubieran tocado en suerte. Ahora, estar sanos se define cada vez menos por la ausencia de enfermedades y cada vez más por llevar un estilo de vida saludable, sostenido en la idea cautelosa de que, si hacemos lo correcto, podremos ya no morir, sino desconectarnos, profundamente viejos, completamente sanos, por nuestra propia y única voluntad. En el estilo de vida saludable anida la promesa de vivir para siempre. Y vivir para siempre es lo que todo ser humano quiere (o debería querer). Yo quiero sucumbir a la toxicidad nerviosa de las urbes, a la indiferencia metálica de los autos y de los aeropuertos. Quiero estresarme hasta el chirrido en nombre de un oficio que me gusta, beber lo que quiera, beber cuando quiera, beber y dejar de beberlo cuando ya esté harto. No quiero dedicar un solo minuto a contar las enzimas que perdí ni fustigarme pensando que ese cigarro que fumé en un bar es el que ahora me mata lentamente. Quiero ser lo que soy: un adulto que, sin arruinarle la vida al prójimo, decide sus consumos y sus vicios en la inviolable intimidad de sus razones o sus sinrazones. En la infranqueable, a veces tristísima, a veces feliz, intimidad de sus razones o sus sinrazones.
por: El Supernumerario elsupernumerario@gmail.com
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20.Cuento
NO DESEARÁS
mujer del prójimo
a la
Por Kike Sebá
La habitación está cerca de Houston en un edificio de postguerra, ahora
usado como hotel de media tabla en el corazón del Lower East Side. Los que caminan por estas calles iluminadas son hippies que se quedaron en el viaje, poetas ocupas, boricuas que no se van, artistas que sueñan con revivir un pasado que se fue mediocremente a Williamsburg, punks hablando entre ellos mismos y miles de extraños y extrañas que contaminan con sus vestiditos brillantes y tacones altos y blazers de cardigan y sitios de rumba que no tienen nada que ver con la escénica del sector. Es viernes de una noche helada, y no conozco a nadie en la ciudad. Decido recorrer Downtown by night. el primer club al que llego es una antigua fábrica frente a un parking y detrás de la estación de trenes. El portero tiene la cara tatuada y dos piercings en las comisuras de los labios. Dentro, las escaleras de metal frío conducen al séptimo piso. En las paredes solo hay fotografías de Wolfgang Tillmans. Miro la imagen macro del hueco de un culo. En la pista, los cuerpos se mueven propulsados por las drogas sintéticas y las luces estroboscópicas. Los bips de terciopelo narran precipicios, se diluyen en la repetición. de Sid Vicious y The Expoited, los labios rojos, cadenas y chaquetas de cuero. Karen
tiene, detrás de la sonrisa, cierto rigor militar. La polaca tiene puesto, detrás
de Karen, un uniforme del ejército rojo dos tallas más grande. Pido tres vodkas y pienso en lo mejor. No tendré tiempo para estar triste: al fin un trío. Me invitan a bailar, pero rechazo la oferta. Detesto la música electrónica; propongo ir a un bar. Salimos de la discoteca: miro a los solitarios que esperan un taxi, el cuerpo maltratado, el gesto de derrota. Son las seis de una mañana imprevista. Caminamos. -¿ Do you want to sleep with me tonight? (¿querés acostarte conmigo esta noche?) -me pregunta Karen en un francés golpeado. - Yes, both of you -propongo, sin esperanzas, por pura provocación. Karen habla; la polaca asiente. Compramos una botella de vodka en el almacén turco y caminamos descalzos sobre el hielo derretido hacia mi habitación. Karen arma un porro y saca un paquete de su mochila. Prende el vibrador con forma de elefante y se baja los pantalones. Veo el piercing que le cuelga del sexo. El elefante de goma suave y temblorosa se pierde en la entrepierna. Mientras Karen se divierte, beso a la polaca. Nos desnudamos y ocurre el imprevisto. Un movimiento en falso y el elefantito azul desapareció. Karen no podía sacárselo. Se reía nerviosa, histérica, vibraba por dentro. Me empecé a asustar. La erección se enfriaba, y asumí que debía esperar a que se acabasen las pilas o vestirme y tomar un taxi hacia el hospital más cercano. ¿Cómo explicar la situación? Karen corrió al baño. Diez eternos minutos más tarde, volvió con el muerto en la mano: pudo sacárselo con las contracciones. Ya no vibraba. Nosotros tampoco. Nos despertamos después del mediodía, desnudos, con las piernas cruzadas y un fuerte olor a tabaco mojado. La polaca me agarró de la
cintura y se abrió. La polaca punk, que parece más bien una católica con buenas tetas eslavas, se sacaba la tanga con mi mano. “Soy tuya”, decía, y nos perdimos entre las sábanas. Karen nos había dejado solos. En las pausas poscoito, la polaca me cuenta su vida. Estudiante pobre desde hace cuatro años. De padres separados, vivió con su madre, sin contacto con el padre alcohólico. La polaca tiene veinticuatro años, una bicicleta y tres hermanos exiliados en las capitales del oeste. Se refugia en sus estudios de arquitectura, que financia con trabajos precarios. A veces no le alcanza para pagar el alquiler, pero se enamoró de Karen, con quien vive en un edificio ocupado por los punks en los 80’s en Alphabet City. Me dice, también, que quiere pasar más tiempo conmigo, y la acompaño a buscar ropa y el cargador del celular. Las puertas hechas de hierros recuperados están cerradas. El edificio tiene ese color marrón desteñido, quemado por el sol, el punk y el paso del tiempo. Sobre los hierros cuelga una bandera negra: las letras blancas dicen kapitalisme con la A de anarquía. El perímetro anarquista está protegido por tejidos, cartones que tapan los agujeros del muro artesanal y alambres de púa que servían a la resistencia para detener invasiones nazis en Europa, nunca se sabe con los americanos, decía.
Dentro, las habitaciones tienen humedad. Los caños rotos enfrían el edificio en ruinas. La mugre se acumula en capas desproporcionadas. Los perros duermen a los pies de los colchones de sus dueños. Karen no está. Escuchamos un concierto en el subsuelo del edificio y volvemos a mi habitación, prefiero mi hotel de mediano presupuesto al hedor del punksquat. La polaca me mira, me respira, me acaricia. El rostro desangelado, la timidez, el asco, la piel excitada. Escuchamos a Czeslaw Niemen. La polaca canta “Tam, Gdzie Nie Siega Wzrok”.
-We fuck? -pregunto. -No, let’s make love, dice y se desnuda sin jamás, o casi nunca, sacarse la cadena que rodea su cintura. Afuera, un grupo de jóvenes juegan handball. Adentro, “Ty moje kochanie” (tú eres mi amor), me susurra al oído, y me pone triste el mal gusto de la fonética eslava para el amor, mientras me lo chupa con fruición. Paseamos en bicicleta por las avenidas de Manhattan y comemos falafel. Las ruinas de un Village que se niega a convertirse en el valuarte del glamour, atravesamos el puente de Williamsburg y me lleva a Bushwick, donde viven más punk, queer punk, me explica en su inglés pesado. Vamos a Trash bar a ver una banda de amigos de ella y luego regresamos a la ciudad, usando el mismo puente, para rematar bailando música balcánica y volándonos la cabeza a punta de vodka rumano en Mehanata. Volvemos a encerrarnos, a transpirar Downtown desde la cama. Pasamos así más de un mes. La polaca, en los momentos libres, habla por Skype con su madre. Tiene una sensación amarga: la madre la aburre. La madre insiste: “Hija, volvé, que estoy sola y me aburro”. La pobre vieja le cuenta y repite lo que pasó y dejó de pasar en el pueblo, que por la noche, antes de acostarse, sigue planchando el camisón porque le gusta ponérselo calentito y planchadito sobre el rosario. La polaca me pide que hable con la vieja. Le digo unas palabras en francés. La vieja se ríe, grita feliz, se excita. La hija, mientras, me provoca dulce y mojada. Las dejo hablar tranquilas y salgo a tomar aire, a tomar un café turco bajo la lluvia pertinaz. Nueva York desde la ventana se congela. Con la polaca fumamos
religiosamente la hierba que nos dejó Karen y, sobre todo, cogemos, nos abandonamos cada vez mejor en la dulce voluptuosidad de los cuerpos, jugamos con los límites, la fotografío. Sin embargo, poco a poco se instala la rutina, y fuera de la cama la polaca me exaspera. Me irrita su voz, su gesto, su simpatía. El tiempo que evapora en diálogos idiotas y para idiotas con sus amigas virtuales. El idioma como un manoseo, sin pausas ni silencios. La ilusión del manoseo, el idioma esclavo de la cultura chismosa. Un segundo, un gesto torpe o intencional, y todo cambió. La miro, sentada a mi lado. Tiene un cuchillo en la mano. Pela una toronja, la corta con los dedos, despelleja el fruto y pone música. Me detengo en sus gestos. Miro la toronja desnuda, sin cáscara, le saca la piel y se mete la vulva en la boca. Tengo ganas de vomitar. Me veo despellejado y pienso que no le prometí nada; pero eso poco importa si ella lo cree. Parece calma, salvaje, inocente. La polaca mira un film de cine-arte conectada a Facebook. Toma té, me desespera el ruido cuando traga. Pienso que me gustaría que esta noche fuese la última. La camisa de pésimo algodón, las axilas transpiradas, las botellas vacías. El vestido viscoso sobre la piel lechosa, los hielos en la concha, las cáscaras de toronja sobre el piso de madera. El sudor religioso y el placer culpable, el rostro saciado, ansioso, cortado. La polaca se levanta y estalla en un ataque de tos. Los nervios de lo que dirá: “Estoy embarazada”. A la mañana siguiente, se habrá ido. La niebla cubre la casa de punks. En el patio arden los tachos de metal, y los cuerpos negros festejan alrededor del fuego. Toman vodka puro y barato. Los punks tienen los huesos que parecen hierro resquebrajado, la piel de la cara manchada y pegada al cráneo. No hablan inglés, solo alemán periférico: punk de base. Me acerco y pregunto por la polaca. Hace más de un mes que no sé nada de ella. —Karen ya baja —me contesta uno de los más viejos.  Me siento sobre un tronco y espero. El fuego arde en el centro del patio. Los punks visten la pobreza de la casa con grafitis pintados de rojo y letras nerviosas. El patio está cubierto de botellas, bolsas de plástico, basura, baños químicos, mucho hierro, pedazos de esculturas y cenizas. Hay perros que mean las paredes políticas, manchadas de pis y barro. Dos punks salen acompañados con tres perros iguales a sus dueños, con cara de malos. El más pequeño se acerca, no me mira, balbucea algo, se inclina y me desata los cordones de los borceguíes. Da media vuelta y se va. - Pedimos el embarazo, dice Karen tratando de no llorar, los punk no lloran. Te habíamos elegido a tí, pero algo pasó y la nena murió desangrada en el hospital, no va a haber funeral, la incineramos. Salimos juntos con la urna llena de cenizas y frente a la vitrina de Guitar Center, cerca de Union Square, regamos el contenido que se fundió con el aire frío y turbio, frente a la batería de The Ramones.
Cuento
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22.Crónicas
Golpe Suerte de
Por Kike Sebá
E
ran gemelas idénticas: Gilda y Glenda, nacidas hace 26 años en un pueblo en las montañas de cualquier país de Latinoamérica, en un hogar “humilde”. Gilda siempre estuvo contenta con su vida, con su pueblo natal. Glenda, jamás. Decía que su terruño era “una mierda embarrada en un cafetal” y solo pensaba en largarse. A Gilda era imposible borrarle la sonrisa de la cara. A Glenda, en cambio, nada nunca le parecía suficiente. Gilda, preocupada por su hermana, se dio a leer libros sobre la felicidad y cómo conseguirla. Mientras, Glenda solo pensaba en cómo largarse a Estados Unidos. Gilda trataba de animarla, le explicaba que la felicidad es algo que nace dentro de uno, que con irse no iba a arreglar nada, que bla, bla, bla. Glenda se ponía de peor humor al oírla. Se adoraban, eso sí. En las raras ocasiones en que estaba de buen ánimo, Glenda decía que en el útero materno ella se había llevado toda la inteligencia; y Gilda, toda la felicidad. Belleza había para las dos: unas morenazas de ojos verdes como panteras. Lo único que ensombrecía la vida de Gilda era su hermana. Lo único que medio le importaba a Glenda era su hermana. Cuando se emborrachaba, decía que por ella se suicidaría, pero que no le podía hacer eso a Gilda. Así era el amor que se tenían. Total: Glenda consiguió largarse y llegar a Nueva York. En un periodo breve había conseguido un trabajito bien pagado en un supermercado, incluso la habían hecho jefa de departamento, y alquilaba un cuarto en una casa luminosa, con dos muchachas más, buena gente. Se le había cumplido el sueño americano en el año 2009, cuando era impensable entrar a Estados Unidos sin dejar el pellejo en una alambrada o concebir la idea de casarse con un gringo, o peor aun, con un gringo wanna be. Sin embargo, Gilda lo había vaticinado: la felicidad no viene de afuera. Glenda seguía pensando que la vida era una mierda y que haber nacido en donde había nacido era una desgracia sin remedio. A inicios del 2010, los emails que le mandaba a su gemela eran cada día más amargos e inquietantes. Así que Gilda, industriosa como siempre, movió cielo y tierra, y consiguió la plata y la visa para ir a visitar a su hermana. Se presentó ahí a finales de la primavera del 2010. Véanla llegar con su maletita y una sonrisa maravillosa de oreja a oreja, y vean a Glenda recibirla, flaca y demacrada. Gilda venía a levantarle el ánimo, contradiciéndose a sí misma, porque ella era la primera en saber que el ánimo de alguien, una de dos, se levanta solo o no hay manera. Glenda se puso peor. Fue como si la visita de la gemela feliz la hundiera más o le diera ganas de restregarle su infelicidad a la otra en la cara. Glenda estaba enloquecida con el tema del dinero; solo en eso
pensaba, solo de eso hablaba. Gilda le explicaba que, según se ha podido comprobar, más dinero no implica más felicidad. Había estadísticas, le dijo, en las que se demostraba que si una persona feliz recibía una terrible noticia (como estar enferma de algo incurable), al cabo de un tiempo volvía a su estado de ánimo habitual. Por otra parte, si un deprimido se ganaba la lotería, al cabo de un tiempo volvía a ser el mismo deprimido de siempre. “Bueno, me gustaría comprobarlo”, respondió Glenda. “A mí me gustaría poder probártelo”, dijo Gilda. Por eso, antes de regresar al pueblo, le puso en la mano un billete entero de la lotería nacional. “Ojalá te toque. No hay nada que yo quisiera más en este momento”, le dijo Gilda, desafiante. “Ya somos dos”, repuso Glenda, y le preguntó: “Si vos pensás que el dinero no da la felicidad, ¿por qué me regalás esto?”. Gilda, harta, a punto de irse al aeropuerto, le respondió: “Para terminar de joderte”. Se arrepentirá para siempre de haberle dicho eso: resultó ser lo último que le dijo en persona. Sí, el lector ha adivinado bien; Glenda se ganó la lotería: 873.000 dólares, el 22 de diciembre del año 2010. En efecto, la euforia no le duró más que un par de meses. Renunció al supermercado y se puso a buscar una casa para vivir sola. Ahí empezaron las decepciones: de repente, la cantidad de dinero que le había tocado le pareció pequeña. Mejor hubieran sido ocho millones… Sacó cuentas y vio que en un año podía quedarse sin nada. Tuvo que plantearse la posibilidad de poner “a trabajar” el dinero o montarse un negocio, y fue cuando descubrió lo peor: a ella ¿qué le gustaba? ¿Qué tenía ganas de hacer? ¿Qué sabía hacer?.
El 15 de septiembre de este año se suicidó inyectándose mercurio directamente en las venas. Dejó una nota para su hermana Gilda: “Ahora vamos a ver si vos seguís siendo feliz después de esto”.
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24.Crónicas
Mi Fobia Por Kike Seba
E
stoy en una habitación parado frente a la puerta de otra habitación. La puerta está cerrada y yo debo abrirla. Hasta ahí todo es raro, pero está bien. Hasta ahí no es nada malo. De pronto el temor, un presentimiento oscuro que destruye esa calma chicha. ¿Por qué debo abrir la puerta? Es un castigo, lo sé, tiene que ver con mis pecados. Debo abrirla ya o va a ser peor. La abro. La oscuridad es profunda; el silencio, dudoso. Tengo que pasar por esa oscuridad, eso es seguro, aunque no sé la razón. Tengo que pasar, la luz está del otro lado. Y los chillidos, agudos, perversos, sucios, anuncian lo que no quiero ver, lo que más temo. Y la glotis se cierra y la cabeza explota y el sudor, helado de nieve negra, corre por las sienes y la espalda, baja por el alma y me paraliza por completo. No voy a entrar, lo sé en ese momento, pero ellas van a venir por mí, van a comer mis entrañas antes de que muera o pierda la conciencia. Lo que acabo de narrar es un sueño recurrente que tengo desde los once años, desde aquel enero de 1986, para ser más exactos, cuando con mis amigos del barrio entramos a una casa en la afueras de la ciudad que, según se decía, había sido un cuartel de los “guerrilleros”. Se decía, pero nadie pudo dar jamás el menor fundamento. En esa casa, abandonada, llena de fantasmas reales e imaginarios, nos metíamos de día y penetrábamos de a una en una, casi temblando en la penumbra, las habitaciones donde supuestamente habían funcionado las celdas de los secuestrados. La casa olía raro siempre, olía a maldad. Y si bien, en aquella época, la mayoría de mis amigos pensaban que los guerrilleros eran los malos, yo no, porque mi padre, que había sido militante de izquierda y filósofo de universidad pública, nos había dicho a mí y a mi hermano (siempre advirtiéndome que guardara silencio) que la cosa no era así, que “esos muchachos equivocados” hacían lo que hacían por amor al pueblo y nada más. Por eso yo me habré hecho a la idea de que no podía ser una casa de guerrilleros, por el olor, porque yo confiaba en esas cosas, y aún creo en la maldad. Fue contando una de las historias que nos contaba Javier, un chico mayor y fantasioso, que pasó lo que pasó. Nos
decía que ahí se criaban a esas cosas que no pienso (no puedo) nombrar, y que las alimentaban con los cuerpos de los raptados. Contaba eso mientas él, cuatro amigos más y yo explorábamos con las linternas. Y fue entonces cuando pasó, al abrir una puerta: no vimos nada, ojo, no fue eso, fue algo peor: escuchamos. Un sonido espantoso, inconfundible, el sonido de lo que, forzosamente debían ser, miles de esos miserables seres del infierno. Y corrimos a más no poder y nunca más volvimos a entrar. Desde esa vez soy fóbico a ellas. Sufro de alucinaciones auditivas en las noches y por eso es que elijo el día para dormir. Llamarlas por su nombre sencillamente me paraliza, y me paralizaría ahora y no podría escribir. Me pone demasiado alerta, me pone paranoico. Levantaría los pies, miraría para todos lados y luego la glotis sería una piedra; la cabeza, un volcán de dolor como si me diera el soroche, y las manos, un mar de sudor helado. Soy fóbico a ellas en todas su versiones, aunque a ellas (las versiones) sí puedo nombrarlas. Los terrestres roedores (chigüiro y armadillo excluidos) y los aéreos murciélagos y palomas. Con estas últimas la cosa empeora y sé que, dentro de poco tiempo, tampoco voy a poder llamarlas por su satánico nombre.
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26.Consejería
La persona que no es ciudadano americano tiene el derecho Constitucional de ser asesorado correctamente por su abogado sobre su posible deportación si se declara culpable o acepta cargos sin disputa en un caso criminal. Si su abogado no lo informo o le dio consejos erróneos es posible que usted pueda reabrir o apelar su caso. Toda persona que no es ciudadano americano tiene el derecho constitucional de ser asesorado sobre las consecuencias que los cargos en un caso criminal pueden tener sobre su estadía legal en los Estados Unidos. En Marzo del 2010, en el caso de Padilla vs. Kentucky, la Corte Suprema de los Estados Unidos decidió que el abogado de una persona acusado con cargos de un delito criminal, tiene la obligación de informar a su cliente que una declaración de culpabilidad o aceptar cargos sin disputa a ciertos cargos conlleva el riesgo de deportación.
Estar bien informado te puede salvar de la deportación.
Es importante destacar los detalles del caso de Padilla vs. Kentucky. José Padilla nació en Honduras en 1950 y había vivido en este país por 40 años como residente legal. Padilla había servido en el ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam y se retiro con Honores. En el año 2001, mientras trabajaba como conductor de un camión comercial, y en uno de sus viajes en Kentucky, fue detenido por la policía y luego arrestado por transportar marihuana. Su abogado le dijo que él no tenía que preocuparse de una deportación porque el había vivido en este país por mucho tiempo. Después de ser asesorado de esta manera por su abogado, José Padilla se declaró culpable aceptando la oferta del fiscal. Sin embargo, este consejo era incorrecto, ya que al no ser ciudadano, la deportación del señor Padilla era automática al haberse declarado culpable. En 2004, Padilla apeló su caso diciendo que su abogado no le había asesorado correctamente ya que si el hubiera sabido que lo iban a deportar el hubiera ido a juicio. El Tribunal Supremo de Kentucky rechazó su petición y no reabrió su caso. La Corte Suprema de los EE.UU. revocó la decisión del Tribunal Supremo de Kentucky. La Corte Suprema de los EE.UU. sostuvo que los abogados de la defensa tienen el deber de informar a sus clientes el riesgo de deportación en tres circunstancias. En primer lugar, cuando la ley es clara, los abogados deben asesorar a sus clientes que la deportación “será” el resultado de
una convicción de culpabilidad. En segundo lugar, cuando las consecuencias de la convicción no son claras o inciertas, los abogados deben informar a su cliente que la deportación “puede” ser uno de los resultados. Por último, los abogados tienen el deber de aconsejar a sus clientes sobre la deportación, el abogado no puede permanecer en silencio sobre las consecuencias de las Leyes de Inmigración de los EE.UU. De acuerdo con las leyes de inmigración, una persona que no es ciudadano americano puede ser deportada si se comprueba que ha cometido lo que se denomina una “felonía agravada”. En 1996 los cambios en las leyes de inmigración de los Estados Unidos en gran medida ampliaron la definición del termino “felonía agravada“. Algunos de los delitos que ahora se consideran “felonía agravada” son el hurto pequeño, agredir y el robo en segundo grado. Es importante destacar que una declaración de “Nolo Contendere” o cargos sin disputa para las leyes de inmigración es igual que declararse culpable y pueden ocasionar una deportación. La definición de una “felonía agravada” bajo la ley de inmigración de los Estados Unidos es muy amplia e incluye varios tipos de delitos. Por ejemplo, determinadas violaciones al código de rentas internas también pueden ser consideradas como una “felonía agravada”. Las leyes de inmigración de los EE.UU. establecen de que un delito que implique
fraude o daño en el que la pérdida a la víctima supere los $10,000 o en un caso de evasión de impuestos, en el que la pérdida de ingresos para el Gobierno supere los $10.000, es un “felonía agravada”. El 21 de Febrero de 2012, la corte suprema de los EE.UU. en el caso de Kawashima vs. Holder sostuvo que una perdida de impuestos del Gobierno que supere los $10,000 califica como “felonía agravada” en conformidad con la Ley de Inmigración de EE.UU. Un juez de inmigración ordeno la deportación de dos residentes legales, Akio y Fusako Kawashima, después de haber determinado que el Sr. Kawashima intencionalmente mintió en su “income tax” o declaración de la renta y la convicción de la Sra. Kawashima fue por haber ayudado y asistido en la preparación de un “income tax”o declaración de la renta falso, los mismos que cualifican como crímenes que involucran fraude o engaño bajo y se convirtieron en “felonías agravadas” por las cuales perdieron su tarjeta de residente y fueron deportados. Es importante hacer hincapié sobre la importancia de la ciudadanía americana. Muchas personas que tienen la posibilidad de ser ciudadanos americanos, por una razón u otra, no lo hacen sin entender que sus derechos cambian drásticamente al ser ciudadano Americano. Si usted puede hacerlo, no pierda la oportunidad. Oscar E. Sánchez www.sanchez-lawyer.com (718) 715-1051
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30.Consejería
Taxes INFORMACIÓN DE LOS
PARA PERSONAS RECIEN LLEGADAS
Si usted está recién llegado a los Estados Unidos, deberá informarse sobre cuáles son sus responsabilidades tributarias. En esta página usted encontrará respuestas sobre quién tiene la obligación de presentar una declaración de impuesto federal en los Estados Unidos.
¿Por qué debo pagar impuestos? Es la ley. Toda persona que recibe ingresos, reside en EE.UU. y llena ciertos requisitos esta obligado a presentar declaración de impuestos federales y pagar los mismos. ¿Existen multas por no pagar impuestos? Si. El no pagar impuestos le expone a sanciones tanto civiles como criminales. ¿ En qué emplea el gobierno federal los impuestos que se recaudan? Los impuestos federales suplen los fondos necesarios para el presupuesto nacional y son de beneficio a toda persona que reside en Estados Unidos. ¿Qué es ingreso tributable? Los ingresos que usted recibe como sueldo, empleo por cuenta propia, propinas, venta de propiedades etc., constituye ingresos tributables y deben reportarse. ¿ Determina mi estado migratorio en este país si debo pagar impuestos? No. La obligación de pagar impuestos no depende de su estado migratorio, sino más bien, de sus ingresos. ¿ Puedo obtener asistencia en español sobre los requisitos de quienes tienen la obligación de presentar declaración y pagar impuestos? Usted puede obtener información: por teléfono llamando al 1-800-829-1040, o en la página de Internet del IRS: www.irs.gov/espanol.
¿ Qué derechos tengo? Proveemos información sobre los derechos del contribuyente (Publicación 1SP), como apelar decisiones del IRS (Publicación 5), y el proceso de cobro (Publicación 594SP). Para más información, llámenos por teléfono o visítenos en www.irs.gov. ¿ Qué otro beneficio existe para presentar declaración y pagar impuestos? Cuando usted presenta su declaración de impuestos y paga los impuestos correspondientes, usted se beneficia. Su declaración le puede ser útil para comprobar el tiempo que ha residido en los Estados Unidos. Instituciones financieras requieren copias de la declaración de impuestos federales en compra-venta de propiedades, autos y otros inmuebles. Instituciones educacionales requieren copias de la declaración de impuestos para tramitar la asistencia financiera para hijos de contribuyentes quienes califiquen para obtener becas de estudio superior. Toda persona que resida en los Estados Unidos, reciba ingresos y cumpla con ciertos requisitos tiene la obligación de presentar una declaración de impuesto federal. La obligación de presentar la declaración no depende de su condición migratoria, sino más bien del nivel de sus ingresos. Presentar la declaración es la ley, y el no cumplir con ella le expone a sanciones, tanto civiles como penales. La ley requiere un número de identificación
a cada persona que aparezca en la declaración de impuesto federal. Por lo general, el Número de Seguro Social, expedido por la Administración del Seguro Social, es el número que aparece en la declaración de impuestos. Si el contribuyente tiene la obligación de presentar una declaración de impuestos pero no cumple con los requisitos necesarios para obtener un Número de Seguro Social, el contribuyente, si reúne los requisistos, puede solicitar y obtener un Número de Identificación Personal del Contribuyente (ITIN) de parte del Servicio de Impuestos Internos para presentar la declaración. Usted puede preparar y presentar su declaración por sí mismo o puede solicitar los servicios de algún profesional de impuestos. La declaración se puede presentar en formularios de papel y enviarse por correo. Algunos profesionales de impuesto ofrecen preparación y presentación electrónica. Para mayor información, consulte al Contador Publico Certificado Pablo F. Sanchez, CPA en la oficina de Sanchez LLC, puede visitar su pagina web www.sanchezllc.com o visitar personalmente la oficina en el 78-14 Roosevelt Avenue Suite 202B Jackson Heights NY 11372 Tel: (347) 586 0199.
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Cristiano Ronaldo
País de origen: Portugal Deporte: Futbolista del Real Madrid
Luis Figo
País de origen: Portugal Deporte: Futbolista
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David Beckham
País de origen: Inglaterra Deporte: Futbolista de L.A. Galaxy
Fabio Cannavaro
País de origen: Italia Deporte: Al Ahli Emiratos
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bellos del mundo
Fredrik Ljungberg
Para ellas que no les gusta el deporte, les damos un motivo mas para que empiecen a seguirlo. No es solo talento deportivo; tambien tienen sus grandes atributos, disfrutalos!
País de origen: Suecia Deporte: Futbolista del Celtic
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País de origen: Australia Deporte: Rugby
Sergio Ramos
País de origen: España Deporte: Futbolista del Real Madrid
Rafael Nadal
País de origen: España Deporte: Tenis
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LA
DIETA,
FORMULA
AFRODISÍACA
Por Germán Giovanni Flórez
E
l término afrodisíaco deriva de Afrodita, o sea Venus, diosa del amor en la mitología griega y romana, y divinidad relacionada con la fecundidad y la energía primaveral. Se suele denominar así a cualquier substancia que estimula o aumenta el deseo sexual. Para comer, y para agasajar a nuestras parejas, utilizamos, antes de llegar a la genitalidad (que sería como masticar y tragar, en el resbaloso terreno de las analogías), las mismas herramientas técnicas: las manos, la boca, la lengua. Las dos son, además de aventuras físicas, experiencias olfativas y gustativas. Los japoneses, que en el asunto de diseñar nuevas estrategias de consumo están siempre a la vanguardia, no se anduvieron con vueltas, sumaron dos más dos, e inventaron el Nyotaimori. ¿De qué se trata? en lugar de poner la mesa como Dios manda, los aficionados al Nyotaimori concurren -casi siempre en grupo- a lugares donde la comida se sirve directamente sobre el cuerpo de efebos y doncellas desnudas, cubiertos únicamente por trozos de pescado, algas y piezas alimenticias varias. A medida que los participantes van saciando uno de sus apetitos, el otro se desentumece (literalmente). No está mal. El problema es que nunca nadie nos muestra qué es lo que realmente sucede con esos apetecibles cuerpecillos a la hora de los postres. Es el momento de enfrentar uno de los mitos centrales de la materia que nos ocupa: la comida afrodisíaca. Esos alimentos que, se supone, tienen la virtud de incrementar la libido o el deseo sexual, y depararnos noches de lujuria que ya envidiarían Lawrence de Arabia o Ron Jeremy. Dicen que los egipcios, entre pirámide y
pirámide, y los griegos, entre representaciones dramáticas y juegos olímpicos, dejaron registros de sus orgías sexuales y alimentarias, que incluían especias, tubérculos y vegetales que han llegado hasta nuestraos días con buena fama: el azafrán, la pimienta, la nuez moscada, el jengibre, el ajo, el rábano y la cebolla. En el Kama Sutra, ese libro famoso que muchos cobijan en sus bibliotecas pero pocos leen (nada más incómodo que ponerse a pasar las páginas en medio del acto amoroso), se hace también referencia a elíxires energéticos como la miel y la leche. ¿Pero existen en verdad estudios que demuestren la efectividad de alguno de estos ingredientes? Por desgracia, se trata más de una leyenda que de algo científicamente demostrable. Los benditos frutos de mar son mencionados en cualquier vademécum erótico que se precie. Mariscos y moluscos, el caviar y los caracoles figuran en alguno de los tantos listados que andan dando vueltas por Internet. La nuez, dicen los que saben, las almendras y las pasas de uva lograrían retrasar la eyaculación en el caso de los hombres. Y desde la explosión de la New Age y las medicinas alternativas venimos escuchando hablar de las múltiples propiedades del ginseng, que parece curarlo todo. ¿Tiene gripe, viruela? Ginseng. ¿Se cortó un dedo? Ginseng. ¿Se rompió un brazo, una pierna, tiene la libido por el sótano? Ya saben. Pero cuidado: he escuchado de conocidos (para no mencionar nombres) quienes en su esfuerzo de convertirse en poderosos toros en la cama, se han embutido frascos enteros de ginseng además de otras pastillitas milagrosas buscando estar a la altura de las circunstancias -y sólo lograron inclinarse al nivel de la taza del baño, para vomitar durante toda la noche. Sobra decirlo, hasta ahí llegaron
los codiciados toros, convertidos en chivitos de rebaño. Si me preguntan qué es lo que yo prefiero para una noche de comida, amor y sexo, me basta con el alimento necesario para alcanzar el reservorio calórico que demandan tales menesteres. Recomiendo evitar carnes y frituras, que obligan a una digestión lenta. Alguna ensalada de verdes, almendras, queso, pimienta y olivas no sólo resulta adecuada, sino que nos permite ser sofisticados y saludables por un precio módico. Por lo general, la bebida es la que funcionará como el desinhibidor necesario: recomiendo un vino tinto suave. Comida por un lado, sexo del otro. Todo muy bonito, dirá el lector. ¿Pero qué hay del trauma irresuelto del pescado y su relación con el sexo femenino? Muchachos entiendan algo, no bastan un par de horas de preparación antes del anhelado acto, para revitalizar el cuerpo de los golpes alimenticios a los que lo sometemos toda las semanas. La juventud es corta especialmente cuando se maltrata el organismo como lo hacen los jóvenes de hoy en día. Una buena dieta sumada a un régimen básico de ejercicio cardiovascular para limpiar esas arterias, lo mantendrá alerta, energético, firme y listo para izar bandera, como un toro, no una ni dos veces al día, pero si por muchos años más. Ese es mi mejor consejo. No obstante, les recuerdo… como dice el premio Nobel García Márquez: “No soy impotente, impotente mi mujer que no me lo para” ¡ahí los dejo!
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44.Salud
Cáncer ORAL Cada hora del día alguien en América muere de cáncer oral. Los que fuman y consumen bebidas alcohólicas en exceso, tienen un riesgo 15 veces mayor de desarrollar cáncer oral que otros. ¿Podría ser usted? Por eso el diagnóstico, tratamiento y planificación a tiempo, podrían salvarle la vida. l cáncer oral es el sexto tipo de cáncer de más común diagnosticos en Estados Unidos. Actualmente 30.000 pacientes son diagnosticados anualmente con esta enfermedad. Sus factores de riesgo incluyen el uso frecuente del tabaco y/o consumo excesivo de alcohol, un sistema inmunológico comprometido, antecedentes de cáncer, y la presencia del virus VPH (Virus del Papiloma Humano). Sin embargo, recientemente, el 25% de todos los nuevos diagnósticos de casos han sido en pacientes menores de cuarenta años con ninguno de los factores de riesgo conocidos. El cáncer oral es uno de los pocos cánceres cuya tasa de supervivencia no ha mejorado en los últimos 50 años.
E
VELscope nos ayudará a detectar/prevenir problemas potenciales, y de esta manera continuar ofreciendo a nuestros pacientes y a nuestra comunidad la mejor atención y servicio para su salud oral.”
Típicamente, el cáncer oral se descubre en etapas tardías. Cuando se le descubre en etapas tardías, la tasa de supervivencia de 5 años es sólo del 22%. Sin embargo, cuando se detecta en etapas iníciales, la tasa de supervivencia puede ser del 80% o más. El sistema VELscope puede ayudar a descubrir crecimientos anormales antes de que se vuelvan cancerosos. Según la doctora Núñez, “Siempre hemos llevado a cabo una campaña anual de concientización del cáncer oral para todos nuestros pacientes y la comunidad, y el sistema
Hay cambios que se producen normalmente en la boca, y algunas cosas tan simples como una mordedura en la parte interior de su mejilla que pueden simular el aspecto de un peligroso cambio de tejido, y que sí no sanan o desaparecen dentro de un periodo de 14 días debe ser revisado por un profesional; otros síntomas son un bulto o masa que se puede sentir dentro de la boca o garganta, dolor o dificultad para tragar, hablar o masticar, cualquier verruga, ronquera que dure tiempo prolongado, o cualquier entumecimiento en la región oral/facial,
¿Cómo puede estar seguro de que no tiene cáncer oral? Uno de los peligros reales de este cáncer es que en sus primeras etapas, puede pasar desapercibido y ser indoloro. Sin embargo, la buena noticia es que su dentista o su médico puede ver o sentir los cambios reales de los tejidos cuando el cáncer todavía es muy pequeño, o cuando está en sus primeras etapas. Puede aparecer como una mancha roja o blanca de los tejidos en la boca, o como una pequeña úlcera que causa dolor y malestar.
es muy importante poner atención a cualquier dolor o cambio de color de su boca. Además de los labios, la áreas más comunes para que el cáncer oral se desarrolle son la lengua y el suelo de la boca. Las personas que usan tabaco de mascar es probable que tiendan a desarrollarlo en el surco entre el labio y la mejilla o de los tejidos blandos (encías), correspondientes a la mandíbula inferior. En los EE.UU., el cáncer de paladar duro es poco frecuente, aunque no desconocido. Las bases de la lengua en la parte posterior de la boca, y sobre los pilares de las amígdalas, son otros sitios donde se encuentra. Si su dentista o su médico deciden que es una zona sospechosa, la única manera de saber al respecto con seguridad es hacer una biopsia de la zona. Nuestro examen sólo toma unos 5 minutos. Incluye una sesión con el Sistema de Detección del Cáncer Oral VELscope, y no causa dolor o molestia. Si desea más información sobre este tema o agendar una cita, por favor póngase en contacto con nosotros. 82-11 37Ave S.704, Jackson Heights, NY, 11372 Ph. 347 903 9881 www.NunezDental.com
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