¡No me bañaré, no, no y no! Es el grito nocturno de Andrés cada vez que llega el momento de asearse. Enojada, grita también su madre: ¡Vendrá la señora Mugre a hacerte una visita! ¡Ella es mi gran amiga y la recibiré con gusto! -Replica Andrés. ¡Los piojos vivirán en tu cabeza! - Le dice su padre. ¡Ellos me acompañan en la noche! -Contesta Andrés, creyendo que su argumento es convincente. ¡Tienes que lavarte los dientes si no se te van a caer! –Insiste su mamá. ¡Es mejor, así ya no tendré que cepillarlos! -Dice Andrés, complacido de haberle ganado la batalla. ¡Tienes que lavarte las manos sino los gérmenes harán sus casas ahí! ¡Con ellos haremos películas de monstruos y me haré muy famosoo! -Dice Andrés, muy orgulloso de su respuesta. ¡Tienes que cortarte las uñas Andrés! – Insiste su mamá. ¡No, yo las necesito para escarbar en los rincones!, ¡Además me las corté hace un mes!
¡Tienes que cambiarte las medias! ¡Que no, que no y que no! Ellas me sirven para patinar por la casa, ja, ja, ja. Esta es la lucha que libran cada día el pequeño Andrés y sus padres hasta que en el momento menos imaginado, ellos aparecen disfrazados con sábanas y ropas viejas y se acercan a Andrés diciéndole con una gruesa voz de monstruo: ¡“Somos los Reyes de Puerquilandia, el reino más sucio de todo el mundo donde los niños no conocen la higiene y te venimos a llevar porque has sido elegido como el Príncipe Puerquín, porque eres el niño más sucio de todos, JA, JA, JA”! Andrés da un brinco y muerto de la risa, como si le hicieran muchas cosquillas, corre por toda la casa para que sus padres lo sigan y va directo al cuarto de baño donde sus captores lo atrapan y le dan un delicioso baño con jabón, lo peinan, le enseñan a lavarse los dientes y las uñas y le ponen una pijama limpia. Luego le dan un abrazo, lo acuestan en una cama con sábanas con rico olor a limpio, le dan un beso y precisamente en el momento en que van a apagar la luz de la lámpara, Andrés les pregunta: ¿Existe de verdad el reino de Puerquilandia?