Autoría: Rosa Elena Pogo Romero
Cuando Joaquín se despertó aquella mañana, se dio cuenta de que las letras y las palabras habían desaparecido. Todo sucedió mientras se servía los cereales para el desayuno y la caja no tenía ni una sola palabra. En ese momento corrió a revisar sus libros y todos estaban en blanco, enseguida le dijo a su mamá lo que estaba pasando y ella se alarmó mucho. Fueron a ver los diarios y parecía que nunca se hubiera escrito nada en sus hojas. Juntos salieron rápidamente a la
escuela y en el camino se dieron cuenta de que las letras de los carteles y avisos, tampoco estaban. Cuando llegaron, todos estaban muy alarmados porque hasta el nombre de la escuela había desaparecido y si los niños escribían en sus cuadernos, las letras no se veían. Fueron a la biblioteca y solo había páginas vacías en los libros y, para colmo, las computadoras no marcaban las palabras. La noticia se extendió velozmente y empezó la búsqueda por todas partes.
Instrucc
Lee este cuentito, pinta las letras de rojo, luego dibújalas y
ciones
Joaquín buscó y buscó en su mochila con la esperanza de encontrar algo y así fue que descubrió que en el fondo estaba la letra H de su segundo nombre, que era Hipólito, dibujada con marcador de color rojo, pero como era muda no podía decir absolutamente nada; sin embargo, a su lado había un pequeño papel escrito con letra diminuta que tuvieron que leerla con lupa. El mensaje que decía:
s tristes de azul y las alegres y completa las frases.
“Estamos muy tristes porque hay mucha gente que aún no nos conoce, así que volveremos a ser visibles solo cuando todos puedan leernos”. Joaquín llevó el mensaje a sus maestros y ellos lo hicieron conocer en todas partes. Desde aquel día, todos los que aprenden a leer y escribir dejan este mensaje: “Eureka, ya sé leer”, y también desde ese momento las letras nunca más se volvieron invisibles.