REVISTA VEOVEO 32

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Autoría: Rosa Elena Pogo Romero

-El día que nació Simón sus padres se pusieron muy felices, pues había llegado un nuevo miembro a la familia y como era costumbre en esa época, le pusieron muchos nombres, los de sus antepasados y los de la iglesia donde fue bautizado. -Fue así como le llamaron Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco, al que nosotros conoceríamos luego como Simón Bolívar. -Simón creció rodeado de todas las atenciones de sus padres y de Hipólita, su nodriza, quienes le dieron mucho cariño y lo necesario para que él y sus hermanos vivieran una hermosa niñez. -Nuestro amigo Simoncito -como le decía Hipólita- quedó huérfano muy pequeño, pero como ella lo amaba como a su propio hijo, lo cuidó y le compartió todos sus pequeños secretos que le servirían después para su vida y lo harían un gran hombre, mientras su maestro -Simón Rodríguez le inculcaba principios y valores como la igualdad, la equidad y la libertad. -Simón era un niño como todos, le gustaba jugar, correr, escuchar historias, leer cuentos y montar su hermoso caballo, pues a su corta edad era un gran jinete y, aunque era pequeño de estatura, no se dejaba vencer por los grandes retos. Era

audaz y de carácter fuerte, pero se enojaba con mucha facilidad y cuando algo no le gustaba, explotaba como un volcán. -No se enoje tanto Simoncito -le decía Hipólitaporque si no se va a encender como la pólvora. Entonces él se tranquilizaba y se abrazaba a ella como buscando la calma después de sus arrebatos de ira. -¡Cuidado con el caballo niño Simón! -le gritaba Hipólita- porque si se cae se romperá una pierna. -No te preocupes -le decía él- porque yo seré un gran jinete y cabalgaré por el Continente en un gran caballo blanco, lo recorreré como si fuera una sola nación y lucharé con mi gran espada junto a todos los que quieran la libertad. -Simón soñaba despierto mientras corría por entre los matorrales, disfrutando de los olores a granada y a guayaba de los árboles, escuchando el cantar de los pájaros cuando se retiraban al atardecer y los sonidos del campo adueñándose de la noche. -Así creció Simón, con sueños de libertad, de justicia y de paz, así se lo había inculcado su maestro don Simón Rodríguez. Nuestra América lo vio cabalgar por cada rincón haciendo que ese sueño fuera posible para todos.












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