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ALLENDE-BALAGUER-PINOCHET Y LO QUE VIVÍ VICTOR GOMEZ BERGES
Con motivo de la muerte del general Augusto Pinochet ofrezco, como testigo de excepción a los lectores de EL NACIONAL, el siguiente relato histórico. En medio de la violencia política que vivía América Latina desde el ascenso al poder de Fidel Castro, generada por la búsqueda de reivindicaciones sociales y económicas para los millones de pobres que pueblan nuestra región, cuando aún ningún gobernante se había atrevido a provocar a EU con la fuerza y elocuencia que éste lo hizo, provocando el más rudo enfrentamiento ideológico que se había generado en la región, el martes 11 de septiembre de 1973 el mundo fue impactado con uno de los golpes de estado más sangriento y conmovedor que registra la historia política moderna. Salvador Allende, legendario dirigente izquierdista, quien había sido candidato presidencial en 1953, 1958 y 1963, logró conquistar el poder en las elecciones del 4 de septiembre de 1970, con un 36.2% de los votos, apoyado por la “Unidad Popular” frente integrado por su Partido Socialista del que era Secretario General, el Partido Comunista y diversos grupos ideológicamente afines. Su victoria resultó de la división de los sectores tradicionales que acumularon la diferencia de la votación que alcanzó el 62.7%, entre los otros dos aspirantes a la posición, el ex Presidente Jorge Alessandri y el Demócrata Cristiano, Radomiro Tomic. Al día siguiente de las elecciones, Allende convocó una conferencia de prensa para proclamar su victoria y anunciar, que nunca favorecería el sistema de partido único; que mantendría a Chile como miembro de la OEA; que solicitaría una renegociación de la deuda pública de Chile con Estados Unidos, ascendente a 800 millones de dólares; y el 7 de septiembre, en una reunión con el Presidente Frei, se comprometió a mantener mecanismos de consulta sobre los temas económicos de la Nación. Durante su campaña enarboló el programa de la “Unidad Popular”, en el que no aparecían estas promesas, fue todo lo contrario. Era obvio que con esos anuncios, 1
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Allende buscaba calmar los sectores que controlaban la mayoría del Congreso, el que tenía que ratificar su elección por el bajo porcentaje de votos que había obtenido. Finalmente Allende fue ratificado el 24 de octubre y se juramentó el 3 de noviembre. Tan pronto asumió el poder inició un acercamiento político de Estado con Fidel Castro, como ningún gobierno elegido democráticamente en la región lo había hecho con el primer régimen revolucionario de izquierda instalado por las armas hacía catorce años. Ya antes, siendo Senador a finales de la década del sesenta, había participado en la “Conferencia Tricontinental” celebrada en la Habana y fundó junto a Castro la OLAS “Organización Latinoamericana de Solidaridad”, agrupando bajo esas siglas los movimientos y grupos de izquierda de la región, consolidando desde esos tiempos una estrecha relación política con el líder cubano. Al año de haber asumido el poder en noviembre de 1971, invitó a Fidel Castro a su país, donde éste permaneció veintitrés días, recorriendo palmo a palmo el territorio chileno predicando sus ideas de redención social y económica para los pobres, en las minas del salitre, del cobre, de carbón, las industrias, las Universidades, barrios populares, campos y puertos, en una de las visitas de Estado más prolongada que se recuerde, provocando la irritación de los sectores conservadores contrarios a Allende y por vía de consecuencia del gobierno norteamericano, que le adversaba desde su ascenso al poder. Previendo esas mismas fuerzas el establecimiento de una alianza entre ambos gobernantes, habían venido planificando desde el día de las elecciones, la forma de evitar que el Congreso ratificara el triunfo de Allende, para ejecutar la estrategia que habían elaborado: designar a Jorge Alessandri como Presidente de la República, luego éste renunciaría para llamar a nuevas elecciones en las que se presentaría Eduardo Frei Montalva, quien gozaba de amplias simpatías en el país. Concomitantemente las fuerzas derechistas con algunos sectores de las Fuerzas Armadas, trataron de provocar un golpe de estado, antes de Allende asumir el mando. El General René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército había declarado en mayo de 1970, previo a las elecciones, que los institutos armados chilenos no intervendrían en el proceso eleccionario y respetarían sus resultados, 2
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textualmente declaró: “El Ejército es garante de una elección normal, para que asuma la Presidencia de la República quien sea elegido por el pueblo en mayoría absoluta, o por el Congreso Pleno en caso de que ninguno de los candidatos obtenga más del 50% de los votos”. Posteriormente ratificó su posición señalando: “Insisto en que nuestra doctrina y misión es de respaldo y respeto a la Constitución Política del Estado. De acuerdo con ella, el Congreso es dueño y soberano, nuestra misión es hacer respetar su decisión”. El plan del golpe en esa ocasión no pudo cuajar por la firme posición sostenida por el Comandante en Jefe del Ejército. Como Schneider no aceptó la idea del derrocamiento de Allende, el General Roberto Viaux junto a un grupo de militares, concibió un plan diabólico, secuestrar al Comandante del Ejército y deportarlo a Buenos Aires, lo que se llevó a efecto el 22 de octubre de 1970, dos días antes del Congreso reunirse para ratificar la elección del nuevo Presidente, con tan mala fortuna para él, que al momento de ejecutar la acción, Schneider sacó su pistola para defenderse, siendo herido mortalmente, falleciendo tres días después en el Hospital Militar a causa de los disparos recibidos. El comunicado oficial de la Policía relacionado con este hecho detalló así lo acontecido: “A las 8.20 horas más o menos, en circunstancias que el señor Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider Chereau, se dirigía a su despacho en automóvil fiscal conducido por el cabo chofer Leopoldo Mauna Morales, por calle Martín de Zamora en dirección al poniente, al enfrentar el número 4420, fue interceptado por un vehículo que chocó al que viajaba el Señor General, vehículo éste que fue rodeado por cinco individuos, uno de los cuales haciendo uso de un elemento contundente, similar a un combo, rompió el vidrio posterior izquierdo y luego disparó contra el General Scheneider, impactándolo en la región del bazo, en el hombro izquierdo y la muñeca izquierda”. La sanción aplicada al General Viaux a quien la justicia apuntaba como autor intelectual del hecho, fue tan solo desterrarlo a Paraguay. Así asciende a Comandante en Jefe del Ejército chileno el General Carlos Prats, de las mismas ideas defensoras de la constitucionalidad de su predecesor y como segundo en mando el General Augusto Pinochet Ugarte, ambos designados por el Presidente Frei y ratificados en sus cargos al asumir el poder el Presidente Allende 3
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Resultado de las dificultades económicas generadas por una serie de medidas contrarias al interés de los sectores de poder en Chile, así como por la nacionalización de las minas de cobre, aprobada a unanimidad por ley del Congreso, el cual ya estaba controlado por Allende, así como por la poca o ninguna capacidad negociadora de éste, las tensiones llegaron al extremo de provocar la renuncia del General Prats, de la jefatura del Ejército el 23 de agosto de 1973, ascendiendo Pinochet al puesto supremo de las fuerzas armadas, hasta que éste, contrario a sus dos predecesores, no necesitó mayor estímulo alentando el derribamiento del primer Gobierno Constitucional Comunista surgido en el Continente Americano. El General Prats fue posteriormente asesinado en Buenos Aires, en septiembre de 1974 junto a su esposa Sofía Cuthbert, con una bomba de alto poder explosivo, plan ejecutado por Enrique Arancibia Clavel, miembro de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), de Chile, durante el gobierno militar de Pinochet. Henry Kissinger en su obra “Mis Memorias” reseña, que “Allende se iniciaba desde una posición débil. La coalición que lo apoyaba era díscola; la economía se estaba deteriorando; la tradición democrática de Chile inhibiría por un tiempo los movimientos para establecer un estado totalitario; y los militares desconfiaban de él” Esa era la percepción que se tenía en Washington y en varias capitales del Continente. El golpe provoca un sangriento enfrentamiento y el Presidente chileno, protegido tan solo con casco militar, ametralladora en mano y acompañado de unos cuantos colaboradores civiles, enfrenta hasta el sacrificio las fuerzas golpistas, que bombardeando el Palacio de “La Moneda” y los regimientos leales, logran no solo asesinar Allende, sino establecer a sangre y fuego un régimen militar que costó millares de vidas de chilenos y extranjeros. Así, bajo toneladas de plomo, en medio de un baño de sangre provocado por infinidad de bombas lanzadas por los aviones de la fuerza aérea y la violenta protesta del pueblo chileno, toma el poder el General Augusto Pinochet, quien de inmediato se instaló como presidente de una junta militar para gobernar a Chile, integrada además, por los generales Gustavo Leigh Guzmán, Comandante de la Fuerza Aérea; César Mendoza Durán, Director de los Carabineros; y el Almirante 4
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José Toribio Merino Castro, Comandante de la Marina, con el apoyo de los partidos políticos tradicionales, iniciando de inmediato una ofensiva diplomática solicitando reconocimiento para su gobierno de facto, a todos los países con quienes Chile tradicionalmente había mantenido relaciones oficiales. En República Dominicana, se vivía para la época, momentos de grandes tensiones, por los enfrentamientos provocados por la guerra fría que generó las muertes violentas de jóvenes izquierdistas, junto a militares y policías ejecutados en represalia, la muerte de Caamaño hacía siete meses, unido a los resabios dejados por la revolución de abril, lo que había dado como resultado el auge del predominio de los militares en la sociedad dominicana. Balaguer como siempre, atento con su mirada felina al mínimo detalle, penetrando los entresijos más recónditos de la estructura militar, me instruye en mi calidad de Canciller de la República no extender reconocimiento el nuevo gobierno militar de Chile, “hasta que yo le avise”. La recomendación fue la resultante, de haberle informado acerca de la insistencia del Embajador chileno, Pedro Rusque Adrián, un ex Coronel Carabinero, designado por Allende, quien visitaba diariamente la Cancillería con ese objetivo. Cuando cada mañana veía entrar a mi Despacho, al Embajador Francisco José Nadal Rincón, Jefe de Protocolo, me delataba a que venía. Los días transcurrían y las presiones del embajador chileno aumentaban, hasta que instruí a Nadal que no me anunciara más al insistente visitante. En una de mis entrevistas con el Presidente le reitero la información de las visitas diarias del embajador a la Cancillería. En ese momento Balaguer me cuestiona, si algún general ha realizado gestiones frente a mí urgiendo el reconocimiento del gobierno militar de Chile, pues las mismas diligencias llegaban al despacho presidencial por diversos canales de manera reiterada, a lo que le respondo, que ciertamente un alto oficial general de las fuerzas armadas, se me había acercado durante una recepción en una embajada y cuestionado en el sentido de “cuando van a reconocer el gobierno del General Pinochet?, el embajador está molesto porque usted no lo recibe”, agregándole al Presidente, que a esa intromisión del señalado militar, con quien además mantenía relaciones muy distantes, le había respondido que le “preguntara a usted”, quien en su calidad de jefe de la diplomacia del país, era quien podía responderle. Sabía que no lo haría, también el porqué del cuestionamiento: los militares del Continente se alinearon en ese 5
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momento a favor del General Pinochet, a quien veían como símbolo de lucha contra el régimen de Castro. Cuando le comenté a Balaguer, las expresiones del oficial general, con marcada autoridad me dijo, “no le conteste a ningún militar semejante pregunta, ese no es problema de ellos sino mío -reiterándome- al Embajador manténgase sin recibirlo”, agregando la siguiente expresión: “los guardias se protegen como los elefantes y el baño de sangre que Pinochet ha desatado en el país más culto y de la democracia más estable del continente, no lo voy apoyar, espere y resista las presiones vengan de donde vengan”. Así hice, seguí sin recibir al Embajador, quien en los actos oficiales donde nos encontrábamos, evadía acercárseme. Había entendido el mensaje de mi actitud. Ya antes, había ocurrido un hecho muy significativo, el viernes siguiente al golpe de Estado, cuando Balaguer iniciaba la reunión rutinaria que ese mismo día cada semana celebraba con los jefes militares, advirtió en algunos de los presentes una no disimulada complacencia o casi celebración, por los acontecimientos que ocurrían en Chile y tuvo una reacción parecida. Dando un fuerte golpe sobre su escritorio, les reprochó semejante conducta con estas expresiones, “ustedes están celebrando la muerte y caída de un gobierno elegido por el pueblo y eso no debe ser, eso es una barbaridad”. Ya Balaguer había firmado el día 12 de septiembre el decreto No.3882 disponiendo tres días de duelo por la muerte del Presidente Allende Finalmente, pasados algunos meses cuando todos los países de la región habían reconocido el gobierno de Pinochet, el Presidente me llama e instruye, “envíe la Nota de reconocimiento al nuevo gobierno de Chile, -haciéndome la siguiente salvedad- hágalo con la mayor discreción”. Con su actitud Balaguer dejó sentada su protesta por ese hecho bochornoso, pero además envió un claro mensaje de desestímulo a las fuerzas derechistas que dentro del país se pavoneaban con irreverencia por la tragedia que vivía Chile. Nuestro País fue el primero en rendir homenaje póstumo a Allende y el último del Continente en reconocer el gobierno militar de Pinochet.
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