Vana profecia reluctante de una pluma

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VANA PROFECÍA RELUCTANTE DE UNA PLUMA

«De todas las profecías, ¿qué hay de cierto en ellas?» –W.T.

En la búsqueda infructuosa en pleno desierto de Atacama a por unos caracoles amarillentos que segregan fluidos azules que los usamos como purpurina para nuestros lapiceros Parker. Nos acercamos a una cueva. Vemos un cuervo plateado que sale volando. Una de sus magníficas plumas se queda. Pesaba dos toneladas de solo verla, pero ligera al tacto. Entre las hebras de la pluma había un mensaje, fácil de descifrarlo. El problema era memorizarlo: «Fuma el río oro vergel como el verde violeta el humo que exhalas entre miradas de melancolía acompasada, entre suspiros azulados, buscas tus propios ojos en el horizonte distante de los planetas Supernovas que se alejan cada vez más de ti, la velocidad lunar de Júpiter no es la misma que la de tus ojos internos, escuchas rumores a través de tus rodillas y detectas con el hueso húmero todas las mentiras bendecidas por el cardenal colgado en la morera mientras la deslúcida morena se entretiene coleccionando cáscaras de cacao que alguna vez alojaron restos de loritos renacidos de entre tus muertos, soñando entre tus sueños daltónicos y supagógoles sobre la alfombra voladora de las exageraciones de la mesa,


el agua que corre entre los maratonistas para llegar antes que ellos y ganar a pulso las llaves de la ciudad para cerrar el grifo eterno del caucho que llora, incisiones de la Inquisición al dolor karmático de los protegidos por Bartolomé de las Casas, a la decepción fruto del intercambio de baratijas por sushi, sashimi y lenguas de gato de oro sin azogue, el fuego que brota de afuera de tu lengua, fuego fatuo color invisible como el de los celos de novelas para radio, excepciones en regla a toda ley y principios de la química cuántica y la retrogradación del idiolecto del latín, hoy oficializado y mañana exterminado por los cazagazapos de las incompetencias horrográficas, velocidad que corre a tus costados de panal hexagonal invisible intramuros, toda forma de suciedad que te exige pulcritud y determinación de conciencia credística para ver volar los marranos y los marrajos de alcurnia al cuete, cohetecillos de año nuevo y navidad del próximo año, óxido de las latas en la leche que no es la tuya, faroles de caramelos de gualterio, luminescentes en la larga oscuridad según los planes biktunes mayísticos que reza el credo según San Mayéustica que solo usa ropa náutica y canta boleros de Twirdl, reión nórdica del sur-sureste por encima de Ofir y Ormuz, rindiendo cuentas al mítico Agartha, rey de este puto y ufano mundo que nos contiene con la paciencia del muérdago, que espera la sublime venganza dulce celtíbero cuando se anuncie la llegada del fin del principio de un nuevo inicio que ya acabó hace tiempo y va por la novena repetición coradix amén de écranes y retro-proyectores del futuro incierto, salas negras repletas de fluidos amarillentos pálidos secos alrededor de la pileta de uso común para los peces que dejaron de beber hace tiempo en el río de los infortunios,


en el río de los inmortales y en el último río de la carcajada universal, hoy por hoy secando y en estado marital divorciado, como el óxido de los metales del balcón de tu casa –que ya no existe– y que retiene impuestos impagos sin fraccionar, obstaculizando todo franqueo antes que un juancarleo, y los camellos que por años fueron íconos representativos de la humanidad, hoy destinados a la ampliación de una cuenta de oenegé anti-subversiva y prodefensiva de las incertidumbres de los fósforos humedecidos en regaliz y licor de arena, piel de pieles, espejos derretidos y hechos mermeladas viscosas como el mejor y caro lodo del planeta, tratamiento facial de las sombras anaranjadas sobre los ojos de la modelo que en dos pasadas pierde el equilibrio universal y es todo un despelote, diamantes tiznados desde su arista interna por un error de cálculo, aliento de elefante rojo y viejo que roza sobre la estructura metálica de la bóveda superficial de los borradores de vidas y estilos, sin tener más que al mismo temor, verdad completamente falsa y al unísono con el cigueñal y los muelles del artefacto rodante y punzante sobre las íes y los tayos, trayendo piticaya y aguaymanto en saleros de plata y mantequilleras de loza fúnebre y tela rasgada con lentejas secas sin ser remojadas en ajonjolí, luengas distancias entre las bombas mudas perdidas a la vera de la casa portuguesa, impuntualidad del silencio en una relación de a tres, en dos.» Lima, 14/11/2013


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