Frida Kahlo para el Grupo de Discusión sobre ArteContemporáneo MUSAC

Page 1

Tema: Frida Kahlo “Bella para la Bestia”

Grupo de Discusión sobre Arte Contemporáneo Martes 19 de octubre, 20 h. Biblioteca-Centro de Documentación del MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León


ANTECENDENTES Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, en aquel entonces un pueblo de la periferia de Ciudad de México. Era la tercera de las cuatro hijas del matrimonio Matilde Calderón y Guillermo Kahlo. La madre de Frida Kahlo, Matilde Calderón y González (1876-1932), nació en Ciudad de México. Era hija de Isabel González y González, procedente de la familia de un general español, y de Antonio Calderón, un fotógrafo de origen indio nacido en Morelia. Frida calificaba a su madre de “muy simpática, activa, inteligente, pero también

de calculadora, cruel y fanáticamente religiosa.”

A su padre, por el contrario, lo describía como “entrañable y cariñoso”: “Mi niñez fue maravillosa”, escribió en su diario, “aunque mi padre estaba enfermo, para mí constituía un ejemplo inmenso de ternura, trabajo (como fotógrafo y pintor) y, sobre todo, de comprensión para todos mis problemas.” Solía ir de excursión con su padre, quien, entusiasta pintor aficionado, pintaba acuarelas durante los paseos en común. Él le enseñó a utilizar la cámara, a revelar fotos, a retocar y colorear, experiencias que le serían muy útiles para su pintura. Frida se matriculó en 1922 en la “Escuela Nacional Preparatoria”: una escuela superior con duros exámenes de admisión que, como un College, preparaba a los alumnos para una carrera superior. De los 2.000 alumnos de la escuela, Frida era una de las 35 chicas admitidas. Quería hacer el bachillerato, pues le interesaban mucho las ciencias naturales, especialmente biología, zoología y anatomía, y deseaba ser médico. En la escuela había numerosas pandillas que se diferenciaban en sus intereses y actividades. Frida era miembro de los “Cachuchas” que se identificaban con las ideas social nacionalistas del ministro de cultura José Vasconcelos. De sus filas saldrían más tarde varios líderes de la izquierda mexicana. Su único impulso artístico hasta entonces consistía en clases de dibujo con el reconocido grafista publicitario Fernando Fernández, un amigo de su padre que le dio empleo para apoyarla económicamente y le enseñó a copiar grabados del impresionista sueco Anders Zorn. A pesar de su interés por la historia del arte, hasta septiembre de 1925 no se le ocurrió, según sus propias declaraciones, dedicarse profesionalmente al arte. ARTE Y ENFERMEDAD El 17 de septiembre de 1925 Frida y su amigo de juventud Alejandro Gómez Arias sufrieron un accidente en el camino de la escuela a casa. La colisión del autobús en el que iban con un tranvía provocó la muerte de varios pasajeros y Frida resultó gravemente herida y los médicos dudaban que fuera a sobrevivir. La desgracia le obligó a guardar cama durante tres meses. Tras esta convalecencia parecía sana, pero continuó padeciendo frecuentes dolores en la columna y en el pie derecho, aparte de experimentar una continua sensación de cansancio. Al año del accidente fue llevada de nuevo al hospital, donde fue mirada por rayos X-proceso que había sido omitido tras el accidente-para comprobar el estado de la columna. Le encontraron una rotura en la vértebra lumbar, cuya curación exigió el uso de diversos corsés de escayola durante nueve meses. Durante este período su libertad de movimientos había quedado muy reducida, llegando al punto de tener que pasar temporadas en cama sin moverse. Para matar el aburrimiento y olvidar el dolor, comenzó a pintar durante esos meses. “Creí tener energía suficiente para hacer cualquier cosa en lugar de estudiar para doctora. Sin prestar mucha atención, empecé a pintar”, declararía más tarde al crítico de arte Antonio Rodríguez.


A finales de los años 40, sin embargo, empeoró notablemente el estado de salud de Frida Kahlo. En 1950 fue enviada por nueve meses al hospital ABC de Ciudad de México. A causa de insuficiencia circulatoria en la pierna derecha (malograda ya tras una poliomielitis sufrida en su infancia), cuatro dedos del pie se pudieron negros y tuvieron que ser amputados. Por encima, tenía cada vez más problemas con la columna. Después de 1951 no podía trabajar sin analgésicos, pues los dolores eran cada vez más intensos. Los dolores de la pierna derecha habían llegado a hacerse insoportables, lo que hizo que los médicos decidieran, en 1953, amputar la pierna hasta la rodilla. Esta intervención, que alivió los dolores gracias a una pierna artificial y le permitía incluso volver a caminar, desató en Frida una profunda depresión. “Había perdido la voluntad de vivir”, informaba Rivera sobre su estado tras la amputación. “Sigo sintiendo ganas

de suicidarme. Diego es el que, me detiene por mi vanidad de creer que le puedo hacer falta. El me lo ha dicho y yo le creo. Pero nunca en la vida he sufrido más. Esperaré un tiempo…” Gravemente enferma de infección pulmonar, Frida Kahlo falleció en la noche del 13 de julio de 1954, siete días después de su 47 cumpleaños. Una embolia pulmonar fue la causa de la muerte. En la última entrada de su diario leemos: “Espero alegre la salida… y espero no volver jamás… Frida.”

ARTE Y POLÍTICA

Con la elección de Álvaro Obregón como presidente (1920) y la institución de un ministerio de cultura (SEP) bajo la dirección de José Vasconcelos, no sólo se luchó contra el analfabetismo, sino que se puso en marcha un amplio movimiento de renovación cultural. La meta era la igualdad social y la integración cultural de la población india, así como la recuperación de una cultura autóctona mexicana. Muchos artistas que encontraban degradante la hasta entonces corriente imitación de modelos foráneos, promovían ahora un arte mexicano independiente, desprendido de todo academicismo. Tomaban partido por la reflexión sobre los orígenes mexicanos y la revalorización del arte popular. A este círculo de intelectuales se unió Frida Kahlo en el año 1928. Mismo año en el que se haría miembro del Partido Comunista de México (PCM) y junto con sus camaradas apoyó la lucha de clases armada del pueblo Mexicano. Así, activaría con renovada intensidad el contacto con antiguos camaradas de la escuela. Muchos de los cuales estudiaban ya en la universidad, donde eran políticamente activos. Así, Germán del Campo, uno de sus amigos de época escolar, la introdujo a principios de 1928 en un círculo de gente joven entorno al comunista cubano Julio Antonio Mella, que vivía exiliado en México con su pareja, la fotógrafa Tina Modotti, por medio de la cual Frida conoció a Diego Rivera, 21 años mayor que ella, y con el que se casaría un año después. En noviembre de 1930, Frida Kahlo y Diego Rivera se trasladaron a los Estados Unidos por cuatro años. Su decisión tenía, con seguridad, una justificación tanto artística como política. Los Estados Unidos constituían un centro de atracción para los artistas mexicanos. Especialmente desde que la situación de los muralistas mexicanos empeoró a raíz de que Plutarco Elías Calles (1924-1928) subiera al poder. Su política cultural había dejado de apoyar ilimitadamente la pintura mural; con la destitución en 1924 de Vasconcelos, se rescindieron también los contratos con los artistas y disminuyó el número de encargos. Fueron años que se caracterizaron por acciones represivas contra los que pensaban de otro modo. Se prohibió el PCM y numerosos comunistas fueron encarcelados. La consecuencia fue una, así llamada, “invasión mexicana” de los Estados Unidos. A partir de 1936 Frida reanudará sus actividades políticas fundando un comité de solidaridad para apoyar a los republicanos españoles. Y en el mismo año la pareja Kahlo-Rivera se manifestó ante el gobierno mexicano a favor de dar asilo político en México a León Trotski, después de que éste fuera rechazado, bajo presiones moscovitas, también en Noruega.


Libro: Frida Kahlo

Rauda Jamis Circe, 2003


Rauda Jamis Frida Kahlo. Barcelona: Circe, 2003. “¡El espejo! Verdugo de mis días, de mis noches. Imagen tan traumatizante como mis propios traumas. La impresión constante de que te señalan con el dedo. "Frida, mira".”Frida, mírate pues". Ya no hay sombra verdadera donde esconderse, una guarida segura donde retirarse, abandonada al dolor, para llorar en silencio sin marcas en la piel. Imaginaba que cada lágrima creaba un surco en el rostro, aunque fuese joven y liso. Cada lágrima es una fragmentación de la vida. Escrutaba mi cara, al menor gesto, los dobleces de la sábana, su relieve, las perspectivas de los objetos esparcidos que me rodeaban. Durante horas me sentía observada. Me veía. Frida dentro, Frida fuera, Frida en todas partes, Frida hasta el infinito. No había sido una broma pesada de mi madre. Todo lo contrario: a su manera de ver era una idea ingeniosa, útil. No me veía con fuerzas para reprochárselo. Tenía que vivir con ella tragando saliva para ahogar mi desagrado, violento. Desde hacía mucho tiempo, había adquirido la costumbre de representar en mis cartas escenas de mi vida cotidiana, mis deseos. Mis amigos decían siempre, ya en la escuela: "¡Otra vez pintarrajeando!". Dibujar, no, no realmente, eran más bien pintarrajeadas. Pero de repente, allí, bajo ese espejo opresivo, me vinieron unos deseos tremendos de dibujar. Tenía tiempo, no sólo para trazar líneas, sino incluso para darles un sentido, una forma, un contenido. Comprender algo de ellas, concebirlas, forjarlas, torcerlas, desliarlas, unirlas, llenarlas. A la manera clásica, para aprender utilicé un modelo: yo. No fue fácil, es igual que tú seas el tema más evidente, también para uno mismo es el más difícil. Crees conocer cada fracción de tu cara, cada rasgo, cada expresión, pero todo cambia sin cesar. Uno es uno y otro, creemos conocernos hasta la punta de los dedos, y de repente sientes que tu propia piel se te escapa, se te hace completamente extraña a lo que llena por dentro. En el momento en el que te das cuenta de que ya no eres capaz de verte, te das cuenta de que la imagen, enfrente, no eres tú. Me han preguntado mucho sobre esa persistencia en el autorretrato. En primer lugar, no tuve elección, y creo que es la razón esencial de esa permanencia del yo-tema en mi obra. Que alquien se ponga cinco minutos en mi lugar. Encima de la cabeza, tu imagen, y precisamente tu rostro, ya que el cuerpo generalmente está bajo las sábanas. Tu rostro, pues. Obsesivo, casi agobiante. O la obsesión te devora, o la coges de cara. Hay que ser más fuerte que ella, no dejarse tragar. Tener fuerza, habilidad. Aunque de la manera más académica del mundo, hice de mí mi propio modelo, mi tema de estudio. Me concentré en él. Mi padre me trajo tubos de pintura y poco a poco fui pasando del esbozo al color. El color se me hizo indispensable. Quizá era simbólico, en esa sombra en medio de la cual mi vida, lucecita vacilante, trataba de abrirse todavía un camino. El color fue un auténtico descubrimiento, una alegría absoluta. El mundo se iluminaba. Mi tiempo adquiría otra dimensión. No creo que se me pueda contradecir: el arte necesita tiempo. Para reflexionar, para trabajar, para profundizar. Disponía—regalo del accidente—de ese factor, si no indispensable, al menos precioso: la oportunidad de trabajar a mi aire, a mi ritmo. Nunca hasta ese momento recuerdo haber pensado en pintar. Quería ser médico. En Me interesaba por la pintura como todos los Cachuchas: formaba parte de un universo cultural que teníamos el deseo de asimilar. Es cierto que sentí un auténtico placer al mirar a Diego, por ejemplo, cuando pintaba el mural de la escuela preparatoria nacional. Era fascinante, grandioso. Pero de ahí a pintar yo misma. . . Tenía que aprender toda la técnica. Por lo demás aún hoy no sé si la he aprendido realmente. Me esforcé, con paciencia y minuciosidad. No copié nada ni a nadie. Todo está en el ojo. Agudo, caleidoscópico.


En aquella época se me metió en la cabeza leer a Proust. Me impresionó muchísimo la manera en que hablaba de Zéphora, la hija de Jétro, representada por Botticelli, que está en la Capilla Sixtina. Tuve la curiosidad de buscar la reproducción del fresco en un libro. Durante horas había contemplado aquel rostro, levemente inclinado, de una belleza conmovedora. El escritor comparaba el rostro pintado con el de la mujer amada. Yo entendía, ¡cómo no!, la importancia de un rostro. Como nunca la entendí antes. Un rostro es una clave. Un rostro lo dice todo. Detalle de la juventud de Moisés: Las hijas de Jetro (Capilla Sixtina)

Fue una revelación, creo que ésa es la palabra. Debo mucho a esas líneas del escritor francés, a ese rostro de Botticelli. Interfieren mi imagen en el espejo, como elementos sagrados. Una confirmación. El rizo estaba rizado.

Autorretrato con traje de terciopelo 1926 Óleo sobre lienzo

Mi primer cuadro fue para Alejandro. Evidentemente. Me representa a mí, busto y cara, esbelta, sobria, tranquila, relajada. Refinada, serena, nada se transparentaba de la tumultuosa Frida. Miro al espectador, en ese caso a mi querido Alejandro, le espero. Detrás de la tela escribí:

“Frieda Kahlo a la edad de diecisiete años, en septiembre de 1926. Coyoacán. Heute ist Immer Noch.” Añadí una nota en la que le decía que ahí tenía su "Botticelli". Le rogaba que lo cuidara, que lo colocase en un buen sitio, que lo mirase. Una forma ingenua para que él, el esteta, se acordara de mí. Así que no rompí el espejo que tanto me torturó en un principio. Hubiese afectado a mi propia integridad. Y, llevando el análisis más lejos, no me limité a reflejar mi imagen cuando pintaba, sino que le uní la otra imagen, la realidad de mi cuerpo, rota, realmente. Le robé la imagen al espejo, a él que quiso usurpar mi identidad, a base de perseguirme, de ponerme siempre en entredicho.”


Bibliografía CHADWICK, Whitney; COURTIVRON, Isabelle de (eds.)Los otros importantes: Creatividad y relaciones íntimas. Madrid: Ediciones Cátedra, 1994. 316 p. ISBN 84-376-1268-3 DEXTER, Emma; BARSON, Tanya [et al.] Frida Kahlo [München]: Schirmer-Mosel, 2005. 232 p. ISBN 3-8296-0196-4 JAMIS, Rauda. Frida Kahlo. Barcelona: Circe, 2003. 359 p. ISBN 84-7765-002-0 KETTENMANN, Andrea. Frida Kahlo: 1907-1954: Dolor y pasión. Köln [etc.]: Taschen, 2003. 96 p. ISBN 3-8228-6548-6


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.