ANTOLOGÍA POÉTICA: CINCO A LAS 8. POETAS ALMERIENSES EN EL MUSEO II

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Cinco a las 8 POETAS ALMERIENSES EN EL MUSEO II



Cinco a las 8 POETAS ALMERIENSES EN EL MUSEO II



Cinco a las 8 POETAS ALMERIENSES EN EL MUSEO II Aureliano Cañadas Alfonso Berlanga Ana Tapia Aníbal García Francisca Sánchez Sevilla Francisco Vargas Fernández Germán Guirado Lola Callejón Lola López Martín María Ángeles Lonardi María Lago

MUSEO DE ARTE

DE ALMERÍA

espacio 2


Edita: Ayuntamiento de Almería Colaboran: Diputación Provincial de Almería y Fundación de Arte Ibáñez Cosentino Coordinación: Juan Manuel Martín Robles y Elena Moreno Pascual Textos: Aureliano Cañadas, Alfonso Berlanga, Ana Tapia, Aníbal García, Francisca Sánchez Sevilla, Francisco Vargas Fernández, Germán Guirado, Lola Callejón, Lola López Martín, María Ángeles Lonardi, María Lago Ilustraciones y portada: José Francisco Martín Pastor Dirección de Arte: Juan Manuel Martín Robles Impresión digital: Fundación de Arte Ibáñez Cosentino © de esta edición: Ayuntamiento de Almería © de los textos: los autores © de las ilustraciones: José Francisco Martín Pastor Depósito Legal: AL 1710-2017


Índice Aureliano Cañadas

pág. 7

Alfonso Berlanga

pág. 11

Ana Tapia

pág. 17

Aníbal García

pág. 23

Francisca Sánchez Sevilla

pág. 29

Francisco Vargas Fernández

pág. 35

Germán Guirado

pág. 41

Lola Callejón

pág. 47

Lola López Martín

pág. 53

María Ángeles Lonardi

pág. 61

María Lago

pág. 66



A

finales del año 2015, con el objetivo de reunir la sensibilidad de nuestros artistas plásticos y la belleza de las palabras de los poetas almerienses en torno al recién creado Museo de Arte de Almería, desde éste decidimos poner en marcha el proyecto ‘Cinco a las 8’. Una actividad de denominación un tanto críptica –sugerida por la relectura reciente de los versos lorquianos dedicados a Ignacio Sánchez Mejías– que a su vez conllevaría dos actuaciones consecutivas y consecuentes: la celebración de unas lecturas poéticas en el entorno museístico y la publicación de un poemario, en el que junto a los cadenciosos versos de nuestros vates se incluyesen ilustraciones realizadas por alguno de los creadores cuya obra forma parte de nuestra colección permanente. Para aquella aventura embarcamos entonces con nosotros a tres amigos: Juan José Ceba y Domingo Nicolás, poetas cuyos años de experiencia dentro del mundo de las letras almerienses auguraban el éxito en la selección de los versos que llenarían de lírica magia el cadencioso silencio del museo; y el tristemente desaparecido Rafael Gadea… él nos regaló a todos los alegres trazos, personalísimos dibujos de extrema sensibilidad, que ilustran el poemario. La intensidad de la experiencia vivida en el Espacio 2, la tarde del 24 de noviembre de 2016, durante las lecturas de Julio Alfredo Egea, Vicenta Fernández, Pilar Quirosa-Cheyrouze, Pepe Criado, Virginia Fernández Collado, Antonio Carbonell, Graciela Zárate, Javier Irigaray, Ana María Romero Yebra, Ceba y Nicolás, rápidamente nos incitó a poner en marcha una segunda edición de nuestro ‘Cinco a las 8’. Una nueva oportunidad de reunir Arte y Letras, Pintura y Poesía, para la que hemos contado con la complicidad de cuatro compañeros de viaje: Pepe Criado y Antonio Carbonell, finos escrutadores de la actual poesía provincial, a través de su singular ‘Letra Impar’, a quienes debemos la nueva selección de versos; Aureliano Cañadas, poeta almeriense afincado lejos de la tierra del Indalo al que ahora rendimos merecido homenaje; y Martín Pastor, uno de nuestros pintores “de los 80” cuya expresiva obra cobra vida ahora en las páginas de este nuevo poemario. Un intenso combinado de emociones cuya memoria ha quedado recopilada para siempre en el libro que ahora, lector, tienes entre tus manos. Juan Manuel Martin Robles

Director del Museo de Arte de Almería



Aureliano Cañadas

pág. 7


Acógeme And I, Shahid, only am escaped to tell thee God sobs in my arms. Call me Ishmael tonight. Agha Shahid Ali

Vengo del norte mío y de tu sur, de una tierra más dura, interminable como el nombre de Dios. Y mi pie se acostumbra al blando suelo, mi sed al beso fácil de estas aguas, mis ojos a la pálida luz del invierno: nunca mi corazón. Acógeme, guárdame del colmillo del frío, del anzuelo del hambre; que tu lengua enraíce en la mía palabras que aún no sé decir. Dios llorará esta noche entre tus brazos.


Despertar

Despertar a otro nombre, a ninguna memoria, y a la sed y al agua de algún río, al hambre de otra boca hambrienta de la tuya, a la luz venturosa de una ciudad atlántica, a otra voz y cantar; a otra vida, pero qué hacer con esta y cuándo, y cómo abandonarla.


Por el amor que no hice

JamĂĄs me entregues a la voracidad de la tierra, a su desgana. Cuando llegue el momento, sea tu hijo, no tĂş, como a orillas del Ganges, el que prenda la pira para que arda mi boca por todas las mentiras que dije; mis manos, por todo aquello que nunca supieron dar; mi pecho, por tantas veces como fui cobarde; mi vientre, por todo cuanto comĂ­ sin acordarme del hambre de los otros; mis pies, por todas las semillas que pisaron; para que arda mi sexo por el amor que no hice.


El Conde de Montecristo

Si el buitre desamor posa sus garras, después de un largo vuelo, sobre tu hombro. o una ciega bandada de gorriones viene a beber la luz del olvido en tus ojos; cuando vuelvas a ser adolescente detrás del muro aquel de la miseria, no invoques al gran Meaulnes, ha conseguido como reponedor, contrato en “Carrefour”; ni al correo del Zar, reparte pizzas. Parece ser que Kim tuvo más suerte: su buen lama le puso un todo a cien, pero no cerrará por venir en tu ayuda. Llama a Edmundo Dantés, este es su móvil. No suele abandonar a quienes aman. Te llevará a una isla como un sueño. Será el padre que nunca conociste, el amigo que nunca te traicione.



Alfonso Berlanga

pรกg. 13



Titicaca

Azul profundo te muestras a mis ojos mágico mar errado en tus alturas, ciclón de placidez, tirano espejo de la fealdad del mundo llevas a tus orillas un mensaje de silencio y una curva de sombra a tu reír sereno.

Fuente de amor, dicha incansable, a tus pies me derrito cada día, cada tarde, metiendo tus caricias en mis ojos y libando en tus labios mis mentiras.

Vives tu inmensidad y tu hermosura como si nada, como si todo lo que tuvieras que decir estuviera dicho con tu sola presencia, con el hiriente manto azul que te cobija reflejo de los cielos que te escuchan.

El tiempo que me das, tu tiempo herido, se pega a mi costado y me reclama cantos de guerra, esclavitud, dolor y tiranía de un ruin despropósito, conquistadores turbios de tu paz y tus días.

Eres grandioso, omnipresente, vivo, atrapas con tu lengua prodigiosa y tu mirada antigua a todo el que a ti llega derrotado de tristeza marchita, de tragarse en silencio cada noche sus desdichas.

Yo estoy en paz contigo y con tu paz me ensancho, con tus tímidos besos, con tu abrazo callado, con tu azul sonriente y todo tu pasado que me llena de espinas y de encuentros azules cada vez que me muestras tu perfil nacarado.

Del libro Son Aymara (2017)


Prostitución

En la esquina del fondo a la derecha ella se aposta soñando cada día con desconcharla y demanda a la noche la libere de ser esclava de todas las entregas obligadas.

Esa esquina molesta para pérfidas rosas que le dictan al mundo su perfil indecente, proxenetas furtivos de navajas sentencias ejecutan y no le importa a nadie.

En esa esquina triste, precisamente en esa que a nadie le sorprende tensa silencios y agonía un cuerpo devanado en otro cuerpo que no quiere con él desperezarse en la mañana.

Esa mujer eslava, angoleña o latina que esa esquina protege no entiende de pecados capitales y se aferra a su esquina protectora engullendo los ecos de los aires.

En esa esquina ella, maquillada de tiempo, escupe celosías, magnánimos aromas de otros cuerpos sudados, enigmáticas sombras, sepulcros endiosados, duros ojos celestes clavados en la calle.

Esa esquina, miseria de la noche, ha dejado a la mujer dormir su pena, descapotar su herida y contarle a los días que aún la esperan que ya le dijo adiós a las caricias.


Refugiado

Yo quise ser y los demรกs lo fueron, yo quise andar y los demรกs llegaron, yo quise entrar y los demรกs cerraron yo quise ver y los demรกs no vieron, yo quise estar y los demรกs se fueron, de tanto querer yo ahora estoy muerto.



Ana Tapia

pรกg. 19



Nómadas de espíritu

Es posible que esta no sea la vida que queremos. Hubiésemos preferido un barco y una bolsa de guineas para reinventarnos cada vez en un mar distinto. Nuestro espíritu es nómada iracundo y no sabe volver. Recorrido sin norte: nuestras vidas. Sabemos que hay algo más allá pero desconocemos su sustancia. Es posible que erráramos la vida un día y desde entonces damos vueltas en círculo alrededor del perímetro exacto de nuestra desdicha. Del libro El polizón desnudo (2009)


La plegaria del cosmonauta

El cosmonauta ha perdido el lenguaje ya no espera que un eco le conteste cuando anuncia sin voz la belleza del vacío. Ninguna esquina hay. El Universo no tiene asideros para las palabras, y el lenguaje sobra solo la vibración del alma es posible la trémula invocación de las células cuánticas solo el relámpago de la emoción y del vértigo que sigue la órbita de todos los planetas. Para qué el lenguaje piensa el cosmonauta si no hay texto si no hay sílabas que puedan transmitir esto que ven mis ojos qué inútil la palabra cuando los poros están llenos de infinito y el corazón va a reventar de gozo y de dolor de gozo y de dolor y sin embargo, entonces

Del libro Las ovejas radiactivas de Kolimá (inédito)


¿cómo hacer que me crean las otras criaturas si no encuentro si no doy con la forma correcta de las letras si no sé hablar el idioma del Arcano cómo hacer que lo entiendan si nunca han estado suspendidos en el más absoluto desamparo lejos del azul y de la atmósfera es esta, sin duda una guerra perdida la del lenguaje contra la belleza la del silencio contra el estupor y por eso porque sé que he perdido me es imposible dejar de hablar.



Anibal García

pág. 23



Troppo nero Extraño tanto mar, raro este cielo desgranado de luz sobre la Isleta… Javier Egea

Una luz fragmentaria traspasa la silueta del dolor por la tupida trama de la bruma. Viene del frío como el aroma roto del cristal, como una bocanada de tiniebla. El aliento es la astilla de la noche, calavera de espuma entre las manos: el párpado del mar espera la señal de una barca que naufraga. De la palabra pozo nace el miedo, la pisada del río, la sed del puente. En el tambor distante retumba la llamada. Soltar del corazón el pájaro de niebla: el abismo es un norte imaginario. Cuánta sombra en un tigre, cuánto sol en un sueño y en un tigre.

Pálpito azul, mapa de incertidumbres, señas de lejanía, inventario de pérdidas. El vaho de la huida empaña los espejos de la tarde, la habitación despliega sus narcóticas alas con lentas amapolas. ¿Ser feliz? Salir del laberinto para entrar en otro laberinto que lo abarca, -raro este cielo desgranadoel camino más corto entre dos bosques.


Playa de Macenas

Latido espeso, batir de pus sobre la arena. El cubo sobre el cubo sobre el cubo. Caras de viento, vértices y aristas de acero corrugado y hormigón, ineficaz techumbre. El cubo

junto al cubo

junto al cubo.

Y las mieses del green del hoyo diecisiete tras la oquedad del sólido platónico. La pezuña de roca en la frontera y la sepsis del mar galopante.




Francisca Sรกnchez Sevilla pรกg. 29



Poesía árabe

Es posible que esta no sea la vida que queremos. Hubiésemos preferido un barco y una bolsa de guineas para reinventarnos cada vez en un mar distinto. Nuestro espíritu es nómada iracundo y no sabe volver. Recorrido sin norte: nuestras vidas. Sabemos que hay algo más allá pero desconocemos su sustancia. Es posible que erráramos la vida un día y desde entonces damos vueltas en círculo alrededor del perímetro exacto de nuestra desdicha. La poesía preislámica es referida comúnmente como árabe “‫ ”يلهاجلا رعشلا‬o Poesía Jahiliyyah, lo que se traduce como “Poesía en el Periodo de Ignorancia”. este nombre fue mayormente acuñado por los posteriores musulmanes para diferenciar entre “la era de la ignorancia”, y la poesía post-Islámica o “Era de la Iluminación”.


Presa

Se huele mi respiraciĂłn entrecortada en este podrido escondrijo verdoso. Un ojo expectante hacia un lado; el otro, suspirando una lĂĄgrima. Quieto..., quieto..., depende tu vida, depende. Quieto... Ya se oyen llegar por el camino; ya pisan el suelo por donde crucĂŠ; ya olieron los perros mis huellas; ya traen enjambres de flechas; ya.


Vaticino

Hay moscas en mis cristales que me impiden visualizar con justicia el exterior. La interpretaciรณn de los sacerdotes es que estamos todos locos, pues vivimos en la zona de Occidente. Temo perderme en Deir el-Medina y escuchar insistentes los suspiros de Memnon llamando a su madre. A un lado de la balanza, mi corazรณn; al otro, la pluma de la verdad. Mi destino te ha sido confiado. ยกOh, mi Anubis!



Francisco Vargas Fernรกndez pรกg. 35



Circunstancias

Estar aquí, atado con lazos invisibles a esta tierra, una ciudad con nombre propio, unas circunstancias. Pensar la vida de una cierta manera y vivirla. Asomarse a los mapas como un salvavidas, recuperar el aliento antes de sumergirse otra vez y volver a levantar la cabeza sobre el mar. Planear viajes, odiseas domésticas, remotas islas cercanas, cíclopes catódicos. Querer volver, algún día, a la madre rutina. Sobre las cenizas de la tarde planean nerviosas golondrinas.


Atisbos de realidad

Las nubes rasgadas por los Ăşltimos rayos del sol tienen un aire meditabundo. Se oyen ladridos sobre los tejados cercanos, son casi humanos. Los coches irrumpen el silencio con su procesiĂłn constante. El calor sofocante derrite los rostros, cuesta recomponerlos. He dejado de leer, he vuelto al presente donde, traspuesta ya la tarde, merodeo por los atisbos de la realidad.


La casa del poeta A José Ángel Valente

Fachada amarillo albero, puertas y balcones abiertos, escalera de madera lacada, peldaños que crujen con pisadas ajenas. Los objetos estudiadamente colocados tienen su propia melodía. Los libros, las fotos familiares, los cuadros, vibran con una cadencia que forma un único verso. Desde la segunda planta al final de la calle, flotando sobre los tejados, la Alcazaba. En las entrañas de la casa, desnudo pensamiento y memoria, se siente tan solo el pájaro alto y la agonía de la luz.



Germรกn Guirado

pรกg. 41



Un día cualquiera

La mañana llora desconsolada. Abrirás tu paraguas, cerrarás los ojos calle abajo hacia el mercado. Tus manos marchitas comprobarán la frescura del género diario para al final optar por medio kilo de cebollas dulces. Entre gatos ansiosos y sardinas alineadas, la vida olerá a pescado entre las sábanas. De vuelta el día se enjugará las lágrimas y llegarás a casa a calentarte en el fuego de la cocina, a cortar las cebollas –coartada perfecta a la tristeza-, a guisar el pescado con algún que otro recuerdo perecedero. Cuando todo esté preparado te sentarás a esperar, pero nadie aparecerá. Y empezarás a comer mientras la vida te devora. Del libro Menos Tú (2007)


Strawman

I Hay demasiados amanuenses que deberían ser premiados cuando decidieran dejar de escribir. II Hay demasiados artistas que rubrican su verso más resuelto en los idílicos pastoriles glosados bucólicos impresos de subvención oficial. III Hay demasiados hombres de letras, demasiados hombres de letras sin palabra.

Del libro Escritos de lápiz de labios (2012)


Entre tanta metafísica barata, observo por mi ventana cómo alguien envuelto en una inefable bata de andar por casa le corta de forma irremisible la barba a mi vecino, y no mentiría si dijera que me apetece meter estos calcetines sucios y rotos en la lavadora y poner la mía a remojo con dos o tres cervezas mientras me hurgo con virulencia digital en la herida. Que mañana será otro día con derecho de admisión, pero sin un bendito libro de reclamaciones, en esta vida letrina, donde poder cagarme en dios.

Del libro Ni una palabra de esto (2015)



Lola Callejรณn

pรกg. 47



Espectadores de la diáspora 1. Paisaje sin rostro humano Y sé qué más estás pensando. Guerras, guerras, guerras. Pero incluso entre guerras a veces hay pausas. Firmes - la gente es mala. Descansen - la gente es buena. Wislawa Szymborska [Aquí]

En este paisaje de uniformes verdes solo los muertos pueden quedarse. La clandestinidad como delito, confinada en campos de refugiados. En este paisaje impuesto una silueta deforme y fea nos muestra su reflejo azul: obscenidad sin tapujos, desigualdad perenne. En este paisaje que nos vigila, solo un mandato: curva ascendente de la economía, brutalidad de formas en lo social. Horizonte sin rostro humano. En este paisaje de grotescas formas busco la vida que se abre paso y me quedo quieta.

Tu niñez es un diamante limpio que emite chispas, un fulgor entre la espesura. Un destello en la jungla de un mar de refugiados. En este paisaje de siluetas frágiles solo la demagogia sin escrúpulos encuentra caminos inútiles, ignorando la vida, que se abre paso. Pero la senda de “lo vivo” parece larga. Ya lo dijo Darwin: la evolución es un caleidoscopio, una red de múltiples ensayos. La clandestinidad confinada explora nuevas rutas. No se puede poner freno a la adaptación en el hábitat, ni a la supervivencia de la especie, aunque solo los muertos puedan quedarse.


2. Un poema que empuja entre éxodos

Hoy es obligado hacer un puzle. Mientras el éxodo avanza Europa duerme-cierra caminos-firma con sangre-escribe… Derechos no encontrados, lupa desenfocada. Principios básicos sobre papel roto. Crisis de refugiados. Mientras tanto, muchas noticias: “ataque racista en la frontera” “el último vagón hacia una vida mejor en mitad de una crisis migratoria” “bombardeos, occidente se prepara”… Armas, armas, armas… -así reza el periódico-


Enjambres anónimos sin una tercera vía inexistente para los “no individuos”. El Golfo libre de refugiados y Lesbos en el principio. Explosión eurohumanitaria en Grecia. En cada acto de una persona reposa la humanidad. Incluso cuando vas conduciendo sin oír la respiración, ni los sollozos, sin oler las moléculas, sin pensar en el compartimento de atrás de tu camión. Más de sesenta muertos -compartimento hacinado. -así reza el periódico-.



Lola López Martín pág. 53



Resiliencia en la tierra (…) entre dos mares y dos continentes, residencia del Espíritu. Blas Infante [La verdad sobre el complot de Tablada y el estado libre de Andalucía (1936)]

(…) la sangre tiene dedos y abre túneles debajo de la tierra Pablo Neruda [«Maternidad», Residencia en la Tierra (1935)]

Yo soy un hombre sincero José Martí [Versos sencillos (1891)]

I. D’Aquí D’Allí Soy una isla de humanidad, soy la síntesis de una andaluza sincrética. Con mi acento verde y blanco aliento el valor de los que sueñan a destajo, de los paisanos que emigran por trabajo, de hombres y mujeres infatigables de aquí abajo. Con lágrimas de mi aljibe arropo la pulpa del miedo de aquellos hijos de su ralea que, contra viento y fronteras, ahogaron sus últimas fuerzas en una odisea: sur, edén idealizado más al sur. Yo soy una mujer sincera de donde no crece la hierba, y antes de morirme quiero plantar mis versos de fugitiva hiedra.

Provengo de todas las artes, y hacia todas partes voy: el nenúfar andino, el pino romano y el baobab mañanero con canela los riego. Tulipanes de almizcle, guirnaldas de azafrán y geranios de la Alpujarra remanecen en mi terraza; todos invocan al sol vivo, porque el sol vivo es mi patria.


II. Aquí Una fuente nacía / encima de un barranco / y su caudal, tan límpido, / por nadie aprovechado, / sin fertilizar nada / se perdía entre peñascos… Miguel Salmerón Pellón [«Agua que llora»]

ligero de equipaje Antonio Machado [«Retrato», Campos de Castilla (1912)]

Mi infancia son recuerdos de mi pueblo, de un patio de Almería, mi juventud, veinte años en tierras de astilla. Se macera en mis venas barro seco con espinas de chumberas y de encinas. Piel rasgada por matorrales que se agarran al humano resuello y lo sedimentan con su arisco olor a yerro, con engarpe en primavera, en el atrio de un huerto agreste, vigilado por ladridos nocturnos de un escuálido perro. Aún mi columna vertebral se desparrama en las acequias del matadero, bajo el caudal de los chillidos del degüello; aún se aturde mi seno por el bramido furibundo de la pólvora de los barrenos. Abrasada por manantiales de plomo, abrazada a las sombras del aire ardiente, con mis rastrojos de huella desubicada y osamenta de sarmientos,


entono viejos ecos de niñez para ahuyentar males y rescatar anhelos. Mi testa es una higuera de labios danzantes en flor, de semillas verdaderas sobre el costado del amor. Entre el Mediterráneo y la sierra, aprendí, en tu valle, en tu humilde morral, a desvivirme, a desnudarme, a descaminar. Amables gentes de lumbre y azahar, esparcid el aura de los frutos de este cielo sin fin, sin velo, sin recelo, a pecho abierto, a borbotones de nitidez; arad la libertad con vuestro latido de esperanza y paz enramado a la cumbre de la frente. Amadas almas de acá, agarrad la mar poniente, desgarrad el hambre y las alambradas de plástico con vuestra voluntad alegre: y volad… volad siempre.


III. Allí Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas María Victoria Atencia [«Mar», Marta & María (1966)]

Si hay un árbol, sabrán todos / que debajo está mi cuerpo. / Los pájaros y los niños / y el mar que gime a lo lejos (…) Enterradme en aquel cerro, / en aquel cerro desnudo, / desnudo y seco (…) Celia Viñas [«Un árbol», Trigo del corazón (1946)]

Allí el sol meridiano quema la retina, y serpentea la calima entre cerros y parrales; Allí el polvo es la tierra, y la tierra también quema; Allí el aire hereda el fuego del desierto africano, y transporta consigo el quejío de las piedras; Allí las horas se arrastran como luciérnagas, y todos los ratos son pardos; Allí la mano empuña el callo, y las cosas incuban la inocencia de su propio parto; Allí los pájaros construyen sus nidos con ortigas y amapolas, y las madres cantan coplas de amantes hechizadas y nubes exiliadas; Allí crecen los requiebros todo el año, y a pie invicto esparcen los niños sus bullas y recreos;


Allí los jornaleros cultivan lunas rojas cerca del rompeolas, y donde crece el pimiento buscan novio las caracolas; Allí bebemos el día con ahínco, masticamos los dolores, y rezamos a la buena suerte; Allí el oxígeno es agua, el agua es sangre, y la sangre esperma de ojerizas y pasiones; Allí dormita el pálpito de los muertos, y el de los vivos es pálpito a bocajarro; Allí se auxilian mis ojos en enero, a un pueblo de nombre equivocado, a un cacho de suelo donde llueve luz por todos lados.



María Ángeles Lonardi pág. 61



Indaliano

Vi tu arte pintor vanguardista y me dejé seducir por el garbo de tus pinceles, por el quebranto de tu mirada, por lo profundo de tu sentimiento, brotando en cada paño como gota de manantial, de savia, que alimentó tus días y tus vivencias en el sur. Hambriento de color, sediento de luz, animal de desierto, grabaste tu impronta a fuego. Fue tu esquema. Fue tu entusiasmo. Fue tu querer hacer sin medida, sin metas, tu entrega, tu esencia, tus ganas de gaviota nueva que todavía hoy, revolotea en cada margen, en cada pincelada extrema. Vi tu arte en Casa de Pakyta.

Vi con tus ojos que hoy son los míos extasiados, cosmopolitas, indalianos, para toda la vida, combatiendo el desarraigo, abriendo una grieta, acercando presente futuro y pasado porque sí, por respirar arte por los cuatro costados, por no poder aguantarlo. Enamoran tus siluetas de áridas montañas, las tapias, las mojaqueñas, las costumbres de la tierra… Tu pintura realista, singular, ensalzó el paisaje y sus gentes. Reminiscencias mediterráneas, magníficas iconografías, revulsivo contra abulia y apatía de una oscura época, que aún persiste y resiste el inefable castigo del tiempo, durmiendo el sueño del lienzo y en perenne espera. Del libro Letras sobre papel (inédito)


Busco las respuestas con mirada de loba hambrienta. Bandada de gorriones se me escapan de la boca y fluye la palabra que, más pronto que tarde, habrá de convocarse y las sospechas se hacen canto, se hacen puntos suspensivos que arrebata el viento de un zarpazo. Por aquí sólo quedan preguntas en los balcones… y me siento cada vez más sola, como una mujer marcada por el desamparo y el abatimiento

Del libro Poemas para leer a deshoras (2017)




María Lago

pág. 66



Otros febreros

Las salas de los viejos hospitales cobijan a veces los febreros, si en las puertas de los números pares resurge como un blues la voz rasgada de Moddy Waters. Febrero suele estar entre los bancos empapado de mantas, cubierto de azafrán, cuando las marquesinas llenas de antimendigos no sirven, ni siquiera, para cobijar sueños. Puedes buscar febreros tristes, como lunes sin sol, si el tambor de la lluvia despliega su cristal en los rostros que miran las ventanas. Pero un día vendrán, sin un porqué, esas flores a cubrir vertederos sembrados de amarillo y en almendros de nieve derretida, dispuestas a enterrar inviernos, prontas a despertar en ti otros febreros.


Aquella luz

Hay un pulso nacido de la bruma, sostenido en el brazo de los sauces, que trasluce su tibio despertar a paisajes desiertos de metáforas. Cuando pasa el reflejo sin escorzo y el arroyo sin luna en los discursos, la escritura de lápices sin mina rememora de cántaros, arenas. Mas si llega la nieve a tocar fuego, si el desnudo se viste con gotas de rocío, volverá a dar cobijo aquella luz en las cuencas inmensas de tus brazos, y pondremos al fin la primavera en el sitio mejor de nuestra casa.


Aprendices

Una vez nos tejimos a una misma tela, como dos parches a un lienzo roto. Tras un corte maestro la ocasión nos hilvanó a unos cuerpos tempranos en costumbres, donde la piel entraba como aguja por los poros marcados con citas escondidas. Las puntadas cosieron nuestros nombres a un traje sin medida, de otra temporada; nos quedaban muy grandes las mangas del abrazo y los bolsillos cortos, aún, en experiencias. Parecíamos niños jugando a los disfraces, exentos de pericia. Éramos aprendices, todavía, de un mundo hacedor de futuros descosidos.



Este libro se imprimió con motivo de la segunda edición de los encuentros “Poetas en el Museo” celebrados en el Museo de Arte de Almería en septiembre de 2017.


Cinco a las 8 POETAS ALMERIENSES EN EL MUSEO II


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