MANJARES PINTADOS. BODEGONES ALMERIENSES

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MANJARES PINTADOS bodegones almerienses


CRÉDITOS Catálogo

Exposición

Editan Ayuntamiento de Almería Fundación de Arte Ibáñez Cosentino

Museo de Arte Doña Pakyta (Almeria) Del 26/03/2019 al 5/05/2019

Colabora Diputación Provincial de Almería Texto © Juan Manuel Martín Robles Dirección de Arte Juan Manuel Martín Robles Impresión digital Fundación de Arte Ibáñez Cosentino Depósito legal AL 1097-2019

Produce Fundación de Arte Ibáñez Cosentino Organiza Ayuntamiento de Almería Colaboran Diputación Provincial de Almería Comisario, diseño y coordinación Juan Manuel Martín Robles


EL BODEGÓN COMO GÉNERO PICTÓRICO Apuntes al hilo de una exposición JUAN MANUEL MARTÍN ROBLES Comisario de la exposición

D

efinido por Francisco Calvo Serraller (1991, p. 45) como una «pintura que representa objetos inanimados de la realidad cotidiana dentro de un espacio acotado por el pintor, ya sean naturales o hechos por el hombre», y caracterizado por Reinhold Hohl (1979, p. 8) como el «encuentro silencioso con la realidad inarticulada de las cosas» que, a la postre, daría lugar «a una dimensión filosófica y artística que va más allá de nuestra concepción confortable de la realidad», el bodegón, o naturaleza muerta, surge como género independiente –sin formar parte de una escena mayor o como elemento simbólico vinculado a la traslación plástica del relato religioso o mitológico– en los albores del siglo XVII, como respuesta a la incipiente preocupación barroca por la Naturaleza y su representación fidedigna, así como por el «deseo enfatizado» (Viar, 2017, p. 16) de realidad que, como contraposición a la idealización de las artes, comenzaba entonces a hacerse evidente. Si bien desde la Antigüedad podemos rastrear, tanto en la literatura, como en las manifestaciones plásticas, la representación pictórica de vasijas, frutas, carnes, pescados, mariscos o floreros –como es el caso de las uvas con las que Zeuxis engañó a Parrasio, tal y como relatase Plinio el Viejo en su Historia Natural; o las representaciones que se pueden encontrar en las ruinas de Pompeya y Herculano–, no sería hasta la referida centuria cuando los pintores comenzasen a pintar bodegones con asiduidad e independencia.


Así, tras iniciarse tempranamente su representación entre los pintores de los Países Bajos, el género se extendió rápidamente por España e Italia a lo largo de todo el Seiscientos, concediéndosele a partir de entonces carta de naturaleza como un género que permitía al pintor trasladar al lienzo la realidad observada y representar con fidelidad las calidades y texturas de los distintos elementos que lo configurarán: frutas, animales muertos, ollas de cobre, vasijas de porcelana pintadas, objetos de cristal, flores, etc. Todo ello a pesar de la escasa valoración que a estas pinturas se le concedió por parte de académicos y teóricos hasta bien entrada la modernidad. No en vano, en pleno siglo XVII la Academia francesa, siguiendo las propuestas programáticas de André Felibien, situaría el bodegón o naturaleza muerta ocupando el quinto y último lugar en la jerarquía de los género pictóricos, por detrás de la pintura de historia, las escenas de género, el retrato y el paisaje –dispuestos éstos de mayor a menor importancia–. Mismo puesto al que nuestros más relevantes tratadistas barrocos –Francisco Pacheco y Antonio Palomino– relegarían en sus textos a esta pintura «liberada de tema» y considerada como un ejercicio propio para la «investigación básica sobre la pintura, su material y sus medios» (Casper, 2008, p. 18). Tras unos siglos durante los cuales, a pesar de la escasa importancia que al bodegón le concediesen críticos, tratadistas y académicos –e incluso los propios artistas, que siempre preferirían la representación de temas “más elevados” para sus grandes composiciones–, el género siguió manteniendo un lugar de referencia entre un público cada vez más amplio, «que requería, en principio, asuntos intrascendentes para la decoración de sus casas» (Riello, 2008, p. 62). Hecho éste que tendrá especial importancia a partir del Impresionismo –tras la descarnada y magistral lección de realismo goyesca o las fundamentales aportaciones al género de artistas como Chardin o Jean-Baptiste Oudry, en el siglo XVIII– y especialmente tras los


trabajos de Paul Cezanne, quien, abandonando los caminos trazados, se aplicó en sus naturalezas muertas en «cristalizar lo esencial y subrayar los principios fundamentales de la forma» (Casper, 2008, p. 20). Dos instantes, esenciales en la definición de la modernidad artstica, en los que el bodegón resurgirá nuevamente como género, convirtiéndose a partir de entonces en el campo perfecto para la experimentación y renovación promovida por las distintas vanguardias o ismos que se sucederán a lo largo del primer tercio del siglo XX. Un momento a partir del cual, superado ya, tras la liberación del yugo academicista, el concepto jerarquizador de la pintura en base a los temas u objetos representados, el bodegón tendrá una “nueva vida” justificada en la mera representación, realista y desligada de connotaciones extrapictóricas, de aquellos elementos elegidos por el pintor tanto por su belleza, como por la sugestión que sus formas o colores ejerciesen sobre el propio creador. Una sugestión que llevaría a Giorgio de Chirico a declarar que, «la naturaleza muerta tiene, en alemán, otro nombre muy bello y muy preciso; este nombre es Stilleben, vida silenciosa. En efecto, la naturaleza muerta es un cuadro que representa la vida silenciosa de los objetos, una vida tranquila, sin sonidos ni movimientos, una existencia que se expresa con el volumen, la forma y la plasticidad» (extractado AA. VV., 1999, p. 179).

Bella definición, indisolublemente unida a la propuesta estética metafísica de la que el pintor italiano fue principal representante, que bien podría afectarse a todos y cada uno de los bodegones que, firmados por algunos de los más relevantes pinceles almerienses del siglo XX, ahora se exponen en el Museo de Arte de Almería. Una ciudad cuya vinculación con el género destacaba en 1950 el crítico y escultor Fernando Ochotorena al señalar que, «ha sido siempre asunto pictórico almeriense el bodegón, tanto que preguntó siempre la crítica: ¿A qué es debido la insistencia de este tema, en una


tierra de ambiente tan propicio al paisaje? La realidad es que el pintor no busca ambiente, sino pintura y calidad y en el bodegón se puede conducir y componer con mejor criterio los elementos para lograr el efecto deseado». Una selección la aquí mostrada –reducida por el propio espacio expositivo– y recogida en las páginas que siguen que nos llevará desde la matérica composición de rotundas siluetas, sobriedad cromática y picassiano recuerdo, en su ruptura con la perspectiva renacentista, de Ginés Parra –una obra expuesta en 1976 en la famosa individual que el artista almanzorí afincado en París celebrase en la Crane Kalman Gallery de Londres y nunca antes mostrada en España–, hasta los bodegones indalianos firmados por Capuleto, Cañadas y Pituco. Obras singulares en la producción de cada uno de estos artistas, bien por su rareza –como es el caso de los juveniles ejercicios de Capuleto, que ahora se exponen por vez primera–, la esencialidad de las mismas –transformada en sutil y silenciosa poética en el Bodegón con pescados del siempre sensible Luis Cañadas– o la consolidación de una propuesta trabajada a lo largo del tiempo bajo la influencia –reconocida y admitida–de Cezanne y la lección cubista –siempre reinterpretadas a la luz de los postulados mediterráneos del Indalo–, en el caso de Pituco. Todo ello pasando por los clásicos bodegones de Viciana, Moncada Calvache –quien con sus bodegones de uvas y representaciones de vasos y objetos de cristal con agua tantos éxitos obtuvo en sus numerosas exposiciones celebradas en Almería y Barcelona, o en las Exposiciones Nacionales a las que, entre 1922 y 1934, concurrió– y Gómez Abad, artista almeriense que haría del bodegón de tradición hispana una de sus señas de identidad. Unos bodegones en los que, en paralelo a la indudable calidad plástica de los mismos, los elementos típicos de nuestra gastronomía y cocina se erigen en protagonistas absolutos.


Bibliografía y fuentes AA. VV. (1999). La naturaleza muerta: la historia, los desarrollos internacionales, las obras maestras. Madrid: Electa. AA. VV. (2000). El bodegón. Barcelona: Galaxia Gutenberg. Calvo Serraller, Francisco (1991). La teoría de la pintura en el Siglo de Oro. Madrid: Cátedra. Calvo Serraller, Francisco (2005). Los géneros de la pintura. Madrid: Taurus. Casper Bott, Gian (2008). Naturaleza muerta. Londres: Taschen. García Menéndez, Bárbara y Gil, Alberto (2017). «Naturalezas vivas». En La apariencia de lo real. Cincuenta años de arte realista en España (1960-2010) (cat. exp.). Málaga: Fundación Palacio de Villalón, p. 49-50. Hohl, Reinhold (1979). «El diálogo silencioso. La naturaleza muerta en el arte del siglo XX». En Maestros del siglo XX. Naturaleza muerta (cat. exp.). Madrid: Juan March. Jordan, William B. y Cherry, Peter (1995). El bodegón español de Velázquez a Goya (cat. exp.). Madrid: El Viso. Martín Robles, Juan Manuel (2010). Andrés García Ibáñez. Naturalezas muertas y retratos. Almería: Fundación Museo Casa Ibáñez. Martín Robles, Juan Manuel (2018). Museo de Arte de Almería. Guía y catálogo de obras (2ª ed.). Almería: Ayuntamiento. Ochotorena, F. (1950). «Rincón de las Bellas Artes. Los bodegones de Gómez Abad». Yugo (Almería), 26/03/1950. Riello, José (2008). «El bodegón español. Maestros de la naturaleza». Descubrir el Arte, 117, p. 60-65. Viar, Javier (2017). «Aspectos del realismo». En La apariencia de lo real. Cincuenta años de arte realista en España (1960-2010) (cat. exp.). Málaga: Fundación Palacio de Villalón, p. 15-19.


CATÁLOGO DE OBRAS


GINÉS PARRA (Zurgena (Almería), 1896 – París, 1960) BODEGÓN CON JARRA, PLÁTANO Y PERA (1946) Óleo/lienzo. 54x65 cm. Colección familia Tara-de Miguel


ESTEBAN W. VICIANA (Almería, 1879 – 1961) GRANADAS Óleo/lienzo. 33x46 cm.

Colección Francisco Salmerón


JOSÉ MONCADA CALVACHE (Almería, 1893 – Alhama (Almería), 1988) BODEGÓN DE UVAS Óleo/lienzo. 48x60 cm.

Colección Álvaro y David Segura Arán


JOSÉ GÓMEZ ABAD (Pechina (Almería), 1904 – Almería 1993) BODEGÓN CON PERDIZ (1951) Óleo/tabla. 23,4x18,1 cm. Colección particular


JOSÉ GÓMEZ ABAD PESCADOS (1965)

Óleo/lienzo. 73x92 cm. Colección particular


FRANCISCO CAPULINO, ‘CAPULETO’ (Almería, 19280 – 2009) BODEGÓN CON HIGOS, UVAS Y MANZANAS (1945) Óleo/lienzo. 23,9x33,2 cm. Colección particular


FRANCISCO CAPULINO, ‘CAPULETO’ BODEGÓN CON CIGALAS Y GRANADA (1945) Óleo/lienzo. 24,2x33,2 cm. Colección particular


LUIS CAÑADAS (Almería, 1879 – Madrid, 2013) BODEGÓN CON PESCADOS Óleo/papel. 22,5x32,5 cm. Colección Francisco Salmerón


FRANCISCO GARCÍA GIMÉNEZ, ‘PITUCO’ (Granada, 1934 – Almería, 1991) FRUTAS Y BOTELLA NEGRA (1987) Óleo/lienzo. 50x61 cm.

Colección Estudio-53





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