pinturas y dibujos 1954 • 1988
CRÉDITOS Catálogo
Exposición
Editan Ayuntamiento de Almería Fundación de Arte Ibáñez Cosentino
Museo de Arte Doña Pakyta (Almeria) Del 1/02/2019 al 10/03/2019
Colabora Diputación Provincial de Almería Texto © Juan Manuel Martín Robles Dirección de Arte Juan Manuel Martín Robles Impresión digital Fundación de Arte Ibáñez Cosentino Depósito legal AL 360-2019
Produce Fundación de Arte Ibáñez Cosentino Organiza Ayuntamiento de Almería Colaboran Diputación Provincial de Almería Estudio-53 (www.estudio-53.com) Galería Galce (Almería) Comisario, diseño y coordinación Juan Manuel Martín Robles
Carlos Pradal
Acotaciones sobre el artista
Q
uinto hijo del arquitecto y diputado socialista por Almería Gabriel Pradal Gómez (Almería, 1891 Toulouse, 1965) y la granadina Mercedes Rodríguez, Carlos Pradal Rodríguez (Madrid, 17/02/1932 - París, 30/11/1988) pasó su primera infancia entre Madrid y Almería. Provincia en la que su familia se encontraba en el verano de 1936, cuando estalló la Guerra Civil española. Forzados al exilio por las ideas políticas de ambos progenitores y la participación de su padre en el bando republicano durante el conflicto armado, tras un breve paso por el campo de refugiados de Carnot (Orán), la familia Pradal Rodríguez se instaló finalmente en Toulouse (Francia), en julio de 1939. Allí el joven Carlos, tras culminar en 1952 sus estudios de bachillerato, cursa Lengua Española en la Facultad de Letras. Unos estudios universitarios que, atraído desde su más tierna infancia por la pintura –ya durante sus años escolares y de bachillerato, partiendo de una formación totalmente autodidacta, «dibujó sin descanso y pintó a los gitanos de Saint-Cyprien, las barquitas amarradas bajo los Pons-Jume-aux, los vagabundos de los muelles de la Garona, los niños desamparados y también retratos de gran pureza» (Domergue e Izquierdo, 2003, p. 292)–, simultaneó con su paso por la Escuela de Bellas Artes de Toulouse. Espacio de formación artística donde acudió, en calidad de oyente, al taller de Raoul Bergougnan (Toulouse, 1900-1982). Pintor tulusino que, como el propio Pradal reconociese, «le aportó algo fundamental en su pintura: la capacidad de visionar el objeto que se va a pintar, y olvidar el espacio que hay a su alrededor» (Izquierdo, 1998, p. 432). Finalizados sus estudios académicos y tras tres años (1957-1960) trabajando como profesor de español en diversos liceos de la región francesa de Midi, lo que le llevó a desligarse durante largas temporadas de la práctica pictórica, en 1960 Pradal decidía abandonar la docencia para dedicarse en exclusiva a la pintura. Comienza entonces una intensa carrera en cuyos primeros años, entre 1960 y 1965, realizó, en colaboración con varios arquitectos, murales decorativos en iglesias y locales públicos de Toulouse, como la iglesia de santo Tomas del convento de Padres Dominicos o la sede del Partido Socialista Obrero Español, en la Cité Technique de Narbonne y en diversos liceos de la región, como el de Catelnaudary o el de Vic-en-Bigorre; publicó sus dibujos en La Dépeche du Midi, diario tulusino en el que colaboró de forma continuada durante más de una década; llevó a cabo una extensa producción gráfica, en ocasiones vinculada a la producción literaria de aquellos años, participando en la ilustración de libros como L’erotisme in Spagna (1968), Juliette ‘La Franquiste’ (1968) o las obras completas de Pierre Benoit publicadas por el Cercle du Bibliphile; y emprendió el camino que habría de llevarle
a ser considerado como un destacado representante de la Escuela de Toulouse. Ciudad a cuyo ambiente artístico siguió vinculado durante años –incluso tras afincarse en París– y en la que, tras su temprana participación en algunas exposiciones colectivas –como el Salón de Artistas Meridionales (1956) o el II Salón Art Présent (1958)– y su primera individual, celebrada en 1960 en la Galería Oeillet, participó en numerosas colectivas –concurriendo en varias ocasiones a los salones referenciados– y expuso en solitario en las principales galerías, como Oeillet, donde expuso nuevamente en 1963, Andrieu (1964, 1970) y Simone Boudet. Sala comercial en la que su obra fue presentada en 1975, 1979, 1981 –cuando mostró su serie ‘Los billares’–, 1984 y 1986. Año en el que el Museo de los Agustinos de Toulouse acogió una exposición antológica, con ciento ochenta cuadros, mostrando la evolución del pintor a lo largo de los últimos veinticinco años. En 1972, ante las dudas que en el artista generaban las posibilidades, reales, de desarrollar una carrera profesional en Toulouse, Pradal decidió trasladarse a París, donde se instalaría de forma definitiva y, gracias a la intervención del crítico de arte Gérard Xuriguera, rápidamente se integró, junto a Joaquín Peinado (Ronda, 1898 - París, 1975), Orlando Pelayo (Gijón, 1920 - Oviedo, 1990), Xavier Valls (Barcelona, 1923-2006), Antoni Clavé (Barcelona, 1913 - Saint-Tropez, 2005), Pere Pagés (Barcelona, 1934) o Doroteo Arnáiz (Madrid, 1936), entre otros, en la tercera generación de la Escuela Española de París. Seleccionado para el prestigioso ‘Prix de la Critique’ el mismo año de su llegada a la capital francesa –anteriormente ya había sido galardonado, en 1966, en la ‘Quinzaine d’Art de Quency (Montauban)–, Pradal expuso por primera vez en París en 1975, tres años después de su llegada a la ciudad. Una muestra individual, celebrada en la Galería del Prado, a la que, al margen de su participación en colectivas –muchas de ellas vinculadas a la Ecole de Paris en la que se integró rápidamente–, siguieron las de 1978 –Galería Simon–, 1979 –Galería B.I.M.C.–, 1980 –Casa de España en París–, 1983 –Centro Cultural de Le Halles, donde mostró su serie ‘El flamenco’– y 1988, cuando expuso en el Espacio Vendôme. A finales de 1975, Pradal retorna a España y presenta su obra, hasta entonces inédita en nuestro país, en la Galería Frontera de Madrid. Una sala en la que expuso, con gran éxito de crítica y público, una selección obras a la que se referiría Antonio Manuel Campoy (1975) en el diario ABC destacando la importancia del color y la raíz velazqueña de sus atmósferas: «En Pradal nunca perderemos la noción de lo real, ni siquiera nos la hace perder el intenso colorismo con que a veces de manifiesta. Este, poro el contrario, la acentúa y exalta más y más. No se trata, como en el fovismo, de hacer al color protagonista único. Pradal, que es un gran colorista, utiliza la paleta como el medio más idóneo de una expresión que nunca se enfierece, que siempre permanece reposada, hasta ataráxica, formalmente ordenada, muy poética, sin vaguedades ni delirios. Tal vez se trate de un sutil análisis de la luz mediante el color, de una suerte de impresionismo mitigado, poco reconocible porque no se identifica absolutamente con el natural. El toque ágil y delicado es de inspiración velazqueña, y más velazqueña es la atmósfera de algunas de sus composiciones, en las que las cosas se fugan en la totalidad del cuadro, sin líneas demarcadoras, pues la luz –siempre a caballo del color– todo lo empasta y unifica».
Una primera muestra individual española a la que, alternando con las celebradas en París –ciudad en la que continuó viviendo hasta su fallecimiento, a pesar de sus frecuentes viajes a nuestro país y el «profundo sentimiento que le une a España» (Izquierdo, 1998, p. 435)– y otras localidades francesas como Cannes (1975), Fontenay-sous-Boix (1976), Arles (1976), Saint-Nazaire (1978), Crosnes (1979), Mazamet (1979) o Montauban (1982), siguieron las organizadas en 1977 en la Galería Castilla de Valladolid y la Galería Libros de Zaragoza, en 1978 en la Sala de Exposiciones de la Caja de Ahorros de Guadalajara, o en 1988, cuando su obra se mostró en la Galería Greca de Barcelona y el Palacio Pemartín de Jerez de la Frontera (Cádiz). Sobre la importancia que su regreso a España tuvo en su pintura Sophie Cathala (1989) indicaría años después: «la vuelta a España ha cambiado su paleta como la luz de sus cuadros. Una luz que viene de dentro. Presente. Valiente. Dura como una piedra y que del diamante tiene ese brillo tan específico que transmite una vibración a las sombras alrededor. El color se enriquece, pero la expresión permanece reposada, hasta silenciosa, más ordenada, con una poesía sin vaguedades ni delirios». Estrechamente vinculado desde su retorno a España a la ciudad de Almería, aquel «paraíso perdido» (Para, 1985) donde mantuvo una intensa relación con el ambiente artístico local y el mundo del flamenco –tema que incluye en su pintura en la década de 1980, alejándose de aspectos folcloristas para centrarse en pintar, como señalase su esposa, Sophie Cathala (1989), «la luz del flamenco»–, y al Cabo de Gata, privilegiado espacio natural al que regresó, a partir de 1975, todos los veranos, Pradal expuso en varias ocasiones en Almería. Su primera exposición almeriense fue la individual que acogió la Galería Argar en mayo de 1983. Una muestra amplia –veinte óleos y dieciséis acuarelas y gouaches– en la que Pradal, quien entonces definía su obra como «una mezcla de expresionismo y algo de abstractismo» (Kayros, 1983), presentó, junto a obras de temáticas “clásicas” en su producción –palomas, bodegones, flores y retratos, entre los que destacaba una cabeza de Picasso–, una nutrida selección de imágenes gravitantes en torno al mundo del flamenco. «Unas variaciones musicales y cromáticas sobre un mismo tema», en palabras de Antonio Fernández Gil ‘Kayros’ (Kayros, 1983), sobre las que el propio Pradal apuntaba entonces –señalando el porqué de su predilección plástica por el tema– que, «el flamenco puede ser para mí una nostalgia. Soy un refugiado y lo típicamente español puede estar vivo en mí del modo más inconsciente. Pero no quisiera con ello entrar en cuestiones nacionalistas. A mí todo eso no me interesa. Soy enemigo de cualquier costumbrismo nacionalista o nacionalizado. Me interesan la vida y el arte de los cantaores, porque considero que tienen una fuerza que va con mi modo de hacer pintura» (Kayros, 1983). Junto a Kayros, también prestó atención a aquella primera exposición almeriense de Pradal el pintor y crítico de arte Diego Domínguez, quien señaló que, «la espontaneidad es la nota característica en la obra de Pradal. Influye en una pincelada amplia y suelta, con la sobriedad de los grises como renuncia a todo lo ornamental […] Es el grito expresionista en profundidad lo que le interesa y que comunica con la justeza de la mancha de una pintura, que sin serlo, se aproxima a lo impresionista» (D., 1983). Dos años después, Pradal, quien se refería entonces a su propuesta plástica señalando que «lo más importante de mi obra es el ritmo. Pintar es como una música, una cadencia a base de pince-
ladas» (Para, 1985), volvía a la sala dirigida por el pintor indaliano Miguel Cantón Checa, del 16 al 31 de agosto de 1985, para presentar, junto a otros asuntos, su serie ‘Tauromaquia’. Organizada por la vocalía de arte del Ateneo almeriense, sobre las obras de temática taurina expuestas en Argar apuntaba Inocencio Navarro (1985): «Pradal desgarra dulcemente las formas a brochazos medidos de su sobria paleta, desnudándolas de elementos superfluos, simplificándolas a su pureza atávica. Sus pinceles ponen al toro en suerte con la facilidad de la maestría, desgranando el rojo del capote a lo largo y ancho del lienzo […] Se han abierto las puertas del toril y el negro, obsesivo, llega al incendio con la fuerza de su casta, grafismo simple y preciso que Carlos Pradal recrea en su obra, dos golpes zainos en mitad de la arena, sutil aguada con reflejos dramáticos y toro y torero inician el ritual». En abril de 1988, con motivo del 25 Aniversario de la Peña flamenca El Taranto –con la que tanta vinculación tuviese el pintor afincado en París durante sus estancias almerienses–, la obra de Pradal se exponía junto a las fotografías de Manuel Falces (Almería, 1952-2010) en la Sala de exposiciones de la Casa de la Juventud y la Cultura de Almería. Para la ocasión, junto a la propuesta de Falces titulada ‘Las cuatro estaciones’ se expusieron cinco lienzos de temática flamenca, cantaores, del pintor de raíces almerienses vinculado a la Escuela de París. Con motivo de aquella exposición –la última celebrada en Almería antes de su fallecimiento y la que organizase el Ateneo local, del 1 al 13 de agosto de 1989 en el Patio de Luces de la Diputación Provincial, en su recuerdo– y de su estancia en Almería, Pradal concedió a María José F. Amate una entrevista en la que, al margen de destacar su temprana afición al arte –«desde niño tuve mucha afición a la pintura y al dibujo. Mi padre compraba muchos libros, y desde pequeño empecé a ver láminas de cuadros de Velázquez, de Rembrandt… y aquello influyó bastante en mi visión» (Amate, 1988b)– y su formación autodidacta, el pintor volvería a incidir en la importancia del ritmo y la luz en su obra: «lo que yo amo en la pintura es la palpitación de un cuadro: un cuadro para mí, debe palpitar de vida. Y eso, es cuestión de darle un ritmo personal a la pincelada, que es lo que cultivo desde hace mucho tiempo […] mi pintura está basada sobre esa palpitación y sobre un estudio de las sombras y de la luz» (Amate, 1988b). Al margen de estas exposiciones, también estuvo presente la obra de Pradal durante los años ochenta del pasado siglo en algunas colectivas celebradas en la galería almeriense Argar, como la muestra ‘Pintores españoles de la Escuela de París’ con la que se inauguró la el 13 de julio de 1982; y ‘Once pintores de la Galería’, celebrada del 20 de septiembre al 2 de octubre de 1983. Ocasiones todas estas en las que quedaría manifiesta la preferencia de Pradal, autor de una propuesta figurativa en la que, partiendo siempre de la realidad –«no he podido prescindir de lo visible», indicaba el artista a Xuriguera (1975, s/p)–, crearía una obra reflexiva de ascética poética, por unos pocos motivos, esenciales, sinceros y cercanos, a través de los cuales descubrirnos su alma mediterránea, traspasada de una particular y meditada interpretación de la luz y los volúmenes, partiendo de su personal interpretación de los salones de billar, las naturalezas muertas y los bodegones –siempre sencillos, enraizados en la tradición zurbaranesca–, el flamenco, los toros, las palomas, el desnudo femenino o sus mujeres paseantes. Temas algunos de ellos presentes en la selección de
dibujos y pinturas que, no expuestos con anterioridad en Almería, se presentan ahora en el Museo de Arte Doña Pakyta. Una selección de piezas, pertenecientes todas a colecciones almerienses, que nos llevarán desde sus primeras propuestas plásticas de los años cincuenta, con ejemplos como Jóvenes bailando (1954) y Marineros (1955) –dos obras, aún alejadas de la sobriedad cromática que caracterizará su obra madura, donde se atisban ecos de la tradición fovista y el clasicismo mediterráneo que impregnó, a través del deseado ‘Retorno al orden’, todo el arte europeo tras la I Guerra Mundial–, hasta su plena madurez, con obras, características de su personal forma de afrontar el Arte y la realidad, como Bodegón con calabazas (1988), óleo en el que se patentiza la pincelada rápida, suelta, nerviosa, de un artista que capta la fugacidad del tiempo y la luz, pasando por algunos ejemplos excepcionales de su maestría como dibujante de trazo enérgico y certero, dominador de las luces, los volúmenes y la composición, como Descanso (1972), Bodegón del almirez (c. 1974) o Nôtre Dame (París) (1975). Obras representativas de sus vínculos tanto con la Escuela de Toulouse como con la Escuela Española de París con las que rendimos nuestro pequeño homenaje a una intensa y apasionada trayectoria artística. La de un artista que nos abandonó, de forma prematura, hace ahora poco más de treinta años. Juan Manuel Martín Robles Comisario de la exposición
Bibliografía y fuentes
“El pintor C. Pradal expondrá sus obras en la galería Argar” (1985), La Voz de Almería (14 de agosto). “Muestra conjunta en «Argar»” (1983), La Voz de Almería (21 de septiembre). Amate, M. J. (1988a) “Exposición de Manuel Falces y de Carlos Pradal en la Casa de la Juventud”, La Voz de Almería (28 de abril). Amate, M. J. (1988b) “Carlos Pradal: «Un cuadro debe palpitar de vida»”, La Voz de Almería (3 de mayo). Campoy, A. M. (1975) “Carlos Pradal, Abuja. Otras exposiciones”, ABC (7 de diciembre). Cara Barrionuevo, L. (2006) “Pradal, Carlos”, en Diccionario biográfico de Almería. Disponible en: http://www.dipalme. org/Servicios/IEA/edba.nsf/xlecturabiografias.xsp?ref=618 (accedido: 03/01/2019). Cathala Pradal, S. (1989) “Carlos Pradal”, La Voz de Almería (5 de agosto). D. (1983) “Carlos Pradal, en «Argar»”, La Voz de Almería (5 de mayo). Domergue, L. y Izquierdo, V. (2003) “Arte y exilio”, en Alted, A. y Domergue, L. (coords.) El exilio republicano español en Toulouse, 1939-1999. Madrid: UNED, p. 279-304. El País (1988) “Necrológicas. Carlos Pradal, pintor”, El País (2 de diciembre). Izquierdo Expósito, V. (1998) “Carlos Pradal: luces y sombras entre Toulouse y París”, en Alted Vigil, A. y Aznar Soler, M. (coords.) Literatura y cultura del exilio español de 1939 en Francia. Madrid: Gexel, p. 429-442. K. (1982) “Se llama Argar, y comienza con pintores españoles en París”, La Voz de Almería (13 de julio). Kayros (1982) “La magia de los grandes nombres”, La Voz de Almería (15 de julio). Kayros (1983) “Variaciones expresionistas sobre el flamenco”, La Voz de Almería (1 de mayo). La Vanguardia (1977) “Noticiario de arte”, La Vanguardia (15 de noviembre). Martínez, D. (2013) “Carlos Pradal, 25 años de ausencia del pintor que amaba el flamenco”, Diario de Almería (30 de noviembre). Para, N. (1985) “Carlos Pradal. Hijo de un político almeriense exiliado y pintor de lo fugaz”, La Voz de Almería (15 de agosto). París: Arte Español hoy (1987). Madrid: Galería de Arte Rayuela. Redacción (1989) “Una exposición abre esta tarde el homenaje al pintor Carlos Pradal”, La Voz de Almería (1 de agosto). Xuriguera, G. (1974) Pintores españoles de la Escuela de París. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones. Xuriguera, G. (1975) “Carlos Pradal”, en Dibujos de Pradal (col. Maestros Contemporáneos del Dibujo y la Pintura). Madrid: Ibérico Europea de Ediciones.
Catรกlogo de obras
Jóvenes bailando (1954) Óleo/lienzo. 35,7 x 46 cm Firmado y fechado: “54 Carlos PRADAL” (ángulo inferior izquierdo) Colección Estudio-53
Marineros (1955) Gouache/papel. 48,5 x 62,2 cm Firmado y fechado (anverso): “Pradal 55” (ángulo inferior derecho) Colección Museo Ibáñez, Olula del Río (Almería)
Descanso (1972) Lápiz/papel. 31,3 x 49,3 cm Firmado y fechado: “Pradal 72” (ángulo inferior derecho) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Museo Ibáñez, Olula del Río (Almería)
Cita (1973) Gouache/papel. 49 x 63 cm Firmado y fechado: “Pradal 73” (ángulo izquierdo inferior) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Francisco Salmerón
Bodegรณn (1973) Gouache/papel. 52 x 65 cm Colecciรณn Estudio-53
Fusilamiento (1973) Aguada/cartulina. 50 x 65 cm Firmado y fechado (anverso): “Pradal 73” (ángulo inferior derecho) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Galería Galce
Bodegón del almirez (circa 1974) Tinta/papel. 15,3 x 21,7 cm Firmado: “Pradal” (ángulo inferior izquierdo) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Estudio-53
La jaula (1975) Aguada/papel. 31 x 37,5 cm Firmado y fechado: “Pradal 75” (ángulo inferior izquierdo) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Estudio-53
Nôtre Dame (París) (1975) Tinta/papel. 23,8 x 32 cm Firmado, fechado y dedicado: “Recuerdo de París / para Alfonso / Carlos Pradal / 9 de mayo 75” (ángulo derecho superior) [Reproducido en Dibujos de Pradal. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones, 1975] Colección Francisco Salmerón
Bodegón con calabazas (1988) Óleo/lienzo. 49 x 64 cm Firmado y fechado: “Pradal 88” (ángulo superior izquierdo) Colección Estudio-53