Intendenta de Montevideo Ana Olivera Secretario General Ricardo Prato Director General del Departamento de Cultura Héctor Guido Directora de la División Artes y Ciencias Ana Knobel Directora del Servicio Artes y Letras Marta Liuzzi Coordinador del Museo de la Memoria Elbio Ferrario
Centro Cultural Museo de la Memoria - MUME Av. de las Instrucciones 1057 (ex Quinta de Santos) casi Bvar. José Batlle y Ordóñez - CP 11600 Tel. (+598) 2355 5891
ROBERTO SABAN
Líneas de ómnibus: por Av. de las Instrucciones: 149 por Av. Millán: 148, 151, 157, 526, 582, D5 por Bvar. José Batlle y Ordóñez: 2, 145, 150, 195, 522, L29
Exposición: 10 de marzo al 5 de mayo de 2012
Correo electrónico: museodelamemoria@imm.gub.uy Prensa y difusión: comunicacion.mume@gmail.com
Curaduría y textos: María Eugenia Grau
Abierto de Lunes a Sábados de 12 a 18 horas Más información: http://museodelamemoria-montevideo.blogspot.com http://www.montevideo.gub.uy/ciudad/cultura/museos-y-salas/ centro-cultural-y-museo-de-la-memoria El Departamento Educativo del MUME coordina las visitas programadas con instituciones educativas y grupos organizados, de mañana y de tarde. Para consultar y/o solicitar visita puede llamar al teléfono del Museo o escribir a: departamentoeducativomume@gmail.com Se realizan visitas asistidas para todo público, de lunes a sábados a las 16 horas
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Intendencia de Montevideo
ROBERTO SABAN (Ciudad Vieja, Montevideo,1948). Reside en Buenos Aires desde 1977. Comienza su formación plástica en la Fundación Esteban Lisa con el profesor Isaac Zylberberg y en los cursos de modelo vivo en la fábrica autogesionada IMPO transformada en Centro Cultural y Educativo. Continúa en la Academia Profesor Eduardo Mc Entyre con dibujo y óleo; realiza seminarios de Grabado en el Museo Nacional del Grabado de Buenos Aires con el Profesor Daniel Fernández. Se interesa unos años en el arte Sumi con maestros formados en Japón. Cursa en el taller AXA con Lucrecia Orloff y Gabriela Aberastury estudios de técnicas mixtas de grabado. Especializa su trabajo de grabado en el taller de Alicia Díaz Rinaldi; toma seminarios de acuarela en la Fundación Academia Guillermo Roux; integra el taller de Gabriela Aberastury "Espacio Camargo" desde el año 2000 donde profundiza técnicas al óleo y realiza clínica de arte.
“Ante una imagen –tan antigua como sea– el presente no cesa jamás de reconfigurarse (…). Ante una imagen –tan reciente, tan contemporánea como sea– el pasado no deja de reconfigurarse, dado que (toda) imagen deviene pensable en una construcción de memoria. (…) Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo” Georges Didi-Huberman: “Ante el tiempo”
Si eligiéramos un único punto de vista, la serie Deportados de Roberto Saban daría cuenta de la peripecia de dos personas, sus padres: NissimEllen, que intentan salir de una Europa envuelta en la vorágine fascista y antisemita de los años previos a la segunda guerra mundial. Para destacar y personalizar el marco de procedencia de cada uno, el artista invita a observar sus obras ya sea desde sus anversos o reversos, a manera de un guión doble de trayectos vitales. Los personajes terminarán conociéndose en el viaje que, luego de muchas vicisitudes, logran hacer a América. Sin embargo, circunscribirnos a ese único relato significaría reducir la variedad expansiva de los procesos de memoria que despliega la serie: multiplicidad de imágenes, textos, sellos, objetos, mapas…
exceden al relato único. El conjunto pone en funcionamiento un universo de variados anclajes; uno de ellos radica en la composición de las obras que, voluntariamente, esquiva un solo centro de observación. Valiéndose del collage, el artista desvía además la lógica cronológica acostumbrada, para representar desde puntos de vista formales y conceptuales sentidos de herencias colectivas que desbordan el relato familiar. Así la propuesta se amplía en imágenes estrechamente vinculadas al sentimiento de estupor y desesperación que amplios sectores de la sociedad europea de la época atravesaban; ya fuera por su condición ideológica de: comunistas, sindicalistas, artistas abstractos, judíos… seres “otros” considerados peligrosos desde una lógica de terrorismo de estado, propia de pensamientos totalitarios, excluyentes. En Deportados, Saban fusiona su eje temático con un campo plástico de diversas técnicas: grabados, dibujos, óleos, procedimientos de envejecimiento sobre material documental, todos recortados. Trabaja en capas sucesivas: en primer lugar elige tomar como soporte viejos óleos sobre telas de su autoría que trataban temas locales de tango y milonga. Esas figuras no desaparecen por completo, más bien, son sustratos que invaden o interactúan con la nueva serie desde su profundidad: a veces como elementos cromáticos imprecisos; otras, como figuras fragmentarias que intervienen (y comentan) esta nueva trama temática. El elemento paradójico radica en que estas figuras al óleo son facturas
posteriores al tema tratado por el artista en la superficie, ellas emergen desde el fondo del soporte con símiles de rupturas, como si se tratara de un juego más de memoria / herencia dictado a partir de su propia creación. Todas las obras de la serie se nutren de textos, que proceden en su mayor parte, de cartas familiares encontradas por el artista después de la muerte de su padre en el año 2005. El intenso intercambio epistolar está relacionado con los reclamos desesperados de los abuelos paternos en lograr una salida de Marsella, frente a las constantes amenazas de deportación. A pesar de los esfuerzos del hijo Nissim de sacarlos de Francia (escribe a gobiernos y asociaciones solidarias, manda dinero para documentos que queda por el camino) son confinados primero al Campo de Drancy en los alrededores de París y desde allí trasladados a Auschwitz donde son víctimas del genocidio. Esa correspondencia –que estaba escrita en una caligrafía rashí o solitreo hoy ininteligible– se silencia, y el desenlace final se confirma muchos años después. El artista incluye otros fragmentos de cartas en inglés y en español, donde se logran leer descripciones de tratamientos antisemitas en varios lugares de Europa, resultado de su constante recolección de testimonios. Junto a las cartas, la obra de Saban abunda en dibujos superpuestos y recortados donde figuran: ancianos solos, valijas, vagones, metáforas diversas del exterminio. Imágenes que se cruzan con muchas otras también frecuentes: sellos, trozos de documentos y pasaportes que destacan en distintas lenguas la condición de deportados, apátridas, permisos de permanencia mínimos, expulsión. Frente a estos fragmentos que nos remiten a situaciones de pesadilla, el artista mezcla otros tantos que dan cuenta de momentos vitales tan comunes, felices e intransferibles como los de todos: imágenes de veraneos, partituras de canciones de moda, amoríos, aspiraciones. Toda la serie está atravesada por discontinuidades y relatos contrapuestos en los que saltan y se funden distintos tiempos: fotografías de damas del novecientos y de los años cuarenta, viejos con indumentaria turca tradicional, manifestaciones de juventudes nazis, un
niño pequeño (el propio artista) con la banderita uruguaya a comienzos de los cincuenta. La extrañeza que provocan se ve acentuada con la intrusión de objetos que participan –un tanto satíricamente– en varias de las obras, junto a figuras que salen de los bordes, como fisgoneando. El procedimiento del collage parece confirmar la disposición del artista a manipular recortes de pasados a manera de montajes para ser observados de cerca. En ese sentido la obra que Saban propone, está estrechamente vinculada con la noción de historia de Walter Benjamin, concebida como períodos históricos que se entrechocan, tanto en el tiempo como en el espacio, que permite ver sus huellas. Parece afirmar que las “cosas” que estuvieron en el pasado, todas tienen un futuro irregular, en parte impredecible. Así el artista va registrando a su manera esas huellas o herencias compartidas desde su propia experiencia de memoria, en la libertad de elección de los fragmentos y en la trama asociativa que le provocan: construye y deconstruye tanto materiales como situaciones. El recorrido de la obra de Saban nos vuelve a acercar a otros pensadores del tiempo, como Dominick Lacapra, cuando afirma: “el pasado fue marcado por otros pasados y también por sus más o menos engañosas anticipaciones de futuros”, esos futuros que –insistentemente– se proyectan en particulares permanencias. María Eugenia Grau