Andrés Mauricio Galindo Español Historiador Pontificia Universidad Javeriana Para el Museo Militar de Colombia
Las tres perlas de la Armada Nacional de 1930.
Con el gobierno de Rafael Reyes, en 1904, el proyecto de profesionalizar y nacionalizar el Ejército colombiano comenzó a tomar forma luego de un siglo XIX plagado de guerras civiles. Se contemplaba también una fuerza naval que fuera capaz de defender la soberanía nacional, evitando repetir lo sucedido en Panamá. No eran muchos los buques de importancia con los que se contaba en el momento. Junto al Marroquín, donde funcionaba la Escuela Naval Nacional fundada en 1907, estaban los buques Pinzón y Cartagena, y los cañoneros Hércules y Bogotá, que formaban la marina de guerra de la época1. El siguiente gobierno no dio tanta importancia a la guerra. La Escuela Naval fue cerrada, el Marroquín, el Pinzón y el Cartagena fueron vendidos en regulares condiciones y a bajo costo. El deterioro hundiría al Bogotá en 1910, dejando sólo al cañonero Hércules patrullando el río Magdalena. La precaria situación de la Armada colombiana llevaría a la construcción del cañonero Colombia (Presidente Mosquera) en 1912. Posteriormente, en 1922 el general Pedro Nel Ospina negociaba la construcción de 3 guardacostas para el servicio de aduanas. Para 1928 no habían ocurridos muchos cambios en la marina de guerra nacional, que pasados más de 10 años seguía teniendo los mismos buques. Para empeorar la situación, el cañonero Hércules, otrora orgullo nacional, explotaba en el Magdalena por desgaste de sus calderas tras sus largos 44 años de servicio. La noticia mantuvo la atención de la prensa durante algunos días por encima de temas políticos y de movimientos sociales. Para la década del veinte Colombia tuvo un periodo de prosperidad económica debido a la indemnización por la separación de Panamá y por una serie de créditos pedidos en el exterior, que fue conocida como una prosperidad al debe. Aprovechando este momento, el presidente Miguel Abadía Méndez firmaría un contrato con la Casa Yarrow & Cia., con sede en Glasgow, Escocia, para la construcción de los cañoneros Cartagena, Santa Marta y Barranquilla, en honor a las tres ciudades costeras más importantes del caribe colombiano. El costo ascendería a $597.000, pagado por partes luego de la instalación final de cada buque. 1
CN (r) Enrique Román Bazurto, “Análisis histórico del desarrollo marítimo colombiano”, pág. 284.
Para poner el ejemplo del Cartagena se pagaron $48.730, correspondiente al 25% del contrato, luego de ser equipado y probado en el río Magdalena y estar listo para el servicio 2. El mismo pago se realizó por los otros dos cañoneros. Incluido en el precio iba un curso de instrucción de 6 meses sobre elementos técnicos de los buques. El armamento fue construido por la Casa Vickers & Armstrongs. A inicios de mayo zarparía el Cartagena desde Londres. El 12, zarparía el Santa Marta luego que el primero hubiese llegado a St. Vicent. El 10 de julio de 1930 el Barranquilla, último cañonero en zarpar llegaría sin inconvenientes a Puerto Colombia3. Las máquinas mostraron un excelente desempeño cruzando el atlántico, como cita el CN (r) Enrique Bazurto; "Estos tres cañoneros cruzaron el atlántico bajo el impulso de sus propias máquinas sin confrontar problema alguno (…) Representaron un tipo extraordinariamente eficiente de cañoneros de poco calado para servicio en ríos, incorporando a su diseño muchas mejoras en relación con tipos que les precedieron. La velocidad proyectada fue superada en las pruebas y era muy elevada para este tipo de unidades"4. Los documentos relativos al contrato dan cuenta de excelentes relaciones entre los representantes de Yarrow y el gobierno colombiano por el cumplimiento de ambas partes, en pagos y en calidad del material comprado. Sólo existió un malentendido por la fecha de inicio de la instrucción, que mostraría de la siguiente forma el encargado de negocios en Londres: "He establecido y defendido el punto de vista del señor ministro de guerra de que el contrato de 3 de agosto de 1929 no puede ser interpretado sino en el sentido de que el plazo de instrucción de seis meses en el manejo de los motores y del inalámbrico de los tres cañoneros, materia de este contrato, empezaría a correr desde el recibo de los mismos por el gobierno, y no desde la fecha de su llegada a Colombia"5. El asunto tuvo rápida resolución y no dañó las buenas relaciones entre ambas partes. Adicionalmente, se adelantó un contrato para la modernización de los destructores Antioquia y Caldas en conjunto con la casa Vickers & Armstrongs de Westminster, Inglaterra.
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Según reza en el recibo original: “25% of Contract Price for the First Gunboat ‘CARTAGENA’ on delivery of the Gunboat armed, equipped and tried on the River Magdalena in Barranquilla ready for service on the River (sic.). AGN, “Contratos/contrato de construcción de tres cañoneros entre Yarrow and con.Ltd con el Gobierno Colombiano", folio 263. 3 AGN, “Contratos/contrato de construcción de tres cañoneros entre Yarrow and con.Ltd con el Gobierno Colombiano", folios 183-249. 4 CN (r) Enrique Román Bazurto, “Análisis histórico del desarrollo marítimo colombiano”, pág. 293. 5 AGN, “Contratos/contrato de construcción de tres cañoneros entre Yarrow and con.Ltd con el Gobierno Colombiano", folio 286.
Usados en un primer momento para mantener el orden público por el río Magdalena, los cañoneros tendrían su primer desafío en la guerra con el Perú. Si bien es cierto que no fue una guerra de gran magnitud, en términos militares, se presentaron combates donde los buques recién adquiridos fueron importantes. Uno de esos casos fue en el puerto peruano de Güepí, el 26 de marzo de 1933. El desembarco de tropas colombianas fue acompañado por el fuego de los cañoneros Cartagena y Santa Marta que fueron eficaces no sólo contra las tropas en tierra, sino que proporcionaron cobertura cuando la fuerza aérea peruana se unió a la defensa del puerto. Al apoderarse del puerto las tropas colombianas establecieron total dominio sobre el río Putumayo. “Del ‘Cartagena’ saltaron sus tropas, cubiertas por las faldas del morro de Guepí, subieron hasta cúspide, iba adelante el sargento Nestor Ospina Melo, cuando todavía el enemigo se retiraba, en este baluarte plantó el pabellón tricolor”6 (Rodriguez, 83). Para concluir, es importante notar que a partir del contrato con Yarrow se dio la oportunidad de reforzar la Armada Nacional. La guerra con el Perú motivó a hacer buen mantenimiento de las máquinas para no llegar a situaciones anteriores donde la mayoría de buques importantes se hallaban en mal estado. De hecho, hizo visible el estado precario general de las Fuerzas Armadas colombianas en el momento, la necesidad de adquirir nuevo armamento, y de darle forma al ejército Nacional desprendido de intereses de los partidos políticos, proceso que aún tardaría muchos años en lograr su consolidación. El cañonero Cartagena se encuentra ahora en Tocancipá, para ser exhibido en el Parque Museo de las Fuerzas Militares que se encuentra en construcción. Una huella tangible del proceso de modernización del Ejército colombiano en el siglo XX.
Bibliografía AGN, “Contratos/contrato de construcción de tres cañoneros entre Yarrow and con.Ltd con el Gobierno Colombiano", Ministerio de Relaciones Exteriores, sección 2a, Consulado de Colombia en Londres, caja 9, carpeta 5. César Torres del Río, “Colombia siglo XX. Desde la guerra de los mil días hasta la elección de Álvaro Uribe”, editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2015. CN (r) Enrique Román Bazurto, “Análisis histórico del desarrollo marítimo colombiano”, Centro de estudios históricos y estratégicos de la Armada Nacional, Cartagena, 2001. Mayor Juan Fernando Rodríguez Uribe, “La victoria en la batalla de Güepí”, en: Revista Kunturmarqa, edición 2014, págs. 80-83. 6
Mayor Juan Fernando Rodríguez Uribe, “La victoria en la batalla de Güepí”, pág. 83.