EL COSTO DE LA DESCONFIANZA Heberto Tapias García A los políticos tradicionales y a los que ostentan el poder, les queda muy difícil superar la cuesta empinada de la desconfianza en la que cayeron por tramposos, mentirosos, desalmados y arrogantes. Ya no tienen el apoyo popular que malgastaron con soberbia, burlándose de la gente con falsas promesas y desconociendo las angustias de un pueblo olvidado por unos gobernantes crueles y despiadados. Se les acabó el combustible volátil de la mentira e intimidación con escenarios más inciertos con supuestas pérdidas de libertades, expropiaciones, llenos de mayores carencias y condiciones más precarias que las actuales. Se les extinguió la fuente de su poder... la confianza de la gente. Se les agotó porque la derrocharon con corrupción, enriquecimiento inmoral y menosprecio de las necesidades y problemas de un pueblo, que una vez creyó en ellos, pensando que eran la esperanza en momentos aciagos de violencia recrudecida por los actos demenciales de grupos irregulares: guerrilla y paramilitarismo. “Fueron miles de mentiras... miles de mentiras, nubes de mentiras, avalanchas de mentiras”. Tantas que hoy se hacen inocultables. Tantas que tienen hastiado al pueblo por la ignominia a la que ha sido sometido. Mentiras para llegar y mantenerse en el poder con maniobras del sistema electoral, elecciones fraudulentas con compra de votos, eliminación de candidatos de la oposición, intimidación de electores, constricción de libertades políticas, terrorismo mediático y de estado, violaciones de legislaciones electorales, fraudes descarados, hasta destituciones y suspensiones de alcaldes de la oposición elegidos por voto popular, para arrebatarles el poder con un golpe de gracia a la democracia por la intolerancia política de funcionarios admistrativos con interpretaciones amañadas de las leyes. A Gustavo Petro, por supuestas irregularidades en la reforma del sistema de recolección de basuras en Bogotá; y a Daniel Quintero, por supuesta participación en política a favor de uno de los candidatos presidenciales. Mentiras para gobernar, acusando a opositores de responsables de todos los males del país, aunque nunca haya habido un presidente de la oposición. Mentiras con envolturas de políticas asistencialistas y atención de angustias sociales, cuando en política económica son fieles a los principios propios de teorías neoliberales sobre la distribución de la riqueza, siendo más preciso, “derrame o goteo de la riqueza de arriba abajo”. Mentiras que los llevaron a desconectarse de la realidad y vivir anticipadamente su “metaverso”, donde creyeron que podían seguir controlando el país real. Y, creyendo que la gente era estúpida, siguieron cometiendo errores como presentar una reforma tributaria en plena pandemia, aplastar brutalmente las movilizaciones sociales – más no las acciones de grupos paramilitares y su paro armado - , asesinar a jóvenes que protestaban, y tratar como terroristas los marchantes, cuando nó, acusarlos de guerrilleros. Mentiras durante muchos años. Incontables. Tantas mentiras que hoy no se sabe, todavía, que fue lo que sucedió realmente en el país durante dolorosos años de conflicto armado, y que
quisieron enterrar con el proyecto de hacer trizas el Acuerdo de Paz y enterrar la verdad, intentando acabar con la JEP y la Comisión de la Verdad. Ese es el precio que tendrán que pagar por soberbios e inhumanos… la indiferencia y menosprecio en las elecciones presidenciales próximas.