Los orígenes del conflicto

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LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO

Mikel Sorauren

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SAILA - COLECCIÓN



ÍNDICE LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO

I.- INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 II.- GÉNESIS DEL CONFLICTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15 III.- CARLOS III Y GODOY: PRIMER PLAN DE ASIMILACIÓN 1- Primeras presiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19 2- Los desafueros de Godoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21 IV.- LA CRISIS DEL IMPERIO ESPAÑOL: LA FRANCESADA Y LA REFORMA DEL ESTADO 1- Napoleón y el Imperio español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 2- Navarros y franceses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28 3- Los intentos de reforma del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33 4- Euskal Herria y la reforma del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35 V.- ABSOLUTISTAS Y LIBERALES: EL FUERO 1- Conflicto en estado latente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39 2- La sociedad vasca y la percepción de la agresión . . . . . . . . . . . . .40 3- El desencuentro total con el absolutismo español . . . . . . . . . . . . .44 VI.- NAVARRA (EUSKAL HERRIA) Y ESPAÑA: CONFLICTO ABIERTO 1- Un conflicto ya maduro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45 2- Los Fueros como expresión de la libertad nacional navarra . . . . . .49 3- Vascos y españoles dentro del carlismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51 4- Final de la guerra: nueva perspectiva del conflicto . . . . . . . . . . . . .53 5- Las diferentes actitudes ante la guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58 VII.- DESMANTELAMIENTO DEL FUERO: PROFUNDIZACIÓN DE LA CRISIS 1- 16 de julio de 1841: la Paccionada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63 2- La integración en la nación española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66 3- Las limitaciones de la modernización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70 VIII.- LA CONSOLIDACIÓN DEL CONFLICTO 1- Cánovas: la reafirmación del Estado español . . . . . . . . . . . . . . . . .75

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2- Nuevos factores del conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77 3- La resistencia a la desaparición nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .83 4- Sabino Arana: un primer planteamiento independentista . . . . . . . .85 IX.- PROCELOSO SIGLO XX 1- Dos décadas de apariencia anodina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .91 2- Panorama político . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93 X.- LA CRISIS DEL SIGLO XX 1- La dictadura de Primo de Rivera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103 2- La segunda República española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .106

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Introducción Para configurar una perspectiva adecuada de las raíces del denominado conflicto vasco, es ineludible referirse, aunque sea someramente, a la historia anterior de Euskal Herria, desde luego, de manera sintética y resumida. Euskal Herria constituye una nación que consiguió articular un Estado soberano en las profundidades de la Edad Media, representado por el Reino de Navarra. Esta construcción política es el resultado de la resistencia de los vascones frente a los imperios germanos que surgen al norte y al sur en importantes áreas de Hispania y las antiguas Galias. El Reino de Navarra conformará y afianzará sus estructuras estatales a lo largo de la Edad Media, pero será objeto de las ambiciones expansionistas por parte de Castilla y Aragón y, al final de la Edad Media también por parte del Reino de Francia. La hostilidad de estos Estados dará lugar a importantes mutilaciones territoriales del espacio que en origen aglutinaba a la mayor parte del territorio vascón. Aunque estas amputaciones se inician a mediados del siglo XI, será a partir del último tercio del XII cuando adquieran mayor gravedad. Así, se perdieron en un primer momento la mayor parte de los territorios situados entre el río Ebro y el Sistema Ibérico, para culminar en 1200 con la pérdida de los territorios occidentales. El territorio restante, situado entre el Adour y el Ebro, mantuvo varios siglos la independencia. Será, no obstante, objeto de acciones hostiles de manera permanente. Como resultado de las mismas experimentará pérdidas territoriales más limitadas. Finalmente sufrirá un ataque contundente desencadenado por el rey castellano Fernando el Católico en 1512. A pesar de la resistencia opuesta por monarquía, instituciones y sociedad —que se prolongó, cuando menos hasta 1524—, todo el espacio sur-pirenaico quedó dominado por España. El territorio nor-pirenaico se mantuvo independiente hasta 1620, año en que el rey Luis II, desvinculado de sus orígenes familiares, impuso su anexión a la Corona francesa. El Estado navarro fue capaz de crear estructuras sociales e institucionales muy peculiares. El factor que configura su sistema institucional no responde tanto a la iniciativa del monarca o de

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una casta privilegiada, cuanto a la capacidad de una sociedad fuertemente consolidada, que imprime al conjunto un sentido de lo público poco común en la Europa medieval. Tal peculiaridad se advierte en la organización del poder político que establece el control de la actuación del monarca por parte de la sociedad y en el carácter representativo de las instituciones en cualquiera de sus niveles. Todo ello sin obstáculo de la preeminencia de clases sociales privilegiadas, las que, en cualquier caso, reconocían el papel de los sectores sociales más numerosos y con menos capacidad económica. Un reflejo de todo ello es la existencia de una compilación de derecho autóctono, representada por el Fuero General, datable en el siglo XII, de la época de Sancho VI el Sabio; compilación que puede situarse entre las primeras muestras europeas de derecho consuetudinario escrito. La importancia de este conjunto de códigos, al que más tarde se añadirá el denominado Fuero Antiguo que recoge principios de organización constitucional del Estado, se evidencia en su permanencia como sistema jurídico completo. Se mantendrá en cuanto tal hasta que sea suprimido por la actuación unilateral de los estados francés y español en tiempos contemporáneos. Los Fueros por los que se regirán los diversos territorios en que quedará fragmentado el Estado navarro, bajo el dominio español y francés, son una reminiscencia del Fuero General elaborado en la época de Sancho VI el Sabio. Hay que señalar que algunos territorios del Estado navarro fueron conquistados con anterioridad a este proceso y carecieron de estas compilaciones con carácter general, tal como sucedió a la Rioja y otras zonas aledañas; si bien es cierto que en muchos casos han funcionado sistemas jurídicos de derecho privado y comunal de raíz pirenaica, semejantes a los que caracterizan a los territorios considerados vascos de una manera más vulgar. Por lo que se refiere a las relaciones que mantuvieron los territorios de Euskal Herria con las potencias dominadoras es necesario fijar dos facetas o apartados. Uno de ellos toca a la aceptación — en mayor o menor medida— forzada de la citada dominación, y consiguiente colaboración individual y colectiva. El otro se refiere a la resistencia que se opuso por parte del país a la política de las potencias, dirigida a conseguir la asimilación del mismo e integración de Euskal Herria en los proyectos imperiales español y francés. En el primero de estos capítulos la historiografía española —y su intelectualidad en general—, insiste en la integración y colaboración

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que prestaron las gentes del país a España en los múltiples escenarios en los que el Imperio español desarrollo su actividad. No deja de ser cierto que muchísimas individualidades de origen vasco tuvieron un papel destacado a todo lo ancho de los imperios español y francés en todos los planos, civil, militar y eclesiástico. No puede, sin embargo, deducirse de este hecho una identificación con los planteamientos actuales de los Estados-Nación español y francés. Los vascos aceptaban de hecho aquella situación como lo hicieron tantos individuos de muy diversas nacionalidades que colaboraron con España, Francia o Inglaterra. El Imperio español constituyó una construcción política de la que formaron parte territorios europeos, americanos y asiáticos, así como sus gentes, sin que se pueda concluir que todos ellos tuvieran una perspectiva que identificase a España como su nación, tal y como ha puesto de relieve últimamente Henry Kamen (Imperio: La forja de España como potencia mundial. 2003). Italianos, alemanes, flamencos, portugueses, franceses y gentes de otros países colaboraron con la monarquía española, pero dejaron de hacerlo cuando sus territorios pasaron a otras soberanías. Nada tiene que ver tal colaboración con que los habitantes en general de los territorios de que eran originarias estas gentes sintiesen que formaban parte de un proyecto nacional, tal y como se entiende en el Mundo Contemporáneo. Ésta es la perspectiva con la que colaboraron con España la mayoría de los Legazpi, Oquendo, Idiaquez, Carranza, Azpilicueta, Redin, etc., similar a los Spínola, Granvela, La fontaine, Egmont y demás. En cualquier caso es obligado tener en cuenta que muchos de los colaboradores del Imperio español se identificaron con sus patrias originales en los momentos de crisis que surgieron entre la Corona española y los citados territorios. El portugués Melo es una muestra al respecto. Destacado general de la Corona española en la guerra de los treinta años, e incluso en contra de Catalunya que, sin embargo se pasó a los independentistas portugueses cuando tuvo lugar la rebelión portuguesa años más tarde. El flamenco Duque de Egmont constituye un símbolo preclaro al respecto y por lo que se refiere a Euskal Herria el caso del coronel Iturbe, quien formó parte de los tercios españoles en Flandes, representa una muestra paralela, cuando fue ejecutado por el gobierno español al protestar por el trato infame que se dio a varios navarros desertores, forzados a formar parte del ejército español en la Guerra de Catalunya.

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Es fundamental, por tanto, no confundir actitudes. Podía darse perfectamente la colaboración en la política exterior de la Corona española, sin que ello supusiera que los mismos vascos aceptasen los desmanes de los españoles en el país, especialmente en lo que se refiere a la integridad de los sistemas jurídicos y constitucionales de los territorios particulares. Las circunstancias históricas a las que se ha aludido anteriormente, condicionaban esa organización, que había llevado al originario Estado navarro a una desintegración, impuesta por España y Francia. Que existía una conciencia unitaria y de formar parte de una misma unidad cultural es claro de manera inequívoca en el siglo XVI —no quiere decir que haya desaparecido nunca— cuando así lo recoge el autor de Urdazubi Axular, quien, al parecer acuñó la expresión Euskal Herria, la tierra vasca, del euskera, realidad incuestionable que ha sido puesta en evidencia por la investigación histórica, y que permite afirmar con rotundidad que en la Ribera se hablaba nuestro idioma en el citado siglo, en la misma Tudela (Erlantz Urtasun 2002) y en zonas inmediatas. La conciencia de pertenecer a una misma nación se encontraba profundamente arraigada en todo el país. Mediado el siglo XVII lo dejarán meridianamente claro las instituciones vascas, a raíz del enfrentamiento abierto que tuvo lugar en el altiplano boliviano entre españoles y vascongados —la guerra de las Naciones— conflicto en el que se vieron implicadas las instituciones de Euskal Herria. En los escritos que intercambiaron las Diputaciones del Reino de Navarra y Señorío de Vizcaya, así como la que remitieron a la Corona, las dos entidades recogen la expresión "Navarra y las provincias vascongadas forman la Nación vascongada". Esta conciencia de unidad nacional, por encima de divisiones políticas, aparece igualmente en los autores de la época, como es el caso del zuberotarra Oihenart, que reflejará tal realidad en su obra "Notitiae Utriusque Vasconiae". En este terreno de la unidad no hay discrepancia y solamente a título de ejemplo mencionaré al tudelano Pedro de Agramunt, quien en su manuscrita "Historia de Navarra desde el inicio de los tiempos, sus patriarcas, reyes…" insiste en el componente humano común del Reino de Navarra y Vizcaya, al que considera, como era normal en la época, el originario poblamiento de la Península Ibérica. La realidad histórica es que este hecho era generalmente reconocido por eruditos y aceptado por las poblaciones del territorio, a las que unía la percepción de disponer de un sistema jurídico

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original, el Fuero, que el rey español debía jurar respetar previamente a ser reconocido como tal. Ya no vamos a entrar en la fuerza efectiva que pudiese tener esta pretensión de los territorios vascos, porque tampoco olvidamos que la situación existente era resultado de la imposición violenta por parte de España y Francia y resultaba difícil en aquellas circunstancias mantener el status que en teoría reconocía la corona. Tampoco vamos a entrar en polémica con quienes, hoy en día, se hayan empeñados en demostrar que no existía una conciencia de unidad nacional. En unos casos porque buscan de una manera enfermiza encontrar los lugares de desencuentros que se dieron entre los vascos a lo largo de estos siglos ¡Claro que existieron! De la misma manera que han tenido lugar en el seno de todos los pueblos. En todo caso constituye una manipulación inaceptable que se pretenda minimizar, y aún hacer desaparecer el enfrentamiento más trascendental con la Corona española que perseguía el desmantelamiento institucional, la asimilación cultural y, en definitiva la desaparición del pueblo vasco en cuanto tal. Otro tanto se puede decir de la Monarquía francesa en relación con los territorios vascos situados al norte de los Pirineos. A quienes desde una perspectiva elaborada en los tiempos contemporáneos a la medida de los Estados-Nación de Europa occidental, cuestionan que se pueda hablar de nación refiriéndonos a la realidad vasca de la Edad Moderna, será necesario hacerles reflexionar sobre la pretensión que tienen los Estados actuales de configurar una nación, casi marcada por la historia y que ha terminado por fraguarse en el Mundo Contemporáneo. Ni Francia, ni España constituyen una nación y solamente en la Edad Contemporánea sus dirigentes políticos intentarán imponer esta perspectiva a naciones con conciencia nacional diferenciada. En el caso francés serán los revolucionarios de 1789 quienes declararán a Francia nación obligando a todos los habitantes del hexágono — concepto que por cierto se acuñará con posterioridad— a asumir la conciencia subjetiva que dominaba, a la sazón, en el centro del territorio; algo similar cabe decir de España. Se pretende la implantación de una realidad nueva a partir del Estado dominante, pero remitiéndose a un hecho preexistente en muchas colectividades, que era además espontáneo. Por lo que se refiere a las relaciones que mantuvieron los territorios vascos con las Coronas francesa y española, el sometimiento real permitió a España y Francia imponer su poder con contun-

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dencia, a pesar de que las instituciones lograron mantener íntegro, en teoría, el sistema jurídico vigente. En un principio los diversos territorios serán reconocidos como Reyno de Navarra (expresión histórica), Señorío de Vizcaya y provincias de Gipuzkoa y Araba; de una manera más genérica, en especial a partir de los borbones se hablará de Reino de Navarra y Vascongadas e incluso, sin más, de provincias exentas. En cuanto a los territorios al norte de los Pirineos, conservarán su denominación tradicional, destacando, desde luego la denominación de Royaume de la Navarra que la Corona francesa colocará paralelo al de la France. El conjunto se incluirá en los denominados Pays de electión, sobre los que la Corona no ejercía el poder de una manera directa. Lo que interesa en definitiva es el trato dispensado por ambas coronas a estos territorios. El sector del territorio que conquistó España a partir de 1512 sufrió la represión y exacciones de los invasores de una manera singular, siendo objeto de una ocupación militar que se tradujo en la creación de importantes fortificaciones en torno a Iruña, la intromisión de cargos castellanos en el sistema institucional más allá de lo que permitía la legislación propia y, desde luego, el control de los cargos eclesiásticos a todos los niveles, que siempre fueron la punta de lanza de la intromisión. A todo ello ha de añadirse la persecución y castigo de todos aquellos que se resistieron a la conquista y la desconfianza explícita hacia los habitantes del reino en general, que no dejaría de tener efecto ni en el caso de los colaboracionistas a todo lo largo del periodo. Se suele dar por hecho que las relaciones entre los territorios occidentales y la Corona española funcionaron de una manera más normalizada y la colaboración de los Elcano, Oquendo y en general el conjunto de la población mejor asumida, al menos durante el gobierno de los Austrias. La participación de estos territorios en la conquista del Reino parece corroborarlo. En todo caso, siempre se encuentra abierto el camino para el matiz y la revisión. A decir verdad también tuvieron lugar conflictos que evidencian fricciones y desacuerdos. J. Elliot recoge en su biografía sobre el conde-duque de Olivares (1990) que en Euskal Herria no surgieron conflictos a raíz de la crisis del Imperio español en torno a 1640, gracias a los buenos oficios de los vascos que servían importantes puestos en la administración, cerca el mismo rey. En cualquier caso, no puede dejar de mencionarse la revuelta de la matxinada, que estalló en el Señorío de Vizcaya en 1631 con ocasión del intento de la corona

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de implantar en el país el monopolio-estanco de la sal a favor de la Hacienda española, en un producto básico para la economía de sus habitantes, siempre vendido en mercado libre. A la revuelta precedieron fuertes tensiones con actuación relevante de las Juntas Generales del Señorío. En lo que respecta a Zuberoa el conflicto de aspecto político de mayor importancia tuvo lugar en 1661 y es conocido como la rebelión de Matalaz. Es resultado de la intromisión de la Corona francesa, que intenta actuar sobre Zuberoa como sobre un territorio patrimonial, cobrando derechos de tipo señorial, siempre repudiados en el país. Lo cierto es que tras el edicto de Unión a la Corona francesa de estos territorios y del Bearne (Bearn) los tribunales franceses —Parlamento de la Navarre y de Burdeos— introducen la jurisdicción francesa que merma de continuo la libertad del territorio. Uno de los aspectos de mayor trascendencia política lo constituye la política religiosa, al que ya he aludido con anterioridad. Al referirse a una materia en teoría no política, las autoridades actuaban con mayor libertad, por entender que la misma no era competencia de las leyes civiles. Ambas coronas -española y francesa- utilizarán a fondo la religión y las cuestiones afectas a la disciplina religiosa para controlar y perseguir a los elementos inconformistas más destacados. La Corona española intentó introducir la Inquisición en el territorio. La resistencia con que topó, obligó a situar en Logroño el centro de actuación de esta institución represora de la conciencia y política. Desde este punto estableció la vigilancia sobre el país. A decir verdad, al sur de los Pirineos no surgieron focos de protestantismo destacados, hecho que debe atribuirse a la contundencia y eficaz vigilancia inquisitorial. No obstante la población no se vio libre de la represión. En concreto la persecución de la brujería, nombre con que se designaba a prácticas ancestrales que no había conseguido suprimir la religión oficial, fue ocasión de denuncias, torturas y ajusticiamientos, destacando la quema de los denominados brujos de Zugarramurdi. En todo caso éste no deja de ser sino un episodio, ya que en la zona montañosa del Reino en las primeras décadas del siglo XVII fueron denunciados y llevados a los tribunales de la inquisición probablemente la mitad, y más de la población, en medio de un histerismo represor en el que se mezclaba lo increíblemente fantástico con el afán perseguidor de los miembros del tribunal, sin que sea

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paliativo que, finalmente, quedase en evidencia lo fantasioso de muchas acusaciones y declaraciones de testigos atemorizados. Paralelamente, también se dieron persecuciones de brujas en los territorios al norte de los Pirineos, destacando los procesos y ejecuciones que tuvieron lugar en Bayona de la mano del inquisidor Pierre De Lancre en 1609. Pretender que el sometimiento de Euskal Herria a Francia y España dio lugar a una identificación de la población sometida con los dominadores, es resultado, sin más, de la elucubración que deriva de planteamientos ideológicos del nacionalismo hispano y galo, elaborados a raíz de la estructuración que ha tenido lugar en los denominados Estado-Nación, surgidos con la Edad Contemporánea, elucubración que carece de base científica alguna, salvo datos coyunturales escasamente contextualizados. No ha existido esa "convivencia de siglos" que pretenden hoy algunos. La realidad ha sido muy otra, la que ha expresado la historiadora navarra M. Puy Huici Goñi, nada sospechosa de tendenciosidad, aunque sí exacta y honesta: Primero consideré que Navarra había sufrido una ocupación militar durante un siglo, después de la conquista de 1512, luego me di cuenta que la ocupación se prolongaba durante dos siglos y finalmente, entiendo, que la ocupación ha durado 500 años. Hasta aquí esta especie de síntesis básica de la Historia del País, que no tiene por objeto sino servir de mera introducción para entender una fase de la evolución histórica de Euskal Herria constituida por el conflicto actual en el marco de los EstadosNación español y francés y que puede considerarse que se genera a lo largo de la Edad Moderna.

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