Fragmento Orotz-Betelu y Olaldea

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Orotz-Betelu y Olaldea, una historia industrial a orillas del Irati Victor Manuel Egia Astibia


© Nabarralde para la presente edición Nabarralde. Bidankoze, 3. 31014 Pamplona - Iruñea Teléfono: 948 211057 Fax: 948 206 047 E-mail: nabarralde@nabarralde.com ISBN:978-84-615-2133-3 Depósito legal: SS-939-2011 Impreso por Gráficas Antza, Zirkuitu ibilbidea, 2 20160, Lasarte-Oria (Gipuzkoa) Printed in Navarre


Índice Prólogo: La épica de nuestros antecesores. De la genealogía a la historia ..............9

Parte primera: La fábrica de hierro 1.- Las industrias ferronas en el Medievo. Ferrerías de monte y ferrerías hidráulicas ........................................14 2.- La ferrería de Orotz-Betelu antes del siglo XIX .................................18 3.- Las minas y los hornos .....................................................................21 4.- El siglo XIX. La concesión a Francisco Arizti en 1847. Los mejores años .............................................................................26 5.- Abandono y cierre definitivo. Restos y testimonios .........................31

Parte segunda: La fábrica de pasta de papel 6.- Los primeros pasos. El molino de papel del Hospital General de Pamplona ....................................................................................36 7.- El batán de Villava-Atarrabia y su transformación en fábrica de papel. La familia Ribed ................................................................38 8.- La sociedad “La Navarra S. A.” y la fábrica de pasta de papel de Orotz-Betelu ................................................................................42 9.- El conflicto con el Ayuntamiento y los vecinos de Orotz-Betelu ......45 10.- La presa y las instalaciones fabriles ...............................................50

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11.- Del monte a la fábrica. La instalación de D. Leopoldo Garmendia y el puente de hierro ...58 12.- La fabricación de pasta de celulosa en la época ...........................63 13.- Papelera Navarra y su inclusión en Papelera Española. Los años brillantes..........................................................................66 14.- La “Central Papelera”. El problema del transporte y el cierre definitivo...........................72

Parte tercera: Las hidroeléctricas 15.- La electrificación en Navarra a finales del siglo XIX. El alumbrado público. El papel de la energía hidroeléctrica en la industrialización....82 16.- Electra Irati y la Central de Orotz-Betelu ........................................87 17.- Central de Olaldea, Múgica, Arellano y Cía., Papelera Española y Betolegi ........................................................................................96 18.- Domingo Elizondo. Electra Aoiz y El Irati S. A. Las centrales de Artozki y Agoitz .................................................105 19.- El Irati S. A. Las centrales de Iñarbe, Usotz e Irabia.....................113

Parte cuarta: La industria de la madera 20.- La madera como recurso. El robledal de Olaldea ........................120 21.- La explotación del bosque de Irati ...............................................125 22.- El Irati S. A. La serrería y destilería de Ekai ..................................130

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23.- El transporte de la madera por el río. Almadías y pantanadas. El pantano de Irabia......................................................................135 24.- El ferrocarril del Irati. La crisis final y El Irati Forestal ...................142 25.- La fábrica de muebles de Errotalanda..........................................147

Parte quinta: Otras actividades 26.- La tejería de Ermin ........................................................................152 27.- El molino de Orotz-Betelu.............................................................153 28.- La panadería Espinal ....................................................................157

Epílogo: Del pasado al futuro 29.- El río Irati como motor ..................................................................162 30.- La demografía de Orotz-Betelu a lo largo de los siglos................166 31.- Lo que queda en la actualidad .....................................................169 32.- Algunas consideraciones sobre el futuro......................................175

Fuentes:.......................................................................................181 Bibliografía: ...............................................................................181 Agradecimientos: ....................................................................187

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A modo de prólogo La épica de nuestros antecesores. De la genealogía a la historia

En 1881 mi bisabuelo Luis Astibia, clavetero en una ferrería de su Leitza natal emprendió el viaje con su esposa Juana Zabaleta y sus ocho pequeños hasta la fábrica de hierro de Orotz-Betelu en busca de trabajo. Solo unos años después, fue mi abuelo Isidro Egia, cantero nacido en Gorriti, quien se instaló allí para trabajar en la construcción de la fábrica de pasta de papel. Al tiempo Pedro Irure, villavés, fue enviado por la Papelera de Villava a ejercer de administrador de la nueva instalación. Isidro Egia casó con una de las hijas de Luis Astibia, Juana. Otro hijo de Luis Astibia, Fermín, casó con la hija de Pedro Irure, Jacinta. Isidro, Juana, Fermín y Jacinta fueron mis cuatro abuelos, todos ellos residentes, durante algunos años de su vida, en Olaldea. A través de un creciente interés por la genealogía comencé a conocer dónde y cuándo nacieron mis antepasados más recientes y después intenté conocer cómo y dónde vivieron, cuáles fueron sus oficios, sus vicisitudes, sus sufrimientos, sus viajes. Su vida y de muchos de sus paisanos, apenas cien años atrás, fue muy diferente y, por lo general, más difícil que la nuestra. Es lo que yo llamo la épica de nuestros mayores. Hambre, frío, mortandad precoz e infantil, emigración, son palabras que ya casi no forman parte de nuestro vocabulario. Y espero que, a pesar de estar en unos años otra vez algo difíciles, no lo vuelvan a formar. Aquel viaje de Luis Astibia, tras dejar su trabajo en Leitza en la plena madurez de sus 48 años, llevándose a su amplia prole y el comienzo de una nueva vida en aquel lugar perdido en las orillas del río Irati debieron ser duros. Sin duda, de todas formas, que también vivieron momentos felices. Y como él tantos otros, hombres y mujeres, oriundos y emigrados, humildes unos, incluso otros potentados, protagonistas de la historia que pretendo contar en las próximas líneas.

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Historiadores amigos y sus publicaciones me aficionaron también al estudio de nuestra historia. En la era de la información y la comunicación resulta fácil obtener muchos datos —otra cosa son la veracidad y diferente interpretación de los mismos— sobre las vidas de reyes y gobernantes, las guerras, conquistas y derrotas de los estados, la fidelidad, intrigas y traiciones de los nobles. Sin embargo son menos los historiadores que en sus estudios aportan datos sobre la historia más íntima, sobre las vidas, las alegrías y los sufrimientos de las personas del pueblo llano que, desde luego, también escribieron la historia de nuestro pueblo. En los últimos años, cada vez hay más personas, a menudo no profesionales de la historia, que vienen materializando el interés personal por su pasado y el de sus convecinos, con obras sobre la historia más reciente de sus pueblos y valles; relatos que tienen el valor añadido de la cercanía. La historia que voy a contar tiene también el objeto de relatar aquellos primeros años del desarrollo industrial que en nuestro medio fue algo más tardío que en otros lugares y países. Los importantes descubrimientos y cambios tecnológicos a lo largo del siglo XIX propiciaron lo que se ha dado por llamar la Revolución industrial. Esta sorprendió a una sociedad, como la nuestra, basada casi exclusivamente en la agricultura y ganadería y requirió del esfuerzo de personas luchadoras y emprendedoras. Cientos de trabajadores, con frecuencia llegados desde lugares lejanos, conocieron el duro y poco remunerado trabajo de entonces, tan alejado de los derechos actuales que a lo largo de los años han ido reivindicando y consiguiendo. No podemos olvidar tampoco a algunos miembros de nuestra burguesía o adinerados indianos que apostaron fuerte por ese desarrollo de la industria en un medio desconocido, alejado de los grandes núcleos urbanos y con frecuencia muy reacio a los cambios. Todos juntos escribieron esta historia. En los últimos años el concepto de patrimonio ha variado y se ha extendido a aspectos que antes no se contemplaban. Con frecuencia solo se consideraba patrimonio, por tanto elementos a conservar, las construcciones nobles; especialmente las eclesiásticas. Hoy día esto ha cambiado. Debemos romper con el tópico de apreciar más una ermita románica que una vivienda familiar o las ruinas de una vieja fábrica de 1890. Ni más ni menos, todo forma parte de nuestra historia, todo forma parte de nuestro patrimonio.

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Cuando alguien habla, escribe o canta sobre el pasado, a menudo recibe, de manera un poco peyorativa, el calificativo de nostálgico. La nostalgia se define como la tristeza melancólica por el recuerdo de un bien perdido. Pero nada más lejos de la intención de este pequeño trabajo que caer en nostalgias. Si en él miro hacia atrás es porque parto de la base de que para construir nuestro futuro es importante conocer el punto de partida. Me parece difícil ir a ningún sitio sin saber de dónde se viene y el conocimiento de nuestro pasado remoto y reciente nos va a ayudar a trazar nuestra trayectoria futura. El siglo XX ha pasado muy rápidamente. En muchos aspectos, los cambios tecnológicos, sociales y de todo tipo acecidos en tan sólo 100

Fig. 1: El autor y su familia en Olaldea. Años 1957-58. Fotos familia Egia.

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años han sido muy superiores a los de los últimos milenios. Nada tiene que ver la vida de nuestros bisabuelos con la nuestra. A pesar de la cercanía en el tiempo, tampoco nuestros hijos pueden hacerse demasiada idea de cómo era la vida rural en el Orotz-Betelu y Olaldea que yo conocí en mi infancia en aquellos maravillosos veranos de los años 50-60 del siglo pasado (Fig. 1). Reconociendo haber sido más afortunado espectador que sufrido actor, en este caso la nostalgia, a diferencia de lo afirmado en el párrafo anterior, también tiene para mí algo de placentero. Vayan aquí, unos pocos retazos sobre la historia reciente de Orotz-Betelu, de Olaldea y de otros lugares cercanos; sobre lo que durante algunos años fue un floreciente desarrollo industrial, con ferrerías, papeleras, hidroeléctricas, en la cuenca media del río Irati. La realidad de hoy, tan diferente a la de décadas precedentes, puede hacernos reflexionar sobre el futuro. El trabajo se asienta sobre tres pilares metodológicos: por un lado, una labor investigadora personal revisando archivos municipales, protocolos notariales o testimonios personales; por otro, una revisión bibliográfica de libros y artículos sobre el tema y, finalmente, en el aspecto gráfico, una búsqueda exhaustiva de viejas fotografías en las fototecas. Aunque no está limitado en el tiempo, fundamentalmente se refiere a la segunda mitad del siglo XIX y a la primera del XX. De la bibliografía empleada he de hacer mención especial al formidable trabajo de Leoncio Urabayen “Monografía geográfica de Oroz-Betelu”, de 1916, recientemente reeditado en edición facsímil. Sin la existencia de dicho estudio probablemente no hubiera podido hacer éste. En los anexos finales de este libro trataré de nombrar y agradecer a todos los que me han aportado materiales o datos, siempre valiosos, para la realización del mismo. Pero de forma especial lo quiero hacer a Ainhoa Mendía que, no sólo me ha abierto las puertas del Archivo Municipal de Orotz-Betelu sino que, compartiendo conmigo la profunda estima por nuestro pueblo me ha estimulado siempre en el trabajo; a Humberto Astibia, algo más que un amigo, del que tantas cosas he aprendido y que me ha ayudado en la corrección del texto; y a mi familia, Rita, Oihane, Eider, Asier, Irati y Beñat con los cuales disfruto a diario compartiendo la vida. Iruñea, 2011

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Parte primera: La f谩brica de hierro

Plancha de fog贸n hecha en la f谩brica de hierro de Olaldea en 1857. Colecci贸n L. M. Astibia.

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1. Las industrias ferronas en el Medievo. Ferrerías de monte y ferrerías hidráulicas La cultura del hierro comenzó a desarrollarse entre algunos pueblos indoeuropeos de la zona del Cáucaso, especialmente los cálibes, aproximadamente 1.500 años antes de nuestra era. Desde allí fue extendiéndose por el mundo. Parece ser que en Euskal Herria penetró por el Pirineo occidental unos 900 años después. El proceso metalúrgico para la obtención del hierro, que requería temperaturas superiores a los mil cien grados para fundir el mineral, era más difícil y complicado que el del cobre o el estaño utilizados anteriormente. Las primitivas instalaciones que se utilizaron para transformar el mineral de hierro en metal en el País Vasco durante la época medieval se conocen como ferrerías de monte o ladera (haizeolak, agorrolak, en vasco) porque ocupaban normalmente estos lugares, donde el aprovisionamiento de las materias primas indispensables —carbón vegetal y mineral de hierro— estaba garantizado y favorecía la rentabilidad de la explotación. El nivel técnico, al principio precario, fue progresando muy lentamente a lo largo de los siglos así como la disposición y dimensiones de los hornos. A pesar de ello, la calidad del producto obtenido era bastante baja y luego exigía laboriosos trabajos de forja. De esta forma la productividad de cada unidad de trabajo era muy limitada. En los siglos XII y XIII de nuestra era se fue desarrollando en el Occidente europeo el aprovechamiento de la fuerza del agua de los ríos con la aparición de molinos y batanes para la molienda de granos, cal, etc. La aplicación de la fuerza hidráulica al laboreo y manipulación del hierro constituyó la primera gran revolución técnica abordada por esta actividad a finales de la Edad Media. La mayor aportación en los primeros momentos fue el uso de la rueda hidráulica vertical, convenientemente acoplada a un eje, para accionar el mazo o mallua destinado a martillear y forjar una masa incandescente rica en hierro o agoa obtenida en el horno. De la misma forma, la misma u otra rueda movida por el agua accionaba los barquines o fuelles que insuflaban aire a través de las toberas a la parte baja del horno para mejorar la combustión. Lógicamente, para conducir el agua hasta la rueda debería hacerse una presa aguas arriba o aprove-

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char algún salto natural en el río y conducirla a través de un canal hasta la misma. De esta forma, los antiguos ferrones bajaron de las montañas a los valles, estableciéndose progresivamente en las riberas de los ríos en un proceso lento y paulatino a lo largo de los siglos XIV y XV.

Fig. 2: Las ferrerías de Euskal Herria (puntos azules). Tomado de M. Laborde (1979)

La vertiente cantábrica de Euskal Herria fue llenándose de pequeñas zearrolak o ferrerías hidráulicas (Fig. 2), ya que en ella se cumplían las tres condiciones indispensables para su desarrollo, como vamos a ver. Amplias zonas de Bizkaia (Somorrostro, Bilbao), Gipuzkoa (Aia, Zerain), Araba, el norte de Nafarroa Garaia están comprendidas geológicamente en terrenos paleozoicos y cretácicos que son ricos en mineral de hierro en forma de óxidos y carbonatos. Además, las altas cifras de precipitación pluvial hace que sean zonas de gran riqueza forestal, especialmente haya, roble y castaño, especies muy apropiadas para la obtención de combustible

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en forma de carbón vegetal. La tercera condición favorecedora es la existencia de una densa red fluvial, con gran cantidad de ríos y regatas de curso continuo, pequeño caudal y gran desnivel. Esta gran cantidad de zearrolak, pequeñas industrias del hierro, han sido el germen de lo que luego ha sido uno de los grandes puntales, si no el mayor, del desarrollo industrial de nuestro País. En esta época, el interior de Bizkaia, Gipuzkoa y la zona noroeste de la Alta Navarra tienen en la producción de hierro una actividad económica complementaria a la ganadería y agricultura. En Navarra, además, se fundaron dos fábricas reales de armas en Eugi y Orbaizeta (Fig. 3). Estas ferrerías reales, dedicadas fundamentalmente a la fabricación de armaduras y balas de cañón, trabajaban en parte con mineral de la zona, pero como éste no era suficiente para su gran producción, requerían traer una buena parte del mismo desde Bizkaia. En la Edad Media, y hasta finales del siglo XIX, en buena parte de Europa se empleaba como método siderúrgico la farga catalana. Se obtenía hierro y acero bajo en carbono quemando carbón vegetal, como combustible y

Fig. 3: Restos de la ferrería de Olaberri en Eugi. Foto V. M. Egia.

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Fig. 4: Coolbrookdale. Pintura de Philipe de Loutherbourg (1801).

como agente reductor, mezclado en capas con el mineral de hierro en hornos a los que se insuflaba aire mediante toberas. Este sistema estaba ya implantado en el siglo XV, y se conseguía alcanzar hasta unos 1.200º C y la reducción del mineral. Posteriormente este procedimiento fue sustituido por el empleado en los hornos altos. En el siglo XVIII, en Inglaterra, el carbón vegetal comenzó a escasear y hacerse más caro. Esto hizo que comenzara a utilizarse coque, derivado del carbón mineral, un combustible fósil, como alternativa. Fue utilizado por primera vez por el inglés Abraham Darby, a principios del siglo XVIII, que construyó en Coalbrookdale (Fig. 4) el que podríamos considerar como el primer horno alto moderno en 1709. El uso de coque en los hornos redujo significativamente el coste de la producción de hierro, no sólo porque el carbón mineral era más fácil de conseguir que el vegetal sino porque permitía hornos mucho más grandes. El horno alto fue evolucionando y generalizándose a lo largo de los años, siendo ya en el siglo XX el soporte de toda la gran industria siderúrgica en el mundo. En Euskal Herria, tras la finalización de la primera guerra carlista, como constata Madoz en su diccionario de 1849, algunos propietarios intentaron revitalizar el sector siderúrgico, ya en crisis, construyendo hornos altos, en concreto en Donamaria, Bertizarana y OrotzBetelu. Sin embargo, esta rama industrial se terminó focalizando, como veremos, en la cuenca vizcaína del Nervión-Ibaizabal en la cercanía de las grandes minas de hierro de su margen izquierda.

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