Ulibarrena escultor del reino Planetario de Pamplona 14 de septiembre al 14 de Octubre 2012
INDICE Mariscal Pedro de Navarra muerte del Mariscal Pedro de Navarra lealtad del Mariscal Pedro de Navarra busto del Mariscal Pedro de Navarra. Vélaz de Medrano César Borgia Príncipe de Viana Utrimque Roditur La batalla de Noain Cepo para el Reino de Navarra Arrano Beltza
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MARISCAL PEDRO II DE NAVARRA El Mariscal Pedro II de Navarra fue el líder del ejército navarro en la Conquista de Navarra . Tras la invasión progresiva del Reino de Navarra por las tropas castellanas, se llevaron a cabo varias contraofensivas para recuperar la parte sur del Reino. En 1516, el Mariscal Pedro de Navarra cruzó los Pirineos desde la Baja Navarra con 1.200 hombres. En el Valle de Roncal se le unieron 120 roncaleses. En aquellos desfiladeros le esperaban tropas españolas al mando del coronel Cristóbal Villalba, que derrotaron a la columna atacante e hicieron prisionero al Mariscal. Primero fue llevado preso a la fortaleza de Atienza. Allí el 29 de mayo de 1518, en nombre del Rey Carlos I se le hizo una oferta de perdón, a cambio de jurarle fidelidad. Su negativa fue por escrito con las siguientes palabras: Una vez más suplico, con toda humildad posible a su Majestad, se sirva demostrar conmigo la magnificencia que ha de esperarse de semejante Majestad, devolviéndome la libertad entera y el permiso de ir servir a quien estoy obligado. La fidelidad, la limpieza que su Alteza quiere y estima de sus servidores, yo podré guardarla a los míos, y por ello me tornaré cautivo y esclavo de su servicio. Posteriormente fue trasladado a la prisión de Simancas donde el 24 de noviembre de 1522, mientras su hijo luchaba en la fortaleza de Fuenterrabía, apareció acuchillado. La información oficial dijo que se suicidó. Hoy, sus restos descansan en la "cripta de los Mariscales", en la iglesia de San Pedro de la Rúa (Estella). La figura del Mariscal inspira aún hoy a Ulibarrena. Durante largo tiempo investigó sus hechos, recopiló sus acciones y se impregnó de su personalidad a través de los documentos. El coraje de este noble y su lealtad al Rey de Navarra los transforma en trazos, volúmenes y formas concretas con las que construye sus obras, de la misma manera que un agricultor consigue frutos a partir de una semilla. Su semilla está en los archivos, la tierra y el agua materias imprescindibles, las manos herramientas humanas y el oficio en la mente.
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Ulibarrena se funde con el Mariscal mientras el grafito vibra sobre el papel y reflexiona sobre su rechazo hacia la oferta de una salida fácil. El escultor mezcla arcilla y el agua dándole vueltas a la fidelidad y la lealtad que ofrece a su reino el personaje elegido para su obra. El Mariscal revive entre las manos de Joxe mientras va construyendo su obra. Su sensibilidad y su oficio van situando progresivamente los puntos en el espacio. El artista ofrece al espectador su triple visión de la figura del Mariscal: la primera titulada MUERTE DEL MARISCAL PEDRO DE NAVARRA donde podemos observar una figura humana retorcida en el interior de una especie de robusta jaula de color más oscuro.
Muerte del Mariscal Pedro de Navarra. Vista superior. Joxe Ulibarrena 1982. Escultura de terracota de 75 x 65 x 68 cm
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La segunda obra llamada LEALTAD DEL MARISCAL PEDRO DE NAVARRA nos presenta una cabeza humana de color gris verdoso en el interior de una estructura cerrada de color ocre.
Lealtad del Mariscal Pedro de Navarra. Joxe Ulibarrena 1982 Escultura en terracota de 62 x 50 x 42 cm.
la tercera es un busto del MARISCAL PEDRO DE NAVARRA, en la gama del pardo al gris oscuro.
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El Mariscal Pedro de Navarra. Joxe Ulibarrena 1984 Escultura en terracota de 62 x 42 x 46 cm.
MUERTE DEL MARISCAL PEDRO DE NAVARRA La prisión se representa a través de una estructura exterior cilíndrica, formada por pisos de líneas robustas en un color oscuro entre sombra y gris, que sugiere un lugar horrible de tortura y muerte.
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Muerte del Mariscal Pedro de Navarra.Vista frontal. Joxe Ulibarrena 1982. Escultura de terracota de 75 x 65 x 68 cm
En su interior se cruza retorcida en un color más claro la figura del Mariscal torturado hasta la muerte. Ambas formas toman fuerza plástica para expresar un hecho: la agresión española contra el Mariscal y contra el Reino de Navarra. Pero no acaba aquí la lectura que podemos hacer de esta obra de Ulibarrena, menos aún si conversamos con él. Su percepción antropológica del arte nos ofrece una visión contemporánea del hecho y nos permite traer a nuestros tiempos las circunstancias que rodean la muerte del Mariscal y la agresión a Navarra. Pensemos pues al contemplar esta
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obra en todas las modalidades de agresión que hemos sufrido los navarros de ambos lados del Pirineo y podremos leer en la escultura nuestra realidad actual.
LEALTAD DEL MARISCAL PEDRO DE NABARRA Esta obra es complementaria de la anterior tanto desde el punto de vista del concepto como desde el punto de vista estético. Es una visión diferente del mismo personaje, en el mismo lugar. El símbolo del Reino de Navarra forma la base sobre la que el escultor coloca la cabeza del Mariscal Pedro de Navarra que yace dentro de la estructura formada por pilastras, ventanas y travesaños de la cárcel donde vivió sus últimos años. La cabeza nos remite al pensamiento, a sus convicciones y al hecho de que intentaran sobornarle y no cediera por lealtad a su reino. Todo lo anterior inspira al Ulibarrena que construye la cabeza del Mariscal ocupando gran parte del espacio interior de su obra. Podemos comparar por un lado la envergadura de la cabeza del personaje en esta escultura con el cuerpo agónico del mismo en la obra anterior y por otro la estructura carcelaria exterior que rodea y encierra al Mariscal en ambas obras
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para obtener una lectura más adecuada. En la MUERTE DEL MARISCAL la cárcel (estructura externa) es gruesa, oscura y robusta mientras en la LEALTAD DEL MARISCAL es más clara, ligera y liviana. También cabe destacar que en la primera obra el personaje se ve abatido y en cambio en la segunda su cabeza está erguida y llena de fuerza. Como en la obra anterior cualquier navarro se puede identificar con ese cuerpo maltrecho de Mariscal prisionero, pero también con la potencia de nuestro libre pensamiento. Con estas dos obras Ulibarrena nos remite en última instancia al concepto de libertad. Se puede sentir la libertad estando preso o sentirse como en prisión estando libre.
EL MARISCAL PEDRO DE NAVARRA Busto del Mariscal Pedro de Navarra mediante el cual el escultor homenajea a un personaje cuyos valores siguen vigentes para el autor. Muestra en esta obra su admiración por la idiosincrasia del noble navarro y lo materializa plásticamente con el objetivo de que no lo olvidemos, con el fin de que esté presente entre nosotros. A través de la dilatada obra plástica de Joxe Ulibarrena observaremos que gusta de hacer retratos, tanto en dos como en tres dimensiones, de personajes que han significado algo en su vida y en la de sus antepasados navarros. Estamos ante un ejemplo más. Como he señalado anteriormente, el Mariscal inspiró e inspira aún hoy a este artista por su valentía y su lealtad y de hecho da nombre a la Fundación que gestiona el Museo Etnográfico del Reino de Pamplona que fundó Ulibarrena en 1982.
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Velaz de Medrano. Joxe Ulibarrena 1984 Escultura tallada en madera de roble de 56 x 27 x 25 cm.
VELAZ DE MEDRANO Como en el caso del busto del Mariscal Pedro de Navarra el artista nos invita a unirnos en el recuerdo de un personaje al que no olvida, al que tiene presente por sus actos en defensa del Castillo de Amaiur. La importancia de esta fortaleza radica en la resistencia opuesta por los navarros partidarios del rey Enrique II los aĂąos 1521-1522 tras el Ăşltimo intento de reconquista tras la invasiĂłn de la parte sur del Reino de Navarra realizada en 1512.
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Después de la derrota en la batalla de Noáin, los navarros fieles al rey Enrique II de Navarra se refugiaron en los dominios de los Albret al otro lado de los Pirineos (en el Bearne y en la Baja Navarra). En septiembre de 1521 hicieron otra incursión en el valle de Baztán-Bidasoa y conquistaron el castillo, respetando la vida del alcaide y de la guarnición castellana del castillo. Se quedó en el mismo una guarnición de unos 200 navarros, al mando de Jaime Vélaz de Medrano. A principios de febrero, las tropas castellanas comienzan a efectuar incursiones en el valle. El 14 de marzo toman la fortaleza de Orzorroz. El 17 de junio de 1522, tras una batalla, ocupan también la villa de Santesteban, cortando la comunicación de Maya con Fuenterrabía. El virrey castellano, conde de Miranda, ordenó el 3 de julio la toma de Maya. Las tropas castellanas con navarros beamonteses cercaron el castillo con unos 10.000 hombres, contra los 200 del castillo. En el castillo estaban dos de los hermanos del que posteriormente sería San Francisco Javier. Los navarros resistieron varios ataques desde el 15 hasta el 22 de julio, en que capitularon. Los prisioneros fueron llevados a Pamplona, donde, a los 14 días, Jaime Vélaz de Medrano, el que había sido alcaide, y su hijo, fueron envenenados. El 12 de agosto se ordenó destruir la fortaleza, prendiéndole fuego tras confiscar los objetos de valor. El 30 de junio de 1922 se inauguró un monolito en el lugar donde se alzaba el Castillo de Maya, en recuerdo a los navarros que lo defendieron, y que fue encargado al arquitecto Serapio Esparza. En él figuran las siguientes inscripciones conmemorativas: “A los hombres que en el Castillo de Maya pelearon en pro de la independencia de Navarra, luz perpetua. 1522”. “1522 Juan de Orbara, abad de Urdax. Jaime Vélaz de Medrano, alcalde del Castillo de Maya. Miguel de Jasso, señor de Xavier. Luis Vélaz de Medrano. Juan de Jasso. Víctor de Mauleón. Juan de Aguerre, de Echalar. 1922” “Navarra agradecida a los postreros defensores de la independencia de Navarra. 1522-1922".
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La escultura en madera de roble se inspira una vez más en la idiosincrasia de un personaje que representa los valores de nuestros antepasados, tales como la lealtad, y la entereza. El busto de Vélaz de Medrano responde a la necesidad de Ulibarrena de homenajear con un monumento humano a este personaje que dio su vida y la de su hijo por el Reino de Navarra. Este busto, así como el del Mariscal Pedro de Navarra y el de Cesar Borgia que veremos más adelante, nos traen hasta nuestra época a aquellos personajes haciendo patente que desde antaño nuestros antepasados han sido y son leales y fieles al Reino de Navarra y han luchado hasta la muerte por sus ideales. Asegura Ulibarrena que gracias a nuestra idiosincrasia los navarros hemos mantenido nuestro espíritu vivo y ese espíritu vive aún hoy dentro de cada uno de nosotros. Gracias a eso Navarra sigue de pie, viva, pese a todas las agresiones que ha sufrido durante su historia y sufre aún hoy.
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César Borgia. Joxe Ulibarrena 1976 Escultura en terracota de 62 x 36 x 34 cm. CESAR BORGIA Esta escultura es una de las más conocidas de Ulibarrena y el primer busto relacionado directamente con los personajes de la historia del Reino de Navarra. La realizó en el año 1973 y es quizás la más sintética. No es de estilo clásico, a duras penas adivinamos rasgos fisiológicos, no como en el resto de los bustos. Los trazos están realizados tomando la fuerza de un personaje controvertido que murió en Viana a manos de guerreros castellanos. Ulibarrena utiliza el casco de Borgia que alberga el símbolo de Navarra formando una concavidad en la parte trasera de la escultura. En su interior este casco recoge elementos físicos que nos remiten a su valentía. Podemos apreciar las orbitas de sus ojos, su nariz
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flanqueada por los filos de las espadas que le dieron muerte y el calado de su corazón navarro en el centro. Para sustentar la versión que inspira al escultor propongo la lectura de un artículo de Arantzazu Amezaga titulado Muerte de César Borgia que viene a continuación.
Los reyes de Nabarra, Catalina y Juan, perturbados por las algaradas de la facción beaumontesa al mando del viejo conde Lerín y alentadas por Fernando de Aragón con el fin de desestabilizar el reino, deciden poner al frente de sus escasas tropas a César Borgia, encargándole la misión de tomar Viana y despejar la frontera sur del territorio. César, hijo del papa Alejandro VI, sobrino nieto de otro papa, Calixto III, de origen valenciano, tenía 31 años. Era hombre de esmerada educación, acumulando desde niño titulaciones espectaculares: obispo de Pamplona, protonotario apostólico y arzobispo de Valencia, cardenal, condotieri, capitán de los ejércitos vaticanos, etcétera, además, poseía un físico espléndido en el que despuntaban sus ojos castaños y sus cabellos rojizos. Su temperamento, debido a esto y como correspondía a un hombre que vivía de la guerra, era arrogante e insolente. Decano de mil aventuras, prisionero del rey de Francia, Carlos VII y de Fernando de Aragón, de cuyas prisiones logró huir de forma novelesca, recala en Pamplona por estar casado con una hermana del rey consorte, Juan de Albret. Nadie tuvo en cuenta la advertencia de los astrólogos, a los que el entonces futuro papa Alejandro consultó en Roma al nacerle este segundo hijo varón. Los nigromantes que escudriñaron en las resplandecientes bolas de cristal y en la lectura portentosa de las cartas astrales, dejaron claro que su destino sería tan brillante como fugaz. Pero a despecho de ellos, salió de Iruña con las banderolas desplegadas al viento, al frente de sus hombres, montado en un soberbio caballo de guerra, con el armamento exigido: yelmo emplumado, coraza y demás piezas articuladas que protegían el cuerpo del guerrero y solían pesar unos 25 kilos. Había que añadir a ello la espada y su vaina. Allegado a Viana, se aposentó frente a sus murallas, comenzando el sitio. La tarde
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de marzo era ventosa y, a lo lejos, se anunciaba la tormenta. Poco a poco las ráfagas de viento se volvieron turbulentas, los rayos se hicieron fragorosos y los truenos retumbaban como cañones. El Ejército sitiador se cobijó como pudo, rebajando la vigilancia sobre Viana. El conde de Lerín, aprovechando la reciedumbre borrascosa, logro hacer entrar en la ciudad, por una poterna, para levantar el ánimo de sus seguidores, entre los que se contaba su hijo, una provisión de víveres a lomo de unas mulas. Cuando amaneció sobre aquel campo barroso, despejado el cielo turbulento, Borgia advirtió la estratagema del conde, entrando en un estado de hirviente cólera y, en un exceso hiperactivo, salió del portal de la Solana a campo abierto, sin poder su criado Juanicot recubrirle con los arreos guerreros, ni seguirle de cerca su guardia personal. Cabalgó desafiante, dando voces coléricas contra Lerín, dirigiéndose en línea recta hacia la Barranca Salada, un desfiladero propicio para una emboscada. Lerín, sin reconocerlo, pero avistando desde lejos la aparatosa avanzada del caballero solitario y despechado por sus amenazas, envió a tres hombres a detenerlo. Uno de ellos lo ensartó con su espada. Y cayó muerto el hombre de los cabellos rojos y del destino brillante y fugaz, mordiendo el polvo de su desdicha, cumpliendo su divisa: Aut Caesar aut nihil/ O César o nada. Lerín, que fue condestable de Navarra, supo poco después de la liquidación de su arrogante enemigo, el nuevo condestable, pero a él también le tocaba, con sus 70 años y debido a los últimos pactos, camino del exilio. Muere meses más tarde, en Aranda de Xareque, protegido por Fernando de Aragón. Dejaba a su hijo Luis la encomienda que en toda su vida guerrillera y malévola -en que no se dio treguapudo conseguir: la conquista de Nabarra para Fernando, aunque lo negara en su última hora. Quizá es que, tortuoso y nefando como era, quiso el reino para sí y, al no tenerlo, lo vendió. Al cadáver de Borgia lo trasladaron a lomo de su caballo hasta Viana. Lo enterraron en la iglesia parroquial de Santa María y Juan Albret presidió sus exequias, como correspondía a un hombre al que nombró condestable y dirigió su Ejército, aunque fuera por pocos días. Consumada la conquista del reino, se recolocaron los restos del desafortunado
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guerrero a la entrada de la iglesia para que fuese pisoteado por los fieles, por lo que denominaron su acción traicionera (?), cosa que no fue. Pudo morir víctima de su arrebato, pero defendía la soberanía de un reino con la única arma de que disponía y por la que le eligieron en la encomienda: su actividad militar. Con la muerte de César Borgia, aquel 12 de marzo de 1507, los reyes de Nabarra perdieron una oportunidad de oponerse a los ejércitos invasores que, con la venia de una bula amañada de un papa enemigo de los Borgia, pero tan guerrero como ellos, dispuso la Corona soberana de Nabarra para quien la arrebatara, dando paso abierto a la conquista de nuestro reino, en 1512.
Foto cedida por Alberto Rodríguez Elizalde. Inauguración de la exposición titulada "Galería de retratos" de Joxe Ulibarrena en el Museo de Navarra en el año 2001.
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Muerte de CĂŠsar Borgia. Joxe Ulibarrena 1964 Talla en madera de olmo. Propiedad del Ayto. de Viana.
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Príncipe de Viana. Joxe Ulibarrena 1995 Escultura en terracota de 70 x 32 x 34 cm.
PRINCIPE DE VIANA Carlos de Trastámara y Évreux (Peñafiel, Castilla, 29 de mayo de 1421 – Barcelona, 23 de septiembre de 1461), fue infante de Aragón y de Navarra, príncipe de Viana y de Gerona (1458–1461), duque de Gandía (1439–1461) y de Montblanc (1458–1461).
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Carlos era un hombre culto y amable, aficionado a la música y la literatura. Tradujo la Ética de Aristóteles al castellano, publicada por primera vez en Zaragoza en 1509 y escribió una Crónica de los reyes de Navarra, el Tratado de los milagros del famoso Santuario de San Miguel de Excelsis, una Epístola literaria, entre otras. Su escudo de armas personal representa a dos sabuesos o lebreles que reñían entre sí por un hueso, una alusión a la disputa que los reyes de Aragón y Castilla mantenían por el control del Reino de Navarra, junto al irónico lema «Utrinque roditur», «Por todas partes me roen». Carlos de Viana fue hijo del infante Juan de Aragón, hermano menor de Alfonso V, y a partir de 1458, coronado rey de Aragón, con el nombre de Juan II, y de la reina Blanca I de Navarra (m. en 1441), hija y heredera de Carlos III el Noble (m. en 1425). El príncipe de Viana es conocido por sus enfrentamientos dinásticos con su padre y por ser mecenas de la cultura y las artes. Después de su nacimiento en las tierras castellanas, en la fortaleza de la Villa de Peñafiel, Carlos fue educado en el Palacio Real de Olite, recibiendo las máximas atenciones de su abuelo Carlos III. En 1423, en vida de su abuelo, se convierte en heredero reconocido de la Corona Navarra y recibe el título de Príncipe de Viana. Su educación fue muy esmerada, alternando los ejercicios físicos (remo, caza, monta) con los estudios literarios y la sabia administración de los asuntos del reino, que hicieron de él un joven tranquilo y amante de la paz. A la muerte de su madre en 1441, Carlos de Viana es ya un adulto de 21 años. Se convierte en heredero universal de los Estados de Navarra y de Nemours, pero en el testamento de la reina Blanca, ésta pedía a su hijo que no tomase el título real sin la bendición y el consentimiento de su padre, por lo que Carlos asumió la lugartenencia del Reino. Blanca pensaba que con esta cláusula aseguraría la paz entre el hijo y el padre, pero a la postre sólo condujo a un odio irreconciliable, ya que ninguno de los dos quiso renunciar a los que consideraban sus derechos a la Corona de Navarra.
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El infante castellano-aragonés Juan de Aragón, hijo del rey Fernando I de Aragón, y nieto de Juan I de Castilla, había empleado casi todo el tiempo de su matrimonio en guerras internas dentro de Castilla, donde tenía cuantiosos predios y en cuya Corte quería influir. Al principio pudo conseguirlo, pero después de que se alzó con la privanza y el poder Álvaro de Luna, el rey consorte de Navarra no logró con sus sediciosos esfuerzos otra cosa que hacerse aborrecible en todas partes: en Castilla, por sus injerencias, en Aragón por tener desatendidos sus Estados y en Navarra por tener que financiar sus ambiciones. Ulibarrena construye una figura humana con los brazos en alto, muy estilizada, de volumen prismático que se adorna con bolas (pelotas) en su contorno exterior y de concavidades y convexidades en el interior de sus aristas. Por la parte trasera de perfilan a modo de estanterías tres franjas horizontales de las cuales brotan las enciclopedias de conocimiento y los documentos escritos por este personaje. Carlos de Viana se alza hacia el espacio flanqueado por los sabuesos que le roen por sus laterales llegando hasta su cintura. El escultor se identifica con el noble Carlos, se descubre ante su impecable educación y ante las obras suyas que nos han llegado, de la misma manera que se siente molesto al comprobar la
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dimensión actual de quien ostenta hoy el título de Príncipe de Viana. Ulibarrena no reconoce ninguna cualidad de las que tuvo Carlos de Viana en ninguno de los que posteriormente se han atribuido dicho título navarro y además vive indignado por la ignorancia de los que dicen ostentarlo.
Ilustración realizada por J. Ulibarrena para la portada del libro titulado "Las razones del Príncipe" cuyo autor es Alfonso Pascal Ros. La edición corrió a cargo de la Fundación Mariscal Pedro de Navarra.
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UTRIMQUE RODITUR En el centro de Garinoain en plena Valdorba podemos ver otra escultura monumental de Ulibarrena titulada Utrimque Roditur. Hace alusión al Príncipe de Viana y a su lema "por todos lados me roen".
El recuento de las agresiones sufridas por los sabuesos contra el Reino de Navarra nos lo cuentan con perspectiva histórica Fernando Díaz Txokarro y Joseba Uriz publicaron el siguiente texto.
Utrimque Roditur Este es el lema que bien puede simbolizar la suerte de Navarra a través de los tiempos. Su autor fue Carlos, primer Príncipe de Viana (1421-1461), quien lo incluyó en su escudo de armas junto a dos lebreles que se pelean entre sí por un hueso. Palabras e imagen que hacen alusión al ansia y voracidad de castellanos y aragoneses por conquistar y controlar nuestro Viejo Reino.
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A lo largo de la historia son numerosas las ocasiones en las que las navarras y navarros hemos padecido las consecuencias a las que hace referencia este irónico lema, incluida la época actual. La historia ha demostrado que a Navarra no le ha ido bien durante todos estos siglos en los que, por imposición, ha rotado en la órbita castellana, especialmente en los últimos 500 años. Pero hagamos un breve repaso.
La muerte de Sancho III el Mayor en la batalla de Atapuerca, en 1054, supone el comienzo de una etapa de agresiones por parte de los castellanos que, siglo y medio más tarde, llevarán a Alfonso VIII de Castilla a adueñarse, por la fuerza de las armas, de los territorios de Araba, Gipuzkoa y parte de Nafarroa. VitoriaGasteiz capitulaba tras un asedio de nueve meses con permiso del rey navarro. El mismo rey, Sancho VII el Fuerte, que se vio obligado a luchar en 1212 en las Navas de Tolosa so pena de ser excomulgado y desposeído de su Reino. Alfonso VIII prometió a Sancho el Fuerte que devolvería los territorios ocupados por la fuerza. Promesa que nunca cumplió. Así pues, gipuzkoanos y alaveses dejaron de ser navarros para ser solo vascos. Los lebreles haciendo de las suyas. A mediados del siglo XV, Carlos Príncipe de Viana y su madre Blanca de Navarra
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morían envenenados. Utrimque Roditur, los intereses de potencias extranjeras se cebaban una vez más con Navarra, sembrando la discordia y el odio y dividiendo el Reino en agramonteses y beamonteses. Llegamos así a 1512, año en que los ejércitos de una emergente España invaden y conquistan una debilitada Navarra, a la que tras años de guerras civiles hacía poco que había llegado la paz. Esta apenas duró como consecuencia de la invasión. El Reino se intenta recuperar en varias ocasiones, 1515 y 1521. Sin embargo, los navarros fueron derrotados en Noáin, Irun y Hondarribia. En 1522 los que aún resistían en Amaiur, en su mayoría roncaleses, se rindieron a cuenta de que se les perdonase la vida. Una mentira más. El lebrel volvió a actuar. El alcaide, Vélaz de Medrano, y su hijo son asesinados, y los hermanos de Francisco de Jaso, apresados. En 1529 los navarros expulsaban a los españoles de Ultrapuertos. Sin embargo, la posibilidad de recuperar la independencia se disipa con la paz de los Pirineos en 1616. La condición de Reino y buena parte de la estructura y las competencias que configuraban a Navarra como Estado se pierden con la Ley Paccionada en 1841. De nuevo los lebreles royendo a una, cada vez más débil, Navarra. Las guerras carlistas, las dictaduras y la violencia de ETA y otras organizaciones traen más dolor y sufrimiento a nuestro pueblo. La actual crisis económica y la destrucción del Estado de Bienestar tampoco auguran nada bueno. La nueva ola recentralizadora que parece traernos Rajoy, utilizando la crisis como coartada, no es sino más de ese Utrimque Roditur. En estos momentos difíciles, cuando asoman una vez más sus colmillos los mismos de siempre, debemos ser conscientes de que más autogobierno no solo nos acerca a lo que un día fuimos, sino que bien empleado nos ayudará a conservar y lograr más bienestar para nosotros y para nuestros hijos. Una vez hubo un sueño llamado Navarra, al paso que vamos poco queda para que éste quede diluido, como un azucarillo, en un turbio café entre autonómico y recentralizador. Está en nuestras manos cambiar la tendencia. "Navarra será la maravilla del mundo", dejó escrito Shakespeare. De nosotros depende que así sea. Construir un futuro distinto y mejor, entre todos y para todos, sin exclusiones, es posible. Pongámonos manos a la obra para que 2012 no sea solo el aniversario de una triste derrota, sino el principio de un futuro esperanzador.
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La batalla de Noain. Joxe Ulibarrena 1992-1996 Escultura realizada en hormigón situada en Salinas de Pamplona.
LA BATALLA DE NOAIN Hacia la cuenca de Pamplona, lugar donde se produjo la batalla de Noain el verano de 1522, mira una figura humana gigante que recuerda la agresión sufrida por los navarros por parte de las tropas castellanas . Pero este monumento no representa la batalla en sí misma, no presenta violencia alguna, sino mas bien la idea de la resistencia de un reino a ser enajenado, arrasado y aniquilado. La batalla ocurrió en Salinas de Pamplona, en una amplia llanura junto a Noain y Pamplona. Las tropas castellanas estaban formadas por más de 30.000 hombres al mando de don Iñigo Fernández de Velasco, Conde de Haro, Condestable de Castilla, Duque de Frías, Corregente de Castilla, y de don Antonio Manrique de Lara, Duque de Nájera y Virrey de Navarra. Las tropas del ejército castellano fueron reclutadas de la siguiente forma: unos 7.000 hombres del Condestable de Castilla; unos 5.000 de los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, en este último caso tras la reducción de los vecinos sublevados por parte de Ignacio de Loyola; unos 4.000 aportados por el conde de Lerín; entre 1.000-1.200 soldados de cada una de varias ciudades, como Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Salamanca y Toro; 800 por Medina del Campo y 500
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de Ávila, y en menor medida de otras ciudades. Además de las tropas aportadas por los miembros de la nobleza, sus deudos y allegados. En muchos casos, el reclutamiento fue realizado entre los vencidos de la Guerra de las Comunidades. Las tropas franco-navarras, que eran muy inferiores en número (se habla de entre 8.000 y 10.000 hombres), estaban capitaneadas por el francés André de Foix, Señor de Lesparrou. Cometió varios errores, como el de no esperar a los refuerzos que podían llegar, unos 6.000 hombres de Pamplona y alrededores, y otros 2.000 de Tafalla. Tomó la iniciativa atacando entrada la tarde (las versiones oscilan entre las 14 y 17:30 horas), sorprendiendo a los castellanos e infligiéndoles inicialmente un severo castigo. Al comienzo dominaron los navarro-gascones, barriendo con su artillería los prados en que se encontraban los castellanos, pero el Almirante de Castilla y duque de Enriquez con su caballería dominó el combate, atravesando con celeridad la sierra de Erreniega y cayendo sobre el flanco y la retaguardia franconavarra. Y la infantería castellana lo decidió en el resto del campo de batalla. La batalla fue muy larga y sangrienta. Los navarros hubieron de rendirse, tras sufrir más de 5.000 bajas y ser hecho prisionero el propio André de Foix, señor de Lesparrou, tras luchar con bizarría (según las crónicas), quien fue herido en la frente por un mazazo, que le dejó ciego, y rindió su espada a don Francés de Beaumont (líder navarro beaumontés que ayudó a los castellanos). Más tarde fue liberado por el Emperador tras pagar un rescate. Entre los que lograron huir, tras la derrota, se hallan Martín de Javier (hermano de Francisco Javier), Arnault de Agramont, el obispo Cousserans, Fadrique de Navarra y el doctor Remiro de Goñi. Esta batalla decidió la posesión definitiva de Castilla sobre el reino de Navarra, pues los castellanos, con vascos oñacinos, se apoderaron rápidamente de todas las plazas, sin apenas encontrar resistencia. Algunos de los supervivientes navarros se reorganizaron en la Baja Navarra en un ejército más modesto, y tomaron el valle Baztán-Bidasoa, el Castillo de Maya y la ciudad de Fuenterrabía, donde se produjeron las dos últimas resistencias militares en la conquista de la Alta Navarra. La resistencia del Reino fue de tal magnitud que inspiró a Ulibarrena para la construcción de esta obra de grandes dimensiones que en su estilo vertical nos recuerda a la escultura que tiene como protagonista al Príncipe de Viana.
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fotos cedidas por Alberto Rodr铆guez Elizalde. En la de arriba se ven solo las estructuras que rodean al monumento central que fue transportado desde Arteta en dos piezas(camiones de abajo) para su colocaci贸n en la colina de Salinas, el 10 de junio de 1996.
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Los navarros entregaron su último aliento peleando por su territorio en la campa de Noain y el escultor recorrió este paisaje en busca de una ubicación adecuada para su obra. Fue él mismo quien construyo la obra pero previamente se dirigió a los responsables de Gobierno de Navarra con sus bocetos para solicitar los permisos necesarios para realizar este monumento en la colina de Salinas. En la foto vemos la maqueta que sirvió como portada a la conmemoración de la batalla de Noain en 1992. El alcalde del pueblo se involucró en todo momento y aportó además de su presencia personal su apoyo al proyecto para que la idea fuera un hecho. Ulibarrena tiene siempre en su mente el recuerdo de sus antepasados, sin los cuales no seríamos lo que somos hoy, y sitúa en los alrededores de la escultura central una serie de construcciones semiderruidas con el objetivo de rememorar la destrucción de los pueblos de todo el Reino. Con ello expresa plásticamente la idea de que en la batalla de Noain, como en otros muchos enfrentamientos se arrasan no solo personas sino territorios que dejan a su paso paisajes desoladores.
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Cepo para el Reino de Navarra. Joxe Ulibarrena 1993 Escultura en terracota de 32 x 20 x 22 cm.
CEPO PARA EL REINO DE NABARRA Joxe Ulibarrena en esta obra redunda en la idea de prisión, de cárcel, de estructura que traba la libertad de nuestro pueblo. El cepo lo define una forma prismática asfixiada y deformada por sus lados, que parece convertirse progresivamente en una esfera a punto de reventar debido a la fuerza que desde el interior que ejerce un individuo símbolo de nuestra cultura milenaria. Según expresa el artista Fernando el falsario y el papa Julio II son entre otros los idearios del desgraciado cepo impuesto al Reino de Navarra y sus habitantes.
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Conquistan nuestro reino por sus intereses, lo someten y lo obligan a vivir en un gran e ignorante cepo que crece día y noche. Ulibarrena parte de la visión de un pueblo reprimido durante siglos y con esta obra reafirma en la idea de que somos un pueblo sometido por intereses estratégicos y políticos. Sus emociones, sus manos, sus herramientas, aman, acarician y esculpen apasionadamente y con tenacidad a todos los personajes y ascendentes a los que debemos nuestra herencia socio-cultural singular. Ellos nutren la vida interior de este artista que se niega a interrumpir la trayectoria que les une. Personalmente está convencido de que nuestra etnia posee carácter y estilo propio que define su idiosincrasia. Esta, inmenso espacio para muchos desconocido y para otros ignorado voluntariamente, es el universo donde su inspiración se siente en armonía con su persona. Joxe afirma que los artistas tienen la misión vital de interpretar su entorno y concretarlo en una obra plástica, no copiando la realidad, sino más bien utilizando su propio lenguaje, su estilo, que es lo que le da la originalidad. Las herramientas del artista son las líneas, las formas, las proporciones, los ritmos, los contrastes, las siluetas propias y complementarias, que deben ser suficientes para dar a entender el mensaje
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implícito en la obra si esta se considera una obra maestra. La filosofía del auzolan, en la que cada vecino aporta sus conocimientos en beneficio del bien común, da sentido a su forma de entender la vida. Joxe como artista, colabora en la construcción y en la evolución de nuestra cultura común desde una visión contemporánea y trabaja en su taller desde un conocimiento extenso de las técnicas artísticas, como lo hiciera cualquier maestro gremial. Ulibarrena a través de su extensa obra plástica y de la temática que la inspira nos anima a reflexionar sobre nosotros mismos mientras pretende que esa reflexión ayude a cada espectador a encontrar en su interior ese nexo de unión con sus antepasados y por extensión con la historia de su pueblo.
Arrano Beltza. Joxe Ulibarrena 1992 Escultura en terracota de 60 x 22 x 54 cm.
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ARRANO BELTZA Ulibarrena ha esculpido varias versiones del arrano beltza. De las obras que presentamos aquí la primera, más pequeña, fue modelada en terracota y la segunda de mayor tamaño, en hierro, se encuentra situada en la localidad de Ziordia. Es un tema recurrente en la obra del escultor que pretende con ello definir la trayectoria de nuestro pueblo, recordando al espectador que se encuentra en un territorio concreto, el Reino de Pamplona. Para él el emblema es actual como lo son todos y cada uno de los símbolos que se utilizan actualmente para identificarse con nuestro territorio. Interpretar pues el emblema nos sitúa de nuevo ante la necesidad de Ulibarrena de ligar aquel pasado euskaro que no debemos olvidar con el presente que vivimos a través de su obra. En la primera obra, realizada en terracota, se limita a elevar a tres dimensiones el emblema, dando así relieve a lo que sólo conocemos en formato bidimensional. Se trata pues de un estudio del artista que busca explorar en la tercera dimensión las formas, los contrastes y las texturas. En la obra de Ziordia en cambio el tratamiento del emblema es
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diferente. Una forma humana de gran cabeza y elevados brazos acoge al ĂĄguila, que simboliza el Reino de Pamplona, por la parte posterior y nos deja ver sus piernas que se adelantan hacia el frente. El estilizado de la figura que se eleva en punta hacia el infinito, muy propio de su estilo como hemos visto en otras obras de Ulibarrena, alberga al Arrano Beltza en el centro de su figura. PodrĂamos identificarnos con ella cualquier navarr@ que lleve el corazĂłn impregnado de su reino.
Arrano Beltza . Joxe Ulibarrena 1995 Escultura realizada en hierro, situada actualmente en Ziordia (Navarra) de 3 x 0,80 x 0,75 m.
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La recopilación de datos, textos y fotografías ha sido realizada por Elur Ulibarrena Herce, hija de Joxe Ulibarrena y Rosa Mª Herce, nacida en Denia (Alicante) en 1969 donde vivió hasta los 5 años. Posteriormente se trasladó a Pamplona donde la familia del escultor estableció su residencia. Trabajó desde joven como ayudante en el taller con su padre y en 1992 se licenció en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, donde realizó la especialidad de conservación y restauración de bienes culturales. Ha trabajado en numerosas obras de restauración sobre todo en Navarra y tiene desde 1996 su propio taller. Asimismo viene colaborando con el Museo Etnográfico del Reino de Pamplona desde 1986, año en que se inauguró en la Casa Fantikorena de Arteta. Es secretaria de la Fundación Mariscal Pedro de Navarra, entidad gestora de dicho Museo, desde 1990. Actualmente es la responsable del Museo Etnográfico donde se conservan además de una fantástica colección de cerca de 10.000 objetos etnográficos, una treintena de obras de Ulibarrena. Algunas de las más relevantes, relacionadas con la historia de Navarra han sido seleccionadas por Elur para formar parte de la exposición que se celebrará en el Planetario de Pamplona entre los días 14 de septiembre y 14 de octubre de 2012 con motivo del III Congreso de Historiadores de Navarra organizado por Nabarralde.
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