La ciudad como propuesta cultural INTRODUCCIÓN GENERAL
El módulo La Ciudad como propuesta cultural busca que el estudiante se acerque de una manera ágil y práctica lo que significa vivir, conocer y aprehender una ciudad en sus manifestaciones culturales.
El módulo esta construido en dos partes o unidades con las cuáles se espera que el estudiante pueda desarrollar las capacidades propuestas como metas y los objetivos que presenta el curso además de construir sus propios conocimientos y sensibilizarse a través de los diferentes ejercicios y perspectivas que se muestran en el mismo, sobre lo que es mirar la ciudad donde se vive o cualquier otra con ojos nuevos y ávidos de sentir por medio de todos los sentidos lo que es la ciudad real, imaginaria y simbólica que construimos día a día.
INDICE
Unidad 1
Viviendo la Ciudad
Capitulo 1 -
Las primeras Ciudades Historia de las Ciudades Género, Ciudad, Urbanismo La ciudad La ciudad como organización física de la coexistencia
Capitulo 2 -
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Aprendiendo la ciudad
Pensar la Ciudad Ciudad y Política Urbana Territorio y ciudad: contexto y pretexto para un enfoque integrativo de análisis Ciudad educadora: aproximaciones conceptuales y contextuales La ciudad en el aula: Algunas propuesta teórico- didácticas para su enseñanza
Capitulo 3 -
Conociendo la ciudad
Simbologías Urbanas
La ciudad como Comunicación Imagen y memoria en la construcción cultural de la ciudad El oráculo en la ciudad: Creencias, prácticas y geografías simbólicas. Transformaciones de la imagen de una ciudad: repercusiones de la renovación urbana El centro comercial, una burbuja de cristal
Unidad 2
Repensando la ciudad
Capitulo 1 Historias Urbanas -
Dinámicas urbanas de la cultura La transformación de la metrópolis Cómo se puede ser extranjero en una ciudad. Ciudad Bolívar: diferencias culturales y políticas en contacto Formación de ciudad y conformación de ciudadanía
Capitulo 2 -
Miradas sobre la ciudad
El relato de la ciudad: Etnógrafos, objetos y contemporaneidad. Culturas urbanas de fin de siglo: la mirada antropológica Modernización, ciudad y literatura. La ciudad vivida: movilidad espacial y representaciones sobre la estratificación social en Bogotá Psicología, ciudad y espacio público.
Capitulo 3 Propuestas de ciudad -
La agenda 21 de la cultura: Una propuesta de las ciudades para el desarrollo cultural. Carta mundial por el derecho a la ciudad. Carta por los derechos a la ciudad y a la vivienda Un futuro para nuestras ciudades Las ciudades invisibles.
Unidad 1
La primera unidad llamada VIVIENDO LA CIUDAD trabaja la relación historia(s) y ciudad tras el reconocimiento de las manifestaciones y fenómenos culturales que hacen del espacio urbano un escenario tan complejo como admirable, propio de la reflexión y motivo de acción.
En el primer capitulo de esta unidad llamada “Conociendo la Ciudad” se miraran algunas aproximaciones a lo que ha sido la historia de las ciudades, en el segundo capitulo llamado “Aprendiendo la Ciudad” se mostrará la construcción de ciudad desde lo metodológico; el tercer capitulo llamado “Simbologías Urbanas” se hablará de la construcción de ciudad y cultura desde la muestra de la dinámica que se establece en relación a los migrantes, a las manifestaciones culturales conocidas como “populares” y de sitios específicos dentro de las ciudades, como el centro comercial.
OBJETIVO GENERAL Reconocer la construcción histórica y simbólica de lo que se ha conocido como ciudad. OBJETIVOS ESPECIFICOS -Identificar la formación de las ciudades - Reconocer algunas propuestas Metodológicas para el estudio de la ciudad. - Investigar por medio de lecturas las diversas dinámicas que se pueden establecer desde diversos lugares y roles dentro de una ciudad.
COMPETENCIAS - Identifica las características de una ciudad - Conoce algunas dinámicas que ofrece la ciudad - Realiza ejercicios metodológicos para aprehender la ciudad
METAS - Que el estudiante reconozca lo que es o puede ser una ciudad - Que el estudiante de cuenta de las primeras ciudades y sus características - Que el estudiante logre una mirada amplia de lo que es una ciudad, sus dinámicas y especificidades.
1. Capitulo Conociendo la Ciudad En este capitulo se mirarán algunas aproximaciones a lo que ha sido la historia de las ciudades Lección 1
Las primeras ciudades Las primeras ciudades aparecieron en una etapa relativamente reciente de la historia de la humanidad, no hace más de unos 8.000 años. Gran parte de su pasado está enterrado totalmente o perdido para siempre, aunque existen una serie de restos en distintos lugares del mundo que han podido excavarse arqueológicamente y de esta manera estudiarse. Una de las primeras dificultades que aparecen al estudiar el origen de las ciudades es definirlas con precisión para poder así diferenciarlas de los otros asentamientos humanos. El Diccionario de la real Academia Española lo hace de esta manera: Población, comúnmente grande, que en lo antiguo gozaba de mayores preeminencias que las villas. A esta explicación, breve e indeterminada, habría que añadir otra cualidades como el hecho de que la mayor parte de sus pobladores vive de labores no agrícolas ni ganaderas, y además suelen ser mano de obra especializada, realizando trabajos y labores muy concretas; y el hecho de que estas ciudades sean gobernadas por un número muy pequeño de sus pobladores. Un simple aumento en las cifras de población y la obtención de ciertos privilegios no sería, pues, suficiente para diferenciar una ciudad de una aldea. Uno de los aspectos del hombre primitivo fue su sentido de aislamiento defensivo junto con una cierta pretensión de territorialidad. al principio mejoró su hábitat familiar, y posteriormente varias familias unidas colaboraron en distintas tareas. Con el paso del tiempo construyeron campamentos. En una economía de cazadores y recolectores, como la del hombre paleolítico, se ha calculado que se necesitaría al menos un kilómetro cuadrado para mantener a cuatro individuos, por lo que era preciso un territorio inmenso y una gran libertad de movimientos para subisitir, lo que hacía que asentarse en un territorio no fuera factible, de ahí el carácter nómada de esas gentes. Durante el Mesolítico (hace unos 15.000 años) aparecieron los primeros establecimientos humanos más o menos duraderos. Se desarrolló una cultura basada en el aprovechamiento de pescados y mariscos, y se empezaron a cortar árboles y matas en los montes y llanuras con el fin de utilizar el suelo en faenas agrícolas. También se empezaron a domesticar diferentes animales como perros, cerdos y gallinas. Hace unos 10.000 ó 12.000 años se pasó a una segunda fase en la que se dio la recolección y la siembra sistemáticas de algunas hierbas y plantas, y comenzaron a utilizarse distintos animales, como bueyes y asnos.
En el Neolítico los cultivos y domesticación de animales se generalizaron, lo que trajo dos consecuencias; la estabilidad en las residencias y el control de algunos de los distintos fenómenos que se producen en la naturaleza. También en ese momento se empezó a elaborar la cerámica. El hombre mejoró sus asentamientos formando un nuevo tipo: el conformado por la unión permanente de varias familias en casas o chozas sencillas, con una o varias estancias, construidas de barro y cañas. En estos establecimientos también se encontraban silos y graneros que permitían almacenar los excedentes de los alimentos y proteger a los animales. Estos graneros y almacenes, fueron seguramente anteriores a la construcción de las casas. Se produjo un aumento de población debido tanto a la mayor natalidad como a un descenso de la mortandad. Aparecieron nuevas ocupaciones y herramientas, junto con el cazador y sus lanzas, hachas y cuchillos, estuvieron el agricultor con su azada primero y su arado después, el alfarero y los primeros trabajadores del metal. Los ancianos personificaban la sabiduría de la comunidad y fueron los encargados de transmitirla oralmente la las generaciones más jóvenes. La población se regía por las normas dictadas por el consejo de ancianos. La religión se mantuvo a un nivel familiar; cada hogar tenía sus propios dioses y además se adoraba a los espíritus de los antepasados, siendo el cabeza de familia el encargado de guardar sus cultos. La evolución de la aldea neolítica, hasta convertirse en una ciudad con sus nuevos órganos característicos, debió ser un proceso bastante lento, en el que algunos componentes de la aldea se mantuvieron, otros se modificaron, y otros desaparecieron y fueron sustituidos por nuevos elementos propios de las ciudades. Sección 1 Cambios sociales La sociedad, que habitaba en los nuevos núcleos urbanos, se hizo más complicada. Además de los que vivían en las aldeas, como cazadores, labradores, pastores, artesanos... se incorporaron otros tipos primitivos como pescadores o leñadores, apareciendo posteriormente nuevas ocupaciones: militares (la guerra parece surgir en este momento), mercaderes, sacerdotes, banqueros, funcionarios... Parece que fue la escasez de la tierra la que favoreció el desarrollo de los últimos y que adquirió más importancia en el conjunto de la sociedad. Así pues, las circunstancias obligaron a los agricultores a entregar parte de sus cosechas, bien de un modo voluntario para obtener cosas de las que carecían como utensilios, joyas, favores divinos, o bien por la fuerza mediante rentas, tributos o impuestos. Este tipo de organización social requiere la existencia de una élite con el suficiente poder como para imponer la entrega, por el agricultor, de parte de su producción agraria. Esta élite dedicó su tiempo a actividades no relacionadas con la
agricultura lo que le permitía organizarse e incluso monopolizar ciertas funciones. Con el paso del tiempo, la comunidad fue dividiéndose en oficios y haciéndose más compleja. El papel del rey Otra característica de la ciudad consistió en que el jefe local se convirtió en rey majestuoso con los grandes poderes. Los Consejos de Ancianos, en los lugares que no desaparecieron, quedaron convertidos en meros órganos consultivos. Esta característica no aparece en las necrópolis ni el las aldeas neolíticas primitivas, y no hay indicios que decidan sin objeciones la existencia de algún tipo de monarquía en este período, pues no se han encontrado sepulturas notablemente más ricas que las demás ni tampoco casas que tuvieran un aspecto de palacios o casas del estilo propio de una realeza. Los primitivos reyes fueron los descendientes de los jefes de cazadores, a los que en las aldeas paleolíticas les en cargaron la seguridad física no sólo frente a animales salvajes, sino también frente a los pueblos nómadas o gentes expulsadas de otras poblaciones. También se piensa que los reyes podrían proceder de los individuos que dirigían tribus de pastores que conquistarían las tierras de diferentes comunidades agrícolas permitiendo a sus antiguos propietarios conservar sus terrenos e incluso defenderlos de futuros enemigos a cambio de tributos en especie, esto originaria la servidumbre y una cierta aristocracia rural. Desde comienzos del Neolítico tiene que admitirse que hubo batallas entre diferentes pueblos, y aunque en un primer momento fueron a pequeña escala y de forma irregular, dieron oportunidades a algunos miembros de las comunidades a demostrar su valor y su valía, y su capacidad para dirigir los destinos de sus gentes. Otro camino hacia el trono pudo ser el éxito económico. Sea cual fuere el origen de los distintos reyes, todos tuvieron un rasgo común: su papel destacado en la centralización y la organización de la economía de las primeras ciudades. Aparición de una religión oficial Una clase social que surgió con los nuevos asentamientos urbanos, fue la de los sacerdotes. La religión durante el Neolítico se fue transformando tanto en lo que respecta a creencias como a los actos de culto. Con la economía agrícola los ritos mágicos no se anularon, sino que se vieron favorecidos, al depender la supervivencia del hombre de las diferentes fuerzas de la naturaleza y seguir, por lo tanto, a merced de la sequía, las inundaciones o las tempestades; y vivir al hilo de las estaciones anuales. Aquél o aquellos miembros de la comunidad que pudieran dominar o controlar de algún modo los fenómenos de la madre naturaleza, obtendrían unas influencias y unos poderes considerables sobre el resto de sus convecinos. Así pues, inicialmente los magos y posteriormente los sacerdotes debieron ser los primeros miembros de la comunidad que tuvieron derecho a recibir alimentos sin ayudar a producirlos con su trabajo físico. Es muy probable que en un principio el poder temporal y el poder religioso estuvieran en manos de una sola persona. Cuando la sociedad se fue haciendo más laica y compleja, un
futuro rey necesitaba, para poder gobernar con cierta tranquilidad, la ayuda del clero. Como vemos, ya desde el inicio de la jerarquización de la sociedad, la religión ocupaba los más altos escalones, intentando manejarlo todo a su antojo. Por otra parte, los antiguos dioses familiares y locales fueron reemplazados, en un momento difícil de precisar, por divinidades celestes que podían identificarse con el sol, la luna, el trueno, una montaña..., y que tuvieran siempre un carácter supremo, por lo que de ellas dependían todas las funciones que tenían lugar en la ciudad, así como su existencia misma. Este cambio en las creencias trajo como consecuencia que el aspecto religioso ocupara un papel preponderante en todas las actividades cotidianas de las primeras ciudades.
Sección 2 El comercio Otro de los factores que contribuyó a que una aldea llegara a convertirse en ciudad fue el comercio de materias primas y productos elaborados, entre mercaderes locales y otros procedentes de sitios alejados. El comercio era conocido desde el Paleolítico Superior, en le que ya se realizaban intercambios, siempre por iniciativa del demandante del producto; a cambio solía ofrecer al vendedor algún tipo de adornos o talismanes mágicos. En épocas posteriores algunas comunidades empezaron a importar, además, utensilios para mejorar sus actividades económicas. Así por ejemplo, se han hallado en el interior de Francia utensilios del modo 3, propio de los Neandertales, fabricados con un tipo de piedra que no se encontraba de forma natural en un radio de 100 kilómetros. Durante el Neolítico el comercio local se dedicaba al intercambio de productos familiares que completaban la economía de cada casa. El comercio de larga distancia se limitaba únicamente a productos de lujo que hicieran rentable los altos costes del porte. Durante el tercer y segundo milenio aumentaría el número de ciudades, estableciéndose en cada una de ellas un núcleo comercial, por lo que tanto el volumen como la variedad de los productos intercambiados crecieron de forma significativa. Sin embargo, hasta la Edad del Bronce se limitaron a artículos de lujo: materiales preciosos que se utilizaron para el culto a sus dioses, para el mobiliario de los templos y palacios, o para adornos personales de las clases sociales más favorecidas. No hay apenas restos arqueológicos que indiquen la existencia de un comercio a larga distancia con artículos baratos que pudiesen ser consumidos por las clases populares. Este debió surgir durante el primer milenio en las ciudades marítimas debido al bajo coste del transporte por barco. alrededor del año 700 a.C., la invención de la moneda acuñada hizo que el comercio se popularizara. Por tanto el inicio de las actividades comerciales, más o menos regulares y como manera de vida de los mercaderes, fue solo posible cuando existió una clase privilegiada firmemente asentada.
Sección 3 Desarrollo de la arquitectura La vida sedentaria posibilitó la posesión de hogares y de las cosas necesarias para llevar una vida más confortable al tiempo que permitía el desarrollo de la arquitectura. Así pues, en el Neolítico, con la mejora de los útiles de construcción, el hombre edificó casas cuyas paredes eran de mimbre recubiertas con arcilla. Dichas casas a menudo se hallaban divididas en un vestíbulo y una habitación interior. El revoque de las paredes podía ser blanqueado o pintado. En algunos casos, las viviendas se elevaron sobre pilotes en aguas poco profundas cerca de las orillas de los lagos, lo que facilitaba su defensa ante cualquier agresión externa. En las regiones en las que abundaban las piedras, las casas se construyeron con ellas utilizando barro o estiércol como cemento. En los valles de los ríos Tigris, Nilo o eufrates se fabricaban las paredes con arcilla compacta o adobe, posteriormente sustituido por ladrillos. Desde el principio, algunas casas urbanas no todos los miembros de la comunidad podían costearse los nuevos materiales de construcción- eran más cómodas que las habitaciones de los campesinos neolíticos. También tenían mayor superficie y se hallaban divididas en varias habitaciones, cada una de las cuales tenía su función específica (cocina, dormitorio, etc.). Cuando las viviendas urbanas crecieron, lo hicieron no sólo en longitud o anchura sino también en altura. Hacia el año 3000 a.C. las casas de las ciudades que se encontraban cerca de los ríos Indo, tigris, Eufrates y Nilo tenían dos pisos; en torno al año 1500 a.C. se levantó este tipo de viviendas en la isla de creta, y pocos años después eran corrientes en toda Grecia e Italia. Bajo el control del rey se empezaron a construir grandes obras públicas como acequias y canales, templos, palacios, grandes sepulcros, etc., que necesitaban ingentes cantidades de trabajadores para ser construidas. Estos no podían provenir de los sectores de producción primarios, pues se habría paralizado la economía de la ciudad, por lo que fue necesario la utilización de esclavos. Las fuentes para proveerse de ellas eran varias: en las guerras, en lugar de matar al enemigo derrotado se le obligaba a desempeñar los trabajos incómodos para el resto de la comunidad, además, los exiliados de otras ciudades trabajaban a cambio de sustento y/o protección, y también los miembros más pobres de la población se sometieron a servidumbre en las mismas condiciones que los anteriores. Uno de los elementos que caracterizan a las sociedades más evolucionadas es la utilización de la escritura. Aunque los distintos sistemas existentes tardaron varios siglos en desarrollarse, la escritura ha sido considerada como una norma útil para diferenciar a las comunidades propiamente urbanas, que serían las que conocieron alguna de sus formas, de aquellas denominadas semiurbanas, entre
las que se hallarían aquellas que, pese a su gran dimensión o elevada densidad de población, no utilizaban tipo alguno de grafía. La creciente complicación de los sistemas administrativos y jurídicos forzó la aparición de la escritura, que llegaría a ser utilizada como instrumento de trabajo de nuevos grupos sociales, tales como escribas y maestros a la vez que facilitó las transacciones comerciales. Hay que señalar además que la instrucción fue patrimonio exclusivo de la élite ociosa, ya que las clases populares permanecían incultas y esclavas de la tradición. La simbiosis campo-ciudad fue constante en todo el mundo antiguo, ya que la población de las ciudades estuvo constituida, en un gran parte, por individuos que vivían de una economía básicamente agrícola. Por este motivo la ciudad no era algo aislado y totalmente opuesto al campo, sino que intercambiaba con él hombres, productos y servicios. El potencial humano que vivía permanentemente en los núcleos humanos fue siempre muy inferior al de la región rural que la rodeaba; durante el Imperio romano, el período de mayor florecimiento de las ciudades en todo el mundo antiguo, los habitantes de estas no suponían más del 10 por ciento de la población total. Los imperios de todo el mundo antiguo eran unos eficaces difusores de las ciudades. Necesitaban tenerlas para poder mantener su supremacía tanto militar como comercial de los territorios conquistados. Los nuevos núcleos urbanos se desarrollaron de dos maneras: elevando a la categoría de ciudad los poblados ya existentes, o creándolas de nueva planta. Estas últimas tenían un trazado más racional y geométrico que las anteriores, que crecían de formas más lenta pero más libre. Hasta fechas relativamente recientes se consideraba que las primeras ciudades habían aparecido en Mesopotamia durante el IV milenio. Sin embargo, en los años 60 K. Kenyon publicó los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas en jericó, fechando su primer nivel en si VIII milenio. Por esas mismas fechas J. Mellaar daba a conocer un asentamiento con caracteres urbanos en Asia Menor, Catal Hüyük, datándolo a finales del VII milenio. Tomado: http://centros5.pntic.mec.es/ies.arzobispo.valdes.salas/
Lección 2
Historia de las ciudades La Ciudad no es sólo un objeto de estudio importante de las Ciencias Sociales, sino, sobre todo, un problema que ha ocupado y preocupado a los hombres desde que éstos decidieron asentarse formando agrupamientos estables. Es obvio que los asentamientos humanos, aún en sus formas más simples, requieren de un mínimo de acuerdos sociales para asegurar el equilibrio del grupo, y que de la
fragilidad o solidez de dichos acuerdos depende la estabilidad necesaria para la convivencia adecuada. Por ello, la ciudad debe entenderse como un fenómeno vivo y permanente, íntimamente ligado a la cultura con la que comparte la característica de la complejidad, lo que invita a acometer su estudio desde múltiples puntos de vista. Se han ocupado de ella, entre otras disciplinas, la Historia, la Filosofía, la Geografía, la Psicología, el Arte, la Arquitectura, la Sociología, la Política, la Literatura, la Antropología y, por supuesto, el Derecho. Son numerosas las definiciones que se han formulado sobre la ciudad a lo largo de la Historia, dependiendo del elemento constitutivo sobre el que se fijara la atención. Unos autores han destacado el elemento material (la pavimentación, el cierre amurallado, los equipamientos), mientras que otros han atendido a las relaciones sociales o a visiones utópico-filosóficas del fenómeno urbano. Con carácter general, los estudiosos han venido distinguiendo las ciudades según dos criterios: las épocas en las que se han consolidado (criterio histórico) y el tipo de cultura en que éstas se han desarrollado (criterio antropológico). Desde estas perspectivas se suele distinguir entre la ciudad antigua, la ciudad medieval, la ciudad barroca o, la ciudad precolombina, la ciudad islámica, la ciudad anglosajona, la ciudad mediterránea... Haciendo un compendio de las distintas clasificaciones que aparecen en la literatura urbanística, podemos establecer la siguiente clasificación: Sección 1 La ciudad en el mundo antiguo Las ciudades del mundo antiguo respondían a una concepción simbólica del espacio, propia del pensamiento mágico y del pensamiento religioso. El ordenamiento del espacio debía ser coherente con la cosmología y la orientación astrológica de cada cultura. Primeras
Ciudades:
Jericó,
Catal
HÜyük,
Mohenjo
Daro.
Sumeria, Babilonia y Asiria Se trata de “ciudades-estado”, regidas por valores de tipo religioso y militar, donde se aprecia un orden arquitectónico geométrico y una diferenciación por barrios. En estas ciudades destacaban los grandes templos y palacios orientados hacia la salida del sol. Ciudades Sumerias, Babilonias y Asirias: Ur, Uruk, Babilonia, Assur, Isin; Larsa, Nínive.
Mesopotamia Las ciudades son pequeñas y amuralladas, tenían un trazado irregular el cual se fue haciendo reticular con el pasar del tiempo, se construían alrededor del templo, las casas tenían un patio y alrededor de éste se localizaban las habitaciones, eran casas muy cerradas debido al clima y a la defensa. Las construcciones son de barro cocido y adobe, por lo que quedan pocos restos. Ciudades de Mesopotamia: Ur. Lagash, Mari, Eshnunna, Eridu, Nippur, Umma, Uruk.
Egipto En Egipto, el espacio urbano se estructuraba teniendo en cuenta la orientación de los puntos cardinales en dos ejes, Norte-Sur (paralelo al Nilo) y Este-Oeste (el trayecto solar). La ciudad egipcia plantea una organización espacial con arreglo a un orden jerárquico, situando en el centro urbano los templos y palacios. Las calles y los barrios se disponen dentro de una red octogonal donde el agua adquiere un especial protagonismo dentro de la escena urbana. Ciudades del Hieracómpolis.
Antiguo
Egipto:Menfis,
Tebas,
Heracleópolis,
Tanis,
Grecia En la antigua Grecia, la cultura se decanta por el pensamiento racional, por la autonomía racional del hombre. Para los sofistas como Protágoras, el hombre es la medida de todas las cosas, por tanto, la ciudad debe de estar también a la medida del hombre. El racionalismo impregna tanto al pensamiento político griego como al filosófico que, en cuanto tal, se inicia en ese momento. El inicio del pensamiento urbano se suele situar por los estudiosos en las ciudades ideales de Platón y Aristóteles. La ciudad es, para Platón, un espacio para la vida social y la vida espiritual y debe estar encaminada a elevar a los hombres a la virtud. Platón diseña hasta tres modelos de ciudades teóricas o ciudades ideales, siendo su característica común la planta circular que muchos autores atribuyen a influencias indoarias en el pensamiento platónico; en concreto, al símbolo mandálico del círculo utilizado por la mitología Hindú para expresar la forma del macrocosmos y del microcosmos. Aristóteles acentúa el carácter político de la ciudad y la define como un conjunto de ciudadanos, de manera que la ciudad no es, en realidad, un espacio físico
determinado, sino un conjunto de hombres libres ejerciendo en común sus libertades públicas, siendo el espacio un aspecto secundario. Esta visión política de la ciudad que refleja Platón en su famosa República, responde al modelo de la polis griega (ciudad estado), donde el ágora es el elemento fundamental, el espacio donde los ciudadanos ejercen sus libertades públicas. El ágora se sitúa en la ciudad aristotélica dentro de un recinto circular, es decir, con forma de mándala hindú como en la ciudad platónica, donde los elementos defensivos definen la separación entre vida de la polis y el exterior. Junto al ágora, destacan en la ciudad griega la relevancia de sus templos, palacios, museos, gimnasios, teatros, parques urbanos, bibliotecas. Todo ello constituye un conjunto armónico que responde a la geometría espacial de la época. Otro elemento importante que aparece en el urbanismo griego es la vía monumental o vía principal de la ciudad, sobre la que se alinean las edificaciones más importantes. Ciudades Griegas: Atenas, Esparta, Corinto, Tebas (Grecia), Mileto, Éfeso, argos, Siracusa, Alejandría, Massalia, Cirene. La ciudad romana Las ciudades romanas fueron herederas del urbanismo griego, de sus criterios de racionalidad, funcionalidad, armonía y orden. Recogieron también la tendencia griega al cercamiento de los espacios y el valor de la perspectiva o visión de conjunto. En la ciudad romana destaca en primer lugar el foro, después los templos y palacios, las termas, los anfiteatros y los circos, así como el arte urbano, que es en Roma más psicológico y extravertido que el griego, más estético e interiorista. Pero la aportación romana más original se halla en los campamentos militares, como corresponde al sentido práctico de esta civilización. Hay que distinguir entonces entre la ciudad de Roma propiamente dicha y las ciudades incorporadas al imperio romano, es para estas ciudades que el plan castrense desarrolla una estructura urbana, especialmente pensada para controlar militarmente la ciudad tomada. Estas ciudades sometidas al yugo romano deberán ceder su propia tradición urbana a las condicionantes impuestas por el urbanismo romano, donde se encuentra de forma característica el desarrollo de las dos calles principales, ortogonales con orientación este-oeste (decumano) y norte-sur (cardo) permitiendo el desarrollo del Foro como ensanchamiento del punto de cruce de ambas calles. Estas ciudades se amurallaban y las dos calles en cruz remataban sus extremos exteriores en cuatro puertas de entrada y control a la ciudad. Otro elemento importante en el desarrollo de la ciudad lo constituye el Acueducto, pieza de ingeniería hidráulica que confiere a cada ciudad un desarrollo particular en su morfología y paisaje dependiendo de su acceso, recorrido, necesidades de altura, así como del desarrollo de las pilas o bancos de agua limpia que se repartían por la ciudad para proveer del líquido a la población. Ciudades Romanas: Roma, Tarraco, Emerita Augusta, Vindobona, Sarmizegetusa, Londinium, Mediolanum, Constantinopla, Narbona.
Antigüedad Tardía La crisis del siglo III, supone la crisis de la ciudad clásica en la mitad occidental del Imperio. Las sucesivas invasiones, que se convirtieron en un fenómeno de larga duración hasta el siglo VIII; obligaron a costosas inversiones defensivas, visibles en el amurallamiento (un buen ejemplo son las murallas de Lugo). Junto con otros cambios sociales y políticos internos del Bajo Imperio Romano (rebeliones como las Bagaudas), la ciudad decayó en importancia: las élites urbanas procuraron eludir el aumento de la presión fiscal y optaron por la ruralización. Instituciones que constituían el corazón de la vida urbana como los collegia de oficios (similares a gremios y las autoridades públicas (ediles), sometidas al principio hereditario forzoso para controlar la recaudación de impuestos, son vistos ya no como un honor ventajoso, sino como una carga. Es el momento en que las villas del campo se hacen más lujosas, basadas en la autosuficiencia, lo que no hace sino romper los vínculos que conectaban el campo con la ciudad y la red de ciudades con Roma, la capital. Las ciudades, con mucha menos población, ven desaparecer las funciones lúdicas, sociales, políticas y religiosas de sus grandes hitos urbanos (anfiteatros, termas, templos, basílicas), en beneficio de nuevas funciones religiosas en torno a la imposición del cristianismo, nueva religión oficial a partir de Teodosio. El obispo pasa a ser la principal autoridad urbana. La desaparición del Imperio en el siglo V sólo reforzó una tendencia ya comenzada. La Alta edad Media en la Europa Occidental verá el establecimiento de los reinos germánicos. El Imperio de Oriente o Bizantino, en cambio, mantuvo durante todo el periodo una vida urbana más intensa, junto con las conexiones comerciales a larga distancia y la autoridad central. La arqueología ha venido a matizar la dimensión real de la decadencia de la vida urbana que las fuentes escritas (muy catastrofistas) muestran en todo este periodo, demostrando, para el caso de Hispania tardorromana y visigoda, la continuidad de la población de la mayor parte de los núcleos urbanos, con episodios a veces momentáneos de destrucción o desplazamiento, pero también el esplendor relativo de alguna de ellas o la creación de nuevas en algún momento concreto (Recópolis); y la presencia de elementos de cultura material que implican la existencia de comercio a larga distancia, al menos de productos de lujo, entre Oriente y Occidente. La ciudad en la Edad Media A pesar de que Aristóteles no describió el marco físico de su ciudad modélica, los urbanistas del medievo interpretaron de sus palabras que la defensa del círculo espacial urbano debía ser necesariamente la muralla.Alfonso X el sabio, por ejemplo, definió la ciudad como un lugar cerrado por muros, definición que respondía a la ciudad amurallada, característica de la época.
Urbanismo en la Europa medieval Casco medieval de Lübeck Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de sus habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado del área de influencia. En el burgo tiene lugar el surgimiento de actividades distintas a las agrícolas que favorecen el florecimiento de una economía monetaria y la especialización de los trabajos, constituyendo un marco heterogéneo donde el hombre rural se libera de sus dependencias ancestrales gracias al anonimato y a las posibilidades que ofrece la ciudad como centro de producción de los distintos saberes de la época. Las universidades juegan ahora un papel destacado en el desarrollo de la cultura que se refleja en las ciudades, sobre todo en los conjuntos urbanos que aparecen junto a estas universidades. Ciudades Medievales Impotantes: Roma, Milán, Paris, Venecia, Pisa, Génova, Constantinopla, Barcelona, Londres, Basilea.
La ciudad islámica Como afirma Fernando Chueca Goitia, la ciudad islámica se caracteriza por su carácter privado. Es una ciudad “secreta” que no se exhibe. Una ciudad con un marcado carácter religioso, donde la casa es el elemento central y cuyo interior adquiere tintes de santuario. Las calles de formas irregulares e intrincadas, parecen ocultar la ciudad al visitante. Y algo muy particular de la ciudad islámica es que la vida de sus habitantes, transcurre dentro de sus casas. Las ciudades islámicas suelen estar amuralladas y contienen un núcleo principal constituido por la “Medina”, donde se sitúa la Mezquita mayor y las principales calles comerciales. A continuación se hallan los barrios residenciales y por último los barrios del arrabal, diferenciados por actividades gremiales. Otros elementos de interés de la ciudad islámica son los baños, el zoco y los jardines palaciegos. Ciudades Islámicas Medievales: Córdoba, Túnez, La Meca, Medina, Granada, Alejandría.
Bagdad,
Damasco,
El airo,
Sección 3 La ciudad en la Edad Moderna La ciudad renacentista Las concepciones aristotélicas y platónicas sobre la ciudad permanecerán en el pensamiento urbanístico posterior. Así, el auge del pensamiento racional durante el Renacimiento determinó un resurgir de estas ideas. Se trata ahora de una ciudad señorial donde los hombres se dedican a cultivar las artes y las letras, en la que vuelve a resurgir el ágora como centro público donde compartir los conocimientos. Una ciudad donde el arte urbano adquiere un protagonismo importante, cuyas calles invitan al paseo y a la conversación. Los mejores ejemplos de este tipo de ciudades son Florencia y Venecia e Italia. Estas ideas influirían notablemente en el urbanismo de los nuevos territorios americanos. En efecto, la conquista de América, iniciada en el siglo XV, permitió a los urbanistas llevar a la práctica en un territorio virgen las ideas utópicas del modelo griego, construyendo ciudades conforme al planteamiento aristotélico, conforme al modelo político de plaza mayor donde las cabeceras eran ocupadas por la iglesia y el Ayuntamiento o concejo y en los laterales las casas de la gente principal (cuando eran de nueva planta y no se asentaban sobre la edificación prehispánica) Ciudades Renacentistas: Venecia, Florencia, Roma, Pisa, Milán, Nápoles, La ciudad barroca En el barroco se produce un cambio radical en el modo de entender la ciudad. El espíritu de la “ciudad-estado” cerrada en sí misma que de un modo u otro había subyacido en la ciudad medieval y en el Renacimiento, desaparece para dar paso a la ciudad capital del Estado. En ella, el espacio simbólico se concibe subordinado al poder político, cuyo papel sobresaliente tratará de destacar la arquitectura urbana mediante un nuevo planteamiento de perspectivas y distribución de espacios. Los elementos formales cobran fuerza frente al carácter humanista de la polis griega. Ciudades Barrocas: Madrid, Roma, Paris, Viena, Valladolid, México, Lima, La ciudad industrial Ya en el siglo XIX, los llamados Utopistas ( Saint-Simón, Fourier, Gogdin ), en cuyo pensamiento subyacen los modelos utópicos de los griegos, intentarán llevar a la práctica sus planteamientos ideales, en contraposición a los urbanistas más funcionales y operativos que dieron lugar a la moderna disciplina urbanística.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el funcionamiento del sistema económico mundial experimenta una serie de cambios, cuya influencia se hará sentir sensiblemente en la nueva imagen que adquirirán las ciudades europeas. El proceso colonial y la consecuente apertura de nuevos mercados amplían la geografía económica de Europa y hacen surgir un nuevo modo de entender la actividad empresarial. Nacen ahora fenómenos de concentración industrial, que requieren de nuevas técnicas de gestión empresarial tendentes a reducir gastos corrientes, todo ello en un marco productivo mucho más amplio, basado en la obtención de nuevas fuentes de energía, el transporte, la división del trabajo y la mecanización, donde las funciones directivas y el volumen de actividades comerciales y financieras adquieren una enorme importancia. Resulta ahora necesario poner al servicio de la producción nuevos medios tecnológicos, nuevas condiciones de accesibilidad y, sobre todo, una nueva distribución del espacio. La entrada en escena de la energía eléctrica favorece el surgimiento de las coronas periféricas de las ciudades, cuyos suelos vacantes son ocupados por los nuevos asentamientos industriales y laborales, dando lugar a una nueva concepción de separación espacial entre producción y gestión. La población urbana se distribuye formando arcos más o menos amplios en torno al núcleo urbano, en un movimiento centrífugo. En el arco exterior se sitúan las crecientes masas residenciales, constituidas por la nueva mano de obra inmigrante que exige el funcionamiento del aparato industrial. Son los “barrios obreros”, típicos de los extrarradios de las grandes ciudades, densamente poblados, con escasos servicios y en general con pocas condiciones de habitabilidad. En estos barrios se concentra la masa laboral, que comparte el espacio periférico con las grandes e insalubres instalaciones industriales. En este modelo radial de ciudad, los espacios centrales van a alcanzar inusitados valores de posición. En efecto, al mero aprovechamiento urbanístico del suelo, es decir, a la posibilidad de construir o edificar en el mismo, se va a añadir ahora un nuevo valor: la renta inmobiliaria asociada a la posición del suelo. Este valor añadido permitirá al capital asegurar la estabilidad del beneficio a largo plazo. Hasta la llegada de la Revolución Industrial la intervención de los poderes públicos en el campo urbanístico había sido muy limitada, en su mayor parte se trataba de medidas orientadas a la sanidad y a la reglamentación de las edificaciones situadas en los conjuntos monumentales o en áreas centrales de la ciudad. Ahora, el nuevo entramado de intereses nacido al amparo del “desarrollismo industrial”, convertirá al urbanismo en una trama social y política, donde los poderes públicos tendrán que intervenir para reducir las tensiones que se generan en este campo cada vez más conflictivo. El agrupamiento de las fuerzas obreras, consecuencia de la propia concentración fabril, favorece la conciencia de clase y la demanda social. Esta fuente de conflicto dentro de un medio urbano creciendo sin control pone en peligro el binomio
empresa-territorio. Es necesario, por lo tanto, recurrir a la intervención de entes administrativos públicos para solucionar los nuevos problemas urbanos, mediante medidas de organización administrativa del territorio. Ciudades Industriales: Londres, Nueva York, Chicago, Manchester, Lieja, Erfurt, Dresde.
La ciudad contemporánea El vocablo ciudad viene del latín “civitas” y de la palabra “civis” (ciudadano), es decir, la ciudad como ciudadanía. Este es el sentido de ciudad que, en el siglo recupera el ensayista Ortega y Gasset, autor que ha tenido una notable influencia en la ciencia social española. Ortega parte de la distinción entre ciudad y naturaleza de manera similar a los clásicos griegos que distinguían entre la polis y el incivilizado mundo exterior, y pone el acento en la ciudad política, donde el centro de gravedad se sitúa en la plaza, espacio público característico de la ciudad mediterránea favorecedor de las relaciones sociales cuyo origen se encuentra en el ágora griega. En la actualidad, el término ciudad no está exento de polémica, siendo definido según la disciplina o el autor que lo acometa. En su acepción vulgar, el término hace referencia a aglomeraciones humanas que realizan actividades distintas de las agrarias. Aquí, la distinción entre ciudad y campo, de amplia tradición en el pensamiento urbanístico, se establece en función del tipo de actividades. Por un lado están las actividades relacionadas directamente con la agricultura que se desarrolla en los núcleos rurales y, por otro, las actividades distintas de las agrarias (industria, servicios, etc.) que tienen lugar en los núcleos urbanos donde las relaciones humanas son más refinadas y complejas, y el aparato administrativo del Estado está más cerca del ciudadano. La Geografía humana, a la hora de estudiar el fenómeno urbano, pone de relieve aspectos como la organización social, los índices de población, el tipo de cultura o la especialización funcional. Por su parte, la Sociología, sin desdeñar estos elementos, centra el estudio de la ciudad en el tipo de relaciones sociales que se desarrollan dentro del entorno urbano, los estilos de vida que tienen lugar en este entorno y, en definitiva, en las causas que dan lugar a las transformaciones o cambios sociales que se producen en el mundo urbano. Desde la óptica de la Psicología y de la Antropología se atiende fundamentalmente a las conductas, a las prácticas sociales y a las influencias del ambiente urbano en la vida psicológica de las personas. Hoy en día, hay autores que critican el discurso urbanístico construido durante los dos últimos siglos, al que achacan una excesiva tecnificación y funcionalidad al servicio de la rentabilidad. Ello es consecuencia, según esta corriente crítica, del aislamiento que la disciplina urbanística ha tenido respecto de la política y del
debate público. Para estos autores, las ideas utópicas que impregnaron el pensamiento marxista en sus inicios, durante la Primera internacional, sustentadas fundamentalmente por los pensadores anarquistas como Bakunin o Proudhon, se vieron relegadas al olvido debido a la escisión que tuvo lugar entre comunistas y anarquistas a partir de la Segunda Internacional Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_urbana
Lección 3
GENERO, CIUDAD, URBANISMO Ana Bofill
La ciudad, invención de las mujeres. Como se sabe por los estudios en antropología, la ciudad nos la hemos inventado las mujeres. En el momento en que surgen los primeros asentamientos, surge la agricultura y el comercio y la vida sedentaria. Poco a poco se establecieron las funciones del territorio y un hábitat no común sino diferenciado. Un hábitat pacífico: mientras los hombres iban a la caza las mujeres se dedicaban al campo, a la agricultura, a fabricar objetos para la vida cotidiana, desde la cerámica hasta los tejidos, a desarrollar el lenguaje con la convivencia y la educación de las criaturas, en definitiva a crear las bases de las primeras culturas de la humanidad. Las mujeres dan forma a las primeras polis, con estructuras políticas orientadas fundamentalmente para la convivencia y para la vida. Cuando los hombres se sedentarizan comienzan las políticas de conquista, se inician las guerras y se estructuran las ciudades para la defensa. Sección 1 Género y ciudad La ciudad es un ente vivo y complejo que ha nacido y ha pasado por muchas etapas diferentes hasta la actualidad. La ciudad es el lugar en donde se establecen las mediaciones, las relaciones entre las personas, relaciones de todo tipo, desde comerciales o de trabajo, hasta personales, de intereses comunes o colectivos, de amistad o de amor. Antes de la era industrial desde los primeros asentamientos humanos los hábitats fueron creciendo lentamente. Sin embargo desde la revolución industrial en occidente las ciudades han ido creciendo cada vez más rápidamente. Las ciudades históricas se organizaron sobre el territorio en configuraciones que
corresponden a la organización de la sociedad en cada momento. Es decir existe una relación directa entre la configuración de la ciudad y la estructura social de las personas que la habitan. Sección 2 La ciudad histórica Cuando la sociedad no estaba industrializada los asentamientos humanos crecieron lentamente , con una población repartida entre el campo y las ciudades y con una armonía total con la naturaleza, porque sus habitantes se sintieron formando parte de la misma, y captaron el genius loci o espíritu del lugar. Este espíritu del lugar a veces fué tan potente que a la hora de construir sus hábitats las personas representaron a modo de imitación algunas características del mismo. Por ejemplo y tal como explica C. Norberg-Schulz (1979, Genius loci, Electa Editrice, Milano) en Roma hay una parte de la ciudad medieval en donde las calles estrechas y serpenteantes representan los cañones forjados por los ríos en cuyas paredes los antiguos habitantes del Lazio excavaban sus cuevas para habitar. El paisaje influía sobre los individuos, sobre su sensibilidad, y así los hombres transformaron la naturaleza respetándola y respetando los espíritus propios del entorno, esto se puede ver hoy en ciudades como Roma, Praga, Kartoum, Sevilla y en general en los centros históricos de las ciudades. Parece que las ciudades de la antiguedad eran más interesantes porque agruparon a los hombres y a las mujeres para permitirles vivir juntos o en espacios diferentes. Babilonia era magnífica y bien organizada con una estructura dirigida por el río y una división en barrios muy bien lograda. La Roma del imperio también fue una ciudad muy bien organizada. Visto el desarrollo histórico de las ciudades se constata que no se ha avanzado nada sino que se ha retrocedido en su organización. Se les ha añadido la dimensión vertical y la velocidad en las comunicaciones, pero muchas personas no están a gusto en ellas. Una prueba de ello es el estado de la salud mental de mucha gente, la agresividad cotidiana, la violencia. Y quienes peor lo pasan son las mujeres que son además las víctimas. Una parte de este malestar viene de la propia organización social pero otra parte no menos importante viene de la configuración de los espacios donde la gente habita. Hay una relación entre el comportamiento de la gente y los espacios en donde habitan. El crecimiento no controlado de las ciudades, el desarrollo de la tecnología, la profusión de materiales diferentes, muchos de ellos sintéticos, entre otros factores, ha llevado a una pérdida de la sensibilidad y del gusto. Hay una degradación general de la dimensión estética de los individuos. De la misma manera se ha perdido el contacto con la naturaleza. Antes el arte de vivir se transmitía de padres a hijos, hoy es casi imposible hacerlo.
Podríamos hablar así de crecimiento orgánico cuando la ciudad se encuentra en armonía con el paisaje de su entorno como en los poblados del Magreb, en las ciudades italianas del Renacimiento, o en muchos asentamientos urbanos antiguos y todavía no contaminados por el desarrollo moderno de España. Sección 3 De la ciudad post industrial a la ciudad habitable La ciudad industrial se dio mucha prisa en hacer los nuevos barrios, entonces se produjo un crecimiento artificial y una ruptura de la armonía y el equilibrio. Surgieron los barrios como si un Dios o un chamán no muy hábil hubieran arrojado el contenido de un saco lleno de paralelepípedos al azar, sin ningún criterio de composición del espacio. Es el drama de muchas de nuestras ciudades, el haber crecido según la pura lógica de la rentabilidad económica. Los barrios se han especializado, se han separado por grandes arterias y no se respeta el movimiento de las personas. La ciudad obliga a sus habitantes a un ritmo que no es el biológico. Nos obliga a comportamientos extraños para ir a comprar, a trabajar, a estudiar, para comunicarnos con los amigos y conocidos. Nos obliga a aislarnos y así se desintegran los grupos humanos y las familias. El tiempo de la ciudad deviene una dimensión primordial que divide la esfera privada de la pública y que contribuye a aumentar tanto la segregación por estatus social como la estratificación por género. Sería necesario también analizar el concepto de monumentalidad porque muchas veces es el motor de intervenciones grandiosas en la ciudad, intervenciones que son inútiles o excesivas o que representan exclusivamente el deseo de notoriedad, el ego, de algunos individuos. Esto debería analizarse para ver cómo se ha utilizado la arquitectura para reforzar el prototipo de privilegio. Tomado de: http://www.generourban.org Madrid 2003. Ana Bofill, Segundo Seminario Internacional sobre Género y Urbanismo Infraestructuras para la Vida Cotidiana ETSAM, UPM 27 y 28 de mayo de 2002
Lección 4
La Ciudad. Por Philip M. Hauser y Reginal Malcomson Introducción La ciudad es una comunidad donde miles, o millones, de personas viven y trabajan. Las ciudades son los espacios más aglomerados del mundo. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, un promedio aproximado de 21.300 personas viven en sobre cada milla cuadrada (1,63 km cuadrado aproximadamente). En los Estados Unidos, en su totalidad, un promedio de menos de 60 personas vivían en
1970 sobre un espacio similar. La densidad de Montreal era de cerca de 19.900 habitantes por milla cuadrada, pero la densidad de población para todo Canadá es sólo de 6 personas para igual espacio. En Moscú, alrededor de 19.000 personas viven sobre cada milla cuadrada, pero la densidad de población de Rusia era de menos de 30 personas por milla cuadrada. La mayoría de las ciudades están sobrepobladas, sucias y ruidosas, y algunas veces son muy confusas. Los congestionamientos de tráfico demoran a las personas que están tratando de ir y venir del trabajo, de compras o de otros lugares. Aviones, automóviles, buses, camiones, plantas eléctricas, industrial, y otras fuentes contaminan el aire con gases que hacen peligrar la salud pública. Vehículos de motor, industrias, sirenas y maquinarias de construcción y destrucción generan ruidos que muchas veces afectan a los nervios. Muchas ciudades tienen un alto índice de criminalidad, y la violencia muchas veces surge entre grupos raciales, religiosos y políticos. La gente de las ciudades también se amotina para protestar por viviendas inadecuadas y otras condiciones de vida indeseables. Pero a pesar de todo esto, el porcentaje de la población mundial que vive en comunidades urbanas (ciudades y sus suburbios) sigue creciendo. En 1800 sólo un 2,5% de la población vivía en lugares urbanos de 20.000 o más personas. Esta cifra saltó a más del 25% en 1970 y se esperaba que llegaría al 50% en el año 2000. En 1800, los Estados Unidos clasificaba como urbana a sólo un 5% de su población Esta cifra ha llegado a 70% en 1970 y se estimaba fuera del 80% en el 2000. Las personas escogen vivir en ciudades cercanas por diversas razones. La razón principal es el número y variedad de trabajos que ofrecen. La economía de las naciones como Canadá, Francia, Alemania, Inglaterra, Japón y los Estados Unidos, está basada principalmente en la manufactura que en su mayoría se ejecuta dentro o cerca de las ciudades, por lo que consecuentemente la mayoría de los empleos se encuentran allí. En contraste relativamente pocos empleos se encuentran en las ciudades de las naciones sub-desarrolladas, lo que incluye la mayoría de los países de África, Asia y América Latina. Sin embargo, gran contingente de personas fluyen a estas ciudades. Muchos son campesinos que ya no pueden ganarse la vida cultivando la tierra. Migran a las ciudades en busca de empleo, pero no pueden conseguirlo. Las ciudades también ofrecen muchas más actividades culturales y recreacionales que las área rurales. Un residente urbano puede ir a galerías de arte, museos y conciertos. Puede prestar libros de inmensas bibliotecas públicas, y comprar en tiendas que venden miles de productos. Un residente urbano puede también escoger entre asistir a una variedad de películas, al teatro o a eventos deportivos. Un gran número de personas escogen vivir en una ciudad o cerca de ella, simplemente porque les gusta el ritmo rápido de la vida urbana. Quizás se quejan
de las multitudes, la suciedad y el ruido. Pero les gusta la actividad acelerada que hace que la vida urbana sea tan distinta a la vida rural. No hay un patrón que indique cuántas personas debe tener una comunidad para ser calificada como una ciudad. De hecho, algunas comunidades son llamadas ciudades, por razones que no tiene que ver con su población. En los Estados Unidos por ejemplo, una definición de ciudad es cualquier comunidad que tiene alguna forma de gobierno urbano, sin importar en cuenta su población. Pero la mayoría de las personas usan la palabra ciudad, para referirse a grandes comunidades urbanas. En este artículo se usa en ese sentido. Hay algunos patrones con respecto a la población para distinguir espacios urbanos de espacios rurales. En general, todas las comunidades en los Estados Unidos con más de 2.500 personas, o comunidades menores situadas cerca de grandes aglomeraciones, son consideradas urbanas. Granjas y comunidades en áreas infra pobladas, con menos de 2.500 personas, son consideradas rurales. El patrón urbano-rural varía entre las naciones del mundo abarcando desde 2500 hasta 10.000 personas. Las Naciones Unidas consideran como urbanas, aquellas comunidades cuya población alcanza 20.000 o más personas. Este artículo describe, cómo las ciudades empezaron y se desarrollaron. Describe las ciudades y la vida urbana a través de la historia. También discute los problemas de las ciudades en 1970 y diserta sobre las ciudades del futuro. Sección 1 1. ¿Cómo surgieron y se desarrollaron las ciudades? Los seres humanos han vivido sobre la tierra, al menos por un millón de años o quizás dos. Pero no empezaron a vivir en colonias permanentes sino desde hace unos 10.000 años, durante el Período Neolítico en el segundo período de la Edad de Piedra. Anteriormente, las personas erraban de sitio en sitio en pequeños grupos, cazando animales y recogiendo plantas para la alimentación. Durante los tiempos neolíticos, aprendieron a conseguir alimento vegetal por medio de cultivos. La gente ya no tuvo más necesidad de errar para encontrar alimentos, y así comenzaron a asentarse en pequeñas aldeas. Las aldeas del Neolítico fueron las predecesoras de las primeras ciudades, que se desarrollaron cerca del año 3000 a.C. Desde que apareció la primera ciudad, muchas personas han fundado nuevas ciudades en numerosos lugares, por múltiples razones. Estas ciudades se diferencian por su tamaño y por su trazado, y han contado con una variedad de sistemas económicos, gubernamentales y sociales. Pero todo asentamiento permanente –desde la aldea Neolítica hasta la gran ciudad— necesitaban cuatro condiciones fundamentales para comenzar a crecer. Estas
eran adelantos tecnológicos, un medio ambiente físico favorable, organización social y crecimiento de la población. 1.1 Adelantos Tecnológicos. La palabra tecnología se refiere a los descubrimientos e invenciones que ayudan a las personas a cambiar y mejorar su manera de vivir. El desarrollo de las técnicas de cultivo fueron los adelantos tecnológicos que llevaron a las fundaciones de las ciudades. Los humanos del Neolítico aprendieron cómo cultivar los alimentos e inventaron herramientas que mejoraban los métodos de cultivo. También domesticaron animales, que usaban para el trabajo y como fuente de alimentos. Todos estos adelantos les ayudaron a producir más alimentos de los que ellos y sus familias podían consumir. Gracias a estos excedentes, un número de personas cambiaron a otro oficio que no fuera el del cultivo. Algunos tomaron el oficio de artesanos que hacían cestas, telas, artículos de cuero, herramientas y otros productos. Otros se convirtieron en mineros y excavaban para buscar pedernal (piedra de cuarzo que hace chispa), metales y piedra. Los que no eran cultivadores obtenían sus alimentos cambiando las cosas que obtenían a los cultivadores. A través de los años, los adelantos tecnológicos en la agricultura permitieron que muchas más personas se dedicaran a otras actividades. Estas personas fundaban y poblaban las ciudades del mundo. Los adelantos tecnológicos han influenciado la vida urbana a través de la historia. Por ejemplo: El descubrimiento del motor a vapor después de 1700 dio a los humanos la fuerza motriz que necesitaba para la manufactura a gran escala. A consecuencia de esta invención, muchas ciudades se convirtieron en gigantescos centros manufactureros. Algunas veces la expansión industrial derivaba en nuevas ciudades. A principios de 1900, la Corporación del Acero de los Estados Unidos, planificó y construyó alrededor de sus nuevas instalaciones en Indiana, a la ciudad de Gary. Desde 1900, miles de suburbios crecían alrededor de las grandes ciudades. El automóvil y el tren—dos adelantos tecnológicos en la transportación—ayudaron a que estos suburbios se hicieran posibles. Las personas que vivían allí necesitaban autos y trenes para ir y venir del trabajo en las ciudades. 1.2 Medio Ambiente físico. El medio ambiente físico de una ciudad incluye su localización y clima y la accesibilidad al agua y a los alimentos. Las ciudades se encuentran en muchos tipos de ambientes, pero su desarrollo depende de ciertas características ambientales favorables. Toda ciudad debe tener suficiente agua potable. Comunidades ancestrales que dependían del cultivo, necesitaban suficientes lluvias para sus cultivos. También era esencial buenas tierras para el cultivo de las plantas y era conveniente la cercanía a otras fuentes de alimentación como animales y plantas alimenticias. Otra característica ambiental favorable incluía un
clima favorable y una ubicación cercana a fuentes de materiales a ser usados la confección de vestimenta y la construcción de viviendas. Algunos grupos encontraron muchas de estas características en los valles hidrográficos y climas sub-tropicales. Algunas de las aldeas primitivas y primeras ciudades se situaron en el valle entre los ríos Tigris y Eufrates en el Medio Oriente, en el valle del Nilo en Egipto, el valle del Hwang Ho en la China y en el valle del Indo entre India y Pakistán. A lo largo de los años, otras características ambientales también ayudaron al desarrollo de las ciudades. Desde tiempos remotos, por ejemplo, los hombres han viajado en embarcaciones para comerciar con personas de otras naciones. Muchas ciudades situadas cerca de grandes mares se transformaron en importantes centros de comercio. Estambul en Turquía, Londres en Inglaterra, Shangai en China, Venecia en Italia, Chicago en los Estados Unidos y Toronto en Canadá, se desarrollaron en parte, porque estaban situadas cerca de importantes rutas de transporte acuáticas y terrestres. Muchas ciudades, incluyendo Manchester en Inglaterra, adquirieron importancia como centros manufactureros, por estar situadas cerca de fuentes de minerales y otras materias primas requeridas para la manufactura. Algunas ciudades deben su desarrollo principalmente al clima. El cálido y saludable clima de sectores de la Florida y el Sur oeste de los Estados Unidos a traen a muchas personas. 1.3 Organización Social. Ciertas reglas de comportamiento son necesarias para mantener el orden, la paz y la seguridad en cualquier comunidad. Desde los tiempos neolíticos, muchas personas se dieron cuenta que estaba mal hecho maltratar o robar a otros en su grupo. De la misma manera las personas esperaban que sus derechos a la seguridad y la propiedad les fueran respetados. Así se llegó a establecer también que las personas tienen deberes hacia su grupo en su totalidad. Por ejemplo, muchas personas han luchado para proteger a sus grupos de enemigos. Mantener el orden en los grupos también requiere algún sistema de autoridad. En la familia, la más básica institución social, los padres tienen la autoridad sobre sus hijos. En grandes grupos sociales, incluyendo las ciudades, los ciudadanos deben aceptar la autoridad de un gobierno. Las aldeas neolíticas tenían una forma muy simple de organización social. A las personas se les exigía respetar los derechos del otro, y los niños tenían que obedecer a sus padres. Pero la mayoría de las aldeas tenían poco representantes gubernamentales de acuerdo a como hoy los entendemos. Probablemente alguno se hacía cargo de los excedentes de alimentos y debió existir algún organizador de la defensa contra los hostiles. A medida que las ciudades crecían, los deberes de los miembros de las familias y entre los vecinos, unos a otros, permanecieron básicamente iguales. Pero para mantener el orden en las ciudades los gobiernos fueron tomando cada vez mayor importancia en la dirección de los asuntos comunales a través de la dotación de los servicios para la población. El número de funcionarios gubernamentales fue aumentando considerablemente. Hoy en día muchas ciudades necesitan miles de
trabajadores gubernamentales incluyendo gobernadores, planificadores, administradores, bomberos, funcionarios de la salud, policías y educadores. 1.4 Crecimiento de la población. Solamente existían unos 10 millones de personas en el mundo durante el período Neolítico. La población mundial llegó a unos 500 millones de personas en 1650 d.C. y progresivamente ha aumentado tanto en tamaño, como en el número de ciudades. Hay otros dos factores que han ayudado al desarrollo de las ciudades. El primero, llamado algunas veces urbanización de la población, es el aumento de la concentración de personas en pequeñas superficies de tierra, que son las ciudades y sus suburbios. El otro factor, algunas veces llamado diversificación de la población, es el movimiento hacia las ciudades por personas provenientes de diversas culturas. A través de los años, las ciudades venían a incluir diferentes grupos raciales, religiosos, nacionales y lingüísticos. Esta mezcla de personas trajo como consecuencia la difusión cultural, un proceso por el cual, personal de diferentes cultural, aprenden uno del otro por medio del intercambio de ideas. La difusión cultural se destaca entre los más importantes factores en el desarrollo de una civilización. Sección 2 2. Las Ciudades Antiguas. Cientos de años pasaron antes de que las aldeas neolíticas se convirtieran en ciudades. Las primeras ciudades aparecieron alrededor del 3.500 a.C. en el valle del Tigris y el Eufrates, en la Baja Mesopotamia hoy Irak. Las aldeas egipcias en el valle del Nilo se convirtieron en ciudades aproximadamente en el 3000 a.C., y las aldeas del valle del Indo lo hicieron en el 2500 a.C. Las primeras ciudades chinas comenzaron en el 1500 a.C. Las aldeas en Centroamérica se convirtieron en las primeras ciudades del Hemisferio Oeste en 200 a.C. Las ciudades antiguas se diferenciaban de las aldeas neolíticas de diversas maneras. Las ciudades eran mayores que las aldeas y tenían grandes edificios públicos, incluyendo templos para la oración y lugares para el almacenamiento de alimentos y arsenales para las armas. Tenían más población que las aldeas y a diferencia de estas, atraían a personas de diferentes culturas. El trabajo de los habitantes urbanos también era distinto. Los trabajadores de la aldea eran casi en su totalidad agricultores. Algunos ciudadanos cultivaban terrenos en las afueras de las ciudades, pero casi todos tenían otra tipo de empleos. Los artesanos y los empleados gubernamentales crecieron en número en las antiguas ciudades y apareció un nuevo grupo de trabadores, los comerciantes. 2.1 Descripción. Una ciudad antigua cubría menos de una milla cuadrada (1 milla=1,60934 kilómetros). La mayoría de sus habitantes vivían cerca de la fuente de agua potable de la ciudad porque debían recoger su propia agua y transportarla hasta
sus casas. Adelantos tecnológicos como acueductos para transportar agua a largas distancias, y vehículos para el agua, entre otros implementos, permitieron el crecimiento de algunas ciudades antiguas. Roma creció a un tamaño de más de 4 millas cuadradas, después de haber desarrollado un notable sistema de acueductos. Muchas ciudades antiguas tenían murallas para protegerse de los enemigos. Las irregularidades en el terreno también ayudaban a protegerlas. Roma quedaba sobre colinas y Atenas fue construida alrededor de una colina donde las personas podían acudir en caso de Ataque. El área central de la mayoría de las ciudades incluía un templo, el palacio del gobernador y un almacén de alimentos. En algunas ciudades esta área central era protegida con murallas contra enemigos y contra individuos hambrientos. Las casas se aglomeraban alrededor de esta área. El saneamiento representaba un gran problema en las ciudades antiguas muchas de las cuales no tenían sistemas para eliminar los desechos. La gente simplemente tiraba los desperdicios a la calle, o los amontonaban contra las murallas. Como resultado, las epidemias se propagaban rápidamente y los índices de mortalidad era altos. Las calles, estrechas y de tierra, cuando llovía a menudo se convertían en mares de lodo. Algunas ciudades antiguas llegaron a un grado mayor de desarrollo. Por ejemplo Roma, tenía un sistema de acueductos, un sistema de cloacas y grandes estructuras públicas, incluyendo baños públicos. Otras ciudades avanzadas fueron Atenas, Babilonia y algunas ciudades de Egipto. 2.2 Los Habitantes. Las antiguas ciudades tenían más habitantes que las aldeas neolíticas, pero muy pocos con respecto a las ciudades de hoy. La mayoría de las ciudades tenían menos de 10.000 habitantes. Sin embargo Atenas, Pekín y Roma llegaron a más de 100.000. Los primeros habitantes de las antiguas ciudades formaron sociedades homogéneas que tenían el mismo origen racial y geográfico, y compartían las mismas creencias religiosas y otras características culturales. Pero las ciudades comenzaron a atraer personas de distintos orígenes culturales. Muchas personas se mudaban del campo a la ciudad, en busca de una mejor forma de vida. Otros habían sido capturados en guerras y eran traídos a la ciudad como esclavos. La llegada de estas personas dotaban la ciudad de una sociedad heterogénea, constituida por personas de diversos orígenes. La formación de las ciudades heterogéneas originaba la difusión cultural, pero también tenía efectos indeseables. En muchas ciudades, el grupo original y las personas nuevas desconfiaban uno del otro, por lo que se desarrollaban diversas formas de prejuicios y discriminación. Los habitantes de las ciudades antiguas estaban divididos en varias clases. La clase alta incluía a los gobernadores y oficiales militares y los altos clérigos, y la
clase baja a los artesanos, comerciantes y agricultores, y en el fondo de la sociedad estaban los inmigrantes, especialmente esclavos, y las personas de distintos orígenes cultural a los nativos. Los inmigrantes eran “parias” (“outcasts”) y la mayoría de ellos eran obligados a vivir en zonas separadas de las ciudades. Tenían las viviendas más pobres, poca comida y vestido, y ninguna educación. Las familias de la clase alta vivían en grandes casas. La mayoría de la demás gente vivía en casas de uno o más cuartos. En muchas familias de las diferentes clases, los niños, padres, abuelos y demás familiares vivían en la misma casa. En la mayoría de las ciudades antiguas, sólo los hijos de las familias de la clase alta recibían una educación formal. Los otros aprendían cualquier profesión, usualmente la del padre o no recibían ninguna educación. Las niñas de todas las clases aprendían las actividades hogareñas de sus madres. La mayoría de las personas adoraban a varios dioses y pensaban que los dioses enojados causaban mala suerte. Se organizaban festivales en su honor. Muchos poblados antiguos, incluyendo los egipcios, griegos y romanos, construían bellos templos y monumentos dedicados a los dioses. Algunos aborígenes de Centro y Sur América también siguieron esta práctica. Por ejemplo, los antiguos pobladores cerca de la hoy Ciudad de México construyeron la famosa ciudadela de Teotihuacán. 2.3 Economía. Así como el progreso tecnológico en la agricultura había hecho posible el desarrollo de las aldeas neolíticas, otros adelantos en las granjas aceleraron el desarrollo de las antiguas ciudades. El descubrimiento de nuevas herramientas y nuevos métodos de cultivo, regadío y cría, ayudó a incrementar el excedente de alimentos. A medida que el excedente aumentaba, mayor número de personas dejaban de cultivar e iban a las ciudades en busca de otro empleo. Los artesanos se convirtieron en un grupo importante en las ciudades. Los primeros artesanos erraban de lugar en lugar, porque ninguna comunidad tenía suficiente trabajo para mantenerlos. Pero a medida que las ciudades fueron creciendo les ofrecían empleo, y se fueron asentando. Los primeros artesanos vendían los productos que elaboraban. Luego, la vida urbana pasó a ser más compleja, y apareció un nuevo grupo de personas, los comerciantes que vendían los productos que otros hacían. La clase de los comerciantes fue el resultado de los adelantos tecnológicos en el transporte. La rueda, inventada en el valle del Tigris y el Eufrates, aproximadamente en 3.500 a.C., gradualmente fue teniendo uso general en los tiempos antiguos. Los vehículos dotados con ruedas y el mejoramiento de las vías permitió que los humanos movilizaran gran cantidad de artículos en una ciudad o entre ciudades. Los avances en el transporte marítimo permitió a los comerciantes cambiar sus artículos tanto en lugares cercanos como lejanos. El comercio exterior
se hizo importante para la economía de algunas ciudades antiguas. Los fenicios jugaron un papel muy importante sobre el desarrollo del comercio en extensos mares. 2.4 Gobierno. Los líderes religiosos ocupaban la mayoría de las actividades gubernamentales en las comunidades antiguas. La gente creía que la autoridad del líder venía de los dioses. Entonces, los líderes eran responsables hacia los dioses, no hacia la gente. A medida que las comunidades se desarrollaron, reyes, emperadores y otros gobernantes no religiosos se apoderaron del mando para gobernar. Desarrollaron leyes que podían ser reforzadas por el poder militar y policial. Pero muchas personas aún creían que el derecho a gobernar venía de los dioses. Como resultado, estas personas tenían el derecho divino de gobernar, y el poder civil de reforzar las leyes. Administradores locales gobernaron la mayoría de las ciudades antiguas. Eran Responsables ante el Emperador, el Rey o alguna otra autoridad mayor. Algunas ciudades como Atenas eran independientes de cualquier autoridad mayor. Sus gobernantes manejaban la ciudad y sus suburbios. Tales regiones eran llamadas Ciudades Estado. La clase alta manejaba los gobiernos de las antiguas ciudades. Ponían impuestos a los artesanos, agricultores y comerciantes para poder sufragar el costo de operar un gobierno, construyendo edificios públicos, y ejecutando diversos proyectos. La gente tenía poca o ninguna voz en el gobierno. Atenas y algunas otras Ciudades-Estado griegas eran importantes excepciones. En esas comunidades, todo varón mayor de edad que no era esclavo, ayudaba a conducir el gobierno, donde radica el origen de la democracia. 3. Las Ciudades Medievales. La Edad Medieval empezó después de la caída del Imperio Romano, en 476 d.C., y duró hasta el 1500. El Imperio Romano dominaba una vasta región que incluía la mayoría de Europa, el Medio Oriente y la costa Norte de África. Los romanos ayudaron a construir ciudades a través de su Imperio y construyeron una red de caminos que fueron utilizados como vías de comercio entre ellas. El Imperio declinó durante el 400, y las tribus germánicas lo conquistaron y dividieron en muchos reinos. Estos invasores eran guerreros, cazadores y agricultores que tenían poco interés en el comercio. Después de la caída del Imperio Romano casi se extinguió el comercio entre las ciudades europeas. Miles de personas dejaron las ciudades y se fueron a trabajar al campo. Entre los años 400 y 1000 disminuyó la población de las ciudades existentes y aparecieron pocas ciudades nuevas. El comercio volvió a tomar importancia después del año 1000 y las ciudades comenzaron a crecer de nuevo. 3.1 Descripción.
Muchas ciudades medievales europeas tienen trazados similares. Una ciudad típica ocupa menos de una milla cuadrada y tiene murallas a su alrededor para su protección contra los invasores. La principal iglesia de la ciudad—en la mayoría de los casos, una magnífica Catedral gótica, con torres—se ubica en el área central. La iglesia era la construcción más costosa y grande de la ciudad, y era como el símbolo del énfasis medieval en la religión. Los edificios del jefe del gobierno y la plaza del mercado estaban en el centro de la ciudad. Los ricos vivían alrededor y los pobres vivían más alejados de esta área. Algunos pobres vivían en chozas fuera de las murallas. Algunas de las ciudades medievales, como las ciudades antiguas, eran sucias e insalubres. Las enfermedades se propagaban rápidamente, en parte porque las personas no tenían métodos sanitarios para deshacerse de los desperdicios y de otros desechos. De tiempo en tiempo las enfermedades acababan con gran parte de la población. Las murallas alrededor de las ciudades medievales limitaban la cantidad de espacio habitable. La tierra era costosa, de manera que la gente empezó a construir edificios de hasta 5 y 6 pisos. La aglomeración constituyó un problema durante la Baja Edad Media. Algunas ciudades resolvieron este problema tumbando las murallas y construyéndolas de nuevo más alejadas. Florencia en Italia, aumentó de tamaño tres veces de esta manera. Otras ciudades dejaron las murallas, pero construyeron nuevas ciudades en las cercanías. Los pensadores creían que las ciudades medievales del Oriente tenían el mismo planteamiento que las ciudades europeas. Pero el comercio del Oriente no declinó y muchas ciudades del oriental fueron grandes y prósperas durante la Edad Media. 3.2 La población. Muchas ciudades medievales constituían pequeños asentamientos de tan solo 300 ó 400 personas. Hasta Lübeck en Alemania, una de las más importantes ciudades en el Norte de Europa, tenía una población de tan sólo 10.000 habitantes. Londres, con alrededor de 40.000, Venecia con 100.000 y París con cerca de 150.000, se destacaban entre las más grandes ciudades de la Europa medieval. Muchas ciudades orientales probablemente tenían poblaciones mayores. Las ciudades medievales europeas atrajeron personas de una gran variedad de orígenes. Pero las personas tendían a asentarse en vecindarios con personas de su propio grupo. Algunos vecindarios tomaban características de distintas ciudades. Tenían sus propios mercados, iglesias, fuentes de agua potable y otras facilidades. Una persona casi siempre permanecía en su propio vecindario. El sistema de vecindarios separados, ayudaba a limitar conflictos entre las personas y los diferentes grupos, pero también limitaba el intercambio de ideas. Las familias de la clase alta vivían engrandes casas, que tenían cuartos separados pro el baño, la cocina, el comedor, el dormitorio y las actividades religiosas y sociales. La idea de tener distintos cuartos para distintas actividades también comenzó a aparecer en la clase media y baja. Pero la mayoría de estas personas
continuaron viviendo en apartamentos o casas con uno o dos cuartos, que eran usados para todas las actividades. Aparecieron instituciones públicas que les dieron a las personas los beneficios del uso especializado del espacio. Estas instituciones eran panaderías públicas, baños públicos y hospitales. Pero poca gente, en una ciudad medieval, tenía mucho confort o privacidad. Durante la Edad Media, los niños, padres y demás familiares continuaron viviendo en una misma casa. Algunos hogares medievales también incluían sirvientes y empleados asociados con la actividad económica familiar. Por ejemplo, algunos jóvenes de la clase alta trabajaban como empleados personales de los nobles y vivían las casas de estos. Muchos aprendices vivían en los hogares de los artesanos que les enseñaban. Como en los tiempos antiguos, la educación formal estaba restringida a los muchachos de la clase alta. En Europa, la iglesia cristiana jugaba un importante papel en la educación medieval y conducía la mayoría de los colegios. Los clérigos enseñaban en estos colegios y también en muchos colegios que eran conducidos por el gobierno. La religión influía notablemente en la vida medieval. Las religiones más comunes eran: la cristiana en Europa, el Islamismo en el Medio Oriente y el Budismo y el hinduismo en el Oriente. En Europa la iglesia cristiana tuvo una gran influencia. Representantes del clero eran dueños de muchos terrenos y podían poner impuestos sobre las personas. La iglesia también conducía importantes actividades, como el bautismo, el matrimonio y el servicio de difuntos. La iglesia podía negar a las personas los servicios religiosos a través de la excomunión. Una persona excomulgada era una vergüenza pública. Además, las personas que no pertenecían a la iglesia cristiana eran a menudo tratadas rudamente. Por ejemplo, los judíos en las ciudades cristianas de la Europa medieval sufrieron muchas persecuciones. 3.3 Economía. Durante la Edad Media, muchas de las tierras estaban divididas en grandes fincas rurales llamados feudos. Los señores y arzobispos eran dueños de la mayoría de los terrenos, y los campesinos los cultivaban para ellos. Este sistema económico llamado feudalismo empezó a declinar a partir del año 1000. Muchos campesinos comenzaron a mudarse a las ciudades para ganarse la vida. Algunos se convirtieron en comerciantes o artesanos. Otros cultivaban el terreno en las afueras de la ciudad y ayudaban a surtir alimentos para la población urbana. El crecimiento del comercio era muy importante en el progreso económico de las ciudades medievales. El comercio había declinado después de la caída del Imperio Romano, pero durante la Edad Media Venecia, una ciudad italiana comerciaba con Constantinopla, hoy Estambul en Turquía. Venecia se mantuvo próspera aún después de que las ciudades europeas declinaran. Después que aquellas ciudades comenzaron a crecer de nuevo, Venecia comerció con ellas. Las ciudades crecían y se hacían prósperas comerciando entre ellas. El
incremento de comercio trajo mayor prosperidad y mayor crecimiento a las ciudades europeas. Las ciudades que jugaron un papel especialmente importante en el resurgimiento económico incluyen a Amberes en Bélgica; Brujas en Flandes; Nantes, Orleans, París y Rouen en Francia; Colonia, Hamburgo y Lubeck en Alemania; y Génova y Pisa, que se suman a Venecia en Italia. Los centros de comercio orientales incluyen las ciudades de Cantón, Huangchou, Kaifeng, Pekín y Soochow. Los avances tecnológicos también ayudaron al progreso económico de las ciudades medievales. Nuevos productos incluían barriles y tobos, pólvora, relojes mecánicos, papel, imprenta y jabón. El uso de corrientes de agua y la energía cinética del viento para manufacturar productos incrementaba la producción y consecuentemente elevaban los estándares de vida, y estimulaban el crecimiento urbano. El descubrimiento de la imprenta permitió que las personas pudieran obtener información acerca del comercio y del gobierno, más rápidamente que antes. Libros y periódicos incrementaron el intercambio de ideas entre las personas. Los artesanos y comerciantes se beneficiaron considerablemente del progreso económico. Debido al incremento del comercio y a los nuevos inventos, los artesanos podían elaborar más artículos, por lo que los comerciantes podían así vender más. La nueva prosperidad atrajo más personas a las ciudades, proveyendo mercados adicionales para los artesanos y comerciantes que formaron una nueva clase económica: la clase media. Para asegurar su prosperidad continua formaron organizaciones de trabajadores llamados “gremios”. Habían gremios de comerciantes y gremios de artesanos tales como panaderos, cocineros, joyeros, sastres, talabarteros y otros empleados. Por medio de la unión, los miembros del gremio aumentaban sus ganancias. En grupos podían comprar grandes cantidades de materiales a precios bajos. Los gremios solamente permitieron a sus miembros manufacturar y vender sus productos. Mantenían el precio de admisión bajo, para que cada miembro pudiera prosperar. 3.4 Gobierno. El feudalismo como sistema de gobierno se desarrolló en Europa durante la Edad Media. El sistema feudal dividía los reinos en varis secciones llamadas feudos, cada una de las cuales era gobernado por un señor o un arzobispo. El feudalismo debilitó el poder de los reyes, porque un rey gobernaba el terreno que le pertenecía, en de todo el reino. Las ciudades eran gobernadas por el señor o el arzobispo a quien le pertenecía el terreno sobre la cual estaba construida. Al alcanzar importancia las ciudades desde el año 1000 al 1100, muchos pobladores comenzaron a cuestionar la ingerencia de señores y arzobispos en los asuntos locales. Dirigidos por los gremios mercantiles y artesanales, los ciudadanos se ganaron el derecho de gobernarse a sí mismos. Muchas ciudades
obtuvieron victorias en sus luchas por el autogobierno. En Milán y otras ciudades italianas, los habitantes ganaron el derecho de elegir cónsules (personas que conducían el gobierno municipal). La costumbre se extendió a otras partes de Europa y así ciudades en Flandes y en el Norte de Francia obtuvieron un alto grado de independencia. La población hacía sus propias leyes y elegían sus propios funcionarios. Miembros de gremios conducían muchas de las ciudades. Algunos reyes ayudaban a los habitantes en su lucha por el autogobierno porque las fuertes leyes municipales debilitaban el poder de los señores y de los arzobispos. Entre los años 1400 y 1500 muchos reyes congregaron el poder de vastas regiones. Así formaban gobiernos centrales que reducían el poder de las ciudades. En el Oriente, el gobierno quedó centralizado a través de la Edad Media. El rey o emperador nombraba funcionarios locales, pero tomaba medidas para escoger hombres capaces. En la China, un candidato a funcionario tenía que pasar un examen de servicio cívico. Después de ser elegido era vigilado por inspectores gubernamentales, sistema que permitía al rey o emperador conocer las faltas en que incurrían los funcionarios locales. Sección 3 4. Las Ciudades Industriales. Durante los 300 años que siguieron a la Edad Media, las ciudades de todas partes del mundo crecieron y cambiaron gradualmente. Pero el modelo básico de ciudad y vida ciudadana permaneció el mismo. Durante finales del 1700 y comienzos del 1800, en el período de la Revolución Industrial, muchas ciudades en Europa y Norte América cambiaron considerablemente. Estas comunidades, llamadas ciudades industriales, se convirtieron en centros manufactureros a gran escala. La explosión manufacturera resultó principalmente por la invención de máquinas que hacían el trabajo de muchos hombres, y de la máquina de vapor, que producía la energía para las máquinas. La vida en las ciudades industriales se centraba alrededor de las factorías donde se manufacturaba. Muchas de las personas trabajaban en las factorías, vivían cerca de ellas y de ellas dependían completamente por toda su vida. Las condiciones de vida en las ciudades industriales se fueron perfeccionando a partir de 1800 y a comienzos de 1900. Pero cuando la Revolución Industrial comenzó, la mayoría de las personas estaban recargadas de trabajo, desnutridas, viviendo pobremente y expuestas a la muerte por enfermedad. La Revolución Industrial tuvo poco efecto inmediato en las ciudades fuera de Europa y Norte América. Algunas ciudades de África, Asia, Australia y Sur América se convirtieron en centros industriales al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Otras nunca se han industrializado.
4.1Descripción. Algunas ciudades industriales se desarrollaron en las ciudades medievales. Cuando una ciudad se volvía muy congestionada, las murallas eran echadas abajo y la ciudad se expandía. Otras ciudades industriales crecieron donde había habido una fortaleza, un puesto de comercio, una villa o un espacio abierto. Los desarrollos en espacios abiertos ocurrieron más comúnmente en Norte América, la cual no tenía ciudades durante la Edad Media. Una factoría o un grupo de factorías se ubicaban cerca del centro de una ciudad industrial. Alrededor se ubicaban las casas comerciales y los edificios de apartamentos donde vivía la gente pobre. El pobre no tenía medio de transporte y tenían que vivir en un radio de acción en que pudieran caminar hasta su trabajo. Mucha gente rica, incluyendo comerciantes y propietarios de las factorías, construyeron grandes casas en las afueras de la ciudad. Poseían carruajes tirados por caballos que los llevaban y traían del área central. Este nuevo modelo es contrario al de las primeras ciudades. En los tiempos antiguos y medievales, la mayoría de la gente rica vivía en el interior de la ciudad, y la gente pobre en las afueras. Las ciudades industriales tenían problemas de sanidad similares a los de las primeras ciudades. Los desechos y otros desperdicios producían riesgos a la salud debido a los inadecuados sistemas de salubridad. A ello se había sumado un nuevo problema que se convertía en riesgo para la salud: la contaminación del medio ambiente. Las factorías contaminaban los cursos de agua con desperdicios químicos y el aire con gases nocivos. También generaban enormes cantidades de basura, metales oxidados y otros desechos. El modelo de “parrilla” de cuadras en la ciudad, que aún permanece hoy, se volvió de uso extensivo en la ciudad industrial. De esta manera, los edificios estaban separados relativamente a distancias iguales y sus agrupaciones formaban cuadras rectangulares. Las calles, generalmente de la misma anchura, separaban las cuadras unas de las otras. Las ciudades más antiguas tenían un trazado más irregular de edificaciones y muchas calles curvas. El trazado regular hacía fácil el extender una ciudad en cualquier dirección, pero también le daba a la ciudad un aspecto monótono. 4.2 La población La población de las ciudades se fue incrementando grandemente durante la Revolución Industrial por dos razones fundamentales: primero, la población del mundo estaba aumentando más rápido que nunca; segundo, la mejoría en los métodos del agro había reducido la necesidad de granjeros, los que fluían a las ciudades y tomaban empleos en las industrias. Manchester en Inglaterra y Chicago en Estados Unidos, son dos ejemplos del tremendo crecimiento de las ciudades industriales. La población de Manchester creció de unos 6.000
habitantes en 1685 a unos 303.000 en 1851. La de Chicago saltó de unos 4.000 en 1840 a más de un millón en 1890. En los primeros años de la Revolución Industrial, la mayoría de las personas vivían en las ciudades bajo condiciones miserables. Hombres, mujeres y niños, trabajaban 12 ó más horas al día en industrias oscuras y sucias. Trabajaban en ocupaciones monótonas y cánsonas como atentos a una máquina o cargando materiales pesados. Las industrias tenían pocas reglas de seguridad, y los accidentes mataban o herían a muchos empleados. Los empleados ganaban apenas lo suficiente para alimentarse a sí mismos y a sus familiares. Durante depresiones económicas, muchas industrias despedían gran cantidad de empleados que no tenían adónde ir. No podían cultivar la tierra para alimentarse y los gobiernos todavía no habían empezado a proveer ayuda generalizada para los necesitados. Algunos trabajadores se amotinaban en protesta por sus condiciones de vida. Los trabajadores vivían en apartamentos superpoblados, sucios y mal construidos, casas en hilera y hasta en sótanos. En cierto momento, cerca de una sexta parte de la población de Liverpool en Inglaterra vivía en sótanos. Las ciudades industriales antiguas tenían epidemias y altos índices de mortalidad. La contaminación llenaba el aire y los cursos de agua y las ratas y los insectos ayudaban a propagar enfermedades. Tanto ricos como pobres fueron víctimas de la contaminación y las epidemias. Hasta 1830 las casas de hasta los más ricos carecían de instalaciones sanitarias. La mayoría de los empleados no tuvieron estas facilidades sino hasta principios del siglo XX. Con el tiempo, el nivel de vida en la mayoría de las ciudades industriales mejoró. La producción en serie fue usada en las industrias para reducir el costo de manufactura y ofrecer mejores precios a los consumidores. Muchos empleados industriales formaban sindicatos y amenazaban con huelgas generales para apoyar sus reclamos por mejores salarios y mejores condiciones de trabajo. Finalmente los gobiernos decretaron leyes que ayudaron a los trabajadores y tomaron medidas para mejorar la salubridad. Durante la Revolución Industrial sólo un pequeño porcentaje de personas tenían riquezas. Los dueños de las fábricas obtenían grandes ganancias y les pagaban poco a s trabajadores. Los banqueros y financistas invertían su dinero en nuevas industrias y obtenían grandes beneficios sobre sus inversiones. Los comerciantes vendían más y más en la medida en que la población aumentaba. Esta gente rica vivía en grandes casas y podían tener lujos. Durantes los siglos XVIII y XIX, organizaciones de caridad y los gobiernos abrieron escuelas gratuitas en muchas ciudades. Estas escuelas daban la oportunidad al niño pobre de tener una educación formal. Pero muchos maestros carecían de conocimientos y muchas escuelas carecían de libros. Además, muchos niños no podían ir a la escuela, porque tenían que trabajar en las fábricas. Los hijos de las
familias ricas iban a escuelas privadas o estudiaban en las casas bajo la vigilancia de tutores. Como en los tiempos medievales, las ciudades incluían personas de diversas procedencias. Las personas seguían tendiendo a asentarse en vecindarios con personas del mismo origen. Pero algunos grupos tenían mucho más contacto mutuo que el que habían tenido en el medievo. Personas de distinto origen trabajaban juntos en las fábricas, así como sus niños se encontraban en las escuelas. La influencia de la familia sobre las ideas y el comportamiento individual se mantuvo firme, pero la influencia de personas extrañas a la familia— compañeros de trabajo, amigos, maestras y otros— aumentó considerablemente. 4.3 Economía. El flujo de las granjas a las ciudades aumentó considerablemente durante la Revolución Industrial. La explosión manufacturera produjo más empleos en las ciudades que nunca antes. Al mismo tiempo los avances tecnológicos en la agricultura redujeron el número de empleos en las granjas. La invención de la segadora, por ejemplo, habilitó a un granjero, a hacer el trabajo de muchos. Gran número de artesanos se volvieron trabajadores de las fábricas. Los artesanos elaboraban sus productos lentamente, usualmente con herramientas de mano. Los trabajadores de las fábricas, usando máquinas elaboraban productos mucho más rápidamente. Los trabajadores industriales empezaron a fabricar muchos de los productos, confeccionados por los artesanos. Estos productos eran más fáciles de hacer, y consecuentemente podían venderse mucho más baratos que los productos de los artesanos. Muchos artesanos no podían competir con las fábricas, quedando fuera del negocio. El sistema de manufactura en la fábrica inició el más alto crecimiento económico en toda la Historia humana hasta ese momento. Con maquinaria apropiada, los humanos manufacturaban productos mucho más rápido y menos costosos que nunca. Los ahorros en los costos de producción—junto con las garantías más justas hacia los trabajadores— resultaron en mejores ganancias para los trabajadores. A medida que sus ganancias aumentaban, podían comprar más productos y al aumentar la demanda concluía en una producción aumentada. Los negociantes construyeron nuevas fábricas y expandieron las existentes. Los nuevos negocios crearon fuentes de trabajo para más personas, y los nuevos empleos indicaban que más gente podía tener más dinero con el cual comprar más productos. Y así sucesivamente, la demanda aumentaba de nuevo. Este proceso de expansión económica, todavía está en vigencia. Los adelantos tecnológicos en el transporte y las comunicaciones ayudaron al crecimiento económico. El desarrollo del tren de vapor, dio al negociante una manera de enviar cargas extremadamente pesadas y materia prima a grandes distancias. El ferrocarril constituyó—y constituye en algunos países—el principal medio de transporte terrestre. La invención del telégrafo y luego el teléfono, hizo que la comunicación entre ciudad y ciudad fuera más eficiente que nunca. Los
negociantes podían enviar y recibir pedidos para productos, más rápidamente que usando el correo. Los negociantes tenían que gastar tremendas cantidades en materias primas, en la construcción de fábricas, y en el hacer y operar maquinarias. El costo era sufragado en parte por medio del uso de un sistema económico llamado “capitalismo”, bajo el cual, los banqueros y los inversionistas privados ponían dinero para ayudar a pagar las operaciones mercantiles. Sus inversiones les permitían compartir las ganancias del negocio. En las antiguas ciudades industriales, tan sólo las personas más ricas podían invertir en los negocios, pero con el tiempo, muchas más personas tomaron parte en el sistema. 4.4 El gobierno. El rápido crecimiento de los problemas urbanos desde 1700 y 1800 forzó a los gobiernos a tomar medidas para mejorar la vida urbana. Los gobiernos de naciones industriales aprobaron leyes a partir de 1800, destinadas a proteger a los trabajadores. Estas leyes incluían medidas que regulaban el trabajo de los niños, y proveían medios económicos para los trabajadores heridos o enfermos, y para las familias de los trabajadores que morían en el trabajo. Otras leyes mejoraron la salubridad pública, y proveían alimentos y viviendas para los empleados. En la mayoría de los países, el gobierno central promovía leyes que beneficiaban a la población urbana. En los estados Unidos, el gobierno federal generalmente dejaba que los asuntos urbanos fueran conducidos por los gobiernos estatales. Las reformas tenían que ser aprobadas por la legislatura estadal. Pero la mayoría de los legisladores representaban sectores rurales y se oponían a muchas medidas que hubieran beneficiado a las ciudades. Las reformas vinieron más lentamente bajo este sistema, que bajo acción directa del gobierno central. 5. Las ciudades metropolitanas. Las ciudades crecieron más que nunca a partir de 1900. En 1970 alrededor de 1600 ciudades en el mundo tenían más de 100.000 habitantes y alrededor de 100 ciudades, más de un millón. Tokio, la ciudad más grande del mundo tenía una población de cerca de 9 millones de personas. Nueva York, la más grande de los Estados Unidos tenía alrededor de 8 millones. Un más sorprendente crecimiento ha tenido lugar en las áreas cercanas a las grandes ciudades. Grandes cantidades de personas se han establecido en estas áreas desde 1900 y han originado las comunidades llamadas “suburbios”. Las grandes masas de personas que han llenado las ciudades están congestionando también sus territorios a muchas millas a su alrededor. Una ciudad con suburbios es una “ciudad metropolitana” y la ciudad y su área alrededor es un “área metropolitana”. La palabra “metropolitana” viene del griego y significa “ciudad madre”. El área metropolitana de la ciudad de Nueva York era la más grande del mundo con alrededor de 16 millones de personas. No todas las ciudades son ciudades metropolitanas, sino sólo las más grandes.
La explosión de la población jugó un importante papel en el desarrollo de las áreas metropolitanas. La población del mundo se triplicó entre 1850 y 1970. Este record de la explosión de población nos lleva a ciudades sobrepobladas, causando el movimiento de muchas personas hacia áreas exteriores. La “implosión” de la población en la cual las personas se mueven de áreas rurales a urbanas, también ayudó a desarrollar las áreas metropolitanas. La “displosión” de la población, en la cual las personas de variadas razas, religiones y de otras nacionalidades se vienen a las ciudades, también influyó parcialmente en crecimiento de las áreas metropolitanas. Después que la gente pobre y los grupos minoritarios, como los negros en lo Estados Unidos, se movieron a los centros de las ciudades, muchas personas acaudaladas se mudaron a los suburbios. El crecimiento económico también impulsó el desarrollo de las áreas metropolitanas. Las explosiones económicas de la industria nacional ayudaron a millones de personas a alcanzar un alto nivel de vida. Como resultado, muchas personas pueden construir costosas mansiones suburbanas. El automóvil, el mayor adelanto en el transporte desde 1900 aceleró el desarrollo de las áreas metropolitanas y se convirtió en una necesidad de vida para millones de personas. En 1890, el automóvil era tan nuevo y tan extraño, que era exhibido en los circos. En 1970 había alrededor de 175 millones de autos de pasajeros en el mundo, la mayoría de ellos en las naciones industrializadas. En los Estados Unidos la mayoría de las familias poseen por lo menos un automóvil y muchas poseen más de uno. El automóvil le permite a millones de personas vivir lejos de sus trabajos, escuelas o centros de compra. La mayoría de los suburbios no podrían existir si no hubiera automóviles. El tren suburbano que transporta la mayoría de los trabajadores de los suburbios entre sus hogares y sus empleos, también contribuyó al desarrollo de las áreas metropolitanas. 5.1 Descripción. Las ciudades de hoy son mucho más grandes que las de los primeros tiempos. Al final del siglo XV, en 1500, por ejemplo, París ocupaba alrededor de 3 millas cuadradas. La ciudad ocupaba en 1971, 41 millas cuadradas y su área metropolitana alrededor de 185. La mayoría de las ciudades metropolitanas en los Estados Unidos tienen un trazado similar. La sección principal de negocios, usualmente llamada “downtown” (casco central) ocupa el centro de la ciudad. Es la zona de negocios de la comunidad. Personas de toda el área metropolitana trabajan en oficinas y tiendas allí, y hacen sus compras en tiendas del centro. La sección de negocios ocupa una pequeña área. Pero puede servir a miles de personas diariamente porque la mayoría de las oficinas y las tiendas están en rascacielos. Una región industrial de fábricas, almacenes y zonas de carga se ubica al lado o alrededor del sector principal de negocios de muchas ciudades. Las áreas residenciales, donde vive la mayoría de la gente, comienzan más allá de la zona
industrial. Las casas viejas y ruinosas están en el área residencial más cercana a la ciudad. La mayoría de la gente pobre de la ciudad vive en esta área, usualmente llamada “la ciudad interior”. Los gobiernos locales y el federal han emprendido proyectos de renovación urbana en la mayoría de estas. Algunos de los peores edificios en los barrios más bajos han sido reemplazados por nuevos, viviendas de bajo costo. Muchos de estos consisten en edificios de apartamentos de gran altura. Las vecindades se renuevan y se hacen más atractivas desde la ciudad interior. Las mejores casas se ubican cerca del extremo urbano de la ciudad y en los suburbios. Cada área residencial tiene sus propias tiendas y otros negocios. Desde mediados del siglo XX la mayoría de las fábricas fueron construidas lejos de las zonas centrales e industriales de la ciudad, especialmente en áreas suburbanas. Las principales calles de las ciudades y los suburbios generalmente están congestionadas con automóviles, buses y camiones. A ciertas horas, el tráfico se desplaza lentamente, demorando e irritando a grandes cantidades de personas. Han sido construidas muchas amplias autopistas para ayudar a descongestionar el tráfico. Pero el número de automóviles se ha incrementado tanto que hay enjambres de tráfico en las autopistas tanto como en las calles. Muchas ciudades de las naciones en desarrollo aún tienen deficientes sistemas de recolección de basura y de desperdicios. Pero en general, las ciudades de otras naciones tienen salubridad adecuada. Por otro lado, estas ciudades también tienen serios problemas ambientales como la contaminación. Los vehículos a motor, las fábricas, las plantas de energía eléctrica y otras fuentes crean tal cantidad de aire contaminado que algunas veces se levanta en el aire una especie de sucia neblina. El aire contaminado, así como la basura en los primeros tiempos, amenaza la salud de las personas en las ciudades. En total, los desperdicios y cloacas que son echados a los cursos de agua matan los peces convirtiendo estos espacios en inapropiados para la natación y la recreación. 5.2 Los habitantes. La población de los lugares urbanos ha continuado incrementándose desde la Revolución Industrial. En 1970, más de una cuarta parte de los 3.700 millones de personas del mundo vivían en comunidades de 20.000 habitantes o más. Los Estados Unidos clasificaban al 70% de su población como urbana. En Canadá, alrededor del 74% vivía en lugares urbanos. Desde 1045, el crecimiento suburbano ha sido aún más espectacular que el crecimiento de la ciudad. En los Estados Unidos en 1970 vivían más personas en los suburbios que en los centros de las ciudades. En conjunto, la población de las áreas metropolitanas de Norte América y Europa Occidental tenían el más alto nivel de vida en la historia. Había más ricos y gente de ingresos medios que nunca antes.
La mayoría de las personas en las áreas metropolitanas tenían buenas viviendas, enviaban a sus hijos a escuelas bien equipadas y podían tener recursos para las necesidades de la vida y muchos lujos. Los trabajadores de todas los diversos se han beneficiado con la explosión económica y la creciente fuerza del movimiento laboral durante el siglo XX. Pero mientras esto se convierte en realidad, a lo largo de la historia, mucha gente vive en pobreza. La existencia de la pobreza en medio de gran riqueza se clasifica entre los principales problemas de las ciudades de hoy. Los pobres quieren participar de la riqueza general, pero la mayoría no están formados ni tiene habilidades para mejorar económicamente. Generalmente carecen de educación o disciplina que le ayudarían a conseguir buenos empleos, o a emprender iniciativas. A la mayoría se les niega una buena educación, un buen empleo, o una buena vivienda porque existe cierta clase de discriminación. La discriminación siempre ha existido. Una gran ola de inmigrantes fue a los Estados Unidos desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Muchos de ellos, irlandeses, italianos, judíos y polacos fueron discriminados. En los Estados Unidos durante el siglo XX, la discriminación ha sido directamente dirigida contra los negros. La ira sentida contra la discriminación constituye una de las razones por la cual los negros en los estados Unidos se han amotinado. Otro blanco de la discriminación incluye a los latinoamericanos y a los indios norteamericanos (aunque la situación varió un poco en el último tercio del siglo). La mayoría de la gente pobre vive en la ciudad interior. Esta área está caracterizada por edificios de apartamentos ruinosos que están tanto sobrepoblados como enclaustrados. Muchos de los apartamentos han sido divididos de manera que más de una familia vive en cuartos originalmente diseñados para una familia. Un alto porcentaje de las personas en vecindades de la ciudad interior está clasificada por los sociólogos como “clase media baja”. Esta gente vive más confortablemente que la gente pobre, pero no tan bien como la gente de las afueras. La mayoría de las casas son viejas y pequeñas. Pero están en mejores condiciones y menos sobrepoblados que las casas de la ciudad interior. La mayoría de la clase media y la gente rica vive cerca de los límites de la ciudad o en los suburbios. Sus casas son grandes, nuevas y más lujosas. Muchas de estas casas tienen grandes patios internos donde las familias pueden jugar o recrearse en privacidad. Desde mediados del siglo XX aparecieron numerosos edificios de lujosos apartamentos en los suburbios. Otros fueron construidos cerca de la zona de negocios de la ciudad. En el siglo XX ha habido un movimiento gradual de las personas a las afueras de las ciudades y a los suburbios. Este movimiento aumentó tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La gente se iba lejos de las áreas con altos índices de criminalidad, para tener viviendas amplias y limpias en zonas tranquilas y menos congestionadas. También creían que sus niños podrían lograr una mejor
educación que en la ciudad interior. Las escuelas de estas áreas han sido duramente criticadas por estar pobremente equipadas para una educación apropiada de los niños. Los estudios sociológicos indican que en los Estados Unidos el movimiento hacia las afueras de las ciudades de las áreas metropolitanas es para alejarse de los negros que viven en la parte interior. En 1971, los suburbios estaban principalmente ocupados por los blancos y en las ciudades centrales se había elevado el porcentaje de la población negra. 5.3 Economía. La explosión económica que comenzó con la Revolución Industrial estaba aún vigente en 1971, y el mercado para los productos elaborados en las ciudades continuaba creciendo. La explosión de la población había creado más compradores para más bienes, y los altos niveles de vida instaban a las personas a comprar cada vez un mayor número de productos. Muchas naciones han incrementado su comercio con otras naciones, creando nuevos mercados para sus productos. Los avances tecnológicos también han permitido que muchos productores se volvieran asequibles. Las economías de las naciones industrializadas confiaban enormemente en la venta masiva de sus productos como automóviles, cocinas eléctricas y de gas, refrigeradores, aparatos de televisión, lavadoras automáticas y máquinas secadoras. Las ciudades metropolitanas como las ciudades industriales, son centros de manufacturación que proveen empleos para miles de trabajadores en las fábricas. Pero las ciudades de hoy también ofrecen gran cantidad de empleos en otros campos. Vendedores de los productos de las industrias o transportistas que van de lugar en lugar, oficinistas que ayudan a que los negocios evolucionen lentamente; constructores para los edificios de oficinas y fábricas necesarias por el crecimiento de los negocios y para las unidades de vivienda necesarias a la población en expansión. Para complementar el desarrollo de las ciudades, los gobiernos emplean bomberos, policías, constructores de vías, cuidadores de árboles, trabajadores en salubridad y muchos otros grupos de empleados. El crecimiento económico hasta 1970 había sido acompañado por cientos de avances tecnológicos que incluían el uso de electricidad y gasolina para las máquinas y el desarrollo de plásticos y otros materiales para hacer nuevos productos. Otros avances tecnológicos han sido la radio y la televisión y los satélites espaciales para las comunicaciones, el automóvil y el avión para el transporte, y la computadora para manejar la información que requieren las complejas economías. Los empleos que han sido creados por el progreso tecnológico incluyen a pilotos de aviones, operadores de computadoras, electricistas, mecánicos y técnicos para mantenimiento y reparación y estaciones de servicio. La actividad económica en las áreas metropolitanas ha tendido hacia la descentralización. Muchas firmas de negocios han construido fábricas en los suburbios, manteniendo sus oficinas en la ciudad. 5.4 Gobierno
Los gobiernos de las ciudades metropolitanas han crecido tanto que se han convertido en organizaciones complejas. Enfrentan la cambiante tarea de proveer servicios para miles o millones de personas y la ayuda para reconstruir las zonas decadentes de la ciudad. Son fuertemente presionados para conseguir los fondos que necesitan para su desempeño, y sus problemas se incrementan a medida que la población urbana continúa creciendo. Tomado de: The World Book, Year Book, 1971, USA. Traducido por Luís Jugo Burguesa con fines de estudio en 1971, recuperado tras muchos años y transcrito con fines didácticos en julio de 2007.
Lección 5
La ciudad como organización física de la coexistencia Artemio Baigorri Sección 1 1. La ciudad, cumbre del desarrollo social, tecnológico y moral de la especie La ciudad es algo más, mucho más, que esos 500 millones de personas sin hogar que denunciaba recientemente el Informe Global sobre Asentamientos Urbanos de la ONU; mucho más que la especulación urbanística, el caos edificatorio, la neurosis o la violencia. La ciudad es también la más compleja y grandiosa creación humana y es, posiblemente, el artefacto humano más antiguo y más adaptable a los cambios en el entorno. Posibilitó seguramente la aparición de la agricultura, al permitir la distribución de excedentes a una población que había dejado de recolectar sus propios alimentos. Tal vez inicialmente como un sistema de explotación de los campesinos por parte de los guerreros, pero también como un mecanismo de acumulación, centralización y redistribución de conocimientos e informaciones. Una acumulación de conocimientos que se producía por su capacidad para acoger a gentes, culturas y saberes de lugares diversos y distantes. Y, sobre todo, por su capacidad para regular la convivencia entre formas de vida, creencias y colores de piel muy distintos entre sí. Esas mismas características podemos observarlas en todas las grandes ciudades a lo largo de la historia, y podemos observarlas hoy mismo en nuestras ciudades, desde las metrópolis a las áreas agropolitanas menos compactas. Durkheim(1) mostró cómo únicamente la densidad física y moral que se produce en las ciudades pudo posibilitar tanto la división del trabajo social, como la aparición de la que denominó la solidaridad orgánica, no basada en las semejanzas, sino en el derecho y las reglas objetivables, que son la base de la
libertad. Esa densidad física y moral refuerza la dependencia mutua, pero a la vez acentúa las diferencias y la especialización, aumentando con ello la complejidad y el dinamismo de la estructura social, y en suma la capacidad tecnológica. Por supuesto que esa densidad también intensifica la lucha por la vida, y en suma la probabilidad de conflictos se acrecienta. Los procesos de diferenciación, división y especialización permiten, como apuntaba Durkheim, superar esas limitaciones, no desde luego por el camino de la felicidad. "La mayor intensidad de la lucha implica nuevos y penosos esfuerzos que no son de naturaleza como para hacer más felices a los hombres (...): Tal es el motor del progreso (...). La división del trabajo es, pues, un resultado de la lucha por la vida; pero es una solución dulcificada". El éxito de la ciudad como producto social, durante al menos 8.000 años desde que hiciera su aparición entre el Tigris y el Eúfrates, ha consistido justamente en posibilitar esa contradicción y hacerla productiva, creativa. Como veremos más adelante, puede ponerse en duda si ello constituye efectivamente alguna especie de progreso; pero la realidad es que las gentes no han dejado de afluir a las ciudades, a lo largo de esos 8.000 años, en busca de mejores condiciones de vida, o de la mera supervivencia. Como lo siguen haciendo todavía hoy hacen millones de personas en todo el mundo, tanto en el Tercer Mundo como en los países más ricos del planeta(2). Por otra parte, esa acumulación de personas lo sigue siendo también hoy de inteligencias, lo que posibilita que la ciudad siga siendo la masa en la que cualquier levadura puede fermentar, tanto para crear obras de arte, como para desarrollar artefactos que hagan la vida de los hombres, si no más feliz, siquiera menos penosa. La ciudad no es sólo el espacio de lo que Marx denominaba "el hampa de las grandes ciudades, esa podredumbre pasiva, esa hez de los más bajos fondos de la vieja sociedad"(3), sin duda más influído por la literatura de Dickens que por la realidad. Lo es, sin duda. Pero también es, al decir de Toynbee, la máxima expresión de las distintas civilizaciones, "encarnando su conciencia corporativa en monumentos públicos"(4). Y es también, y en suma, el espacio de la libertad y, en ningún momento mejor utilizada la expresión, el espacio de la coexistencia. 2. La ciudad, espacio de libertad, imagen del Estado como garante de los débiles Esta característica de la ciudad como otorgadora de libertades ha sido de siempre entrevista. De ahí que, también desde la más remota antigüedad, los reformadores apocalípticos hayan clamado contra las ciudades como centros de corrupción de las gentes. Max Weber supo mostrar con agudeza, desde la Sociología, la causa y raíz del caracter libre de las ciudades, al apuntar que el corazón, la última razón de ser, y el elemento más determinante de una ciudad, es el mercado, en suma el intercambio. Describía cómo "el hecho de que la ciudad fuese un mercado, y permitiese por tanto ganar dinero en el comercio y la artesanía, decidía a numerosos señores a obtener provecho de sus esclavos y de sus siervos, no ya como fuerza de trabajo utilizada a su propio servicio o en una explotación agrícola, sino como inversión: los convertían en artesanos o en pequeños comerciantes y, a
cambio de un tributo de servidumbre, los dejaban dedicarse a su actividad después de haberlos provisto eventualmente de lo que necesitaban (...) La posibilidad de la compra de su libertad estimulaba la actividad del pequeño burgués no libre"(5). De esta forma se hacía especialmente atractivo escapar de la servidumbre rural, y no es extraño que a finales de la Edad Media se hiciese popular una célebre expresión: "El aire de la ciudad nos hace libres". Ferdinand Tönnies, un sociólogo alemán poco conocido fuera de la disciplina, aportó algunas importantes claves al respecto. Proponía, a finales del siglo XIX, la existencia de dos formas básicas de agrupación social: la comunidad, basada en el afecto y la emoción, y que correspondería a las sociedades agrarias, y la asociación, basada en la instrumentalidad y la razón, que correspondería a las sociedades urbanas e industrializadas. La primera se basa en hábitos, en tareas regularmente repetidas, en la memoria y en la fe; la cooperación se deja llevar por la costumbre. Sin embargo, en la asociación es la ciencia y la razón la base de la interacción social; el intercambio se basa en la comparación y el cálculo, y la producción -ejemplarizada en la fábrica- en las normas regladas. La quintaesencia de la asociación serían el contrato y la ley, que alcanzan a cubrir "hostilidades internas e intereses antagónicos"(6), particularmente en el marco de la urbe donde, según Tönnies, se manifiestan en su máximo esplendor las contradicciones entre capital y trabajo. La base sobre la que todo esto es factible es el Estado, que sólo puede surgir con las ciudades, como una construcción social arquetípicamente urbana, es decir como producto de la razón. El Estado surge como instrumento de poder del príncipe urbano frente a los señores feudales, o rurales, pero también surge como instrumento de racionalización de las relaciones sociales. No importa aquí tanto si se trata de la libre asociación, como Locke proponía, para la ayuda mutua, o bien de la lectura más realista de Hobbes, que habla de cesión de derechos con el fin de contar con una protección superior frente a los poderosos. Lo cierto es que, como apuntó Hermann Heller, "el aumento de la interdependencia y del intercambio, consecuencia de la creciente división del trabajo, hizo más necesaria una ordenación normativa social establecida de modo consciente y según un plan y, que, en lo posible, sea previsible en su ejecución. Sólo en la época de la economía de cambio muy avanzada le fue posible a la jerarquía del Estado organizar un orden normativo semejante"(7).
En suma, en la ciudad encuentran los menesterosos, que desde su mismo origen afluyen a ella incesantemente, tanto una mejor forma de vida, o al menos la mera supervivencia, como la protección del Estado frente a los abusos de los poderosos. Sólo a través de la urbanización el Estado ha podido extenderse a todos los rincones. La urbanización es, para bien o para mal, una estatificación. Cuando uno piensa en las guerras carlistas, que ensangrentaron España durante casi un siglo, justo mientras se construía el nuevo Estado burgués y urbano, en estos términos, es más fácil comprenderlas como el enfrentamiento de los espacios rurales, comunitarios pero a la vez feudalizados, frente al avance del
Estado, centralista y contractual, y de la urbanización que los caciques y patriarcas rurales hallaban corrupta por democrática. Sección 2 3. Crítica de la crítica a la gran ciudad. Contra la deep ecology y el territorialismo. Es en ese ambiente en el que se gesta la crítica a la gran ciudad, una crítica que siempre ha estado vinculada a la defensa de una ruralidad que, sin embargo, sólo se manifestaba en términos de Arcadia para las clases dominantes rurales, o para quienes desde la comodidad de la propia ciudad oteaban un horizonte de supuestas aventuras y fiestas pastoriles. Al contrario de lo que ocurre en el pensamiento asiático(8), el pensamiento occidental se ha desarrollado en el ambiente cálido del enfrentamiento campo-ciudad, rural-urbano. Desde las Confesiones de Roosseau a la ecología profunda tan sólo hay un puente, que cruza sobre el abismo del fascismo, abierto por Spengler y su consideración de la sociedad urbana como moribundía de la civilización. Las llamadas de los ideólogos de la tierra contra el desarraigo del progreso se sucedieron, particularmente en la Alemania pre-nazi(9), pero también en otros muchos ámbitos se pretendía guardar, como hacía el geógrafo G.Roupnel en 1932, "la armonía universal de toda esta sonriente campiña". No vamos a detenernos en ello, pero sí quisiera hacer siquiera perspectiva a los erróneos planteamientos del paradigma ecológico mal entendido, que apunta en el balance negativo de la civilización urbana todos los males que hoy aquejan a la Naturaleza, cuando la naturaleza que conocemos no es sino una artificiosidad no menos antinatural que los parques y jardines urbanos. Y es desde la ciudad, desde la razón y el derecho urbanos, desde donde actualmente se está haciendo más por la conservación de la Naturaleza. Por supuesto, con esta creciente prevención que me embarga hacia ciertas variantes del programa ecologista, no me sitúo en absoluto en la crítica tecnocrática de Castells a la toma de conciencia ecologista sobre los problemas medioambientales. Del mismo modo que se han mostrado poco acertadas desde sus teorías sobre conflictividad urbana y lucha de clases, a su propuesta-bluff de tecnópolis sevillana(10), no es menos absurda su propuesta de que las ciudades para seguir creciendo deben dejar de lado las cuestiones ambientales(11) -cuando empíricamente se observa que las ciudades que máyor preocupación han mostrado por estas cuestiones son las que más crecen cualitativa y cuantitativamente-. 4. La urbe global, o la dispersión tecnológica/virtual de la ciudad (las metrópolis como centralidades) Y sin embargo, la oposición campo/ciudad que se manifiesta a través de la crítica de la ciudad ha perdido hoy todo su sentido. El proceso de urbanización dejó de
ser hace mucho tiempo un mero proceso cuantitativo, de mera acumulación demográfica en torno a una acumulación de recursos, para pasar a ser un proceso de carácter cualitativo. Si los sociólogos han hablado de la urbanización como modo de vida, es porque ya no puede verse en términos de acumulación demográfica, exclusivamente, sino en cuanto extensión de estilos culturales, de modos de vida y de interacción social. Es decir, lo urbano ya no está únicamente en las ciudades. Cuando hemos hablado de la urbanización del mundo campesino(12) siguiendo en parte las primeras tesis de Lefebvre, queríamos expresar ese proceso que entonces se veía como colonización cultural, por el que las denominadas zonas rurales adquieren los modos de vida considerados urbanos, la tecnología de las ciudades, y que no es en realidad sino la extensión del núcleo civilizatorio -capitalista e industrial durante los siglos XIX y XX- a la totalidad del territorio social. ¿Queremos decir con todo esto que lo rural no existe? Faltan, obviamente, datos empíricos para una afirmación semejante, aunque sí creo factible defender la inutilidad de la separación epistemológica entre lo rural y lo urbano. Si las tesis sobre las que vengo trabajando son acertadas, lo rural serían apenas algunos intersticios, fuera de la marcha de la civilización, que quedarían entre lo que denomino la urbe global. Información, cultura, poder de decisión, son los elementos claves en este proceso de urbanización. Posiblemente una clave para entender mejor estos procesos la encontremos en las comunicaciones, como corresponde a la sociedad de la información que ha sustituído a la sociedad industrial. MacLuhan apuntaba hace treinta años hacia la conformación del planeta en una especie de aldea global, sobre la base tecnológica del "poder descentralizador que el ordenador tiene para eliminar ciudades y todas las demás concentraciones de población"(13) Efectivamente, hemos podido observar en Europa, y particularmente en España, de qué forma una infraestructura de comunicaciones, la autopista, provocaba profundos cambios socioeconómicos en muchas áreas rurales, del mismo que antes los produjo el ferrocarril. Las redes telemáticas están haciendo el resto. El proceso no ha llevado a una aldea global, en el sentido tribal que McLuhan pretendía descubrir (14), sino más bien -desde una perspectiva civilizatoria y positivista- a una ciudad global, a esa urbe global a que hacía referencia: un contínuum inacabable en el que se suceden espacios con formas y funciones diversas, con mayores y menores densidades habitacionales, pero que en su totalidad participan de una u otra forma de la civilización y la cultura urbanas. Sólo en la medida en que un espacio se halle incomunicado podrá hablarse de cierta carga -de intensidad variable- de ruralidad. Todo lo cual no está en contradicción, desde luego, con la crisis de las grandes ciudades, por cuanto la urbe ya no necesita, con las nuevas redes comunicacionales, de la concentración. Observándose una fuerte tendencia "hacia la dispersión/fragmentación de los territorios urbanos"(15), o lo que se ha denominado la 'glocalización', como proceso de cohesión entre la economía global
y la eonomía local. Son estos fenómenos de dispersión, fragmentación, glocalización, los que permiten explicar la ya efectiva urbanización de todos los espacios sociales. Y, en este marco, ciertamente, la ruralidad se correspondería con esos territorios peor comunicados, coincidentes a su vez con los más deprimidos económicamente, en el caso español apenas dos millones de habitantes. Posiblemente esos dos millones de personas constituyen, en la actualidad, el espacio social rural en España, aunque en realidad a ellos habría que añadir algunos millones más de rurales que, aunque insertos espacialmente en la urbe global, como inmigrantes marginados, no han sido asimilados todavía por la cultura urbana. Del mismo modo, el propio concepto de gran ciudad, de metrópolis, deja de tener sentido. La urbe global hace que el hinterland metropolitano de Nueva York pueda incluir a Roma, Londres o Tokyo, o viceversa. O que el hinterland de Madrid incluya Benidorm y Marbella. En este sentido, podría decirse que la ciudad ya no existe como espacio físico. Utilizamos el concepto de global no en referencia a su tamaño -como se plantea en los conceptos de urbe, metrópolis, ciudades-mundo o megalópolis-, sino más bien para designar el proceso, insisto en ello, por el que los aspectos físicos y morales de la ciudad se extienden a todos los rincones del universo, civiizándolo. La sociedad urbana, propuesta por el gran sociólogo y urbanista francés Henri Lefebvre como realidad virtual, ya ha fraguado(16), formalmente, en el mismo marco de realidad virtual en que la ubicó, al proponer que "lo urbano viene a ser un continente que se acaba de descubrir y cuya exploración se lleva a cabo edificándolo". ¿Podría definirse mejor, anticipándose en el tiempo, el concepto de espacio virtual de relación, la máxima expresión actual de la coexistencia, que es la red Internet?. En este marco, ¿tiene sentido hablar de centralidades?. Sin duda, aunque la propia centralidad es asimismo virtual; no se corresponde con un espacio físico, un barrio, una manzana de oro, ni siquiera una sede gubernamental. La centralidad es únicamente un proceso de interrelación telemática entre protocentralidades diversas ubicadas en espacios físicos distantes entre sí. Y, del mismo modo que en los tiempos de la urbe local los ciudadanos, los habitantes de la urbe, tenían la posibilidad de acercarse a la centralidad, a los espacios físicos del poder, económico, político o cultural, en la urbe global todos cuantos participan de la cultura urbana y forman parte de la red virtual tienen acceso en tiempo real a las centralidades, sin tener que desplazarse más de lo que tendría que hacerlo un ciudadano de la periferia de las ya extintas metrópolis. El problema analítico mayor es que nos faltan todavía conceptos para denominar estas nuevas categorías funcionales, por lo que debemos seguir utilizando todavía los conceptos caducos de ciudad, urbe, metrópolis, campo, etc Sección 3
5. La necesidad de recuperar la URBANIDAD. Los modelos exitosos están en la propia ciudad burguesa ¿Qué podemos, por tanto, plantearnos rehabilitar, al pensar en las centralidades metropolitanas? ¿En qué pensamos al hablar de rehabilitación, es decir de adaptación funcional a las nuevas necesidades? ¿Cómo podemos entender aquí la coexistencia? Bien, si la rehabilitación se basa en la utilización de viejos materiales y antiguos continentes, para nuevos contenidos, creo que la clave está en la reconstrucción y desarrollo de lo que hizo posible la coexistencia en la ciudad burguesa: el contrato, la norma y el Estado. Ello hará posible el sentar las bases de una nueva urbanidad en la sociedad informacional: la defensa y asunción de una cultura de la respública común, como único bastión de la coexistencia intercultural. Es decir, de unos valores universales, basados en la razón y no en sistema alguno de creencias, culturas étnicas, almas del pueblo o religiones. Por lo demás, el espacio de la coexistencia es el mismo de siempre: el trabajo, la producción, las mercancías. Materiales o culturales. Bienes de consumo o información y conocimiento. Pues no otra cosa es la coexistencia que el libre acceso, en igualdad de condiciones, al trabajo, a los medios de producción, a las mercancías, el saber y la riqueza. Los conflictos están, siguen ahí, en absoluto hemos llegado al fin de la historia. En mi opinión, la polarización se basa nuevamente en el esquema más clásico, esto es en la saintsimoniana división entre poseedores y productores. Naturalmente el concepto de posesión, cuyo desarrollo nos conduce ineludiblemente a la necesidad de definición de un bloque dominante, va más allá del análisis marxista sobre la propiedad de los medios de producción(17) (aunque la propiedad constituye todavía un elemento clave para la ubicación de ciertas clases y estratos sociales), yendo más bien en la dirección de las tesis de Dahrendorf sobre el Poder y su concepto de titularidades(18). Entre ambos polos tenemos un espacio que se ensancha o se estrecha según sean las circunstancias sociales, por influencia generalmente de cambios a menudo imprevistos derivados del impacto de nuevas tecnologías, cambios ecológicos, o acontecimientos provocados por esferas que, aunque interrelacionadas en cierto modo con las infraestructura tecno-económicoecológica, poseen autonomía propia: como la política, la religión, la cultura y la etnicidad, etc. Ese espacio intermedio correspondería a las clases medias, que pueden funcionar en un momento dado como colchón en los conflictos entre clases dominantes y clases productoras, o como aliados respectivos de unas y otras; e incluso en ciertos momentos -de máxima polarización y riesgo de conflicto violento entre los dos polos- seguramente como clase hegemónica, atribuyéndose entonces la dirección de su acción a los estratos burocrático-estatales de la misma.
La emergencia de un nuevo modo de producción, el imperceptible paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información (19), ha supuesto modificaciones profundas en la estructura de clases, reagrupaciones y fraccionamientos. Así, resulta a todas luces evidente el proceso de segregación de la clase de los managers, o administradores, quienes de constituir una pequeña fracción, dependiente de la burguesía industrial, está intentando convertirse, desde mediados del sigo XX y en todos los países avanzados -gracias a su importancia funcional-, en clase hegemónica, tal como en su momento hizo la burguesía respecto de la aristocracia. Y por otro lado no es menos evidente la consolidación de un nuevo proletariado en unos términos tan fuertes como ni siquiera los marxistas han sabido detectar. La permanente confusión entre proletariado y clase obrera industrial ha facilitado esta incapacidad de lectura. Hallamos ahora un proletariado que produce bienes materiales, y un proletariado que produce información. En ambos casos se da la misma alienación entre productor y producto; la misma marginación respecto de la propiedad de los medios de producción (aunque insisto en aceptar la tesis de Dahrendorf de que la propiedad ha dejado de ser un elemento fundamental), y sobre todo respecto del poder social que produce la ideología dominante, y respecto del poder político que asigna los recursos entre los distintos intereses en conflicto. Hallamos, en fin, un nuevo sector, que en modo alguno responde a la tipología del lumpenproletariado, de características muy variopintas, en el que en la actualidad se dan las mayores dificultades de integración: inmigrantes, parados de larga duración, jornaleros, pequeños agricultores empobrecidos...(20) Harán falta varios decenios, sin embargo, antes de que todas estas transformaciones cuajen en una estructura dicotómica definida, de perfiles claramente delimitados, como la que Saint Simon o Marx (e incluso Talcott Parsons, en un sentido distinto) pudieron observar. Antes de ello no podremos estar seguros, por ejemplo, de quién juega el papel de clase incapaz de integrarse a la sociedad y a la que se supone quiere destruir. Podría serlo tanto ese sector periférico al sistema, pero también podría llegar a serlo el proletariado informacional, mientas que el proletariado industrial se disgrega entre la integración (capas altas de especialistas con trabajo fijo) y la lumpenproletarización de los más desvalidos. Una teoría del conflicto y un análisis de las luchas de clases, si partimos de la tesis de su presencia, deberá buscar si en las sociedades avanzadas la polarización dicotómica que conduce a lo que Mao Tse-Tung denominaba 'contradicción principal'. Y no menor importancia tendrá el ver si hallamos también esas contradicciones secundarias determinadas e influidas por la contradicción principal, tan despreciadas por el análisis marxista, pero tan importantes en el análisis
gradualista y funcional de la estratificación, hasta el punto de determinar las alianzas de clase y los cambios sociales de carácter revolucionario (21). Naturalmente, si la estructura presenta clases de intereses contrapuestos (22), se producirá una práctica de enfrentamiento, generalmente traducido en acciones políticas. La contradicción principal es en mi opinión principalmente de orden político, como ya lo era en la Grecia de Aristóteles entre esclavos y libertos, aunque evidentemente tenga una clara interrelación económica. A mi modo de ver la contradicción estriba en la existencia de medios técnicos y culturales que permitirían un reparto del Poder político, o lo que es lo mismo una democracia más participativa, más directa -determinando en último término, no debemos olvidarlo, una democracia económica-, mientras que hallamos frente a ello el mantenimiento de estructuras políticas que imposibilitan dicha difusión de Poder. Como lo ha expresado con suma claridad Norberto Bobbio, "en la sociedad capitalista avanzada, donde el poder económico se halla cada vez más concentrado, la democracia, pese al sufragio universal, la formación de los partidos de masa y un grado bastante elevado de movilización política, no ha conseguido mantener sus promesas, que eran, sobre todo, de tres órdenes: participación (o bien concurso colectivo, y generalizado, aunque indirecto, en la toma de decisiones válidas para toda la comunidad), control desde abajo (a base del principio de que todo poder no controlado tiende al abuso) y libertad de disentimiento"(23). Obviamente, para los marxistas la interpretación es muy distinta, por ser secundaria la esfera política. En una sociedad internacionalizada la contradicción esencial es el conflicto Norte-Sur. Para otros la contradicción esencial será la oposición Hombre-Naturaleza, y aún quedan quiénes siguen considerando la oposición Campo-Ciudad como esencial. Pero todas son difíciles, cuando no imposibles de engarzar en una estructura de clases sociales, aunque hayan abundado los intentos teóricos al respecto. En cualquier caso, creo que los niveles de integración post-industriales que todavía conserva la sociedad informacional emergente (24), impiden la manifestación de una contradicción principal manifiesta. Habrá que esperar sin duda un momento de crisis económica real y profunda -no como las pequeñas recesiones que estamos atravesando, y que sólo afectan todavía a los sectores más marginales de la sociedad- para que ésta se manifieste. Todas estas transformaciones se manifiestan asimismo en la aparición de nuevos actores colectivos, que representan los intereses tanto de las nuevas clases como de los diferentes grupos de estatus, y que juegan justamente en la ciudad su papel. A las clases y grupos de estatus que simbolizan esa contradicción básica entre poseedores y productores, y al sistema de partidos, se añaden los que se
denominan, inapropiadamente, 'movimientos sociales en el ámbito de la sociedad civil', concepto que recoge el modelo desarrollado por Claus Offe(25). La mayoría de los denominados nuevos movimientos sociales persiguen demandas que combinan bienes e intereses particulares y materiales concretos tradicionales (conflictos urbanos por remodelaciones de centros urbanos, conflictos en general por la exclusión...), junto con otro tipo de bienes no particulares aunque tampoco colectivos (como los propios de un género), así como con bienes colectivos para el conjunto de la humanidad que no son asimilables, por otro lado, a bienes materiales cuantificables y utilizables por los demandantes (como es el equilibrio ambiental, la paz internacional, la cooperación al desarrollo...).Es el conflicto, en suma, por inmateriales que, además, son inconmensurables, frente a los cuales las clases sociales y grupos de status pueden adoptar posiciones incluso contradictorias, siendo por ahora el campo más paradigmático en este sentido el del medio ambiente(26). Estos nuevos protagonistas del conflicto social han de definir los términos en los que hoy debe plantearse el derecho a la ciudad. Decía Lefebvre que este derecho camina lentamente, "a través de sorprendentes rodeos (la nostalgia, el turismo, el retorno hacia el corazón de la ciudad tradicional, la llamada de centralidades existentes o nuevamente elaboradas). La reivindicación de la naturaleza, el el deseo de gozar de ella, desvían el derecho a la ciudad (...) aunque sin conseguir eludirlo. El derecho a la ciudad no puede concebirse (tampoco) como un simple derecho de visita o retorno hacia las ciudades tradicionales. Sólo puede formularse como derecho a la vida urbana, transformada, renovada".( 27) Es una tesis plenamente compartible en la actualidad, aunque no creo en modo alguno en su corolario, por el cual la clase obrera, el proletariado, habría de ser el "agente, vehículo o apoyo social de esta realización". En fin, como decía el propio Lefebvre, vamos a ir descubriendo este nuevo continente a medida que lo construimos. NOTAS 1. Emile Durkheim, La división del trabajo social, Planeta-Agostini, 1993 (también en Akal, 1982). La edición original es de 1893. 2. Y sigue siendo por la vía de la división del trabajo, y de la especialización productiva, por la que que esas gentes que afluyen a las ciudades encuentran un nicho en el que sobrevivir. 3. Karl Marx, El manifiesto comunista, Ediciones Ibéricas, Madrid, 1971 (la edición original es de 1847) 4. Arnold J. Toynbee, Ciudades de destino, Sarpe, 1985 5. Max Weber, La ciudad, La PIqueta, 1987 (edición original de 1921) 6. Ferdinand Tönnies, Comunidad y asociación, Península, 1979 (edición original de 1887) 7. Hermann Heller, Teoría del Estado, Fondo de Cultura Económica, 1961 (edición original de 1934) 8. En Robert Nisbet, La sociología como forma de arte, Espasa-Calpe, 1979 12 9. Ver algunas buenas muestras recogidas en Luc Ferry, El nuevo orden ecológico, Tusquets, 1993 10. M.Castells y P.Hall, Tecnópolis del mundo, Alianza, 1994 11. 12. Por ejemplo en M.Gaviria, 'La dependencia de los agricultores', Cuadernos para el diálogo, extra XLV, 1975; A.Baigorri, 'Retrato de un colonizado', Bicicleta, 20/21, 1980; A.Baigorri, 'La urbanización del mundo campesino', Documentación social, 51, 1983. 13. Marshall Mc Luhan, Guerra y paz en la aldea global, Planeta, 1985 (la edición original es de 1968) 14. Tengamos en cuenta que la obra de Mc Luhan se desarrolla en el marco del primer gran pavor ante la irrupción de las tecnologías de la comunicación. Siguiendo los modelos de Mc Luhan se hablaría luego -en los años '70 y fundamentalmente desde Italia- de una Nueva Edad Media.
15. Ramón López de Lucio, 'La tendencia hacia la dispersión/fragmentación de los territorios urbanos', Economía y Sociedad,12, 1995 16. Henri Lefebvre, La revolución urbana, Alianza, 1972 (edición original de 1970) 17. No utilizo el término bloque en el sentido marxista gramsciano, sino en base a la consideración weberiana, sobre la dificultad de hablar de clases en el nuevo modo de producción emergente, no capitalista. El bloque integraría en un nivel de dominio, hegemonía o élite –la denominación me resulta indiferente, es en cualquier casi una alianza- a las clases dominantes del modo de producción industrial y a los sectores de élite que dominan el nuevo modo informacional emergente. 18. Ralf Dahrendorf, El conflicto social moderno, Mondadori, 1990 19. A la espera de una denominación aceptada para ese nuevo modo de producción emergente, esa nueva estructura social, que en los años '70 recordaba a los sorprendidos investigadores una nueva edad media (R.Vacca, U.Eco...), y que en los años '80 ha sido denominada a menudo -erróneamente- sociedad dual, opto por denominarla, de forma instrumental, modo de producción planetario, pues sin duda el elemento más destacable y más tempranamente detectado ha sido la total interrelación de los sistemas locales en una red (networking) mundial. 20. El sector que en la manipuladora -y sobre todo manipulada- teoría de la sociedad dual quedaría fuera del mercado. 21. Entiendo aquí el término revolucionario no en el sentido político, de cambio violento, sino en el sentido civilizatorio, en tanto cambio profundo estructural, por la que una clase -o grupo de clases- adquiere la hegemonía social y económica -y en consecuencia política-, a consecuencia tanto de un cambio político de carácter revolucionario como de una fractura o cambio radical ecológico o tecnológico. Así, el poder de los managers no se ha debido a un cambio revolucionario de carácter político, sino esencialmente de carácter tecnológico (fundamentalmente organizacional). 22. Y, desde luego, en una perspectiva hobbesiana, todas las clases tendrían entre sí intereses contrapuestos, al igual que entre los individuos se encontraba el todos contra todos en el Estado de Naturaleza. Posiblemente, desde esta perspectiva, el Estado de Naturaleza se abandonaría a través de la sumisión de unas clases a la dominante, mediante la coacción. Es sin duda la elaboración teórica utilizada más a menudo en las dictaduras políticas que han pretendido imponerse a un supuesto caos social provocado por la agudización de las luchas de clases. 23. Norberto Bobbio, ¿Qué socialismo?, Plaza y Janés, 1986 24. Derivada, posiblemente, de la alianza entre los managers -por utilizar una terminología ya clásica, que se correspondería hoy con los detentadores del conocimiento y la información- y el capital financiero. Aunque, si atendemos al caso español, podemos detectar ya ciertas rupturas en esta alianza, como las que en el plano público se manifiestan en grandes escándalos administrativofinancieros. La cadena que se inicia en Ruiz Mateos y -por ahora- termina en Conde, y que conlleva agrupamientos y reagrupamientos que se plasman en lo político, pienso que tiene, en este sentido, una lógica estructural que está por desvelar más allá de lo anecdótico. 25. Claus Offe, Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Sistema, 1988 26. Artemio Baigorri, 'Ecología política y lucha de clases', Alfalfa, 1978 27. Henri Lefebvre, El derecho a la ciudad, Península, 1969
Tomado de Conferencia en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, noviembre 1995
2. Capitulo Aprendiendo la Ciudad En este capítulo se mostrará la construcción de ciudad desde lo metodológico. Lección 1
PENSAR LA CIUDAD GUSTAVO MONTAÑEZ GÓMEZ
EL RETORNO DEL TERRITORIO Los colombianos cuarentones, como yo, nacimos en un país rural y vamos a morir en un país urbano. En el tiempo de nuestra vida hemos visto transformaciones importantes asociadas con esa urbanización, algunas de ellas consideradas como positivas para el progreso del conjunto social, mientras que otras son menos afortunadas en la perspectiva de construir una nación moderna con justicia social. Nos corresponde al finalizar el siglo XX, y después de casi doscientos años de nuestra independencia, encontrar senderos que permitan una reconstrucción de nuestra sociedad, en el marco de las nuevas dinámicas e ideas del contexto actual. En este sentido, las últimas décadas han visto el redescubrimiento del territorio en la literatura social, destacándolo como elemento sustancial de cohesión de la nación, referente indispensable para individuos y colectividades sociales, generador de significados e imaginario colectivo y propulsor de la construcción de tejido social y de la socialización primaria. En la medida en que se incrementa la movilidad de la población en el país y se intensifican los procesos de descentralización o se extienden los infortunados sucesos de la guerra, los colombianos vamos identificando una serie de lugares que no hacían parte de nuestra memoria territorial, ni figuraban antes en la geografía nacional de la enseñanza primaria o secundaria. Estas sorpresas territoriales de ahora no indican que la educación geográfica fuese en el pasado peor que la actual, o que la tradición de la geografía memorística, de listados de lugares desconocidos, sea la pedagogía adecuada. La cuestión es más de fondo; la ciudad, por ejemplo, no hizo parte de los contenidos de la geografía básica de nuestra generación. A la ciudad siempre se la trató como un punto en el mapa, sin ninguna significación particular, distante de una relación cotidiana y ausente de problematización. Pero lo lamentable no es que nuestra educación tuviese esa grave falencia en el pasado, sino que hoy, probablemente esté haciendo lo mismo en las escuelas y colegios de Colombia. No es de extrañar, entonces, que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas que viven en la ciudad y escasamente terminan el bachillerato, no ejerzan sus derechos y deberes de ciudadanos desde la dimensión territorial.
La construcción de nuestro sentimiento nacional ha estado centrada principalmente en torno a los muy respetados símbolos de la bandera y el escudo nacionales, y más recientemente alrededor de la selección nacional de fútbol, sin que se reconozca el papel que puede tener el territorio como ente de promoción de significación y apropiación de lo nacional. Por fortuna, la Nueva Constitución deColombia de 1991, nos invita a procurar una mirada atenta al territorio del país, al reconocimiento de la riqueza derivada de su diversidad física y cultural, a su valoración como el abrigo colectivo de los colombianos ya su reconocimiento como un factor importante en la explicación de nuestras peculiaridades. Ese territorio nacional puede ser concebido como un conjunto articulado o desarticulado de campos y ciudades, donde viven los colombianos, y el cual necesita ser pensado y proyectado como parte integral del país que soñamos y queremos construir.
Sección 1 POR QUÉ PENSAR LA CIUDAD Puesto que el tema de la Cátedra Manuel Ancizar, en la presente ocasión, es "pensar la ciudad", lo primero que podríamos preguntarnos es ¿por qué pensar la ciudad? El punto de vista existencial o pragmático proclama que debemos pensar la ciudad porque muchos vivimos en ella. Nuestra cotidianidad ocurre en la ciudad; esta determina o condiciona a aquella aunque pocas veces seamos conscientes de ello. La calidad de vida del individuo y del grupo social, así como sus factores objetivos, y aún los subjetivos e intersubjetivos, dependen del carácter y dinámica del fenómeno urbano y de la especificidad de la ciudad que habitamos. No es necesario observar la enorme dislocación social y el desconcierto colectivo producido por una catástrofe en la ciudad para poder entender el carácter profundamente humano de la urbe. El efecto, por ejemplo, de un terremoto no se manifiesta solo en la destrucción de las viviendas y la consecuente calamidad de las familias, sino también, en la ocurrencia de otras secuelas, incluyendo la pérdida súbita de referencias territoriales, de señales y significaciones espaciales. Es evidente y paradójico entonces que las catástrofes naturales se encarguen de recordarnos lo importante y determinante que puede ser el territorio en general, y en particular el territorio de la ciudad. Pero en tiempo normal, cuando no ocurren los desastres catastróficos, la cotidianidad raras veces promueve una reflexión espontánea sobre el espacio urbano, ni siquiera una consideración atenta sobre el territorio comprendido en la ruta diaria que nos lleva de la residencia a la casa, o viceversa. Menos frecuente aparece la idea de examinar la ciudad como totalidad. La urbe presenta una gran complejidad y una tal banalidad que preferimos vivirla sin pensarla y la dejamos a menudo como asunto de expertos o propio de los candidatos a la alcaldía. Una perspectiva romántica y psicologista respondería que debemos pensar la ciudad porque necesitamos leer y analizar los imaginarios y las percepciones que en nosotros despierta su existencia y movimiento. Este espacio
físico y social suscita en individuos y comunidades, percepciones e imaginarios diversos que deben ser objeto de indagación, como una vía para comprender el comportamiento social y cultural de los grupos sociales que hacen la ciudad. Es esa ciudad percibida, tan intangible como real, la que explica, al menos parcialmente, muchos de los rasgos de la vida cotidiana de los moradores de la urbe y de sus relaciones con su entorno. Podría haber, también, otra razón pragmática para atrevemos a pensar la ciudad, basada en la constatación de una de las principales tendencias del mundo actual: la ampliación y profundización de la urbanización. Hace años, los estudiosos del fenómeno observaron que las grandes ciudades, centros del comercio mundial, habían comenzado su ciclo histórico en oriente, se habían trasladado con el correr del tiempo a occidente, pasando de Babilonia a Atenas, de Atenas a Alejandría, de Alejandría a Bizancio, de Bizancio a Venecia, de Venecia a Lisboa, de Lisboa a Londres, y de Londres a New York. Esta última se convirtió durante el siglo xx en el principal símbolo de la vida urbana que incluye hoya casi la mitad de la población mundial y al 75% de Occidente. En este proceso, América Latina emerge como el área del planeta con mayor intensificación del proceso de urbanización. Sobre esta tendencia muchos investigadores señalan que las ciudades hoy llamadas intermedias van acrecer aun ritmo muy significativo durante las próximas décadas. La dinámica del cambio y sus consecuencias en las estructuras conceptuales que utilizamos para describirlo y comprenderlo, es otro motivo para pensar la ciudad. Se constata que ciertos conceptos, aprendidos en nuestra infancia y juventud, no son quizá pertinentes hoy, debido a los profundos cambios ocurridos en el espacio geográfico durante las décadas recientes. Es el caso, por ejemplo, de los conceptos urbano y rural, cuya interpretación y diferenciación actual se tornan difíciles precisamente por los efectos de la revolución técnico-científicoinformacional, que a través de la multiplicación de redes de servicios, otrora concentrados en la ciudad, extienden su alcance a amplios espacios territoriales, desdibujando los que fueron por mucho tiempo los contrastes más notables entre el mundo urbano y el rural. Una última razón para pensar la ciudad colombiana la encontramos en lo que ella representa como expresión de pensamiento autóctono y de capacidad de construcción de un proyecto nacional con manifestaciones locales muy concretas. Es esta una manera de cavilar acerca de las relaciones del todo nacional con sus partes: las regiones y las ciudades. Es una forma de hilvanar lo concreto inmediato con lo trascendente por venir, de recorrer el tiempo de ahora con el deseo de avizorar un destino nacional; y de buscar caminos más claros de inserción de Colombia en el mundo. Esta visión optimista nos invita a no olvidar que fue en la ciudad donde asomamos a la llamada modernidad y es, también allí, donde experimentamos más claramente la modernización sin modernidad.
Sección 2
¿CÓMO PENSAR LA CIUDAD? Dada la complejidad y multidimensionalidad del fenómeno urbano, y en Particular de la ciudad, aparece de inmediato el problema de cómo estudiarla, de cómo pensarla. ¿Con cuál discurso teórico conceptual debemos aproximarnos a ella? La primera forma de acercarnos al conocimiento de la ciudad ha sido la que podríamos denominar la tradición disciplinar; es el, examen desde cada disciplina o, por extensión, desde cada profesión, sea esta la arquitectura, la sociología, la literatura, la antropología o la geografía, entre otros campos del conocimiento. No se pueden negar los avances que por esta vía se han alcanzado tanto en la investigación empírica como en la formulación teórica de la ciudad. Sin embargo, el resultado más visible de estos importantes esfuerzos es la parcelación de la ciudad en una multitud de campos y enfoques, que si bien enriquecen y amplían la perspectiva, también dificultan la comprensión holística de la ciudad. En el otro extremo, numerosos investigadores han hecho importantes esfuerzos por producir un discurso abarcador y totalizante de lo urbano. Pero entre más ímpetu por desarrollar esa formulación (coherente y formal, más se corre con el riesgo de caer en el cerco reduccionista y simplificador. Desde un ángulo diferente, la mayoría de los intentos multidisciplinarios e interdisciplinarios no parecen haber superado el resultado convencional de allegar una suma de enfoques diversos sobre múltiples temas y problemas de la ciudad. Los obstáculos de entrelazamiento conceptual y metodológico, así como los problemas (comunicativos entre disciplinas, persisten y dificultan expectativas más prometedoras. Otras propuestas metodológicas innovadoras y potencialmente apropiadas para el estudio de la ciudad, como es el caso del naciente paradigma del "pensamiento complejo", no han sido exploradas de manera suficiente y comprensiva. Habría que trabajar de forma más decidida en esta línea para encontrar los elementos de juicio que puedan ponderar de manera realista las posibilidades de este método. En medio de todos los enfoques teóricos propuestos hay uno que continua ofreciendo una veta fértil, inagotable todavía, de provocación de reflexión e investigación. Se trata de la perspectiva de interpretación que concibe a la ciudad como una construcción social e histórica, como un palimpsesto en el cual las sociedades han escrito y reescrito su propia historia; en donde se propone una compresión del espacio tiempo como categoría histórica. Esa concepción reconoce la mediación de las relaciones sociales pero al mismo tiempo incorpora una mediación tecnológica y técnica, así como una organización y dinámica social interna, en completa interacción con el entorno territorial regional, nacional y mundial.
Al respecto, en la construcción del territorio de la ciudad merecen atención especial las técnicas individuales y los sistemas técnicos. Ambos, al incorporarse al territorio se convierten en territorio, es decir, en parte esencial del mismo. De otro lado, muchos objetos y formas del territorio son al mismo tiempo técnica y hacen parte de sistemas técnicos. Esto es palpable hoy más que nunca con la ampliación de la plataforma tecnológica a través de intrincadas redes en toda la superficie del planeta, pero muy especialmente en los crecientes espacios urbanos que contienen las ciudades. Una carretera o una calle, que se manifiestan como simples formas, son también técnicas; lo mismo ocurre con los centros comerciales que ahora abundan en las ciudades; ellos pueden ser, también, pensados como técnicas de distribución, de mercadotecnia y formas de consumo. La ciudad puede, entonces, interpretarse en sí misma como una técnica de producción económica y de reproducción social. Al respecto, convendría dedicar mayor atención al análisis de las técnicas en la ciudad y a su vinculación con la dinámica económica, cultural, política y social. Esta reflexión debe contemplar la racionalidad e intencionalidad de los sistemas técnicos y los efectos en todas las dimensiones de la vida urbana. El cambio y la superposición de estas distintas racionalidades técnicas, junto con la variada gama de expresiones de diversidad cultural, hacen parte esencial de la complejidad de la ciudad. Ante las dificultades y retos de carácter metodológico mencionados, la realización de la Cátedra Manuel Ancízar, con la agenda orientada a "pensar la ciudad", despierta una expectativa grande y un desafío en cuanto a la posibilidad de encontrar nuevos caminos de reflexión sobre la ciudad. Es esta una oportunidad in-mejorable para construir provocadoras interpretaciones para la investigación y la transformación de la ciudad.
Sección 3 ¿PARA QUÉ PENSAR LA CIUDAD? Las circunstancias de inseguridad y violencia que vive hoy Colombia hacen que las ciudades se conviertan en una especie de refugio, un poco menos inseguro que inmensas zonas del país donde campea la desprotección de las personas y de las comunidades. Es obvio que debemos pensar la ciudad para aprender a convivir en ella. Necesitamos convivir en la ciudad, en medio de la cercanía de la diferencia y de la diversidad cultural que nos divierten o incomodan. Convivir entre la velocidad que nos acelera cada día, la congestión que nos torna irascibles, la contaminación que nos abruma y enferma, y la escasez que nos agobia. Convivir en la ciudad, que es ante todo la gente que vive en ella, sus vicisitudes, sus preocupaciones, sus necesidades y sus reglas de coexistencia. Pero pensar la ciudad tiene también el propósito de soñarla y proponerla, de convertirla en objeto de construcción de utopía individual y colectiva. Se trata de desplegar el pensamiento y el talento de nosotros mismos para concebir y hacer
la ciudad habitable que soñamos en sus dimensiones materiales, sociales, éticas y estéticas y es en esta perspectiva que quiero llamar la atención para que la Universidad ejerza su papel transformador fundamental de la sociedad, no sólo como formulación sino como realidad viviente. La llamada Ciudad Blanca, nuestro campus, no puede ser simplemente una isla dentro de la capital del país; esto no es coherente con la visión de construcción de ciudad para todos, con criterios de equidad y calidad. Como universitarios no podemos seguir enarbolando discursos hermosos sobre el medio ambiente sin que en la realidad seamos plenamente demostrativos de nuestra capacidad conceptual y técnica, y de nuestra disposición ética para mejorar el medio ambiente, comenzando por el de nuestro propio campus. Tenemos que hacer todo lo posible por derrumbar la percepción que algunos sectores sociales tienen de nuestro campus como espacio de miedo. Por el contrario, debemos propugnar por hacer que el campus sea el más hermoso y accesible escenario citadino para el conjunto de la ciudad, por colocar su riqueza cultural y académica al alcance de los habitantes de la ciudad y del país; debemos comprometernos en hacer del campus el espacio público por excelencia. En fin, debemos profundizar las interrelaciones y la comunicación de la Ciudad Universitaria con el conjunto de la ciudad ya que somos parte integral del mismo tejido urbano. Esta obsesión por el mejoramiento del campus y su inserción plena en la cotidianidad de la ciudad expresa una aspiración: pensar la ciudad debe significar también hacer y construir la ciudad que anhelamos para el presente y para las generaciones futuras. Tomado de: TORRES TOVAR, Carlos Alberto, VIVIESCAS MONSALVE, Fernando, y PÉREZ HERNÁNDEZ, Edmundo. La ciudad: Hábitat de complejidad y diversidad. Universidad Nacional de Colombia. 2000. 349 p
Lección 2
CIUDAD Y POLÍTICA URBANA Fabio Giraldo CIUDAD Y COMPLEJIDAD "El paradigma de la complejidad parte, como lo señalamos atrás, de la rectificación del universo mecánico de Newton; no es posible entender la vida desde el punto de vista de una máquina, porque cuando analizamos y desmontamos cada una de sus piezas, la vida ya no está allí: "Matamos para diseccionar y esto no es forma de estudiar lo que está vivo, sino lo que está muerto". Al pensar la dudad es claro que el paradigma de la fragmentación es incapaz de concebir la conjunción de lo uno y lo múltiple, haciendo unificaciones
abstractas donde se elimina la diversidad o se yuxtapone ésta sin concebir la unidad. El problema de la ciudad no es sólo un problema económico; es ante todo un problema político, pero también un problema cultural y filosófico que concierne al sentido de la vida humana. Entendido así, los problemas de la ciudad no se pueden captar aisladamente; se trata de problemas complejos que están interconectados y son interdependientes: el todo es más que la suma de sus partes; la ciudad es un fenómeno que se abre en muchas dimensiones y que actúa en múltiples interacciones tejidas por la realidad social e histórica. Es una unidad socioespacial que sirve de soporte a la producción cultural, a la innovación social y a la actividad económica de la sociedad contemporánea. La ciudad se debe pensar desde la perspectiva de la complejidad; a primera vista, es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple, en el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo urbano. En este sentido, la ciudad es una expresión fundamental de la manifestación de la vida contemporánea. Ella se expresa no como una sustancia o un dato, sino como un fenómeno extraordinariamente complejo en el que se puede llegar a producir la autonomía colectiva. La ciudad no puede ser pensada sino en la interacción de saberes, a través de un proyecto que pueda unificar una concepción del hombre, en términos de sus determinantes culturales básicos: moral-práctico (ética), estético-expresivo y cognoscitivo-instrumental (arte, ciencia y técnica). El problema no es integrar saberes, sino buscar el vínculo entre los mismos para saber cómo actúan en eso que le es esencial, el ser humano. Esta búsqueda de un nuevo paradigma, de una nueva forma de ver, conlleva la articulación de los distintos estratos del ser –el físico, el biológico y el histórico-social- de una manera consistente, estableciendo la especificidad y diferencia de cada uno de ellos; esta búsqueda lleva a tomar conciencia de que hay una dimensión llamada por Castoriadis Conjuntista ídentitaria o Ensídica, que se encuentra presente en todas partes, en la psique, en la sociedad, en lo viviente y en el ser físico; y otra dimensión, la Poiética, que es irreductible a la lógica y que puede no sólo ser dicha, sino sencillamente ser: ambas dimensiones, Ensídica y Poiética, solidarias y diferenciadas, son densas por todas partes, tan cerca como queramos de un elemento de una habrá un elemento de la otra. En el mundo urbano la interacción de saberes parte de una aceptación de sus alcances y limitaciones. Esta perspectiva tiene sentido si es capaz de aprehender, al mismo tiempo, unidad y diversidad, continuidad y rupturas, lo cual es posible si se toman los saberes no como entidades cerradas, sino como sistemas que mantienen su identidad, pues, y como lo señalábamos citando a Castoriadis, el conocimiento supone una relación de clausura y de apertura entre el que conoce y lo conocido. La ciudad, así como la organización de lo viviente, afronta los problemas propios del conocimiento del Ser, ser al mismo tiempo abierto y cerrado.
Cuando de pensar la ciudad se trata, la mecánica clásica debe ser sustituida por una visión científica que se ponga en estrecha relación con una teoría de la cultura humana. Una visión teórica diferente se aislará cada vez más de las nuevas visiones de la cultura humana y quedará condenada a la atrofia y la osificación. Por ello, para pensar la ciudad, hay que postular la complejidad; la relación entre ciudad y complejidad parte de aprehender cómo los elementos fundamentales del indagar del ser humano se inscriben en el tiempo y en el espacio. Con Einstein, el tiempo es inseparable de la física y la astrofísica; con Freud, el individuo y la sociedad son impensables sin la dimensión llamada por él, inconsciente; la Biología es inseparable de la teoría de la evolución y los desarrollos más inquietantes de las neurociencias son impensables sin la articulación del cuerpo-alma, materia-espíritu. Todos estos saberes se las tienen que ver con el problema tiempo-espacio. Quien dice tiempo dice comienzo pero así mismo dice fin. Quien dice espacio dice lugar y así mismo dice sentido de la espacialidad. Quien habla del espacio habla, creando en un descentramiento radical al "otro". El centro del ser humano no está en él mismo sino en el otro, en el proceso de hominización que no es sólo biológico sino cultural.
Sección 1 Ciudad y política urbana Abordar los problemas de la ciudad desde la óptica de la complejidad es el objetivo de una política urbana, cuando ésta pretende resolver los problemas más críticos de las urbes. Se debe partir de reconocer la importancia de las ciudades sin desconocer la interdependencia de las dimensiones en la vida de sus habitantes. Consciente de ello, como veremos en el próximo ensayo, la política urbana hace parte de un modelo alternativo de desarrollo económico, social y ambiental, que busca en lo fundamental elevar la productividad y la competitividad, insertar la economía en el mercado mundial, promover la equidad y la paz, lograr la sostenibilidad de los recursos naturales y avanzar en los procesos de participación ciudadana, autonomía y descentralización. Este modelo acepta los aciertos del neoliberalismo, pero plantea la necesidad de corregir las asimetrías resultantes de la acción exclusiva del mercado, ese mecanismo de asignación de recursos, por fuera de un marco social preestablecido. Busca allegar un nuevo camino entre el populismo asistencialista, que trató de hacer cambio social con dudosos criterios económicos y el capitalismo salvaje que trató de imponer la ley de sálvese quien pueda, como fórmula de selección social. El modelo propuesto permite pensar nuestras acciones la ciudad hay obstáculos estructurales que impiden el mercado en condiciones de competencia: existencia externalidades que establecen una gran divergencia entre
sobre las urbes. En funcionamiento del muy difundida de costos y beneficios,
sociales y privados; especulación con el suelo urbano y con todas las actividades ligadas a la producción de infraestructura y demás servicios sociales de la ciudad; requerimientos de bienes públicos; presencia de monopolios naturales; en fin, existencia de estructuras imperfectas de mercado, que hacen operar a la economía urbana con una serie de factores inmóviles, monopolizados y difícilmente reproducibles, como es el caso del suelo, soporte de la totalidad de las actividades económicas y sociales de la ciudad. La ciudad, para fines de política urbana, debe ser vista como una unidad compleja compuesta por los siguientes atributos: suelo urbano, servicios públicos, vivienda, equipamiento, transporte y espacio público. Dichos atributos actúan en las dimensiones básicas propias de la actividad humana: política, económica, social, ambiental y cultural. Los atributos y las dimensiones le dan a la ciudad su integridad por cuanto cada uno de sus elementos constitutivos son interdependientes. Lo anterior se puede ver con un ejemplo. La ciudad posee mercados fundamentales que la articulan: el laboral, el inmobiliario, el del suelo urbano y el de bienes y servicios. En algunos países, por ejemplo, en los EE. UU. Y en algunas tradiciones teóricas, como es el caso de la sociología urbana francesa, el mercado laboral es utilizado como referencia básica para definir los límites y los alcances de una ciudad determinada. Además de los atributos localizados en puntos fijos como la vivienda y el equipamiento urbano, la ciudad cuenta con otros en forma de redes como los servicios públicos y el transporte urbano, que hacen posible la operación de los más diversos flujos: agua potable, distintas formas de energía, desechos líquidos y sólidos, personas, bienes y servicios, información, etc. Estas redes se constituyen en el soporte de las interacciones entre los habitantes de la ciudad, le dan integralidad a las más diversas actividades y contribuyen a moldear la forma, la estructura y el funcionamiento de la ciudad. Otros factores ya mencionados que contribuyen a la constitución de la ciudad como unidad son sus dimensiones, entre las cuales se incluyen la cultura, las tradiciones y la estructura social que le es propia, la historia particular de cada ciudad, las vergüenzas y los orgullos locales, la culinaria, el acento, los lugares simbólicos y de identidad; todos estos aspectos constituyen elementos de cohesión y de integración que dan un sentido de unidad. Finalmente, la ciudad posee gobernabilidad, es decir, la capacidad para resolver las dificultades que afectan el conjunto de la comunidad y tiene un gobierno y una vida colectiva que se desenvuelve en el espacio público y que cumplen, entre muchas otras, las funciones de unificar los diversos sistemas de cohesión urbana y de generar los imaginarios que sustentan un sentimiento de unidad e identidad. Por otra parte, la igualdad de derechos ante las decisiones de la ciudad y, por la vía de este ejercicio, la constitución de
ciudadanos hace parte de las más contemporáneas visiones del fenómeno urbano y de los sistemas de cohesión con los cuales cuenta. La unidad de la que hemos venido hablando debe ser entendida como coherencia, articulación y armonía relativas, coexiste y se reproduce en medio de la diversidad, de la complejidad, de la heterogeneidad, de la contradicción, del cambio y de la transformación permanente tanto de sus elementos como del conjunto. La ciudad integra pero al mismo tiempo estimula la diferencia, concilia pero no disuelve los orígenes del conflicto, unifica pero mantiene distancias entre sectores sociales, barrios, actividades económicas. Este balance contrastado es el que hace de ella un organismo en permanente movimiento, con gran capacidad de cambio y con inmensas posibilidades de liderazgo. La mutua interacción entre unidad y diversidad, armonía y conflicto, estabilidad y cambio, se desenvuelve en el ámbito socioespacial que le es propio; él hace posible la formación y permanencia de sus características básicas. Sin este ámbito es impensable su existencia; es allí donde se realiza la operación del sistema complejo de relaciones que la caracteriza. En efecto, la red de relaciones sociales, culturales, económicas y políticas opera gracias a la condición de cercanía, de vecindad, y a la frecuencia de los contactos y de los intercambios. Toda política urbana se debe enmarcar y definir en la complejidad del fenómeno urbano al que se ha hecho referencia. Debe reconocer la importancia de los diferentes niveles de actuación que están definidos por la diversidad de sus componentes: culturales, económicos, sociales y políticos. Debe propender por un adecuado equilibrio en la complejidad de su naturaleza: unidad en la diversidad, integración en la diferencia, cohesión en el cambio y la transformación. La ciudad no es un fenómeno social aislado, marginal; es la unidad básica de la sociedad contemporánea; concentra un alto volumen de población, una inmensa cantidad y calidad de la producción social, cultural y económica y posee, adicionalmente, una inconmensurable capacidad de transformación, adaptación y respuesta a las cambiantes condiciones del entorno. El éxito de una política urbana no queda, por consiguiente, circunscrito a la suerte de las ciudades, sino que puede ser definitivo en el futuro de la sociedad en su conjunto. Adicionalmente, la ciudad debe ser vista desde una perspectiva multidisciplinaria, con criterios globales e integrales; requiere de consideraciones de tipo ambiental y de la búsqueda del bien común, que no son posibles de obtener acudiendo únicamente a los conceptos de mercado y de precio.
Lo anterior significa que el Estado no debe estar ausente del manejo y la conducción de la ciudad. Él tiene un rol trascendente en la convocación y articulación de los agentes urbanos y debe formular la política para garantizar la cohesión de los diversos grupos comprometidos en el desarrollo de la ciudad. Su tarea no es la de producir, pero sí es, necesariamente, la de gobernar. El Estado gobierna y marca las reglas de juego sobre la ciudad con su política urbana. A la política urbana no le es ajeno que los efectos de sus acciones y estrategias determinen el comportamiento de los procesos de urbanización y distribución espacial de las actividades y, por supuesto, que los cambios en el tejido urbano incidan en el desempeño de sus políticas. La importancia de la ciudad, dentro de los modelos alternativos de desarrollo, trasciende los esfuerzos financieros, por importantes que ellos sean, asociados con la inversión en vivienda, equipamiento social y servicios públicos. Las ciudades del país, además de ser lugares de estudio, trabajo y existencia de tres de cada cuatro colombianos, generan más de cuatro quintos del ingreso del país; consumen la casi totalidad del cemento, las importaciones de bienes finales, los libros, las revistas, los alimentos, los combustibles y la energía; producen casi todos los bienes industriales, la mano de obra más calificada, las investigaciones, los impuestos, el ahorro, las obras de arte, la literatura y, por infortunio, los problemas de contaminación, pobreza, criminalidad e inseguridad, entre otros. La ciudad es más que el conjunto de sus atributos físicos (hardware urbano); es un organismo complejo con dimensiones económicas, institucionales, sociales, políticas y ambientales (asimilables también a su propio software); en la cual cada intervención en uno solo de sus atributos o de sus dimensiones afecta el todo. Este tejido, densamente poblado y localizado en puntos precisos del espacio, forma parte del complejo sistema urbano que, aunque no ocupa el 1% del territorio nacional, determina y moldea la actividad económica, social y política del país. En este contexto, el objetivo general de una política urbana es lograr ciudades especialmente bien construidas e institucionalmente bien adecuadas, capaces de ofrecer mejores oportunidades económicas y sociales a sus habitantes, mayores niveles de productividad, mejor calidad de vida y que minimicen los riesgos asedados con la contaminación ambiental y la irracional utilización de los recursos naturales, aceptando que dudad y desarrollo son inseparables. El desarrollo económico no es sólo un proceso esparcido en el tiempo; es también un fenómeno que se difunde en el espacio. Tiempo y espacio mantienen una dialéctica de transformación de la sociedad a través de la urbanización y el desarrollo; ciudad y desarrollo son dos fenómenos que se alimentan uno a otro y que no pueden existir por separado.
Esta dialéctica es crucial para entender el papel de la ciudad en el proceso de la globalización y la manera como las diversas fases por las que pasa este proceso se influyen y se complementan. La dudad no es pasiva: su crecimiento es efecto del desarrollo, pero a partir de un momento se suma a las causas de éste. La globalización y el propio proceso de desarrollo económico están inextricablemente ligados a la evolución de la urbe, hasta el punto que puede afirmarse que entre mayor es el grado de desarrollo de una sociedad, más intensas son su división del trabajo y la propia vida urbana.
Sección 2 La complejidad del fenómeno urbano y la globalización Aunque las ciudades colombianas, como Ciudad Perdida, florecieron, siglos antes de la conquista española, el fenómeno urbano propiamente dicho, aquel ligado al crecimiento horizontal y vertical incontrolado y el de sus impactos sobre el medio ambiente, la economía y los espacios sociales y políticos del país sólo tomaron fuerza hace aproximadamente cincuenta años. Con este fenómeno tuvo lugar una de las más profundas revoluciones: la que ocurrió con el salto del campo a la metrópoli durante la vida de una generación. Se cambió nuestro modo de vivir y de convivir, de producir y de consumir, de sentir y de pensar, el universo de nuestras creencias y prácticas, la forma de ejercitar los derechos, los deberes y las libertades, en una palabra, se cambió nuestra vida. Con los procesos de cambio afloraron dos grandes paradojas: la primera: ¿Por qué todos, o casi todos, preferimos vivir en la ciudad, pero todos nos quejamos de ella? La ciudad es el destino de la inmensa mayoría de los migrantes, el lugar donde simultáneamente se concentran las oportunidades de estudio, de trabajo, de cultura y de libertad; las quejas permanentes acerca de cuan difícil es vivir en medio del tráfico congestionado, la pobreza, la contaminación, la criminalidad, la corrupción administrativa y la inoperancia del gobierno local. La segunda: ¿Por qué más actividades económicas y más desarrollo urbano contribuyen a generar mayores problemas sociales? El crecimiento de la economía y del parque automotor conducen a una mayor demanda por suelo urbano, elevando sus precios, los costos para la ciudad y las ganancias que llegan a unas pocas manos. Los costos, beneficios y transferencias aumentan las desigualdades, la segregación y las carencias.
Estas paradojas han llevado a un prejuicio antiurbano, a la precaria aplicación de políticas, inadecuada asignación de recursos, existencia de sistemas institucionales y legales que han entorpecido y dificultado la vida en la ciudad, mala gestión urbana y, en general, a una falta de voluntad política y de conciencia ciudadana para atender las necesidades más apremiantes. ¿Por qué el hombre contemporáneo quiere vivir en ese caos, en ese sitio de ingobernabilidad saturado de problemas, dificultades y vicisitudes que llamamos ciudad? ¿Cuáles son los beneficios y el gran atractivo que ofrece la ciudad? Las respuestas no son tan difíciles: Las ciudades, con todos sus problemas y riesgos, son nuestra más sofisticada producción cultural, nuestro principal sitio de encuentro e identidad, el mayor generador de crecimiento y desarrollo, el lugar por excelencia del intercambio económico y político. La ciudad es el sitio donde la especie humana adquiere su más alta dimensión, concentra las mayores expresiones de la economía, la política y la cultura, satisfaciendo así los principios de la complejidad. En su seno existen por lo menos dos formas de ciudad, no dos ciudades: la rica y la pobre, la moderna y la atrasada; en el tejido de ciudades existen por lo menos dos tipos: las capaces de enfrentar la apertura y la globalización y las que no podrán hacerlo fácilmente. Los efectos de la urbanización moldean y determinan sus causas y su propia realidad; el todo urbano reproduce las características de cada uno de sus atributos y el atributo refleja las características del todo. La ciudad no se puede pensar en el marco del dualismo filosófico; ella, en capta la paradoja de su ser que en apariencia son dos (centro-periferia, ricapobre) pero que en realidad no son sino una: la ciudad es el resultado de un proceso abigarrado, heterogéneo y dinámico de constitución social, donde convergen una pluralidad de transformaciones y acontecimientos históricosociales supremamente diversos que recorren toda la gama de la espacialidad en sus manifestaciones físicas y vivenciales y/o antropológicas. La ciudad en su manifestación da la apariencia de no ser una sino múltiple: son muchos mundos pero ellos están concatenados en una compleja trama simbólica e imaginaria institucional donde tiene existencia la ciudad concreta, la ciudad real. Pero la ciudad debe abordar su inserción dentro de un proceso de globalización/ también complejo. Al estudiar las fuerzas que moldean a Europa, Peter Hall señala cómo el comercio global no es un fenómeno nuevo, lo que es nuevo son su tamaño actual y su extensión al moderno sector informático, que es quizás la externalidad más importante de la ciudad. Con razón, el profesor Castells orienta algunas de sus inquietudes intelectuales a la llamada por él "ciudad informática", por considerar a las urbes como unas diseminadoras de información y, por ende, de desarrollo y crecimiento económico. La globalización es mundial y es local: no sólo está más cerca París de Londres, por el eurotúnel, Tokio y Nueva York por el Internet, sino que las
ciudades en nuestro medio están cada vez más cerca las unas de las otras. En efecto, hasta hace pocos años Floridablanca, Bello y Soledad, para citar sólo algunos casos, estaban separadas de las respectivas capitales departamentales y hoy son un conjunto de barrios de sus áreas metropolitanas. También la globalización se nos presenta como un proceso complejo: según algunos autores, como Meijer, favorece a las grandes ciudades, según otros, como Camagni, son las ciudades pequeñas las más beneficiadas, pues pueden adaptarse más fácilmente a los nuevos escenarios. En cualquier evento es claro que las ciudades son, por definición, el epicentro del nuevo orden mundial y que tanto el fenómeno de lo urbano como el de la globalización son complejos.
Sección 3 Nuevo papel de las ciudades Numerosos factores señalan que es necesario reorientar, redefinir y fortalecer el papel de las ciudades; es decir, señalan la necesidad urgente de diseñar sólidas políticas urbanas para enfrentar los retos de la globalización. Mencionaremos aquí, una decena de ellos: 1. La imposibilidad de ocultar por más tiempo el fuerte impacto que los cambios del modelo de desarrollo y las políticas económicas, sociales y ambientales tienen sobre la vida en nuestras ciudades. No hay duda, estos cambios han transformado las posibilidades económicas y han incrementado y acentuado, en muchos casos, los problemas sedales y políticos de nuestras urbes. 2. Colombia es un país de ciudades y citadinos: en 1951 había 5 ciudades con más de 100.000 habitantes, ahora hay 40 y en un quinquenio habrá casi medio centenar. Este tipo de ciudades medianas y grandes ofrece mejores perspectivas frente a mercados mayores. 3. La población urbana, entendida como la residente en las cabeceras de más de 10.000 habitantes, aumentó en casi siete puntos porcentuales su participación dentro del total: del 58.6% en 1985 pasó al 65.5% en 1993. En valores absolutos se incrementó en casi seis millones de habitantes, cifra similar al tamaño de Bogotá, en tanto que la población rural solamente se incrementó en 200 mil. En las ocho principales áreas metropolitanas viven cuatro de cada diez colombianos y en las cuatro mayores tres. 4. El crecimiento de las actividades urbanas, a pesar del auge del sector minero, de carácter típicamente extraurbano, ha podido conducir a un aumento de la contribución del PIB urbano ligeramente superior al 70% en
1960, a uno sensiblemente mayor al 80% en 1990. Como la población urbana sólo representa el 73% de la población total, el ingreso promedio urbano se sitúa casi dos veces por encima del rural. 5. Hace medio siglo, prácticamente, todos los productores agropecuarios estaban en el campo; hoy aquellos que producen la parte más significativa del valor de la producción agrícola, esto es, la moderna y de exportación, viven en las ciudades y las tendencias revelan una consolidación de este proceso; tal como ocurre en los países más avanzados. 6. Aunque las cuentas convencionales que se realizan sobre la ciudad dan la impresión de que las ciudades colombianas contribuyen con menos del 50% de las exportaciones, ellas se caracterizan por mostrar una creciente participación en la mayoría de las variables estratégicas de la economía. En el campo financiero y crediticio, por ejemplo, su participación es significativa. Así, el crédito doméstico urbano podría representar en 1993 el 95% de las colocaciones totales, 8 puntos por encima de 1983, y el crédito externo para el sector privado urbano el 94% del total. La contribución de las ciudades en el volumen y el crecimiento de otras variables macroeconómicas, como los ingresos del gobierno, el ahorro y la inversión, es también muy alta. 7. En la discusión sobre la importancia de las ciudades en los procesos de globalización es determinante tener claridad frente al hecho de que la influencia urbana en la economía no se limita a sus efectos sobre las grandes variables agregadas. La red de ciudades, por ejemplo, define la conformación de la estructura económica nacional. Los flujos de transporte, la red vial y el crecimiento económico regional están condicionados por nuestras ciudades. El crecimiento de los grandes centros urbanos, el de las ciudades de menor desarrollo y aún la dinámica de enclaves mineros, de colonización y agroindustriales inducen el desplaza miento de grandes volúmenes de población y el ritmo y las tendencias económicas. 8. El impacto que ejercen las medidas de apertura y globalización en la vida urbana puede llegar a ser muy significativo. Las importaciones de alimentos y vehículos automotores ilustran esta afirmación. El aumento en las importaciones de alimentos disminuye la demanda por mano de obra agrícola y acelera la migración, generando mayores costos a las ciudades. Un aumento del parque automotor urbano de medio millón de vehículos en sólo cuatro años, únicamente para parqueo, requeriría la adecuación de un espacio equivalente a una calzada de 2.000 Km. de longitud El aumento del parque automotor tiene además repercusiones importantes en la vida ciudadana: induce la ampliación de la frontera urbana, eleva los precios del suelo, acelera la segregación e incrementa de
manera importante los costos de infraestructura, tal como lo señaló en nuestro medio, hace más de tres décadas, el profesor Lauchlin Currie. 9. Las industrias del futuro con mayores posibilidades dentro de un proceso de globalización dependen del saber humano, de las telecomunicaciones, de las economías de complementación- tras elementos urbanos- y del adecuado manejo de los recursos naturales cuyo principal usuario es la ciudad. 10. Finalmente, el proceso descentralista iniciado desde la pasada década, con la expedición de diversas medidas como la elección popular de los alcaldes (Acto Legislativo 1/81)y el fortalecimiento de fiscos locales (Ley 14/83), apoyado con la Constitución del 91 y las leyes que la desarrollan: Transferencias, Orgánica del Plan, Servicios Públicos y Medio Ambiente, entre otras, ha consolidado al municipio como entidad fundamental del ordenamiento territorial y ha abierto la posibilidad de la inserción de la ciudad dentro del contexto de la globalización de la economía. Estas medidas han generado una amplia brecha entre las posibilidades políticas de las autoridades locales y su capacidad técnico-administrativa, de planeamiento y gestión para aprovecharlas; han cambiado el marco de las responsabilidades de los municipios y de la nación; y han reorientado el papel y la función de las ciudades en la economía nacional y en la mundial. Todos los anteriores planteamientos son esenciales para entender la necesidad de una política urbana que facilite la inserción de las ciudades y la economía nacional al contexto internacional, siguiendo los lineamientos del modelo de desarrollo; ellos rompen la aplicación del paradigma fragmentario y abren la posibilidad de afrontar la crisis social, la crisis propia de la vida en la ciudad. Así, el fenómeno del desempleo urbano no se analiza únicamente a la luz de políticas sectoriales, sino que toma en consideración sus efectos espaciales, sociales y ambientales. De la misma manera, en política urbana, se señala que los diseños de las construcciones comerciales deben considerar que las transformaciones de estos espacios públicos y de encuentro cambian las relaciones por antonomasias abiertas y públicas, en cerradas y excluyentes. Finalmente, desearía destacar cómo los impactos de la globalización económica en la ciudad no se pueden ver al margen de los grandes temas de la sociedad contemporánea: mercado y democracia, cuyo punto de encuentro es la libertad; la libertad económica y la libertad política. La economía es esencial para la democracia; la libertad se basa en la propiedad, entendida en sus expresiones privadas y públicas, las cuales se conjugan en la ciudad. Si en la polis griega, nacieron la filosofía, la democracia y la política, nuestras producciones intelectuales más antiguas y más
presentes, y si la polis significó el conjunto de vida comunitaria, política, moral, cultural, e incluso económica, podemos pensar que la ciudad contemporánea debe significar algo más de lo que ella actualmente es. ¿Qué debe significar? Al menos algo de lo que fue la Atenas de Pericles, quien en su oración fúnebre llegó a mostrarnos cómo la polis era ante todo un estilo de vida. Ciudades construidas a la medida del hombre con espacios donde se podía promover el conocimiento mutuo, educando la mente y el carácter de los/las ciudadanos/as. Pero también algo distinto a lo que hoy muestran las ciudades frente a la globalización de la economía: ciudades con tamaños y densidades desproporcionadas, por fuera de toda escala humana, atravesadas integralmente por esos inesperados mutantes de nuestra época: televisores, computadores y demás artefactos que nos hacen creer que interactuamos comunicativamente en el mundo globalizado, como si fuera una aldea. Ciudades, en fin, en donde se empieza a perder el más maravilloso bien con el que están dotados los humanos: la comunicación. Ése es el reto, pensar la construcción de la ciudad contemporánea como un mecanismo para la construcción del nuevo/a ciudadano/a, del ciudadano/a que entiende que la democracia económica es el complemento de la democracia política; en una palabra, una ciudad que busque la finalidad de la polis, magistralmente resumida por Sófocles " La ciudad es la gente".
Lección 3
Territorio y ciudad: contexto y pretexto para un enfoque integrativo de análisis DANIEL GÓMEZ LÓPEZ*
Resumen En las últimas décadas el territorio y la ciudad se han constituido en asuntos de preocupación relevante para las distintas disciplinas y por lo tanto para la academia en general; sin embargo, su análisis ha sido parcial y sesgado a los enfoques propios de las profesiones. Las disciplinas, si bien han hecho importantes aportes para su abordaje, dejan entrever la ausencia de enfoques integrales que permitan una mejor comprensión sobre estos asuntos, complejos y dinámicos En el presente análisis el territorio se asume como el contexto en el que se desarrollan las dinámicas, los procesos urbanos y las interacciones de estos con el entorno rural, mientras que la ciudad se constituye en el pretexto para la comprensión de la vida moderna de hoy y del futuro –ya que la aglomeración es
un hecho cierto en el mundo– el cual se ha intensificado en los países en desarrollo, como es el caso colombiano. Este artículo plantea cuatro aspectos claves para abordar el tema de estudio: primero, la pertinencia de la temática; segundo, explora el contexto histórico sobre la ciudad y el proceso de urbanización; tercero, se esbozan los principales elementos de un enfoque integral para el análisis del territorio y la ciudad a partir de una triada –la noción de paradigma de Kuhn, la ecología social de Capra y la Equística– como método que permite integrar los aportes disciplinarios y transversales a dicho análisis; finalmente, se presenta una agenda preliminar de temas de investigación que contribuye a dinamizar el debate. Introducción En las últimas décadas el territorio y la ciudad se han constituido en una preocupación relevante para las distintas disciplinas y profesiones y por lo tanto para la academia en general. De la misma manera, la política ha redescubierto estos dos referentes como escenarios para el ejercicio del poder y la acción de los dirigentes. En la medida en que la sociedad colombiana no puede seguir viviendo la ciudad y su territorio circundante sin pensarla o simplemente dejando su análisis a los llamados expertos, las facultades de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, a través del Grupo de Estudios Regionales (GER), adscrito al Centro de Estudios Políticos (CEPI), está incursionando en dicha temática y para tales efectos se propuso estructurar una línea de investigación que contribuya a su estudio de manera sistemática y rigurosa. De acuerdo con esta intención, el presente artículo esboza los elementos centrales de un enfoque integrativo que contribuye al estudio de los asuntos territoriales, entre ellos la ciudad y sus procesos urbanos, el cual busca congregar comunidad académica en torno a su debate tanto en la universidad como en los demás centros académicos del país. Las facultades ya cuentan con algunos avances investigativos desarrollados por los miembros del GER (en proceso de sistematización) y de monografías de grado elaboradas por graduandos, quienes en el marco de la investigación aplicada han presentado estudios de caso sobre ordenamiento territorial y gobernabilidad, planificación participativa y desarrollo territorial; ordenamiento territorial urbano para el desarrollo sostenible; ciudad y espacio público; finanzas públicas y desarrollo urbano, entre otros. En este orden de ideas, el presente artículo se propone plantear cuatro aspectos principalmente: el primero se refiere a opciones previas para introducir el tema; el segundo explora el contexto del devenir histórico de la ciudad y el territorio; el tercero plantea en términos generales algunos de los temas que empiezan a conformar la agenda de investigación y el cuarto esboza un enfoque integral a partir del cual sugiere convocar al debate sobre estos importantes asuntos.
Ciudad y territorio: su pertinencia en los tiempos actuales Las ciudades en todo el mundo han cambiado de pequeñas unidades sencillas y modestas, o ciudades de campesinos, a grandes y diferenciados campos urbanos que se expanden más allá de sus centralidades y que incorporan en sus dinámicas expansionistas a su entorno. Según las Naciones Unidas, en 1996 cerca de 3 mil millones de personas vivían en los llamados centros urbanos, mientras que en la primera década del siglo XXI la mayoría de los habitantes están poblando las ciudades. Más que un fenómeno cuantitativo este proceso trae consigo la transformación profunda de las interrelaciones de los seres humanos.1 Si bien es cierto que las preguntas por la ciudad y el territorio han sido preocupaciones de las ciencias contemporáneas, estos aspectos no hicieron parte de la geografía básica en la formación de las distintas generaciones, incluyendo la actual; ésta se ha limitado a identificar el nombre de ciertos lugares emblemáticos y a su localización en los respectivos mapas (Montañez, 2002). A pesar de todo, se ha logrado generar una conciencia sobre la importancia de su análisis y además que el estudio de la ciudad conlleva al abordaje de la urbanización como dos caras de un mismo proceso; por lo tanto, no sólo se refieren al espacio físico, sino que cada vez más interpela a las demás disciplinas por ser un fenómeno complejo. Se constituye en tema de interés, por ejemplo, para la economía, para interpretar y proponer asuntos relacionados con la producción y la productividad urbana y de las empresas; para la Sociología y la Antropología, en el análisis de las relaciones de las personas con los demás seres sociales y sus rasgos actuales y pasados; para la ingeniería y la arquitectura frente a los atributos físicos y la estructura urbana y de servicios; para la Administración Publica y la planificación, en el reconocimiento y administración de los recursos; para el Derecho en cuanto a la legislación y regulación en los diferentes campos de actuación y más recientemente desde la Ecología se avanza sobre el manejo de los recursos naturales y la administración de los residuos provenientes de la aglomeración, la industria, el transporte y de las actividades de la vida en las ciudades en general. Una somera revisión de los programas universitarios en América Latina que vienen estudiando el tema de las ciudades y los procesos urbanos indica que su estudio se adscribe, principalmente, a las facultades de Arquitectura e Ingeniería, algunas con derivaciones en la administración del paisaje, o a las de Administración y Economía para analizar la economía urbana o local. Sin embargo, dichas temáticas son mayoritariamente abordadas a nivel de posgrados, en los cuales se destaca su relevancia, pero no dejan de ser asuntos complementarios o accesorios al objeto de los pregrados.2 Desde las disciplinas mencionadas, y otras, se han hecho importantes aportes para el análisis de dichos procesos; pero, vistas en forma individual, son parciales y limitadas al método que de ellas se deriva, dejando al descubierto dificultades en el intento por su comprensión. No logran una satisfactoria articulación entre lo
abstracto y lo concreto, entre lo general y lo particular de un proceso interdimensional y polisémico. Frente a estos vacíos han surgido enfoques que pretenden un abordaje transversal, como los provenientes de la Geografía Sistémica que sugiere estudiar la ciudad como sistema abierto, evolutivo y autoorganizado. De acuerdo con lo anterior, el análisis de la ciudad y sus procesos demanda la construcción de un cuerpo teórico que recoja los aportes provenientes de las disciplinas y de los enfoques transversales, como los de la Geografía Sistémica y la construcción social del espacio, para la comprensión de sus dinámicas y así se contribuya con la formulación de soluciones frente a los problemas que se evidencian. Sección 1 Ciudad y proceso de urbanización: pretextos centrales para el análisis integral Con la domesticación de las plantas y los animales vino la domesticación de las personas y los grupos humanos, a través de las estructuras de dominación individual y colectiva, para lo cual se conformaron las aldeas como asociación permanente de familias y vecinos. La aldea se constituyó en el lugar de almacenamiento y conservación de los alimentos, ubicación de los graneros; la construcción del foso, el acueducto, el desagüe, las cloacas y el transporte de los fluidos; la vía pública y, entre otros hechos físicos, el altar y su guardián, quien asumió funciones más allá de las familiares y que para tal efecto le fueron concedidos ciertos atributos que los demás no poseían. Al lado de los guardianes del altar aparecen los funcionarios –civiles y militares–, los gobernantes, los cobradores de impuestos y, en general, una estructura administrativa que le rinde culto al rey, quien rige y regenta ese territorio poblado. De esta manera, se presenta la alianza entre los órganos políticos, económicos y religiosos. Luego viene la construcción del templo que, según Chueca y Gotia, citado por Zambrano (Zambrano, 2002), probablemente se constituye en el referente que sella la alianza y con ella aparece el sacerdote, el funcionario, el médico, el mago, el profeta, entre otros, quienes se sintetizan en el mismo funcionario, facilitando así la consolidación del jefe local con el poder sagrado y secular. Con el descubrimiento de lo que se ha denominado la sociedad cretomicénica, de acuerdo con Bernardo Correa, se identifican los rasgos de una manera de vivir de un grupo humano que va a trascender en la historia por las siguientes características: Se trataba de una sociedad organizada en torno a un palacio real; la vida de esta comunidad dependía de las decisiones reales; en efecto el rey, conocido también como basileus, era considerado como una especie de dios. Por su mediación se aseguraba un acompasamiento y,
en últimas, una fusión entre naturaleza y sociedad. Esto quiere decir que, como parte del ejercicio de su soberanía, debía de celebrar una serie de rituales orientados a mantener la continuidad de las estaciones, es decir a preservar la sucesión de los ciclos que hacen posible la existencia del cosmos, y en una palabra de la vida misma. Es la fusión entre naturaleza y sociedad y la organización de la vida social en torno a la figura de un rey al que se le atribuyen poderes cuasi divinos, lo que va a ser disuelto con la creación de la polis. (Correa, 2002) Con la polis se crea un espacio nuevo conocido como el Ágora o plaza pública, la cual debía de estar equidistante de cada uno de los demos (aldeas o barrios) que conformaban la ciudad. En el centro de la plaza pública se colocaba una mesa en torno a la cual se sentaban, a igual distancia del centro, los delegados de los demos, entre los cuales se rotaba equitativamente el poder de la polis. En ese momento la sociedad que antes dependía de las decisiones del rey se supedita a las decisiones emanadas de la abierta discusión dada en el ágora, momento en el cual aparece el ciudadano, quien hace valer su opinión en la plaza pública y, por este medio, ejerce la ciudadanía en torno a todo aquello que tiene que ver con la vida en comunidad; la polis se constituye en una colectividad humana que tiende a autogobernarse y autoinstituirse (Cornelius Castoriadis, citado por Viviescas, 2003). Hablar de ciudad y ciudadanía es hablar de política en el sentido más clásico y extendido. No hay registro histórico sobre el origen de las ciudades antiguas –este es misterioso y está escondido en mitos– sobre todo de aquellas presentadas como las madres de la civilización, por ejemplo, las del antiguo Egipto, Mesopotamia, las ciudades griegas, Roma, entre otras. Las ciudades medievales europeas eran islas de libertad civil y de actividades económicas en un continente rural, pobre y atenazado por estructuras feudales rígidas; posteriormente surgen las ciudades administrativas –las de la corte real, Constantinopla, Ravena, Granada, Salamanca, Praga, Viena, Toledo, París, entre otras– que sólo los mitos pudieron revelar su importancia. Desde ellas se irradiaba el control hacia los territorios interiores (zonas rurales) y se desarrollaba la tendencia a “civilizar” a los campesinos o paganos para imponerles una forma de pensar, pues la función de gobernar requiere un conjunto común de ideas. Pero también las ciudades se fueron constituyendo en centros de comercio, tal como lo relata Montañez en el siguiente texto: Las grandes ciudades, centros del comercio, comenzaron su ciclo histórico en oriente, luego se traslada al occidente, pasando de Babilonia a Atenas, de Atenas a Alejandría, de Alejandría a Bizancio, de Bizancio a Venecia, de Venecia a Lisboa, de Lisboa a Londres y de Londres a Nueva York. Esta última se convirtió durante el siglo XX en el principal símbolo de la vida urbana. (Montañez, 2002).
De esta manera se constata que además de núcleos poblados y centros de gobierno en dichos espacios se generan las actividades económicas y comerciales que contribuyen a su complejización. La ciudad es el destino del mundo, es “portadora de la escritura, abre las puertas a la historia. Cuando la ciudad renace en Europa, siglo XI, comienza la ascensión. Cuando florece en Italia, surge el renacimiento. Así ha ocurrido desde la polis griega. Todos los grandes momentos del crecimiento se expresan en crecimiento urbano,en explosiones urbanas, en sofisticación urbana” (F. Braudel, citado por Zambrano, 2002). En este sentido, se puede afirmar que la ciudad se desenvuelve en un espacio concreto en el tiempo, es decir, en un territorio ocupado y apropiado por humanos en desarrollo de sus actividades vitales, para lo cual construye espacios privados, como la vivienda, y colectivizados, referidos al espacio público. Sin embargo, es más espacio público que vivienda privada; ésta ha existido desde que el hombre es sedentario y en la medida que dos viviendas se ubiquen en lugares continuos, emerge lo público como manifestación de la necesidad de la comunicación y del instinto gregario de las personas (Giraldo, 2003). De la misma manera, en las ciudades es donde se dan las revoluciones, como la humanista o la francesa, y con la migración de los señores feudales a ellas se dio paso al Estado-nación que las convirtió en capitales estatales y provinciales, esto es, puntos de concentración de funciones administrativas, culturales, económicas y sociales. En el siglo XVIII se produce la revolución industrial que afectó la forma de vida urbana, y con ella a toda la nación, a través de nuevas formas de producción, comercio y comunicación, lo cual contribuyó para que se emprendieran profundos cambios estructurales y de regulaciones económicas, de prestación de servicios sociales, administrativas y de convivencia. Así, la ciudad se convierte en un lugar de unidad social organizado en una aglomeración que ofrece oportunidades de vida para las personas. Estas dinámicas fueron sintetizadas en 1938 por Louis Wirth en un artículo que tituló “Urbanism as a way of live”; en él muestra las tendencias del mundo urbanizado: las ciudades se constituyen en el lugar de innovación, de libertad y de acumulación de riqueza, pero también de contaminación, soledad de sus habitantes y hasta de hacinamiento de grupos de pobladores; es decir, de contrastes entre riqueza y pobreza cuando sus procesos no han sido planificados y gobernados. La urbanización, característica de la era contemporánea en todos los continentes, se acentuó a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, particularmente en los países en vías de desarrollo. En Colombia, el fenómeno ha avanzado de manera tan acelerada que en el lapso de cinco décadas las proporciones entre la población urbana y rural se han invertido, alcanzado niveles que otras sociedades tardaron siglo y medio en obtener.
Mientras hacia los años cincuenta del Siglo XX la población urbana representaba el 35% del total de la nación, al iniciarse el Siglo XXI se calcula que representa cerca del 80%. Este tejido social ha venido configurando una red de ciudades. Además de la capital se han ido conformando por lo menos tres distintos centros dinámicos alrededor de los cuales giran ciudades intermedias y centros poblados de menor tamaño que se relacionan a través de actividades de diferentes órdenes. Bogotá se configura, desde muy temprano en la historia republicana, como la ciudad primada; Medellín, Cali y Barranquilla en un segundo nivel con flujos económicos, principalmente industriales frente a la primera; en el siguiente nivel están las ciudades intermedias que se vinculan a cada una de las anteriores, pero a su vez constituyen una serie de interacciones con las ciudades de menor tamaño que se encuentran en el área de influencia, y en menor escala cada uno de estos centros poblados con los pequeños núcleos de concentración de población. La configuración de los espacios urbanos en mención obedece a los efectos indirectos del proceso de industrialización y tecnificación del campo y de efectos directos de políticas de urbanización y construcción de infraestructura física, social y de vivienda. Si bien estas dinámicas económicas y sociales han traído importantes beneficios en términos de nuevas y mejores oportunidades de crecimiento económico, generación de empleo, mayores niveles de educación y de atención en salud para la población, también han evidenciado ciertos problemas resultantes de la marginalidad y la descomposición social. En este entramado se evidencia la presencia de zonas rurales interpuestas entre las ciudades, dedicadas a la producción de alimentos, provisión de servicios ambientales y amortiguación de fenómenos contaminantes, entre otros, de manera que operan principalmente en función de lo que acontece en los centros urbanos. Pero, al pensar la ciudad más allá de los espacios urbanizados, surge el contexto territorial, ya que este es parte esencial de ella y a su vez es el espacio, construido socialmente, que le abre las posibilidades de expansión. Así lo confirma Fabio Zambrano: “No hay ciudad, por pequeña que sea, que no imponga a su mundo rural anexo las condiciones de su mercado, de los servicios religiosos, mercantiles, financieros, así sea para personas o para instituciones” (2002b). La emergencia del contexto territorial es también una respuesta a la densificación de los espacios y la construcción de infraestructura y vivienda en forma vertical, a la especialización de los espacios para uso industrial o residencial; la disminución de los niveles en la calidad de vida y los problemas de contaminación ambiental, lo que ha motivado el auge de numerosos estudios teóricos sobre el medio ambiente urbano y propuestas prácticas de acción para resolver dicha problemática. Una expresión clara de lo anterior se encuentra en la incorporación –explícita– de la dimensión ambiental a los enfoques del desarrollo y la aparición de lo ambiental en la agenda internacional del desarrollo. De acuerdo con lo anterior, se evidencian dos posiciones encontradas frente al proceso urbano por parte de académicos y políticos: algunos consideran las
ciudades como los espacios para las oportunidades de la vida moderna, mientras que otros lo catalogan como las aglomeraciones que han conducido a la contaminación ambiental, el desarraigo de pobladores y la descomposición social como parte de los males de la vida en conglomerados urbanos. La ciudad continúa necesitando de los espacios rurales no sólo como posibles áreas de expansión, sino como proveedores de servicios ambientales, producción de alimentos y de materias primas para el procesamiento, recreación y esparcimiento. En este mismo sentido, el campo necesita de la ciudad como proveedora de servicios comerciales, financieros y espacios de realización de la producción, así como lugar de provisión de infraestructura básica para le educación y la salud, entre otros servicios. La tendencia del crecimiento urbano es hacia su entorno rural, pero menos en cuanto a la densificación de sus centros y en general de sus espacios internos, dinámicas que presionan cada vez más lo que se conoce como la urbanización del campo, es decir, la construcción de infraestructura habitacional y de servicios que haga atractivo el flujo migratorio hacia estas zonas, generando nuevas relaciones urbano-rurales. Lo rural pierde posibilidad de ser entendido por sí mismo, pasa a ser visto a través de lo urbano y en forma más amplia del territorio, el cual es modelado y producido por la compleja combinación de las relaciones sociales, económicas, ambientales, y entre el Estado y la sociedad. Sección 2 Elementos para un enfoque integrativo de análisis sobre la ciudad, el territorio y los procesos urbanos (una propuesta en construcción) ¿Cómo abordar de una manera integral y comprensiva el estudio de la ciudad y el territorio circundante? Es una pregunta que remite a lo que desde las mismas disciplinas, los urbanistas, sociólogos, administradores, planificadores y políticos reclaman; es decir, la pregunta por el enfoque transversal e integrativo que con rigor y solvencia permita el análisis. No se trata de un enfoque que sea todo y nada a la vez, recogiendo la crítica que en alguna oportunidad Wildavsky le hiciera a la planeación.3 Dicho estudio demanda la construcción de un cuerpo teórico que recoja los aportes tanto disciplinarios como de los enfoques transversales, por ejemplo, los de la Geografía Sistémica y la construcción social del espacio, para la comprensión de sus dinámicas y la formulación de soluciones frente a los problemas que se evidencian. Como lo menciona Cuervo (2003) el fenómeno de la ciudad, por su riqueza y por su importancia en el condicionamiento del comportamiento social, aparece como una oportunidad interesante para reconciliar enfoques provenientes del pensamiento objetivo derivados de las propuestas que la abordan desde lo físico y la economía clásica del mercado, con alternativas políticas pluralistas, vinculadas
con la intersubjetividad. Parte de las razones para esta provocación están en que el espacio social, y la ciudad como su expresión, se constituyen en una organización de interacciones complejas reguladas a través de la posición, la forma y las estructuras de centralidad de los elementos, los cuales están organizados en un sistema abierto, evolutivo, espacial y auto-organizado, en el cual sus múltiples elementos interactuantes cuentan con autonomía relativa, pero cohesionados, ya que hacen parte de un sistema en el que interactúan agentes, planos, niveles y temporalidades que le imprimen dinámica para la reproducción y el cambio que se manifiesta en formas urbanas y ámbitos socioespaciales. Los planteamientos anteriores coinciden con las expresiones de Capra, refiriéndose a la necesidad de los enfoques integrales para el análisis de asuntos complejos: “Cuanto más estudiamos los problemas de nuestro tiempo, más nos percatamos de que no pueden ser entendidos aisladamente. Se trata de problemas sistémicos, lo que significa que están interconectados y son interdependientes (…)” (1998, pp. 24-34). En este orden de ideas, existen razones de peso para esbozar una propuesta de un enfoque integrativo y comprensivo para abordar los asuntos a estudiar. Esta propuesta se sustenta en una tríada compuesta por: la noción de paradigma de Kuhn, el paradigma ecológico y social de Capra y la Equística como método. De acuerdo con Thomas Kuhn el paradigma científico consiste en: “una constelación de logros, conceptos valores, técnicas, etc., compartidos por una comunidad científica y usados por esta para definir problemas y soluciones legítimos (…)”. Pero, los distintos paradigmas se suceden tras rupturas discontinuas y revolucionarias llamadas “cambios de paradigmas” y entre estos cambios se registra el del paradigma social que se describe de la siguiente manera: “una constelación de conceptos, valores y percepciones y prácticas compartidas por una comunidad, que conforman una particular visión de la realidad que a su vez, es la base del modo en que dicha comunidad se organiza” (Capra, 1998). Se trata de un enfoque que asume la ciudad y el territorio desde una perspectiva holística y ecológica; es decir, entiende la ciudad a partir de la interdependencia entre sus elementos constitutivos y susfunciones dinámicas, insertada en un entorno natural y social. En este caso el término ecología se refiere a la ecología profunda y su derivación en la ecología social,4 la cual ve al mundo como una red de fenómenos interconectados e interdependientes y no como una colección de objetos asilados (Devall y Sessions, 1985). El nuevo paradigma requiere, además de un nuevo modo de pensar, de nuevos valores que se expresan en cambios que van desde el pensamiento asertivo hasta el de la integración en un equilibrio dinámico; por lo tanto, ninguno de estos pensamientos puede asumirse en forma desproporcionada frente al otro y tampoco como contrapuestos.
En cuanto a la perspectiva ecológica Capra sugiere que los problemas sistémicos, en la medida en que están interconectados y son interdependientes, requieren ser puestos en el contexto de la ecología profunda, la cual parte de reconocer los valores inherentes de la naturaleza viviente en la que naturaleza y uno mismo son partes de la misma unidad; esto es, que la expansión de uno hacia la naturaleza no es un asunto de lógica, sino de carácter psicológico. Así lo expresa Arne Naess: El cuidado fluye naturalmente cuando el “sí mismo” se amplía y profundiza hasta el punto de sentir y concebir la protección de la naturaleza libre como la de nosotros mismos (…) Al igual que no precisamos de la moral para respirar (…) [igualmente] si nuestro “sí mismo” en el sentido más amplio abarca a otro ser, no precisamos de ninguna exhortación moral para evidenciar cuidado (…) Cuidamos por nosotros mismos, sin precisar ninguna presión moral (…) Si la realidad es como la que experimenta nuestro ser ecológico, nuestro comportamiento sigue natural y perfectamente normas de estricta ética medioambiental. (Capra, 1998) Equística como método para el análisis de la ciudad y el territorio En esta propuesta la dinámica reemplaza a la estática, el azar sustituye la determinación y la geometría fractal tiende a imponerse sobre la euclidiana. Estos planteamientos se refuerzan con aportes relacionados con la producción social del espacio y, por tanto, la ciudad como un proceso en construcción social de carácter permanente en el cual interviene el Estado, la sociedad civil organizada y los agentes del mercado. De acuerdo con lo anterior, el enfoque –en construcción–; parte de la Equística como un cuerpo conceptual que se ocupa de integrar en torno a los procesos urbanos los aportes de distintas disciplinas y profesiones, así como los avances transversales, para construir un marco conceptual y metodológico de referencia integral, amplio y comprensivo. Dicho enfoque se nutre de las disciplinas adscritas a las Ciencias Sociales, como la Ciencia Política, la Sociología, la Antropología, la Economía, la Geografía, el Derecho, entre otras, y se complementa con aportes de disciplinas de las Ciencias de la Naturaleza, de tal manera que se propone la construcción de un nuevo paradigma para abordar el análisis de problemas y situaciones complejas y proponer soluciones viables a las dinámicas urbanas y de las ciudades. La Equística concuerda con afirmaciones como (…) la ciencia es viva, dinámica, incompleta y en permanente cambio, permite la migración de paradigmas de una disciplina a otra; liga los diferentes aspectos de la realidad, lo abstracto y lo concreto, en contexto, en diálogo e interlocución entre diversos saberes; es crítica y cuestiona las ideas espontáneas con el uso de conceptos, métodos y
teorías; y es capaz de transformar las representaciones sociales y los procesos productivos. (Garrido, 2004).
Sección 3 Temas generales para una agenda de investigación sobre ciudad y territorio. Aspectos para dinamizar la temática En este aparte se consideran algunas ideas que contribuyen a abrir el camino para perfilar una agenda de investigación; por lo tanto, no tiene la pretensión de ser exhaustivo, más bien mantiene la característica de exploratorio. Son temas generales para dinamizar el debate. Ciudades amenazadas y ciudadanos viviendo en riesgo La conformación de ciudades y el proceso de urbanización concomitante en los países en desarrollo presenta tres características principales: por un lado ha sido acelerado, de tal manera que en tan solo medio siglo los distintos países invirtieron la relación entre población rural y urbana; por otro, ha sido caótica, sin planificación ni ordenamiento, finalmente, y como consecuencia de lo anterior, buena parte de la vivienda y la infraestructura se ha localizado en zonas inadecuadas, sin las mínimas medidas de prevención frente a amenazas naturales como inundaciones, avalanchas y sismos y en la actualidad a las amenazas antrópicas, como el terrorismo. En un primer momento las migraciones campo-ciudad contribuyeron a la configuración de espacios urbanos apoyados por la construcción de vivienda e infraestructura por parte de las entidades estatales, lo que ayudó a fortalecer lo que se conoció como los centros tradicionales de las ciudades. Con el correr del tiempo el flujo poblacional rural-urbano, y desde pequeños centros poblados hacia las ciudades de mayor tamaño, fueron configurando las zonas marginales, de tal manera que la ciudad creció espontáneamente y en forma desordenada. Los asentamientos poblacionales se localizaron en terrenos suburbanos sin la adecuación necesaria para ser ocupados masivamente, sin la infraestructura de servicios públicos y obras básicas de urbanismo. Este proceso configuró una oportunidad para que los “urbanizadores piratas” promovieran las invasiones y la urbanización ilegal en zonas de alto riesgo, sin las mínimas medidas de prevención para la localización de las viviendas y las edificaciones en general. Por otro lado, en la medida en que los centros de las ciudades se densificaron y el uso de dichos terrenos fue variando de zonas residenciales a comerciales, a la localización de actividades industriales, a la ubicación de empresas de transporte, etcétera, la dinámica se hizo más compleja, dando lugar a la congestión y a la contaminación auditiva y del aire. Debido a estos problemas los residentes migran hacia espacios menos congestionados, pero con el pasar del tiempo los problemas descritos se hacen presentes de nuevo en una secuencia interminable en la ciudad construida, dando paso a la ocupación de la periferia, por lo menos de dos maneras que se describen a continuación.
Primero, a través de la legalización de barrios considerados subnormales, dotándolos de la infraestructura básica y de servicios, “desmarginalizando” y promoviendo el mejoramiento de la vivienda y nuevas urbanizaciones; segundo, nuevas ocupaciones en zonas dotadas de obras de urbanismo y servicios básicos y complementarios, es decir, procesos de ocupación planificados y promovidos por la institucionalidad estatal o por urbanizadores regulares y, por tanto, con la aplicación de normas, entre ellas las sismorresistentes, en viviendas y construcciones complementarias. Como consecuencia de estas ocupaciones la ciudad se expande territorialmente y, por lo tanto, crecen las demandas por nuevos espacios para urbanizar, nueva infraestructura física y social, lo mismo que por fuentes de agua para el consumo humano y por lugares para el manejo y disposición de aguas residuales y desechos sólidos. En estas dinámicas es posible encontrar varias tensiones necesarias de estudiar, como: • Una ciudad ya construida sin las normas de prevención frente a amenazas naturales y antrópicas y sin las mínimas medidas de mitigación de inundaciones y avalanchas, situación que se contrapone a una ciudad en construcción sobre la cual se viene aplicando las normas básicas de prevención. • Una ciudad en expansión que presenta creciente demanda de espacios físicos, recursos naturales, como agua para el consumo, y servicios ambientales frente a una ciudad que produce cada vez mayor contaminación, mayores volúmenes de agua residual que contamina las mismas fuentes, grandes cantidades de residuos sólidos que amenazan con deteriorar lugares destinados para su disposición final y las zonas ocupadas de sus alrededores. En general, una ciudad que de continuar en estas tensiones se hace insostenible en el mediano plazo. La competitividad de las ciudades: perspectivas complementarias Una de las tendencias recientes de mayor aceptación relacionada con el desarrollo urbano consiste en considerar la ciudad como un espacio de producción y productividad tanto para el mercado nacional como internacional, enmarcado bajo el concepto de la competitividad, al que se le ha dado un importante énfasis economicista sustentado en la industrialización, promoción de centros de desarrollo tecnológico e incubadoras de empresas. Si bien es cierto que el énfasis es relevante, el tema descuida otras perspectivas que contribuyen a darle mayor preponderancia a la competitividad. En este sentido, se propone realizar un análisis sobre otras dimensiones de la competitividad, como la cultura, las instituciones necesarias para su impulso, las políticas que la promueven, la participación de las entidades del Estado, entre otras. De acuerdo con lo anterior, se sugiere asumir la ciudad competitiva como referente de análisis para darle distintas lecturas que contribuyan al estudio de la competitividad en forma complementaria, de tal manera que, además del énfasis
económico, se revisen aspectos como ciudad y cultura, ciudad y políticas publicas, ciudad y espacio público, ciudad y tecnología, ciudad y educación, ciudad y democracia, ciudad y gobierno, ciudad y hábitat. Estas dimensiones se pueden complementar con análisis más sectoriales como ciudad y vivienda, ciudad y transporte masivo, etcétera, en aras de obtener mayores niveles de competitividad. Competitividad de las ciudades desde la perspectiva económica: • Ciudad competitiva y cultura. • Ciudad competitiva y políticas públicas. • Ciudad competitiva y espacio público. • Ciudad competitiva y tecnología. • Ciudad competitiva y educación. • Ciudad competitiva y gobierno. • Ciudad competitiva y democracia. • Ciudad competitiva y hábitat. • Ciudad competitiva y seguridad ciudadana. La ciudad del futuro La configuración de los espacios urbanos se ha dado como efecto indirecto de las políticas estatales de industrialización y tecnificación del campo, así como de efectos directos de políticas de urbanización y construcción de infraestructura física, social y de vivienda. Si bien estas dinámicas económicas y sociales han generado importantes beneficios en términos de nuevas y mejores oportunidades de crecimiento económico, generación de empleo, mayores niveles de educación y de atención en salud para la población, también han evidenciado ciertos problemas resultantes de la marginalidad y de la descomposición social que de no ser manejados con el rigor que demandan tienden a convertirse en el detonante de lo que algunos autores han pronosticado como la crisis de las ciudades, con amplios impactos en el contexto nacional. De acuerdo con lo anterior, se evidencian dos posiciones encontradas por parte de académicos y políticos frente al proceso urbano: algunos consideran las ciudades como los espacios para las oportunidades de la vida moderna, mientras que otros las catalogan como las aglomeraciones que han conducido a la contaminación ambiental, el desarraigo de pobladores y la descomposición social, etcétera. En este orden de ideas, la revisión de las distintas visiones de futuro de las ciudades en los distintos continentes permite ganar elementos de contraste frentes a las mismas con el fin de identificar y proponer escenarios prospectivos de desarrollo urbano. Bibliografía Bryan, Roberts, (1998), Ciudades de campesinos. La economía política de la urbanización en el tercer mundo, México, Siglo XXI.
Capra, Fritjof, (1998), La Trama de la Vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos, Barcelona, Anagrama, Colección Argumentos. Cuervo, Luis, (2003), “Ciudad y Complejidad: los rumbos”, en: Fabio Giraldo (ed.), Ciudad y complejidad. Reacción humana. Bogotá. Artículos Ghul, Ernesto, (1982), “El papel de la geografía en las ciencias humanas”, en: Revista Colombiana de Sociología, Bogotá. Giraldo, Fabio (edit.), (2003), “Ciudad y complejidad. Creación humana”, Ensayo y error, Bogotá, septiembre. Viviescas, Fernando, (1997), “La ciudad: el encuentro y la aventura”, en: Ensayo y Error, año 2, núm. 3, Bogotá, septiembre. Documentos institucionales Correa López, Bernardo, (2002), “La ciudad en la reflexión filosófica”, en: La Ciudad Hábitat de diversidad y complejidad, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Departamento Nacional de Planeación, Financiera de Desarrollo Territorial, Asociación de Investigadores Urbano Regionales (1998), La investigación regional y urbana en Colombia. Desarrollo y territorio. 1993-1997, tomos 1 y 2, Bogotá, Carlos Valencia Editores. Gómez, Daniel, (1995), El ordenamiento territorial: ¿una propuesta de reorganización institucional del Estado colombiano?, Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales-Universidad de los Andes, Bogotá [Tesis de Grado de Maestría]. Torres, Carlos Alberto, Fernando Viviescas y Edmundo Pérez (comps.) (2002), La Ciudad, Hábitat de diversidad y complejidad, Cátedra Manuel Ancízar, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. NOTAS 1 Habitat, Declaración Mundial de Estambul sobre Asentamientos Humanos, junio de 1996. 2 Entre los centros más reconocidos en donde se imparte formación a la que aquí se hace referencia se encuentran: Centro de Estudios del Desarrollo Local y Regional (CEDER), Universidad de los Lagos de Chile; Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Universidad Católica de Chile; Centro Regional de Investigación y Desarrollo (CERIDE) de Argentina; Departamento de Planificación Urbana de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela; En Brasil, Instituto de Investigación y Planeación Urbano Regional (IPPUR), Universidad Federal de Río de Janeiro y Centro de Estudios de Desarrollo Regional (CDRE), Universidad de Salvador. Para el caso colombiano: Centro de Estudios Sociales (CES), Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia; Instituto de Estudios Regionales (INER), Universidad de Antioquia; Instituto de Políticas en Desarrollo (IPD), Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Javeriana; Escuela de Planeación Urbano Regional, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; Planeación Regional y Urbana, Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) y el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) de la Universidad de los Andes. 3 Si la planeación es todo, tal vez no sea nada. Citado por Friedman, John, en Revista trimestral de la Red Nacional de Investigación Urbana, núm. 29, México, enero-marzo de 1996.
4 Escuela fundada por el filósofo noruego Arne Naess a principios de los años setenta para distinguir la ecología superficial y la profunda. Véase Devall y Sessions, (1985).
Tomado de: TERRITORIO Y CIUDAD: CONTEXTO Y PRETEXTO PARA UN ENFOQUE INTEGRATIVO / 185 Desafíos, Bogotá (Colombia), (13): 185-205, semestre II de 2005
Lección 4
CIUDAD EDUCADORA: APROXIMACIONES CONCEPTUALES Y CONTEXTUALES Juan Carlos Jurado Jurado Docente Universidad EAFIT Sección 1 UN POCO SOBRE LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA Los fenómenos culturales asociados con los medios de comunicación masiva, así como la transformación física de las ciudades que han cambiado su ambiente de “parroquia grande” por el de modernas metrópolis, han posibilitado la aparición de nuevos “modos de estar juntos”, agenciados por valores y formas del vínculo social más seculares. La ciudad de Medellín tipifica los procesos de otras ciudades latinoamericanas en cuanto a la pérdida reciente de un sentido monolítico y homogéneo con que la identificaban sus pobladores. Hoy embarga a las personas el sentimiento de que la ciudad no es “una” sola, pues en ella conviven sus complejas diversidades y contracciones, y que la ciudad ha perdido cierto aire doméstico.1 Se asiste pues, a una desgarradora tensión entre lo tradicional y lo moderno, dado el generalizado sentimiento de estar viviendo una enorme tensión entre unos supuestos valores que dieron cohesión y estabilidad al cuerpo social y las propuestas de modernidad, internacionalización y globalización de la cultura. Se trata de una urbe fragmentada a raíz de la explosión de su centro histórico, en medio de una vertiginosa urbanización de dimensiones metropolitanas, más visible a partir de los años setenta.2 Así, la pérdida de centralidad del sello histórico de la ciudad, que suponía la hegemonía de unas formas de vida patriarcales de procedencia campesina, da lugar a muchos centros, a muchas formas de habitar lo urbano, sin conservar, como antes, “un estilo” cultural. Esto supone la fragmentación de los grupos sociales y sus identidades atomizadas, y la proliferación de una población urbana y migratoria más heterogénea.3 Parece haberse desvanecido una sociedad disciplinaria y normada, donde las identidades políticas y la moral católica generaban las lógicas del orden social. Así, podría decirse que han perdido poder unos discursos y lógicas comunitaristas y totalizantes de establecer los vínculos sociales, y se ha pasado a una mayor autonomía de los sujetos y de las agrupaciones asociada con su diversidad
cultural. Estos procesos de transformación en la cultura urbana contemporánea han supuesto, también, la vigencia de normas particulares que atomizan el tejido social en medio de la masificación y la inseguridad.4 En los años setenta, con el crecimiento de la ciudad metropolitana, se perdía su antiguo ambiente provincial, donde las personas mantenían estrechos vínculos entre sí y con las figuras del poder ético como el policía, el maestro, el cura y el médico. Con el crecimiento masificado de la ciudad, se fueron perdiendo, pues, las formas del reconocimiento mutuo que hacían de la sociedad urbana una “comunidad imaginada” donde se compartían filiaciones políticas, religiosas y morales relativamente unificadas y unificadoras. Respecto de lo que se viene señalando, el profesor Darío Ruiz5 dice, que: “La ciudad de antes de los años setenta era una ciudad pequeña, reconocible, registrable y fácilmente identificable por pobres y ricos.”Se trataba de una“... ciudad manejable que se rompe en los setenta, igual que su modelo económico, y comienza el desempleo... Era una ciudad con una cierta pedagogía de lo cívico, que se derivaba de las instituciones que hacían de la ciudad algo relativamente homogéneo, gobernable, e identificable... Don Elías, hace 30 ó 40 años era un viejito que presidía la Sociedad de Mejoras Públicas e iba por la ciudad de Medellín y mandaba cartas al Colombiano: ‘en la esquina de Ayacucho con Carabobo, faltan dos bombillos’, esa ciudad de Don Elías era una ciudad pequeña, registrable...” Y de la ciudad “reconocible” se ha pasado a una urbe que se vive como caótica y masificada; en ella, y con el desarrollo tecnológico de las últimas décadas, se asiste a la instauración de un orden urbano al que se superpone el modelo comunicativo, según Jesús Martín–Barbero: flujo de personas, flujo vehicular, flujo de información continua y veloz. “La ciudad ya no está para ser habitada ni disfrutada por el transeúnte, sino para circular por ella sin causar atascamientos al tráfico vehicular”, que ahora viene a ser la razón de ser de la ciudad para sus planificadores. El deterioro de la vida pública no es un asunto meramente urbanístico pues, definitivamente hace evidente la incapacidad del Estado para hacer efectivas sus propias regulaciones a lo largo y ancho de la nación. Y es que el Estado, tradicionalmente débil para hacer presencia en un país tan vasto y complejo como Colombia, también ha mostrado, según María Teresa Uribe6 , la evaporación funcional”de su dimensión pública en una ciudad como Medellín, donde los ciudadanos no se sienten plenamente representados y se ven abocados a los efectos perversos de su ineficiencia de dos maneras: Primero, se alejan de lo público y se recluyen gradualmente en los “ámbitos opacos, cerrados de la casa, la familia, los pequeños círculos de amistad y el vecindario que en estos tiempos son los únicos que se perciben como seguros”, y en segundo lugar, las personas asumen por su cuenta y riesgo la defensa de su seguridad y protección.7
Un aspecto asociado con la transformación de la ciudad, la moral pública y la socialización de nuevos y viejos valores es la manera como las elites dirigentes y empresariales restringieron su incidencia en los ámbitos de lo público, después de mediados del siglo XX, para replegarse paulatinamente en su esfera privada. Según las apreciaciones del historiador Fernando Botero, esta “burguesía” circulaba fácilmente por las instituciones públicas y privadas de la ciudad, sin que intereses económicos como el afán de lucro y el espíritu empresarial excluyeran su interés personal por la ciudad y sus problemas sociales, esto es, su “espíritu cívico”.8 Sobre las transformaciones urbanas es pertinente referir la fascinación de la sociedad antioqueña y sus dirigentes por el “progreso”, dada la presencia de su estilo ingenieril y su mentalidad pragmática, que ha sustentado una forma de gestionar la ciudad de Medellín, con criterios técnicos y de planeación racionalista. Ello ha incidido en que las políticas urbanas se hayan orientado, principalmente, hacia los aspectos físicos y económicos, restando importancia a los asuntos referidos a la cultura, la socialización de los inmigrantes campesinos y de las nuevas generaciones urbanas, la formación de ciudadanos modernos, la ética pública, el patrimonio urbano y el medio ambiente.9 Este desencuentro entre la construcción física de la ciudad y su edificación social se hizo más evidente a partir de los años ochenta, con las violencias generalizadas y los conflictos desbordados de cauces políticos, dejándose de lado la construcción de un “espíritu cívico” acorde con los nuevos tiempos. En síntesis, y retomando apreciaciones de la socióloga María Teresa Uribe, el tránsito de la ciudad tradicional a la moderna y metropolitana acontecido en las décadas de los años sesenta y setenta, ha significado grandes desajustes y conflictos sociales que desbordaron la capacidad de instituciones como el Estado, la familia y la escuela para afrontarlos, no obstante los esfuerzos hechos en el equipamiento urbano para mejorar los niveles de vida. Medellín, a pesar de ser reconocida como la ciudad colombiana de mejores niveles de vida por su infraestructura urbana y sus excelentes servicios públicos y de trasporte público, se ha encontrado, pues, sin vida ciudadana y sin ciudadanos. En ella se hace visible el urbanismo, pero no la urbanidad. Frente a las rupturas y problemáticas que se acaban de señalar vale la pena considerar el interrogante de Darío Ruiz10 , sobre: ¿Cómo podemos reconstruir una pedagogía, una educación de la ciudad, del ciudadano en esta diversidad? “No creo que volviendo a la sola norma, al sólo principio”. Más bien y dado: ...que en la ciudad viven diversas culturas, identidades y sujetos, en ellos existe una serie de continuidades y discontinuidades, de lenguaje, que todavía son dialectos y que están buscando convertirse realmente en una lengua común; creo que es a partir de ese reconocimiento donde podríamos hablar de una nueva pedagogía urbana y de un nuevo civismo. Es cívico aquel que se reconoce en una ciudad, no aquel que ha sido acorralado y extrañado de su ámbito, no aquel que
se siente perseguido. Uno de los derechos humanos es poder seguir viviendo donde uno ha vivido toda la vida. De acuerdo con lo expuesto y frente al declive de los ámbitos educativos normados como la escuela y la familia patriarcal, emerge el problema de la ciudad como instancia educativa. Sin embargo, en ella también, como ya se ha dicho, se hacen visibles la fragmentación y la atomización del tejido social que caracteriza nuestra época. Con los recientes y reiterados discursos sobre el tema pareciera que existe la necesidad de volver conscientes los procesos educativos de que han sido capaces la ciudad y sus instituciones, y de acudir a ellos como ideas que vienen a remediar la situación de caos y violencia social que se vive en las sociedades actualmente. Así, y frente a las nuevas formas de organización social emergentes, este auge de las pedagogías (educativas y sociales) parece responder al reconocimiento de una gran dimensión pedagógica de la ciudad, esto es, la dinámica educativa que ella hace posible mediante las formas de socialización que le son propias. Es visible que las ciudades contemporáneas han desbordado los límites geográficos de sus núcleos históricos alrededor de los cuales se han conformado, para recomponerse permanentemente con nuevos escenarios de múltiples formas. En estos novedosos espacios las sociabilidades son continuas, novedosas y precarias, facilitando experiencias móviles, cambiantes y veloces, que caracterizan la vida en las metrópolis del siglo XXI. A pesar de las grandes transformaciones urbanas y de las nuevas experiencias contemporáneas de globalización de la cultura y de la vida urbana, en las ciudades latinoamericanas perviven tradiciones culturales y lugares de vivencia cotidiana y de valor histórico que son todavía referentes de identidades colectivas reivindicadas por las comunidades. Así, se conservan múltiples memorias que actualizan el pasado y al mismo tiempo hacen de lo actual algo que rápidamente envejece y se torna caduco. Al respecto, los procesos de convivencia social en la ciudad de Medellín están profundamente asociados a la experiencia de vivir una desgarradora tensión entre las tradiciones, y la innovación y el cambio permanente. Estas múltiples “memorias citadinas” son un gran legado cultural e histórico, donde conviven en pugna y en conflicto formas de sociabilidad disímiles y paradójicas, sobre las cuales se construyen visiones, la mayoría de las veces, pesimistas y caóticas, que al estigmatizar sus causas y agentes posibles, conducen a visualizar las “fórmulas salvadoras” consecuentes con estas miradas.11 Este ejercicio se compadece con posturas asistenciales, demandadas a veces de las Ciencias Sociales en orden a su implementación tecnológica y de allí que muchas de las propuestas sobre Ciudad Educadora tengan este carácter de “tecnología social”, apuntalada en visiones de las problemáticas sociales como neuralgias o patologías. El nudo de este asunto, pensar la ciudad en clave pedagógica, supone identificar y comprender las lógicas y prácticas educativas propias de la ciudad: un amplio abanico de procesos de aprendizaje, formación y socialización, del que participan
los sujetos y colectivos urbanos a partir de la vida citadina que les es propia. Pensar este problema supone reconocer una gran tensión entre un fenómeno y otro, la ciudad y la educación, que no se dejan reducir entre sí, y ni siquiera a categorías conceptuales de una sola disciplina, pues sus relaciones problemáticas involucran reflexiones bastante complejas y diversas desde la sociología, la pedagogía, la antropología y la semiótica, entre otras disciplinas. Sección 2 CIUDAD CIVILIZADORA Desde mucho antes de establecerse la institución escolar como paradigma de la socialización y de la educación en Occidente, en la ciudad han tenido lugar prácticas de orden social, político y cultural con implicaciones formativas en los individuos, las cuales han constituido de cierta manera los “procesos civilizatorios” a los que ha aludido Norbert Elías, para explicar las peculiaridades de las sociedades occidentales. En términos generales, estos procesos implican una mayor intensidad y densidad en las dinámicas sociales en el paso de pequeñas unidades de sociabilidad relativamente aisladas en la Edad Media a un mundo cada vez más complejo de acciones interdependientes, en donde las formas de conducta y los sentimientos de los individuos se moldean internamente en relación con formas de coacción externa, relacionadas con la formación de los Estados unitarios, que monopolizan el control de la violencia. Resultado de ello, los individuos, en largos procesos de modelación de sus comportamientos, abandonan las reacciones emocionales espontáneas y violentas, para dar paso a mecanismos de disciplina y control en sus maneras de dirigirse en público, en sus sensibilidades, gustos y pautas morales.12 Como lo ha mostrado Michel Foucault, en esta labor de disciplinar a los individuos, en una sociedad donde se pensaba que era más útil y rentable dominarlos que castigarlos, instituciones urbanas como la fábrica, la cárcel y la escuela jugaron un papel decisivo en la configuración de nuevas subjetividades y maneras de sociabilidad.13 Es en la ciudad, como espacio por excelencia de la interacción humana continua y obligada, donde es necesario cuidar la manera como las propias acciones afectan la vida de los demás y prever con cuidado los mecanismos como éstas afectan la vida propia. En otras palabras, las ciudades han hechos posible en gran medida los procesos civilizatorios de que habla Norbert Elías. En relación con ello, y como lo señala el historiador Jorge Orlando Melo, la adopción de horarios que se abstraen de los tiempos cíclicos del mundo natural, y que demarcan las rutinas del trabajo, el estudio, el ocio, el control de las basuras, el suministro de alimentos y servicios que se han convertido en fundamentales para la vida, la construcción de viviendas y la definición y apropiación de áreas específicas para divertirse, producir, o consumir constituyen problemas a partir de los cuales la ciudad impone una coordinación de la vida social, que en el mundo rural era innecesaria, y que aunque inicialmente tuvo que ver con formas de coacción externa, se ha convertido en las sociedades occidentales en algo asumido interiormente por los individuos, en ocasiones de forma inconsciente o inadvertida.14 De esta manera,
la generalización de unos ritmos corporales y colectivos para la apropiación espacio–temporal de la vida urbana supone patrones y normas generales de comportamiento y sensibilidad particulares. La ciudad puede ser entendida como un “espacio físico” donde se aglomeran grandes poblaciones y, de otro lado, es un “espacio social” en constante recomposición. Su construcción, entonces, no sólo es física sino también del orden de lo social, de unas formas de sociabilidad que se han caracterizado en Occidente como propias de la urbe. Los comportamientos adecuados a las ritualidades de la urbe se entienden como la urbanidad, palabra que viene de la tradición latina. Mientras que ciudadanía (la pertenencia a la ciudad) y civilización (que hace alusión a lo cívico, comportamiento propio de la vida ciudadana) se vuelven parte del mismo campo semántico, en el cual se identifica también la palabra griega polis, que significa ciudad en Grecia. De ella proviene la política, como ciencia o actividad de gobierno del Estado, pero también como el conjunto de normas para el gobierno, que se restringe a los organismos encargados de mantener un orden. En Inglés, tres conceptos casi se confunden entre los límites de lo cultural, entendido como las maneras de comportamiento, y lo disciplinario, signado por los organismos encargados del control poblacional en la ciudad: polity, buenas maneras; policy y polities, políticas, y police, policía.15 Las tradiciones latinas y griegas de la ciudad, como escenario de la vida política participativa y civilizada, donde se configura una cultura de la diversidad y multiplicidad entre sujetos y grupos, constituyen una clave que se evoca y reivindica permanentemente en discursos educativos y culturales como “medidas curativas” contra un supuesto malestar social. Como lo ha mostrado José Luis Romero, en Hispanoamérica la fundación de ciudades no se restringía a la sola construcción de edificios e infraestructuras físicas necesarias para la vida, sino que la ciudad se constituía ella misma en “creadora de sociedad”; y esta sociedad compacta debía producir su realidad circundante, adaptando los elementos del ambiente a un proyecto preestablecido, que remitía al ideal de la ciudad de Dios.16 Así, pues la ciudad se encuentra en el sustento mismo de una sociabilidad civilizada. La modernidad ha convertido a la ciudad en el paradigma por excelencia de la vida humana, temporal y libre de ideales metafísicos, y antes, por el contrario, se constituye en símbolo de los sueños y pretensiones más humanas y mortales. Desde Babel, la ciudad es el símbolo de las tensiones entre la integración y la diversidad, entre la confusión y el caos, el cambio y la innovación; en ella también toman lugar la creatividad y la destrucción permanentes.17 Como se sugirió anteriormente, la ciudad se impone como el escenario “social” por excelencia en la contemporaneidad, de tal forma que asistimos desde finales del siglo XX, a la urbanización del planeta o a una planetarización de la urbe. En las ciudades latinoamericanas se articulan los procesos de globalización con las especificidades de sus “identidades” locales y nacionales, con especial dramatismo.18
Las problemáticas sobre la convivencia social en las ciudades contemporáneas hacen que se mire con especial interés y preocupación a la educación, dado su lugar estratégico en los procesos de construcción del tejido social. La educación se encuentra hoy en el centro de los debates y de las preocupaciones del sector público y privado, y hacia ella, hacia las escuelas, maestros y estudiantes confluyen las diferentes miradas, para desentrañar sus problemáticas y comprender el protagonismo que les aguarda en la construcción de una convivencia civilizada. Sin embargo, no se trata de la escuela propiamente dicha; se trata más bien de mirar hacia la educación, lo cual se explica, sin duda, por su capacidad para generar una nueva cultura y porque predispone la formación de las estructuras de la sociedad. Como se sugirió antes, son los problemas de la convivencia social en las grandes urbes los que han hecho tomar conciencia de la importancia de diversas “prácticas educativas” refundadoras de la sociedad, de manera que proliferan los discursos y las expectativas sobre la importancia de la educación para el establecimiento de una convivencia civilizada y de una sociedad más digna que jalone la excelencia humana. Sección 3 CIUDAD EDUCADORA La ciudad, como espacio cultural y colectivo, remite a formas del vínculo social que escapan a las lógicas de lo filial, propio de la familia, y que se dimensionan con aquellos cercanos o lejanos, desconocidos, con quienes es susceptible tejer relaciones mediadas por un tercero, representante de la ley y fundamento de la vida social. La ciudad supone narrativas y formas de lazo social no sujetas a los marcos de referencia normativos de la institución escolar o familiar. En este sentido, la ciudad remite a procesos cognitivos y de socialización que, por sus complejas y versátiles dinámicas culturales, escapan a la estructuración de instituciones disciplinarias como la escuela. De allí que sea necesario identificar las formas y dinámicas de sociabilidad que son propias de la ciudad y los procesos educativos que inducen, de forma que pueda ser enunciada como “ciudad educativa”. Este planteamiento implica el rastreo de algunas propuestas sobre el tema, sin pretensiones exhaustivas. Dentro de los discursos y experiencias contemporáneas más llamativas sobre la educación se destaca la de “Ciudad Educativa” o “Ciudad Educadora”, cuyo planteamiento inicial ha resultado de la discusión y difusión de propuestas y proyectos internacionales. En 1972 la UNESCO difundió el documento “Aprender a ser, la educación del futuro”, elaborado por E. Faure y otros autores, en el cual se hace mención específica “Hacia una ciudad educativa”. Allí, se propugna por la educación permanente como clave de la ciudad educativa, iniciándose con este documento una reflexión sobre el tema en el ámbito internacional.24 No obstante el punto de inflexión que supone el pronunciamiento de la UNESCO, se estaban llevando a cabo experiencias culturales y educativas desde los años sesenta, que derivaron a la realización del Primer Congreso Internacional de Ciudades
Educadoras en 1990, en Barcelona. Allí se produjo la “Carta de las Ciudades Educadoras”, en la que se declara: Hoy más que nunca la ciudad, grande o pequeña, dispone de incontables posibilidades educadoras. De una manera u otra, contiene en sí misma elementos importantes para una formación integral (...) La ciudad será educadora, cuando reconozca, ejercite y desarrolle, además de sus funciones tradicionales (económica, social, política, y de prestación de servicios) una función educadora. Cuando asuma la intencionalidad y responsabilidad cuyo objetivo sea la formación, promoción y desarrollo de todos sus habitantes. La ciudad será educadora si ofrece con generosidad todo su potencial, si se deja aprehender por todos sus habitantes y si se les enseña a hacerlo”.25 La noción de Ciudad Educadora se ha convertido en una propuesta gestionada en ciudades como Barcelona26 , y en numerosos municipios y ciudades de América Latina y Colombia, con apropiaciones diversas que van desde las declaraciones acartonadas y la retórica de planes de gobierno hasta la realización de programas específicos. Las directrices políticas más recientes sobre educación se compadecen de cierta manera con los planteamientos de ciudad educadora.27 En Colombia, la ley General de Educación, por ejemplo, propone unos acercamientos a la propuesta de ciudad educadora, que mantiene como parámetro la educación desarrollada en las instituciones escolares, de modo que la propuesta de ciudad educadora apenas aparece como un complemento de la educación formal. Según Ramón Moncada, las mesas departamentales y municipales de educación y el Plan Decenal Nacional de Educación se centran en tres criterios que permiten plantear el tema de ciudad educadora: primero, la educación y la escolarización requieren una mayor diferenciación; segundo, como resultado de la diversificación y ampliación de los procesos educativos, la escuela es sólo uno más de los ambitos existentes; y, tercero, que son necesarias una visión y una acción sistemática entre diferentes ambientes y contextos de aprendizaje, pero también, entre el sistema educativo con otros como el político, cultural y económico.28 De esta manera el Plan Decenal incorpora la propuesta de ciudad educativa dentro de sus programas, ampliando sus horizontes y sus lógicas, y plantea la educación, como el “... proceso continuo que permite apropiarse críticamente de los saberes, competencias, actitudes y destrezas necesarios para comprender la realidad, penetrarla, valorar su universo simbólico y darle sentido a los eventos y circunstancias de su cotidianidad. Desborda los límites de la escuela y copa todos los espacios y ambientes de la sociedad”. Como se indicó arriba, el problema de la ciudad educativa emerge, de cierta manera, en medio de una supuesta necesidad de “reactivar” las posibilidades educativas y socializadoras de la ciudad, (el escenario social por excelencia de la contemporaneidad), cuando se desdibujan y reconfiguran instituciones de socialización y cohesión social como la escuela y la familia, y surgen nuevas prácticas de aprendizaje y socialización desde nuevas agencias culturales como los medios de comunicación y las agrupaciones juveniles urbanas. Estas nuevas
prácticas educativas son parte constitutiva de las dinámicas culturales contemporáneas y multiplican sus efectos en el tiempo y en los espacios citadinos con tal versatilidad, que han dado lugar a nociones como “aprendizaje permanente”, “sociedad del aprendizaje” o “sociedad educativa”. Indagar las relaciones entre educación y ciudad, ha sido propósito de Jaume Trilla, uno de los más visibles expositores del tema, quien llega a esta reflexión desde las formulaciones de la “educación formal e informal”.29 Trilla propone tres dimensiones de las relaciones entre ciudad y educación, argumentando una “línea de reflexión que hiciese del medio urbano no ya únicamente un destacado agente de formación sino el entorno educativo por excelencia”30 . Estas relaciones parten de reconocer la ciudad como entorno,vehículo y contenido de educación, llegando a establecerse simultáneamente, es decir, que se puede aprender en la ciudad y de la ciudad, y por ello se estaría aprendiendo la ciudad misma. En primer lugar, la ciudad como entorno educativo, considera al medio urbano como espacio, como “contexto de acontecimientos educativos”; un contenedor de múltiples y diversas posibilidades educativas que se desparraman por sus espacios. “El medio urbano, pues, acoge y entremezcla a las denominadas educación formal, no formal e informal, aglutina instituciones estrictamente pedagógicas y situaciones educativas ocasionales, programas de formación minuciosamente diseñados y encuentros educativos tan sólo casuales”.31 De ello se desprende, primero, que la educación en la ciudad es el resultado de una acción sinérgica: producto de los diversos procesos que en ella se generan y de su acción combinada; y segundo, cada intervención educativa define su espacio y su función, resituando y redefiniendo las otras intervenciones existentes. De aquí se desprende considerar la educación desde la polis y no desde las lógicas propias de la urbe, pues se concluye que la ciudad no puede ser el contenedor de instituciones, programas e intervenciones educativas sectoriales desconectadas entre sí, y por ello se propende por unas políticas educativas mancomunadas entre los diferentes organismos administrativos de la ciudad. En cuanto vehículo, como agente o medio educativo, Trilla aborda la ciudad en función de sus dinámicas institucionales, concibiéndola como agente de educación “informal”: el medio urbano es un denso, cambiante y diverso emisor de información y de cultura; una tupida red de relaciones humanas que pueden devenir socializadoras y educativas, resultado de una implosión entre personas y elementos culturales, que facilitan las colisiones comunicativas, la creatividad y la adquisición de información. Estas dinámicas se promueven desde los marcos educativos institucionalizados. Como contenido educativo, la ciudad facilita aprender de ella; pero resulta que este conocimiento es “informal”, “informalmente aprendemos muchas cosas que nos resultan útiles para la vida ciudadana”. Y aunque valioso, este aprendizaje de la ciudad, por una especie de melancolía por la escuela, que parece existir en Trilla, es en cierto grado “superficial”, por no dar cuenta de la estructura de la ciudad y dejar ver a sus pobladores sólo su obviedad; y de otro lado, es un
conocimiento “parcial”, dado que la vivencia que se tiene de ella es también limitada, pues apenas se habitan algunos de sus espacios en itinerarios específicos y selectivos. Desde una perspectiva no institucionalizada, un autor que aborda las relaciones entre ciudad y educación es Mario Gennari, quien asume “una visión crítica de la metrópoli contemporánea, proponiéndose sondear su cifra pedagógica.34 Para este autor, el significado pedagógico del espacio urbano implica reconocer que los hombres, al igual que las poleis, están sometidos a procesos de formación permanente: “E igual como sucede con la educación de los hombres, también la construcción de las ciudades debe llenarse de expresión y contenido, de tiempo y espacio, de pensamiento y de acción, de geografía e historia, de realidad y proyecto”.35 Para el autor, esta perspectiva merece la expresión de una Antropología pedagógica de la ciudad, desde la cual se reconoce que hombres y ciudades nunca están completamente definidos y formados. Sin embargo, y frente al estallido de las ciudades, Gennari plantea la necesidad de repensar pedagógicamente la metrópolis moderna, donde transcurren pobladores, transeúntes, hombres de negocios, pero también ingentes masas de pobres hacia quienes hay que dirigir la atención para que el proyecto político se mantenga firme respecto de principios de solidaridad: “Una antropología pedagógica de la ciudad, repiensa, en consecuencia al ciudadano prescindiendo de su estatus de “consumidor” para reconocerlo más bien como sujeto, cuya formación va inseparablemente unida a la transformación misma de la metrópoli. Política y educación se convierten por lo mismo, en los dos focos de la elipse de valores en que se inscribe el futuro de la ciudad”.39 Así, pues, la ciudad educa y forma, con la multiplicidad de experiencias que ofrece para la vida a los individuos y colectividades en escenarios sujetos a lógicas particulares, que escapan a la previsión, intencionalidad y carácter disciplinario de la escuela. CONSIDERACIONES FINALES Luego de un recorrido exploratorio sobre los contextos urbanos contemporáneos y sobre los planteamientos de algunos autores sobre la ciudad y la educación, es posible plantear que el lugar de la educación sobrepasa a la escuela misma y la desborda, y en particular con relación a las nuevas entidades culturales, que de alguna manera también educan y socializan, siendo determinantes en la configuración de las culturas urbanas contemporáneas. Interrogarse por el lugar de la escuela en los nuevos escenarios urbanos supone una disyuntiva, entre: sacar a la escuela para la ciudad, lo cual sería una salida desacertada por lo que implica “institucionalizar” y “disciplinar la ciudad”, o, entrar la ciudad a la escuela, opción más acorde con una “Pedagogía contextualizada”, al plantearse la necesidad de que la pedagogía deba abrirse a lo que vive el ciudadano, los “mundos de la vida”, tan complejos y contradictorios como los de la institución
educativa. Esta segunda opción parece más prometedora, pues se trataría de acudir a las “claves pedagógicas” propias del mundo de la ciudad, escenario donde la sociedad está estructurándose permanentemente44 , con la emergencia continúa de ritos y prácticas que promuevan la formación y los aprendizajes significativos para la vida de los sujetos. No obstante que esta “cifra” o “clave pedagógica” responde a una naturaleza profundamente líquida, inestable y fluida de la vida en las ciudades, pues es como un “magma” permanente, es pertinente preguntarse por las posibilidades de inducirla sin que ello signifique su fosilización, por las pretensiones de institucionalizarla. NOTAS 1 Algunos de los aspectos planteados en este acápite, pueden ampliarse, en: JURADO JURADO, Juan Carlos. “Problemas y tendencias contemporáneas de la vida familiar y urbana en Medellín”, en: Universidad de Medellín. Nº 74, 2002, 7–28. 2 BOTERO, Fabio, “La planeación del desarrollo urbano de Medellín, 1955–1994”, en: MELO, Jorge Orlando (ed.). Historia de Medellín. Tomo II, Medellín, Suramericana de Seguros, 1996, p. 526. 3 COUPÉ, Francois. “Migración y urbanización”, en: MELO, Jorge Orlando (ed.). Historia de Medellín. Tomo II, Medellín, Suramericana de Seguros, 1996, p. 568. 4 Como lo ilustran recientes investigaciones: “En Medellín, abundan los miedos y el común denominador de todos ellos es la pérdida de la integridad física y la estabilidad emocional, de los bienes, de la libertad, de la tranquilidad, de la vida, (...) de las certezas sobre el futuro. Estos miedos no se narran en sí mismos: se nombran a través de situaciones, espacios y personas” los miedos se personifican en el sicario y el atracador, principalmente, pues con ellos se pude tener una experiencia directa, son una amenaza para todos, en cualquier parte y en cualquier lugar. El clima de temor e inestabilidad social que representan estas y otras figuras sociales (presentes, pero más lejanas topológicamente para la mayor parte de la población como el guerrillero o el paramilitar), hacen que la violencia urbana sea en muchos casos narrada como la experiencia más característica de lo que significa vivir en la ciudad. SÁNCHEZ MEDINA, Luz Amparo et. al. “Caras y contracaras del miedo en Medellín”, en: VILLA MARTÍNEZ, Martha Inés (edit.). El miedo. Reflexiones sobre su dimensión social y cultural. Corporación Región, Medellín, 2002, pp. 225 y 226. 5 RUIZ GÓMEZ, Darío, “Medellín: Ciudad de extrañezas”, en: Corporación Región, Penca de Sábila y Colegio Colombo Francés (editores). Tiempos y espacios. Maestros gestores de nuevos caminos. Medellín, 1996, pp. 83–84. Uno, entre muchos signos de este derrumbe de sociabilidades que cohesionan la vida urbana, es la desaparición de aquellos espacios urbanos de encuentro y recreo masculino como los cafés BOTERO, Fabio, Cien años de la Villa de Medellín, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, p. 558. 6 URIBE DE HINCAPIÉ, María Teresa. Nación, ciudadano y soberano. Corporación Región, Medellín, 2001, p. 151. 7 Ante la contracción de la sociabilidad pública, la familia parece haberse convertido en el último baluarte del individuo. Este fenómeno de la cultura contemporánea, que parece ser compartido por las grandes ciudades latinoamericanas, es más propio de las urbes industriales de Norteamérica y Europa, si se atienden las observaciones del historiador Francés Philippe Ariés. Frente a la contracción de la sociabilidad colectiva y la erosión de la ciudad como escenario de la vida pública, debido en gran parte a su agrandamiento, a la familia parecen trasladarse un sin fin de funciones que antes correspondían a la ciudad y al vecindario o eran compartidas con ella. Esta “sobre dimensión” de sus funciones parece traer consigo una supuesta crisis, que si bien se ha adjudicado a la familia, parece más justo endilgársela a la ciudad, según: ARIÉS, Philippe, “La familia y la ciudad”, en ARIÉS, Philippe, Ensayos sobre la memoria. 1943–1983. Santafé de Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 324–325. 8 Ejerciendo un hegemónico “espíritu cívico”, que podría caracterizarse por un fuerte sentido regional, una impronta social y política del ingeniero, una moral religiosa que no reñía con una mentalidad pragmática y una identidad urbana consolidada. El poder cívico de empresarios y líderes en lo urbano se congraciaba con extendidas formas de acatamiento y obediencia social promovidas por la Iglesia Católica y los partidos políticos. Entre las más significativas condiciones para que se operara un cambio en el desempeño de los dirigentes y empresarios antioqueños se encuentran: el crecimiento y mayor complejidad de los negocios y de la ciudad, que dificultaron la identificación del “hombre todero” con su colectividad; la desprotección económica más perceptible al iniciar la década de los setenta, que exigió mayor presencia de los dirigentes en sus negocios; la especialización del empresario con nuevos perfiles tecnocráticos extranjeros que desdibujaban el sentido político y social del político tradicional; la tendencia internacional a la autonomización de las esferas política, económica y cultural y, por último, según lo manifiestan los mismos dirigentes en algunas encuestas, su pérdida de contacto y sensibilidad social, y la
carencia o débil formación humanista. BOTERO, Fernando, “Medellín: ¿un proyecto realizado o fruto del azar? Una reflexión histórica”, en Medellín, actores urbanos y proyectos de ciudad. Medellín, Seminario. Corporación Región, Universidad Nacional de Colombia, noviembre 10 y 11 de 1994, pp. 7 y 9. Sobre el “espíritu” y las instituciones cívicas de las dos principales ciudades colombianas durante la primera mitad del siglo XX, puede consultarse: NOGUERA, Carlos, ALAVAREZ, Alejandro y CASTRO, Jorge. La ciudad como espacio educativo. Bogotá y Medellín en la primera mitad del siglo XX. Santafé de Bogotá, Sociedad Colombiana de Pedagogía, Arango Editores, 2000. 9 URIBE DE HINCAPIE, María Teresa, “Medellín: diagnóstico y situación actual”, en Medellín en paz. Plan estratégico de seguridad para Medellín y su Área Metropolitana. Medellín para todos. Medellín, Alcaldía de Medellín, 1994, p. 17. 10 RUIZ GÓMEZ, Darío, Op. Cit., p. 84. 11 MONTOYA GÓMEZ, Jairo. “Marcajes, palimpsestos y estética urbana”, en: Revista de Extensión Cultural . Nº 43. Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, diciembre de 2000, p. 22. 12 ELÍAS, Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México, Fondo de Cultura Económica, 1997. 13 VARELA, Julia. “Categorías espacio–temporales y socialización escolar: del individualismo al narcisismo”, en: LARROSA, Jorge (ed.). Escuela, poder y subjetivación. Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1995, p. 163. 14 MELO, Jorge Orlando. “Ciudad, educación e historia”, en: Cuatro Escuelas Sociales. Familia, Escuela, Ciudad, Medios de Comunicación. EDUCAME/Corporación Región, Medellín, junio de 1997, p. 8. 15 Ibid, p. 9. 16 ROMERO, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín. Universidad de Antioquia, 1999, p. xxvi. 17 JELIN, Elizabeth. “Ciudades, cultura y globalización”, en: UNESCO. Informe mundial sobre la cultura. Cultura, creatividad ymercados. Madrid, Ediciones UNESCO/CINDOC, Acento Editora, 1999, p. 105. 18 Estos procesos se hacen más evidentes para los jóvenes urbanos, quienes son portadores de memorias y formas de vida signadas por la cultura campesina, católica y tradicional de sus padres y abuelos, quienes migraron a la ciudad huyendo de la violencia de nada idílicos y armónicos para los jóvenes urbanos, y por el contrario vivencias desgarradoras y traumáticas y, la configuración de identidades múltiples y complejas que se debaten entre las tradiciones locales profundamente católicas y campesinas y los consumos globales, donde el pasado es fagocitado por el futuro. Grupo de Investigación Laboratorio Internacional Universitario de Estudios Sociales. Tramas de constitución y deconstitución de sujetos en espacios sociales escolares. Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC)/Fundación Universitaria Luis Amigó, Medellín, 2001, p. 24. 19 GIROUX, Henry, Cruzando límites. Trabajadores culturales, y políticas educativas. Barcelona, Paidós, 1997. 20 DEBRAY, Régis. Transmitir. Ediciones Manantial, Argentina, 1997. 21 TRILLA, Jaume. La educación fuera de la escuela. Barcelona, Ariel, 1.993, p. 17. 22 PETRUS, Antonio. “Concepto de Educación Social”, en: PETRUS, Antonio (comp.). Pedagogía Social. Barcelona, Ariel, 1997, pp. 3–39. 23 TIZIO, Hebe. “La categoría de inadaptación social”, en: PETRUS, Antonio (comp.). Pedagogía Social. Barcelona, Ariel, 1997, pp. 92–102. 24 MONCADA C., Ramón. “La ciudad educadora. Un concepto y una propuesta con historia”, en: Ciudad Educadora. Un concepto yuna propuesta. Corporación Región, Medellín, 1997, p. 8. 25 Ibíd., p. 9. 26 Jaume Trilla Bernet se ha convertido en uno de sus más famosos exponentes. TRILLA BERNET, Jaume. “La educación y la ciudad”, en: Ciudad Educadora. Un concepto y una propuesta. Corporación Región, Medellín, 1997, pp. 28-45. 27 DELORS, J., et. al.(1996) La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI. Compendio. Francia: UNESCO. 28 MONCADA, Ramón. Op. Cit., pp. 10–11.
29 TRILLA BERNET, Jaume. “La educación y la ciudad”, en: Ciudad Educadora. Un concepto y una propuesta. Corporación Región, Medellín, 1997, pp. 28-45, texto que corresponde al capítulo primero del libro: Otras educaciones . Barcelona, Universidad.Pedagógica Nacional/Antropos, 1993. 30 Ibíd., p. 30. 31 Ibíd., p. 31. 32 Ibíd., p. 36. 33 HOYOS, Alonso, “Modernidad, posmodernidad y educación: Un debate actual”, en: Corporación Región, Penca de Sábila y Colegio Colombo Francés (editores). Tiempos y espacios. Maestros gestores de nuevos caminos. Medellín, 1996, p. 14. 34 GENNARI, Mario. Semántica de la ciudad y educación. Pedagogía de la ciudad. Traducción de Antonio Martínez Riu. Barcelona, Herder, 1998, p. 9. 35 Ibíd., p. 14. 36 Ibíd., p. 20. 37 Véase la obra citada de Elías. 38 Ibíd., p. 34. 39 Ibíd., p. 35. 40 Ibíd., p. 61. 41 Ibíd., p. 61. 42 Ibíd., p. 59. 43 Ibíd., p. 59. 44 DELGADO RUIS, Manuel. Ciudad líquida, ciudad interrumpida. Medellín, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas Universidad Nacional de Colombia/Editoria Universidad de Antioquia, 2000. mediados del siglo XX, o en busca de nuevas y mejores condiciones de vida. Este fenómeno supone procesos de subjetivación Tomado de: Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653)
Lección 5
La Ciudad en el Aula: Algunas Propuestas TeóricoDidácticas para su Enseñanza (Carmen Aranguren)
Introducción La complejidad del objeto de conocimiento Ciudad en la educación, hace posible desarrollar un cruce de saberes interdisciplinares que apunten al desarrollo de procesos superiores de pensamiento, a la formación de una conciencia y a la cualificación de posturas críticas ante la realidad.
Conocer la Ciudad Es aproximar saberes afines y divergentes como espacio para pensar o adscribir un proyecto de vida social. Es descubrir el tiempo que ordena los procesos cotidianos y los acontecimientos extraordinarios. Es transitar realidades diáfanas y dramáticas, con- jugadas en un modo de ser ciudadano y apropiarse de la memoria colectiva transmutada en cada palabra, en cada acto y en cada mirada que juzga el acontecer urbano para beneficio propio o del bien común. Enseñar la Ciudad Es investigar la historia, la cultura, la economía, las relaciones sociales, los valores que constituyen el tejido humano de la urbe, pero también apropiar- se de los mitos, las ficciones y los imaginaros que intervienen en la formación de identidades, pues la Ciudad es a la vez un lugar de ser y un lugar imaginado. Sentir la Ciudad Es enriquecer la esfera emocional a través del hurgar en el esplendor y las carencias de lo urbano. Es la búsqueda de respuestas que orienten el descubrimiento de los múltiples significados de la urbe, a fin de intervenir como ciudadano en su recuperación material, cultural, social y moral. Es vivir el placer de recrear la ciudad que queremos.
Sección 1 Algunas propuestas teórico- metodológicas para enseñar la ciudad La enseñanza de las Ciencias Sociales, y particularmente del fenómeno urbano, ha de partir de un escenario paradigmático que aborde el análisis de cuestiones fundamentales: ¿qué objeto/su- jeto enseñar?, ¿para qué enseñarlo?, ¿en qué con- texto hacerlo?, ¿a quién enseñar el saber investigado?, ¿cómo enseñarlo? En consecuencia, se hace necesario develar la constitución misma del objeto de conocimiento en un referente teórico, político, social y educativo, que demanda definir la matriz epistemológica del mismo con propósitos gnoseológicos, éticos, sociales y didácticos.
El planteamiento anterior, exige contextualizar los procesos, los hechos, las situaciones, los problemas y sus relaciones, en condiciones históricas concretas, en procesos sociales de cambio, continuidad y discontinuidad, sin perder de vista el ámbito urbano como un todo complejo donde lo político, económico, social, ético, cultural e ideológico, constituye una globalidad articulada e interdependiente. En la enseñanza-aprendizaje de la ciudad, asumimos la concepción epistemológica de sujeto en unidad de lo cognitivo-categorial, lo moral- valorativo y lo social-histórico. Desde esta postura -contraria al postulado de hombre como ser biopsicosocial, ha de cambiar la visión y propósitos de la enseñanza del objeto urbano para indagar su naturaleza y articular sus fundamentos en el principio mencionado. Entender que, dependiendo de la búsqueda y calidad del saber urbano, el estudiante entra a la vez en la esfera de la afectividad, de los intereses, de las motivaciones, de la creatividad, y por supuesto de la elaboración de conductas y actitudes ante la vida.
Sección 2 Plantear la formación de la conciencia histórica como una cuestión curricular es inapropiado, pues ella, entendida conciencia de historicidad presencia todo, trama los saberes, la memoria social, los valores, las actitudes, las emociones, procesos que dan sentido a la enseñanza–aprendizaje, posibilitando su transformación. De aquí la importancia de indagar en las orientaciones que la fundamentan, la organizan, su genealogía y el significado que le atribuimos en el desarrollo del saber urbano. Este referente, constituye soporte para enfrentar la fuerza del pensamiento empírico en la interpretación de la ciudad. El conocimiento urbano ha de construirse en contextos amplios de pensamiento que permitan al estudiante ubicar temas y problemas en la esfera de saber donde se inscriben (sistema social, orden ético-político, organización económica...). Esta concepción metodológica facilita la búsqueda de las relaciones significativas de los procesos sociales en un contexto global, y entenderlos articulados a un sistema hegemónico de poder, de concepciones y valores. Reconocer los saberes sociales en el marco de grandes y pequeños problemas que afectan la conciencia individual y colectiva de los pueblos: las diferencias en las condiciones de vida de distintos grupos sociales, la carencia de valores, la destrucción ecológica, la crisis de los estados nacionales. Esta dimensión ha de estar vinculada con grandes avances logrados por las sociedades urbanas, por
grupos e individualidades, siempre en relación con un sistema de valores que responde a condiciones históricas de la sociedad. Ratificar la presencia del patrimonio aborigen en el desarrollo del proceso urbano venezolano como referente identitario en la formación del sentido de pertenencia, en el fortalecimiento de la memoria histórica y en los modos de pensar, respecto a la cultura propia y a la de otros. Afianzar los principios de ínter e intradisciplinariedad en el desarrollo del conocimiento social con miras a la búsqueda de los fundamentos de distintas disciplinas, lo que sólo tiene sentido en la medida que sean capaces de aportar categorías de análisis adecuadas a la interpretación del objeto de estudio, tales como: complejidad, unidad y diversidad, continuidad y ruptura... Esto hace posible enriquecer la visión y las respuestas a problemas y situaciones de la cultura urbana, sin obviar, indudablemente, la singularidad de su naturaleza. Aquí, es apropiada la referencia epistemológica que permite la crítica, la reflexión y el análisis para abordar la teoría que sustenta la ínter e intradisciplinariedad, siendo válido rechazar la pretensión de definir las fronteras de la ciencia de manera absoluta. Desde el marco didáctico de esta concepción de aprendizaje-enseñanza, resulta imprescindible hallar los nodos de articulación de los saberes con base a sus fundamentos, propiedades y relaciones esencia- les, a fin de impedir establecer nexos en las formalidades o aspectos secundarios de los fenómenos de estudio. Por ejemplo, existe una distinción cualitativa en el conocimiento obtenido al estudiar los grupos sociales de la Ciudad, si en el enfoque destacamos las características, ubicación y diferencias entre los distintos componentes urbanos, que si estudiamos su constitución social, sus orígenes históricos, sus sistemas de relaciones y valores su inserción en la producción económica, su acceso a la creación cultural. Los contenidos conceptuales y metodológicos han de estar fundamentados, de manera explícita, en el referente de formación valorativa -tal como es su naturaleza-, pues toda producción de conocimiento es también existencia de valores en la materia del pensar. De esta manera, lo valorativo está comprendido en lo cognitivo, proceso mediado por la realidad histórico-social. En esta concepción, los valores se desestiman como una esfera separada de los procesos de pensamiento, como constructos aislados, y se aceptan como constitución de la propia conceptualización del saber –y, en este caso- del saber urbano.
En razón de que los Contenidos Conceptuales, Procedimentales y Actitudinales, de la programación curricular de Educación Básica, carecen de fundamentación epistemológica explicitada, se ha de plantear la búsqueda de respuestas al ¿qué son?, ¿para qué de su condición?, ¿qué sujeto subyace en sus propósitos?, ¿qué metodología didáctica se propone en la formación científica y valorativa del alumno? Asentamos como principio, considerar los Procedimientos y las Actitudes, -de naturaleza y pertenencia a esferas conceptuales y metodológicas distintas-, como vías para acceder al conocimiento reflexivo y consciente de los fenómenos de estudio. Desde esta visión, los Procedimientos y las Actitudes nos hacen volver a las finalidades de la educación en la formación del sujeto y a la atención de los conceptos, juicios, razonamientos y valores comprendidos en los Contenidos. De aquí deviene una teoría y una praxis pedagógica construida de manera científica y crítica. Estos presupuestos admiten trascender la visión parcelada, inmediatista e instrumentalista de las concepciones y metodologías de enseñanza, tan comunes en las Ciencias Sociales y en el conocimiento de los fenómenos urbanos.
Sección 3 Para el estudio de los procesos urbanos proponemos una metodología didáctica en base a Grupos de Problemas Centrales Interdisciplinares (G.P.C.I.), tomando en cuenta teorías y categorías científicas y pedagógicas que permitan analizar de manera interrelacionada, núcleos de saberes fundamentales en sentido de potenciar la formación del pensamiento creativo y la conciencia histórica-crítica del alumno. Esta visión es opuesta, por ejemplo, a la enseñanza descriptiva donde el eje de organización del saber es lo elemental y simple. Ilustramos un caso: al estudiar el problema de la ciudad, éste pudiera ser trabajado a través de procesos de comprensión de nociones primarias o conceptos centrales (estructura, condición social, organización cultural, espacio geográfico, relaciones económicas, régimen político, trabajo), en un conjunto de relaciones temporales, causales, espaciales, comparativas, de cualidades, de acciones, en la unidad de la actividad mental. En la primera etapa de escolaridad, el crecimiento cognitivo del niño se desarrolla en procesos conceptuales de carácter primario, donde la información sensorial, junto a la percepción y al desarrollo de ideas, conforman la base de un pensamiento potencialmente creativo; por lo que se ha de buscar que el aprendizaje sistematizado fortalezca simultáneamente procesos de desarrollo cognitivo y valorativo. En tal sentido, lo que el estudiante aprende hoy, ha de irse complejizando en el transcurso del tiempo de estudio, pues los conceptos no son estáticos sino que se transforman mutuamente unos en otros. En consecuencia, en
la formación del pensamiento conceptual intervienen tanto el conocimiento directo de los objetos que se han de estudiar como la elaboración que de ellos se hace cuando son conceptos abstractos. Por ejemplo: al enseñar la democracia, el proceso cognitivo-valorativo que el alumno elabora para la comprensión del objeto de estudio, se puede construir con el apoyo de descripciones explicativas y análisis del contenido esencial, así como de apreciaciones acerca de las relaciones que se descubran. Lo importante es que el alumno encuentre en los saberes, en las experiencias y vivencias de estudio, la riqueza de los rasgos, propiedades y relaciones que los constituyen, desarrollando progresivamente un sistema de conceptos y valores. Al abordar el estudio de los fenómenos urbanos, conviene adoptar la categoría proceso social, no sólo como recurso curricular, sino como unidad de análisis y finalidad de la enseñanza. Didácticamente, lo urbano en la educación, pudiera aceptarse como un escenario de saberes donde se conjugan, procesos, hechos, grupos sociales, relaciones de poder, formaciones históricas, subjetividades, representaciones, símbolos y códigos, en límites flexibles de tiempo y espacio, diferenciados en su constitución y desarrollo, tomando en cuenta la especificidad de una época y sus caracteres definitorios. Entendida de esta manera, la periodización ha de tener valor referencial en la enseñanza de la historia de procesos urbanos que permita explicar las complejidades de la realidad presente y pasada, en función de comprender el futuro a través de una postura críticareflexiva. Por otra parte, es oportuno subrayar que las periodizaciones del fenómeno urbano han de incluir una explicación de los procesos que contienen (crisis, transición, estancamiento, transformación), a través de la organización que proponen del conocimiento. Es indispensable introducir un cambio en el concepto de recurso didáctico para el aprendizaje de lo urbano en las Ciencias Sociales, otorgándole una función cognoscitiva-valorativa en la comprensión del saber que representa o indaga; de este modo, el recurso didáctico puede ser considerado una vía metodológica para acceder a procesos de pensamiento complejo. En consecuencia, por ejemplo: el libro, el periódico, el mapa, el croquis, la imagen, el plano, serían fuente de investigación y soporte del pensar históricamente la ciudad. En esta matriz teórico-epistémica que venimos exponiendo se inscriben los procesos cognitivos, valorativos, didácticos, metodológicos y disciplinares, del saber urbano en relación a la formación del alumno, a la selección de contenidos, a
la preparación del docente, a los nexos sociedad-educación, a la concientización de los sujetos participantes en el proceso de enseñanza, para la apropiación reflexiva y argumentada del conocimiento de la ciudad. Adecuar los postulados anteriores a la situación pedagógica, exige la formación de un docente nuevo, de un alumno creativo, de una ciencia en constante revisión y de una didáctica científica- crítica que apunte a la problematización del conocimiento y a la transformación del pensamiento y de la praxis individual-social. Aranguren, Carmen. La Ciudad en el Aula: Algunas Propuestas TeóricoDidácticas
para
su
Enseñanza.
Tomado
de:
http://www.saber.ula.ve/db/ssaber/Edocs/pubelectronicas/accionpedagogica/v ol12num1/articulo_10.pdf
3. Capitulo Simbologías Urbanas En este capítulo se trabajará desde una mirada simbólica algunas perspectivas de lo que se puede hacer en la ciudad, se trabajaran elementos como: la imagen, la memoria, el graffiti, los centros históricos.
Lección 1
La Ciudad como Comunicación Armando Silva Tellez Elaboración de una teoría sobre el graffiti en las ciudades contemporáneas, con especial referencia a ciudades colombianas y latinoamericanas, y la evolución de sus argumentos hasta la formulación de una tesis integral sobre la ciudad intercomunicada por territorios urbanos. Sección 1 I. DEFINICION DEL GRAFFITI Y NUESTROS ESTUDIOS PRELIMINARES Durante la década de los ochenta el graffiti se fue extendiendo con características muy precisas en distintos países del continente, generándose no sólo una frecuencia destacada, sino una estilística que nos permite hablar de un nuevo momento contemporáneo del graffiti. Entre 1978 y 1982, recogimos en distintas ciudades colombianas una muestra de gran tamaño que nos permitió observar detenidamente el comportamiento gráfico, expresivo y comunicativo del graffiti. En mi libro Una ciudad imaginada graffiti y expresión urbana (publicado por la Universidad Nacional de Colombia en 1986), propuse un sistema de valencias e imperativos que, al poner en funcionamiento de manera dialéctica e interactiva, nos daría una definición de aquel conjunto de mensajes urbanos que de manera empírica y bajo un reiterado sentido común de asociar e identificar al muro, se acostumbra a denominar graffiti. Se propuso un esquema de análisis que pudiese entrar a definir el graffiti como proceso comunicativo, de características muy específicas y que, si bien partía inicialmente de una muestra tomada en las ciudades colombianas, la extensión de su definición debería cubrir el género graffiti, en sentido universal, sin importar el lugar o ciudad de origen. Nuestro estudio y proceso lógico llegó a la siguiente conclusión: para que una inscripción urbana pueda llamarse graffiti debe estar acompañada por siete valencias que actúan a manera de correlatos: Marginalidad; anonimato; espontaneidad; escenicidad; precariedad; velocidad y fugacidad. Las tres primeras
son pre-operativas, esto es, existen previamente a la misma inscripción, por lo cual no habrá graffiti si no le antecede el conjunto de las tres condiciones. La marginalidad traduce la condición del mensaje de no caber dentro de los circuitos oficiales, por razones ideológicas o simplemente por su manifiesta privacidad. El anonimato implica una necesaria reserva en la autoría, por lo cual quien hace graffiti actúa, real y simbólicamente enmascarado. La espontaneidad alude a una circunstancia psicológica del grafitero de aprovechar el momento para la elaboración de su pinta y también al hecho mismo de su escritura que estará marcada por tal espontaneismo. El grupo de las siguientes tres responde más bien a circunstancias materiales y de realización del texto, por lo tanto las consideramos operativas; la escenicidad apunta a la puesta en escena, el lugar elegido, el diseño empleado, los materiales y colores utilizados y las formas logradas, con todas las estrategias para lograr impacto; esta valencia atiende entonces a la teatralización del mensaje dentro de la ciudad. La velocidad atiende al mínimo tiempo de elaboración material del texto, por razones de seguridad de sus enunciantes o por la presuposición de poca importancia que se le otorga a su escritura. Con precariedad queremos decir el bajo costo de los materiales empleados y todas las actividades que rodean al acto graffiti de poca inversión y máximo impacto dentro de circunstancias efímeras. La última valencia corresponde a su vez a un último grupo que consideramos posoperativo: la fugacidad actúa una vez y posteriormente a realizada la inscripción se puede considerar como la valencia que asume el control social, pues entre más prohibido sea aquello que exprese; más rápidamente tendrá que borrarse el respectivo mensaje por parte de los individuos que ejerzan tales funciones de control, bien sea la misma policía, (guardias) particulares o la misma ciudadanía que se sienta lesionada o denunciada. Así, con fugacidad entendemos la corta vida de cada graffiti, el cual puede desaparecer en segundos, o ser modificado, o recibir una inmediata y contundente respuesta contraria a su inicial enunciado. Dicho lo anterior podrá comprenderse nuestra definición: la inscripción urbana que llamamos graffiti corresponde a un mensaje o conjunto de mensajes, filtrados por la marginalidad, el anonimato y la espontaneidad y que en el expresar aquello que comunican violan una prohibición para el respectivo territorio social dentro del cual se manifiesta. (Una ciudad imaginada: Graffiti y expresión urbana; P.28 y Sts., Bogotá. U.N, 1986). De este modo el graffiti corresponde a una escritura de lo prohibido, género de escritura poseído por condiciones de perversión, que precisamente se cualifica entre más logra decir lo indecible en el lugar y ante el sector ciudadano que mantiene tal mensaje como reservado o de prohibida circulación social. De acuerdo con lo dicho sus vínculos con la denuncia política son naturales, pero tal conjunto de mensajes no se agotan en ello, pues la dimensión política ha constituido un alimento fundamental que ayuda a estructurar el graffiti contemporáneo, pero no es su único patrimonio. Puede existir graffiti sin denuncia
política, por lo menos en el sentido explícito de la palabra política, y justamente de eso hablamos en la nueva dimensión del graffiti en América Latina. No se trata de no ser político, sino de acompañar la política, no bajo el signo de la denuncia contestaria sino exaltando la creatividad, insistiendo en la forma o practicando el humor corrosivo, como en el uso de otros instrumentos en la manera de confrontarse los ciudadanos con el acontecer de su país o ciudad. Apareció necesario, entonces, agregar una serie de imperativos a nuestro sistema, que nos ayudasen a concebir las causas que engendraban cada una de las valencias. Fue así como se propuso el imperativo comunicacional que actuaba en correlación con la marginalidad; el ideológico que originaba el anonimato; la causa psicológica presente en la espontaneidad, lo anterior para cubrir las valencias que ya habíamos depuesto como pre-operativas. Al seguir con las siguientes ubicamos este funcionamiento; la valencia escenicidad es consecuencia de un imperativo estético; la precariedad lo es de razones económicas y un aspecto físico y material subyace a la valencia velocidad. El último, considerado pos-operativo, tiene en lo social mismo su imperante, por lo cual las circunstancias sociales de cada momento y en el respectivo lugar o territorio urbano, se dan las condiciones para considerar algo como socialmente prohibido o permitido. Se podrá comprender ahora que una inscripción no es graffiti per se, sino dependiendo de las circunstancias sociales e históricas dentro de las que se conciba su mensaje; de la misma manera lo que comenzó siendo graffiti puede que mañana no lo sea, o de la misma manera lo que es graffiti en una comunidad, puede que en otra, aun dentro del mismo tiempo y en la misma ciudad, no le corresponda tal cualificación. Al continuar con nuestro esquema básico de valencias pre-operativas, necesarias para hablar de enunciado-graffiti, precisamos que si se carecía de todas las consideradas como básicas (la marginalidad, el anonimato y la espontaneidad), no había comunicación graffiti. No obstante pudiese ser que faltase una de ésas y entonces se perdía su plena cualificación, para ocasionar un tipo de mensaje graffiti, pobre como tal, pero originando otro tipo de mensaje intermediario. Nacieron de tal modo la Información, el Manifiesto y el Proyecto Mural. Técnicamente lo podemos explicar de la siguiente manera: la inscripción urbana que carece de marginalidad, puede más bien ser denominada Información Mural; si falta de anonimato puede bien denominarse un Manifiesto Mural y si excluye la espontaneidad, por oposición a espontáneos, podemos denominar Proyecto mural. Lo anterior traduce que el graffiti plenamente cualificado posee todas las valencias en máxima tensión, pero el graffiti pobre puede carecer de una de ellas y se producen los otros fenómenos intermediarios aludidos. De acuerdo con lo dicho, dentro de un muro urbano puede existir información mural con o sin cualificación graffiti, como sería esta última escribir en una pared para anunciar una conferencia en un centro universitario, pero puede ocurrir que en tal conferencia se adelante un programa revolucionario que haga impermisible su sentido y orientación. De la misma manera cualquier partido político puede hacer Manifiestos sobre las paredes, pero si tal manifiesto, firmado por una
organización legal, en virtud de acontecimientos posteriores, como una nueva disposición que la declara ilegal (es el caso del grupo M-19 en Colombia durante el período de tregua y su posterior reingreso a la guerrilla), sobreviene la consecuencia de que su manifiesto reingresa a la constelación de los mensajes graffiti, lo cual, según las circunstancias, va desde pobre a plena cualificación. Esto último cuando ya cualesquiera de sus mensajes corresponden al ámbito clandestino e ilegal y por tanto excluyente de la visión y del conocimiento ciudadano. Para concluir la lista de la pobre cualificación, podemos hablar de Proyectos Murales sin cualificación, como son todas las figuraciones artísticas o bodegones que hacen sobre calles o puentes estudiantes de artes o trabajadores, por lo general con permiso de las autoridades del barrio o alcaldía; pero puede ocurrir que el proyecto mural adquiera dimensiones ilegales o que viole alguna manifiesta prohibición como por ejemplo aclamar en un dibujo alguna posición contraria al querer del gobierno, como sucedió en la Argentina de los generales, cuando aparecieron figuras callejeras burlándose de su derrota de las Malvinas, mientras antes buena parte del pueblo creyó en su posible victoria. En este caso hablamos de proyecto, pues de lo que carece tal actividad plástica es de espontaneidad, pues los habitantes tuvieron todo el tiempo para hacer y planear el dibujo promalvinas y sólo luego, las circunstancias forzaron para que el mismo dibujo reelaborado ahora, se volviese en contra de la causa inicial. Una vez especificadas las modificaciones que introdujimos para aclarar la pobre y plena cualificación del graffiti, también tuvimos que ampliar nuestra definición de muro (del latín murus), en el sentido más general de límite de una ciudad, de un lugar circunscrito por una frontera y se puede aducir entonces, "todas las superficies de los objetos de la ciudad como -lugares límites- eventuales espacios de inscripción y representación" (Graffiti: ciudad imaginada Sda. ed. 1988; P.32). Pero entonces, ubicados de frente a la semántica graffiti tenemos que admitir que los muros urbanos no son sólo ocasión del graffiti; se mueven más bien dentro de dos constelaciones simbólicas, aquella que expresa lo permitido y la otra que manifiesta o divulga lo prohibido. Sección 2 II. PUNTO DE VISTA CIUDADANO Para comenzar debo aclarar que entiendo por punto de vista una operación de mediación: aquélla sobre el cuadro graffiti y su observador real. El punto de vista, por esto, implica un ejercicio de visión, "el captar un registro visual, pero también compromete la mirada, esto es, al sujeto de emociones que se proyecta y se 'encuadra' en lo que mira" (Punto de vista ciudadano, P.67). Lo que va a interesarme como problema de la mirada sobre el graffiti, es justamente su relación con lo que muestra, lo que se representa en el escenario graffiti, "aquello inquietante y siniestro que puede asimilarse a lo obsceno y prohibido. Ver lo obsceno, aquello socialmente restringido por principio, al campo
de la visión (y del entendimiento público), ya por si mismo es chocante, pero ver lo obsceno en calidad de provocación pública, como exhibición para todos los ojos ciudadanos, complica aún más el ejercicio visual y lo hace una operación colectiva. Digamos que en el graffiti, desde el punto de vista de la observación, se trata de ver lo obsceno que está puesto para que todos lo miren" (Punto de vista ciudadano; P.68) Según lo dicho, lo obsceno vamos a entenderlo como obscenidad política y no sólo moral, como usualmente entendemos tal término. Hemos seleccionado la palabra obscenidad, luego de comprender la mecánica misma de tal tipo de textos que se definen en un obvio sentido de escandalizar con la denuncia o con la exhibición de cualquier figuración. Se puede decir que el mensaje que no pretende escandalizar la comunidad usuaria con lo que dice o expresa, no corresponde al género que porta en consecuencia un fermento de agresión a la mirada del destinatario imaginario y previsto en la enunciación textual. La operación graffiti examinada desde la mirada ciudadana, conlleva tres pasos, a saber: 1.- Objeto de exhibición. 2.- Observación por un sujeto real -o sea el ciudadano. 3.- Consecuencias sobre la mirada. En el primer punto se trata de un mensaje graffiti, con las caracterizaciones hechas en el capítulo anterior: la imagen graffiti es acompañada por su presupuesto de pervertir un orden. En tal sentido se le pueden suponer condiciones exhibicionistas, en el mismo nivel provocador que le es inherente. En el segundo punto se supone un encuadre. Si pensamos en la fotografía se nos puede facilitar tal noción, ya que un fotógrafo 'encuadra' su visor con el objeto que quiere fotografiar y cuando el cuadrito del visor coincide con el objetivo, puede decirse que está 'cuadrado' y es el momento de tomar la foto. En la lectura de un texto o en la observación de una figura se da una operación similar y el individuo trata de hacer coincidir lo que sabe con lo que ahora conoce a través del nuevo mensaje. Así, dijimos que puede haber encuadres explícitos, ya agotados por la misma focalización del enunciador, como sería el caso de textos verbales de gastada capacidad semántica, como repetir en cualquier país latinoamericano "Fuera yanquis imperialistas". Los encuadres implícitos son más complejos y exigen algún nivel interpretativo por lo que su observador está sometido a un mayor trabajo simbólico, pero de la misma manera pueden producir un efecto más profundo y de mayores consecuencias en la conducta ciudadana. De la tercera operación de mirada ciudadana, se puede desprender que el texto no se dirige a un ciudadano considerado individualmente sino a la ciudadanía, por lo menos a aquella implicada dentro de los límites del territorio aludido. Se trata tanto de un ejercicio ideológico, en cuanto a desenmascarar una conducta ante la
ciudadanía, como también de un recorrido ético-estético, como explicaremos posteriormente.
Exhibición, encuadre y mirada son las tres operaciones que construyen el punto de vista del observador. Es evidente ahora sí, que en tal triada se produce un movimiento de lo ético a lo estético y al contrario, de lo estético a lo ético. La obscenidad graffiti parte de una enunciación prohibida, por la moral y la ideología dominante y se propone, en cuanto programa comunicativo, como una ruptura estética, tanto en su estrategia de representación -sobre todo en la última producción- que en algunos casos busca confundirse con el arte como en la virtualidad de la lectura cómplice. De otra parte la mirada, en su característica de alusión imaginaria a un deseo, pone en marcha la fantasía, o sea es punto de desencadenamiento de fantasmas individuales o colectivos. La marca graffiti puede estimular el libre juego de la imaginación, en relación con opciones sociales, políticas, sexuales o de otra naturaleza. Las fantasías acuñadas por una comunidad pueden cobrar forma en la escritura o la imagen por medio de una inscripción de tal naturaleza y disfrazados en chistes o bromas, en proverbios, canciones, poemas o acusaciones o reclamos directos, emergen para su cotización colectiva en cualquier pared o muro citadino. En fin podemos concluir la parte correspondiente a la mirada ciudadana, reconociendo que aquélla se debate y se mueve al ritmo del ver ciudadano, dentro de presiones sociales concretas, pero que paradójicamente , son las mismas condiciones que han originado la representación graffiti: podría afirmarse que "Lo que muestra el graffiti es lo que a él mismo se le prohibe y ahí ya estamos en su mecánica delirante" (Punto de vista ciudadano, P.73) Nuestro estudio sobre la mirada nos condujo finalmente a concebir que aquello que cualifica el punto de vista del graffiti es su exposición pública, y por tanto no estamos ante la mirada de un espectador o de un asistente, sino ante la de un ciudadano. De lo anterior se desprenden consecuencias importantes, pues tal conjunto iconográfico no sólo cumple la función de mostrarse, sino que simultáneamente define una ciudad: se trata de una definición sociolectal en la cual la ciudad es vista por sus ciudadanos, pero también los ciudadanos son recibidos e inscritos por su misma ciudad como ejercicio de escritura y jeroglífico urbano. Cada urbe, de este modo, expresa sus temores y delirios, sus anhelos y utopías, sus vergüenzas y orgullos, y como un libro abierto de literatura, va mezclando información real con fantasía, para colocarse el mismo graffiti como otro de los grandes relatos contemporáneos, que proveniendo del fondo de sus silencios y represiones de las ciudades y sus ciudadanos, habla y se expresa sobre la misma epidermis, marcando la ciudad como un inmenso tatuaje en permanente transformación. Todos los días y cada segundo la ciudad recibe un nuevo punto de vista de cualquier ciudadano, para convertirse en el objeto mismo sobre el cual más se confabula: sobre su mismo cuerpo se diseñan e inscriben los deseos, aún los más ocultos, en una sobresaliente fusión de objeto con escritura, ya que en la pinta graffiti no nos será
posible distinguir dónde la ciudad es materia y dónde esa materia es la expresión de una voluntad de cambio, de una utopía realizable. Sección 3 III. ALGUNAS CARACTERISTICAS DEL GRAFFITI ACTUAL LATINOAMERICANO Si bien es cierto el auge del graffiti en las ciudades colombianas dentro de los últimos años, hemos podido constatar que es una situación colectiva de numerosos países de la América Latina, como es el caso especial de Sao Paulo, Buenos Aires, Asunción, Lima, Caracas, México y aún Santiago de Chile. Estas ciudades se muestran dentro de una dimensión lúdica, irónica y plástica del graffiti que va a contrastar con la mayor explicitud política del graffiti que se elabora en los distintos países de la América Central, naciones en las cuales su confrontación política conlleva al uso más de tipo ideológico que expresivo. Esto no quita que en el grupo de los primeros países se dé simultáneamente la denuncia política, como puede pensarse en las ciudades de países como Perú y Colombia, donde la presencia de una guerrilla revolucionaria conduce a buscar los escenarios callejeros como vehículos de expresión de su ideario. Dentro de las características que presenta el graffiti latinoamericano contemporáneo respecto al anterior y al de otras urbes occidentales, sobre todo el señalado en los dos movimientos antecedentes que señalé, citaría las siguientes cuatro que ya había reconocido en la segunda edición de Ciudad Imaginada (1988): 1.- Una mayor participación ciudadana y grupos sociales y culturales más heterogéneos, entre los cuales hay que mencionar grupos feministas, artísticos, sectores populares, trabajadores, estudiantes de colegio y universidades. 2.- Contenido de mensajes y elaboración de formas en condiciones sintéticas que recogen tanto una perspectiva macropolítica, como poético-afectiva. Este punto invoca la mezcla popular-universitaria, afortunada amalgama, como lo hemos demostrado en nuestra investigación, tomando lo universitario de lo popular el uso de la groserías, la obscenidad y el chiste cruel, y aquéllos acudiendo a la poesía, el manifiesto y la consigna, instrumentos tradicionales de los estudiantes universitarios . Pero también sintetismo en los mismos grafemas, en su composición material y en su síntesis ideológica. 3.- Fuerte dimensión irónica y humorística que hace del graffiti un heredero de otros modos tradicionales de expresión colectiva y espontánea, tales como el chiste, los proverbios y la inclusión de ciertas máximas y leyendas populares. El humor, el sarcasmo, la ironía, la irreverencia y la burla pesimista, son nuevas armas del graffiti, como lo son también instrumentos de las nuevas izquierdas desencantadas del discurso magistral y teórico de la gran sabiduría académica y revolucionaria. Es evidente que nuestro graffiti sigue el rico patrimonio
hispanoamericano: crueldad, machismo, viveza, erotismo, juego con la muerte y una visión un tanto cínica y apocalíptica del futuro. Nuevos instrumentos de recreación, que salen de las reuniones sociales para transcribirse en los mismos exteriores de la ciudad. 4.- De otra parte existe una gran diferencia en los aspectos formales y constructivos, pues mientras en los años anteriores se trataba de colocar consignas de denuncia usando el lenguaje verbal como exclusivo medio de conformación del mensaje, ahora la elaboración artística de figuras, la presencia de modalidades gráficas narrativas como los esquemas de los comics o historietas (lo que puede verse en las universidades de Buenos Aires y de Sao Paulo) o la figuración caricaturesca (como ocurre en Colombia y Venezuela), y en fin, el uso de la imagen, nos conduce a otra formalización del graffiti. Respecto de la imagen es importante anotar que ésta ha tenido un uso tradicional en la pinta popular, sector social que siendo la mayoría de las veces iletrado ha tenido que trabajar con dibujos imprecisos pero contundentes para producir sus mensajes callejeros. El graffiti en la América Latina de hoy participa pues de una nueva dimensión, mucho más generalizada que lo visto en décadas anteriores cuando era prácticamente propiedad de grupos políticos. Pero también digo más generalizada que la de otros países de occidente pues en aquéllos siempre se ha mantenido dentro de una órbita particular de grupos marginados social o culturaImente, mientras que lo que encontramos en estos últimos años en países de este continente es su mayor uso por parte de distintos sectores que antes se mantuvieron al margen de tal comunicación. En Colombia durante 1985 y 1987 su frecuencia aumentó a niveles incontrolables: se llegó a la situación de improvisar galerías callejeras en distintos puntos de las ciudades. En Bogotá, como buen ejemplo de lo anterior, nació la diversión de irlos leyendo en voz alta como acción conjunta y espontánea de los pasajeros de los buses o transporte público, lo cual motivaba, diariamente, carcajadas colectivas (5) dados los apuntes y bromas públicas que solían escribir los grafiteros, en este momento ya provenientes de todas las clases sociales. IV. UNA TEORIA SOBRE LA CIUDAD A PARTIR DEL GRAFFITI Una imagen posee tres correlatos, el lingüal, el paralingüal y el visual. Esto quiere decir que la reducción que hacemos de la imagen a los elementos visuales, descuida los otros correlatos que en ocasiones pueden ser prioritarios, como sería justamente el caso de la imagen graffiti, iconografía sobre la cual pasé a revisar las deducciones generales anotadas. La imagen graffiti habla mucho, podríamos decir, y en tal evento suelen primar sus correlatos lingüísticos, si bien su última evolución hace más bien valer aquellos paralingüísticos o visuales. La tradicional valoración de los correlatos verbales en los grafemas graffiti se origina en una necesidad de expresión y comunicación sintética que le es inherente a su naturaleza. Pero dentro de la ciudad encontramos, como ya lo dijimos, una gran cantidad de imágenes que no
conllevan tal cualificación y que podríamos examinar a partir de una consideración global de la imagen. De este modo iniciamos un trabajo sobre otro tipo de imagen urbana, sobre la cual pudiésemos observar su comportamiento y estructuración. Finalmente, dentro de varias opciones que se propusieron, seleccionamos la 'construcción de senderos' como un nuevo objeto de investigación, por distintas razones. Los bordes visuales de un territorio (publicado por la revista Arte, Bogotá Museo de Arte Moderno: 1987) fue como titulé el ensayo en el que coloqué especial interés en descubrir cómo los usuarios de un territorio (se trataba del campus de la ciudad universitaria en Bogotá) van construyendo, de manera colectiva y día por día, los senderos por donde se movilizan, en franca oposición con los caminos oficiales que construye la administración universitaria. De allí saqué distintas conclusiones, pero sobre todo destacaría dos aspectos: La elaboración de unos límites territoriales por parte de los integrantes de un grupo humano consciente de su porción geográfica y necesitado de elaborar dentro de ella marcas de reconocimiento frente a cualquier extranjero que pueda tomarse sospechoso (como por ejemplo la presencia de autoridades policiales dentro de la vida universitaria). De otra parte, el sentido del uso del sendero, con variaciones según circunstancias de variada índole: como acortar distancias; su uso diurno y nocturno; construcción de senderos 'sin sentido'; o elaboración de senderos según prácticas, como aquéllos que conducen únicamente hasta un árbol para allí descansar, tomándolo como espaldar; u otros que se forman mientras los estudiantes caminan preparando un examen, o aquéllos que llevan a lugares de relax y pacífica conveniencia. Incluso descubrimos caminos 'fantasmas' que no conducían a ninguna parte, pues la modificación de cualquier arquitectura del campus hizo que quedasen puertas o escaleras que ya no conducen a ningún sitio, porque sus lugares de llegada fueron taponados. La anterior investigación, que nació de la observación de una gran colección de fotografías en la que ubicamos los 'mapas' de los usuarios, vino a serme de gran utilidad para la nueva propuesta sobre territorios urbanos, en la que me hago preguntas dirigidas a asumir toda la ciudad como totalidad. La búsqueda de métodos y técnicas de estudio ha sido nuestra permanente preocupación, si aceptamos que las investigaciones sobre lo urbano se mantienen todavía dentro de unos criterios muy obvios, por lo general dominados por enfoques sociológicos o económicos, y cuando han surgido preguntas relacionadas con su imagen, se resuelven como problemas visuales, sin problematizar precisamente la noción misma de su imagen. En tal sentido podemos conocer distintos estudios adelantados por arquitectos o sociólogos, que si bien pueden ser útiles para los estudios de diseño o del espacio urbano, manifiestan la ausencia del problema comunicativo en el que tendríamos que responder a los procedimientos colectivos en la construcción de la imagen de una ciudad: tal respuesta apunta a una definición de lo urbano para que así cada ciudad pueda hablar de su 'urbanidad', más allá de su instrumentación física y estética, o quizá mejor, involucrando tales aspectos en los horizontes de su propia definición.
Para responder a los distintos interrogantes que enuncié, presenté un largo proyecto de estudio, primero en forma de ponencia (7) y luego como ensayo en el cual delineo el plan de trabajo que sigue en proceso de elaboración. La indagación sobre la ciudad como comunicación, deberá formularse de acuerdo con nuestro personal enfoque, a través de las siguientes categorías: "Las nociones de límite y borde, no sólo lingüal sino visual; la noción de mapa, croquis y su reconstrucción en los sujetos territoriales; la noción de centro y periferia, quizás también en tanto marca o desmarcación territorial, la noción de punto de vista ciudadano, como focalización narrativa donde los habitantes enuncian sus relatos que bien pueden denominarse como literatura urbana, y, en fin, la representación de la ciudad o parte de ella, donde la puesta en escena de una representación nos devuelve el foco desde dónde y cómo se mira una ciudad" (El Territorio: una noción urbana, Revista, Signo y Pensamiento, U. Javeriana, Bogotá, 1988). Dentro de este esquema adelanto ahora la investigación práctica que espero concluir en el futuro inmediato y en el cual aspiro poder formular una teoría integral sobre la ciudad como ente comunicativo. Como puede apreciarse el graffiti como tal ha quedado relegado a las bases metodológicas sobre las cuales me acerco a la ciudad. Hoy del graffiti subsiste la ciudad, pero nuestra teoría del graffiti nos exigió el rigor y la capacidad de observación sobre un microuniverso desamparado de reflexión teórica que paso a paso fue desembocando en la visión global de la ciudad. Hoy bajo la comprensión del graffiti podemos ver la ciudad, pues si el graffiti corresponde a una ideología de muro y escritura, la ciudad entera no puede escapar nunca a ser descrita por sus habitantes, y si bien es cierto que la ciudad responde a una ideología territorial y social más grande y complicada que el muro, no es menos verídico que ella está sostenida por aquéllos, ahora en su sentido físico y simbólico. La relación objeto físico y escritura, mundo y vivencia, espacio y símbolo, son los supuestos que debemos desenredar para captar los problemas inherentes a la puesta en escena y teatralización colectiva de la ciudad. Tomado de: revista académica de la federación latinoamericana de facultades de comunicación social. La Ciudad como Comunicación Armando Silva Tellez
Lección 2
IMAGEN Y MEMORIA EN LA CONSTRUCCION CULTURAL DE LA CIUDAD ALBERTO SALDARRIAGA ROA
IMAGEN, MEMORIA, CONSTRUCCIÓN La idea central que se quiere presentar es la del papel que juegan la imagen y la memoria de la ciudad en su construcción. No se trata aquí únicamente la construcción material de los espacios urbanos, sino también la construcción mental del ciudadano que reconoce su ciudad a través de imágenes y encuentra en ellas los rastros del pasado, la memoria. La construcción de la ciudad es un proceso constante y creciente. En él intervienen muchos agentes, unos más especializados que otros. La ciudad entera es una construcción cultural, en ocasiones a pesar de sus constructores. La imagen y la memoria son patrimonio de los ciudadanos. Cambiarlo o destruirlo no es un hecho puramente circunstancial, es un asunto que afecta la historia de la ciudad.
Sección 1 LA IMAGEN Una imagen cualquiera, sea plano, dibujo, pintura, fotografía, posee un valor documental propio, derivado tanto de su contenido - la imagen propiamente dichacomo de su calidad material y de su factura. El contenido, aquello que representa o retrata, es su razón de ser. Su constitución material, la fidelidad de su trazo, la calidad de sus formas, tienen que ver con ese contenido en términos de veracidad y exactitud, pero son, también, objeto de valoración independiente de ese contenido. Un dibujo o una pintura poseen aquellos valores propios de la representación artística: calidad del trazo, de la pincelada, manejo de líneas, manchas, luces y sombras. Una fotografía posee sus propios valores: encuadre, nitidez, contrastes de luz y sombra, sentido táctil de la imagen. La valoración del contenido de la imagen es a su vez relativamente independiente de su calidad material. Un dibujo o una pintura de regular factura pueden ser el único testimonio de un lugar ya desaparecido, de un hecho histórico del cual sólo queda ese registro. El valor documental de la imagen de acuerdo con su contenido es una de las razones principales para su búsqueda, su recuperación. La avidez por el conocimiento del pasado otorga valor a cualquier imagen, por residual que sea, siempre y cuando "muestre" algo. La indagación en el pasado rehúsa calificar ciertas cualidades materiales de la imagen, para valorar su contenido. Una iconografía de la ciudad es omnívora, recoge todo aquello que puede contener un signo, una traza, una idea. En ese conjunto puede haber imágenes veraces e imágenes mentirosas. ¿Cómo evaluar esa veracidad?
El valor documental de la imagen como contenido depende en gran medida de la confiabilidad de su registro. El juicio de veracidad sobre los hechos del pasado tiene siempre en cuenta el parámetro del presente. El paradigma de exactitud en la imagen está hoy dado por la fotografía, a la que se atribuye una máxima objetividad en la captación de aquello que la cámara "vé". En otras formas de registro, especialmente en las más antiguas, esa fidelidad dependía de la habilidad técnica de quien la elaboraba y de su intención de ser fiel a la realidad. Saber hasta dónde una imagen hecha en el pasado es fiel a su realidad tiene de por medio un problema de referentes. Un hecho del presente que aparece en una representación pasada puede ser asumido como la medida de veracidad. El registro de lo desaparecido que carece de referentes en el presente es confiable sólo en la medida en que su autoría, su calidad material o su factura lo permiten. En esto hay que admitir algo importante. La mirada no es la misma en cada época. Hay factores que permiten ver o ignorar, registrar con mayor o menor exactitud una imagen. Los instrumentos de registro se relacionan con la exactitud de la mirada. Hoy se tiene una visión "fotográfica" del mundo. La pauta de la percepción y del registro está mediada por la influencia de la fotografía en la mentalidad del ciudadano. Para una persona que ignore ese instrumento de registro, su mirada puede ser diferente. La imagen como documento "habla", "relata" algo acerca de la ciudad. ¿Qué dice una imagen de la ciudad? ¿Qué ven en ella el ciudadano, el estudioso, el analista? La formulación de las preguntas indica cierta relatividad en la lectura del contenido de una imagen. ¿Qué dicen, por ejemplo, las diversas imágenes de un espacio urbano? A simple vista todas dicen lo mismo; retratan aquello que existe en el lugar. El analista encuentra una cosa especial, según el tipo de preguntas que formule a la imagen. Puede preguntar acerca de cada uno de los edificios que rodean ese espacio, puede preguntar acerca de los detalles de cada uno de ellos y de sus variaciones, puede observar las gentes que aparecen en cada imagen, puede ver el fondo y la forma de la imagen, sus cualidades estéticas, su técnica. Cada pregunta recibe una respuesta, algunas pueden incluso quedar sin resolver.
LA IMAGEN COMO VERDAD HISTÓRICA La imagen del pasado posee un poder increíble de convencimiento acerca de su veracidad. El pasado, la antigüedad, parecen legitimar cualquier documento, incluida la imagen. Más aún, ciertas imágenes únicas parecen ser la única verdad existente acerca de algo o de alguien, y es casi imposible probar esa veracidad o falsedad. ¿Quién duda acerca de la veracidad del retrato del rey Enrique VIII por Hans Holbein? Esa imagen es, en muchos sentidos, la Única verdadera, la legitiman la fecha de su realización, la certeza de que el pintor"estuvo ahí" y la calidad artística de Holbein. Pero surge la duda: ¿será tan fidedigna esa imagen? ¿Habrá algún error en ella?
La fotografía, como ya se ha dicho, parece superar ese problema. Se asume que el lente de la cámara es tan objetivo como es dado esperar y aquello que registra es verdadero. las técnicas contemporáneas de la aerofotografía y de los computadores aseguran la fidelidad en la reproducción en planos de la ciudad. El problema se remite, entonces, a las imágenes hechas antes de la aparición de la técnica fotográfica; a aquellas hechas por dibujantes y pintores, por topógrafos y por delineantes que trazaron, lo más fielmente posible, aquello que su capacidad y su talento les permitía registrar, las imágenes del pasado son "verdaderas" cuando son únicas, es decir, cuando no existen otras con las cuales compararlas. Una abundante colección de imágenes permite determinar, con algún grado de precisión, cuál puede ser la más veraz. La imagen única adquiere un sentido de verdad que puede ser engañoso. Por ello, a los ojos del presente, la imagen del pasado que registra, puede ser objeto de duda. ¿Cómo probar que es cierta?
Sección 2 LA IMAGEN COMO EVOCACIÓN ¿Qué es finalmente una imagen? Una evocación de algo. Cada imagen de la ciudad evoca el lugar que registra, lo evoca para el estudioso y para el ciudadano. El mundo de las imágenes constituye una realidad en si misma que evoca otra realidad, la evocación posee un poder singular, pues trae el presente individual y colectivo aquello que está representado. La imagen de la ciudad la evoca de una manera muy particular, pues registra sus transformaciones y sus permanencias. La dinámica de una ciudad, reflejada en sus cambios de fisonomía, queda impresa en las imágenes y estas puede traer al presente del ciudadano aquello que fue y aquello que es. La posibilidad de volver a la ciudad del pasado a través de las imágenes es una de las ofertas de la memoria urbana. La mirada nostálgica a ese pasado perturba el presente, lo empobrece.
LA IMAGEN DE LA CIUDAD La imagen de la ciudad puede entenderse, en primer lugar, como la construcción mental que un ciudadano elabora con base en sus percepciones y en sus experiencias vividas. Es un "plano" de referencias en el que se localizan los lugares conocidos y los puntos focales de su cotidianidad. Es una "memoria" hecha de muchas memorias, que le permite ir y venir, buscar y encontrar, recordar e imaginar su ciudad y, por extrapolación, muchas otras ciudades. Es el campo de lo familiar, de lo reconocible, de aquello que tiene sentido. En ese plano y en esa memoria cohabitan infinidad de imágenes, unas de orden espacial, otras de orden auditivo, otras de orden visual, otras, de muchos otros órdenes. Series de
"fotografías" mentales se repasan a diario y regresan, inconscientemente, en los sueños. La imagen de la ciudad es, también, ese conjunto virtual de representaciones que registran su transcurso: el plano fundacional, los viejos grabados y pinturas, las fotografías que muestran lugares. En ese conjunto de imágenes está retratada la historia de la ciudad. Es algo semejante aun "álbum familiar" en el que aparece la ciudad en su infancia, en su adolescencia, en su madurez y en su decadencia. Al igual que el álbum familiar, la iconografía de la ciudad muestra implacablemente el paso del tiempo. Es, en cierta medida, un registro de esa dimensión inasible, imposible de evadir. La imagen de la ciudad queda registrada en medios materiales y se transforma en un "documento" de valor histórico. Ese paso de lo incidental a lo documental hace que cualquier imagen sea potencialmente significativa en el estudio de las transformaciones del espacio urbano. En esto es bueno distinguir entre imágenes deliberadamente construidas para registrar el estado de la ciudad en un momento dado, imágenes producidas con fines estéticos o artísticos e imágenes que son tomadas simplemente como registro personal o accidental de un hecho urbano. En el primer grupo se encuentra lo que puede llamarse la "imagen oficial" de la ciudad, en el segundo grupo se halla la imagen testimonial, aquella que es hecha deliberadamente con el fin de registrar, en la forma más exacta posible, un hecho urbano. En un tercer grupo ingresan las visiones de los artistas que recrean un ambiente, una textura urbana o una abstracción selectiva de sensaciones. Un cuarto y último grupo, el más amplio, reúne todo aquel registro libre y espontáneo que, a pesar de su accidentalidad, es más amplio en su cobertura, pues recoge intereses diversos de personas que miran la ciudad a su manera. El plano urbano es la imagen oficial por excelencia. En él se deben registrar, de la manera más exacta posible, la topografía, las corrientes de agua, la orientación, los espacios públicos, los predios individuales, los límites de lo construido y, en fin, todo aquello que sirve para el manejo contable del espacio urbano. El plano es un instrumento de trabajo, el conjunto de planos registra la transformación de la ciudad a través del tiempo, desde un origen, a veces desconocido, hasta un estado actual más o menos preciso. La imagen oficial también, ha quedado registrada en grabados, dibujos, pinturas y fotografías comisionadas específicamente para mostrar una visión de la ciudad. El contenido de estas imágenes es deliberadamente selectivo, muestra aquello que se quiere oficializar como representación de la ciudad. La agencia estatal que la comisiona elige el tipo de imagen que le conviene. Ejemplo de ello, es la imagen turística que selecciona apenas aquellos lugares que pueden ser objeto de promoción y consumo. La ciudad que se construye con base en las imágenes turísticas es "imaginaria", en cuanto prescinde de hechos que pueden ser molestos a la vista o al recorrido del visitante y corresponde con una visión idealizada promovida por el ente turístico. Estos tipos de imagen oficial son fenómenos recientes en la historia urbana y aún más reciente en la historia colombiana. Puede afirmarse, sin temor a equivocación, que la imagen promocional de la ciudad surgió en Colombia a la par con la fotografía y que fue oficializada luego de haber hecho carrera en las postales distribuidas por
compañías comerciales. En esto hay un cierto vínculo con la intención de la imagen artística. Ambas son selectivas en su escogencia del tema y en su elaboración. La exaltación de la imagen "bella" orienta tanto la posición oficial como la del promotor y la del artista. La imagen testimonial pretende ser objetiva en su registro para "mostrar la realidad tal y como es". La investigación urbana ha recurrido a la imagen documental como un instrumento de registro de lugares y de hechos urbanos que ingresan como parte de archivos científicos para ser clasificadas y analizadas. Son "testimonios" que quieren ser precisos en su registro. Aquí son válidas las observaciones recogidas inicialmente acerca de la posible veracidad de la imagen, a partir del reconocimiento del sesgo impuesto por el observador a su registro, y ese sesgo define, en última instancia el contenido de la imagen. La reportería gráfica es una forma particular de registrar imágenes de la ciudad. Sin ser necesariamente la intención explícita de una toma, la ciudad es el escenario donde se llevan a cabo los acontecimientos que registra el reportero. Actos políticos, sociales y culturales tales como manifestaciones, procesiones, desfiles, entierros, fiestas religiosas y celebraciones culturales de toda índole se realizan en la ciudad. Sus imágenes guardan también el escenario que las alberga. La pintura, el dibujo y el grabado cumplen desde hace siglos la tarea de dejar registradas imágenes urbanas. Existen en la historia del arte casos especiales como los de Venecia, ciudad cuya imagen ha quedado registrada en incontables obras artísticas: las pinturas de Canaletto y de Francesco Guardi, las acuarelas de john Singer Sargent, los dibujos de john Ruskin, entre otras. La fotografía ha servido para formar miles de millones de imágenes de ciudades en todo el mundo. La intención del fotógrafo, lo mismo que la del artista, es la de lograr captar una imagen especial de un lugar: su luz, sus texturas, sus contrastes, sus colores, su atmósfera. Todos ellos son valores de orden estético. Estas intenciones están presentes, también, en la imagen accidental del ciudadano, sea residente o visitante, que desea guardar en su archivo personal los recuerdos de sus recorridos y de sus viajes. La ciudad es motivo de memorias y de testimonios individuales que van a parar a los álbumes familiares ya los cajones de recuerdos. Al igual que en la imagen periodística, la ciudad es el contexto de la foto personal. Los visitantes quieren dejar un recuerdo de su paso por un lugar y "posan" ante el fotógrafo para dejar el testimonio de "haber estado ahí". Los álbumes familiares están repletos de imágenes de personas en plazas, parques, iglesias, palacios, calles, monumentos, en fin, en aquellos lugares que para la persona fueron motivo de recuerdo. Cualquier imagen registrada en un momento, en el momento siguiente ya es "pasado". Esa propiedad del tiempo de dejar atrás todo aquello que hace parte de la vida, hace que el registro "instantáneo" sea sólo eso, el de un instante en la vida de una persona, de un lugar, de una ciudad. La imagen del pasado, como ya
se insinuó, contiene ausencias que, en determinado momento fueron presencias. El poder de traer al presente esas ausencias hace parte de los poderes de la imagen y hace parte también, de los obstáculos para su interpretación y valoración. En un mundo cambiante, en una ciudad que se transforma aceleradamente, cada registro adquiere un significado especial, pues, puede llegar a ser "el último". Las personas y las cosas desaparecen, de ellas quedan a veces únicamente imágenes.
Sección 3 LA MEMORIA ¿Qué es la memoria? ¿Es una simple colección de recuerdos? ¿Es una evocación de lugares y de hechos? ¿Es una fantasía creada por la mente para defenderse del paso del tiempo? Técnicamente hablando, la memoria es la facultad de recordar. "Memoria es lo que queda después de que algo sucede y no deja completamente de suceder"2. En términos culturales es la posibilidad de dejar huellas, rastros, obras, ideas, de la presencia humana en un mundo en el que "todo lo sólido se desvanece en el aire"3 .La memoria humana es un "archivo" que guarda muchas cosas: algunas de ellas reaparecen al ser invocadas; otras permanecen ahí, esperando un llamado; otras desaparecen. La memoria cultural es un inmenso repertorio de imágenes, costumbres, valores, objetos y espacios. Al igual que la memoria individual, está construida con trazos de lo que sucedió y es susceptible de desaparecer. El efecto de su desaparición es amplio y extenso y repercute en la estructura cultural de una comunidad, en su presente y su futuro. Las ciudades y pueblos son grandes concentraciones de memoria. En su tejido y en sus edificaciones se evidencia y se oculta al mismo tiempo el pasado de la ciudadanía. La arquitectura, en tanto permanece, es memoria construida. La edificación es testimonio de sí misma: su traza original, el material de sus muros, pisos y cubiertas, su ornamentación, las formas de sus espacios y volúmenes, su lugar en el paisaje o en la ciudad. Conservar un edificio o un espacio urbano significa conservar su memoria material. Su autenticidad se establece en relación con esa memoria. Los mecanismos empleados en el registro de la memoria colectiva han sido diferentes a lo largo del tiempo: la imagen gráfica, la tradición oral, la escritura y las obras materiales son formas acumuladas a lo largo del tiempo cuyo sentido se transformó completamente al aparecer la tecnología moderna de las comunicaciones. Hoy, puede afirmarse sin reparo que son los medios de comunicación los que registran -indiscriminadamente la mayoría de las veces- los sucesos y las transformaciones de las sociedades en el mundo. Frente al poder de los medios, cada mecanismo anterior de registro se convierte en una mera fuente de datos4 Los medios archivan y manejan la gran memoria de la humanidad.
La obra construida posee una dimensión de memoria más compleja que tiene que ver con su significado. Toda obra del pasado posee una significación múltiple que incluye su origen, su presente y todo aquello que ha sucedido entre el origen y el presente. Un convento de ayer es hoy un museo pero antes fue biblioteca, cárcel, fábrica de zapatos. La casa de familia es hoy un sitio de oficinas; la estación de ferrocarril se convirtió en casa de la cultura de una población. Cada momento deja sus huellas en la edificación. El presente reúne esas memorias y las enriquece, las enuncia o las disuelve.
LA MEMORIA URBANA El pasado es un residente permanente en la ciudad. Su presencia no es siempre evidente, desaparece y reaparece cada día, unas veces como huellas y vestigios, otras como edificaciones y espacios cuya presencia material es de por sí memoria, otras como hábitos y costumbres arraigados en el inconsciente ciudadano. La ciudad, al igual que una formación geológica, se construye y reconstruye sobre las capas superpuestas de su memoria. Lo material sufre cambios en el tiempo, se destruye, se recupera, en fin, es un protagonista del tiempo pasivo y activo de la existencia de la ciudad. Lo nuevo es apenas una categoría transitoria aplicada a algo que más adelante pasará también, a ser viejo. La consagración como memoria llega unas veces, otras no. Si algo es valorado se logrará fácilmente, si es olvidado desaparece. La memoria de una ciudad no es únicamente un asunto material. Hay otros aspectos que configuran el espíritu de la ciudad, su genius loci, al cual los romanos atribuían el carácter de sus casas y ciudades. Ese espíritu formado en el tiempo se hace presente en las costumbres, aparece en los recuerdos que se transmiten de generación en generación, se oculta tras la parafernalia de la modernidad regida por las leyes de la producción y del consumo y se proyecta en aquellos eventos y lugares que son propios y únicos en cada ciudad. La memoria urbana formada con la materia de sus espacios y edificios y con el espíritu de sus costumbres y saberes es el patrimonio de una ciudad. La cotidianidad, ese presente que se construye con el fluir de acciones, eventos, trabajos y descansos, nacimientos y muertes, encuentra apoyo en la memoria acumulada en lugares, documentos y en el inconsciente colectivo. La ciudad es una construcción de la memoria, que graba mensajes y signos ordenadores de la vida: la hora de levantarse, los lugares a recorrer, los lugares de trabajo y de descanso, las horas laborales, las horas del amor. La memoria de una ciudad le permite despertar todos los días y recordar su pasado, su ayer, aquello que quedó por hacerse, aquello que ya se hizo. Si toda estructura material está sujeta al deterioro y toda estructura cultural está sujeta a desvanecerse en el vacío del olvido, ¿cuál es el soporte de los intentos por conservar una memoria urbana que tarde o temprano habrá de desaparecer? A ojos de la modernidad más radical, el pasado era una carga material y espiritual
difícil de soportar. En el mundo de la moda todo es efímero, todo se convierte en un repertorio al que se acude, de vez en cuando, para revivirlo como nostalgia, para bien del consumo perpetuo. La tensión entre la conservación y la destrucción es cada día mayor. La memoria construida debe hoy superar todos estos embates, permanece, muchas veces, a pesar de los intentos por menguarla y es tan fuerte que aún ya desaparecida reverdece y aflora cuando menos se espera. Esa es parte de la fuerza invencible de la ciudad.
HACER CIUDAD, CREAR CIUDAD La ciudad es una construcción colectiva en la cual participan muchos agentes. La ciudad no es siempre un proyecto colectivo, es más bien, una suma de proyectos individuales marcado cada uno de ellos por el peso de las intenciones de quien lo propone y realiza. Es difícil pensar en armonizar esos proyectos, especialmente en la ciudad colombiana cargada de intereses en competencia, por la apropiación del espacio urbano. La ciudad como proyecto colectivo puede entenderse como una "mentalidad" o una "cultura" compartida entre quienes ordenan el territorio, quienes construyen y quienes habitan. Es proyecto en cuanto permite prever lo que puede suceder tanto en el trazado del espacio urbano como en la construcción de las distintas edificaciones necesarias para la vida urbana. Para que exista esa unidad deben darse ciertas condiciones básicas de comunicación entre los diferentes estamentos sociales: gobernantes y gobernados, urbanistas" constructores y usuarios. La mentalidad compartida es una cultura ciudadana en tanto no sólo se aplica en los hechos físicos mismos sino, también, en los modos de vivir, o mejor de convivir, en la ciudad. Hay muchas maneras de mirar una ciudad, hay, también, muchas maneras de hacerla y rehacerla, de escribirla y reescribirla. El ciudadano, el estudioso, el político y el creador, cada uno mira la ciudad de cierto modo, cada uno de ellos la hace y rehace a su manera. El espacio de la ciudad es un texto y es también un papel- o una tela- en blanco, donde cada quien puede leer, escribir y dibujar sus relatos. El ciudadano mira la ciudad a través de su cotidianidad, formada o deformada por aquello que los medios de información le presentan como su realidad. Sus vidas son los fragmentos que hacen parte del enorme relato de la vida urbana. El estudioso observa la ciudad para proponer explicaciones, recuperar memorias, delinear situaciones y sustentar proyectos y acciones. El relato del estudioso tiene algo del diagnóstico médico que determina el estado de salud física y mental del ente urbano y tiene algo del creador que imagina estados posibles, pasados, presentes y f uturos. El político- administrador mira la ciudad con los ojos del poder y de todo aquello que puede devengar en su tránsito por un cargo público: el negocio personal o familiar, el ascenso a otra posición más destacada, el pago de compromisos con amistades, el manejo de su imagen, que
usualmente no corresponde con su venalidad o su astucia. El creador ve la ciudad como origen y destino de su acción, encuentra en ella todos los temas posibles, los absorbe y reelabora en múltiples formas, una de ellas conocidas, otras inéditas. La ciudad permite ser mirada, observada y vista de todas esas maneras. En su abigarrada concentración de seres, objetos, espacios, acontecimientos y memorias, cada quien contribuye con algo, desde la simple acción de recorrerla hasta la abstracción de sus sonidos, de sus imágenes, de sus lugares y de sus gentes. El que busca en la ciudad encuentra siempre algo, desde una inspiración hasta la muerte, desde el negocio del político hasta el gesto creador que registra una idea en palabras, imágenes, sonidos o acciones efímeras. Es interesante hablar de la construcción de la ciudad, pero no solamente en términos físicos. Una ciudad se construye de muchas maneras; una de ellas es la construcción en el sentido literal de la palabra: construir, realizar obras. Al hablar de construcción física de una ciudad se piensa en su arquitectura y en su espacio público, en las vías y en todo aquello que configura el cuerpo de la ciudad. Sin embargo, la construcción de la ciudad no es únicamente algo físico. Una dimensión importante de la construcción de la ciudad es precisamente la construcción de significados que orientan al ciudadano, que se establecen en su mentalidad o en sus mentalidades y que le permiten descifrar, entender y apropiarse de esa masa construida que llamamos ciudad. Entonces, cuando se habla de construir culturalmente una ciudad estamos hablando no solamente de lo que puede verse como obra física, como intervención material; sino aquello que viene agregado o adherido a la construcción, que es su cúmulo de significados. Una ciudad bien construida no es sólo aquella en la que sus espacios y edificios son duraderos y bellos; es aquella, cuyos espacios y edificios tienen sentido en la vida de sus ciudadanos. NOTAS 2 Edward DE BONO, The Mechanismo of Mind. Penguin. Hammondsworth, 1977. p. 41. 3 La cita se refiere al título del libro de Marshal BERMAN Todo lo sólido se desvanece en el aire, el que a su vez se toma de una frase de Karl MARX. 4 Francoise CHOAY utiliza el término "memorias artificiales" para referirse a la escritura y la fotografía.
Lección 3
EL ORÁCULO EN LA CIUDAD: CREENCIAS PRÁCTICAS Y GEOGRAFÍAS SIMBÓLICAS Rossana Reguillo
Junto al proceso de globalización y mundialización de la cultura, emergen tribalismos de muy distinto cuño, mediante los cuales numerosos actores sociales reencuentran el sentido de la vida, activan los dispositivos de la identidad y la memoria. Al tiempo que la idea de lo nacional decrece en función del nuevo orden político y económico del libre comercio, crecen las manifestaciones violentas de racismo, se exacerba la defensa de «lo propio». Los avances tecnológicos posibilitan a sus usuarios cosas insospechadas; se doblega ante el conocimiento humano lo que se creía irreductible: el tiempo y el espacio a través de los universos virtuales. Un mundo donde la competencia secular por definir los sentidos sociales de la vida es una realidad, ve surgir por todas partes ofertas de salvación, de sanación, de felicidad. A la anunciada, y hoy en crisis, racionalidad occidental se le oponen viejas y nuevas prácticas mágico-religiosas; la creencia se erige en este fin de milenio en más que una ayuda para sobrellevar la incertidumbre. La necesaria discusión en torno a los aspectos, que más allá de lo económico, están reconfigurando aceleradamente las sociedades en un mundo globalizadofragmentado, demanda análisis que no se dejen atrapar por imágenes apocalípticas, pero que tampoco se dejan seducir por las promesas domesticadoras de un desarrollo a costa de los vínculos sociales. Este análisis exige situarse en la subjetividad de los actores sociales, en la medida en que como lo ha señalado Giddens (1995) «... al forjar sus identidades propias, y sin que importe el carácter local de sus circunstancias o específicas, los individuos intervienen en las influencias sociales, cuyas consecuencias e implicaciones son de carácter universal, y las fomentan de manera directa».
Sección 1 LA (NUEVA) GESTIÓN DE LA CREENCIA Los cambios operados en el mundo, que están reformulando la relación entre lo local y lo global, los acelerados procesos de interconexión, la velocidad y ubicuidad de la información aunados a los paradójicos (y preocupantes) resurgimientos de ciertos fundamentalismos, el incremento de la intolerancia, de la violencia ciega en las ciudades del continente, demandan entender por dónde están pasando los miedos y las esperanzas, en tanto dispositivos de control social. Vivimos en un contexto de cambios y riesgos, en un espacio de continuos flujos informativos, pero quizá la característica más definitoria de este fin de siglo sea la incertidumbre como experiencia cotidiana. Una incertidumbre que es generadora de prácticas sociales urbanas.
Algunos datos sirven, por si existieran dudas, como indicadores de que la creencia está muy lejos de poder circunscribirse a un sector de la sociedad y vincularse a priori a la falta de instrucción o de reducirse a la conducta ignorante, inocente o histérica de algunas personas. Por ejemplo, en México, existen actualmente más de 1200 denominaciones religiosas. Todos los días aparecen en los diarios anuncios que prometen mágicas soluciones a problemas muy terrenales; los adivindos, los servicios telefónicos de oráculo, las lecturas de tarot, constituyen ya una sección importante en los directorios telefónicos; aparecen constantemen- te institutos de astrología y fenómenos paranormales que no sólo ofertan servicios sino además ofrecen instrucción formal en diferentes campos del esoterismo; la expansión y diversificación de las llamadas medicinas alternativas constituye un extenso repertorio de soluciones que mezclan los saberes tradicionales con la «nueva era»: la aromaterapia, la cristaloterapia, las flores de bach y más recientemente la orinoterapia hacen palidecer a la ya muy conservadora homeopatía; la impresionante y creciente convocatoria a los centros tradicionales de peregrinación ritual ponen en entredicho la racionalidad secular. Cabe citar también la reciente Encuesta Nacional Los mexicanos de los noventa1, que recoge diferentes aspectos sobre la cultura y la política en México. Ahí se señala, por ejemplo, que un 25% de los hombres y un 28% de las mujeres están de acuerdo en que el arreglo de los problemas más difíciles depende sólo de Dios; que un 88% de los ciudadanos cuyas edades van de 18 a 35 años, sí le pedirían un favor a la Virgen de Guadalupe o a algún santo, este porcentaje aumenta a 94% en los mayores de 51 años; 54% de los ciudadanos cree en la suerte; 38% en el infierno y 26% en las limpias. Para replantear algunos falsos supuestos, los datos señalan que un 43% de los que afirman creer en la suerte cuentan con estudios universitarios completos y 30‘%, (de los que afirman creer en las limpias viven en zonas con grados de urbanización muy alta). Las apariciones y milagros divinos ya no tienen su locus exclusivo en las comunidades rurales o apartadas. A principios de junio de 1997, en la estación Hidalgo del metro de la ciudad de México «apareció» en el piso una imagen de la Virgen de Guadalupe. La figura, apenas insinuada, en menos de una semana logró convocar un desfile impresionante de fieles y creyentes que inmediatamente improvisaron un altar y en la defensa de la autenticidad de la imagen apareció un nuevo «Juan Diego»2, un joven de 20 años que fue testigo de cómo «se alzó el piso pa’riba y luego pa’bajo y ahí se fue dibujando la estampa de la virgen». Para este joven y otros muchos pasajeros del metro, súbitamente transformados en peregrinos, la imagen anuncia que «algo terrible» va a pasar en México.3 Mientras que la jerarquía eclesiástica niega la validez de la aparición e invita a los medios de comunicación a evitar la «vana credulidad» y señala que no hay
elementos teológicos que permitan afirmar la presencia divina a través de unas líneas que se han formado por una filtración de agua, el fenómeno crece. De este reciente acontecimiento, en tanto analizador cultural, interesa retomar varios aspectos. De un lado, la centralidad de los medios de comunicación, especialmente la televisión, como productores-articuladores de la creencia. La televisión actúa como caja de resonancia del milagro urbano:»Yo primero vi en la tele que aquí se apareció la Virgencita. Quise venir a verla y para mí es ella», le dice una mujer a un reportero. En la investigación en torno a la figura del chupacabras», uno de nuestros entrevistados dice enfáticamente: «yo no soy muy partidario de que exista el chupacabras, pero yo hasta que no lo vea en la tele y digan «este es», hasta entonces voy a creer». La televisión se convierte en el nuevo espacio de gestión de la creencia. La mediatización de milagro o del acontecimiento lejos de operarlo, le otorga credibilidad, mediante la «transparencia» de la imagen. A través de la lente de la cámara, el ciudadano-espectador se convierte en testigo y copartícipe del milagro, la televisión «democratiza», ya no hay un predestina do, todos son «elegidos». Desplaza el saber de los expertos valoriza la voz de los profanos5. De otro lado, el análisis de fenómenos como el descrito, en la ciudad en tanto escenario de la diversidad, no sólo resulta pertinente en relación a la reconfiguración del espacio público a través de los medios de comunicación, sino además se conecta a la dislocación de las coordenadas espaciotemporales (en tanto condiciones y posibilidades de la acción) que orientan la vida de las sociedades. Con esto se quiere apuntar la porosidad e indefinición entre la dimensión de lo público y lo privado; por ejemplo la sacralización del espacio, profano (el metro, la calle, el espacio virtual de la televisión) o la desacralización de los espacios sagrados que se opera, entre otras cosas, mediante el ojo panóptico de los medios. La oposición entre el mundo público-social y el mundo espiritual, que levantó la modernidad hoy se ve fracturada. En términos rituales, para salvar esta oposición hay que cumplir con un itinerario que requiere la presencia de un mediador que concilie este tránsito (Reguillo, 1996; 345), hoy la televisión está asumiendo este papel ritual. Ha dicho Mircea Eliade que «hoy comprendemos algo que en el siglo XIX [que levantó el edificio intelectual que cobija todavía muchas de nuestras ideas] ni siquiera podía presentirse: que símbolo, mito, imagen, pertenecen a la sustancia de la vida espiritual; que pueden camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jamás extirparse» (Eliade, 1955). Para este autor los símbolos tienen un indudable valor cognitivo. ¿De qué habla el alto rating de programas radiofónicos y televisivos que abordan temas misteriosos, qué es lo que señala la llegada a Internet de las «cadenas
mágicas», que anuncian para quienes las siguen un futuro promisorio y castigos terribles para quienes las rompan o ignoran y la existencia de numerosos «sites» dedicados al tratamiento de la magia, el esoterismo, los fenómenos inexplicables? La «atmósfera cultural» (MartínBarbero, 1996) que hoy se experimenta no está configurada por hechos aislados. Vista de conjunto esta atmósfera habla, entre otras cosas, de la pervivencia camaleónica de los mitos que a lo largo de la historia de la humanidad han servido para exorcizar el mal, para darle forma a los milagros, cuerpo a los aparecidos y un orden a cada cosa. La relación con la ciudad no está exenta de percepciones mágicas, de mitos y rituales ambivalentes que controlan y domestican, al tiempo que protegen y reencantan el mundo.
Sección 2 LOS RELATOS DE LA MEMORIA A partir de lo planteado hasta aquí interesa mostrar y discutir algunos aspectos que apuntan a los mecanismos socio- culturales que intervienen en la configuración de las percepciones y usos de la ciudad. Partiendo de las propuestas de Barthes (1981), lo que aquí se denomina percepción mágica de la ciudad ha sido trabajado en la dimensión del habla, del relato, bajo el supuesto de que en la formulación, narración y circulación de «relatos» se ponen en funcionamiento visiones y valoraciones sobre el mundo y la ciudad que se conectan a la dimensión de las identidades sociales en dos niveles: a) como identificación en la medida en que el relato tiende a fijar las creencias de un grupo, de una colectividad y b) como diferenciación, al resaltar algunos objetos, acontecimientos, relaciones que vuelven visibles los huecos y discontinuidades y contradicciones en las percepciones diferenciadas de la ciudad. El relato (mito, en este caso) actualiza las identidades culturales al ser simultáneamente producto de unas particulares y específicas maneras de ver la ciudad y productor de propuestas, de modelos, a las cuales adscribirse. El relato puede entonces ser considerado como el punto de intersección entre representación y acción. Es este último aspecto sobre el que interesa hacer énfasis, la dimensión productiva de los mitos, en su capacidad de convocar, de interpelar, de provocar la discusión, es decir en su eficacia simbólica para el posicionamiento de los actores sociales en relación a los valores sociales en la ciudad (un mito siempre trata de valores) que el relato pone en juego.
Existen miedos que han acompañado a la humanidad a través de su largo viaje por la historia, sin embargo hoy «la razón parece incapaz de redimir después de tanta promesa, el castigo se revela mayor que el pecado. La utopía de la emancipación individual, colectiva, nacional, mundial, parece que está siendo castigada por la globalización tecnocrática, instrumental, mercantil, consumista. La misma razón que realiza el desencantamiento del mundo, para así emanciparlo, enajena más menos inexorablemente a todo el mundo» (Ianni, 1996:10). De un lado el miedo y la angustia producida por la crisis social de todos los órdenes, de otro la constante amenaza de un mundo al que parecían habérsele arrebatado todos sus secretos. Se ha señalado ya, como característica societal de fin de milenio, a la incertidumbre. Entre las distintas formas de respuesta a la incertidumbre, al desencantamiento, a la angustia, al miedo, cobra fuerza la elaboración de relatos compartidos colectivamente (en función d distintas mediaciones por ejemplo el género, la clase, la edad, la religiosidad, la ideología política, etc.) que proveen explicaciones e interpretaciones del mundo. Relatos que codifican las creencias de los grupos portadores y que inciden en las formas de socialidad. Así lo que importa no es tanto el relato en sí mismo, como el contexto que hace posible su aparición y circulación, como las verdades que revela al poner en forma un(os) miedo(s) difuso(s) y señalar las áreas de vulnerabilidad y fragilidad que experimentan los actores sociales en la ciudad. Desde esta perspectiva interesa - pensar, junto con los actores sociales, la ciudad. Explorar en o un contexto de producción discursiva6 los elementos que intervienen en la percepción y uso de la ciudad. Entre los hallazgos más importantes de la investigación puede señalarse la centralidad de la memoria como una palanca detonante de procesos reflexivos en torno a la ciudad. La memoria, así entendida, no es recuerdo de un «pasado idílico o catastrófico» que se «posee» de una vez y para siempre, se trata más bien de una mediación que hace posible la crítica del orden social. De los elementos encontrados hasta el momento resalta la fuerza de la familia como el espacio primario de la socialización negociación para esta percepciónuso de la ciudad. Más allá de la relación entre familia y contexto (que debe ser tomada en serio), interesa aquí resaltar los mecanismos a través de los cuales el grupo familiar comunica a sus integrantes los valores y las normas sociales, tomando de un acervo colectivo aquellos elementos que le sirven para educar a sus miembros en el uso de la ciudad.
Las figuras temidas, las historias y relatos para marcar las diferencias entre lo bueno y lo malo, lo permisible y lo prohibido, lo sagrado y lo profano, entre otras cosas, dan forma a un cuerpo de conocimientos sociales sólo trasmisibles a través de un registro oral que alcanza su fuerza precisamente porque a desplegar su potencia explicativa en la forma de «mitos» oculta su intención prescriptiva proscriptiva y aminora las resistencias del sujeto en la medida en que en su formulación s plantea una solución a la tensión entre verdad y mentira. Como señalaba Malinowsky (1974), el mito «no es únicamente un narración que se cuenta, sino una realidad que se vive». En tal sentido, las aparentemente inofensivas historias «de abuelas» contadas en el seno de la familia y hoy retomadas con gran éxito por la industria mediática, revelan su función socializadora en tanto vehiculizadores de programas para la acción. El relato marca fronteras, tiene un papel mediador, según De Certeau (1996, 139). Al hacerse palabra dicha, el relato comunica unos significados, propone unos sentidos, atribuye unas causalidades, construye al otro igual y diferente. Por ejemplo, entre jóvenes universitarios, al hacer el relato de la ciudad en situación de interacción discursiva, ésta deja de ser lugar de habitación, con calles y plazas, con habitantes y servicios, y es antropomorfizada, se convierte en un actor capaz de «hacer cosas». La ciudad se segmenta y sus partes son semantizadas de acuerdo a la «experiencia de los sujetos. Se ha podido constatar la pobreza de la experiencia urbana de los más jóvenes, cuyo contacto y con la ciudad es más vicario que de facto. Situación que se conecta directamente con lo mencionado con respecto al grupo familiar, que es el lugar desde el cual se controla y administra el uso que se hace de la ciudad en los primeros años de vida de los sujetos. Las zonas pobres, los mercados populares o el centro histórico como lugares genéricos y algunos lugares concretos, como cines, plazas, ciertas calles, aparecen dotados de una peligrosidad a priori. Peligrosidad que viene dada por la presencia de ciertas figuras que representan «el mal», el «robachicos», la «gitana», el desconocido, el extraño8 y que actualizan las figuras que amenazan de múltiples formas la seguridad de los sujetos. Las coincidencias y las diferencias que han aparecido en los sujetos de la investigación, ponen de manifiesto una gama muy reducida de «encarnaciones del mal». Sin embargo la construcción primaria (en el grupo familiar y en las primeras experiencias con los grupos de pares) del otro como enemigo, deja la memoria de un patrón que tenderá luego a ser «llenado» con las figuras del presente o en otros términos, actualizado con «nuevos» miedos. Así el homosexual, el practicante de alguna religión ajena a la del sujeto, los jóvenes pobres de ciertas
marcas, lo que se presume es un narcotraficante, sustituyen a la construcción primaria del mal de manera generalmente aproblemática. Los sujetos que participan en el contexto de producción discursiva o grupo de discusión elaboran la crítica de su propio saber sobre la ciudad. A manera de ejemplo se señala la crítica que formulan los propios sujetos a la familia, como el lugar donde se construyen y se «procesan» las visiones de la ciudad. No se trata ya de la familia como dato empírico y específico de cada uno de los sujetos, sino de una instancia social cuyas funciones de control van apareciendo mediante el flujo discursivo. A través de la discusión colectiva, para los sujetos va quedando claro que el «relato» está ahí, puesto en escena, para que el niño o niña no abandone la casa, no hable con extraños, incremente sus precauciones ante cierto tipo de actores y evite ciertas prácticas. En el grupo de discusión opera un desplazamiento de la memoria, de los recuerdos del contenido de los relatos, de las historias específicas, hacia las situaciones en las que operan esta historias.9 De otro lado, la exploración colectiva de la precariedad de la experiencia urbana abre, por ejemplo, un interesante y rico debate en torno a la relación entre memoria y espacio. Los sujetos cuestionan el por qué son capaces de evocar «recuerdos» y asociarlos a un lugar determinado, sin haber estado nunca en esos lugares. Ello hace posible la crítica de los discursos sobre la ciudad. Esto último directamente conectado con la existencia de los otros. Cada uno de los sujetos participa en el grupo de discusión con sus «propios otros». Al compartir los temores que inspiran ciertas figuras, se va revelando el conjunto de características rasgos, marcas prácticas que «amenazan». El otro «homosexual», el otro «delincuente», el otro «pecador» adquieren visibilidad entonces no como sujetos empíricos sino como los portadores de atributos sociales de carácter racial religioso, sexual, socioeconómico, que los miembros del grupo de discusión por su propia ubicación como actores históricamente situados temen, mejor, han aprendido a temer. A partir de la exploración y análisis de los relatos que ordenan la relación con la ciudad, se dibujan unas geografías simbólicas que, ancladas en categorías espacio-temporales señalan las percepciones y significaciones diferenciadas y fragmentadas de la ciudad, así como la existencia de múltiples «tribus» urbanas que interactúan en la esfera pública a partir de sus propias significaciones, de sus temores, de sus certezas s construidas. En las calles avenidas, plazas y edificios de la ciudad, que habla de las percepciones diferenciales y la multiplicidad de referencias con las que se habita la ciudad y que en silencio organiza los diferentes recorridos, los itinerarios a través de los cuales el caminante-ciudadano singulariza la ciudad que se
convierte así en o «su» ciudad, aquella que se padece y se goza, que se teme y se domina, que fastidia y encanta. Mapas que transforman al actor a social en «autor» en la medida en que al usar la ciudad el actor inscribe la huella de su propio hacer. Cotidianamente en las decisiones para trazar desplazamientos, en los desplazamientos mismos, en los relatos que narran para otros los avatares del día, el actor-autor «escribe» su experiencia de ciudad, la comparte, la opone a la de otros, la negocia. En esta escritura de la ciudad la dimensión del otro «amenazante», «sospechoso», «peligroso», juega un papel fundamental, para delimitar fronteras, para definir lugares infranqueables. Conforme el mundo se globaliza, la ciudad se achica simbólicamente en función de la vulnerabilidad experimentada por los actores sociales. El repliegue a lo privado aparece como la vía para contrarrestar la inseguridad. A la ciudad se le confiere sentidos distintos y múltiples, armados a partir de las adscripciones identitarias de los actores y construidos mediante el ejercicio de una intersubjetividad grupal. Al usar-escribir la ciudad, el ciudadano-autor configura una geografía simbólica en la que se entrelazan un topos y una memoria. El espacio anónimo, aséptico, es transformado mediante complejas operaciones sociocognitivas en un «topos trascendental», del «lugar común» se pasa al «lugar significativo». En los lugares va quedando la memoria de los acontecimientos individuales y colectivos. Acontecimientos que otorgan a la globalizada planificación y diseño de las ciudades su carácter y dinámica local. Así la geografía simbólica hace referencia al modo específico de apropiación de la ciudad, permite trascender las visiones centradas en el imperativo territorial y otorga un lugar central a la subjetividad del actor. Como premisa de investigación hace posible, al estilo de De Certeau (1996; 109), «una aprehensión táctil y una apropiación cinética» de la realidad; en otras palabras, la geografía simbólica en tanto constructo teóricometodológico posibilita penetrar cualitativamente la experiencia de los actores en la ciudad, desde la comunicación.
Sección 3 POR UNA AGENDA COMUNICATIVA La pregunta por las creencias no es -pienso- un ejercicio lúdico o descabellado. La importancia de entender los imaginarios que alimen tan hoy las prácticas socioculturales está vinculada a lo que Lechner ha llamado «la apropiación autoritaria de los miedos» (1990; 94), para hacer referencia al potencial político de los miedos en un contexto de pérdida de seguridades, de certidumbres. En la reconfiguración acelerada de los mapas societales de fin de milenio va en juego el proyecto político que habrá de darle espesor y contenido a las relaciones, al tejido social.
Y si bien hay evidencias de una ola democratizadora que permite hacer cálculos optimistas, es indudable que existen también fuerzas que se disputan el espacio social por la definición de las categorías de inclusión exclusión. La elaboración y aprovechamiento de los viejos-nuevos temores se constituye en un tipo de «capital político» de eficacia aún insospecha- da». «El autoritarismo responde a los miedos apropiándose de ellos... cuando la sociedad interioriza este miedo reflejado que le devuelve el poder, ya no es necesario un lavado de cerebro... le basta trabajar los miedos. Esto es, demonizar los peligros percibidos de modo tal que sean inasibles» (Lechner, 1990; 95). La creencia en sus distintas formas de existencia y manifestación abre una vía de análisis que coloca al centro de la investigación la dimensión de los rituales de la comunicación, ello quiere decir, de sus procedimientos, de sus dispositivos, de sus actos, de sus espacios. La dimensión tecnológico-instrumental de la comunicación no anula la creencia, la reformula. Tampoco anula la existencia de los «lugares diseminados de la comunicación» (De Certeau, 1995), en tanto redes de producción-reproduccióncirculación y reconocimiento de sentidos y significados: la familia según aquí se ha visto- la escuela, las relaciones cotidianas en el barrio, los movimientos sociales, que en una unidad conflictiva y contradictoria comparten la tarea de (re)construir el vínculo social a través de la -irrenunciable- tarea de producir relatos articuladores capaces de dotar de sentido a la existencia cotidiana. Entender esa otra dimensión de la comunicación, como «instauradora de intimidades colectivas y creadora de espacios de intercambios» (De Certeau, 1995; 204) permite penetrar la opacidad de los procesos sociales y hacer salir de su «clandestinidad» los dispositivos a través de los cuales los actores sociales están enfrentando lo que Augé (1995; 87) llama el hundimiento de las cosmologías intermediarias y de sus mediaciones constituidas. El «oráculo» definido por el diccionario simultáneamente como «la respuesta de las pitonisas en nombre de sus ídolos y, como el lugar de estas respuestas» se constituye aquí en una metáfora que pretende nombrar los procesos múltiples que en la ciudad globalizada de fin de milenio buscan reconciliar los cambios, las conquistas tecnológicas, la explosión-implosión informativa con la pérdida de certezas, a través de esa comunicación que codifica la esperanza y el miedo. Una respuesta un lugar, una estrategia y un espacio, con su necesaria mediación. Históricamente el miedo ha sido un instrumento de control y opresión. La ciudad es hoy habitada por múltiples figura que nada significarían, si no fuera porque se alimentan de malestar, de la desgracia, del sin sentido. El desafío para la investigación en comunicación es hacer audible y volver visible ese malestar, esa desgracia, es pérdida de sentido, más allá de su dimensión espectacular.
Lección 4
Transformaciones de la imagen de una ciudad: repercusiones de la renovación urbana Ricardo Adrián Vergara Durán Resumen Las ciudades de Latinoamérica se encuentran en un proceso irreversible que abarca tanto crecimiento demográfico, crecimiento económico y crecimiento de la extensión urbana. Mientras que existen áreas de expansión en las periferias que apenas comienzan a ser incorporadas con usos urbanos, y áreas que inicialmente fueron periféricas pero que se encuentran ya completamente consolidadas y urbanizadas espacial, estructural y funcionalmente en muchas áreas centrales y especialmente en muchos centros históricos se presentan unos procesos de desarticulación, degradación y subutilización que impiden un aprovechamiento efectivo de tales áreas. La imagen de la ciudad, la imagen que la ciudad proyecta (hacia adentro) a sus propios habitantes y hacia fuera es un elemento muy importante a tener en cuenta como una de las capacidades y fortalezas que a través de la renovación de los centros históricos puede reforzarse o dado el caso cambiarse. En el artículo se presentan elementos iniciales de discusión en este aspecto que cada vez cobra más importancia en la discusión de la renovación de centros históricos en Latinoamérica. Introducción Una de los inconvenientes que presentan tanto las áreas centrales de las ciudades y en especial los centros históricos, para poder ser aprovechados en cuanto a su capacidad de absorber parte del crecimiento de la ciudad y de servir como polo de desarrollo urbano es la mala imagen que poseen, en cuanto a condiciones de calidad de vida y confort que ofrecen, en cuanto a condiciones ambientales y recreativas como también en cuanto a aspectos sociales (seguridad, infraestructura social, redes de servicios públicos deterioradas, etc.). Precisamente los programas de renovación de los centros históricos buscan entre otras cosas poder revertir dicha mala imagen, para que a partir de una reidentificación y una revaloración de los centros históricos se de una apropiación social de éstos, respondiendo a intereses diversos como la preservación del patrimonio arquitectónico, histórico, cultural, la recuperación ambiental y la búsqueda de la reactivación económica entre otros. El tema que me ocupa es entonces cómo la renovación de los centros históricos puede repercutir en la transformación de la imagen de una ciudad; cuales son las repercusiones que dicha renovación tiene o puede tener a corto, mediano y largo plazo en la imagen de una ciudad.
Precisamente en el ámbito latinoamericano, se han producido cambios importantes en el manejo, gestión y renovación de los centros históricos, con exitosos ejemplos, pero al mismo tiempo, en muchos casos, se ha ido profundizando aun más una de sus contradicciones características, es decir: la simultaneidad de un incalculable valor patrimonial, histórico y cultural con la pobreza y segregación social de muchos de sus habitantes y la degradación del entorno espacial y social. Preguntas claves. Las preguntas son entonces: ¿cómo preservar el patrimonio arquitectónico, histórico y cultural?, ¿cómo mejorar las condiciones de vida y promover empleo para la población?, ¿cómo impedir y cómo evitar la segregación y la degradación espacial y social? Las transformaciones en la imagen de la ciudad a través de la renovación de su centro histórico tienen que ver en gran parte con la eficacia y eficiencia de las medidas que se tomen en estos respectos. Sección 1 La imagen de la ciudad. Referirse a la imagen de la ciudad, no implica aquí solamente la imagen visual que acostumbramos a hacernos de una ciudad, es decir la imagen que mantenemos de ella como referencia mental (en postales, avisos publicitarios de diarios, revistas y televisión e incluso la imagen a través de la publicidad de radio) ni tampoco solamente a la imagen que ha quedado en nuestros recuerdos después de alguna visita por corta que haya sido, sino también y sobre todo a la imagen viva de la ciudad, la imagen que se crea y recrea permanentemente en la cotidianidad de la vida de sus habitantes…es decir en las muchas imágenes que existen de la ciudad. Cada uno de nosotros tiene una imagen de su ciudad y de sus ciudades; de cada ciudad que conocemos o visitamos, incluso ya de manera virtual, de cada una de ellas, nos hacemos una imagen. Y en esa imagen que se recrea hay un poco de ciudad, que quizás se pierda en los laberintos de la vida, pero que de igual manera puede aglutinarse, materializarse y volverse lo que entre otras cosas llamamos ciudad: un espacio de vida, de miles de habitantes, cada uno con sus intereses y cada uno con su imagen o sus imágenes de ciudad. Así la ciudad parece desdoblarse en muchos aspectos de acuerdo a quién la mira, cómo la mira, para qué la mira, porqué la mira o mejor decir, de acuerdo a quién la vive, cómo la vive, para qué la vive y porqué la vive. Al respecto Kevin Lynch (a quien se puede considerar el precursor moderno del tema de la imagen urbana) en su libro “La imagen de la ciudad” (1960) (1984) -
sobre el aspecto visual de las ciudades, sobre la importancia que la imagen visual tiene para intentar comprender nuestras ciudades y sobre su valor al intentar transformarlas- dice textualmente: En diferentes ocasiones y para distintas personas, las secuencias – del diseño urbano- (y se refiere aquí a la ciudad)1 se invierten, se interrumpen, son abandonadas, atravesadas. A la ciudad se le ve con diferentes luces y con todo tipo de tiempo. En cada instante hay más de lo que la vista puede ver, más de lo que el oído puede oír, un escenario o un panorama que aguarda ser explorado. Nada se experimenta en sí mismo, sino siempre en relación con sus contornos, con las secuencias de acontecimientos que llevan a ello, con el recuerdo de experiencias anteriores. 2 Centros históricos e imagen de ciudad. Vemos la ciudad en detalles y la vemos al mismo tiempo como un todo: esto es lo que desde mi punto de vista se constituye en nuestro don o facultad y nuestra condena o limitación. Así mismo, vemos y vivimos cada centro histórico en el detalle que ellos nos muestran de la ciudad a la que pertenecen y al mismo tiempo como un todo que hace parte de una ciudad. Su pasado y trascender están ahí inmersos. Lo que llamamos centros históricos son entonces el resultado de un pasado y una historia que trascendió hasta nuestros días: no importa en que estado se encuentren, están ahí como testigos incólumes del pasado y (muy importante entenderlo así También) como testigos del presente. Son una parte de la ciudad del pasado y son al mismo tiempo la ciudad del presente. Con relación a la imagen de la ciudad y de los centros históricos es importante señalar la relación que hacemos de nuestra ciudad y las ciudades que conocemos con un idioma, un acento, unos signos, símbolos, historias, mitos, leyendas, tradiciones, costumbres, funciones, fiestas y manifestaciones culturales, etc. Todos estos aspectos son los que vienen entonces a conformar la imagen de la ciudad. Nuevamente citando a Kevin Lynch y solo para corroborar la validez actual de sus aseveraciones: “las “imágenes públicas” (son) representaciones mentales comunes que hay en grandes números de habitantes de una ciudad”3. Según él: En el proceso de orientación, el vínculo estratégico es la imagen ambiental, la representación mental generalizada del mundo físico exterior que posee un individuo, las cuales son el resultado de un proceso bilateral entre el observador y su medio ambiente. El medio ambiente sugiere distinciones y relaciones, y el observador -…-escoge, organiza y dota de significado lo que ve. La imagen desarrollada de
esta forma, limita y acentúa ahora lo que se ve, en tanto que la imagen en sí misma es contrastada con la percepción filtrada mediante un proceso de interacción. De ésta forma la imagen de una realidad determinada puede variar en forma considerable entre diversos observadores.4 Pero la imagen de la ciudad no surge de la nada, no surge de la imaginación de cada uno de nosotros, sino que surge precisamente de la ciudad material que hemos ido forjando cada generación con nuestros sueños y nuestros intereses…. Es un juego de ida y vuelta. La ciudad se materializa desde los sueños y propósitos sociales y así mismo los sueños se sueñan en una ciudad que los hace posibles….o no…5 Precisamente allí en dicha posibilidad es que empieza nuestro interés científico por estudiarla…definirla, conocerla, detallarla, delimitarla, con el fin de mejorarla, de hacerla mas nuestra, de vivirla más. Cada una de nuestras profesiones incluye aspectos que están de alguna manera relacionados con el estudio de la ciudad. Su génesis, planeación, construcción, desarrollo, ordenamiento, legislación, etc. Y cada uno de nosotros desde su historia de vida individual y desde su propia profesión ha tenido una particular manera de acercarse a la ciudad y a los centros históricos. Aquí en el reconocimiento de este acercamiento es que aprendemos a valorar la multidisciplinariedad que la ciudad y los centros históricos nos obligan. Todas las acciones, obras, estrategias, planes, programas, proyectos entrecruzan nuestros intereses personales, científicos y profesionales. En cuanto a la imagen de ciudad, hay que decir que ésta no es resultado gratuito y no se hace por si sola: la imagen de la ciudad y la transformación de la imagen de la ciudad es el resultado de la gestión y planificación de la ciudad y del centro histórico, entre otras revalorando el papel del centro histórico como recurso turístico y como factor de desarrollo y reconociendo la responsabilidad compartida de los organismos públicos y privados y de la sociedad civil en general por la preservación espacial y funcional del patrimonio urbanístico, cultural y también ambiental que dichos centros históricos representan. He aquí un cambio fundamental en la concepción de los centros históricos: el centro histórico no es solo un testigo de la historia sino que representa un recurso estratégico y fundamental para proyectar un tipo de desarrollo en el que la ciudad tenga una política que propenda por mejorar la calidad de vida de sus habitantes, con políticas claras de asentamientos, usos y funciones. La participación ciudadana es aquí fundamental para generar procesos de identidad y apropiación, reafirmándose así valores locales, que son a su vez de gran importancia para la percepción y apropiación del patrimonio urbanístico, cultural y ambiental y para generar un desarrollo sostenible acorde con las características propias de cada ciudad.
Las repercusiones de la renovación del centro histórico en la transformación de la imagen de la ciudad. Para comprender mejor la importancia de las repercusiones de la renovación del centro histórico en la transformación de la imagen de la ciudad es importante enfatizar en la relación que el centro histórico tiene con cinco aspectos que por un lado engloban la dinámica de la ciudad misma y por el otro determinan la relación del propio centro histórico con la ciudad como totalidad. Estos aspectos son: 1. la Globalización (entendida en el sentido amplio del término es decir a nivel cultural, social, político y no solamente en sentido económico) 2. la Gobernabilidad, 3. la Sostenibilidad Económica 4. la Sostenibilidad Social y, por último, 5. la Gestión del centro histórico y la formación de recursos humanos. Sección 2 Centros históricos y globalización. La transformación de la imagen la ciudad y de los centros históricos en la era de la globalización, se da en gran parte gracias a una actividad impulsada enormemente por la economía y cultura globalizadas como es la actividad del turismo, la cual cobra cada vez más una importancia crucial. Por un lado el turismo puede generar procesos de reactivación del centro histórico pero al mismo tiempo incidir de manera negativa, tanto por el desalojo de la población que no puede resistir el aumento del precio del suelo representado en aumento de los impuestos y/o del arriendo, por el ingreso de nuevas actividades comerciales de servicios orientadas casi exclusivamente al turismo, como por el cambio en las intensidades de uso y las costumbres o en el peor de los casos por la desidia y abandono bajo un proceso de degradación espacial y social. Los planes y programas de renovación de centros históricos no son ni mucho menos permeables a las políticas neoliberales, las cuales inciden en el cambio de imagen de las ciudades, incorporando nuevas tecnologías y nuevos sectores económicos (informática, servicios especializados, moda, diseño). Los centros históricos se enfrentan así a la encrucijada de resolver su papel motor al servicio del turismo, de manera que al mismo tiempo el turismo promueva y active la renovación, conservación y promoción del centro histórico. La transformación de la imagen de una ciudad a través de la renovación de su centro histórico constituye entonces el gran reto de reducir las desventajas y aprovechar al máximo las oportunidades, para lograr un equilibrio básico en el papel de los centros históricos como mediador entre la tradición y la modernidad y entre lo local y lo global.
2. Centros históricos y gobernabilidad. Uno de los aspectos mas representativos relacionados con la transformación de la imagen de la ciudad, es precisamente el de la conflictividad e inseguridad que se relaciona con los centros históricos, dado la confluencia de muy diversos intereses, de las muy variadas actividades y funciones que en el se ejecutan y de los diferentes grupos sociales que en él convergen: comercio, industria menor, vivienda, actividades culturales, turismo nacional e internacional, espacio de encuentro de transeúntes y habitantes y espacio de vida para los habitantes más pobres en la escala, (los indigentes y los nuevos pobres) y que le dan al centro histórico una imagen de zona marginal y de peligrosidad. Solo con principios claros y políticas decididas orientadas al aumento de la gobernabilidad es que puede lograrse un consenso en las medidas a tomar para lograr que todos los actores se sientan comprometidos y vean los beneficios de su participación. El comercio, la industria y los residentes se favorecen si el centro es más accesible y más atrayente, la seguridad mejora, el turismo se activa o revitaliza, y hasta los indigentes y nuevos pobres pueden favorecerse de programas de atención social dirigida especialmente a ellos. Los problemas de la gobernabilidad requieren de una dinámica que agilice el proceso de renovación comprendiéndolo como una secuencia continua que supere la dispersión y desactualización de las legislaciones correspondientes, la interferencia de responsabilidades, y la discontinuidad administrativa para poder generar políticas urbanas y sociales a mediano y largo plazo. La realidad compleja de los centros históricos nos da a entender que para hacer efectiva una transformación de su imagen a través de la gobernabilidad se hace necesario crear políticas especiales para el manejo y gestión de los centros históricos, de forma que se acople el espacio político administrativo con el del centro histórico y que se estimule un desarrollo socioeconómico sostenible. 3. Centros históricos y sostenibilidad económica. Hay diferentes opciones cuando de lo que se trata es de aumentar la sostenibilidad económica tras -o con- la renovación del centro histórico: la gestión pública, la gestión privada o una combinación de las dos. No es fácil la tarea puesto que cada una de las modalidades fomentan desarrollos económicos de desigual intensidad (pequeña y mediana empresa, cooperativas, industrias nacionales o transnacionales) y además promueven la obtención de recursos financieros desde fuentes diversas (locales, provinciales, nacionales, internacionales, fondos públicos o privados). Una relación equilibrada entre el sector público y el privado y de los recursos movilizados por cada uno, incide de forma determinante en el modelo de desarrollo del centro histórico. La recuperación de los centros históricos debe ser económicamente viable y sostenible, implicando a la sociedad en un proceso integrador que se contraponga a la exclusión.
4. Centros históricos y sostenibilidad social. El proceso migratorio que se ha dado en la mayoría de los países de Latinoamérica hacía las ciudades mayores tanto a las periferias como a los centros históricos hacen que se concentre en ellos una amplia pobreza social ya que allí mientras se conservan características de centro de ciudad, como función, se va perdiendo su "prestigio" y valor simbólico, por el abandono o transformación de las estructuras físicas. La transformación de la imagen de la ciudad relativa a la renovación del centro histórico y a su capacidad de generar una sostenibilidad social se relaciona con el hecho de que el centro histórico está constituido por espacios polifuncionales que brindan diferentes opciones comerciales, habitacionales, de recreación y ocio, de trabajo para una gran cantidad de ciudadanos; si se logra con la renovación del centro histórico generar políticas y acciones que dinamicen la relación de interdependencia entre el comercio formal y el informal, que reduzcan la precariedad del hábitat del centro de la ciudad, que minimicen la marginalidad asociada a la pobreza, y reduzcan los conflictos de accesibilidad, se habrá logrado una transformación de la imagen de la ciudad atacando a una a una las externalidades negativas al desarrollo. En el aspecto social hay otro elemento relevante en la transformación de la imagen de los centros históricos y de las ciudades a saber la coexistencia del mayor número de representaciones culturales diferentes (urbana, rural, nacional, internacional) multiplicando la complejidad de la ciudad, pero al mismo tiempo dándole elementos que refuerzan su identidad. Aquí vale la pena resaltar el sentido de pertenencia que los centros históricos generan en la población y las implicaciones que esto implica en la relación del ciudadano con el barrio con el centro histórico y con la ciudad. Así como los conflictos que se presentan cuando se privatiza el espacio público, cuando el comercio informal invade las calles, cuando el (cuasi-) ciudadano tiene que luchar y esforzarse para apenas ser reconocido como ciudadano, como parte constitutiva y elemental de la ciudad. Sección 3 5. La Gestión del centro histórico y la formación de recursos humanos. La gestión de los centros históricos apoyada en los conceptos de sostenibilidad y de planeamiento estratégico es fundamental para promover una transformación deseada de la imagen de la ciudad. A través de una gestión con carácter sostenible y de un planeamiento estratégico del centro histórico es que se pueden lograr cambios importantes en el manejo y las actuaciones referidas a la renovación de los centros históricos que impliquen una transformación de la imagen de la ciudad. Un aspecto importante relacionado
precisamente con la gestión es la formación de personal calificado no solo desde el punto de vista arquitectónico sino especialmente frente a los problemas de tipo social que allí se presentan. Es necesaria la gestión de recursos financieros tanto para desarrollar obras de recuperación arquitectónica, de saneamiento etc., pero también para invertir en proyectos de sostenibilidad social y económica para la población. En este sentido es fundamental la inversión en investigación, en la que se establezcan vínculos entre los ámbitos de la academia y los ámbitos de conocimiento técnico aplicado a los centros históricos. La sistematización del conocimiento aplicado y experimental es básica para la identificación de fortalezas y debilidades y para la generación de proyectos de investigación que motiven a la población a participar. A través de la investigación urbana desde las diferentes disciplinas es que se puede conocer y profundizar en las diferentes vocaciones del centro histórico y de la ciudad misma, para lograr una planificación contextualizada con sus propias características y condiciones de manera que se refuerce el rol de la ciudad y se aproveche al máximo sus fortalezas. La transformación más importante quizás en lo que representa la imagen de la ciudad es en la gestión del espacio público que es el espacio del ciudadano. Las plazas, aceras y calles recuperadas y/o renovadas, los parques y alamedas embellecidos pueden cumplir cabalmente con su función urbana, dotando de significados nuevos a la ciudad. A manera de conclusión. El proceso de dotación (o reincorporación) de significados mencionado anteriormente está en la base del concepto social del patrimonio, especialmente en lo que tiene que ver con la apropiación y revitalización de la identidad cultural, la cual debe encontrar espacios de expresión tanto en la investigación y la academia como en las acciones concretas en las diferentes escalas: internacional, nacional y local. A nivel de la Escala Internacional las Convenciones, Cartas y Documentos Internacionales plantean principios para identificar, proteger, conservar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural. La cooperación internacional es un instrumento de intercambio valioso para promocionar una mayor valoración y conocimiento del patrimonio. El proceso de globalización económico, político, cultural, implica cada vez más la necesidad de fortalecer los procesos de apropiación e identitarios de lo patrimonial. En cuanto a la escala regional, conocer el patrimonio de una región, ayuda a comprender la importancia de enfrentar con soluciones compartidas y complementarias problemas comunes. La percepción regional potencializa la reflexión sobre la propia cultura percibiendo su carácter dinámico e integrado.
A nivel de la escala local la renovación de los centros históricos de manera integral exige la interacción de todos los diversos actores sociales, de todos los estamentos de la comunidad y de todas las disciplinas para lograr una planeación estratégica eficiente.Si además pensamos aun más en el detalle, en la escala distrital, zonal y barrial es en donde se percibe mejor la relación entre el patrimonio arquitectónico, histórico, cultural y ambiental y la cotidianidad de vida de los habitantes: esta relación es un referente único e invalorable de la identidad y apropiación que los habitantes hacen del centro histórico de una ciudad: Allí en lo cotidiano es donde debemos trabajar. Parafraseando a Armando Silva “la ciudad a partir de los imaginarios, atiende a la construcción de sus realidades sociales y sus modos de vivirlas y proponerlas. Lo imaginario antecede a su uso social; esa es su verdad: Si se quiere ser más determinante podría decirse que los imaginarios sociales son la realidad urbana construida desde los ciudadanos”. 6 1 Nota del autor. 2 Lynch, Kevin. La imagen de la ciudad. Gustavo Gili, Barcelona, 1984. pág. 9. 3 Ibid, pág. 16. 4 Ibid, pág. 15. 5 Ibid, pág. 21: Como el desarrollo de la imagen constituye un proceso bilateral entre el observador y observado es posible fortalecer la imagen mediante artificios simbólicos, mediante la reeducación de quien percibe o bien remodelando el contorno. 6 Silva, Armando. Bogotá Imaginada. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, Bogotá. 2003. pág. 24.
Tomado de: Memorias, Año 3, Nº 6. Uninorte. Barranquilla. Colombia. Noviembre, 2006. ISNN 1784-8886
Lección 5
El Centro Comercial: “Una burbuja de Cristal" Federico Medina Cano
“La ciudad es un discurso y este discurso es verdaderamente un lenguaje: la ciudad habla a sus habitantes” Roland Barthes
La ciudad no es sólo un organismo que sobre la práctica demuestra su funcionalidad, es además un texto muy complejo, una escritura colectiva en la que se puede leer la cultura de quienes la habitan, las huellas que han dejado sus moradores y los diferentes sentidos que va construyendo su dinámica social. Es un texto histórico construido por un número indefinido de sujetos que da cuenta de las interacciones y de las luchas por la construcción social del sentido. En ella son significantes tanto sus espacios, calles, edificaciones o en general los objetos que forman el paisaje urbano, como las prácticas que realizan los sujetos que la
habitan, los usos, la circulación, los itinerarios y el comportamiento de sus habitantes.
No está sólo hecha para la lectura del profesional, del antropólogo que busca interpretar los sistemas de significación que no aparecen en la superficie para comprender los objetos y los comportamientos. La ciudad es inteligible para sus habitantes, para aquellos que poseen los códigos para descifrarla. Sus habitantes tienen la competencia que les permite leer las señales que ésta contiene y descifrar el contenido del espacio urbano en la apropiación que hacen de la ciudad, y para actuar con eficacia.
Desde su historia personal, familiar y barrial, y el sitio que ocupan en la ciudad, aprenden a interpretar las señales que genera la ciudad para orientar su conducta. Cada sujeto que nace en ella, por canales muy sutiles aprende a leer los lenguajes y dialectos, los gestos y signos que construyen la identidad del habitante de la ciudad y de los miembros que habitan los diferentes nichos espaciales y culturales que forman la ciudad.
En este trabajo vamos a concentrar el interés en un fenómeno reciente, en un nuevo espacio social: el centro comercial. Este no es solamente una nueva modalidad del consumo, es además el espejo que refleja las transformaciones actuales en la disposición de la trama urbana. Con el centro comercial estamos dando el paso de la ciudad tradicional, de la ciudad centralizada a una ciudad fragmentada y dispersa, y a una nueva manera del habitante de las ciudades de relacionarse con lo público.
No es un fenómeno simple, las relaciones que se tejen al interior del centro comercial son muy complejas y densas. Los usos y apropiaciones que realizan de él los habitantes de la ciudad le confieren sentidos diferentes. El objetivo de este trabajo es reconstruir las relaciones sociales que en él se simbolizan1 y hacer evidentes algunos de los diferentes sentidos que se le asignan. El trabajo tiene varias partes. Los orígenes del centro comercial y la relación de su aparición con el proceso de desarrollo de las ciudades se exponen en la primera parte. El centro comercial es expresión de los conflictos de clase, de los procesos de exclusión urbanos y de la privatización de los espacios públicos, este es el asunto que explora la segunda. Los centros comerciales son ejemplos de la nueva monumentalidad urbana y además son signos de modernización; en la tercera parte se analizará estos factores y el sentido utópico que encierran, el ideal de sociedad que le proponen al ciudadano. El centro comercial es una de las formas del simulacro, en la cuarta parte se abordará sus códigos estéticos y las propuestas estéticas de los almacenes y vitrinas. En la última parte se desarrollará dos de los usos que este lugar permite, como espacio para intercambio, para la
convivencialidad (el consumo como una práctica de integración) y para la diferenciación social.
Sección 1 LA CONCENTRACION DEL CONSUMO “Prohibido aburrirse... un lugar perfecto para comprar y divertirse, que se vuelve toda una aventura”. Mensaje publicitario En la sociedad actual se presentan dos tendencias contradictorias en el mercado: la diseminación del consumo y la concentración.
De un lado, la fragmentación y atomización del consumo en canales cada vez más capilares que alcanzan segmentos de la población particulares y responden a las variedades de consumo más diversas. De otro, la tendencia a concentrar en lugares muy amplios diversos puntos de oferta2.
El centro comercial pertenece a la segunda modalidad, el espectro de productos y servicios que ofrece es muy amplio. En su interior se concentra gran cantidad de bienes de consumo diferentes (los renglones clásicos -productos alimenticios, prendas de vestir, artículos para el hogar- y los productos exclusivos) y los servicios más variados (en ellos hay peluquerías, cines -salas múltiples- boleras, discotecas, restaurantes, bancos, cajeros electrónicos –las veinticuatro horas-, entidades de crédito, oficinas de seguros, correos nacionales e internacionales, agencias de viajes y oficinas de información turística, lugares para conseguir una fotografía instantánea, guarderías, parques de diversiones y juegos mecánicos, salones de videojuegos, pista de hielo, viveros, relojerías, floristerías, etc.). Son lugares que el hombre urbano frecuenta para ir de compras y para satisfacer algunas de sus necesidades. Allí encuentra “lo nuevo” (“nuevas técnicas de ventas”, “un nuevo estilo”), “lo último” (las propuestas de moda), “lo moderno”, “lo práctico”, “el diseño”, “la calidad”, “la garantía de marca”.
Tradicionalmente el comercio en las ciudades estaba ligado a la plaza y la calle. La plaza era el paradigma del espacio público, era el núcleo de las actividades urbanas y configuraba la imagen del centro de la ciudad. Su marco era la sede del poder gubernamental, religioso y social; en el plano comercial agrupaba el mercado ocasional, periódico o el comercio general estable. Era un espacio más o menos cerrado y articulado con el exterior, en él el habitante de la ciudad participaba por una serie de pequeños recorridos o simplemente permaneciendo en él, estando en él (el ciudadano concurría a la plaza y permanecía en ella. La plaza era un espacio conformado alrededor de un eje imaginario vertical y central). La calle era su opuesto, era una propuesta abierta, era un espacio para recorrer,
para el desplazamiento (de una dirección a otra), para la circulación de los ciudadanos y el encuentro, para caminar sin límite de tiempo, para pasear3. Si la plaza aglutinaba el mercado semanal, las calles en la vida de la ciudad representaban el comercio jerarquizado y especializado. Su importancia dependía del centro: en ellas el comercio estaba dispuesto linealmente y perdía importancia a medida que se alejaba del centro de la ciudad.
Posteriormente a las ciudades llega otra propuesta comercial que se integra en el espacio urbano sin ningún traumatismo funcional o sin ningún cambio en el sentido del espacio público: la galería o el pasaje comercial cubierto. Estos estaban situados en el centro de la ciudad donde más se sentía la vida de la ciudad y el flujo de público era mayor (donde usualmente la gente iba a encontrarse, de compras, a caminar y a divertirse). No era la continuación de las calles lineales que se alejaban del centro de la ciudad, los pasajes comerciales crearon nuevas calles peatonales cubiertas que se integraron a la trama de las ciudades, desviaron el tránsito de peatones de las calles y en un área mínima reunían para uso del público un gran número de almacenes y de espacios para la recreación y el descanso (teatros, bares, cafés, restaurantes, hoteles, clubes, salones de exposición). Eran el sitio de la mercancía de lujo y de la moda; le permitían al público burgués admirar, comprar y utilizar los productos de una industria de lujo que estaba floreciendo4.
El centro comercial no es una continuación de las formas tradicionales del comercio, ni del pasaje comercial. No es un espacio abierto al uso, es un recinto cerrado, un territorio aislado y segregado de la estructura participativa de la ciudad; es un espacio encerrado sobre sí mismo que no corresponde a la idea de la calle urbana, ni a su fluir, ni a la concentración vital y social de la plaza por su alejamiento de la trama y del centro de la ciudad. Aunque despiertan en el visitante la nostalgia por la calle tradicional (la publicidad lo describe con alusiones metafóricas que reviven la imagen de una micro-ciudad tranquila y pacífica, armoniosa, pensada sólo para el peatón y su disfrute.
En su interior el hombre encuentra la unidad perdida entre él y la ciudad, entre la ciudad y la naturaleza, entre la ciudad y la comunidad. Lo ofrecen como un reducto imaginario donde es posible la convivencia y la vida en comunidad), sus pasajes interiores, sus corredores peatonales no se pueden pensar como una copia de las calles de la ciudad, ni sus sitios de encuentro, con sus cafés y lugares de descanso, como un remedo de la plaza.
El centro comercial no reproduce en pequeña escala los grandes esquemas participativos urbanos, ni la vida en comunidad que le da sentido a la ciudad. Los centros comerciales aparecen cuando el protagonismo económico, político y cultural del centro de la ciudad desaparece, pierde importancia el área central de
la ciudad5, el éxodo de los habitantes hacia áreas suburbanas aumenta, y el morador de las ciudades pierde el sentimiento de vida en comunidad. Aparecen con el proceso de “des-centramiento” 6 de las ciudades, cuando la ciudad vivida y gozada por los ciudadanos se estrecha y pierde sus usos, el centro de la ciudad se desvaloriza, deja de ser un referente simbólico de la ciudad para sus habitantes, y no los congrega (no existe un lugar geográfico preciso, con sus monumentos, calles, avenidas, edificios, parques, servicios y actividad, que represente la ciudad)7. De la ciudad convergente y centralizada, de disposición espacial ordenada, que desarrollaba toda su actividad en su centro, y de la ciudad funcional zonificada, que el movimiento moderno propuso (según las cuatro funciones: habitar, trabajar, circular y recrearse), se pasó a una ciudad dispersa con centros periféricos, de una gran extensión, con grandes barrios apacibles habitados por las clases adineradas, alejados de las zonas industriales contaminadas y de las avenidas ruidosas y densas, que se pierden en el paisaje rural (“Lo propio de la ciudad es su avance voraz, su no reconocer fronteras”8: a la ciudad de un desarrollo arquitectónico organizado, de disposición concéntrica, le sucede una ciudad que crece desordenadamente, se expande sin un proyecto determinado, y se “fragmenta al infinito”). Los centros comerciales aparecen en las afueras de la ciudad9, en un descampado o en los nuevos asentamientos (como un anexo a los conjuntos residenciales de las clases altas y de la clase media floreciente), al lado de las grandes vías o en las cercanías de las autopistas (son posibles porque en la ciudad crecen los medios de movilidad, porque aumenta el número de vehículos10). Al lado de su estructura emerge el “auto-parking”. “Es un edificio en un mar de carros”11.
Frente a la ciudad construida en el tiempo, el centro comercial es un territorio que se independiza de las tradiciones urbanas y de su entorno histórico. No se acomoda a la ciudad, ocurre la inversa: la ciudad se acomoda a su presencia. En los nuevos sectores urbanos la ciudad inventa un “presente ahistórico, acultural y amnésico”12.
La ciudad está formada por las huellas y señales que dejaron sus habitantes en su espacio: las casas y los edificios, las calles, las plazas, los mercados, los teatros, los monumentos, los parques que sus habitantes construyeron. La vida y la historia que se desarrolló en cada uno de estos espacios, los usos, las funciones y las significaciones que sus moradores le asignaron, conforman en la ciudad su identidad cultural. El patrimonio urbano reune tanto aquellas señales físicas como la vida y la historia que en ellas se desarrolló. El centro comercial representa las nuevas costumbres urbanas, no le rinde culto al pasado, ni a la memoria de la ciudad. No busca preservar el ambiente urbano,
ni actualizar los significados de los lugares que forman el patrimonio de la ciudad: en su interior la historia está ausente y no se vive el conflicto entre el pasado y el presente. En los centros comerciales preservacionistas que ocupan un espacio marcado por la historia (construidos en antiguas construcciones con las tendencias arquitectónicas más recientes) que reutilizan o reciclan un territorio o una edificación ya existente (un viejo mercado, una barraca portuaria, una estación ferroviaria, una bodega en la zona comercial de la ciudad, un palacio eclesiástico, una universidad tradicional, un edificio de gobierno, la casona de una hacienda en las afueras de la ciudad) la historia es utilizada como decoración y no como arquitectura. Sus creadores no buscan restaurar el ambiente urbano: sus referentes históricos son fórmulas estéticas, formas arquitectónicas aisladas que perdieron sus raíces y no evocan los usos y las significaciones que en su época le asignaron. En el centro comercial preservacionista “la historia es usada para roles serviles y se convierte en una decoración banal... la historia es tratada como souvenir y no como soporte material de una identidad y temporalidad que siempre le plantean al presente su conflicto”13. El mall no es el nuevo centro de la ciudad (a la manera de las ciudades tradicionales) sino uno de los nuevos centros de la gran ciudad. En la mayoría de las nuevas ciudades o barrios el centro comercial es el punto central del territorio, el lugar más concurrido y significativo en el plano mental que el habitante se ha hecho de la localidad donde vive. Es el mercado y el ágora de las ciudades actuales: es el espacio central de cohesión social. Son espacios significantes de la ciudad, en ellos se fusionan el mercado (es el “templo del consumo” donde se levantan los altares secularizados de la mercancía y del objeto) y las actividades de relación.
Sección 2 UN ESPACIO RESTRINGIDO “Las sociedades modernas están marcadas por grandes desigualdades en el control del espacio que disfrutan las diferentes clases” Kevin Lynch
El poder no es sólo un hecho masivo de dominación, no existe sólo en las instituciones o entidades encargadas de la administración o en los aparatos del Estado. No sólo es exclusivo de algunos actores sociales, atraviesa toda la organización social y determina las relaciones de fuerza que le son inmanentes. Es un elemento constitutivo de las interacciones, de las relaciones intersubjetivas que se dan en el espacio urbano14. En sus diferentes formas influye decididamente en la disposición y el desarrollo de la ciudad. En su interior contribuye a dibujar sus fronteras, a delimitar los territorios y los modos de
interacción. Algunos ámbitos urbanos específicos son lugares donde se escenifican los conflictos, donde se reproducen relaciones particulares de dominación15.
La idea generalizada de que la ciudad es una comunidad que comparte un territorio común es una falacia. Las nuevas ciudades se dividen y polarizan en enclaves de riqueza y “manchones urbanos” de pobreza y marginalidad; en ellas las distancias no son sólo físicas, son expresión de los conflictos sociales16. La ciudad es cada vez menos un bien común, un espacio compartido. La interacción, fundamento de la acción colectiva y política, pierde su espacio público.
En las nuevas ciudades hay una crisis de los lugares comunes17 y una resignificación de los espacios públicos. El territorio común, los espacios públicos son lugares en los que se llevan a cabo procesos de poder. En estos procesos la diferencia entre lo público y lo privado se desdibuja, el espacio público se parcela, se fragmenta y luego se privatiza. Los espacios públicos (las plazas, las calles, los barrios) se privatizan o se transforman en espacios semipúblicos de circulación restringida, en los que sólo se pueden mover algunos grupos sociales y otros están excluidos. En estos lugares la socialidad está condicionada, no todos son bienvenidos, las condiciones de ingreso y las pautas de comportamiento seleccionan al público. Son lugares para pocos, son espacios abiertamente hostiles para aquellos que no son considerados legítimos en este entorno. El centro comercial es un espacio social privatizado que en su consolidación como un nuevo territorio refleja “una crisis del espacio público donde es difícil construir sentidos”18.
Este nuevo escenario urbano nace cuando las ciudades crecen y albergan en su interior grupos cada vez más heterogéneos y se hace necesario diferenciarlos. En la nueva espacialidad urbana son espacios restringidos19, en su interior se operan procesos sutiles de segregación o de exclusión. Pero estos procesos no se originan simplemente en la capacidad adquisitiva del comprador, aunque a veces esto cuenta (no lo frecuentan las personas que no pueden comprar, por sus altos costos, los productos que allí se venden). “La ciudad emite señales, los signos -de bienvenida o de rechazo, de invitación o de exclusión influyen en los itinerarios urbanos de los distintos sectores sociales”20.
En el centro comercial se instala una nueva socializad condicionada por los mensajes que produce el lugar. Al establecer condiciones de ingreso elige su público: las pautas de comportamiento y las normas que este espacio requiere para los sujetos que lo visitan excluyen a “los otros”. Las personas que no se ajustan a los modelos y a los patrones de conducta, a la gestualidad (a la dramaturgia que este sitio requiere), que no comparten el código expresivo del espacio se ven excluidos. El shopping center 21 es un índice de la nueva
estratificación, es un territorio en el que la ciudad expresa las diferencias sociales y nuevas formas de la distinción: es un lugar cerrado organizado bajo los nuevos rituales de la moda y el consumo.
El centro comercial es un espacio confiable, sus creadores lo promocionan como un espacio privado o semipúblico que ofrece, frente a una sociedad “violenta y enferma”, al desorden exterior, seguridad, comodidad y orden: “Me dan la oportunidad de ver y hacer muchas cosas en un medio agradable y tranquilo, con mucha seguridad”22. Sus creadores conciben al usuario habitual como el ciudadano que ve en la ciudad un medio hostil e inseguro en el que abundan el desorden y la amenaza. El visitante le teme a los espacios públicos, y sólo se mueve en un sector de la misma que domina y conoce: la otra parte de la ciudad está llena de riesgos y no la frecuenta, la desconoce y la siente como ajena (es otra ciudad diferente a la que él habita).
El hombre urbano abandona la calle y los lugares tradicionales del trato mercantil y se recluye en un nuevo escenario urbano, limpio y distante que no evoca el entrecruzamiento natural de gentes, ni el escenario público que corresponde a todos23. En su interior no se vive la decadencia y el caos exterior, la inseguridad y la violencia de las grandes ciudades que trae como consecuencia la desigualdad y la heterogeneidad; en él se disuelven los conflictos sociales y se atenúan las diferencias económicas y la rudeza del sistema productivo.
En este micromundo las comunidades de consumidores de las que el individuo se siente miembro se integran y el usuario experimenta con ello la falsa vivencia de una homogeneidad. En él el sujeto vive la ilusión de la expresión de sí mismo sin la tensión que suponen la presencia, vigilancia o censura de otros colectivos ajenos. La diferencia es muy clara: en su interior encuentra la unidad y el orden, en el exterior habitan la diversidad social y el caos.
Como los lugares de trabajo y de vivienda los centros comerciales son localidades fortificadas24, son territorios protegidos del exterior en los que sus formas arquitectónicas marcan el espacio y establecen en él límites y distancias, crean controles y excluyen a algunos grupos del uso del lugar. Estos no son mecanismos evidentes o que funcionan explícitamente, los usuarios no los perciben directamente; estas formas arquitectónicas actúan de una manera indirecta e intensamente (no son sólo medios físicos, muchas de estas formas son barreras simbólicas, muros invisibles que separan los lugares de privilegio de los de uso mayoritario en la ciudad).
En los centros comerciales se encuentran dos modalidades: algunos tienen una plaza interior abierta, a la que sólo se puede acceder por puertas pequeñas
dispuestas en los lados del cuadrilátero; otros son fortalezas, ciudadelas rodeadas de murallas25. Los que pertenecen al primer tipo son espacios abiertos, pero realmente sus vías no conducen a ninguna parte y para las personas que lo visitan sólo existe una salida. Los “fortificados” están rodeados de murallas y otras barreras para impedir el acceso y el movimiento. El tamaño, la monumentalidad, la elevación y el distanciamiento son mecanismos de control, le dan cierto aire de grandeza, cierta jerarquía al lugar, incluso el nombre y la ubicación del edificio confirman su rango, el aire de esplendor y de superioridad. Las paredes exteriores no tienen vitrinas, ni ventanas (los almacenes trasladan sus vitrinas hacia el interior del centro comercial y con ellas la actividad de los compradores.
En el exterior sólo se ven las paredes lisas rodeadas de jardines y de fuentes que hacen las veces de foso como en los castillos medievales), las pocas ventanas que miran hacia el exterior están dispuestas como si fueran las almenas de una muralla (son castillos con murallas coronadas de almenas pero sin torres de flanqueo cilíndricas o poligonales, torretas, atalayas o fronteras). Poseen varias puertas generales en las cuales los vigilantes pueden tener el control de quien ingresa o quien sale al exterior (de una manera contradictoria con todo lo anterior, sus puertas no son expresión suprema de la autoridad, ni muestran de una manera arrogante los límites del territorio; no son puertas pesadas, opacas imponentes y abigarradas de cerrojos y cerraduras como las ciudadelas del medioevo europeo; son como las puertas posmodernas26 transparentes -muchas de ellas son de cristal, sin cerrojos, ni grandes mecanismos de control, que comunican un mensaje contradictorio: expresan a la vez proximidad y distancia; de un lado, una gran accesibilidad (están hechas para circular), y de otro, son una barrera no menos enérgica que la que manifiesta la primera forma de puerta).
Los parqueaderos exteriores o subterráneos actúan simbólicamente como la explanada que rodeaba los castillos: los exteriores son espacios vacíos y abiertos visualmente que sirven para aislarlo (son islas rodeadas de automóviles), los subterráneos los elevan del nivel del piso y simbólicamente dan una sensación de altura y distancia frente a lo terreno y lo mundano.
Además la administración interna también ejerce el control del tiempo y la permanencia de los clientes y regula el uso interno de los espacios: el centro comercial establece el horario y determina la hora de inicio de las labores y de cierre, vigila que se haga el uso programado por la administración y trata de evitar que los usuarios puedan hacer otro uso de ellos o le cambien su función.
Sección 3
UN MUNDO PASTEURIZADO Los centros comerciales aparecen en el mapa como los “pulmones” de la ciudad: son una maqueta climatizada de un fragmento de ciudad, con calles, plazas y zonas verdes. Son palacios modernos pletóricos de luz y atmósfera, de intimidad y naturaleza. Están formados por un conjunto de edificios, por bloques de edificaciones que se erigen orgullosamente en el paisaje y a lo lejos se ven como el espejismo de una iglesia que en lugar de campanarios y cúpulas luce sus tubos de neón (lo que expresaba la iglesia en las ciudades tradicionales lo representa el centro comercial).
En la ciudad actual los shopping center representan el nuevo ideal estético, la nueva concepción de la monumentalidad urbana. Su característica principal su grandiosidad. Están concebidos como espectáculo: desde fuera por su forma cerrada y completa (aparecen como un edificio o un bloque de edificaciones único y autosuficiente en el paisaje urbano), desde dentro, por la serie de elementos decorativos (están poblados de espejos coloreados, mármoles y pisos lustrosos, jardines colgantes, palmeras, árboles, flores y plantas por doquier, anuncios alumbrados y multicolores -de neón como en la gloriosa época de los cafés parisinos- y de fuentes luminosas), y los gadgets mecánicos y electrónicos (escaleras eléctricas, ascensores panorámicos, televisores -con cadena interna de televisión en la que se promueven las tiendas y artículos que se encuentran en él,videocámaras de seguridad, altoparlantes y centros de información) que subrayan el carácter refinado y moderno de la edificación. No tienen el estilo “industrial”, el estilo masculino, rudo, frío y duro de los edificios públicos de comienzos de siglo, dedicados al comercio y a la producción en serie; no están construidos como los aburridos monobloques de la arquitectura moderna ni son el remedo de las edificaciones abigarradas del denso centro de las populosas ciudades tradicionales.
En su interior disponen de grandes espacios y permiten una vivencia del territorio libre y no restringido. Su arquitectura es femenina: predominan sobre el gris y el blanco “clásico” de las edificaciones públicas tradicionales, los colores y los tonos pastel (el blanco-rosa, el verde-menta, el azul pálido, el lila y el salmón, por ejemplo). Es una arquitectura que anula el sentido del tiempo y de la historia: no continúa con una tradición o plantea una ruptura con el estilo de la arquitectura urbana anterior, es una arquitectura ecléctica que aglutina sin ninguna coherencia fragmentos de formas arquitectónicas arcaicas y vanguardistas, populistas y elitistas de todo país y de todo lugar, sin respetar su contexto y su sentido.
Están diseñados con pasajes al aire libre o con senderos cubiertos con tejados de vidrio o con materiales que permiten la entrada de luz solar abundante. Están provistos de luz cenital: en su interior, en sus pasajes y plazas penetra un sol censurado, indirecto, que le permite al visitante, de una manera atenuada, tener la
vivencia del paso de las horas y del ritmo del día. La naturaleza está domesticada, está reconstruida en su interior de acuerdo con las especificaciones del espacio y los principios de la más calculada disciplina ambiental. En su interior el verde urbano es pensado no sólo como un espacio higiénico, es un lugar privilegiado de socialización, es la expresión cívica de la transparencia y la disciplina. Están decorados con fuentes de agua, falsos lagos o canales, plantas tropicales, jardines colgantes, motivos ornamentales realizados con elementos vegetales, horizontes de mármol, enlosados marinos. No es sólo un signo de modernización: el shopping en las nuevas ciudades le permite a su habitante la vivencia de una utopía, es un recinto aislado donde todo funciona bien: hay aire climatizado, música funcional, seguridad y control.
“El centro comercial se cierra al exterior, es como una cápsula o container caído del cielo”27. Es un lugar aislado que le ofrece a quien lo visita un universo particular y concreto al que tiene acceso con sólo cruzar el umbral que lo separa del resto de la ciudad. Es un objeto-monumento hacia afuera y una cápsulaconfort en su interior28. Es un territorio que expresa simbólicamente la diferencia entre el exterior y el interior, entre lo real y lo ideal, lo ordinario y el sueño, lo corriente y la utopía. En el centro comercial “todo está previsto”: reduce la ciudad a un mundo privado, suspendido en el tiempo, que atrae a sus visitantes con sus promesas de bienestar. Con la fusión del confort, la belleza y la eficacia, le ofrece al habitante de la ciudad la paz y la armonía, las condiciones materiales de la felicidad que la ciudad anárquica le niega. El amparo de sus “cielos” ofrecen al consumidor un espacio protegido contra ruidos molestos, el aire contaminado de los automóviles o fábricas, la inseguridad exterior, y el mal tiempo: son una “burbuja de cristal”, un mundo artificial pasteurizado de las bacterias “del realismo ambiental”, un medio aséptico en el cual puede pasear e ir de compras. En el centro comercial los extremos de lo urbano y los referentes espaciales del centro de la ciudad se disuelven. En su interior desaparecen los ruidos desordenados y estridentes de la vida agitada de la ciudad, el claroscuro y el juego de luces y de sombras de sus calles, el contraste entre las grandes edificaciones y las pequeñas, los monumentos con su belleza y fealdad, las luces y avisos luminosos que llenan la parte alta de las fachadas de las edificaciones, las señales de tránsito, los textos escritos y las imágenes que colman las calles (afiches, vallas, pancartas). Al paisaje del centro, confuso y denso, opone un mundo embellecido por la estética del mercado. En su interior desaparece totalmente la geografía urbana, sus muros altos no permiten a sus visitantes ver el exterior, las calles, las avenidas o los barrios que lo rodean. Es un espacio donde el mundo real no entra, es un mundo puro: puro de miserias, de pobreza, del deterioro de los espacios públicos, de la violencia exterior, de la decepción y la frustración. Es un mundo regido por el orden, la organización, los buenos modales, la disciplina, la limpieza y la racionalidad. Nada de lo que hay en su interior es ruin, feo, abandonado o sufre el efecto de la polución. Es un “enclave de prosperidad”,
un universo repleto de signos que sólo trasmiten positividad, una vida sin conflictos o un mundo de sueños. En su interior no existe lugar para el poder o el culto. No es el núcleo de la actividad administrativa o religiosa: no contiene como el centro de la ciudad los edificios del gobierno, ni los lugares del culto. Tampoco es el sustituto de la plaza pública, no congrega los grupos políticos, las masas fervientes y deliberativas. En él el único credo que se practica es el del consumo. En esa “burbuja”, en este mundo amurallado no existe nada que recuerde la disciplina, el rigor de la producción, el paso del tiempo, la miseria de la vida cotidiana. Frente al mundo laboral el centro comercial es un ámbito donde se respira un aire de vacaciones. Con su hospitalidad ofrece a quien lo visita la posibilidad de vivir por unas horas en un mundo alejado de la austeridad y la parquedad que rodean la vida cotidiana y de los diálogos de la comunicación. En su interior “se han condensado todos los elementos benévolos y ociosos de la gran ciudad. Allí no hay oficinas, ni hospitales, ni escuelas ni comisarías. El mundo de la enfermedad o la represión ha sido extirpado y sólo queda el ocio ungido por la facultad de comprar”29. El centro comercial es el resultado de una arquitectura que preconiza más “el envase que el contenido”, que enfatiza el valor de la imagen, del enmascaramiento, del retocado o del maquillaje. Es un edificio donde la ecuación “forma-función-constructividad” se altera acentuando la estética, la decoración. En su interior “lo monofuncional sigue imperando pero con un decorado y un esteticismo no funcionales, con simulacros de fiestas y una simulación de lo lúdico”30. Las condiciones del clima interno son falsas: “en su interior hay una decoración de invierno, un vestuario de invierno, una fiesta cuando en el exterior nada de ello está ocurriendo. Puede ser primavera allí independientemente de la gran nevada callejera, otoño al margen de una temperatura estival a la intemperie” 31. Su esencia no es la materialidad, su condición es el simulacro, es “un mundo de apariencias”, “un universo travestido”, atravesado por la ilusión y el engaño. Es una caja de maravillas, un remedo del paraíso que vuelca su estridencia hacia el interior. Es un lugar para comprar confort o gozar de un espectáculo brillante, confeccionado con una deslumbrante escenografía fabricada con materiales reales o simulados. En sus pasillos y corredores, dedicados exclusivamente a los peatones (el ruido y el transitar de los vehículos no incomoda ni evita el pasear), abren sus puertas al público tiendas con vitrinas que exponen los objetos más exquisitos, lujosos y extravagantes, creando un mundo polícromo de artículos de consumo de primerísima categoría a disposición del que posea el dinero necesario para su adquisición. MEDINA CANO, Federico. El centro comercial: “una burbuja de cristal”. En, Diálogos de la Comunicación No. 50 http://www.felafacs.org
Unidad 2 La segunda unidad llamada REPENSANDO LA CIUDAD trabaja tres capítulos también, el primero llamado “Historias Urbanas” que trabajará desde la mirada antropológica algunas perspectivas de lo que se puede hacer en la ciudad, el segundo capítulo llamado “Miradas sobre la Ciudad” mostrará algunas perspectivas que han trabajado disciplinas como la Literatura, la Psicología y la Antropología cuando de trabajar la ciudad se trata, y el tercer capitulo llamado “Propuestas de Ciudad” mostrará las propuestas que algunas organizaciones han realizado en pro del desarrollo a todo nivel de la ciudad como espacio de vida. OBJETIVO GENERAL Reconocer algunos aportes que disciplinas de las ciencias sociales han realizado sobre la comprensión y construcción del fenómeno sociocultural llamado ciudad. OBJETIVOS ESPECIFICOS -
Reconocer aportes desde diferentes disciplinas y autores en torno al estudio de la ciudad - Identificar algunas propuestas realizadas para el mejoramiento de la ciudad a nivel mundial - Realizar ejercicios de identificación de lugares "cercanos" a través de la lectura de diversos textos.
COMPETENCIAS
- Reconoce algunos aportes construidos desde algunas ciencias sociales para el estudio de la ciudad - Realiza ejercicios de identificaci贸n de su ciudad a partir de la lectura de textos - Identifica y busca propuestas de mejoramiento para su propia ciudad
METAS - Que el estudiante identifique propuestas de construcci贸n de mejoramiento que puedan
servir
para
aplicar
dentro
de
su
propia
ciudad
- Que el estudiante reconozca aportes alrededor del tema de estudio y construcci贸n de ciudad
1. Capitulo Historías Urbanas En este capítulo se hablará de la construcción de ciudad y cultura desde la muestra de la dinámica que se establece en relación a los migrantes, a las manifestaciones culturales conocidas como “populares”.
Lección 1
DINÁMICAS URBANAS DE LA CULTURA* Jesús Martín Barbero *Conferencia presentada en el seminario "La ciudad. Cultura, espacio y modos de vida", organizado por la Asociación de Antropólogos, Universidad de Antioquia, Medellín, abril de 1991 y publicada en GACETA de Colcultura No. 12, Bogotá, 1992.
Las ciudades están vivas, cambian, evolucionan producen iniciativas nuevas y otras desaparecen y mueren. Son sistemas dinámicos en constante evolución. Para ver este cambio y evolución constante dentro de las ciudades miraremos un texto de Jesús Martín Barbero "Dinámicas Urbanas de la Cultura" Sección 1 En esta conferencia voy a trabajar la relación de la cultura urbana y la cultura popular a partir de lo que en mi esfera de trabajo converge con la reflexión de los antropólogos. Mis consideraciones acerca de los medios de comunicación enfatizan el papel que éstos desempeñan en los cambios culturales y la envergadura antropológica de los cambios producidos por la comunicación. Es decir, tal y como indica el título de mi libro, De los medios a las mediaciones, intento pensar no sólo los medios sino también los fines: cómo están cambiando los modos de constitución y reconocimiento de las identidades colectivas y la incidencia en la reconstitución de éstas tanto de los medios como de los procesos de comunicación.
Hasta hace pocos años creíamos saber muy bien de qué estábamos hablando cuando nombrábamos lo popular o cuando nombrábamos lo urbano. Lo popular era lo contrario de lo culto, de la cultura de elite o de la cultura burguesa. Lo urbano era lo contrario de lo rural. Hasta hace muy poco estas dicotomías, profundamente esquemáticas y engañosas, nos sirvieron para pensar unos procesos y unas prácticas que la experiencia social de estos últimos años han disuelto. Hoy nos encontramos en un proceso de hibridaciones, desterritorializaciones, descentramientos y reorganizaciones tal, que cualquier intento de trabajo definitorio y delimitador corre el peligro de excluir lo que quizás sea más importante y más nuevo en las experiencias sociales que estamos viviendo. Así pues, no se trata de definir , se trata más bien de comprender y asomarnos a la ambigüedad, a la opacidad, ala polisemia de esos procesos que han dejado de ser unívocos, que han perdido su vieja identidad. Para no caer en esquematismos ni maniqueísmos es importante tener como punto de partida la historia.
Sección 2 Lo urbano: entre lo popular y lo masivo Vamos a comenzar con un pequeño esbozo de ese largo proceso a través del cual dos mundos se han encontrado, se han peleado y de alguna manera hoy no sólo coexisten sino que se fecundan y se transforman. Si queremos entender ese trayecto, esa larga gestación de lo popular-urbano, habría que partir del lenguaje común y de su oposición entre pueblo y ciudad: pueblo como la elemental y lo auténtico; ciudad como lo sofisticado y lo industrial, por una parte, y por otra, lo complicado, la artificioso, lo engañoso, la falaz. De ahí partimos, no sólo del sentido común sino de una larga experiencia histórica que ha opuesto el pueblo y la ciudad como dos modos de habitar este planeta, dos modos de ver, de vivir, de sentir, de sufrir, de gozar, en el eje de lo elemental versus la complicación y el artificio, y de la auténtico versus lo mentiroso y hasta la traicionero. Como no se puede hablar de lo urbano sin nombrar procesos históricos, quiero mencionar dos experiencias ampliamente reflexionadas. La primera es la experiencia de los años veinte a los cincuenta en Argentina, más precisamente en Buenos Aires, que en estos últimos años ha sido tematizada por historiadores, sociólogos de la cultura, antropólogos y literatos. Al respecto, yo mencionaría un libro de Beatriz Sarlo, Buenos Aires, una modernidad periférica, en el cual se hace una historia del Buenos Aires de entonces a partir de las escrituras de la ciudad, desde los textos de Borges hasta los textos periodísticos. En segundo lugar voy a referirme a la experiencia brasileña en la configuración urbana de la música negra, que también se ha investigado en estos últimos años tanto por historiadores como por antropólogos y estudiosos de los procesos de comunicación.
La experiencia argentina a la que me refiero plantea la aparición de las masas en la ciudad a partir de múltiples migraciones, tanto internas, dentro del país, como exteriores, desde Europa, que transforman la ciudad radicalmente. Como han escrito varios historiadores argentinos, en esos años lo urbano significó la muerte del folclor y la aparición de lo masivo, de la cultura de masas. De ahí en adelante, cada clase tendrá su propio folclor. El folclor permanecerá sólo en el sentido que le da José Luis Romero cuando, en un texto sobre la ideología de la nacionalidad argentina, llamó a la cultura de masas el "folclor aluvial". Exceptuado tal sentido, lo que en realidad se presentó fue la muerte del folclor y la aparición de lo masivo, entendido como la visibilidad de las masas o como la invasión por parte de las masas de la ciudad. Esta aparición actuó en dos sentidos: transformando los derechos de unos pocos en derechos de todos y planteando el derecho del mundo popular a la educación, a una vivienda digna a la salud, etc. No era posible extender los "beneficios" del trabajo, de la salud, de la vivienda digna, de la educación, de la cultura, sin masificarlos. Ello significaba romper una sociedad que en esos años era profundamente estamentaria, profundamente feudal y excluyente. Lo masivo implicaba en ese momento la desestructuración de una sociedad estamentaria y excluyente, y la puesta en circulación de unos bienes básicos como derechos de la mayoría. Masa significaba entonces la visibilidad de un nuevo actor social cuya existencia exigía la destrucción de una sociedad profunda y radicalmente excluyente. Esta circulación, esta nueva figura de lo social, se va a hacer visible en la ciudad. Las masas descentran la ciudad, desestructuran la ciudad, de tal manera que el gran Buenos Aires se va a romper entre una periferia, desde la que los sectores populares comienzan la invasión de la ciudad -de sus calles, de sus autobuses, de sus escuelas-, que se hace pequeña para cuanto esas masas reclaman, y esa otra periferia en la que se refugia la burguesía para señalar su distancia de la masificación. En un segundo sentido las masas significan un nuevo modo de existencia de lo popular .Hasta entonces lo popular significaba el pueblo, es decir, "lo otro" de la cultura, "lo otro" de la industria, "lo otro" de la civilización. A partir de ese momento lo masivo como experiencia, que en Europa se inicia desde la mitad del siglo XIX, viene a significar el nuevo modo de existencia de lo popular, lo popular definido no como lo otro, sino como la cultura subalterna, la cultura dominada. A su vez una cultura desvalorizada por la cultura hegemónica y por la economía, pero que de alguna manera será revalorizada por la política. En cuanto a la experiencia en el Brasil, me refiero a la música negra, al ritmo y al erotismo que sirven a los esclavos trabajadores de las haciendas azucareras para sobrevivir física y culturalmente. Historiadores brasileños plantean esta hipótesis: los dueños de las haciendas les negaron a los negros todo menos la religión. Se dijeron: "Pobres negros, algo debe quedarles de su mundo" y les dejaron practicar sus ritos, que estaban ligados a un cuerpo y a un ritmo. Como
no los dejaban emborracharse con el licor que se embriagaban los blancos, los negros aprendieron a emborracharse con ritmo, y el ritmo del baile se convirtió para los negros en aquello por medio de lo cual podrían relajar su cuerpo, distenderse, descansar y revivir para poder seguir trabajando a la semana siguiente. Es decir, el baile, el gesto y el ritmo negro se constituyeron en aquello a través de lo cual un grupo de hombres sobrevivió como población y como cultura. Ahora bien, ese baile negro comportaba una doble obscenidad que lo hacía inaceptable e indigerible para la cultura hegemónica brasileña. La primera era una obscenidad erótica: en él la sexualidad no sólo no es enmascarada, sino que es explicitada, exhibida, y teatralizada, aunque parezca contradictorio, de una manera directa. Mientras que la danza occidental es una larga estilización encubridora de la dimensión sexual del cuerpo, la danza negra es todo lo contrario: una elaboración de lo erótico. Segunda obscenidad: la inserción de la danza en los ritmos del trabajo, el hecho de que esa danza les estaba permitiendo sobrevivir física y culturalmente. La danza aparecía ligada a esa negociación entre práctica religiosa y supervivencia cultural y, en ese sentido, la danza hablaba a la vez del sexo y del trabajo.
Tuvo que haber muchas peripecias, muchas idas y vueltas, para que esa música y ese gesto negro pudieran llegar a la ciudad y pudieran transformarla, porque alrededor había un cordón sanitario erigido tanto por los populistas como por los ilustrados, tanto por los antropólogos como por los artistas. Los antropólogos y los populistas decían que la música negra debía permanecer en el campo porque era la única manera de que conservara su autenticidad, su esencia, su verdad. Los populistas decían: "Si la música negra llega a la ciudad se va a mezclar con esas músicas extranjerizantes, corrompidas y corruptoras. La única manera de que permanezca viva es que se quede en el campo, que no se contamine, que no se junte. Además es la única que nos podrá distinguir, entonces hay que mantenerla pura". Del otro lado, por parte de los artistas y de los ilustrados, la música negra sólo podría incorporarse transformada en cultura legítima. El ejemplo de esto más conocido por todos, espléndido respecto a las contradicciones culturales del nacionalismo en América Latina, es la música de Villalobos. El se pasó la vida recorriendo el país, investigando los ritmos populares para transformarlos en sonata, y poder así demostrarles a los europeos que éramos capaces de ser nosotros mismos aun componiendo sonatas o sinfonías. Era la única manera como la música negra podía escapar a la inmediatez de su doble obscenidad. Históricamente fueron dos traidores los que, como en la vieja historia de la entrada de los árabes a España, le abrieron la puerta a la música negra en las ciudades del Brasil. Estos traidores fueron las vanguardias extranjerizantes y la
industria cultural de la radio y el disco. Mezclándose con el negocio y con la lógica de la industria cultural y con las contaminaciones que procedían de aquel famoso movimiento brasileño de los "antropófagos" modernistas y extranjerizantes, la música negra encontró aliados para llegar primero al patio de atrás de la casa y poco a poco invadir hasta la sala donde los señores bailaban el vals. Hay un estudio espléndido de un gran cabaret de Río, en el que durante muchos años convivieron las tres culturas. En el patio de atrás, donde estaban los esclavos, se bailaba música negra; en las salas de entrada se bailaba música brasileña ligada a las transformaciones de los ritmos coloniales y en el salón se bailaba vals. En algún momento las paredes y los biombos se resquebrajaron, la zamba invadió el espacio colonial, el espacio de la aristocracia de Río y fecundó todas esas músicas hasta llegar a hacerle un hijo a la música del norte. No se quedaron solamente en la fecundación de las músicas coloniales, fueron capaces de parir el bossanova: un hijo que le hicieron al jazz norteamericano. Para poder convertirse en música urbana, la música negra tuvo que entrar en la lucha de clases, politizarse, participar en ese juego sucio del negocio, tuvo que disfrazarse, tuvo que negarse (aparentemente). Pero logró llegar a ser la música que hoy, en diferentes tonos y estilos, bailan todos los brasileños. Brasil puede mostrar un hecho bien curioso en América Latina: la música nacional es la música negra y la comida nacional es la feijoada, que era la comida de los esclavos y que está hecha con las partes del animal que no comían los amos, las partes más grasosas. Pero para llegar a ser eso tuvo que atravesar muchas peripecias nada claras, nada nítidas, nada "identificatorias" de la nueva identidad.
Sección 3 Dinámicas urbanas: oralidad, hibridación y desterritolialización Voy a tratar en esta segunda parte de describir algunos rasgos de los que, a mi juicio, constituyen los procesos fundamentales de la dinámica urbana en estos tiempos neoliberales y desencantadamente postmodernos. Hablar de cultura urbana en este fin de siglo significa en América Latina un hecho paradójico y escandaloso. Significa que las mayorías latinoamericanas se están incorporando ala modernidad sin haber atravesado por un proceso de modernización socioeconómica y sin dejar sus culturas orales. ¡Escándalo! Se están incorporando a la modernidad no a través del proyecto ilustrado sino a través de otros proyectos en que están "aliadas" las masas urbanas y las industrias culturales. Urbano significa hoy, para las mayorías, este acceso, esta transformación de las culturas populares no sólo incorporándose a la modernidad sino incorporándola a su mundo. Como en el caso de la música brasileña, ello se produce de la mano de las industrias culturales audiovisuales. Según una propuesta de Walter Ong, un estudioso norteamericano, podríamos hablar de que las masas urbanas latinoamericanas están elaborando una
"oralidad secundaria": una oralidad gramaticalizada no por la sintaxis del libro, de la escritura, sino por la sintaxis audiovisual que se inició con el cine y ha seguido con la televisión y, hoy, con el video-clip, los nintendo y las maquinitas de juego. Entonces hay aquí un desafío radical para los antropólogos: comprender la cultura de las masas urbanas que no llegaron a: la cultura letrada, que no han entrado en esa ciudad letrada de que hablara en un bello texto Angel Rama. Las masas urbanas han sido periféricas y siguen siendo periféricas respecto a la cultura letrada, con todo lo que ello acarrea de empobrecimiento cultural. Pero esas masas se están incorporando a la modernidad a través de una experiencia cultural que pone en cuestión nuestras ilustradas ideas de cultura. ¡Nos queda tan difícil, sin embargo, llamar cultura a lo que las masas urbanas viven hoy en su vida cotidiana, a esa cultura gramaticalizada por los dispositivos y la sintaxis del mundo iconográfico de la publicidad, del mundo audiovisual! Alonso Salazar, en su libro No nacimos pa' semilla, cuenta y analiza cómo el discurso de las bandas juveniles de las comunas nororientales de Medellín es eminentemente visual, está completamente lleno de imágenes, en él narrar es coser una imagen con otra. La oralidad secundaria constituye así el espacio de ósmosis entre unas memorias, unas largas memorias de vida y relato, y unos dispositivos de narración audiovisual nuevos, entre unas narrativas arcaicas y unos dispositivos tecnológicos postmodernos. Michelle y Armand Mattelard, que trabajaron durante muchos años en Chile y fueron en cierta medida los pioneros del análisis crítico de los medios en América Latina, a través de una radicalización de la semiótica estructuralista y su concubinato" con el materialismo histórico, publicaron el año pasado una espléndida investigación acerca de la televisión y de la telenovela brasileñas en la que dan cuenta de cómo la telenovela incorpora la cultura del folletín, esto es, el relato del tiempo largo, aun relato visual tomado del discurso publicitario, que es el discurso de la fragmentación más fuerte. Esta mezcla del relato largo con la gramática visual de la fragmentación es un buen señalamiento de pista para estudiar cómo las anacronías de la telenovela no son tanto anacronías como formas expresivas de los destiempos culturales a través de los cuales se constituye y se realiza la modernidad en América Latina. Las telenovelas colombianas muestran que en ellas está en juego no un mero fenómeno de manipulación de las industrias culturales, sino la pregunta de por qué esos relatos que hablan de la desdicha le dan a la gente tanta felicidad, por qué les gustan tanto, y si ese gusto es el último estadio de la perversión humana o es la expresión de otros gustos. ¿Cómo se incorporan a la modernidad esos destiempos, esas fragmentaciones, esas discontinuidades históricas, en que luchan las diversas memorias? El segundo tipo de procesos que me parece fundamental a la hora de comprender las dinámicas urbanas, y que ha trabajado especialmente García Canclini en los últimos años, es la hibridación. En su libro Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad, se plantea cómo la hibridación no es sólo la mezcolanza de cosas heterogéneas, sino sobre todo la superación
o la caída en desuso de las viejas enciclopedias, los viejos repertorios, las viejas colecciones. La hibridación implica, según García Canclini, que se han movido las fronteras. Persiste, sin embargo, una terca mentalidad que pretende reducir toda mezcla a nuevas formas de lo viejo. Las hibridaciones de que estamos hablando son aquellas que sólo se producen por destrucción de las viejas identidades al menos por su erosión. Para entender estas nuevas mezcolanzas, estos nuevos mestizajes, estas hibridaciones de hoy, tendríamos que entender qué está pasando en las fronteras. En una investigación acerca :le qué está sucediendo en la frontera de México con Estados Unidos, García Canclini ha abordado tanto el lado mexicano como el lado norteamericano y con asombro ha descubierto que las transformaciones se están sucediendo en ambos lados. Es decir, que frente a una cultura ya una sociedad en las cuales frontera significaba el muro, la barrera, la separación, la frontera es hoy el espacio de intercambio y de ósmosis más fuerte en cualquier país. Frente al centro, que sigue soñando sus raíces, que sigue protegiendo a su Edipo, los márgenes, las Tonteras, están en un proceso aceleradísimo de fusión y de transformación. A la pregunta de quién era él, un habitante de Tijuana respondió así: "Cuando me preguntan por mi nacionalidad o identidad étnica no puedo responder con una palabra, pues mi identidad posee repertorios múltiples. Soy mexicano pero también soy chicano y latinoamericano. En la frontera me dicen chilango o mexiquillo., en la capital pocho o norte y en Europa sudaca. Los anglosajones me llaman hispanic y los alemanes me han confundido más de una vez con turcos e italianos". Me llama mucho la atención que, en No nacimos pa' semilla, Alonso Salazar arriesgue una hipótesis cultural más que política o socioeconómica para entender qué está pasando en las comunas. Afirma que las culturas de esas bandas es la mezcla de tres culturas: la del mito paisa, la maleva, que se mezcló en las últimas generaciones con la de la salsa, y la cultura de la modernización. El mito paisa habría puesto el sentido de lucro, a religiosidad y el sentido de la retaliación. La cultura maleva QS valores del varón, del macho que no se arruga. A su vez, esa cultura maleva, si bien es una cultura ascética se mezcló en 4stos últimos años con la cultura del goce y del cuerpo que provenía de la cultura caribeña de la salsa, y ambas se han mezclado con una cultura de la modernidad que se define nítida lúcidamente en estos tres rasgos: en el sentido de lo efímero, el consumo y el lenguaje visual. Acerca del sentido de lo efímero, Víctor Gaviria escribió en el primer número de la Gaceta de Colcultura -Nueva Epoca- un texto espléndido en el que vincula el título de su película No futuro a un diálogo con uno de esos jóvenes. No futuro representa la ideología de una sociedad que ya no hace los objetos para que duren toda la vida sino para que duren el tiempo que necesite la lógica industrial, que es la lógica de la publicidad. Como segundo rasgo, en la sociedad el estatus lo define la capacidad de consumir y el estatus es la forma normal del poder en nuestra sociedad. Por último, quienes han visto el documental Yo te tumbo, tú me tumbas pueden constatar ese lenguaje fragmentado de los jóvenes, su sintaxis rota y su reemplazo por un discurso visual, en el que "huevón" equivale a "pues"
porque no invoca a nadie, no insulta, simplemente está jugando como un operador sintáctico, de subordinación o de concatenación de frases en una sintaxis elemental que hace posible un discurso sumamente rico en imágenes. La tercera dinámica de lo urbano, que es la más compleja, es la dinámica de la desterritorialización, término que denomina tanto un proceso empírico Como una metáfora. Desterritorialización habla en primer lugar de las migraciones, de loS traslados, de los desarraigos, de las desagregaciones a través de las cuales un país Como Colombia a la vuelta de 30 años se encontró Con que e170% de su población residía en las ciudades; emigraciones e inmigraciones de los pueblos a las ciudades, de las ciudades pequeñas a las ciudades grandes, de las ciudades grandes a la capital y después -siguiendo la lógica de los urbanizadores que van moviendo a las poblaciones según el lucro del suelo- de unos lugares de la ciudad a otros. De manera que la desterritorialización es una experiencia cotidiana de millones de colombianos y de latinoamericanos. En segundo lugar, desterritorialización habla de des- nacionalización, surgimiento de unas culturas sin memoria territorial, justamente esas culturas jóvenes audiovisuales que hasta hace pocos años eran para nosotros la figura más nítida del imperialismo que nos destruye y nos Corrompe. Sin embargo, " a partir del uso que la gente joven está haciendo hoy del rock, hemos descubierto que no eran tan unidireccionales ni tan unívocas Como habíamos creído. Es decir, frente a las experiencias de los adultos, para los cuales no hay cultura sin territorio, la gente joven vive hoy experiencias culturales desligadas de todo territorio. Es un proceso en el que nuestros viejos maniqueísmos tenderían a confundir no-nacional Con antinacional, cuando en la experiencia de nuestros jóvenes la crisis de las metáforas de lo nacional no supone ni implica antinacionalismo Sino tiende a una nueva experiencia cultural. ¿Cómo desligar hoy lo que en los procesos de la industria cultural hay de destrucción de lo que hay de emergencia de nuevas formas de identidad? Es un reto para los antropólogos, porque es indudable que en los procesos hay destrucción, homogenización de las identidades, pero así mismo nuevas maneras de percepción, nuevas experiencias, nuevos modos de percibir y de reconocerse. El tercer elemento de la desterritorialización está relacionado con la desmaterialización .Estamos generando unas dinámicas culturales cada vez más desmaterializadas. A partir de estudios como los de Baúl Virilio sobre la aceleración y las nuevas tecnologías, se ha podido entender lo que llaman transversalidad. Las tecnologías tradicionales eran puntuales, afectaban sólo a aquel que tenía contacto con ellas, un contacto contable, visible y medible. Un buen ejemplo es el cine. Al cine había que ir: salir de casa, tomar un bus, hacer fila, había que darle un tiempo preciso, que para los más viejos equivalía al tiempo de la fiesta. Para los jóvenes, el cine no tiene que ver con la fiesta, pues gran parte del cine que han visto, lo han visto en la pantalla de televisión, y con la televisión asistimos a esa otra experiencia, la transversalidad. La televisión no nos afecta sólo cuando la estamos mirando, nos afecta por la reorganización de la relaciones entre lo público y lo privado. Por eso el valor de los estudios
empíricos sobre los efectos de la televisión es muy limitado. La mayor influencia de la televisión no se produce a través del tiempo material que le dedicamos, sino a través del imaginario que genera y por el cual estamos siendo penetrados. La capacidad de influir que tiene ese medio desborda el tiempo y el espacio del aparato, lo cual también sucede en el computador: el tiempo de nuestra relación física con ellos cambia puesto que poco a poco nuestra vida es "metida" en unas tarjetas y cuando yo quiera poner a mi hijo en el colegio, o pedir un crédito o hacer un viaje, resulta que aquellos a quienes yo se lo solicité "saben" más de mi vida que yo, y van a tomar una decisión sobre mi pedido en función de un saber transversal que atraviesa ya toda la sociedad y toda las dimensiones de la vida. Por último, desterritorialización significa desurbanización. Me refiero a que la experiencia cotidiana de la mayoría de la gente es de un uso cada vez menor de sus ciudades que no sólo son paulatinamente más grandes sino más dispersas y más fragmentadas. La ciudad se me entrega no a través de mi experiencia personal, de mis recorridos por ella, sino de las imágenes de la ciudad que recupera la televisión. Habitamos una ciudad en la que la clave ya no es el encuentro sino el flujo de la información y la circulación vial. Hoy una ciudad bien ordenada es aquella en la cual el automóvil pierde menos tiempo. Como el menor tiempo se pierde en línea recta, la línea recta exige acabar con los recodos y las curvas, con todo aquello que estaba hecho para que la gente se quedara, se encontrara, dialogara o incluso se pegara, discutiera, peleara. Vivimos en una ciudad "invivible" en el sentido más llano de la palabra y en sus sentidos más simbólicos. Cada vez más gente deja de vivir en la ciudad para vivir en un pequeño entorno y mirar la ciudad como algo ajeno, extraño. Castells ha leído la desmaterialización, la desespacialización, la desterritorialización con la perspectiva de los llamados nuevos movimientos sociales, que son ante todo una experiencia política nueva, aquélla de la gente para la cual luchar por una sociedad mejor consiste fundamentalmente en luchar contra la doble desapropiación que ha producido el capitalismo: la del trabajo y la del propio sentido de la vida. La primera se produce tanto entérminos económicos como en términos simbólicos: el producto se vuelve extraño para su productor, nadie puede reconocerse en su obra; el capitalismo separa el trabajo del trabajador. La vida va por un lado y el sentido por otro; a más información, menos sentido, menos significado tienen para nosotros los acontecimientos, como diría Baudrillard. Lógica perversa, según la cual estar enterados de todo equivale ano entender nada. Castells se pregunta cómo las gentes le devuelven sentido a la vida y concluyen que lo hacen "resistiendo" desde el ámbito de las culturas regionales y el ámbito del barrio, ambos igualmente precarios, sometidos al proceso de fragmentación y dispersión, pero desde ellos los movimientos sociales ligan profundamente la lucha por una vida digna a la lucha por la identidad, por la descentralización y por la autogestión.
Es decir, que implicado en el proceso de desterritorialización hay un proceso de reterritorialización, de recuperación y resignificación del territorio como espacio vital desde el punto de vista político y cultural. Termino recogiendo la reflexión del argentino Ambal Ford, a quien escuché una espléndida reflexión, todavía no escrita, sobre las que llama culturas de la crisis. Son culturas esencialmente asentadas en el reencuentro con las memorias y los saberes que Ginzburg ha llamado saberes de la conjetura, lo que Pierce denomina abducción para referirse a un tipo de "'" procedimiento cognitivio diferente a la inducción y la deducción. Según Aníbal Ford, los pobres, que constituyen la mayoría en la ciudad, sobreviven hoy con base en saberes indiciarios, en conjeturas, en un conocimiento primordialmente corporal. Un saber de la conjetura, y de la coyuntura, no es la síntesis sino, más exactamente, la unión de diversos saberes y de pequeñas hipótesis. Las culturas de la crisis son culturas del rebusque y del reciclaje. Este término ha sido utilizado por los habitantes de Tepito, un barrio del centro de Ciudad de México, quienes llevan veinte años luchando contra los alcaldes y los urbanizadores para que no lo destruyan y levanten un barrio moderno; finalmente lograron que la Unesco lo declarase patrimonio de la humanidad, con lo cual evitaron su destrucción. Es un barrio con casas al estilo de conventillo con patio central; un barrio viejo y desconchado en el cual sus habitantes viven, en primer lugar, de esos que los mexicanos llaman la plática, la conversación, el diálogo, y, en segundo lugar, de reciclar los desechos de la cultura industrial tecnológica. Por esos saberes residuales e indiciarios que pasan las estrategias de producción de sentido, de resignificación de la vida, del trabajo, de la calle, del ocio, la mayoría no sólo sobrevive sino recrea y produce la ciudad. Lección 2
La transformación de las metrópolis Alain Touraine El objetivo de éste artículo es reflexionar acerca de los problemas de la ciudad. ¿Auge o decadencia?: es el problema que me plantearon. Creo que la primera Respuesta a la pregunta, complicada y difícil, es decadencia. Aunque, y en mi opinión, como punto de partida, no como punto de llegada. Como punto de partida, la historia moderna es la historia de la decadencia de las ciudades. El mundo moderno empezó con la creación de la ciudad como acto político principal. En Italia, en Flandes, después en Holanda y en otras partes como Alemania, etc. En esta época, que corresponde a la creación de la democracia política, o digamos primero, del Estado de derecho; pero primero del Estado nacional o de la ciudad nacional, la ciudad Estado, tipo Venecia, Amsterdam y también tipo
Barcelona. En este momento, ciudadanía, burguesía, derechos urbanos, derechos cívicos, todo esto representaba el mundo moderno contra el mundo feudal que tenía su base en la dominación del campo, de la tierra, (del trabajo humano en la tierra). En ese momento esos privilegios los tenían todos, -o casi todos-, un poco más en los países, un poco menos en los Estados nacionales, que eran básicamente Gran Bretaña y Francia, pero incluso en estos países, Londres o París se identificaron totalmente con la modernidad, como en otras capitales u otras ciudades. La modernidad fue una realidad política antes de ser una realidad económica. Un sociólogo muy importante y famoso, Max Weber, explicó que la racionalización se desarrolló en el plano político mucho antes que en el plano económico. Está visión de hace 400 o 500 años mostraba que modernidad equivalía a ciudad. La ciudad quería decir apertura, capacidad de cambio, libertad, capacidad de organizar intercambios económicos o culturales, etc., básicamente por razones políticas. Entonces, la ciudad fue el elemento central, el elemento básico, la célula central de la sociedad moderna durante una primera época. Sección 1 La ciudad se transforma Después vino la industrialización. La industrialización significa la pérdida del control del Estado sobre la economía, y, también, la pérdida del control de la ciudad sobre gran parte de su población. Se organizan afueras, ciudades satélites, o zonas puramente urbanas. Y poco a poco la mezcla de clases sociales, de categorías sociales que había, incluso en el siglo XVIII (comenzaron Dickens o Balzac descripciones literarias costumbristas), fueron reemplazadas por un proceso de separación, de segregación. A veces de manera totalmente voluntaria, como en el París de mediados de siglo XIX, pero de modo parecido en todas partes. Londres fue el caso extremo de una ciudad totalmente dividida entre este y oeste, con gente que casi no hablaba el mismo idioma, que difícilmente se entendían debido a la diferencia entre el acento de la parte oeste de la ciudad y el del este. Esto me parece importante, la imagen de la ciudad se vuelve negativa en el sentido de que la ciudad es la burguesía y el pueblo se siente eliminado. Y muchas veces, en muchos casos es materialmente eliminado, literalmente expulsado de la ciudad. Todo esto es mucho más complejo, y, especialmente, en mi país o en mi ciudad. En otras, hubo una lucha y el mundo popular, que no era el proletariado, pero era un mundo popular, intentó apoyarse en la ciudad, mantenerse dentro de ella. Pero fue eliminado, hubo una serie de derrotas, y, diría que casi a final del siglo XIX la idea ya era aceptada en casi todas partes, a excepción de algunas zonas. Alrededor de las estaciones de ferrocarriles hay zonas de desintegración social, que suelen conllevar prostitución, robo, etc. Pero aparte de eso, la ciudad de esta
época tiene un sentido más bien de gente de clase media, de clase alta o de funcionarios públicos, mientras que las categorías populares y el mundo obrero están principalmente en la periferia, cerca de las empresas o de los medios de transporte. Todo esto es ya bien conocido. En el momento actual, a finales del siglo XX, creo que este proceso de desintegración de la ciudad ha avanzado mucho. Tomemos un ejemplo que repito en muchas partes del mundo, pero no por casualidad: Ciudad de Méjico, por tomar una ciudad donde se habla español. La Ciudad de Méjico no existe como ciudad. Existe porque una categorización bien clara, interesa. Se ha formado una categoría de gente que vive a nivel mundial a través del ordenador, del fax, del teléfono, de los circuitos financieros, que viven en comunidades generalmente aisladas, fuera de la ciudad. Viven en grupos en habitaciones vigilados por policía privada, a veces con rejas y muchas veces con escuelas privadas donde se da la enseñanza en inglés o, al menos, bilingüe. Esta gente de Méjico tiene bastante contacto con Florida, al menos porque los nietos quieren ir a Disneylandia. También la capital de América Latina tiene mucho contacto con Nueva York, Londres, Tokio. Fueron llamadas, en un libro excelente, las Ciudades Globales. En un libro de la socióloga Saskia Saser, medio americana, medio sueca. Esta elite se comunica perfectamente con los centros económicos del mundo entero a través del teletrabajo, de los medios de comunicación. Después hay un mundo intermedio -comerciantes, empleados públicos- no demasiado lejos del centro. Muchas veces existen ciudades universitarias; en el caso de Méjico, casi todas las grandes instituciones académicas y científicas están al sur. Y finalmente la enorme masa de los inmigrantes; en este caso, inmigrantes del interior, del sur, que suben, se van a quedar o van a inmigrar hacia Florida, o Texas, o, en casos más importantes, hacia California. Entonces estas categorías no se encuentran, no hablan entre sí, no se conocen, no tienen miedo de los otros. La política manipula a los pobres y tal vez esté manipulada ella misma por los ricos. Pero no digo que no haya conciencia nacional, de hecho hay una conciencia nacional muy fuerte; pero proviene del país, de la bandera. Eso es una realidad, en cambio la ciudad no lo es. La gente habla más bien en términos de barrio, de distrito. El barrio como valor Recuerdo, -para tomar un ejemplo fuera de Méjico-, cuando hicimos -y estamos haciendo constantemente- estudios con jóvenes inmigrantes en París, en Lyon, en Marsella. Preguntamos a jóvenes que tienen la doble nacionalidad argelina y francesa: tú qué eres, ¿argelino o francés?, y responden: Yo soy de Marsella. Y más concretamente No, Marsella no me interesa, yo soy del conjunto habitacional X. O Yo soy del conjunto habitacional Víctor Hugo, o yo soy de la torre 12, y no tengo nada que ver con esos idiotas de la torre 14, que son exactamente la misma población. Es decir, hay un localismo que es una expresión muy importante de algo que comentaré después a un nivel más general. Lo que existe es una separación. Emplearé un vocabulario norteamericano: hay un mundo de los habitantes de la ciudad, los overnights. Hay una categoría pero esto
es más cierto para los EE.UU. que para los países latinos, europeos o sudamericanos: los sub-overnights, que son la clase media que en los EE.UU. y en algunos países europeos está en la periferia, en los distritos ricos como por ejemplo Washington, que es un caso extremo. Overnights, sub-overnights y exovernights, tres categorías muy distintas, incluso desde un punto de vista administrativo. En los EE.UU. por ejemplo, muchas veces los ricos, digamos la clase media-alta, no pertenece a la misma ciudad ni al distrito federal, como es el caso de Washington; están en Maryland, camino a Baltimore. Existe una separación y el punto final es el gueto. Sería muy exagerado decir que es una tendencia general; sin embargo, para crear una imagen un poco dramática, diría que sí hay una tendencia fuerte en la historia urbana: una tendencia hacia la segregación y, por qué no, una tendencia hacia la ghetización. Un ejemplo, muy conocido por todos, es el de Los Ángeles -centro urbano muy limitado- con una serie de guetos en los que para pasar de un gueto a otro no hay otra solución que la autopista. Una autopista con guetos es, en mi opinión, una buena descripción del mundo actual. No hay comunicación, salvo la comunicación que todos conocemos: asaltos, guerra civil, racismo, xenofobia, etc. Cada grupo desprecia o tiene miedo de grupos nacionales, étnicos, religiosos, etc. Me parece el fin o la decadencia de la ciudadanía. En gran número de casos no somos más ciudadanos, sino más bien habitantes: gente que vive en un barrio, en un distrito, en una zona, en un edificio, etc.
El papel de los media Creo que es muy importante agregar que el mundo de los media juega aquí un papel enorme. La mayor parte de la gente va al trabajo, vuelve a su casa, se encierra y se comunica, no con su vecino, sino con un chino, con un peruano o con un noruego que aparecen en televisión. Es más fácil para la mayor parte de la gente encontrar un dinosaurio que un vecino, porque hay pocas televisiones que se interesan por la categoría de vecino, que no es muy dramática. En ciertos casos esta tendencia a la segregación es muy fuerte: el caso de los guetos negros de los EE.UU., el caso de Chinatown en varias ciudades -incluso ahora París-, barrios árabes, barrios turcos, etc. Alemania, por ejemplo, es un país donde hay una presencia muy visible de barrios turcos, con muy poca comunicación, porque los turcos no aprenden o aprenden lentamente y poco, la lengua mayoritaria: el alemán. Eso, obviamente, es una visión rápida, un poco extrema, no digo que todo el mundo viva así, pero si uno considera los muy ricos y los muy pobres, es así. ¿Ustedes se acuerdan del juicio famoso sobre Nueva York? Para vivir en Nueva York, para vivir en Manhattan, hay que ser o muy rico o muy pobre. Y el muy rico y el muy pobre tienen muy pocas posibilidades de intercambio. Está desapareciendo la vieja definición de ciudadano como elemento de la vida social, también los derechos del hombre y del ciudadano, que eran sinónimos. Esa es mi impresión, que presento no de manera descriptiva, sino como punto de partida en un análisis. A partir de eso, sin perder tiempo y sin pasar a un análisis más general que vendrá
después, ¿qué podemos hacer? Podemos reconstruir las ciudades. No todas las ciudades están en ruinas, como algunas ciudades del Tercer Mundo, o como lo estuvo Detroit, o como algunas ciudades norteamericanas, o el Bronx, que es un campo de ruinas. No quiero dar una visión trágica del mundo, pero me pregunto cómo podemos reaccionar contra esta pérdida de control, no del Estado sino de lo político, del estatus político frente a la situación social y a la identidad cultural. Eso es la desorganización de la ciudad o la decadencia de la ciudad, expresión de la pérdida de influencia de la definición política frente a la definición económica y cultural. En el momento de la segunda Revolución inglesa, de la independencia americana, de la Revolución Francesa más que nada, nuestro concepto de ciudad, de sociedad, de libertad y de justicia es una concepción urbana, territorial. Se trata de eliminar al Rey como el personaje que domina un país, una ciudad, un pueblo, etc. En el s. XIX hemos aprendido a definirnos como trabajadores más que como ciudadanos. Cuando se dan derechos cívicos, por ejemplo en Francia, los hombres en 1.848 fueron los obreros, los que decían bueno, soy ciudadano, perfecto. Pero trabajo doce horas, mi mujer trabaja diez horas, mi hijo mayor tiene tuberculosis y vivimos en una casa medio destruida, lo que correspondía a la realidad y pensaban: que me interesa a mí ser ciudadano si como trabajador no tengo derechos. Por eso a finales del s. XIX, con mucha lentitud, primero en Alemania; después, de manera más sólida, en Inglaterra y mucho más tarde en EE.UU. y Francia, empezamos a crear una democracia industrial, es decir, a transformar la idea de derechos cívicos en derechos sociales o, para utilizar la palabra más difundida, en justicia social. Y ahora estamos viviendo una tercera etapa: cómo tomar en cuenta la diversidad, las identidades, las memorias culturales. Sección 2
La diversidad cultural Nosotros sentimos que la gente quiere mantener sus derechos cívicos o ampliar sus derechos sociales, pero, además, quiere defender u obtener sus derechos culturales. No digo que todos estos problemas no tengan validez, no tengan efectos en la vida de la ciudad, pero no se trata de problemas de tipo global, de tipo territorial, de tipo social. En el tiempo de la vida urbana in stricto sensu, la liberación de las ciudades del poder religioso, imperial o extranjero, fueron realmente la definición de la modernización política. Todo eso va desapareciendo. Veamos aquí cuales pueden ser las respuestas. La primera respuesta puede ser la postmodernidad. Los postmodernos son la gente que dice que no hay ningún inconveniente en la separación de los bienes, que hay una economía globalizada, identidades culturales múltiples, o al menos hay una libertad total, una ausencia total de coherencia, pues no hay un principio central de la sociedad. Es la imagen de una sociedad reducida a redes de comunicación apoyados en centros de
identificación. Esta visión me parece sumamente peligrosa porque si una economía globalizada, mundializada, está separada de la realidad social, se vuelve puramente financiera. Nos puede suceder, ya que vamos a entrar en una unión económica y monetaria. La parte monetaria es bastante visible; la parte económica, muy poco. La parte social es un fantasma. Y la parte política está completamente ausente. Es decir, que existe una gran posibilidad, diría casi una necesidad, de separar la economía de sus efectos, de sus significados sociales y entonces desarrollar lo que estamos viviendo, un aumento de desigualdades sociales, un aumento de la exclusión social, etc. Por otro lado, si estamos identificados con nuestra identidad, o nuestras identidades, ¿a qué llamamos identidad?: a nuestra memoria. Vamos a identificar valores o creencias o fe religiosa con una ley y con las costumbres. Tomemos un ejemplo muy conocido: la ablación de las niñas en algunas partes de África, que no tiene nada que ver con el Islam, nada que ver, y tampoco con la ley La Sharia, pues la mayor parte del mundo islámico no utiliza la circuncisión. Eso corresponde a costumbres de algunas partes de África subsahariana, que los etnólogos estudian y es un problema complicado, pero ustedes pueden defender, como lo hacen algunos antropólogos, la circuncisión, o, como hace la gran mayoría, pueden condenarla. Pero el Islam no tiene nada que ver. Es un tema bien sencillo para nosotros, incluso para ustedes, porque durante siglos tuvimos esta mezcla de costumbres, de ley y de fe religiosa en lo que se llama la Cristiandad. Gracias, no sé si a Dios, pero no tenemos más Cristiandad, tenemos Cristianismo y una autonomización, incluso un desarrollo intelectual y práctico de la fe religiosa cristiana. Pero vivimos en un mundo que es secularizado, laico y donde se dice claramente que hay costumbres, leyes, valores y creencias religiosas. Y las tres cosas pueden entrar en conflicto, pero tienen también que buscar acuerdos. Diré que si uno elimina el peligro de la financialización de la economía y el riesgo opuesto del comunitarismo, de las creencias o valores, tenemos que reconstruir -y este es mi punto central-, cierto tipo de comunicación entre el mundo económico globalizado y el mundo cultural fragmentado.
Lo económico y lo cultural Históricamente esta separación de lo económico y de cultural se inició en el siglo XVI, Renacimiento italiano, Reforma italiana. Entonces existían el mundo de la fe y de la subjetividad por un lado y el mundo de la ciencia y del arte por otro. Inmediatamente antes y después inventamos lo político, a partir de Maquiavelo, pero fundamentalmente a través de Hobbes, Locke y Rosseau. Existía en lo económico y en lo social un principio de igualdad. Este principio de igualdad era la ciudadanía y la soberanía popular, que fue tal vez el descubrimiento más importante como principio de acción y teoría del mundo moderno. Pero como ya indiqué -y no quiero volver, quiero plantear el problema en términos más modernos-, a medida que este reino de lo político está invadido por lo económico, por lo cultural... ¿cuál es entonces el principio que nos permite mantener un cierto grado de comunicación o de compatibilidad entre el mundo de la economía y el
mundo de las culturas? Y ahí, creo que en muy pocas palabras hay que ver el cambio profundo, el cambio, en mi opinión, casi total que estamos viviendo. Como acabo de decir, el principio de lo político era un principio universalista. Por encima de las diferencias sociales somos todos iguales en derecho, para utilizar la famosa primera frase de la declaración de Versalles del 26 de septiembre de 1789. Esta igualdad de derecho perdió importancia. La gente insistió en la justicia social, en la identidad cultural, así que, en el momento actual me parece vacío buscar una comunidad, una neocomunidad de tipo político, nacional o administrativo. No digo que estas nociones hayan perdido todo el sentido. Digo que no hay manera de construir cierta unidad de la sociedad a través del llamado principio superior. Todos somos hijos de Dios, todos somos seres racionales, todos somos seres modernos e, incluso, todos somos alemanes o ingleses o mejicanos. En mi opinión no existe otra solución a parte de reconocer el derecho de cada uno o una a construir personalmente un tipo de combinación entre su participación con el mundo técnico-económico y sus identidades culturales. Me gusta emplear una palabra que fue a menudo usada por un biólogo como François Jacob hablando de la naturaleza, que es la palabra bricolaje, esto es que cada uno no encuentra una solución universalista, pero cada uno de nosotros como el mundo entero, ricos o pobres, blancos o negros o amarillos, estamos buscando un tipo de combinación que sea individual. Cada uno o una de nosotros estamos tratando de construir nuestra individualidad, nuestra personalidad como diferente de las demás. Y esta individualidad no se construye diciendo soy diferente, mi dedo es diferente, sino buscando, construyendo, con un éxito siempre muy relativo una mezcla de metas de tipo instrumental y motivaciones de tipo cultural. Volviendo, aunque no estaba muy lejos de la ciudad, ¿cuál era el papel de la ciudad? ¿dar ciudadanía? ¿crear igualdad de derechos? Sí, pero como ya indiqué varias veces, es un poco abstracto. Porque si soy miembro de una minoría étnica, nacional o religiosa; o si vivo a un nivel económico muy dramáticamente bajo, esta unicidad o igualdad cívica de todos me parece abstracta. Considero que la función principal de la ciudad, -lo que puede contrarrestar la decadencia del modelo clásico de ciudad- es la de ampliar, fomentar la comunicación entre proyectos de vida personales o colectivos. La ciudad, después de todo, es su más vieja definición, como la encuentro en el extranjero. El extranjero que no es el tipo totalmente diferente, el extranjero es el tipo que tiene un pie dentro y otro fuera. Entonces es que es diferente y semejante porque voy a hacer negocio con el extranjero, o voy a aprender su idioma o voy a admirar a su mujer. Eso significa que el papel de la ciudad no es el de crear ciudadanos, sino el de manejar, fomentar y proteger el deseo y la capacidad de cada uno de nosotros de comunicar con gente que busca, de manera diferente pero análoga, la construcción de su proyecto de vida personal en forma de una combinación entre una actividad tecno-económica y una memoria cultural.
Sección 3 Organizar la heterogeneidad Eso no significa que el papel de la ciudad sea el de dar una plena libertad, el de ser tolerante frente a una gran diversidad de experiencias sociales y culturales. Aunque creo que esto es mejor que nada; mejor tolerancia que intolerancia, por supuesto, pero diría que una meta importante para una política urbana es la de organizar la heterogeneidad. Es decir, organizar, defender y fomentar la comunicación entre gente diferente. Lo que significa cosas muy sencillas. Creo que la primera cosa que estamos esperando de una ciudad es que disminuya las distancias sociales, la segregación social y suprima los guetos; que actúe en términos de lo que llamamos solidaridad. Solidaridad no quiere decir que estemos todos en el mismo barco, ni este tipo de tonterías. Significa que nosotros, como colectividad, queremos dar a cada uno la posibilidad de construir su proyecto personal de vida. Eso es la solidaridad. Significa también que tenemos que tener escuelas que sean lo más heterogéneas posible, y no escuelas de ricos y pobres, no escuelas de blancos y azules. Esto me parece lo más importante. Ahora quisiera agregar una cosa un poco más limitada. Porque ustedes no están interesados en las ciudades sino en las ciudades metropolitanas. Y esto es un tema de enorme importancia actualmente. Voy a empezar con una referencia muy concreta y práctica de mi propia ciudad. París es una ciudad bien definida porque antes había murallas y ahora, autopista. Después existen en general, -al menos en el norte, este y sur-, núcleos urbanos que desde el s. XVIII (o más bien del XIX) fueron núcleos industriales y obreros. Después, durante los cincuenta últimos años, se han construido zonas de urbanización. Es muy notable ver que en las ciudades industriales, obreras y populares, muchas veces en gran crisis, con una tasa de paro muy alta, hay poca violencia. Y muchas veces en partes un poco destruidas de las ciudades, y en las ciudades urbanizadas, que muchas veces son agradables de ver. Recuerdo que pasando unos días en las afueras de Lyon -donde hubo muchísima violenciahabía alguna cosa agradable. Habían servicios, árboles, centros de juego y centros para los jóvenes. Y había violencia. La gran diferencia es que lo que digo sobre la organización de las diferencias del pluralismo, del multiculturalismo supone a la vez la idea de qué es una ciudad; que es el espacio de protección o de fomento de las diferencias. Entonces, la identificación con un centro urbano es muy importante. Me acuerdo, porque estuve hace muy poco en barrio exterior de París que fue un poco simbólico de la miseria extrema, Overvié, recuerden que había canciones populistas sobre los niños de Overvié. Era realmente pobre, pero la gente tiene una conciencia fantástica, y el equipo de fútbol no es el Barça, tienen un nivel bastante modesto, pero tienen algunos campeones olímpicos. Y todo el mundo, el mundo 90% pobre, se identifica con el tipo que levanta pesos, o que nada, etc.
Lo que me parece lo más interesante en vuestra solución es que en lugar de crear una gran Barcelona en el sentido de suprimir barreras para que cada uno pueda venir al centro con autopistas, con programas centralizados a nivel cultural, etc., ustedes han tratado de construir una red. Una red, por supuesto, en este caso, donde, tal vez no cada habitante, pero la mayoría de los habitantes puede identificarse con un núcleo urbano próximo, relativamente limitado y con cierta memoria colectiva, que puede ser la memoria de una fábrica, que puede ser la memoria de una persona, etcétera. A través de esta identificación local, está preparado a pasar a un nivel superior.
El mestizaje Creo que el mundo de un mestizaje generalizado es la peor solución del mundo, porque cada uno pierde su identidad y esto crea una solución muy vertical, muy jerarquizada, como en Brasil donde un negro que baja del avión es considerado blanco, porque el blanco es el tipo rico. La raza, la etnia, el color de la piel, todo esto estaría emplazado por una brutal escala social o jerarquización social. Por tanto, nada de mestizaje, nada tampoco de comunitarismo, soy muy anticomunitarista, muy anti-identificación del individuo a una comunidad, porque eso se liga directamente a la cosa de Milosevich, o a la cosa de los grandes lagos africanos. Lo que necesitamos, y esto es política, no se hace de manera espontánea, es el voluntarismo urbano, que debe ser la voluntad de crear una red jerarquizada en la mayor parte de los casos, no jerarquizada en algunos casos, aunque esto ya es más complicado. Pero generalmente, por lo menos en Europa y en América latina, jerarquizada. Con posibilidad de aumentar constantemente la posibilidades del centro de acoger diferencias, de organizar encuentros, de organizar comunicación. Barcelona es una ciudad que tiene una tradición comerciante especialmente mediterránea. Creo que es fundamental ser un centro suficientemente sólido para organizar, acoger, hacer posible encuentros entre gente distinta. En el momento actual estamos todos aterrorizados ante la incapacidad de establecer contactos con el sur del mediterráneo, que es el vecino próximo. Por esto, nosotros -Italia, España, Francia- tenemos que ser agentes de secularización, de ayudar al mundo islámico que es como el mundo cristiano de antes. A separar los sedimentos -costumbres, leyes y creencias- y permitir el encuentro no de costumbres diferentes, sino de fe religiosas, ya que tienen un elemento de universalismo, aunque no sea el mismo Dios, aunque no sean las mismas leyes, pero hay por lo menos una intención de universalismo, de universalización.
La ciudad metropolitana
Eso me parece la orientación posible, la orientación necesaria de una política urbana, aumentar, hacer que el centro tenga más posibilidades de comunicación entre culturas, grupos sociales, individuos y sexos diferentes. Que cada elemento, que la pirámide que viene de la vida local al centro metropolitano sea una jerarquía positiva de capacidad de comunicación y de manejar diferencias. Un filósofo, canadiense inglés, Charles Taylor, ha definido la democracia como la política de reconocer al otro. Por ejemplo, él en su país, es canadiense e inglés, dice tenemos que reconocer al canadiense francés, pero a la vez él tiene que reconocernos a nosotros. Esta idea de comunicación es fundamental, y se entiende que lo que estoy diciendo ahora es una respuesta a lo que he dicho en la primera parte: la decadencia de la ciudad. La decadencia de la ciudad es la segregación, la separación del mundo económico, técnico que se vuelve más y más global, más y más actual; y las identidades culturales que se cierran y tienen un deseo tremendo de mantener su homogeneidad, su pureza, etc. Por eso el papel de lo político a nivel mundial, a nivel de la UNESCO, a nivel de los países, pero más y más al nivel de las ciudades, y básicamente de este elemento fundamental del mundo de hoy que es la ciudad metropolitana, la gran ciudad. La ciudad puede ser de 20 millones de habitantes, o lo que sea, pero diría que realmente el papel, la meta central de una política urbana es aumentar el grado de heterogeneidad a medida que uno se acerca al centro y a la cumbre de la organización urbana. Ya he dicho lo esencial que quería decir. Lo interesante ahora sería pasar a las consecuencias concretas, pero quiero insistir sobre lo que acabo de decir porque estamos entrando, con esperanza o miedo en un mundo europeo cada día más unificado. Como todos sabemos en esta Europa actual los capitales, los bienes, las informaciones, los servicios, todo circula libremente, salvo los seres humanos. Eso significa que el ser humano no es una mercancía o una información, es un actor posible, y no podemos resolver el problema de los seres humanos como el problema de las mercaderías o de los capitales. No necesitamos una centralización, un banco central de las religiones o de las ideas filosóficas o de los cálculos científicos o de los pintores. No, lo que necesitamos es exactamente lo contrario, la función básica de la ciudad. Y por eso el Estado nacional está en un crisis más profunda que la ciudad, y ustedes saben que en todos los países europeos la importancia del alcalde ha aumentado enormemente, por ejemplo en mi propio país un alcalde no era nada, cualquier funcionario de la administración era mucho más poderoso. Ahora no es así. En Alemania también. El alcalde de Hamburgo es como un ministro, porque es un Estado. Pero la ciudad representa el lugar estratégico de lucha contra la centralización de la desocialización, de la tecnología y de la economía. Es solamente al nivel de la ciudad, y especialmente de la ciudad grande, metropolitana, que organizando la participación de la ciudad y de sus habitantes en la red internacional, mundial de tecnología, informaciones y actividades de producción, se puede organizar el encuentro, la compatibilidad de esta integración
de tipo económico con la diversidad creciente de la cultura. Ustedes, como yo, encuentran en la calle todos los días gente que viene de África, gente que viene del s. XV, a veces del s. VIII. El problema es que vivimos en un mundo de simultaneidad. Encendemos la televisión y en la MTV son puros negros, como si en EE.UU. o en Inglaterra solamente los africanos cantasen. Pero es así, ustedes encuentran más fácilmente a un cantante de Jamaica que a un electricista para arreglar sus desperfectos. Es decir, porque en la televisión usted no ve electricistas pero ve muchos cantantes. La ciudad no como lugar, la ciudad en su realidad virtual, en su realidad material, en su realidad imaginaria, es el lugar central donde se puede recomponer, reinventar un espacio político. Es decir, esta mediación que necesitamos absolutamente para evitar que estos dos continentes de la objetividad y de la subjetividad se separen más y más hasta una doble catástrofe. Por eso creo que celebrar el 10ª aniversario de esta mancomunidad no es sólo una ceremonia, creo que puede ser una oportunidad buena para reflexionar sobre el futuro de la sociedad y civilización urbanas, y para darnos cuenta de que la ciudad no es un elemento, el pueblo, la ciudad, la nación, Europa, el mundo, no son elementos. Existen dos tendencias opuestas a la globalización y a la localización como dicen los ecologistas Think global at local. Sí, está muy bien, pero el global y el local están más y más separados, y ¿como pueden mantener una vinculación?: en la ciudad. La ciudad no como política, la ciudad como encuentro, como organización institucionalizada de comunicación entre grupos e individuos diferentes. Tomado de: www.lafactoriaweb.com/articulos/touraine6.htm -Este artículo es la transcripción de la conferencia que Alain Touraine pronunció el pasado día 2 de febrero de 1998 en Barcelona con motivo del "10è aniversario de la Mancomunitat Metropolitana".
Lección 3
¿Cómo se puede ser extranjero en una ciudad? Manuel Delgado Ruiz
Plantear ante todo el estudio de las ciudades como el de sus elementos inestables e intranquilos es, de algún modo, continuar dándole la razón a no pocas de las intuiciones que la Escuela de Chicago fue capaz de organizar teóricamente allá por los años veinte, treinta y cuarenta; sobre todo a la hora de concebir la ciudad como un sistema ecológico donde cada uno de los elementos existía abandonado a tareas nunca interrumpidas de adaptación. La gran virtud de la Escuela fue contemplar la ciudad como un espacio por el que podían verse circular, sobreponerse, y ser objeto de intercambio, con libertad, intensamente y en todas direcciones, todo tipo de contenidos étnicos, ideológicos y religiosos, produciendo hibridaciones, mixturas y préstamos
muchas veces sorprendentes. Con ello se proclama que lo que caracterizaba las ciudades era su condición heterogenética, es decir la de ser consecuencia de procesos basados en la pluralidad. Dicho de otro modo, la diversificación en marcos urbanos no es que sea posible a causa de la tendencia al relativismo, la tolerancia y hasta la indiferencia mutua que impone la yuxtaposición de formas sociales típicas de la ciudad, sino que resulta estructuralmente necesaria para que se lleven a cabo los aspectos fundamentales de la función urbana, el combustible fundamental que es, según Louis Wirth, la heterogeneidad generalizada. No es que la ciudad tolere la diversidad, es que la estimula y la premia. A la ciudad, en efecto, le es indispensable reclutar la diversidad si quiere ver cumplido aquel requisito, enunciado ya por Darwin y por Durkheim, según el cual la diferenciación y la especialización son requisitos que toda sociedad demográficamente densa exige para que quede garantizada su propia supervivencia. Se trata, al fin y al cabo, de la definición misma de lo urbano, sociedad heterogénea de sociedades ellas mismas heterogeneizadas, que adopta como escenario un espacio diferenciado. Tenemos con ello que la etnodiversidad no haría otra cosa que desplazar al campo de la cooperación social el principio mismo de la biodiversidad. Según este principio las especies animales y vegetales dependen del proceso de diferenciación y especialización que habrá de adaptarlas ventajosamente a condiciones ambientales extrínsecas, a las cuales han de integrarse estableciendo con las demás formas de vida presentes relaciones de interdependencia.
Sección 1 Lo urbano está determinado por esa heterogeneidad de formas de pensar, de decir, de hacer, al mismo tiempo que por la pluralidad de espacios o molares. En su esfera sólo podría encontrar, evocando el texto de Deleuze sobre Nietzsche, "diferencias que producen diferencias".1 Ese concepto de ciudad, no obstante, todavía mantenía la ilusión de un espacio urbano dividido en barrios poco permeables, en algunos casos constituidos a la manera de guetos en que un grupo singularizado podía quedarse a solas consigo mismo, aislándose del resto de la trama ciudadana. En esa tesitura, Wirth, Burguess, Park, Thomas y demás teóricos de la Escuela de Chicago todavía entendían la ciudad en términos organicistas, es decir como un todo integrado: cada uno de los elementos sociales participantes en el juego de las estrategias de socialización urbanas tendían a formas de equilibrio y de estabilidad. Salvo, claro está, en el caso de aquellos que, fracasados en su intento, se veían abocados a una u otra forma de marginalidad. Las revisiones posteriores de los paradigmas de la Escuela de Chicago han sabido matizar este pragmatismo funcionalista inicial. Lo han hecho por la vía de advertir que las ciencias sociales de la ciudad difícilmente podían aspirar a encontrar objetos estáticos sobre los cuales trabajar —estructuras cristalizadas
como las que podían caracterizar las sociedades tradicionales—, sino más bien unos objetos constituidos que sólo efímeramente llegaban a estructurarse y que parecían condenadas a un vaivén continuo. Tampoco resultaba viable lo que la Escuela de Chicago quería que fuera un estudio que tomara el enclave étnico (barrio singularizado, gueto) como su tema de estudio. El objeto de estudio tiende a comportase como una entidad resbaladiza, que nunca se deja atrapar, que siempre se escapa y se escabulle muchas veces ante nuestras propias narices. Por supuesto que era posible elegir un grupo humano y contemplarlo aisladamente; pero eso no podía ser viable sino con la contrapartida de renunciar a ese espacio urbano sobre el cual era recortado y que acaba fumándose o apareciendo a ratos, como un transfondo le cobraba mayor o menor realce. Ahora bien, a la hora inscribir ese supuesto grupo en un territorio delimitado, cual consideraban como el suyo resultaba que tal territorio nunca era del todo suyo, sino que debía ser compartido con otros grupos, que llevaban a cabo otras oscilaciones en su seno a la hora de habitar, trabajar o divertirse. No era factible entonces otra cosa que hacer, en el caso de los antropólogos, una especie de antropología en la ciudad, la antropología que hiciera abstracción del nicho ecológico en que el grupo era observado, que lo ignorase, que renunciase al conocimiento de la red de interrelaciones que comunidad estudiada establecía con su medio —que no dejaba de ser natural—, pero que estaba hecho todo él de interacciones ininterrumpidas y persistentes con otras colectividades. Poca cosa de orgánico podríamos encontrar en lo urbano. El error de la Escuela de Chicago consistió en ese modelo organicista que hacia buscar los dispositivos de adaptación de cada presunta comunidad —imaginada como entidad homogénea y contorneable— a su medio ambiente. Frente a esa visión estática de las comunidades luchan- o entre ellas y con el medio por la adaptación ventajosa, lo que cabe ver, es la manera como la relación entre las colectividades y el espacio se basa en la tensión, la puesta distancia y, eventualmente, el conflicto y hasta la lucha. Por supuesto que no era viable antropología de la ciudad alguna; una antropología de comunidades aisladas no podía prohijar una antropología que hiciera de la ciudad su objeto específico de conocimiento. En cambio, si lo que se primaba era la atención por el contexto físico y medioambiental y por las determinaciones que de él lardan, a lo que se debía renunciar, entonces, era a la ilusión de comunidades exentas para estudiar; ya era entonces, el grupo humano el que era con ello soslayado en favor de otro objeto, la ciudad misma. El grupo tendía a confundirse justamente, por la obligación que los mecanismos urbanos imponían a los elementos sociales a un movimiento continuo que no podía producir, al buscador de estructuras estables, mucho más que instantáneas movidas. Tampoco se trata de una innovación extraordinaria. Estamos ante ese traspaso del interés por la estructura social (propio de la tradición durkheimniana) al interés por
el vinculo social, sobre todo cuando este vinculo adopta todo tipo de formas, desdoblamientos y despliegues, como ocurre en el caso de las macrosociedades urbanas. El primer interaccionismo (G. H. Mead) y la sociología de las socialidades de Simmel serian los fundamentos de esa atención preferente por las tecnologías vinculativas. En esa senda si la antropología urbana quería serlo de veras, debería admitir que ninguno de sus objetos potenciales estaba nunca solo. Todos estaban sumergidos en esa red de fluidos que se fusionan y licuan, o que se fusionan y se escinden. La ciudad por definición, tenía que ser considerada como un espacio de las disoluciones, de las dispersiones y de los encabalgamientos entre identidades que tenía incluso su escenario en cada sujeto psicofísico particular; es este también un ejemplo de la necesidad de estar constantemente, en su propio interior, negociando y cambiando de apariencia. No en vano nos vemos obligados, para referirnos a lo que ocurre en la ciudad a hablar constantemente de confluencias, avenidas, ramblas, con- gestiones, mareas humanas, públicos que inundan, circulación, embotellamientos, caudales de tráfico que son canalizados, flujos, islas, arterias, evacuaciones..., y otras muchas locuciones asociadas a lo líquido: la sangre, el agua. Esta misma exaltación de lo líquido es la consecuencia de la definición propuesta acerca de lo que es la ciudad: estructura inestable entre espacios diferenciados y sociedades heterogéneas, en que las continuas fragmentaciones, discontinuidades, intervalos, cavidades e intersecciones obligaban al urbanita a pasarse el día circulando, transitando, dando saltos entre espacio y espacio, entre orden ritual y orden ritual, entre región y región, entre microsociedad y microsociedad. Por ello la antropología urbana debía atender las movilidades, porque es en ellas, por ellas y a través suyo, que el habitante urbano podía hilvanar su propia personalidad, toda ella hecha de trasbordos y correspondencias, pero también de traspiés y de interferencias.
Dicho de otro modo, si la antropología urbana no quiere perder de vista la singularidad, la esencia misma del objeto que ha escogido (las sociedades humanas en marcos urbanos), debe aceptar que ese objeto son secuencias, momentos, hechos sociales que no remiten a una sociedad (como Mauss habría querido), sino a muchas microsociedades que llegan a coincidir, como ondas, en el objeto, en el sitio o en el acontecimiento observado: colas del cine, bares, centros comerciales..., en fin, la calle. El espacio público, por ello, es un territorio desterritorializado, que se pasa el tiempo siendo reterritorializado y vuelto a desterritorializar después. Está marcado por la sucesión y el amontonamiento de poblaciones, en donde se pasa de la concentración y el desplazamiento de las fuerzas sociales que convoca o desencadena, y que está crónicamente condenado a sufrir todo tipo de composiciones y recomposiciones morales. Es desterritorializado también, porque en su seno lo único de veras consensuado es la indiferencia y la prohibición explícita de tocar, y porque constituye un espacio en que nada de lo
que concurre y ocurre es homogéneo. La imagen que más se adecúa es la de la esponja, que al mismo tiempo absorbe y expulsa los líquidos que atrapa. El antropólogo urbano, colocado, en cualquier punto que escoja, en su observatorio, se sitúa en un auténtico centro del cuarto de los ecos y las reverberaciones. Se entiende, en tal contexto, que es el anonimato lo que posibilita la vida urbana. El anonimato, con sus grados distintos de intensidad, se conforma de este modo como una forma —la única posible—, al mismo tiempo de protección de las individualidades identitarias y de estructuración de esa misma diversidad. La calle es de todo el mundo y nadie debería reclamar la exclusividad sobre ese ámbito en que el espacio público alcanza su propia literalidad. Se reconoce además a ese transeúnte, auténtico protagonista de la sociedad urbana, el derecho a protegerse de los malentendidos, de las malas interpretaciones, de las suspicacias; transciende que al tiempo que se le otorga el derecho a administrar a su conveniencia su capacidad de intercomunicarse con los demás y a negarse a interaccionar cuando es emplazado a ello, prefiere la reserva. Ante la predominancia abusiva de las socialidades, el derecho a la individuación, el aislamiento, por la vía, si es preciso, de la insociabilidad, el derecho a permanecer antipático. Por ello, lo que Lefebvre llama el derecho a la ciudad, el derecho a la ciudadanía, pasa por ver reconocido el derecho a la invisibilidad, a la protección que presta la indiferencia. En una ciudad productora de enormes diferencias, la única tabla de salvación para el self no puede ser más que la indiferencia. Porque la urbanización no niega completamente la individualidad y la privacidad; la ciudadanía garantiza el ejercicio de los dobles lenguajes y las retiradas a tiempo; es decir, el paso de la urbanidad a la ciudadanía, de la civilidad al civismo. Ese derecho a autoconstituirse en minoría cultural, sometida a todo tipo de yuxtaposiciones y articulaciones, no tiene porqué ser, como ha recordado Isaac Joseph, ningún problema; es, sencillamente, un hecho, lo que resulta ser "la tarea de la ciudad y el recurso político de la urbanidad".2 De hecho, lo que llamamos exclusión social no es más que la negación al hecho de que ciertos elementos del sistema pueden ser víctimas de gozar de ese pleno acceso al espacio público, al anonimato y a la indiferencia y la imposición de todo tipo de servilismos en forma de peajes o de controles; la negación del derecho a circular, a moverse, a discurrir pasando desapercibido. Estamos ante lo que la sociología llama paso del grupo primario al grupo secundario, o, si se prefiere, siguiendo lo que ha postulado Wicviocka, 3 entre grupos o individuos in/out. En el momento actual, la física de los sistemas complejos y los teóricos del caos nos advierten que también la sociedad —ni qué decir tiene que especialmente la sociedad urbana — podría ser un sistema abandonado a procesos irreversibles de disipación de energía; dinámicas entrópicas que darían la razón a Lévi-Strauss cuando, al final de Tristes trópicos, llamaba a la antropología entropología, dándole más la razón a Camot que a Darwin. Las
sociedades urbanas, las ciudades, serían ejemplos de escenarios en que se producen procesos lejos del equilibrio, en los que la estabilidad no existe, en donde ninguna de las conductas del sistema es apenas predecible y en las cuales el desorden es la fuente más segura de orden. De un orden que es el resultado de la constante autorganización de elementos moleculares sometidos a todo tipo de convulsiones y de movimientos desordenados. Frente a la vieja ilusión de un mundo estable, inmune al desorden, en donde los atractores centrales funcionan eficazmente ante toda desviación y la reconducen a la estabilidad, 4 lo que se percibe es la irrupción de fluidos u ondas. Éstas, lejos de amortiguarse, se amplifican y pueden acabar invadiendo la totalidad del sistema, forzándole a buscar estados y comportamientos cualitativamente distintos, en los que tampoco seria posible la paz. Se trata, al fin, de un regreso a la física lucreciana, aquella que era una ciencia de las turbulencias. El máximo divulgador de ese tipo de preocupaciones por la inestabilidad y la reconocido la analogía entre el desacato a las leyes de la termodinámica del equilibrio que podemos encontrar en las células y el que podemos hallar en las ciudades. ...Así pues, si examinamos una célula o una ciudad, la misma constatación se impone. No es solamente que estos sistemas estén abiertos, sino que viven de ese hecho, se nutren del flujo de materia y energía que les llega del mundo exterior. Queda excluido el que una ciudad o una célula viva evolucione hacia una compensación mutua, un equilibrio entre los flujos entrante y saliente. Si lo deseamos, podemos aislar un cristal, pero la ciudad y la célula, apartadas de su medio ambiente, mueren rápidamente. Son parte integrante del medio que las nutre, constituyen una especie de encamación, local y singular, de los flujos que no cesan de transformar.5 Es en este contexto, definido por la dependencia de las ciudades a oías y flujos procedentes en gran medida del exterior de si misma —aportes, por plantearlo como hubieran hecho Deleuze y Guattari— la urbe se agencia del medio magmático desordenado y sin forma que trabajan sus membranas y de las cuales depende su organización en estratos; allí vemos aparecer la figura del inmigrante, ese personaje del que dependen las ciudades por su crónica tendencia al déficit demográfico y que, por ello, son garantes últimos de su vitalidad y de su misma continuidad y renovación. Es evidente que, por mucho que ciertas leyendas político-mediáticas insistan en lo contrario, si el inmigrante ha llegado hasta la ciudad no es tanto por las condiciones de vida que sufría en su país, ni por catástrofes demográficas o sociales, sino sobre todo por requerimientos asociados al mercado de trabajo, por la necesidad de los países desarrollados —sobre todo en periodos de expansión económica— de mano de obra no cualificada, que esté dispuesta a ocupar lugares laborales que los trabajadores ya asentados rechazarían y a la que con frecuencia le van a ser
negados los derechos que éstos merecen. Dicho de otra manera, si el inmigrante ha acudido es porque de alguna forma ha sido apelado a hacerlo. 1 G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1971. 2 Cf. I. Joseph, "Le migraña comme tout venant", en: M. Delgado Ruiz, ed., Ciutnt i immigració, Barcelona, Centre de Cultura Contemporánia, 1997, pp. 177-188. 3 M. Wicviocka, El espacio del racismo, Barcelona, Paidós, 1992. 4 En donde la sociología funcionalista se reconocía, inspirándose en los sistemas orgánicos de equilibrio. 5 Prigogine e I. Stengers, La nueva alianza, Madrid, Alianza, 1994.
Sección 2 La ciudad puede ser, entonces, pensada como colosal mecanismo caníbal, cuyo sustento fundamental son esos inmigrantes que atrae masivamente, pero que nunca acaban de satisfacer su apetito. Este presupuesto de la Escuela de Chicago le anticipaba la razón a lo que proclamaban las manifestaciones antixenófobas recientes en numerosas ciudades europeas: en la ciudad todos somos inmigrantes, todos vinimos de fuera alguna vez. Definida por la condición heteróclita e inestable de los materiales humanos que la conforman, consciente como es, a su manera, de la naturaleza permanentemente alterada de las estructuras que la hacen viable, la ciudad sólo debería percibir como extranjeros a los recién llegados, aquellos que justamente acaban de arribar luego de haber cambiado de territorio. El inmigrante es, por ello, una figura efímera, destinada a ser reconocida, examinada y, más tarde o más temprano, digerida por un orden urbano del cual constituye el alimento básico, al tiempo que una garantía de renovación y continuidad. Ahora bien, si es así, si las ciudades dependen en tantos sentidos de estos aportes humanos que la nutren, ¿qué justifica entonces la aparición de un discurso que, contradiciendo toda las evidencias, se empeña en plantear la presencia de inmigrantes en las ciudades de Europa como una fuente de inquietud, como una amenaza o como un grave problema que hay que solventar? Paralelo a ello, si todo urbanita debe reconocerse a si mismo como resultado más o menos directo de la inmigración, ¿qué es lo que nos permite llamarle a alguien inmigrante, mientras que se dispensa a otros de tal calificativo, mereciéndolo por igual? ¿Quién, en la ciudad, merece ser designado como inmigrante? Y, ¿por cuánto tiempo? La idea de que los inmigrantes pueden ser considerados como protagonistas de una avenida, que luego de su llegada pasan a encerrarse en nichos más o menos estancos, configurando unidades sociales más bien homogéneas, es algo que la realidad no llegaría a certificar. Los movimientos migratorios no funcionan tanto como una oleada, sino como una continuación secuenciada de oleadas diferenciadas, que de hecho no llegan nunca a constituir comunidades plenamente cristalizadas, sino que dan lugar a segmentaciones, jerarquizaciones, fragmentaciones que afectan a cada una de esas presuntas
comunidades de paisanos. Si los inmigrantes son una de las grandes contribuciones a la heterogeneidad de las ciudades, es en gran medida porque ellos mismos son ya heterogéneos en su composición y en las conductas que adoptan para adaptarse a su nuevo nicho vital. En realidad, el inmigrante lo es en tanto culmina el proceso que va a poner en relación el hecho migratorio en sí —la llegada— y su ocupación del espacio. Esa ocupación es la que se va a resolver, en una primera instancia del proceso de inserción. De hecho, el gueto en el cual la Escuela de Chicago ubicaba naturalmente al inmigrante supondría una secuencia de ese proceso, una secuencia que serviría, al igual que su encuadramiento en una minoría étnica específica, para facilitar, paradójicamente si se quiere, el amoldamiento a los nuevos escenarios vitales que el inmigrante encuentra. La segregación espacial, social y cultural serviría al mismo tiempo como puente de acceso, a la vez que también como castigo por su ilegitimidad, a la manera de tributo que debe pagarse para ser plenamente aceptado en el status de ciudadanía al que aspira el llamado inmigrante. Papel parecido desempeña la declinación de la idea de identidad que el inmigrante hace suya; fórmula que le permite —a pesar del efecto guetizante que puede presentar— reclamar su derecho a verse reconocido como sujeto. Pero todo ello se adapta bien sobre todo a la imagen del mosaico empleado por la Escuela de Chicago; con ella la ciudad puede antojarse como un conglomerado de espacios específicos estancados en los que cada grupo se hace fuerte o se acuartela. Pero si, frente a la idea de mosaico, nos quedamos con esa otra imagen mucho más adecuada del caleidoscopio, para definir las composiciones cambiantes que produce el trabajo de la ciudad sobre sí misma, la cuestión se desplaza más bien al estudio de una realidad de los inmigrantes mucho más dinámica e inestable. Se trata ahora de los esfuerzos de los trabajadores inmigrantes por incorporarse al sistema laboral; un esfuerzo en donde las negociaciones, la lucha por obtener confianzas y por acumular méritos fuerza las estrategias y las negociaciones; un esfuerzo que es resultado de las redes interactivas en que el inmigrante se ve inmiscuido y cuyas canchas e interlocutores se encuentran por fuerza más allá de los límites de su propia comunidad de origen. Algo parecido ocurre con la pretensión de que el estudio de la inmigración puede ser el de sus enclaves. Se sabe perfectamente que los barrios de inmigrantes no son homogéneos ni social ni culturalmente, y que, más incluso que los vínculos de vecindad, el inmigrante tiende a trabajar redes de apoyo mutuo que se despliegan a lo largo y ancho del espacio social de la ciudad, lo que, lejos de condenarle al encierro en su gueto, le obliga a pasarse el tiempo trasladándose de un barrio a otro, de una ciudad a otra. El inmigrante en efecto es un visitador nato.6 Toda respuesta al enigma de los conflictos de los flujos migratorios que confluyen en la ciudad —es decir de esa manera de mostrar como problema lo
que de hecho constituye una solución—, debe pasar por reconocer que el que llamamos in sobre un plano homogéneo formado por presuntos no-inmigrantes o auctótonos— no es una figura objetiva, sino más bien un personaje imaginario; sin embargo, ello no desmiente su realidad, sino que la intensifica. Lo que hace de alguien un inmigrante no es una cualidad, sino un atributo, y un atributo que le es aplicado desde fuera, a la manera de un estigma y un principio denegatorio. El inmigrante es aquél, que como todos, ha recalado en la ciudad luego de un viaje, pero que al hacerlo no ha perdido su condición de viajero en tránsito, sino que es obligado a conservarla a perpetuidad. Y no sólo él, sino incluso sus descendientes, que deberán arrastrar como una condena la marca de desterrados heredada de sus padres y que hará de ellos eso que, contra toda lógica, se acuerda llamar inmigrantes de segunda o tercera generación. Lejos de la objetividad que las cifras estadísticas le presumen, el inmigrante es una producción social, una denominación de origen que se aplica no a los inmigrantes reales —lo que complicaría a la casi totalidad de urbanitas europeos—, sino sólo a algunos. A la hora de establecer con claridad qué es lo que debe entenderse por inmigrante, lo primero que se aprecia es que tal atributo no se aplica a todo aquél que vino en un momento dado de fuera. Ni siquiera a todos aquellos que acaban de llegar. En el imaginario social en vigor inmigrante es un atributo que se aplica a individuos percibidos como investidos de determinadas características negativas. El inmigrante, en efecto, ha de ser considerado, de entrada, extranjero, esto es de otro sitio, de fuera, y, más en particular, de algún modo intruso, puesto que se entiende que su presencia no responde a invitación alguna. El inmigrante debe ser, por lo demás, pobre. El calificativo inmigrante no se aplica en Europa casi nunca y a empleados cualificados procedentes de países ricos, tanto si son de la propia Comunidad Económica Europea como si proceden de Norteamérica o de Japón. Inmigrante lo es únicamente aquél cuyo destino es ocupar los peores lugares del sistema social que lo acoge. Además de ser inferior por el sitio que ocupa en el sistema de estratificación social, lo es también en el plano cultural, puesto que procede de una sociedad menos modernizada —el campo, las regiones pobres del propio Estado, el Sur, el llamado Tercer Mundo...—. Es por tanto un atrasado en lo civilizatorio. Por último, es numéricamente excesivo, por lo que su percepción es la de alguien que está de más, que sobra, que constituye un excedente del que hay que librarse. De este modo, los inmigrantes pueden ser pensados como una masa indeseable que ha conseguido infiltrarse hasta el corazón mismo de la polis, y que se ha instalado allí como un cuerpo mórbido y en continuo crecimiento, un tumor maligno o una infección de los que hay que interrumpir el avance. La condición civilizatoria inferior del llamado inmigrante, se ve compensada inquietantemente por su capacidad de proliferar y reproducirse, pero también por lo escasamente escrupuloso de sus comportamientos y la facilidad con que recurre a la brutalidad. Se trata, al fin, de una reedición de la imagen legendaria
del bárbaro: el extraño que se ve llegar a las playas de la ciudad y en el que se han reconocido los perfiles intercambiables del náufrago y del invasor, que, en principio, se caracteriza por su condición pre-, semi- o extra-humana. 6 I. Joseph, "Du bon usage de I, École de Chicago", en: J. Román, ed., Ville, exclusión et citoyenneté. París, Seúl, pp. 69-96.
Sección 3 Todo lo expuesto nos permitiría contemplar la noción de inmigrante como útil no para designar una determinada situación objetiva —la de aquél que ha llegado de otro sitio—, sino más bien para operar una discriminación semántica, que, aplicada exclusivamente a los sectores subalternos de la sociedad, serviría para dividir a éstos en dos grandes grupos, los cuales mantendrían entre si unas relaciones al mismo tiempo de oposición y de complementariedad: de un lado el llamado inmigrante; del otro el autodenominado "autóctono", que no sería otra cosa en realidad que un inmigrante más veterano. Esta dualización de la sociedad que es la que funda la distinción ya señalada entre grupos o personas out versus grupos o personas in no se conforma con marcar a una minoría muy pequeña a la cual sobreexplotar y hacer culpable de los males sociales. En muchos lugares (Cataluña, por ejemplo) la raya que divide puede estar situada muy cerca de la mitad misma de la población, de manera que los espacios taxonómicos que separan a los inmigrantes de los autóctonos pueden cortar la sociedad en dos grandes grupos casi equivalentes, de los cuales el de los primeros será siempre el situado más abajo. A su vez, los inmigrantes, una vez instalados en su mitad podrían ser segmentados a partir de su orden de llegada, de un modo no muy diferente al que estudiara Jean Pouillon constituyendo la base de la sociedad hadjerai del Chad. 7Tal dispositivo de jerarquización encontraría un buen número de ejemplos. En Francia, italianos, españoles, portugueses y magrebíes son objeto de una estratificación moral fundada en la fecha de su incorporación a los suburbios de las grandes ciudades. En Israel, un país todo él formado por inmigrantes, ha sido el turno de llegada lo que le ha permitido a los sefarditas procedentes del Oriente europeo y el Norte de África atribuirse un estatuto en tanto que autóctonos mayor que el que le corresponde a los askenasitas venidos de Europa central, o los originarios de Estados Unidos o Australia. Naturalmente, a quienes les toca llevar la peor parte es a los falashas que han ido llegando a Israel desde principios de los años ochenta, o a los que en los últimos años lo han hecho procedentes de Rusia, Georgia, Uzbekistán o Kirgui- zistán. Esta operación taxonómica que el valor inmigrante permite llevar a cabo puede trascender los elementos más llamativos de la inmigritis, entendiendo por tal el grado de extrañeza que puede afectar a un determinado colectivo. Así, en Europa el aspecto fenotípico es un rasgo definitorio, que permite localizar de una forma rápida al inmigrante absoluto del inmigrante relativo: el magrebí, la filipina o el senegambés (inmigrantes totales, afectados de un nivel
escandaloso de extrañeza). Éstos pueden distinguirse del chamego, el maketo o el terrón, inmigrantes relativos o de baja intensidad. En cambio, hay ejemplos en los que el fenotipicamente exótico puede ocupar un lugar preferente en la jerarquía socio- moral que la noción de inmigrante propicia, mientras que comunidades menos marcadas físicamente pueden ser consideradas como mucho más afectadas de inmigración. Es el caso del status que merecen los originarios de Italia, Japón o China en Sao Paulo (que son considerados paulistas), mientras que las personas procedentes del Norte o del interior del Brasil en las últimas dos décadas merecen la consideración de inmigrantes e incluso de extranjeros. 8 Además, el señalado como inmigrante desarrolla otra función que es de orden esencialmente lógico-simbólico. Como muy bien ha hecho notar Isaac Joseph, el inmigrante ha sido marcado como tal para ser mostrado sobre un pedestal, constituirse en un personaje público, cuya función es la de pasarse el tiempo dando explicaciones acerca de su conducta y de su presencia. Para ello se le niega el derecho fundamental que todo ciudadano moderno ve reconocido para devenir tal, que es el de poder distinguir con claridad entre los ámbitos privado y público, de manera que en este último pueda recibir el amparo de esa película protectora que es el anonimato. Con ello se logra, como ha hecho notar Isaac Joseph que el inmigrante resulte ideal para hacer de su experiencia la de la propia desorganización social vista desde dentro. En efecto, el inmigrante vive la urbanidad y la civilidad, pero se le niega la ciudadanía y el civismo, justamente porque se le niega el derecho a la plena accesibilidad. Para él, la circulación es complicada, cuando no imposible, está llena de obstáculos y de impedimentos. Porque, ¿qué es la accesibilidad del espacio público sino la clave misma de la sociabilidad ciudadana, de la urbanidad, la prueba de fuego de todo sistema auténticamente democrático? Si puede llevar a cabo esta tarea de operador simbólico es porque el llamado inmigrante representa un puente entre instancias irreconciliables e incomunicadas, pero que él permite reconocer como haciendo contacto y, al hacerlo, provocando una suerte de cortocircuito en el sistema social. En efecto, el llamado inmigrante representa ante todo una figura imposible, una anomalía que el pensamiento se resiste a admitir. Simmel lo expresó inmejorablemente en su célebre Digresión sobre el extranjero: 9 se ha fijado dentro de un determinado círculo espacial; pero su posición dentro de él depende esencialmente de que no pertenece a él desde siempre, de que trae al círculo cualidades que no proceden ni pueden proceder del círculo. La unión entre la proximidad y el alejamiento, que se contiene en todas las relaciones humanas, ha tomado aquí una forma que pudiera sintetizarse de este modo: la distancia, dentro de la relación, significa que el próximo está lejano, pero el ser extranjero significa que el lejano está próximo.
La ambigüedad y la indefinición del inmigrante son idóneas para dar a pensar todo lo que la sociedad pueda percibir como ajeno, pero instalado en su propio interior. Está dentro, pero algo o mucho de él, depende y permanece aún afuera. Está aquí, pero de algún modo permanece todavía allí, en otro sitio. O, mejor, no está de hecho en ninguno de los dos lugares, sino como atrapado en el trayecto entre ambos, como si una maldición sobrenatural le hubiera dejado vagando sin solución de continuidad entre su origen y su destino, como si nunca hubiera acabado de irse del todo y como si todavía no hubiera llegado del todo tampoco. El inmigrante es condenado a habitar perpetuamente la fase liminal de un rito de paso, ese espacio que, como escribía Víctor Tumer refiriéndose a la liminalidad, hace de quien lo atraviesa alguien que no es ni una cosa, ni otra, pero que puede ser simultáneamente las dos condiciones entre las que transita —de aquí, de fuera—, aunque nunca de una manera integral. Ha perdido sus señas de identidad, pero todavía no ha recibido plenamente las del iniciado. La figura del inmigrante, puesta de este modo "entre comillas", encarna una contradicción estructural, en que dos posiciones sociales antagónicas — cercano-lejano; vecino- extraño— se confunden. Conceptualmente, aparece emparentado con las imágenes análogas del traidor, del espía o, en la metáfora organicista, del virus, el germen nocivo, la lesión cancerígena. Por ello el inmigrante no sólo es considerado él mismo sucio, sino vehículo de representación de todo lo contaminante y peligroso. Es por eso que no sorprende el uso paradójico de un participio activo o de presente —inmigrante—para designar a alguien que no está desplazándose —y por tanto inmigrando—, sino que se ha vuelto o va a volverse sedentario, y al que por tanto debería aplicársele un participio pasado o pasivo —inmigrado—. También eso explica que el inmigrante pueda serlo de segunda generación, puesto que la condición taxonómicamente monstruosa de sus padres se ha heredado y, a la manera de una especie de pecado original, ha impregnado a generaciones posteriores. Esa condición clasificatoriamente anormal del llamado inmigrante haría de él un ejemplo de lo que Mary Douglas había analizado sobre la relación entre las irregularidades taxonómicas y la percepción social de los riesgos morales, así como las alucinaciones consecuentes a propósito de la contaminación y la impureza. Más allá, al inmigrante podría aplicársele también mucho de lo que, alrededor de las tesis de Douglas, Dan Sperber había conceptualizado sobre los animales monstruosos, híbridos y perfectos. Lo que éstos resultan ser para el esquema clasificatorio zoológico no sería muy distinto de lo que la representación conceptual del inmigrante supondría para el orden que organiza la heterogeneidad de las ciudades. El inmigrante sólo podría ver resuelta la paradoja lógica que implica —algo de fuera que está dentro— a la luz de una representación normativa ideal en la cual, en el fondo, él resultaría ser el garante último. Su existencia es entonces la de un error, un accidente de la historia que no corrige el sistema social en vigor, constituido por los autodenominados autóctonos, sino que, negándolo, le brinda la posibilidad de confirmarse. Lo hace operando como un mecanismo mnemotécnico, que evoca la verdad velada y anterior de la sociedad, lo que era
y es en realidad, ejemplarmente, en una normalidad que la intrusión del extraño revalida, aunque imposibilite provisionalmente su emergencia. En resumen, el inmigrante le permite a la ciudad pensar los desarreglos de su presente — fragmentaciones, desórdenes, desalientos, descomposiciones— como el resultado contingente de una presencia monstruosa que hay que erradicar: la suya. 7 J. Pouillon,"Appartenance et identité", en: Le cru et le su, París, Seuil,1993, pp.112-122. 8 A. Silva, Imaginarios urbanos, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo, 1992. 9 G. Simmel, " Digresión sobre el extranjero", sociología II, Madrid, alianza, 1982. 10 D. Sperber, "Pourquoi les animaux parfaits, les hybrides et les monstres sont-iis bons á penser symboliquement", L,'Homme, XV/2 (abril-junio).
Lección 4
Ciudad Bolívar: Diferencias culturales y políticas en contacto Una mirada sociolingüística a la migración y el desplazamiento forzado en Colombia Ana Constanza Rodríguez Álvarez Javier Moreno Valero RESUMEN Este artículo plantea que el crecimiento urbano en Colombia generado, en gran medida, como consecuencia de la migración interna desde mediados del siglo XX, ha configurado escenarios de contacto en los que confluyen diferencias culturales, sociales y regionales. En escenarios como Ciudad Bolívar en Bogotá, o Cazucá en Soacha, se puede observar cómo los migrantes intentan reconstruir nuevos lugares sociales y políticos mediante redes familiares y sociales, que les permiten, por un lado, mantener lazos con sus lugares de origen, y por el otro, crearlos con sus nuevos lugares de residencia. Tomando como referencia el concepto de campo total planteado por Max Gluckman, proponemos observar, a través de los usos de la lengua, el contacto de las diferencias culturales y políticas que se presentan en estos nuevos escenarios urbanos, así como los procesos de adaptación y resistencia que dan lugar a nuevas comunidades. Apoyados en la metodología sociolingüística, mediante una observación sistemática de los diversos usos del habla por parte de estas comunidades, se busca construir una perspectiva de análisis que permita trascender los enfoques asistencialistas y humanitarios que caracterizan los estudios sobre el desplazamiento forzado, y que ofrezca otras formas de abordar las dinámicas migratorias.
Sección 1 CIUDAD BOLÍVAR: ESCENARIO DE ENCUENTROS Y DESENCUENTROS “Desde el punto de vista humano, Bogotá se ha convertido en una total representación del país; la provincia se reproduce en la capital, se acentúa y se desdibuja en otras confluencias. En sus calles se escucha la continuidad rítmica de voces regionales, que van perdiendo sus acentos por el uso del intercambio del hablar y del escuchar. Pero lo originario regional prevalece comouna constancia humana” (Alape, 2003: 17) En las últimas dos décadas Ciudad Bolívar se ha constituido en un escenario en el que como consecuencia de la expulsión masiva de personas de las distintas regiones del territorio colombiano, a causa del conflicto armado y la ejecución de mega proyectos, no sólo ha aumentado considerablemente su población, sino que además se matiza con las innumerables cargas semánticas asociadas con la exclusión, la pobreza, la inseguridad y, por supuesto, los remanentes de los conflictos sociales derivados del desplazamiento forzado. Ciudad Bolívar corresponde al conjunto de barrios que dentro de la división administrativa de Bogotá hacen parte de la Localidad 19. Este rótulo, que en principio se deriva de la administración distrital para distribuir de mejor manera los recursos, desde hace algunos años constituye la marca social de cientos de sus habitantes, quienes tienen que cargar con el estigma de la delincuencia, la marginalidad y el conflicto armado. La historia contemporánea de Bogotá tiene también sus raíces en los mismos límites de la provincia. La antigua mentalidad regional acomodándose a los rigores de una mentalidad capitalina oficial excluyente, que por cierto no solo excluye sino que criminaliza a la otra ciudad que habita dentro de Bogotá, por ejemplo, Ciudad Bolívar. La criminaliza al señalarla como único origen de males sociales, la criminaliza cuando intenta meter en el olvido institucional, su propia existencia; la criminaliza porque le ofrece espejismos presupuestales que nunca se cumplen. Pero la fuerza de la convivencia cotidiana de nexos culturales de un pasado ya desarraigado, sobrevive en todo un proceso apremiante y violento de adaptación. Esos nexos culturales nunca han tenido el entierro y bendición de un dramático olvido, en quienes son sus portadores. (Alape, 2003:19) Sin embargo, Ciudad Bolívar, en tanto que se ha convertido en un referente que se asocia con el peligro y la marginalidad, no siempre corresponde con la totalidad de los barrios que administrativamente la componen como localidad. La gente de Ciudad Bolívar, independientemente del barrio en el que vivan, es la gente que tiende a ser rechazada por el resto de la ciudad; incluso por otros habitantes al interior de la misma localidad.
Lo cierto es que en una zona como Ciudad Bolívar, vienen muchos emigrantes por factores de violencia, a causa de una persecución que se da en el país. Al llegar acá, esa gente sigue siendo señalada. De pronto vienen de una zona violenta, de pronto fueron involucrados en defensas de campesinos, en movimientos armados, cuando se da el Proceso de Paz hay mucha gente que llega a Ciudad Bolívar. De todas maneras continúan con la marca de su pasado. Entonces dicen, pero es que a Ciudad Bolívar están llegando personas involucradas en la violencia.”, comenta un joven en la obra ‘Ciudad Bolívar. La hoguera de las ilusiones’ de Arturo Alape sobre la localidad (Alape, Op.cit. p.248). Esta situación de rechazo que acompaña a los habitantes de Ciudad Bolívar, hace parte de un sinfín de dinámicas generadas por la confluencia de diferencias culturales, que en los escenarios urbanos se convierten además en diferencias políticas, que dificultan la constitución de un territorio en medio de la búsqueda de elementos comunes que aúnen a sus habitantes. Si bien suele ser común que muchos de los habitantes de Ciudad Bolívar sean personas desplazadas por el conflicto armado, también lo es que un amplio número de la población que converge en la localidad, se hayan movilizado por razones voluntarias como la búsqueda de otras oportunidades laborales y el deseo de ascenso social. Como consecuencia de la migración interna que ha vivido el país en los últimos setenta años, Bogotá es la ciudad más poblada de Colombia. De acuerdo con las cifras del Censo General del 2005, se concluye que “en el Distrito Capital habitan 6.776.009 personas, es decir, el 16.4% del total de la población nacional, estimada en 42.090.502.”. La ciudad se subdivide en 20 localidades, que funcionan de manera descentralizada en términos administrativos y que evidencian diferencias sociales y económicas que se han construido a través del tiempo dentro de la ciudad. De las 20 localidades en las que se divide administrativamente la ciudad, Ciudad Bolívar, junto con Usme y Bosa, presentan un alto índice de crecimiento anual de familias y un incremento caótico y desordenado de asentamientos en zonas geográficas de alto riesgo no legalizadas y desprovistas de los servicios públicos esenciales. La localidad Ciudad Bolívar concentra un número de 575.549 habitantes, pertenecientes, en su mayoría, a los estratos 1 y 2 y distribuidos en 252 barrios. (CODHES, 2007, p.52). Ya que esta localidad presenta una alta concentración de población en situación de desplazamiento, y por ende una recepción poblacional permanente, consideramos que es un escenario social y geográfico que permite comprender las dinámicas adaptación y resistencia de la población migrante que se ve obligada a instalarse en las grandes ciudades. Las figuras 1 y 2 muestran las principales zonas de procedencia de las personas que llegan a Bogotá para el 2004, en las que se destacan los departamentos de Tolima y Huila como los de mayor índice de expulsión que llegan al distrito capital.
Así, Ciudad Bolívar se ha convertido en un escenario en el que convergen diferencias culturales y políticas en medio de condiciones sociales y económicas ligadas a la pobreza y la marginalidad. Sin embargo, estas múltiples características se entrelazan unas con otras de acuerdo con las dinámicas de supervivencia, la presencia de actores armados, y las demandas hechas al Estado para garantizar el retorno a los lugares de origen. La heterogeneidad de características de la población que arriba a estos escenarios de crecimiento urbano, exige definir una serie de variables que permitan abordar las comunidades con un lente que no caiga en la generalización de rasgos que entran en contacto, tales como la procedencia de la población, la motivación de su movilización, las trayectorias de movilidad y las prácticas cotidianas de las personas que se insertan en las dinámicas sociales de la ciudad.
Sección 2 UNA MIRADA A LA MIGRACIÓN Y EL DESPLAZAMIENTO FORZADO DESDE LOS ESCENARIOS URBANOS En Colombia, las aproximaciones a la migración poblacional, han generado una serie de propuestas teóricas, metodológicas y conceptuales, que responden a la diversidad de los procesos de migración tanto al interior, como hacia el exterior de las fronteras nacionales. En este sentido, es importante profundizar en el recorrido que diferentes autores han realizado para caracterizar el problema de la movilidad poblacional en el país, y lograr así la ubicación de los elementos teóricos que permitan la comprensión del contacto cultural derivado de este fenómeno. La movilidad en Colombia, exige diferenciar entre las categorías, migración y desplazamiento forzado, a partir de los aportes teóricos y metodológicos que se han realizado con diferentes perspectivas, en los que se incluyen los estudios de género, de violencia y de conflicto social, así como el análisis de los proyectos de vida de las personas migrantes o en condición de desplazamiento, y la forma en que se construyen nuevas comunidades en los escenarios receptores. Las ciudades colombianas hacen parte de esos escenarios en donde convergen culturas, situaciones sociales y experiencias, así como variedades dialectales y modos de hablar diferentes. Las ciudades receptoras en Colombia se han llenado con la pluralidad del país y hablar de una cultura propia para cada ciudad se hace algo cada vez más complejo. Estos contextos de interacción social, cultural y dialectal hacen que se abran nuevos espacios para la negociación de identidades y la integración a un territorio, construyéndose nuevas territorialidades. Andrés Salcedo manifiesta que la nueva “colonización urbana”, generada por el desplazamiento forzoso, “no es otra cosa que un reestablecimiento de hecho, ante la incapacidad del Estado para generar una política pública de estabilización y reintegración. Las invasiones y la
ocupación de zonas desabitadas son formas a través de las cuales estas comunidades reclaman un espacio de ciudadanía en el país” (2006). No obstante, la población en situación de desplazamiento que se reubica en “la periferia de la periferia”, es vista de diversas maneras por los residentes de barrios en proceso de consolidación, como ocurre en las zonas altas de la localidad de Ciudad Bolívar y Altos de Cazucá, siendo considerados como víctimas merecedoras de apoyo y solidaridad, o como actores del conflicto armado, asociando su llegada con inseguridad y delincuencia (Bello, Mosquera, Mantilla y Camelo, 2002. citado en Salcedo, 2006). De este modo, el proceso de reubicación en las grandes ciudades trae consigo no sólo la reestructuración de dinámicas sociales y familiares, sino la creación de nuevas redes sociales y “la oportunidad para organizarse políticamente ampliando las relaciones de solidaridad, sobretodo durante los procesos de supervivencia y reconstrucción” (Osorio, 1998). Salcedo sugiere que “al tiempo que la guerra fragmenta, destruye y desarticula, las poblaciones en situación de desplazamiento recomponen, vinculan y articulan poblaciones, capitales étnicos y capitales políticos de enorme valor y riqueza, en un proceso que he llamado de reconstrucción.”(Salcedo, 2008:333). En este punto, es preciso señalar que en estos escenarios de contacto ubicados en las zonas periféricas, a los que llegan no sólo personas desplazadas por el conflicto armado, sino también migrantes que buscan mejores oportunidades en la ciudad, la experiencia de la adaptación y construcción de nuevas comunidades, es vivida por hombres y mujeres de manera distinta. Salcedo, apoyándose en Meertens (2001), señala que “para los hombres se hace más difícil conseguir empleo ya que se enfrentan con la pérdida del estatus que tenían como proveedores de la familia, aumentando su participación en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Por su parte, las mujeres desarrollan rápidamente estrategias que les permiten obtener los medios materiales necesarios para la existencia” (Salcedo, 2006. Meertens, 2006). Sin embargo, nos hace falta una mirada de la experiencia de la reubicación que tienen desplazados y migrantes en zonas urbanas en las que se genera no sólo un contacto de diferencias culturales y políticas, sino además unos procesos de adaptación o resistencia que se particularizan de acuerdo con los roles y oportunidades que encuentran las personas según su condición de género. Ahora bien, ¿es posible observar dichos procesos y condiciones particulares de reconstrucción, adaptación y resistencia mediante la observación de la lengua como manifestación cultural que comunica, congrega e identifica? ¿Será posible abrir otras perspectivas de análisis que trasciendan la visión asistencialista y humanitaria, y permita comprender los procesos de reconstrucción cultural en estos nuevos escenarios urbanos? La propuesta que hoy hacemos es observar este proceso de reconstrucción cultural a partir del contacto de las diferencias culturales y políticas manifiestas en
las variables sociolingüísticas que portan tanto migrantes como residentes en estas zonas urbanas. Siguiendo la propuesta de Andrés Salcedo, entendemos por reconstrucción “la lucha de estas poblaciones por encontrar un lugar social y político en la ciudad de Bogotá y la forma como logran recrear los lazos con sus lugares denominados “de origen” así como los nuevos vínculos en los nuevos lugares de residencia” (Salcedo, 2008). En este sentido, buscamos comprender cómo los procesos de reconstrucción sociocultural y territorial de diversas poblaciones de migrantes organizadas y no organizadas, pueden verse a través del español hablado por los habitantes de estas zonas de reconfiguración urbana. Sección 3 DIFERENCIAS EN CONTACTO Y LA MIRADA SOCIOLINGÜÍSTICA “Al tiempo que la guerra fragmenta, destruye y desarticula, las poblaciones en situación de desplazamiento recomponen, vinculan y articulan poblaciones, capitales étnicos y capitales políticos de enorme valor y riqueza, en un proceso que he llamado de reconstrucción.”(Salcedo, 2008:333). La tradición lingüística centrada en el “habla” (a partir de la dicotomía saussureana lengua – habla), tomó un periodo importante de la historia de esta disciplina para dedicarse al análisis de la distribución geográfica de las lenguas y sus dialectos (Elizaincín, Inédito). Este interés suscitó una discusión, aun inconclusa, sobre la categoría “contacto” con todos y cada uno de los adjetivos que le han acompañado desde su aparición, entre los que se cuentan cultural, dialectal y lingüístico. No obstante, en una reciente reflexión, aun inédita, elaborada por Adolfo Elizaincín, el contacto vuelve a presentarse como una categoría sumamente pertinente para el análisis, no sólo de aspectos concernientes a la comunicación humana, sino también a múltiples aspectos socioculturales. En este sentido, la propuesta de Elizaincín, que gira en torno a la idea del lenguaje no sólo como elemento de una cultura, sino además como el “responsable principal de la transmisión de esa cultura de una generación a otra” (Ibid, p.3), sugiere que un escenario en el que convergen hablantes con diferencias, tanto culturales como políticas, es un escenario de contacto dialectal, y por ende de contacto cultural. De acuerdo con Labov, es imposible “comprender el desarrollo del cambio de un lenguaje, fuera de la vida social de la comunidad en que ocurre. O, dicho de otra manera, las presiones sociales están operando continuamente sobre el lenguaje, no desde un punto remoto del pasado, sino como una fuerza social inmanente que actúa en el presente vivido” (Labov, 1983, p. 31). Siguiendo a Elizaicín y a Labov, comprender el uso social del español hablado en estos escenarios de población reubicada hace imposible ignorar, tanto el papel desempeñado por las diversas
características de la migración interna presente en Colombia, como los procesos de adaptación y construcción de nuevas comunidades que emergen en estos escenarios como Ciudad Bolívar. Es decir, al observar las variables sociales que subyacen a las prácticas lingüísticas de los habitantes de estos escenarios, tanto migrantes y desplazados como población receptora, será posible obtener otra mirada del impacto que ha generado la constante y masiva movilización de personas a lo largo y ancho del territorio nacional, de los lazos que mantienen los migrantes con su lugar de procedencia y de las nuevas redes que los incorporan en las grandes ciudades metropolitanas o en sus poblaciones dormitorio y zonas de influencia migratoria (Rubiano y González, 2007). En este mismo orden de ideas, el habla manifiesta el contacto de las poblaciones, así como la permanencia de unos lazos con el lugar de origen y la creación de otros en nuevas redes sociales; en palabras de Moreno Fernández “la configuración última de muchas hablas urbanas ha contado con el aporte de hablas rurales muy diversas” (1998, p.62). Esta configuración última que se da en el habla, señalada por Moreno F., es el resultado del contacto cultural, observable a partir de variedades dialectales que interactúan en las prácticas cotidianas de los actores. Sin embargo no existe aún una teoría general del contacto de lenguas, ni del contacto de variedades dialectales, lo suficientemente contundente, que permita abordar en profundidad este tema. Elizaincín sugiere entender el contacto cultural como un “contacto masivo de pueblos o contingentes importantes de población que se acercan a otros pueblos o segmentos de población, que poseen una lengua y una cultura diferentes” (Elizaincín, Inédito). Para el caso de Ciudad Bolívar y otros escenarios de reubicación poblacional en Colombia, la migración interna y especialmente el desplazamiento forzoso, han generado el contacto masivo de segmentos de la población colombiana que aunque se diferencian por sus características regionales, comparten el uso del español como lengua materna. Esta lengua compartida dificulta entender el contacto cultural como un encuentro de lenguas y culturas diferentes, entonces ¿cómo poder abordar el contacto de las variedades dialectales, así como de las diferencias culturales y políticas presentes en estos escenarios urbanos? En este sentido, una propuesta que permite entender el contacto cultural como un sistema propio que debe ser analizado en su integridad, es el concepto de campo total propuesto por Max Gluckman. Mientras que para Elizaincín, al igual que para Malinowsky, el contacto cultural tiene lugar entre instituciones como unidades sepaadas y bien integradas en sí mismas, para Max Gluckman, el contacto cultural crea un sistema propio que ha de ser analizado en su integridad. Si bien es cierto que el concepto de contacto cultural ha sido cuestionado en la medida que ha considerado la cultura como algo estático, la propuesta de Gluckman sugiere abordar los procesos culturales con una visión histórica fundamental para comprender las mutuas influencias entre sociedades.
Siguiendo a Gluckman, proponemos entender escenarios de crecimiento urbano como Ciudad Bolívar, como campos totales generados por el contacto de diferencias culturales y políticas. Es decir, proponemos a partir de la noción de campo total, abordar el contacto de las variedades dialectales y sociales que subyacen al uso del español hablado en escenarios como Ciudad Bolívar o Cazucá; en los que convergen migrantes provenientes de diversas regiones, algunos pertenecientes a grupos étnicos, movilizados por fenómenos de desplazamiento en muchos de los casos forzados. Abordar a Ciudad Bolívar, y otros escenarios urbanos receptores de población migrante, como campos totales de estudio, permite acercarse a los contactos de diferencias culturales y políticas, constituidos mediante la reconstrucción de lugares sociales y políticos que llevan a cabo los migrantes. De este modo, la identificación de variables sociolingüísticas tales como procedencia, tipo de movilidad, época o itinerario migratorio, nivel de escolaridad, profesión o tipo de ocupación, serán fundamentales para identificar las comunidades que han emergido en estos escenarios urbanos. Los estudios realizados a las comunidades de habla más sobresalientes de Ciudad Bolívar, permitirá la comprensión de las dinámicas poblacionales y comunitarias que han conducido a la búsqueda y reconstrucción de lugares sociales y políticos por parte de la población desplazada. Tomado de: Ciudad Bolívar: Diferencias culturales y políticas en contacto Ana Rodríguez Álvarez Javier Moreno Valero, Instituto Caro y Cuervo – Proyecto ASLEC 1 http://www.lenguasdecolombia.gov.co/Revista/PDF/02%20%20Ana%20Constanza%20Rodriguez%20y%20Javier%20Moreno%20Valero.pdf
Lección 5
Formación de ciudad y conformación de ciudadanía1 Del ciudadano podríamos decir lo que Tertuliano decía del cristiano: no nace, se hace. Ser y sentirse ciudadano no es algo “natural” sino el resultado de un proceso cultural: en la historia personal de cada uno y en la colectiva de la sociedad Francois-Xavier Guerra Gloria Naranjo Giraldo2 1
Ponencia presentada al Seminario Internacional sobre Sistematización de Prácticas de Animación Sociocultural y Participación Ciudadana. Organizado por CEAAL y la Fundación Universitaria Luis Amigó, Medellín, Colombia, Agosto 12, 13, 14 de 1998.
Universidad de Antioquia
En este artículo se presenta una hipótesis de trabajo a partir de la cual se indaga la relación entre los procesos de urbanización y las dinámicas de construcción de ciudadanía en las ciudades colombianas. Esta búsqueda se conecta, necesariamente, con el entorno latinoamericano, pero las reflexiones sobre las luchas ciudadanas y las políticas urbanas que se intercambian, se orientan a experiencias sobre la ciudad de Medellín. Una hipótesis general para la explicación del conflicto urbano en Medellín puede ser la “dialéctica del reconocimiento”, tal como la propone el filosofo Angelo Papachini. Apoyados en este autor, la propuesta consiste en pensar el derecho a la ciudad como configuraciones y momentos de un proceso constante de lucha por el reconocimiento, para precisar la dinámica de la interacción social y la lógica interna de los conflictos: “la dinámica del reconocimiento permite una explicación razonable de la obligación de respetar la humanidad del otro: la progresiva toma de conciencia de los caminos sin salida y de las contradicciones en que se pierde una voluntad unilateral de dominación, constituye una estrategia mas apropiada para sustentar el imperativo de la no-violencia y el respeto por la vida y la libertad” 3
Una línea concreta de investigación en este sentido buscaría: a) comprender la conformación de la ciudadanía en las formas, tiempos y ritmos de las luchas urbanas y ciudadanas por el reconocimiento del derecho a la ciudad, b) explicar los condicionamientos e interacciones conflictivas con los modelos de urbanización que agencian las políticas urbanas, sociales y culturales. Uno y otro proceso, insistimos, son la construcción mutua, aunque desigual, de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, y alguna oportunidad para la democracia. En este artículo se avanza en el sentido propuesto, presentando, en primer lugar, una delimitación teórica para lograr una aproximación a los procesos de construcción de ciudadanía en una perspectiva histórica y cultural. En segundo lugar, también desde un punto de vista teórico, se señalan los términos de la relación política y cultura en el ámbito de la ciudad moderna y contemporánea. El tercer tópico, se refiere a unos postulados sobre las políticas urbanas y la integración social. Por ultimo, se presentan unas consideraciones, descriptivas, en torno a las luchas urbanas y ciudadanas y, criticas, sobre la lógica y acción de la política urbana, ambas en la ciudad de Medellín. Estos puntos, entre otros, son la 2
Antropóloga y politóloga. Investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. Asesora-docente de la Fundación Universitaria Luis Amigó. 3 Angelo Papachini. Los derechos humanos, un desafió a la violencia. Santafé de Bogotá, Altamir Ediciones, 1997, p. 33. Véase también del mismo autor: “Comunitarismo, Liberalismo y Derechos Humanos”. En: Francisco Cortés y Alfonso Monsalve. Liberalismo y Comunitarismo. Derechos Humanos y Democracia. Valencia, Ediciones Alfonso El Magnánimo, Colciencias, 1996, pp. 231261 y, Filosofía y Derechos Humanos. (3ª edición) Cali, Editorial Universidad del Valle, 1997.
base para justificar una agenda de investigación urbana, en una perspectiva histórica, política y cultural. Sección 1 1. Una perspectiva histórica y cultural para la ciudadanía La comprensión de la modernidad política y cultural en los países periféricos4, de los procesos de construcción de democracia y ciudadanía, exige pensar de otra manera la innovación y la resistencia, las continuidades y las rupturas, el desfase en el ritmo de las diferentes dimensiones de cambio y las contradicciones no sólo entre distintos ámbitos sino entre diversos planos de un mismo ámbito. Hablar en estos países de pseudomodernidad y, como correlato, de pseudodemocracia y pseudociudadanìa, u oponer modernidad a modernización (o tradición y modernidad) “como segmentos separados de lo social y lo cultural, acaba legitimando la visión de los pueblos de América Latina como meros reproductores y deformadores de la “verdadera modernidad” que los países del centro elaboraron, impidiéndonos comprender la especificidad de los procesos, la peculiaridad de los ritmos, la diversidad de las formas, la simultaneidad de los tiempos y la diversidad de los mestizajes en que se produce nuestra modernidad política y cultural”.5 Y, por supuesto, también nuestras democracias y nuestra ciudadanías. Para pensar de otra manera, según la exigencia de las ciencias sociales contemporáneas, la antropología política debe prestarle atención al lenguaje de los acontecimientos y a las tendencias de la época: su tarea interpretativa debe partir de lo que es, según nuestro punto de interés, de las ciudadanías realmente constituidas a lo largo de siglos de experiencias, reivindicaciones y luchas. Para ello se recurre a una mirada compleja de la historia y la cultura. Como elemento central de intelegibilidad, para dejar de ser un telón de fondo que da colorido a las escenas, la primera. Como parte constitutiva de lo social, para dejar de ser un objeto separado para especialistas, la segunda. Este doble registro histórico y cultural, es el mismo que propone Francois-Xavier Guerra, un historiador que convive con la antropología en su propósito de reflexión sobre la génesis del ciudadano en América Latina.6 4
“Modernidad periférica”: modernidad no situada en medio de criterios y expectativas previamente racionalizadas, sino modernidad como conjunto de experiencias de una nueva extensión cultural, señalada por medio de las ´topologìas´ de lo heterogéneo, de lo multicultural y lo multitemporal, de los cruces de lo político con lo cultural y, revelando la riqueza de una historización distinta, de las articulaciones entre lo masivo y lo popular” en: Herman Herlinghaus y Mónica Walter (editores) Posmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural. Berlín, Astrid Langer Verlag, 1994, p. 15. 5 Jesús Martín Barbero. “Comunicación y ciudad: sensibilidades, paradigmas, escenarios” en: Fabio Giraldo Isaza y Fernando Viviescas. (compiladores) Pensar la ciudad. Santafé de Bogotá, Tercer Mundo Editores, Cenac, Fedevivienda, 1996, p. 50. 6 Francois-Xavier Guerra. El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina. (fotocopia) Universidad de París, 1994.
En Colombia, el estudio sobre la conformación de ciudadanía en una perspectiva histórica y cultural, se recoge en la propuesta en que viene comprometida la socióloga María Teresa Uribe. En su investigación sobre la reconstrucción de las ciudadanías mestizas, como verdaderas componentes elementales de la trama de la política, en el marco de la historia del constitucionalismo colombiano, nos dice: “prefiero hablar de mestizaje político cultural con el ánimo de reconstruir las huellas y las improntas que comunidades, organizaciones societales, corporaciones y etnias han dejado en esta figura central del mundo político moderno: el ciudadano individual y sus derechos” 7 Estas ciudadanías mestizas y sus derechos no hablan únicamente de la estructura formal de una sociedad, indican, además, el estado de la lucha por el reconocimiento de los otros como sujetos con intereses validos, valores pertinentes y demandas legitimas. De manera que, reconduciendo el planteamiento del antropólogo Nestor García Canclini,8.los derechos deben ser reconceptualizados como “principios reguladores de las practicas sociales”, haciéndolos abarcar las practicas emergentes no consagradas en el orden jurídico, el papel de las subjetividades en la renovación de la sociedad e incitando a comprender, el lugar relativo de estas practicas dentro del orden democrático. Atentos a este razonamiento, se va hasta el núcleo de lo que en la política es la relación social: el ejercicio de la ciudadanía, sin desvincular esta experiencia de las formas de identidad, ni de las redes sociales de que hace parte. Ahora, las pertenencias culturales componen, también, la identificación ciudadana. En su dimensión política, la ciudadanía puede ser entendida como la titularidad de los derechos fundamentales y por tanto inscrita en el paradigma del Estado Social y Democrático de Derecho. Caben aquí, en especial, los derechos económicos sociales, culturales y los derechos civiles y políticos. Se trata de los referentes de la universalidad necesarios a cualquier construcción común de sociedad, basados en la lucha por el pluralismo político. En su dimensión cultural, la ciudadanía hace referencia a los procesos socioculturales inscritos en tradiciones históricas y dinámicas locales, comunitarias y ciudadanas. Aquí, se ubican los referentes de la particularidad que se basan en el reconocimiento de las diversidades históricas y culturales, lo cual se relaciona con la lucha contemporánea por el pluralismo cultural. Así, la ciudadanía, junto con principios, valores y derechos universales se hace realidad colectiva y experiencia social compartida.
2. Política y cultura en la ciudad
7
María Teresa Uribe. Comunidades, ciudadanos y derechos. Ponencia presentada al II Seminario Internacional de Filosofía Política. Medellín, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, mayo de 1997. 8 Nestor García Canclini. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México: Grijalbo, 1995.
Una perspectiva cultural para el estudio de las ciudades da cuenta, a la manera del historiador José Luis Romero9, de la modernización de las ciudades en su especificidad antropológica: los cambios en los modos de estar y sentirse juntos, la desarticulación de las formas tradicionales de cohesión y la modificación estructural de las formas de sociabilidad. Para Jesús Martín Barbero, el análisis de la vida social se ha resentido a la hora de dar cuenta de los cambios que atraviesa la cultura cotidiana de las mayorías. Se refiere a la pluridimensionalidad del tiempo histórico y a la persistencia de estratos profundos de la memoria y de la mentalidad colectiva que son sacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido tradicional producidas por la aceleración modernizadora. Es en este sentido que se destaca la reflexión de Fabio Giraldo Isaza: En Colombia, como en cualquier sociedad, los eventos políticos, económicos y culturales que marcan hitos históricos decisivos hacia la modernidad no ocurren en un mismo momento sino de una manera desfasada y contradictoria hasta el punto que la sociedad oficial ve lenta pero inexorablemente crecer bajo sus faldas a la sociedad real. La marginalidad, la pobreza, el carácter monopolio del poder político, la dependencia económica y tecnológica y las diversas formas que ha asumido la violencia en el país, no pueden entenderse como inexistencia de modernidad, al contrario, son todas ellas expresiones del desarrollo de una racionalidad moderna en las condiciones de la periferia10
Por su parte, Fernando Cruz Kronfly, habla de la ciudad moderna como la combinatoria de elementos tradicionales, modernos y postmodernos: Grandes segmentos de nuestra población rural y urbana ruralizada, dadas sus condiciones de pobreza física pero sobre todo de marginalidad y pobreza espiritual, se encuentran aun chapoteando en una especie de pantano precristiano de naturaleza mítica primitiva, en comunicación con elementos del mas atrasado cristianismo, intolerante y mesiánico: todo ello como base cultural, a partir de la cual, sin embargo, se ha cumplido el gran éxodo de la movilidad social y del posicionamiento plebeyo, “hacia arriba” en oleadas de todo orden, en procura de los justísimos ideales de la libertad y la igualdad, ya modernos. A todo lo cual se suma, como si lo anterior fuera poco, sobredosis de elementos postmodernos que nos llegan a través de los 9
José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Bogotá, Siglo XXI (3ª.ed), 1984. Fabio Giraldo Isaza. “Metamorfosis de la modernidad”. En: Fernando Viviescas y Fabio Giraldo Isaza (compiladores). Colombia: el despertar de la modernidad. Santafé de Bogotá, Foro Nacional por Colombia, septiembre de 1991, p. 265. 10
medios masivos de comunicación, civilizaciones postindustriales.11
desde
las
sociedades
y
En los centros urbanos colombianos, las luchas urbanas y ciudadanas expresan un modo de entender el ejercicio ciudadano en relación con el derecho a la ciudad. Estas relaciones y oposiciones entre la ciudad y los ciudadanos, configuran un campo de estudio fecundo para pensar las nuevas dinámicas del conflicto urbano contemporáneo, las cuales han adquirido un tono imperativo: “es ciudadano quien conquista la ciudad”.12 La ciudadanía, como actividad y como condición, se articula en torno a las luchas por el reconocimiento del derecho a la ciudad: “El derecho a la ciudad se manifiesta como forma superior de los derechos: el derecho a la libertad, a la individuación en la socialización, al hábitat y el habitar. El derecho a la obra (a la actividad participante) y el derecho a la apropiación (muy diferente al derecho a la propiedad), están imbricados en el derecho a la ciudad”13 Las luchas urbanas y ciudadanas no han sido en contra de la sociedad sino por su inclusión en la estructura espacial, jurídica y simbólica de la ciudad, por su reconocimiento social, político, cultural y normativo. Es lo que Jesús Martín Barbero, filosofo de la comunicación y la cultura, ha llamado "la inserción de las clases populares en las condiciones de existencia de una sociedad de masas". Se instaura un tiempo de desarticulación de las formas tradicionales de participación y representación y, en las nuevas formas de acercamiento a la sociedad urbana priman las acciones de reforma, de luchas por la inclusión: “Revolución de las expectativas, la masificación ponía al descubierto su paradoja: era en la integración donde anidaba la subversión. La masificación era a la vez y con la misma fuerza, la integración de las clases populares a la ´sociedad´ y la aceptación por parte de esta del derecho de las masas, es decir de todos a los bienes y servicios que hasta entonces solo habían sido privilegio de unos pocos”14 En nuestras ciudades abundan los procesos vitales, donde empiezan a perfilarse actores sociales nuevos que hacen redefinir a los viejos. Las dificultades para la consolidación de estos procesos están en la aceptación de la pluralidad social, desde el reconocimiento político, cultural y normativo y en la construcción de unos mínimos elementos comunes que definan lo público dentro de nuestras ciudades. 11
Fernando Cruz Kronfly. “El intelectual en la nueva babel colombiana”. Revista Foro Nº·14, Santafé de Bogotá, Foro Nacional por Colombia, abril de 1991, p. 76. 12 Jordi Borja. “La ciudad conquistada. Un punto de vista desde la sociología” En: Rubén Fernández y Ramón Moncada (Compiladores). Ciudad Educadora. Un concepto y una propuesta. Medellín, Corporación Región, 1997, p. 18. 13 Henri Lefebvre. El derecho a la ciudad. Barcelona, Península, 1968, p. 159. 14 Jesús Martín Barbero. De los medios a las mediaciones. México, Gustavo Gili, 1986, p. 172. (El énfasis es nuestro).
El problema no es sólo el de la inserción de nuevos sectores periféricos en la vida urbana sino, también, de la inclusión desde la pluralidad y este es un problema de reconocimiento cultural, en el sentido del reconocimiento del otro, con intereses y expectativas distintas. Dentro de este contexto, la comprensión e interpretación de los procesos de construcción de ciudadanía, pasa por una revisión de las luchas permanentes por el reconocimiento social, político, cultural y normativo de amplios sectores, en especial los residentes en comunas populares, de sus particulares modos de articulación a las dinámicas urbanas contemporáneas, integrativas y conflictivas, por el derecho a la ciudad. Siguiendo este punto de vista, las luchas por el reconocimiento del derecho a la ciudad se conciben como un orden estatal y una gramática civil. Esta doble idea, atendiendo el caso de la ciudad de Medellín, se desarrollará en este artículo mediante la ubicación de las políticas urbanas, la integración social y las dinámicas de sus pobladores. Sección 2 3. Políticas urbanas e integración social El planteamiento sobre las políticas urbanas que guiara las investigaciones hasta la década de 1980, según un balance sobre la investigación urbana en América Latina,15 las definió como las diferentes formas de acción-inacción gubernamental sobre la ciudad. La política urbana seria la forma mas explícita de actuación del Estado para garantizar la adecuación del espacio urbano a las condiciones generales de la producción y responder a la generación de bienes colectivos. Aun cuando otras estrategias pudieran incidir sobre el espacio, eran las políticas urbanas las que expresaban claramente la posición del Estado y respondían a las exigencias y demandas de diversos sectores e intereses sobre la ciudad16 En esta definición, el Estado y su actuación sobre el ordenamiento de las ciudades, copaba la interpretación sobre el espacio urbano. Se entendió la planificación urbana a cargo del Estado como el paradigma que permitiría, con base en el carácter racionalizable de las políticas publicas, impulsar el desarrollo urbano. El problema de este punto de vista perspectiva era que se inscribía, para el análisis, exclusivamente en la lógica de la dominación-manipulación del Estado, desatendiendo las mediaciones, las transacciones y negociaciones con todos los sectores sociales.17 15
Fernando Gallón (compilador). La investigación urbana en América Latina: caminos recorridos y por recorrer. Quito, 1989. 16 Véase: Alicia Zicardi. Las obras publicas de la ciudad de México. Política urbana e industria de la construcción. México, Universidad Autónoma de México, 1991. 17 Véase el estudio sobre la ciudad de Medellín realizado por: Beatriz Gómez y otros. Políticas estatales en el hábitat popular, 1968-1988: el caso de Medellín. Serie Investigaciones Nº15. Centro de Estudios del Hábitat Popular-Cehap, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia. Medellín, 1991.
Las reacciones a esta perspectiva, sucedieron desde los años setenta. En una nueva definición, los sectores populares, su constitución, desarrollo y los modos de su articulación a la ciudad, se convertían en el horizonte casi exclusivo para interpretar las lógicas del desarrollo urbano. En el nuevo enfoque, se planteaba que era desde la sociedad civil, comprendidos los nuevos movimientos sociales de base, desde donde vendrían las transformaciones y cambios urbanos. Se planteo la posibilidad de que en el seno mismo de la sociedad civil se fuera construyendo el nuevo urbanismo. Pero no se plantearon nuevas formas de estatalidad sino, por el contrario, el rechazo de la estatalidad misma, y se invitó a la autogestión y el autogobierno barrial. Se concibió lo popular sólo como resistencia a la dominación. Ensayar otra mirada sobre este proceso, no puede significar, de ninguna manera, perder de vista el lugar de la formulación de las políticas publicas que, como tales, debe agenciar un Estado social y democrático de derecho. En la construcción de nuevas perspectivas para la investigación urbana, política y cultural se pueden destacar los siguientes elementos: a) las políticas urbanas son el espacio que articula múltiples actores: Estado, sectores inmobiliarios y de la construcción, urbanizadores piratas, partidos políticos, organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y populares. Las conflictividades y consensos entre ellos, definen la lógica política del espacio urbano, b) además de la racionalidad económica de tipo macrosocial, existe una racionalidad sociopolítica que construye también, en parte, la racionalidad integrativa y comunicativa de una ciudad, c) las políticas urbanas destacan la necesidad de volver a la política, a la construcción de actores y voluntades políticas en el ámbito de lo urbano, en el marco de relaciones heterodoxas entre Estado y sociedad, en una extensa y compleja red de dependencias y transacciones. “La construcción colectiva y conflictiva del orden social es la cuestión fundamental de la reforma del Estado. En las actuales condiciones antes que propugnar por un Estado mínimo, se trata de repensar y reorganizar formas de articulación social, y una forma privilegiada de articulación sigue siendo el Estado”18 La integración es un proceso eminentemente social, correlativo, activo, aunque subordinado a un cierto control político. En el lenguaje ordinario, la integración suele asociarse con alienación pasiva y abandono de la resistencia. Esta descalificación moral e intelectual se basa en el lugar común de la omnipotencia del Estado y sus políticas urbanas, las cuales son vistas, de manera unilateral, solo en dirección de la exclusión y la manipulación. Al contrario, se puede producir una apropiación e interacción con políticas urbanas determinadas en una lucha de múltiples anclajes por la inclusión social. La integración social presenta, entonces, dos dimensiones importantes: a) aquella que hace referencia a las políticas urbanas como políticas sociales y, b) aquella
18
Norbert Lechner. Reflexión acerca del Estado democrático. (fotocopia) Chile, Clacso, 1990.
que expresa luchas de participación por el derecho a la ciudad. En el primer sentido, la experiencia de urbanización asociada a la industrialización en América Latina, viabilizó formas de desarrollo económico y constituyo modalidades de conformación de las sociedades latinoamericanas, impulsando y haciendo posibles procesos de integración social. Los mecanismos de su viabilización han sido: “la ampliación de la ciudadanía en el plano político y la ampliación de la integración social a través de la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social, entre otros”.19 En el segundo sentido, las interacciones y mediaciones de la política urbana y social, pueden interpretarse, también, desde el derecho a la ciudad. En este proceso, los sectores involucrados despliegan una gran iniciativa por hacerse a un lugar en la ciudad. Las luchas por el reconocimiento de una vida digna o, el derecho a la ciudad, se orienta hacia el Estado y sus políticas urbanas. 4. Luchas y políticas urbanas en la conformación de ciudadanía en Medellín20 Ese tránsito hacia la ciudadanía: del poblador que pelea por un lugar en la ciudad, al poblador que pelea por el derecho a la ciudad, supone un cambio de lo inscrito en el mundo de la necesidad hacia el mundo de la libertad: hacia una forma democrática más moderna21 4.1. Luchas urbanas por la colonización de la ciudad Desde la mitad del presente siglo, y durante casi tres décadas, ocurrieron cambios trascendentales en el acontecer urbano de Medellín y otras ciudades colombianas. La migración, un fenómeno relacionado con problemas de violencia y pobreza en el campo, así como con las ofertas de la ciudad -empleo y educación-,22 se convirtió a partir de estos años en una realidad contundente y descodificadora de lo que hasta ese entonces significaba lo urbano en el país. La magnitud de los hechos dio lugar a la formación de una ciudad ilegal, construida por encima del perímetro urbano, al margen de las escasas normas de construcción existentes y con mecanismos informales de articulación a la vida económica de la urbe. Las laderas que antes rodeaban la ciudad, fueron ocupadas por estos nuevos
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Enzo Faletto. “Política social, desarrollo y democracia. La función del Estado en América Latina”. Revista Foro Nº 23, Santafé de Bogotá, Foro Nacional por Colombia, abril de 1994, p. 6. 20 En los puntos 4.1 y 4.2 se reelaboran algunas ideas contenidas en: Gloria Naranjo G. y Martha Inés Villa M. Entre luces y sombras. Espacio y políticas urbanas en Medellín. Medellín, Corporación Región, 1997. 21 María Teresa Uribe. Comentarios a la ponencia de Alicia Zicardi: “De la reforma urbana a la democratización de los gobiernos locales” En: Ana Lucía Sánchez. (compiladora) Procesos urbanos contemporáneos, Santafé de Bogotá, Fundación Alejandro Angel Escobar, 1993, p. 24. 22 En un estudio realizado en 1974 sobre la población que habitaba en los núcleos de tugurianos se afirma que de la población estudiada sólo el 27.1% reconoce como causa de la migración la violencia, el 57.1% corresponde a la búsqueda de trabajo y mejores salarios , el 29.7% a la difícil situación económica en el campo. Patricia Vélez M. Flujos migratorios a núcleos de tugurios y factores físicos y socioeconómicos que inciden en la formulación y persistencia de este tipo de hábitat. Medellín, Departamento Administrativo de Planeación y Servicios Técnicos, 1974, p. 75.
habitantes, creando así, cambios profundos en la espacialidad y en la dinámica sociocultural de la ciudad. Familias empobrecidas de origen campesino encontraron en los asentamientos de invasión y piratas el lugar para edificar su vivienda y su estilo de vida. Protagonistas de una cadena de acciones colectivas a las cuales se vincularon hombres, mujeres y niños, sus relaciones familiares y de vecindad fueron recursos socioculturales indispensables para la supervivencia. La apropiación que hicieron de la ciudad, contó con un ideario cultural forjado en una mentalidad de autoconstructores, con prácticas de ayuda mutua y solidaridad que les permitieron construir un equipamiento básico, en algunos casos en coordinación con acciones institucionales. Constituyeron una red de comunidades con forma de asentamientos populares urbanos, que fueron vistos como factor de descomposición para el conjunto de la ciudad y por la Oficina de Planeación de la Administración Municipal, cuando todavía no se podía predecir que los nuevos extraños se instalarían definitivamente en la ciudad. En un recorrido progresivo, en el cual la defensa y posesión de los terrenos fue una primera reivindicación fundamental, seguida por las reivindicaciones en torno a los servicios públicos como agua, luz y alcantarillado, las juntas de acción comunal, se convirtieron en un instrumento efectivo para la autoconstrucción de la mayoría de los asentamientos de este tipo. Estas organizaciones también impulsaron la apertura y pavimentación de vías, la canalización y cubrimiento de quebradas, la consecución de rutas de transporte, la adecuación y mejoramiento de algunos servicios públicos, la defensa de espacios públicos; protestaron contra obras de valorización y por el incumplimiento de algunas compañías urbanizadoras en la dotación de equipamientos colectivos. De este modo, las juntas de acción comunal lograron afirmar su papel preponderante en la construcción física y urbanística de la ciudad, contribuyeron a la realización de ese tránsito entre lo rural y lo urbano y a consolidar el tejido social de esta nueva periferia urbana.23 Y se constituyeron, claramente, en un vehículo para la ejecución de políticas estatales.24 Por su parte, algunos pobladores buscaron sus propias vías de articulación mediante mecanismos informales a través del mercado o de la política; generalizados en las nuevas lógicas de la vida urbana, para permitir la instalación definitiva de todos los campesinos que habían llegado a la ciudad con la expectativa -y la decisión- de quedarse.
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Basta leer los relatos de las historias de barrios de Medellín para constatar la importancia y la heterogeneidad desde la cual debe ser visto su papel. Alcaldía de Medellín. Escriba la Historia de su barrio. Secretaría de Desarrollo Comunitario, Medellín, 1986, 1990, 1992. 24 Desde esta perspectiva las JAC, son vistas más como una "prolongación" del control estatal en estos sectores que como una opción de transformación de las relaciones Estado-sociedad. Véase: Beatriz Gómez y otros. Políticas estatales en el hábitat popular, 1968-1988: el caso de Medellín. Serie Investigaciones Nº15. Centro de estudios del hábitat popular-cehap, facultad de arquitectura, Universidad Nacional de Colombia. Medellín, 1991, pp 79-100.
Otras organizaciones barriales, independientes de las juntas de acción comunal, que durante décadas funcionaron sin reconocimiento jurídico como criterio de diferenciación política, jugaron un importante papel en la colonización y apropiación de la ciudad. Estructuraron un tejido organizativo con la ayuda mutua, el convite y las relaciones vecinales, pero extendiéndose y diversificándose en organizaciones culturales, artísticas (teatro, danza, música, pintura) de deportes, juveniles, parroquiales, asambleas familiares, escuelas de padres, comités de base estudiantiles, grupos asociativos de economía solidaria, asociaciones juveniles y grupos de mujeres. En esta oportunidad, las luchas urbanas, estimuladas por la presencia de líderes sindicales en barrios obreros, por residentes que a la vez hacían parte del movimiento estudiantil de colegios y universidades públicas, por comunidades eclesiales de base, entre otros, se expresaron como movimientos de protesta urbana que cuestionaron las políticas adelantadas por el Estado y sus efectos sociales; al mismo tiempo, reclamaron educación, salud, empleo, vivienda, recreación y deporte. La sindicalización, la agrupación, la asociación, la coordinación entre los barrios y las relaciones permanentes con organizaciones obreras, estudiantiles y políticas, forjaron un sentido de lo reivindicativo y de lo político, una capacidad de organización y lucha, de pelearse aquello que se consideraba necesario y justo para intereses colectivos o comunitarios. Esto favoreció la constitución de una presencia orgánica de sectores de izquierda en los barrios populares de la ciudad de Medellín. Pero, no se entendió, en aquel entonces, que la nueva ciudad igualmente necesitaba apertura de canales de participación y el reconocimiento de los nuevos mundos culturales y las diversas posturas políticas, no encauzadas por los partidos tradicionales. La suma de acontecimientos presentados anteriormente, donde se destaca la ocupación de zonas deshabitadas de las ciudades mediante tomas, invasiones o posesiones, pero también diversas relaciones con urbanizadores piratas, partidos políticos e instituciones estatales, es lo que, retomando la expresión de Jacques Aprille, bien podríamos denominar colonización urbana;25 una trama de procesos socioculturales, políticos y organizativos que se encuentran en la base de la urbanización y estructuración física y social de la gran mayoría de ciudades colombianas hasta los años ochenta. Este proceso significó, para algunos sectores, el aparecimiento de lo que posteriormente se llamaría “las dos ciudades”, sobre todo porque se pronunciaron las diferencias entre una ciudad ilegal, pirata o de una intervención estatal precaria y una ciudad “primada”, legal y privilegiada.26
25
Jacques Aprille-Gniset. La ciudad Colombiana. Siglo XIX y XX. Santa Fe de Bogotá, Biblioteca Popular, Colección Textos Universitarios, 1992, p.558. 26 María Teresa Uribe y Alfonso Monsalve. Mecanismos de control del espacio urbano en Medellín. Tesis de posgrado, Universidad Nacional, Posgrado en Planeación Urbano Regional. Medellín, 1979.
4.2. Luchas ciudadanas por el reconocimiento del derecho a la ciudad En las décadas de 1980 y 1990, las paradojas del desarrollo urbano de Medellín enlazadas en diversas expresiones de violencia y democracia- se acentuaron. La ciudad ganó visibilidad en el concierto nacional e internacional por la forma que tomaron los conflictos urbanos. A las demandas sociales acumuladas desde décadas anteriores, especialmente en el campo de la educación y el empleo27, se sumaron múltiples formas de violencia. En el vacío dejado entre las dinámicas informales para hacerse parte de la ciudad y las formas de integración institucional, se ubicaron los problemas sociales: desfases entre las nuevas demandas y las respuestas obtenidas en los campos de la salud, el empleo y la educación, entre otros. Se construyeron, agravando la situación, representaciones y discursos negativos respecto las comunas populares. Se profundizó un ambiente de exclusión de la ciudad hacia las zonas populares y de hostilidad de éstas hacia otros sectores urbanos. La violencia física y simbólica, como medio de intercambio y comunicación28, enseñaba, de manera dolorosa sin duda, cuántos "otros" estaban dispuestos a instalarse en la ciudad con plenos derechos. Esto pone de presente que el reconocimiento del derecho a la ciudad, exige una mirada completamente distinta sobre los sectores populares: ni como “marginales” ni como ausentes en las dinámicas sociales y culturales, sino como protagonistas ineludibles del desarrollo urbano. Lo popular hace referencia a una condición económica, de subalternidad en la política y de identidades culturales específicas.29 El conflicto urbano, visto en clave de dialéctica del reconocimiento, igualmente hizo visibles nuevos actores, expectativas e intereses. En el escenario urbano aparecieron organizaciones de jóvenes, mujeres, culturales, de derechos humanos, medio ambiente, grupos asociativos de economía solidaria, entidades comunitarias no gubernamentales de comuna y zona con personería jurídica. Se ha activado la participación en torno al respeto a la vida, la identidad cultural, la paz, el desarrollo, incluso la participación política. También se han activado núcleos de reflexión y se han concebido propuestas de acción que, combinadas con la recreación, la lúdica y el deporte posibilita la toma de las calles y los barrios, 27
Según el Dane, unas 81.000 personas estaban desempleadas debido a la parálisis de la construcción (18%), el empleo disfrazado estaría en 61.000 personas elevando a 142.000 este dato; dando como resultado una tasa cercana al 21% , superior a la mostrada en junio de 1982. Archivo del Consejo Municipal, Acta # 18 de Enero de 1983. Discurso de instalación de sesiones. Alcalde Juan Felipe Gaviria, pp 2-3 28 Manuel Delgado R. Las estrategias de memoria y olvido en la construcción de la identidad urbana: el caso de Barcelona. Ponencia presentada en el VII Congreso de Antropología en Colombia. Medellín, Julio de 1994. 29 Corporación Región. Procesos de urbanización y nuevas conflictividades sociales. Ponencia presentada al Seminario Políticas e instituciones para el desarrollo urbano futuro en Colombia. Santafé de Bogotá, 1993. (Mímeo).
en -Semanas por la paz y la convivencia y Jornadas por la vida-, para recuperar aquellos espacios de uso social que son el referente obligado en el encuentro de los habitantes de las distintas comunas, intentando romper las barreras que permanentemente generan los conflictos. Las organizaciones comunitarias han demostrado, en la historia reciente, una importante capacidad para la formulación y gestión de estrategias de desarrollo local. Los procesos de participación mediante los planes de desarrollo zonal, interpelan a la gestión urbana municipal y a la Oficina de Planeación Metropolitana a la Oficina de Planeación Metropolitana y con sus propuestas de reconstrucción social de los territorios locales. Con ellos se ha ampliado y sistematizado el conocimiento sobre las zonas y la ciudad, combinando los saberes y formas de interpretar la realidad por parte de los pobladores en coordinación con entidades académicas, estatales y no gubernamentales. El nuevo enfoque de la planeación, participativa y alternativa, involucra a los diversos grupos de la población: mujeres, jóvenes, niños, tercera edad; las diversas problemáticas: socioeconómicas, culturales, ambientales, de cultura política y, teniendo en especial consideración, a las escalas territoriales: barrio, comuna, zona y ciudad. De esta manera los “territorios organizados” se convierten en mediadores político-culturalesterritoriales que producen prácticas democratizadoras, experiencias, vivencias y sentidos de lo público en la ciudad. El ambiente del debate y la deliberación en el conjunto de la ciudad, permitió que se insistiera en el carácter 'orgánico' de la crisis, buscando que la ciudad toda volviera sobre propuestas de conjunto en la solución de los problemas. Durante la primera mitad de la presente década se destacan varios hechos importantes: a) los Foros Comunales y Municipales entre 1991 y 199230 permitieron la actualización de los diagnósticos sobre la ciudad con la participación directa de más de 300 organizaciones comunitarias de diverso tipo; además, favorecieron la expresión de diferentes interpretaciones y propuestas que sobre la ciudad tenían líderes, agrupaciones, organizaciones sociales y comunitarias, instituciones relacionadas con las políticas sociales y administraciones municipales; b) la forma detallada y profunda con que fueron diagnosticados los diferentes problemas y las propuestas presentadas, permitió la constitución de instancias permanentes de discusión y proposición tales como las Mesas de Trabajo en Educación, Empleo, Cultura, Medio ambiente, Espacio y territorio, Vida y derechos humanos, Juventud, Mujer, Comunicaciones; c) el Seminario Medellín Alternativas de Futuro se convirtió en un espacio de deliberación sobre el presente y el futuro de la ciudad. Allí concurrieron las más diversas fuerzas sociales, gremiales, empresariales, académicas, políticas, gubernamentales y comunitarias de la ciudad y del país. A través de estos eventos se buscaba legitimar la necesidad de la concertación como elemento clave para construir el futuro que la ciudad requería31; d) en este 30
. Presidencia de la República. Consejería Presidencial para Medellín. Relatorías de Foros Comunales. Medellín, 1991-1992. Medellín, 1992. s.p. 31 Presidencia de la República. Consejería Presidencial para Medellín y su Area Metropolitana. Memorias de los seminarios Alternativas de Futuro I, II, III, IV, V. Medellín, 1991-1995.
ambiente, favorable a la ciudadanía, se facilitaron los intercambios directos entre organizaciones comunitarias, empresa privada e instituciones del Estado del nivel nacional y local. Sección 3 5. El contraste de las miradas En las luchas urbanas y ciudadanas, el derecho a la ciudad como derecho a la ciudadanía, adquiere nuevos significados sociales, políticos, culturales y normativos, en un ideario democrático y un propósito político cultural. En esos múltiples escenarios, socioculturales, políticos e institucionales se construye y reconstruye el ejercicio de la ciudadanía. Los valores, principios y derechos fundamentales, son nuevos referentes simbólicos de la política. Esta y las posibilidades de la ciudadanía, se refieren a formas de participación, organización y movilización, entendidas como tal por los propios pobladores; en especial, las formas, prácticas y propuestas de democracia participativa y representativa. La ciudadanía en relación con la ciudad y el país, hace referencia a la expresión de sus necesidades, intereses y derechos, a sus discursos y propuestas en torno a los derechos sociales, económicos, políticos y culturales en la Constitución Política de 1991. Estas prácticas y discursos sugieren modos de identificación con lo político institucional -en clave constitucional-, donde se presenta una lucha por la legitimidad en el propio campo institucional, entre modos de fermentación cultural y política de nuevas identidades y una nueva institucionalidad. En este sentido, los escenarios institucionales también juegan en la conformación de ciudadanía. Quizás las luchas por el reconocimiento en un Estado Social y Democrático de Derecho y la integración social llegarán a ser aceptadas como objetivo de la sociedad en su conjunto y dejarán de ser un problema de los excluidos. Así, sumados el reconocimiento y la integración podrían anunciarse como garantía de convivencia social, como principios de unidad social en la diversidad cultural. Sin embargo, como telón de fondo de estas posibilidades democráticas se encuentra, a modo de espada de damocles, la lógica y acción dominante sobre el espacio urbano en la ciudad de Medellín. Se ha excluido a la política y la cultura de las propuestas de planeación urbana. Las políticas urbanas, predominantemente, siguen amalgamadas en el concreto y, las políticas culturales, se diluyen en las brumas de los imaginarios de “la antioqueñidad” y las añoranzas de las elites, sin valorar suficientemente los mestizajes político culturales propios de la vida y la cultura urbana. Para el caso de los sectores populares, las políticas urbanas y de integración se han entendido como un asunto de acceso a bienes y servicios por parte de los pobres -ahora focalizados- o como asunto de participación de las comunidades en
los programas gubernamentales. Estas no han sido consideradas todavía como un problema central de reconocimiento del derecho a la ciudad. Para el conjunto de la ciudad, desafortunada y dramáticamente, las cosas no son mejores. A pesar del reconocimiento de la complejidad y multicausalidad del conflicto urbano, la orientación dominante de la política urbana -no la que a veces se discute por “los públicos” sino la que deciden y ejecutan “los privados”-, mantiene el énfasis en las grandes obras publicas; obras monumentales no solo por su inversión, sino por los efectos en la transformación del espacio físico y en la imagen que ellas proyectan de Medellín. Se desestima el rol cultural y político del espacio urbano como espacio ciudadano, se expulsa a los actores de las decisiones sobre los grandes proyectos; dejando serios interrogantes desde el punto de vista de la constitución de sujetos y de sus formas de representación simbólica de la ciudad, en función de una ciudadanía democrática. Por esta vía se construye un verdadero bloqueo entre la imagen de ciudad ordenada, controlada y estructurada en torno a grandes obras públicas, de infraestructura, viales y arquitectónicas y la imagen de ciudad de ciudadanos participativos y apropiados del espacio urbano. Para terminar, conviene entonces preguntarse cómo se resolverá la contradicción entre un proyecto de ciudad dominante y las aspiraciones de una ciudadanía democrática. La facilidad o dificultad de una respuesta no debe alterar para nada las voces y voluntades indeclinables por la construcción de la democracia en las ciudades colombianas. Acorde con este propósito, las incertidumbres, los riesgos imprevisibles o las posibilidades democráticas que ofrecen los “escenarios de futuro” que se están construyendo en las ciudades colombianas, ameritan, a su vez, nuevos escenarios para la investigación. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/colombia/iep/huellas.pdf
2. Capitulo Miradas sobre la Ciudad En este capítulo se mostrarán algunas perspectivas que han trabajado disciplinas como la Literatura, la Psicología y la Antropología cuando de trabajar la ciudad se trata. Lección 1
El Relato de la Ciudad Etnógrafos, objetos y Contemporaneidad Walter Alejandro Imitan Antropólogo U. de Chile, Magister en Desarrollo Urbano PUC Santiago y Doctorante en la Habitat-Unit, Technische Universität Berlin. Email: imilan@cultura-urbana.cl. Seminario dictado en la Escuela de Antropología de la Universidad Católica de Temuco – Chile, 2006
Este documento se concentra en reflexionar sobre las posibilidades del antropólogo en la ciudad. El objetivo es reflexionar sobre cuál es la mirada, el discurso distintivo que se forma desde la observación antropológica sobre la vida social en la ciudad. Esta pregunta resulta vital en los contextos actuales de investigación, en los cuales bajo un manto de interdisciplinariedad simple, frecuentamos escabullirnos de las preguntas fundamentales de nuestra disciplina. D e e s t e d o c u m e n t o s o lo s e e x t r a jo u n a p a r t e d e s u s e g u n d a s e s i ó n d o n d e s e r e v i s a r á la forma en que, desde mediados del Siglo XIX, la ciudad se ha construido como objeto etnografiable. En estas prácticas de construcción quiero poner en relevancia como la formación de un discurso etnográfico de la ciudad se emparenta no tan sólo con el desarrollo de la antropología clásica, sino también con otras formaciones discursivas de carácter performativo propias de la ciudad moderna. Sección 1 CIUDADES LOCALES EN PERSPECTIVAS GLOBALES ¿Qué es lo que une a ciudades como Buenos Aires, Santiago, Lima y Río de Janeiro? En definitiva, ¿Qué es lo que permite reconocerlas, o llamarlas, a todas ellas como ciudades latinoamericanas? Lo cierto es que hay algunos elementos compartidos por las sociedades latinoamericanas, como son una
historia de colonización y un proceso de urbanización acelerada de mediados del Siglo pasado. Lo que en gran parte ha permitido un cierto sentido de unidad han sido la pervivencia de estas estructuras culturales coloniales y fallidos intentos de modernización. Actualmente el surgimiento de nuevos proyectos políticos en el continente, expresados por la renovación de las burocracias estatales, como en los casos de Venezuela, Bolivia o Brasil, así como la consolidación de un cultura neoliberal en Chile tienden a reemplazar, deformar y/o transformar las comunes estructuras coloniales de orden regional. Aún más, en el espacio de cada una de sus ciudades, las formas de ser habitadas y experimentadas tienden cada vez más a una divergencia hacia formas múltiples y diversas. Los problemas actuales de las ciudades latinoamericanas ¿Responden a un principio de unidad? En cierta manera sí. Los efectos de una rápida urbanización y sus problemas de suministro de espacios habitables de calidad, así como sus consecuentes efectos en la marginalización de grandes porcentajes de la población son comunes a las grandes metrópolis latinoamericanas. Pero también lo son de otras muchas, como es el caso de Lagos, la capital de Nigeria, o el desbocado crecimiento inmobiliario de la costa china. ¿Qué es lo particular de las ciudades llamadas latinoamericanas? Responder esta pregunta cada vez se hace más compleja, tanto porque nuestros parámetros de comparación se han ampliado a una escala planetaria así como parece que cada ciudad, ya entendidas como un universo en sí mismas dispuestas en los flujos globales, se desarrollan a partir del acomodo de sus historias específicamente locales para enfrentar sus propios dilemas. En esta parte de la conferencia expondré algunos elementos para avanzar en lo que entendemos como fragmentación del espacio urbano y sus alcances para la investigación antropológica urbana.
Sección 2 Se cae el muro se inaugura la era de los flujos La caída del muro de Berlín no sólo permitió que una nación dividida como consecuencia de la tragedia del nazismo volviera a reunirse. Luego de 16 años entendemos que el fin del “siglo corto” -como ya se le conoce al Siglo XX luego del análisis de E. Hobsbawm-, marcado por la disputa ideológica polar que construiría bloques férreamente defendidos, abriría una nueva etapa en el volumen de encuentros y conexiones para la mayoría de las sociedades del planeta. La caída de las barreras ideológicas lo ha permitido y particularmente la victoria de una ideología sobre la otra. Es cierto que la globalización actual se inició hace tiempo, la mundialización del capital industrial desde mediados del
Siglo XIX -prevía Marx en el Manifiesto Comunista - como la última etapa de un largo proceso iniciado por el imperialismo europeo del Siglo XVI. La particularidad de lo que observamos hoy yace en la intensidad del intercambio y la conformación de nuevas geografías, que para el caso latinoamericano, desplazan la figura del centro y periferia desarrollada por la teoría de la dependencia de la segunda mitad del siglo pasado, no porque haya desaparecido del todo, sino porque esta relación se ve desbordada por una multiplicidad de otras. El capital fluye, asimismo objetos y símbolos, y ahora más que nunca también las personas. Se calcula en cerca de 30 millones de latinoamericanos viviendo en Estados Unidos (300 mill.), a esto hay que agregar el inexacto número en las proyecciones más conservadoras de otros 10 mil en las sombras de los “sin papeles”. 17 millones de personas que viven actualmente en Alemania (total de 80mill.) nacieron en otro país, a esto hay que agregar los hijos de los migrantes nacidos en Alemania, muchos de los cuales han sido pobremente integrados a la sociedad receptora. Además, se calcula que uno de cada dos niños que visitan la Escuela Básica en Alemania, al menos uno de sus padres posee migration background, lo que dispondría a la mitad de los escolares alemanes a una experiencia bicultural ya en el seno de la familia. Las consecuencias de estas cifras se expresan en la reconfiguración de las nociones de nación, etnia, tradición cultural y Estado entre otras, tal como muchos autores han abordado en el último tiempo. Las configuraciones sociales que se desprenden de estos procesos de contacto son diversas. Se plantea actualmente que los migrantes no se encuentran atrapados en dos mundos, entre dos sociedades (la de origen y la receptora), sino más bien se ubican en un tercer espacio, un espacio en que ambas sociedades se imbrican para dar nacimiento a formas culturales híbridas. En efecto, fenómenos como el llamado islamismo europeo ha escenificado en el último tiempo, a veces en forma dramática, la consolidación de sociedades en el flujo de lo global que establecen una particular relación con la sociedad de origen y la receptora. Así, las diversas tradiciones y lecturas locales respecto al Islam son fundidas por migrantes de segunda generación que han crecido en ciudades europeas, dando curso a nuevas formas identitarias apoyadas por una contundente industria cultural producida en los propios países islámicos orientados hacia ellos, pero también de producción europea. Siempre que se observa un fenómeno se tiene la duda respecto a la novedad que representa, si es un cambio dado por la perspectiva que se adopta, si es algo completamente nuevo o se refiere más simplemente a una aceleración, extensión o transformación de una de sus partes. Por cierto que cada fenómeno que designamos como nuevo contiene algo de estos tres elementos y por lo tanto la capacidad del analista consiste en aislarlos e intentar medirlos, para de esta manera establecer la dimensión e implicancias de la novedad.
Sección 3 Formación de nuevas cartografías locales, comunicaciones de lo global en espacios locales La muerte de la ciudad ha sido anunciada varias veces. La primera, la que inicio la utopía antiurbana, tiene sus orígenes en la observación de las catastróficas consecuencias de la industrialización en los países metropolitanos. Los sueños de Howard (el teórico de la ciudad jardin) o de Lloyd-Wright por desurbanizar o construir ambientes que rescataran la apacibilidad del campo, que alejaran a sus habitantes del infierno de la ciudad, no han parado desde entonces. J. Jackobs por su parte, habló de la “caída de la ciudad americana” a mediados del Siglo pasado como un planteamiento frente a la imposibilidad de sociabilidad en un medio aplastado por la delincuencia y la hiperindividualización que se expresaba en la suburbanización de la gran ciudad americana. A principios de la década del 90 del Siglo pasado, en el alba de las nuevas tecnologías de la comunicación, se solía hablar de que la automatización en la producción, el desarrollo del fax, la ampliación en el uso de la computadora y la naciente internet terminarían por imponer el teletrabajo, y con esto la inutilidad de la co-presencia en la labor productiva, lo que permitiría finalmente, disolver la ciudad. Los trabajadores podrían trabajar desde sus propias casas ya no importando donde éstas se encontraran. Si bien todas las utopías – como pensamiento performativo del futuro – terminan produciendo algún tipo de expresión en el mundo real, la concretización de éstas suele ser bien distintas a su concepción inicial. Es cierto que las nuevas tecnologías han permitido deslocalizar las tareas de la producción, pero estas no han disuelto la ciudad, sino más bien, parecen haberlas puesto en un nuevo protagonismo, ahora que las propias fronteras estaduales se disuelven. “Las ciudades como centros de concentración de funciones de mando”, así definió S. Sassen la ciudad global. Un puñado de ciudades a nivel mundial desde donde se toman las decisiones para coordinar la producción dispersa espacialmente. La principal materia prima de estas ciudades es la información, como el mismo Castells identificó el surgimiento de un nuevo modelo de producción en que la información sería el principal factor productivo, por sobre el trabajo, el capital o la energía. No obstante, el mismo Castells afirma que la sociedad y ciudad informacional se refiere más a un proceso de construcción que a una forma espacial determinada, de hecho somos testigos recientemente como la lucha por el control de las fuentes energéticas dispone a la formación de nuevos escenarios de conflicto a nivel global.
Estas conceptualizaciones ayudan a comprender el nuevo rol y formación de los espacios sociales de la ciudad. En efecto, lo global se juega en lo local, glocalización le han llamado algunos autores. Esta idea definiría dos movimientos, por un lado la apropiación de símbolos y significados de circulación global por parte de sociedades localizadas en un espacio particular y que poseen una tradición específica, las cuales al apropiarse de ellos, los procesan y los reconstruyen. Por otro lado, define como a partir de las posibilidades de comunicación global la geografía misma de una sociedad se transforma a la vez que se produce un reordenamiento de la jerarquía de los elementos que componen su tradición cultural. Para el primer caso resulta ilustrativo la expansión del HipHop como cultura juvenil a escala planetaria, y a su vez, su apropiación y resignificación “étnica” en espacios como Marsella, El Cairo o Santiago. Para el segundo, el fenómeno del llamado “Black Antlantic” ilustra como un componente identitario, como es el origen africano mediado por la esclavitud en muchas poblaciones de América, es traído a un primer plano por parte de comunidades locales que buscan sus vínculos actuales con el espacio cultural africano, transformando las concepciones locales de tradición y sincretismo. Estas transformaciones se están llevando a cabo en el espacio urbano y ponen en énfasis la cualidad de las ciudades como nodos de comunicación que vinculan circuitos de tráfico de símbolos y mensajes provenientes de diferentes lugares y procesados de acuerdo a las historias específicas de sus poblaciones. Entonces, la pregunta en este sentido es sobre los espacios de comunicación que se están construyendo en cada específico espacio urbano, como se recomponen las comunidades internas y a su vez estas disponen de nuevos juegos de poder dentro de la ciudad. Finalmente, la pregunta se orienta a cuestionar los principios bajo los cuales se están ordenando las identidades contemporáneas, un espacio fragmentado por las diversas redes de comunicación que se localizan en él.
Tomado de: www.cultura-urbana.cl
Lección 2
Culturas urbanas de fin de siglo: la mirada antropológica Néstor García Canclini Al terminar el siglo XX, la antropología parece una disciplina dispuesta a abarcarlo todo. Desde hace varias décadas trascendió el estudio de pueblos campesinos no europeos o no occidentales, en los que se especializó al comenzar su historia como disciplina. Ha desarrollado investigaciones sobre las metrópolis, se fue ocupando de todo tipo de sociedades complejas, tradicionales y modernas, de
ciudades y redes transnacionales. Autores posmodernos muestran incluso que el estilo antropológico de conocer tiene algo peculiar que revelarnos sobre las formas de multiculturalidad que proliferan en la globalización. Hasta cierto punto, otras disciplinas -como la demografía y la economía- se arriesgan también a ser omnipresentes y omnisapientes al querer explicar con un solo paradigma el universo entero. Pero los antropólogos pretendemos, además, ocuparnos de lo macro y lo microsocial, decir al mismo tiempo cómo articular conocimientos cuantitativos y cualitativos. Una de las zonas donde esta capacidad abarcativa resulta más problemática es la ciudad. Hay una manera de valorar el trabajo antropológico sobre lo urbano, que descartaré en este texto: consistiría en reseñar las contribuciones realizadas por la antropología durante su historia al conocimiento de ciudades específicas y a la elaboración de la teoría urbana. Tres razones me hacen preferir otro camino. La primera es que esta tarea enciclopédica, que requiere muchas más páginas que las del presente artículo, ha sido cumplida por varios libros en las últimas décadas (Eames y Goode 1973, Hannerz 1992, Kenny y Kertzer 1983, Signorelli 1996, Southall 1973), y por volúmenes colectivos de revistas en varias lenguas (por ejemplo, Ethnologie française, 1982; La ricerca folklorica, 1989; Urban Life, varios números; Urban Anthropology, 1991; Revista internacional de ciencias sociales, 1996). En el balance organizado por Kemper y Kratct en Urban Anthropology, que abarca casi exclusivamente lo producido en Estados Unidos, se registraban a principios de esta década 885 antropólogos urbanos, incluyendo arqueólogos, lingüistas y antropólogos físicos; aunque el mismo informe indica que el 70% de los investigadores son antropólogos sociales. (Kemper y Kratct, 1991). Esta es una de las razones por la cual restringiré a esta "subdisciplina" el análisis del presente texto. En segundo lugar, debemos reconocer que, si bien desde el siglo XIX la bibliografía antropológica ofrece muchos estudios sobre ciudades, con frecuencia cuando los antropólogos hablan de ellas en verdad estaban hablando de otra cosa. Aunque se ocupen de Luanshya, o Ibadan, de Mérida o Sao Paulo, en muchas investigaciones lo principal que se busca averiguar es cómo se realizan los contactos culturales en una situación colonial o las migraciones durante la industrialización, cuáles son las condiciones de trabajo o de consumo, qué queda de las tradiciones bajo la expansión moderna. Pese a las tempranas contribuciones de la Escuela de Chicago en los años veinte, cuando se constituyó la ciudad en objeto específico de investigación para sociólogos y antropólogos, sólo episódicamente la antropología la tomó como núcleo del análisis social. Apenas en las tres últimas décadas lo urbano se convirtió en un campo plenamente legítimo de investigación para esta disciplina, con los requisitos que esto supone, o sea especialistas de primer nivel que se dediquen a explorarlo, reconocimiento cabal en planes de estudio de grado y posgrado, financiamiento para trabajo de campo, reuniones científicas y revistas especializadas (Kemper y Kratct 1991).
La tercera motivación para no tratar la confrontación actual de la antropología con la ciudad bajo el formato de una revisión histórica, es que los desafíos que implica este trabajo están cambiando notoriamente en el tiempo de las conurbaciones, la globalización y las integraciones transnacionales. Lo que se entiende por ciudad y por investigación antropológica es hoy muy distinto de lo que concibieron Robert Redfield, las Escuelas de Chicago y Manchester, e incluso antropólogos más recientes. Basta pensar en cómo ha cambiado el significado y la importancia de lo urbano desde 1900, cuando sólo cuatro por ciento de la población mundial vivía en ciudades, hasta la actualidad, en que la mitad de los habitantes se hallan urbanizados (Gmelch-Zenner, 1996: 188). En ciertas zonas periféricas que han sido objeto predilecto de la antigua antropología, como América Latina, un setenta por ciento de las personas reside en conglomerados urbanos. Como esta expansión de las ciudades se debe en buena parte a la migración de campesinos e indígenas, esos conjuntos sociales a los que clásicamente se dedicaban los antropólogos ahora se encuentran en las urbes. En ellas se reproducen y cambian sus tradiciones, se desenvuelven los intercambios más complejos de la multietnicidad y la multiculturalidad.
Sección 1 Viejos temas en nuevos contextos No es casual que un alto número de estudios de antropología urbana se consagre a los migrantes y a los llamados sectores marginales. Al tratar de conocer estas transformaciones de los destinatarios habituales de la investigación antropológica, se advirtieron los nuevos desafíos que las ciudades contemporáneas colocaban a los conceptos y técnicas elaborados por esta disciplina al estudiar comunidades pequeñas, indígenas o campesinas. Debe reconocerse al estilo etnográfico el haber ofrecido aportes cualitativos originales sobre relaciones interétnicas e interculturales, que otras disciplinas subordinan a las visiones macrosociales. Sin embargo, las estrategias de aproximación de los antropólogos inhibieron durante mucho tiempo la construcción de una antropología urbana, o sea una visión de conjunto sobre el significado de la vida en ciudad. Se ha practicado menos "una antropología de la ciudad que una antropología en la ciudad"..."La ciudad es, por lo tanto, más el lugar de investigación que su objeto" (Durham, 1986: 13). De todas maneras, esta es una cuestión difícil de resolver tanto para la antropología como para otras disciplinas. ¿Acaso es posible abarcar con un sólo concepto -el de cultura urbana- la diversidad de manifestaciones que la ciudad engendra? ¿Existe realmente un fenómeno unificado y distintivo del espacio urbano, incluso en aglomeraciones tan complejas y heterogéneas como Nueva York, Beijing y la ciudad de México, o sería preferible hablar de varios tipos de cultura dentro de la ciudad? En tal caso ¿las delimitaciones deben hacerse siguiendo criterios de clase social, de organización del espacio u otros?
Al mismo tiempo, así como las cuestiones urbanas fueron reconformando el proyecto de la antropología, ésta viene mostrando la fecundidad de sus instrumentos conceptuales y metodológicos para encarar aspectos clave de las ciudades contemporáneas que interesan al conjunto de las ciencias sociales. Voy a referirme a tres: la heterogeneidad multicultural, la segregación intercultural y social, y la desurbanización. La heterogeneidad o diversidad sociocultural, desde siempre tema clave de la antropología, aparece hoy como uno de los asuntos más "desestructuradores" de la modelización clásica propuesta en las teorías urbanas. La dificultad para definir qué se entiende por ciudad deriva, en parte, de la variedad histórica de ciudades (industriales y administrativas, capitales políticas y ciudades de servicios, ciudades puertos y turísticas), pero esa complejidad se agudiza en grandes urbes que ni siquiera pueden reducirse a esas caracterizaciones monofuncionales. Varios autores sostienen que justamente la copresencia de muchas funciones y actividades es algo distintivo de la estructura urbana actual (Castells, 1995; Signorelli, 1996). Más aún: esta flexibilidad en el desempeño de varias funciones se radicaliza en la medida en que la deslocalización de la producción diluye la correspondencia histórica entre ciertas ciudades y ciertos tipos de producción. Lancashire no es ya sinónimo mundial de la industria textil, ni Sheffield y Pittsburgh de siderurgia. Las manufacturas y los equipos electrónicos más avanzados pueden producirse tanto en las ciudades globales del primer mundo como en las de Brasil, México y el sudeste asiático (Castells 1974, Hall 1996, Sassen 1991). La diversidad contenida en una ciudad suele ser resultado de distintas etapas de su desarrollo. Milán, México y París hacen coexistir por lo menos testimonios de los siguientes períodos: a) monumentos que les dan carácter de ciudades históricas con interés artístico y turístico; b) un desarrollo industrial que reorganizó -de distinto modo en cada caso- su uso del territorio; y c) una reciente arquitectura transnacional, posindustrial (de empresas financieras e informáticas) que ha reordenado la apropiación del espacio, los desplazamientos y hábitos urbanos, así como la inserción de dichas ciudades en redes supranacionales. La convivencia de estos diversos períodos en la actualidad genera una heterogeneidad multitemporal en la que ocurren procesos de hibridación, conflictos y transacciones interculturales muy densas (García Canclini, 1995 a, b). Esa heterogeneidad e hibridación provocadas por la contigüidad de construcciones y modos de organizar el espacio iniciados en distintas etapas históricas, se multiplica con la coexistencia de migrantes de zonas diversas del mismo país y de otras sociedades. Estos migrantes incorporan a las grandes ciudades lenguas, comportamientos y estructuras espaciales surgidos en culturas diferentes. Se observa este proceso con rasgos semejantes en las metrópolis y en los países periféricos, anulando hasta cierto punto las diferencias que el evolucionismo marcaba en otro tiempo entre ciudades de regiones desarrolladas y subdesarrolladas.
La vecindad de los nativos con muchos otros hace explotar las idiosincracias urbanas tradicionales tanto en Lima como en Nueva York, en Buenos Aires como en Berlín. El acercamiento súbito, y a veces violento, entre lo moderno y lo arcaico, entre científicos sociales y pueblos exóticos, nos permite decir que la antropología urbana está siendo decisiva para completar la liberación de los antropólogos de la sensación de pertenecer a un universo distinto de sus objetos de estudio; también les permite a algunos investigadores atenuar la culpa por interferir en culturas extrañas y desalienta los subterfugios evolucionistas con que se trataba de restaurar esa distancia mediante una mirada "sabia". Los antropólogos urbanos, aun teniendo diferencias étnicas, de clase o nacionales con nuestros observados, estamos expuestos a las mismas o parecidas influencias socioespaciales, publicitarias y televisivas. Si bien la planificación macrosocial, la estandarización inmobiliaria y vial, y en general el desarrollo unificado del mercado capitalista tienden a hacer de las ciudades dispositivos de homogenización, esos tres factores no impiden que la fuerza de la diversidad emerja o se expanda. Pero la "explosión" diferencialista no sólo es un proceso real; también se presenta como ideología urbanística. Desde los años setenta, las corrientes posmodernas que impactaron a la antropología y el urbanismo propician la diferencia, la multiplicidad y la descentralización como condiciones de una urbanidad democrática. Sin embargo, esta tendencia debe valorarse de maneras distintas en las metrópolis y en los países periféricos. Ante todo, debemos hacer esta distinción por razones político-económicas. No es lo mismo el crecimiento de la autogestión y la pluralidad luego de un período de planificación, durante el cual se reguló la expansión urbana y la satisfacción de necesidades básicas (como en casi todas las ciudades europeas) que el crecimiento caótico de intentos de supervivencia basados en la escasez, la expansión errática, el uso depredador del suelo, el agua y el aire (habituales en Asia, África y América Latina). Una segunda distinción tiene que ver con la escala. En países que entraron al siglo XX con tasas bajas de natalidad, con ciudades planificadas y gobiernos democráticos, las digresiones, la desviación y la pérdida de poder de los órdenes totalizadores pueden ser parte de una lógica descentralizadora. En cambio, en ciudades como Caracas, Lima o Sao Paulo la diseminación -generada por el estallido demográfico, la invasión popular o especulativa del suelo, con formas poco democráticas de representación y administración del espacio urbanoaparece como la multiplicación de un desorden siempre a punto de explotar. En el primer tipo de casos el debilitamiento de las estructuras planificadas puede ser un avance liberalizador. En tanto, en la mayoría de las ciudades de países periféricos la ideología descentralizadora logra, a menudo, sólo reproducir aglomeraciones ingobernables, que por eso a veces "fomentan" la perpetuación de un gobierno autoritario y centralizado, reticente a que los ciudadanos elijan y decidan. Los estudios sobre movimientos sociales suelen considerar esta desestructuración de las ciudades como estímulo para la organización de grupos populares, juveniles, ecologistas, etc. a fin de construir alternativas al (des)orden
hegemónico. Otros sectores ven la descentralización como agravamiento del caos, expansión de las bandas, terror urbano, acoso sexual, o como simple ocasión para que los poderes empresariales y aun las asociaciones de vecinos se apropien de espacios públicos y excluyan o descriminen a los demás. "El ejercicio local de la democracia puede, por lo tanto, producir resultados antidemocráticos" (Holston y Appadurai, 1996: 252). En muchas ciudades africanas, asiáticas y latinoamericanas es evidente que la debilidad reguladora no aumenta la libertad sino la inseguridad y la injusticia. La condición posmoderna suele significar en estos países la exasperación de las contradicciones de la modernidad: la desaparición de lo poco que se había logrado de urbano, el agotamiento de la vida pública y la búsqueda privada de alternativas no a un tipo de ciudad sino a la vida urbana entendida como tumulto "estresante". El abandono de políticas públicas unificadas, junto al agravamiento del desempleo y la violencia generan -como demuestran los estudios de Mike Davis sobre Los Ángeles y de Teresa P.R.Caldeira sobre Sao Paulo- segregación espacial: quienes pueden se encierran en "enclaves fortificados". En vez de trabajar con los conflictos que suscita la interculturalidad, se propicia la separación entre los grupos mediante muros, rejas y dispositivos electrónicos de seguridad. Estudios antropológicos recientes muestran el peso que tienen en la construcción de las segregaciones urbanas, junto a las barreras físicas, los cambios en hábitos y rituales, las obsesivas conversaciones sobre la inseguridad que tienden a polarizar lo bueno y lo malo, a establecer distancias y muros simbólicos que refuerzan los de carácter físico (Caldeira 1996). En investigaciones sobre los cambios en las prácticas de consumo cultural de la ciudad de México registramos un proceso de desurbanización, en el sentido en que en los últimos años disminuye el uso recreativo de los espacios públicos. Esto se debe en parte a la inseguridad, y también a la tendencia impulsada por los medios electrónicos de comunicación a preferir la cultura a domicilio llevada hasta los hogares por la radio, la televisión y el video en vez de la asistencia a cines, teatros y espectáculos deportivos que requieren atravesar largas distancias y lugares peligrosos de la urbe. Recluirse en la casa o salir los fines de semana de la ciudad son algo más que modos de librarse un poco de la violencia, el cansancio y la contaminación: son formas de declarar que la ciudad es incorregible (García Canclini, 1995). A nivel político, la democratización del gobierno y la participación de los ciudadanos es quizá lo único que puede revertir parcialmente esta tendencia al enclaustramiento en lo privado de la mayoría, y controlar la voracidad de los intereses privados inmobiliarios, industriales y turísticos que afectan el desarrollo equilibrado de las urbes. Pero ¿de qué modo la democratización de las decisiones públicas y la expansión de una ciudadanía responsable (Perulli, 1995) permitirían rehabilitar el mundo público, o sea hacer viable una intervención mejor repartida de las fuerzas sociales que rehaga el mapa de la ciudad, el sentido global de la sociabilidad urbana? De no ocurrir esto, el riesgo es la ingobernabilidad: que el
potenciamiento explosivo de las tendencias desintegradoras y destructivas suscite mayor autoritarismo y represión. Varios estudios de los años noventa ven estos desafíos de las ciudades grandes y medianas como una oportunidad para revitalizar la participación y la organización ciudadanas. Cuando los Estados-nación pierden capacidad de movilizar al pueblo, las ciudades resurgen como escenarios estratégicos para el avance de nuevas formas de ciudadanía con referentes más "concretos" y manejables que los de las abstracciones nacionales. Además, los centros urbanos, especialmente las megalópolis, se constituyen como soportes de la participación en los flujos transnacionales de bienes, ideas, imágenes y personas. Lo que se escapa del ejercicio ciudadano en las decisiones supranacionales pareciera recuperarse, en cierta medida, en las arenas locales vinculadas a los lugares de residencia, trabajo y consumo (Dagnino 1994, Ortiz 1994). Quienes ahora se sienten, más que ciudadanos de una nación, "espectadores que votan", reencuentran modos de reubicar la imaginación (Holston y Appadurai 1996 192-195).
Sección 2 La redefinición de las ciudades En verdad, la antropología no está sola ante la reformulación necesaria de su proyecto disciplinario por estos cambios de la multiculturalidad y la segregación, de lo local y lo global, que se manifiestan con particular fuerza en las grandes urbes. Las incertidumbres acerca de qué es una ciudad y cómo estudiarla, compartidas por otras ciencias sociales, exigen reorientar el conjunto de los estudios urbanos. Estos estudios son, por eso mismo, una ocasión propicia para examinar las condiciones actuales del trabajo inter o transdisciplinario, las condiciones teóricas y metodológicas en las que los saberes parciales pueden articularse. Una lectura de la historia de las teorías urbanas, en este siglo, que tomara en cuenta los cambios ocurridos en las ciudades nos haría verlas como intentos fallidos o insatisfactorios. Más que soluciones o respuestas estabilizadas, hallamos una sucesión de aproximaciones que dejan muchos problemas irresueltos y tienen serias dificultades para prever las transformaciones y adaptarse a ellas. Recordemos, por ejemplo, las investigaciones que han tratado de definir qué son las ciudades oponiéndolas a lo rural, o sea concibiéndolas como lo que no es el campo. Este enfoque, muy usado en la primera mitad del siglo, llevó a enfrentar en forma demasiado tajante el campo como lugar de las relaciones comunitarias, primarias, a la ciudad, que sería el lugar de las relaciones asociadas de tipo secundario, donde habría mayor segmentación de los roles y una multiplicidad de pertenencias. En varios países en proceso de industrialización esta tendencia fue
utilizada hasta los años sesenta y setenta. Teóricos destacados, como Gino Germani, desarrollaron este enfoque en estudios sobre América Latina, especialmente sobre Argentina. Este autor hablaba de la ciudad como núcleo de la modernidad, el lugar donde sería posible desprenderse de las relaciones de pertenencia obligadas, primarias, de los contactos intensos de tipo personal, familiar y barrial propios de los pequeños pueblos, y pasar al anonimato de las relaciones electivas, donde se segmentan los roles, que él consideraba desde su particular herencia funcionalista. Entre las muchas críticas que se han hecho a esta oposición tajante entre lo rural y lo urbano, me gustaría recordar que esa distinción se queda en aspectos exteriores. Es una diferenciación descriptiva, que no explica las diferencias estructurales ni tampoco las coincidencias frecuentes entre lo que ocurre en el campo, o en pequeñas poblaciones, y lo que ocurre en las ciudades. Por ejemplo, cómo lo rural está dividido por conflictos internos a causa de la penetración de las ciudades. O, a la inversa, en las ciudades africanas, asiáticas y latinoamericanas, muchas veces se dice que son ciudades "invadidas" por el campo. Se ve a grupos familiares circulando aún en carros con caballos, usos de calles que parecen propios de campesinos, como si nunca fuera a pasar un coche, es decir, intersecciones entre lo rural y lo urbano que no pueden comprenderse en términos de simple oposición. Un segundo tipo de definición que tiene una larga trayectoria, desde la Escuela de Chicago, se basa en los criterios geográfico-espaciales. Wirth definía la ciudad como la localización permanente relativamente extensa y densa de individuos socialmente heterogéneos. Una de las principales críticas a esta caracterización geográfico-espacial es que no da cuenta de los procesos históricos y sociales que engendraron las estructuras urbanas, la dimensión, la densidad y la heterogeneidad (Castells 1974). En tercer lugar ha habido criterios específicamente económicos para definir qué es una ciudad, como resultado del desarrollo industrial y de la concentración capitalista. En efecto, la ciudad ha propiciado una mayor racionalización de la vida social y ha organizado del modo más eficaz, hasta cierta época, la reproducción de la fuerza de trabajo al concentrar la producción y el consumo masivos. Pero este enfoque económico suele desarrollarse dejando fuera los aspectos culturales, la experiencia cotidiana del habitar y las representaciones que los habitantes nos hacemos de las ciudades. Algunos autores que conceptualizaron las experiencias y representaciones urbanas, como Antonio Mela, quien lo hace a partir de la teoría de Jürgen Habermas, señalan dos características que definirían a la ciudad. Una es la densidad de interacción y la otra es la aceleración del intercambio de mensajes. Mela aclara que no son sólo fenómenos cuantitativos, pues ambos influyen, a veces contradictoriamente, sobre la calidad de la vida en la ciudad. El aumento de códigos comunicativos exige adquirir nuevas competencias, específicamente urbanas, como lo percibe cualquier migrante que llega a la ciudad y se siente
desubicado, tiene dificultades para situarse en la densidad de interacciones y la aceleración de intercambio de mensajes. Cuando se comienza a ver esta problemática en los estudios urbanos, con las migraciones de mediados de siglo, se coloca el problema de quiénes pueden usar la ciudad. Esta línea de análisis, que trata de poner (Mela, 1989) la problemática urbana como una tensión entre racionalización espacial y expresividad, ha llevado a pensar a las sociedades urbanas en términos lingüísticos. Han sido, sobre todo, los estudios semióticos los que destacaron estas dimensiones, pero también la antropología considera ahora a las ciudades no sólo como un fenómeno físico, un modo de ocupar el espacio, sino también como lugares donde ocurren fenómenos expresivos que entran en tensión con la racionalización, o con las pretensiones de racionalizar la vida social. La industrialización de la cultura a través de comunicaciones electrónicas ha vuelto más evidente esta dimensión semántica y comunicacional del habitar. Si pretendiéramos arribar a una teoría de validez universal sobre lo urbano, debiéramos decir que, en cierto modo, todas estas teorías son fallidas. No dan una respuesta satisfactoria, ofrecen múltiples aproximaciones de las cuales no podemos prescindir, que hoy coexisten como partes de lo verosímil, de lo que nos parece que puede proporcionar cierto sentido a la vida urbana. Pero la suma de todas estas definiciones no se articula fácilmente, no permite acceder a una definición unitaria, satisfactoria, más o menos operacional, para seguir investigando las ciudades. Esta incertidumbre acerca de la definición de lo urbano se vuelve aún más vertiginosa cuando llegamos a las megaciudades.
Sección 3 Megalópolis: crisis y resurgimiento Hace sólo medio siglo las megalópolis eran excepciones. En 1950 sólo dos ciudades en el mundo, Nueva York y Londres, superaban los ocho millones de habitantes. En 1970 ya había once de tales urbes, cinco de ellas en el llamado tercer mundo, tres en América Latina y dos en Asia. Para el año 2.015, según las proyecciones de las Naciones Unidas, habrá 33 megaciudades, 21 de las cuales se hallarán en Asia. Estas megalópolis impresionan tanto por su desaforado crecimiento como por su compleja multiculturalidad, que desdibujan su sentido histórico y contribuyen a poner en crisis las definiciones con que se pretende abarcarlas. ¿Qué es una megaciudad? Los estudios realizados en los últimos años en ciudades como Los Ángeles, México y Sao Paulo, conducen a reformular la noción habitual en la bibliografía especializada, que usa ese término para referirse a la etapa en la que una gran concentración urbana integra otras ciudades próximas y conforma una red de asentamientos interconectados.
Sin duda, esta caracterización espacial es aplicable a la capital mexicana (Ward 1991), que en 1940 tenía 1.644.921 habitantes y actualmente supera los 17 millones. Sabemos que entre los principales procesos que generaron esta expansión se hallan las migraciones multitudinarias de otras zonas del país y la incorporación a la zona metropolitana de 27 municipios aledaños. Pero en estos mismos cincuenta años en que la mancha urbana se extendió hasta ocupar 1500 kms cuadrados, volviendo impracticable la interacción entre sus partes y evaporando las imagen física de conjunto, los medios de comunicación se expandieron masivamente, establecieron y distribuyen imágenes que re-conectan las partes diseminadas. La misma política económica de modernización industrial que desbordó la urbe promovió paralelamente nuevas redes audiovisuales que reorganizan las prácticas de información y entretenimiento, y recomponen el sentido de la metrópoli. ¿Qué conclusión podemos extraer del hecho ya citado: mientras la expansión demográfica y territorial desalienta a la mayoría de los habitantes, ubicada en la periferia, para asistir a los cines, teatros y salones de baile concentrados en el centro, la radio y la televisión llevan la cultura al 95 por ciento de los hogares? Esta reorganización de las prácticas urbanas sugiere que la caracterización socioespacial de la megalópolis debe ser completada con una redefinición sociocomunicacional, que dé cuenta del papel re-estructurador de los medios en el desarrollo de la ciudad. La hipótesis central de esta reconceptualización es que la megalópolis, además de integrar grandes contingentes poblacionales conurbándolos física y geográficamente, los conecta con las experiencias macrourbanas a través de las redes de comunicación masiva. Por supuesto, la conexión mediática de ciudades medianas y pequeñas, el hecho de que la oferta televisiva e informática puede recibirse ya en toda su amplitud también en conjuntos de 10,000 habitantes, evidencia que esta no es una característica exclusiva de las megaciudades. No obstante, urbes desestructuradas por su extraordinaria expansión territorial y su ubicación estratégica en redes mundiales, como México, Los Ángeles y Sao Paulo, estimulan a pensar en qué sentido esta multiplicación de enlaces mediáticos adquiere un significado particular cuando se vincula con una historia de expansión demográfica y espacial, y con una compleja y diseminada oferta cultural propia de grandes ciudades. Algunos investigadores urbanos han examinado este desdoblamiento de las ciudades a propósito de los efectos de las tecnologías de información sobre las transformaciones del espacio. Manuel Castells habla de "ciudad informacional" y de "espacio de flujos" para designar la manera en que los usos territoriales pasan a depender de la circulación de capitales, imágenes, informaciones estratégicas y programas tecnológicos. Pese al énfasis en este último aspecto, Castells sigue reconociendo la importancia de los territorios para que los grupos afirmen sus identidades, se movilicen a fin de conseguir lo que demandan y restauren "el poco control" y sentido que logran en el trabajo. "La gente vive en lugares, el poder domina mediante flujos"(Castells, 1995: 485).
Prefiero no hablar de espacio de flujos sino de sistema de flujos, porque la noción de espacio corresponde mejor al aspecto físico, y los flujos, aunque hacen apariciones aquí y allá, actúan la mayor parte del tiempo a través de redes invisibles. También me incomoda la escisión entre los lugares donde la gente vive y los flujos que la dominan. Pero sin duda son incovenientes menores en el marco de la enorme contribución hecha por Castells para redefinir el sentido de la ciudad a la luz de las nuevas condiciones establecidas por el desarrollo tecnológico. La bibliografía actual plantea este carácter dual de lo urbano -espacial, y a la vez comunicacional- en dos sentidos: por una parte, en relación con los sistemas informacionales y su impacto en las relaciones capital-trabajo, que son los objetivos principales de los estudios de Castells y de otros urbanistas recientes (Peter Hall, Saskia Sassen); por otra, en conexión con los nuevos diagramas y usos socioculturales urbanos generados por las industrias comunicacionales (García Canclini, Martín Barbero). Tomado de: Http://www.unesco.org/issj/rics153/canclinispa.html
Lección 3
Modernización, Ciudad y Literatura La ciudad constituye un punto de referencia del proceso modernizador en América Latina. Tanto que desde la literatura misma se han producido diversas y disímiles representaciones simbólicas y discursivas. Unas que la consideran sinónimo de progreso y otras, fuente de destrucción y enajenación. Indudablemente, no se pretende dar cuenta total sobre un fenómeno sociocultural tan complejo; simplemente, se aspira proponer una lectura que indague e inicie una revisión más exhaustiva de lo que la ciudad ha representado para el continente a partir de su reconstrucción como espacio discursivo en la literatura Latinoamérica. Sección 1 La ciudad como símbolo En América Latina la ciudad moderna, urbana tal como se concebía hasta hace algunos años, tuvo sus orígenes en el proceso modernizador europeo. Tanto física como simbólicamente, la ciudad al estilo europeo sirvió como referente para la configuración de lo citadino en el continente; pero en la actualidad entró en crisis como tantos otros referentes, símbolos y representaciones propias de la Modernidad. García Canclini (1995: 17) como un dato revelador "la pérdida de importancia de la ciudad en su concepción europea, como núcleo de la vida cívica y comercial, académica y artística". Hasta hace algunos años la ciudad moderna
—cualquier ciudad latinoamericana en general— podía distinguirse plenamente desde su propia lógica territorial (Ortiz, 2000). En la actualidad, tal lógica territorial se quebró, se diluyó o simplemente no sirve para dicha dominación y menos para generar cualquier clasificación. La ciudad no es ya la misma. Por ejemplo, en dicha ciudad existía una división disciplinar en su organización territorial: las industrias y comercios se ubicaban en un espacio determinado, las urbanizaciones hacia otro respondiendo incluso al estatus y a la relación socioeconómica de sus habitantes, los sectores medios habitando edificaciones colectivas como edificios o grandes conjuntos residenciales, las oficinas y organismos financieros otro tanto, y los sectores marginados en las periferia de la misma. Incluso se podía distinguir a los habitantes de la ciudad a partir de determinada ubicación geográfica: la clase alta al este, la media al oeste, las oficinas y comercios al centro, las industrias al sur y las clases marginadas bordeando la ciudad (1). Se podría decir que la ciudad moderna se especializó. Establecía sus límites, su lógica y sus propias relaciones de poder, que alcanzaban hasta las actuaciones de sus habitantes. Basta simplemente pensar en el trato dado a los habitantes de un sector, comparándolo con otro menos pudiente, para constatarlo. La ciudad moderna no era más que parte de ese reflejo que respondía a un sistema de representaciones que se concretizaba en las construcciones, la organización ciudadana, las actuaciones de sus habitantes y hasta en las relaciones de poder de la sociedad en sí misma. Para José Luis Romero (1987: 21) vale decir que "en rigor, todo el mundo urbano puede ser visto como una creación, o mejor una invención: como forma física, como estructura social, como concepción de vida." Se observa entonces, que así como el proyecto de la Modernidad propugnó lo disciplinar, la especialidad en el saber; éste sistema ideacional también se trasladó a diversos ámbitos de la sociedad. Y la ciudad fue uno de ellos. Sin embargo, como se señaló anteriormente, la ciudad actual ya no responde a dicha lógica ni a dichos referentes. Es otra, cambiante, dinámica, los límites desaparecieron, los ámbitos disciplinares de su antigua organización se quebraron e incluso las actuaciones y relaciones de los ciudadanos que la habitan. Piénsese cómo se han aproximado —gracias a transportes como el Metro o a las autopistas interurbanas — las ciudades vecinas que circundan a la ciudad-capital,por ejemplo. Los habitantes de aquellas trabajan, viven, actúan, sueñan, transitan, consumen, entre otras actividades más, en ésta última; gracias a que dicha cercanía los hace sentir parte de ella y no su periferia. Y si fuésemos más estrictos en la idea, podría tomarse la idea de García Canclini (1995) de que actualmente existe una ciudad globalizada que ésta más allá de las Identidades y sentidos de pertenencia local. De esta manera, la ciudad no es sólo un espacio o territorio sobre el cual actúan sus habitantes, constituye una construcción simbólica o mejor una aprehensión
simbólica de la sociedad. En la edad Media, lo que podía entenderse como ciudad giraba en torno al castillo del Señor Feudal (Ortiz, 2000) y dependía de esa relación política, económica, social y cultural. Los habitantes no se pensaban a sí mismos como ciudadanos, sino como siervos y de esta forma actuaban. Será con el proceso modernizador que se producirán cambios sustanciales tanto en la ciudad como en sus habitantes. Al transformarse la ciudad cambiará también su habitante, dando origen a la noción de "ciudadano". Así la Modernidad dará cobijo a nuevas nociones y sistemas simbólicos que configurarán estos escenarios: Estado, Nación, Ciudad.
Sección 2 Ciudad y Latinoamérica Nadie duda ya de que en el continente no se produjo una sino varias modernidades (Martínez, 1995). O en otras palabras, en cada país debido a la magnitud de su propio proceso modernizador — entendido en suma como el desarrollo industrializador y de cambios socio-económicos estructurales— que fue de mayor fuerza en unos que en otros, determinó que a su vez la Modernidad — entendida a su vez como un sistema ideacional fundado en la razón, la lógica del progreso y la dominación disciplinar principalmente— se desarrollara también heterogéneamente. De allí que se conformara una América Latina políticamente fragmentada y democráticamente inestable, de una amplia heterogeneidad cultural (2) (Brunner, 1986: 100) que va de lo indígena a lo africano pasando por lo español, de extrañas simultaneidades temporales donde conviven lo moderno y lo primitivo, y con un desigual crecimiento económico y cultural; problemática quizás mejor representada en gran parte de la novelística del Boom —Los pasos perdidos, de Alejo Canpertier, Cien años de soledad, de García Márquez o La Habana para un infante difunto, de Cabrera Infante, por sólo citar algunas— que en cualquier estudio sociológico del continente. Por otra parte, la dogmatizadora lógica del proyecto de la Modernidad a través de sus metarrelatos de progreso y felicidad, cientificismo y razón, agudizaron más este conflicto haciendo que los intelectuales latinoamericanos tomaran partido, unos a favor y otros en contra. Al respecto señala Ramos (1989), refiriéndose a María Luisa Bastos, quien también ve estas oposiciones, que: "En el fondo, coincide con la lectura de Rama, Jitrik y Pacheco que veían dos momentos en el modernismo : uno crítico y radical, antiburgués, y una segunda etapa, en que el modernismo, ya a comienzos de siglo, se convertiría en la estética de los grupos dominantes". De esta tensión entre la tradición y lo moderno (3) (Contreras, 1998: 8), lo rural y lo urbano, el pasado y lo futuro, la clase media socialmente emergente y las
oligarquías agrarias, se empezarán a constituir un conjunto de símbolos culturales con los cuales los "nuevos ciudadanos" se reconocerán tal como una episteme (4) , según Foucault (1974: 5). Basta observar, según Ramos (1989: 113), las crónicas y la prosa periodística (5) de finales del siglo XIX y se encontrarán suficientes indicios y referencias a la "ciudad" como espacio vital sobre el y con el cual se gestará la fisonomía de las nuevas ciudades urbanas nacientes y de sus habitantes. Espacio que se cargará de tantos sentidos y significaciones que desbordará los límites mismos de la vida social para inundar al arte y la literatura. Indudablemente, ese espacio urbano comparte elementos semántica y simbólicamente similares y caracterizadores de cada una de las cambiantes ciudades latinoamericanas de entonces: Ciudad de México , Bogotá, Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile, Sao Paulo o Lima. Su crecimiento desmedido es tanto poblacional como urbanístico dando origen al nacimiento de la clase media, de la burocracia dirigencial y los cordones de miseria «...que se llamarían favelas en Brasil, villasmiseria en Argentina, población callampa en Chile, ranchos en Caracas.» (Fuentes, 1976). Pero también el amor por lo nocturno, el bolero y el tango o la ranchera, el anonimato del individuo en la muchedumbre urbana, la enajenación misma de lo moderno, el automóvil y el cine, la novedad y la moda, el culto por lo occidental y la cultura elitesca, el ascenso social, marcarán definitivamente los rasgos distintivos de las ciudades latinoamericanas, siempre en constante contradicción. Quizás, los primeros en intuir y señalar esta tensión fueron los escritores Darío y Martí desde sus prosas periodísticas. Su constante cuestionamiento sobre los efectos devastadores de la modernización en el ser del latinoamericano sería prueba de ello (Martínez, 1995). Al igual que los vanguardistas (Verani, 1990; Osorio, 1988) como Maples Arce que le cantarán a los «postes telefónicos», a las «vitrinas » o al «avión» señalando los cambios de los espacios latinoamericanos. Posteriormente, ya en pleno proceso modernizador encontraremos dos visiones que signarán la lectura sobre la «ciudad». La primera, de escritores como Sarmiento y Gallegos que la entenderán como sinónimo de progreso, de lucha civilizatoria contra la barbarie, de entrada a lo moderno, de auge económico y dominante legitimación de la cultura académica, representando la noción más evidente del proyecto de Modernidad en el continente. Incluso ese pensar quedará tan institucionalizado que permitirá comprender las movilizaciones migratorias de grandes mayorías a las ciudades latinoamericanas. La segunda visión, de unos años después, será la de los otros novelistas como García Márquez, Onetti, Cabrera Infante, Salvador Garmendia, que crearán extrañas ciudades llenas de conflictos entre la tradición y lo moderno, enajenadas por el proceso modernizador, altamente destructivo y reductor de lo humano a simple mercancía o explotación. Sin embargo, debemos acotar que existe una tercera visión más reciente, la cual presenta a las ciudades desfiguradas y desacralizadas. Son las de autores como
Mutis, Sarduy o Puig, espacios urbanos desmitificados, sin valoraciones ni deificaciones. Así la «ciudad» será por un lado, al menos dentro del marco del proyecto de la Modernidad, el símbolo de lo civilizatorio en oposición a la «barbarie» de la provincia, pero por el otro será también un espacio de degradación, enajenación y destrucción del hombre. Esta última lectura será la que finalmente predominará en gran parte de la literatura de la primera mitad del siglo XX. Indudablemente, dichas lecturas de la «ciudad» acontecen no sólo como expresión estética, sino como respuesta a una crisis de la ruptura e imposición de nuevos órdenes tanto culturales, políticos, sociales y económicos acaecidos en el continente. Para los escritores que ven en la «ciudad» el símbolo del germen destructor del proceso modernizador también existe otro matiz del mismo problema: la nocturnidad urbana. Santaella señala al respecto: Ciertos cambios económicos y políticos de algunos países, generaron una particular aproximación inconsciente al sopor nocturno de las ciudades. El tránsito de naciones inicialmente rurales a naciones violentamente urbanas, dieron comienzo a filiaciones psicológicas y colectivas hasta el momento relegadas a la vieja tranquilidad de un clima desconocido. Ese «sopor «también añadirá un carácter negativo y degradador a los habitantes citadinos. Basta recordar los paseos nocturnos descritos por el protagonista de La Habana para un infante difunto, de Cabrera Infante, o las descripciones hechas en Días de ceniza, de Garmendia. En la noche aparece «la otra ciudad», la negada, la enajenada, destructiva, con seres anodinos, marginales y derrotados; también el bar, el burdel, el bolero y la ranchera, lo profundamente popular. Es decir, la otra Latinoamérica producto de esta devastación llamada modernización, la del eterno conflicto de su ser: constante tensión entre la tradición y lo moderno. Conflicto que según D’allemand (1996: 165), a partir de una lectura de «La ciudad letrada» de Rama, se presenta porque...la ciudad latinoamericana desde sus orígenes es, por excelencia, la expresión de un proyecto de Conquista; la ciudad es la implantación ideológica, cultural y material del proyecto de dominación procedente de fuera, de las Metrópolis. Es el espacio físico del invasor y de su modelo social y cultural. Es el transplante, es lo ajeno, que se imponen sobre lo autóctono, lo interno, lo rural y que a la inversa de las ciudades europeas nacidas del desarrollo agrícola del campo y sus necesidades mercantiles, pretendían más bien operar como rectoras de éstos. Cita que expresa ampliamente la lectura plasmada en las novelas latinoamericanas cuya visión de la ciudad es síntoma de un proceso aniquilador y destructor del ser latinoamericano. Si a eso sumamos la escritura que sobre la ciudad, como sinónimo de lo urbano, se consolida en el continente entre los años sesenta y setenta, encontraremos una revisión del espacio citadino desde el cual los narradores cuestionarán a la sociedad, al hombre y a su entorno urbano. Será el inicio de una narrativa de la violencia, demoledora de la idea misma de progreso, señalando el proceso destructivo y marginalizador de estas sociedades con amplias desigualdades políticas, económicas, sociales y culturales.
Sección 3 Ciudad, ciudadanos y consumo Repensar la ciudad en este mundo globalizado implica, necesariamente, referirse a la noción de ciudadano y de consumo. Para investigadores como García Canclini (1999: 21) el consumo ha provocado cambios radicales en la concepción de ciudadano, ya que, siguiendo sus propias palabras, "cuando se habla de globalización, se tiende a identificarla con el proceso de globalización económica, olvidando las dimensiones política, ecológica, cultural y social". Esta ciudad globalizada está marcada por un proceso de tensión que va desde lo económico hasta lo cultural, como señala la cita; pero que si sumamos el hecho de la aparición de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, entonces se observará una compleja maraña de redes simbólicas que se entrecruzan y conectan, creando y privilegiando nuevas relaciones culturales, símbolos y referentes para los habitantes de dichos escenarios. Incluso, tal como se señalaba al principio, la ciudad globalizada o posmoderna empieza a diseminar una madeja de puntos de encuentro o desencuentros que cambiará radicalmente la vida del habitante de estos espacios y cuyo "consumismo"—según García Canclini— lo guiará o desconectará de su propia conciencia de ciudadano capaz de pensar y actuar dentro de este marco de multiplicidades culturales-sociales que le ha tocado vivir y sobre la cual debe actuar. Pero esta ciudad aún está siendo escrita y vivida por lo que sólo basta esperar. Tomado de: http://www.monografias.com/trabajos30/modernizaciòn
Lección 4
La ciudad vivida: movilidad espacial y representaciones sobre la estratificación social en Bogotá Consuelo Uribe Mallarino Camila Pardo Pérez Resumen En este artículo se examina una forma específica de la movilidad social, la movilidad espacial, así como las representaciones sociales que tienen los residentes de los diferentes estratos sociales sobre si mismos y sobre los demás. El proyecto de investigación que da lugar a los resultados aquí presentados trata tanto sobre los efectos de la política de estratificación para el pago de servicios públicos domiciliarios como sobre la movilidad social. En el artículo se examinan los patrones de movilidad espacial hacia y dentro de Bogotá y la manera como sus habitantes se desplazan al interior de la ciudad por estrato socioeconómico. De la
misma forma, se examinan las representaciones alrededor de categorías morales y acerca de la estratificación social en la ciudad. Introducción La política de estratificación fue introducida hace tres décadas en Colombia con el fin de focalizar subsidios a personas que residen en viviendas que evidencian que sus moradores poseen menores recursos para el pago de tarifas de servicios públicos. La política presume que las características, el estado, la ubicación y los alrededores de la vivienda se constituyen en una variable proxi de la capacidad de pago del hogar que allí habita. En los años noventa, se aprobó la ley de servicios públicos que aseguraría el paso de las entonces empresas públicas a empresas comerciales, con la obligación de ser autosostenibles y de financiarse su propia expansión de infraestructura por medio de las tarifas cobradas. La ley formalizó la existencia de hasta seis estratos distintos1 con el consiguiente pago diferencial de tarifas para los servicios de electricidad, acueducto, gas natural, telefonía fija, alcantarillado y aseo2. El artículo se inscribe dentro del marco de los estudios de movilidad social, cuya perspectiva más común es la del examen de los cambios de estrato social de una generación con respecto a la generación anterior o a sí mismos con respecto a un punto anterior en el tiempo. Dichos estudios examinan los cambios operados bajo dos aspectos principales: primero, cambios en la posición social (de clase, prestigio e ingresos) con relación al que se tenía al nacer o al de la generación de los padres y, segundo, cambios de una ocupación cualitativamente diferente (por ejemplo, porque se requiere mayor cualificación) a la ejercida por la generación de los padres o por si mismo unos años atrás. Estos cambios, por supuesto, pueden ser horizontales, pero también ascendentes y descendentes. Estos aspectos han sido examinados en otros artículos producto de la misma investigación (Uribe, 2005 y Pardo y Vásquez, 2006). Pero la movilidad social también está relacionada con cambios espaciales y físicos, como las mudanzas de residencia al interior de la ciudad, el desplazamiento físico desde y hacia la residencia y los movimientos migratorios hacia la ciudad; ésta es la perspectiva que se toma en este trabajo. Sección 1 Fuentes y Método El presente artículo se basa en datos de las encuestas de hogares del DANE y en información recogida por el proyecto durante el primer semestre de 2005, a través de una encuesta cuyo objetivo fue el de examinar la movilidad social en Bogotá bajo varias perspectivas: movilidad ocupacional intergeneracional, movilidad espacial y representaciones sociales alrededor de los estratos sociales. El concepto de calidad de vida se relaciona con el de movilidad social en un artículo aparte (Pardo y Vásquez, 2006). Este proceso se examinó a la luz de la pertenencia de los hogares a los distintos estratos sociales determinados por la política mencionada. La muestra utilizada replica la distribución de los hogares en los seis estratos establecidos desde hace una década en la ciudad de Bogotá6.
El proyecto, sobre el cual se basa este artículo, realizó igualmente historias de vida7 a doce residentes de la ciudad, para trabajar en profundidad temas que en la encuesta se trataron en forma sucinta. Para ello, se eligieron sujetos mayores de 40 años que pudieran relatar su trayectoria al interior de la ciudad. La información acopiada procura dar una cara humana a las historias que están detrás de las cifras recogidas por medio de encuestas. Esta información valida, desde otra perspectiva metodológica, los resultados hallados a través de métodos cuantitativos. Finalmente, se utilizaron los datos de la Encuesta Calidad de Vida de 2003 para la ciudad de Bogotá, la cual, con sus 1.9 millones de hogares de la muestra, se constituyó en el mejor marco de confrontación para la representatividad estadística de la información de la encuesta del proyecto. Aunque la cantidad de los residentes de cada uno de los estratos no es igual, en este artículo se tomará a cada uno como un grupo similar para efectos de la comparación entre ellos. Es conveniente, sin embargo, tener en cuenta que de una población bogotana de 7.1 millones de habitantes en 2004, pertenecían al estrato 1 el 8%, al estrato 2 el 36%, al estrato 3 el 40%, al estrato 4 el 10%, al estrato 5 el 3% y, finalmente, al estrato 6 el 3% del total de la población de Bogotá (DAPD, 2005). La triangulación de información de tipo cuantitativo y de tipo cualitativo es el método empleado en el conjunto de la investigación8, pero el componente de movilidad espacial solamente fue indagado a través de la encuesta. Más que demostrar una hipótesis, de lo que se trata es de dar cuenta de manera descriptiva de los patrones de desplazamiento en la ciudad y de las representaciones acerca de los estratos. El componente cualitativo recogido a través de las historias de vida ha quedado explícito en dos artículos separados (Uribe, Vásquez y Pardo (2006) y Pardo y Vásquez (2006)); en el presente artículo se presenta en el aparte sobre Representaciones Sociales relacionadas con los estratos. El marco teórico sobre el cual se apoya este artículo y los demás producidos como resultado del proyecto de investigación ya se ha presentado en otros escritos: Pardo, Uribe y Vásquez (2005); Uribe (2005a) y Vásquez (2005). Migración a Bogotá: perspectiva intergeneracional y por estratos En general, cuando la gente migra, lo hace por dos razones: para mejorar su nivel de vida o para buscar servicios que no encuentra en su lugar de origen. En ocasiones especiales lo hace por razones de supervivencia, como sucede con las víctimas del desplazamiento forzado, situación que ha sido endémica en Colombia desde los años cincuenta, pero que se ha exacerbado desde mediados de los noventa9. En el caso del desplazamiento forzado, la migración no trae asociada una movilidad social ascendente, sino que puede suceder todo lo contrario, al menos en los primeros años de la migración. Aquí miraremos a la movilidad social producida por trasladarse a Bogotá, cualquiera que sea la razón.
Los resultados indican que un poco más de la mitad de la muestra (el 52%) es raizal, mientras que un 48% nació fuera de ella. Que la ciudad esté dividida por igual entre raizales y migrantes es muy propio de Bogotá, ciudad que constituye un verdadero polo de atracción para todos los habitantes del país, ya que concentra la sede del gobierno central y numerosos centros industriales, servicios e instituciones educativas. Sin embargo, no todos los estratos contienen igual proporción de nacidos en la ciudad. A primera vista, se tendería a pensar que los más pobres de Bogotá son los que han migrado recientemente, no obstante los datos arrojan una información diferente. El estrato 1, el más pobre, contiene a un 50% de migrantes, contra un 57% para el estrato 2 y un 53% para el estrato 5. Si bien los tres primeros estratos tienen, en promedio, un porcentaje más bajo de raizales que los tres estratos superiores, en general el patrón no es directamente proporcional, como se observa en la Gráfica 1. El estrato 4 es aquel con mayor porcentaje de raizales, un 82%, seguido del estrato 6, con un 67%. Esto indica que la migración a la ciudad no sólo es un asunto de los más pobres del país, sino que también proviene de ricos de otras partes de Colombia hacia la capital. También indicaría que los migrantes traen una cierta dinámica que los coloca, con el tiempo, en un estrato superior al de los raizales más pobres que nacieron en la ciudad. Así como un poco más de la mitad de los residentes nacieron en la ciudad, su historial de residencia en los barrios que la conforman muestra un patrón marcado según la pertenencia a los distintos niveles socioeconómicos. La proporción de aquellos que, de pequeños, vivían en el mismo barrio, es de una quinta parte aproximadamente entre los primeros tres estratos (el 84% de la población de la ciudad), del 7% entre los residentes del estrato 5 y de cero entre los más ricos (estrato 6). Parecería que los barrios actuales de los dos estratos superiores son nuevos o sufrieron modificaciones importantes que los colocaron en las categorías superiores. Los residentes del estrato 4 son, de todos los estratos, aquellos que mayor inmovilidad geográfica han experimentado a lo largo de su vida, pues no solamente son raizales en su mayoría, sino que constituye el grupo más grande que vive en el mismo barrio desde pequeño (un 27% de ellos). Parecería que una característica de la clase media –aquí definida como los residentes del estrato 4es que ha experimentado menor movilidad que los residentes de clases populares y de los mayores estratos. En cuanto a la edad a la cual migraron las personas nacidas fuera de Bogotá, la tendencia que indica la Gráfica 3 es que los grupos más pobres vinieron a la ciudad en una proporción similar en todos los grupos de edad, mientras que los residentes más ricos que no son raizales han venido a la ciudad cuando ya eran mayores de edad. El estrato 5, sin embargo, se comporta un poco como los tres
primeros estratos y es atípico cuando se le compara con el estrato que le antecede y el que le sigue. El hecho de que los migrantes a Bogotá mayores de 40 años se ubiquen en la muestra únicamente en los dos primeros estratos tiene que ver con el hecho de que estos estratos contienen grupos familiares de mayor tamaño en los que se presentan casos de migrantes que lograron una cierta posición que los habilitó para traer a sus padres mayores para unirse a ellos. Al indagar la razón por la cual habían migrado los nacidos fuera de Bogotá, las respuestas apuntan al aspecto laboral con la mayor proporción (la mitad de la muestra), al familiar (una cuarta parte) y al de estudio (un 15%). Sólo una minoría (5%), por razones de violencia. En otras palabras, los residentes de la ciudad migraron en busca de movilidad social, tanto por razones labores como por ser hijos de personas que van a la ciudad a trabajar. Es de anotar que los que se trasladaron a Bogotá por razones de violencia sólo pertenecen a los tres primeros estratos, es decir, la violencia como razón para migrar sólo fue argüida por los más pobres. En los estratos inferiores, el trabajo es la principal razón, mientras que en los superiores, el trabajo pesa tanto como los estudios o como el traslado familiar. Los migrantes del estrato 5 se diferencian de los demás porque, en su mayoría, se trasladaron a Bogotá a estudiar. Sección 2 Movilidad por tipo de vivienda y tenencia de la misma El patrón de residencia de los bogotanos es bien variado de acuerdo con la pertenencia a estratos socioeconómicos10. Las casas son la forma de vivienda que más abunda entre los residentes del estrato 1 y representan cerca del 40% en los estratos 2 al 4, pero van disminuyendo en importancia a medida que se sube en la escala social. En el segundo estrato hay tantas casas como apartamentos, mientras que los últimos son la forma preferida desde el estrato 3 y definitivamente la preferida en los estratos superiores. Cerca de una décima parte de los residentes de los dos primeros estratos vive en cuartos de alquiler, pero esta modalidad se encuentra hasta en el estrato 5. La preferencia de la modalidad de casa en los estratos inferiores tiene que ver, según la etnografía realizada, con el hecho de que se trata de barrios que han sido legalizados pero que conocieron modalidades de invasión en el pasado. Son residencias en las que la autoconstrucción y el mejoramiento a lo largo del tiempo tienen una amplia vigencia. Varias de estas construcciones tienen un desarrollo hacia arriba o hacia los costados a medida que la situación económica de la familia va mejorando o se incrementa su tamaño. Esto no es posible cuando se adquiere en el mercado un apartamento acabado que forma parte de un conjunto residencial realizado por un constructor y con normas urbanísticas precisas. El tipo de tenencia de la vivienda es otra característica que varía de acuerdo con los estratos socioeconómicos. Un poco más de la mitad de los bogotanos son
dueños de la vivienda en la cual residen y los propietarios exceden a los arrendatarios en todos los estratos salvo en el 2. En los estratos 1, 4 y 5 el porcentaje de propietarios es similar. Sin embargo, la proporción de propietarios de sus viviendas que están pagándola todavía (11% en Bogotá) es del doble en los dos estratos superiores que en los dos inferiores, lo cual es un indicador del mayor acceso al crédito de vivienda por parte de los residentes de más altos ingresos. La proporción de propietarios con su vivienda ya pagada es de menos de la mitad (40%) para los estratos 2 y 3 (76% de los residentes de la ciudad), es cerca del 50% para los estratos 1, 4 y 5 y del 54% para el estrato 6. Se destaca el hecho de que los residentes del estrato 4, aunque con mayor proporción de raizales que los otros estratos, tengan una proporción de propietarios similar a la del estrato que le sigue. La migración a Bogotá no es solamente un fenómeno de los más pobres, sino también de los ricos de otras partes del país. Los patrones de mudanza al interior de la ciudad tienen que ver con aspectos asociados a la movilidad social en la medida en que los residentes no son propietarios, quieren volverse dueños de sus viviendas y buscan mejorar sus residencias. Por lo menos la mitad de residentes de los tres primeros estratos tiene intención de comprar vivienda, como espejo a la proporción de ellos que no son propietarios o que lo son de residencias que encuentran insatisfactorias. En cuanto a mudarse, una tercera parte de los residentes de los estratos 1 y 5 tienen pensado hacerlo, contra una cuarta parte de los estratos 2 y 3, una quinta parte del 6. Los que menos deseos indican de mudarse son los del estrato 4, verdadera ancla de estabilidad en términos de movilidad en la ciudad. En cuanto a intenciones de arreglar su casa, los residentes del estrato 6 son los que muestran menor inclinación a hacerlo, ya que se encuentran en el tope de las condiciones de vivienda de la ciudad. Al tiempo, un 44% del estrato 1 señala intenciones de arreglar su vivienda, lo cual demuestra tanto insatisfacción con ella como deseos de superación. Una intención que comparten con los residentes del estrato 5 quienes en la misma proporción tienen pensado arreglar su vivienda. En cuanto a comprar vivienda, la aspiración de al menos la mitad de los residentes de los tres primeros estratos es de adquirir una vivienda o comprar otra. La proporción de residentes de los estratos 4 y 5 que demuestran el mismo interés es de cerca del 30% y es sólo del 7% para el estrato 6. En cuanto al estrato en el cual comprarían vivienda, lo que prevalece es quedarse en el mismo estrato. La excepción lo constituye el estrato 6, que preferiría bajar de estrato, pero el número de respuestas aquí fue tan pequeño11 que es preciso tomar el dato con cautela. Quieren subir de estrato algunos residentes del estrato 1 –porque no pueden desear bajar ya que están en el límite inferior- y los del estrato 2, pero de ahí en adelante no hay una intención clara de subir de estrato. Aunque el 27% de los residentes del estrato 2 quiere subir de estrato, una
proporción igual al 16% quiere bajar. En el estrato 3 son más numerosos los que quieren bajar de estrato que los que quieren subir y en el 4 y el 5 la proporción de quienes desean subir y bajar de estrato es igual. En general, los bogotanos quisieran mantenerse en su mismo estrato si compraran nueva vivienda. Si los deseos de mudarse o de subir de estrato se quedan truncos por falta de recursos para hacerlo, una pregunta sobre la intención de compra en caso de ganarse la lotería puede borrar los efectos de la falta de recursos para hacerlo. Sorprendentemente, la gran mayoría de los bogotanos se quedaría en su mismo barrio y en su mismo estrato si se ganara la lotería. Una quinta parte se mudaría para estar más cerca de sus familiares o de su trabajo, pero en general, los residentes de la ciudad están satisfechos con su barrio. Los habitantes de viviendas ubicadas en los tres primeros estratos indican que cambiarían de casa, dentro de su mismo barrio. La mayoría de residentes del estrato 5 (un 82%), en cambio, no cambiarían ni su casa actual ni su barrio, lo cual contrasta con la respuesta de los residentes del estrato 6, los cuales en un 57% cambiarían de casa dentro de su mismo barrio. Irse de la ciudad o del país si se ganaran la lotería es una opción señalada por sólo el 3% de los bogotanos encuestados, con un porcentaje del 9% entre los del estrato 5. Otro aspecto que tiene que ver con movilidad social espacial es el de las mudanzas que ha tenido una persona en el curso de su vida. En términos de movilidad por mudanzas al interior de la ciudad, los que más se mueven son los residentes de los tres primeros estratos, con mayor incidencia en el 2 y en el 3. Una proporción del 5% de los residentes de estos estratos se ha mudado 7 veces o más, algo que indica una altísima rotación de vivienda. No se han mudado en los últimos diez años un poco menos de la mitad (45%) de todos los bogotanos; en los estratos 1 y 5 se halla la proporción más alta de personas que no se han mudado en el último decenio, algo que tiene relación con el hecho de que son propietarios de su vivienda. En promedio, una décima parte de los progenitores de los encuestados habitaban en el mismo barrio que los encuestados. Sin embargo, en los primeros tres estratos, hay mayor probabilidad de que hayan sido los padres quienes habitaban en el mismo barrio, mientras que en los dos estratos superiores son las madres las que con mayor probabilidad habitaban el mismo barrio. En el estrato 4, la proporción de padres y madres que vivían en el mismo barrio es idéntica. La noción de «barrio» no es idéntica a la de localidad, ni coincide con la del estrato12. Un barrio es un conjunto de viviendas, en general construidas por una misma empresa urbanizadora o como parte de un programa de vivienda de interés social. Los límites del barrio son bastante difusos y, en general, existe en la memoria colectiva de manera difuminada. Las preguntas se hicieron con respecto al barrio, porque la frontera de las viviendas con el mismo estrato son desconocidos para la gran mayoría de los habitantes de la ciudad.
Patrones de movilización al interior de la ciudad El desplazamiento espacial de los residentes en la ciudad ocurre principalmente alrededor de sus ocupaciones, de la compra de alimentos y de bienes de consumo, de la asistencia a centros educativos y de salud y a lugares de esparcimiento. Los bogotanos se mueven por la ciudad de manera muy distinta según sus condiciones socioeconómicas. También el medio de transporte varía según la actividad realizada. El motivo de desplazamiento más importante para los bogotanos es su movilización hacia el lugar de trabajo para los mayores y hacia el establecimiento educativo para los menores y los jóvenes. Si bien casi el 40% de la muestra trabajaba, las otras ocupaciones de los miembros del hogar no están relacionadas con el trabajo, ya que incluye a quienes estudian o no tienen edad de estudiar (un 36% de la muestra), las amas de casa (13%), los desempleados (9%) y los jubilados (4%)13. Los residentes del estrato 3 son los que presentan una mayor proporción de residentes cuyo lugar de trabajo queda en su mismo barrio, seguidos de los residentes del estrato 6. La menor proporción de residentes que trabajan en su mismo barrio se encuentra en los estratos 4 y 5. Este patrón tiene relación con el tipo de actividad que desarrollan. Mientras que el trabajo manual prevalece en el estrato 1, los servicios empiezan a ser más importantes entre los estratos 2 al 4 y el trabajo profesional a partir del estrato 4. En el estrato 6 se ubican los patrones y empleadores. Algunos de los bogotanos no se desplazan para ir al trabajo, básicamente porque su lugar de trabajo queda en su misma residencia. Este patrón, sin embargo, se presenta entre los primeros tres estratos, con mayor proporción entre los residentes del estrato 3 (un 25% de ellos) y un 15% entre el estrato 1, pero no se presenta entre los estratos 4 al 6. Un 44% de los bogotanos se toma entre 1 y 30 minutos para llegar a su trabajo, mientras que un 35% se toma entre media hora y una hora en hacerlo. Sólo un 7% de los bogotanos se toma más de 1 hora en llegar a su trabajo, con mayor proporción entre los residentes del estrato 1 (una quinta parte) que entre los demás; ninguno de los residentes de los estratos superiores (5 y 6) se toma más de 1 hora para llegar a su trabajo. El tiempo que se toman los residentes en llegar al trabajo tiene que ver con el medio de transporte que utilizan para hacerlo. De ahí que se preguntara también por el medio empleado para llegar allí. Las modalidades de desplazamiento de los residentes de los diversos niveles socioeconómicos de Bogotá están bien segmentadas: el automóvil particular es el medio mayoritariamente predominante en el estrato 6, mientras que el bus, colectivo y buseta lo es en los primeros tres estratos. El automóvil particular, que aparece desde el estrato 1 con una proporción mínima, se vuelve importante a partir del estrato 4. El Transmilenio14, el sistema de buses públicos del Distrito
que se desplaza por corredores exclusivos, tiene vigencia entre los estratos 4 y 5 y casi no se reporta en los estratos inferiores. La razón para ello es que los corredores por los que transita el Transmilenio son vías arterias importantes, lejanas de los lugares de residencia de los residentes más pobres, quienes prefieren usar una sola buseta o colectivo y pagar un solo pasaje para trasladarse de su lugar de origen a su lugar de trabajo. Entre los estratos 2 y 3 el porcentaje de residentes que van a pie a su trabajo es importante (27% y 39% respectivamente), y es del 8% entre los residentes del estrato 6. La bicicleta y la moto, a pesar de los esfuerzos de las administraciones distritales por construir ciclorrutas, sólo son utilizadas por un 5% de los bogotanos y solamente por personas de los estratos 2 y 3. En cuanto a la movilización hacia los centros de estudio, en el estrato 1, la mayoría de los niños asiste al colegio en su mismo barrio, lo cual es un logro de la administración distrital. En el estrato 2, la proporción de niños que acuden a establecimientos educativos en su mismo barrio es sólo del 30% y la proporción baja a 19% en el estrato 3. La menor proporción de residentes que estudia en el mismo barrio está ubicada en el estrato 5. La ubicación de los establecimientos en barrios distintos al de residencia es una causa para que el desplazamiento se haga en vehículos y que el tiempo para llegar allí se alargue. A medida que se sube en la escala social, aumenta el tiempo que los menores se toman en llegar a su centro escolar. Los más pobres se toman menos tiempo en llegar allí que los niños de los estratos superiores. Pero también en el extremo inferior de la estratificación se encuentran los niños que se toman más de una hora en llegar al plantel, aunque sean una minoría. El 62% de los niños llega a su plantel dentro en un promedio de quince minutos. Pero un 60% de los niños de estrato 6 se tardan entre media hora y una hora para llegar. El medio utilizado para desplazarse al plantel también varía mucho entre estratos. La razón por la cual los menores de estratos superiores se tardan más tiempo que los residentes de estratos superiores es su asistencia a planteles privados que están ubicados en las afueras de la ciudad, mientras que los de los estratos inferiores asisten a establecimientos públicos los cuales, por política, se ubican en los mismos barrios de los niños que reciben. La mayoría de los menores de los tres primeros estratos llega a su centro escolar a pie. En el estrato 4 la mayor proporción (un 35% de los niños) también va a pie a su lugar de estudio, pero aparecen el bus escolar y el bus o buseta comercial con una preferencia menor (un 29%). El bus escolar, mínimo entre el estrato 2 e inexistente para el 1, es el medio principal de transporte entre los estratos 5 y 6. Una clara división social se indica en el patrón de asistencia escolar en la ciudad: los colegios públicos son mayoritariamente frecuentados por los residentes de los primeros dos estratos y por un poco más de la mitad del estrato 3, pero a partir del estrato 4, los colegios privados son predominantes. En los dos estratos superiores los establecimientos públicos están ausentes. El patrón de movilización espacial
de la residencia al colegio esta determinado, entonces, por la ubicación del plantel, el cual, a su vez, está determinado por el carácter del mismo. Así, los colegios públicos están cercanos a la residencia de los niños y los privados, alejados. Los niños de los estratos superiores llegan a sus planteles en buses o busetas escolares, algunos en carro particular y otros a pie o en bus público. Los niños de los estratos inferiores llegan a su plantel a pie o en bus o buseta públicos. Otra de las actividades importantes de los residentes de la ciudad consiste en la compra de alimentos. La mayoría de los bogotanos hace estas compras en su mismo barrio y en su mismo estrato. El patrón no es muy marcado entre los diversos estratos socioeconómicos, pero hay una menor proporción de residentes de los estratos superiores a hacer sus compras de alimentos en el mismo barrio, quizás porque al disponer de automóvil particular, pueden moverse más fácilmente fuera de su barrio. Tampoco se observan diferencias netas en cuanto al tiempo que les toma llegar al sitio donde hacen las compras por estrato. La mayoría se demora menos de quince minutos en llegar al lugar donde compran alimentos. Si no hay diferencias entre los niveles socioeconómicos sobre el tiempo que toman los bogotanos en llegar al lugar donde hacen sus compras de alimentos, el medio utilizado para llegar allí sí presentan un patrón bien diferenciado. Los residentes más pobres van a pie en su gran mayoría, aunque algunos toman bus o buseta comercial, mientras que el automóvil particular empieza a ser utilizado a partir del estrato 4 y se vuelve el principal medio a partir del 5. El taxi empieza a ser utilizado desde el estrato 4, pero no se usa en el 6, donde el carro particular es predominante. Siguen yendo a pie a comprar los alimentos los residentes de los estratos superiores, quizás porque los lugares de compra quedan muy cerca de su residencia. Esto es consistente con el hecho de que la mayoría de los bogotanos compra sus alimentos en su mismo barrio y con la disponibilidad amplia de lugares de oferta de alimentos en todos los lugares de la ciudad. Finalmente, la otra actividad sobre la que se indagó acerca del desplazamiento en la ciudad15 es la de la llegada a los lugares de esparcimiento y diversión. El lugar de esparcimiento, para la mitad de los bogotanos (el 48%), está a menos de 15 minutos de su lugar de residencia y para una tercera parte, entre un cuarto de hora y media hora de distancia. Más de media hora se toma un 14% de los bogotanos, con una distribución bastante similar entre los estratos 2 al 5. Pero una proporción del 7% de los bogotanos declara no divertirse o hacerlo en su casa; este comportamiento sólo se presenta entre los estratos 1 al 4, con mayor intensidad en el 1. Sin duda, dicho comportamiento implica una limitante de ingresos, pues nadie en los dos estratos superiores respondió que no se divertía o que lo hacía en su propia residencia.
El medio de transporte, como en las actividades anteriores, tiene un patrón bien diferenciado por estrato. Mientras los residentes de los estratos más pobres siguen desplazándose a pie como la principal forma de llegar a su lugar de esparcimiento, el carro particular empieza a ser el principal medio a partir del estrato 4. El Transmilenio tiene una utilización del doble de personas en la ciudad como medio de transporte para ir al trabajo (9%) que para ir a los lugares de diversión (4%). Nuevamente, es el estrato 5 el usuario más usual del Transmilenio. El taxi, en cambio, es utilizado en igual proporción (5%) para ambos propósitos. Sección 3 Representaciones sociales alrededor de los estratos sociales La política de estratificación social que desde hace tres décadas instauró en Bogotá la existencia de seis estratos diferenciales ha entrado a formar parte de las representaciones sociales que los habitantes de la ciudad tienen de sí mismos y de los demás. Aunque los estratos están designados para categorizar las viviendas en las que residen los colombianos en general y los bogotanos en particular, los habitantes de la ciudad trasladan la categorización por estratos a los establecimientos educativos que frecuentan, sus lugares de diversión, sus centros comerciales y los lugares donde compran sus alimentos. Los sitios que se salen de la estratificación en el imaginario colectivo son los grandes parques públicos (el Simón Bolívar, el Parque Nacional, el Tunal, Timiza, Los Novios, el Tercer Milenio), recintos como el Estadio, la Plaza de toros, el Coliseo, plazas como la de Bolívar, la Santander y los edificios administrativos y lugares de gobierno. Sin embargo, en el imaginario colectivo está bien afincada una gran división espacial de la ciudad: el norte y el sur. La idea del «centro» de la ciudad se ha ido ampliando con el tiempo; cuando en décadas anteriores a los setenta el centro se ubicaba entre las Calles 6ª y la 26 y las carreras 5ª y 14, desde los ochenta el centro se ha ido extendiendo hasta por lo menos la calle 39, dentro de las mismas carreras. Asociado con la división norte y sur de la ciudad está la noción de que el norte es más seguro que el sur, aún para viviendas ubicadas en el mismo estrato. Al preguntar por la manera como se perciben los distintos estratos, varios de los residentes más pobres entrevistados tuvieron dificultad en ubicar los barrios en los cuales habitan los bogotanos de los dos estratos superiores; en algunos casos, su representación del lugar donde vivían los más ricos de la ciudad era uno externo a ello, en la periferia, quizás en otro municipio externo a Bogotá misma. Al contrario, en la representación de los residentes de estratos superiores, los residentes de los estratos inferiores quedaban ubicaba casi siempre en el sur. En la encuesta realizada se pidió a los residentes de los distintos estratos que caracterizaran a las personas de los distintos estratos por propiedades morales
positivas y negativas. Esto da una idea de las representaciones sociales acerca de la estructura social conformada por los seis estratos de la ciudad. Para el 71% de los bogotanos son pobres los del estrato 1 solamente. Agregan a la característica de pobres los del estrato 2 una cuarta parte de los bogotanos. Sólo una persona del estrato 5 señaló a los del estrato 4 como pobres, pero en general, nadie indicó como pobres a los residentes por encima del estrato 3. En este sentido, los límites de la pobreza en el imaginario colectivo están en el estrato 3, justamente donde la política de estratificación establece el límite para otorgar subsidios. Respecto a la característica de «honrados», las representaciones de los residentes de los distintos estratos empieza a variar ampliamente y el consenso desaparece. Los residentes de los tres primeros estratos en su mayoría atribuyen a los de su mismo estrato y a los de estratos inferiores la característica de honrados. Es solamente a partir del estrato 4 que la noción de igualdad social en el atributo de honrados empieza a jugar. Por cierto, esta visión democrática de la honradez entre los residentes de todos los estratos está más expandida entre los residentes del estrato 4 que entre los residentes de los dos estratos superiores. En el estrato 5, la creencia de que los del mismo estrato y los estratos inferiores son honrados supera a quienes piensan que cualquiera, independientemente de su estrato, puede ser honrado. En el estrato 6 la ideología igualitaria es la predominante, pero el porcentaje de dicho estrato que opina que ninguno es honrado alcanza a una quinta parte, la mayor proporción entre todos los bogotanos. En una característica negativa como es la calificación de «aprovechados», los bogotanos atribuyen con mayor probabilidad a los residentes de los estratos superiores que al propio estrato en los niveles inferiores. La noción igualitarista aparece en igual proporción en el estrato 4 a sí mismos que a los residentes de estratos superiores, y en los estratos 5 y 6 la característica es percibida como independiente de la pertenencia a un estrato socioeconómico. La respuesta de «ninguno» no tuvo un porcentaje sino del 2% de los residentes de los distintos estratos. Es claro que esta característica, para los más pobres, se atribuye a los de los estratos superiores. Una característica eminentemente moral como la calificación de «buenos» se atribuye, con mayor probabilidad, a cualquiera de los residentes de la ciudad (un 46%). Sin embargo, una proporción importante de los residentes más pobres le dan esa calificación únicamente a los de su mismo estrato (30% del estrato 1 y 28% del estrato 2). La visión igualitaria de la atribución de esta característica entre todos por igual se hace más fuerte a medida que se avanza en la escala social. En el estrato 6, el 75% de los residentes piensan que esta característica se distribuye indiferentemente entre todos los residentes de Bogotá.
La característica de «líderes» tiene un comportamiento también diferenciado por el nivel socioeconómico del encuestado. Es más probable que los pobres atribuyan esa característica a los del propio estrato o a los de estratos aledaños, que a los ricos. De nuevo se muestra la tendencia de que pensar que todos los residentes de la ciudad puede atribuir la característica de líderes es una noción que empieza a jugar a partir del estrato 4 en adelante. Pero esta característica, más que las demás, es mayoritariamente señalada como indiferente a cualquier persona de cualquier estrato. Con la característica de «capaces» la tendencia de que los residentes más pobres le atribuyen la cualidad a los de su propio estrato o estratos aledaños se hace más evidente. Sólo desde el estrato 4 en adelante la mayoría piensa que la característica no está asociada al origen social de las personas. La última de las categorías «morales» sobre la cual se indagó fue la de solidarios. Esta es una característica que las personas de menos recursos valoran y requieren para su supervivencia, mientras que entre los ricos la solidaridad es mucho menos requerida porque se perciben a sí mismos como autosuficientes. Esta característica, más que las demás, se aplica entre los estratos inferiores, a los del mismo estrato o a los de estratos aledaños. Se confirma la tendencia de que el igualitarismo es una noción no mayoritaria en casi todos los estratos, mientras que la atribución de calidades morales positivas tiene mayor vigencia entre los residentes de los estratos aledaños. La última de las representaciones que expondremos aquí es la de la razón por la cual se estableció la política de estratificación de las residencias. Es evidente que la política de estratificación es malinterpretada por la mayoría de los residentes de la ciudad. Si bien casi el 40% de los habitantes de la ciudad indican que la política está destinada a establecer tarifas diferenciales para el pago de servicios públicos domiciliarios, este promedio se logra porque la mayoría de los residentes de los estratos superiores aciertan en la identificación de la política en el propósito para el cual fue creada. Sin embargo, en el estrato 1, el porcentaje más alto de respuestas (31%) está dado a la afirmación de que la política está destinada a mantener separados los ricos de los pobres. Un porcentaje del 7% de los residentes de la ciudad (14% del estrato 1) indica que la política está destinada a que los ricos estén mejor y un 13% de los bogotanos piensa que está destinada a que los pobres estén mejor. Como la mayoría de los bogotanos se ubica en los primeros tres estratos, que entre un 25% y un 31% de ellos señale que la política está destinada a mantener separados los ricos de los pobres es una indicación no sólo de que la política es malinterpretada por ellos sino que propicia la segregación espacial de los bogotanos.
Conclusiones Los datos aquí presentados dan cuenta de patrones de movilidad espacial en Bogotá muy diferenciados según la escala social. Un gran hito en las diferencias sociales entre estratos es el ser raizales (definido como haber nacido en la ciudad) o no. En general, los de estratos superiores tienen mayor proporción de raizales que los residentes de estratos inferiores. Sin embargo, los que se asientan en el estrato más pobre no son los que tienen mayor número de recién llegados a la ciudad, sino los que le siguen en la escala social. Esto podría llevar a pensar que existe un relativo «estancamiento» en la movilidad social de los más pobres raizales en contraposición a los que vienen de afuera, pero también cuenta el hecho de que hay mayor proporción de propietarios de sus viviendas entre los del estrato 1 que en los de los dos estratos siguientes. Como se evidenció en el estudio, a Bogotá llegan tanto los ricos de otras ciudades de Colombia, como pobres y el lugar en el estrato en el que se ubican está en función de sus dotaciones anteriores a la llegada, que además se reflejará en sus condiciones posteriores a ésta, como lo demuestra el que los estratos 5 y 6 tengan la mayor proporción de viviendas propias ya pagadas. Las razones por las cuales se ha migrado a la ciudad son de trabajo para los más pobres y de estudio o venir con sus padres para los más ricos; ello está relacionado con la edad que se tenía al momento de migrar, con mayor probabilidad de mayoría de edad para los de los estratos inferiores y minoría de edad para los de estratos superiores. La movilidad geográfica, en términos de la llegada de afuera a Bogotá, es muy parecida entre los habitantes de los estratos 1 al 3. La movilidad geográfica mirada a través de la migración a Bogotá está íntimamente ligada con la movilidad ocupacional, como lo demuestra el hecho de que buena parte de los migrantes lo hacen para acceder a mejores plazas de trabajo; pero también el hecho de que la otra razón relevante para llegar a Bogotá sea estudiar que es un factor determinante del trabajo futuro de un individuo. El estrato 4 se proyecta como una especie de bisagra social al constituirse en la clase media a partir de la cual los patrones de tenencia de vivienda, desplazamiento y representaciones cambian radicalmente con respecto a los estratos inferiores. Los residentes del estrato 4, aunque sólo representan a una décima parte de los bogotanos, son los que tienen mayor proporción de nacidos en la ciudad, una proporción igual de padres y madres que vivían en el mismo barrio cuando eran pequeños y los que menos intención de comprar residencia y de mudarse señalan. Además, son aquellos cuyas representaciones sociales empiezan a demostrar un sentido social de tipo democrático, en términos de atribuir características positivas y negativas a cualquier residente de la ciudad, algo que no sucede con los residentes de los estratos inferiores. Que el estrato 4 sea el que menor movilidad geográfica ha experimentado indicaría que la clase
media se mueve menos pero es más estable en sus condiciones de vida. Otro gran hito que se destaca en la movilidad espacial es el tipo de residencia que se escoge según la escala social, prefiriendo los más pobres las viviendas tipo casa y los más ricos, los apartamentos. De igual manera, la caracterización social respecto a la tenencia de la vivienda indica que hay mayor probabilidad de tener casa propia entre los estratos superiores que entre los inferiores. Ya se ha mencionado el hecho de que los residentes más pobres (estrato 1) tienen mayor proporción de propietarios que los residentes de los dos estratos que siguen, lo cual indicaría una preferencia por ser propietario por encima de mudarse a un estrato superior. Los estratos dos y tres acuden más al alquiler, se mudan más y, por lo tanto, señalan mayores intenciones de comprar vivienda. Se podría pensar que los bogotanos aspiran a subir de estrato social. Pero las condiciones de pago de servicios públicos y otros costos asociados con el mayor valor de la residencia de estratos superiores hacen que la mayoría de los residentes bogotanos deseen permanecer en su mismo estrato. Aún si se quitara la limitante de ingresos, la gran mayoría de los bogotanos se quedaría en su mismo estrato y en su mismo barrio si se ganara la lotería. La intención de bajar de estrato de quienes piensan comprar vivienda va de una cuarta a un quinta parte en los estratos distintos al uno. La intención de subir de estrato es señalada por entre una quinta y una tercera parte de los residentes de los estratos uno al cinco que piensa comprar vivienda. Este resultado indica entonces, que la política de estratificación social sí restringe la movilidad social, por el hecho de los costos de los servicios públicos domiciliarios, pero también por el lado de la identidad que construye cada individuo en función del estrato al que pertenece. El desplazamiento por la ciudad es vivido muy distintamente por los residentes de los distintos estratos. El mayor tiempo de desplazamiento al trabajo lo tienen los de los primeros tres estratos, pero también entre ellos es donde se toman los menores tiempos, un hecho relacionado con que algunos de ellos tengan su lugar de trabajo en su misma residencia. Entre los residentes del estrato 1 se halla la mayor de proporción de bogotanos que se toman más de 1 hora en llegar a su trabajo, algo que no se presenta entre los tres estratos superiores. Ello está relacionado con el medio utilizado para acceder al trabajo: el colectivo y la buseta son el medio más empleado entre los tres primeros estratos, contra el carro particular entre los tres estratos superiores. El Transmilenio como medio para desplazarse al trabajo mostró una baja utilización, por debajo de la décima parte de los bogotanos, con especial utilización de parte del estrato 5. De igual manera, la movilización en moto para ir al trabajo (1% de los residentes) y en bicicleta (4% de los residentes) es muy baja. Ir a pie al trabajo es la segunda modalidad en importancia en la ciudad, siendo especialmente importante entre los estratos 2 y 3, con igual proporción que el carro particular. El carro particular tiene proporciones muy pequeñas del 1 al 3, pero es predominante en los estratos 4 y 6. El Transmilenio se utiliza en una proporción que es de la mitad para acudir a sitios de diversión y esparcimiento que para el trabajo; en cambio, ir a pie es el medio más utilizado para acudir a los centros de diversión o esparcimiento.
Al revés de lo que sucede con la movilidad hacia el trabajo, la movilidad hacia los centros de estudio muestra un patrón según el cual los residentes de menores recursos se toman menos tiempo en llegar que los menores de los estratos superiores. El medio por el cual llegan también varía enormemente: a pie para los más pobres, en bus escolar para los más ricos. Ello está relacionado con el hecho de que los centros educativos de los primeros tres estratos están ubicados en su mayoría en el mismo barrio, mientras que los de los estratos superiores quedan alejados. Esto, a su vez, está relacionado con el carácter oficial de los establecimientos a los que acuden en su gran mayoría los de los tres estratos inferiores, contra el carácter privado de los centros educativos a los que acuden los menores de los tres estratos superiores. En términos de representaciones sociales, los estratos sociales han entrado a formar parte del imaginario colectivo acerca de la división social en la ciudad. Esta división se superpone a otra división, también marcada, de la capital: el norte y el sur. El segundo es percibido como inseguro, aún para barrios de un mismo estrato social. En la atribución de categorías por estrato, los bogotanos señalan como pobres a los residentes de los tres primeros estratos. En el estrato 3 estaría la frontera de la pobreza. Pero cuando se indaga por atributos de carácter positivo, como el ser honrados, capaces y solidarios, los residentes bogotanos tienen un comportamiento muy especial: las cualidades se atribuyen a los residentes de su propio estrato o de estratos aledaños en mayor proporción, mientras que los defectos se atribuyen a los de estratos superiores al propio. Por otra parte, pensar que cualquier ciudadano, independiente de su nivel social, puede tener características positivas o negativas, es una percepción que comparte la mayoría de los residentes de los tres estratos superiores. Esto implica que la ideología igualitarista no es universal por clase social, sino que es detentada por los más ricos, que son también los más educados. Una característica negativa como la de «aprovechados» es otorgada por el 85% de los bogotanos de los primeros tres estratos a sus conciudadanos de los estratos superiores al propio. Esta manera de asociar las diferencias sociales a características morales que son más honorables para los de los propios estratos y reprobables para los de estratos superiores denota un mundo de representaciones sociales de segmentación e injusticia. Las representaciones sociales acerca del propósito de la política de estratificación también tienen una dirección muy distinta según el nivel social al que se pertenece: los de los tres estratos inferiores, en una tercera parte, creen que la política está orientada a mantener separados a ricos y a pobres o que ayuda a los ricos a estar mejor. Solamente una mayoría de los residentes de los estratos 3 al 6 identifican correctamente el propósito de la política. De nuevo, se muestra que los residentes más pobres de la ciudad –que, hay que recordar, suman el 84% de sus habitantes- viven de manera muy distinta un mismo aspecto objetivo –como es la política de estratificación- ligando, de manera negativa, la política con su condición social.
Como se ha indicado en otro artículo (Uribe, Vásquez y Pardo, 2006), la política de estratificación ha contribuido a la segregación espacial de la población por medio de núcleos de viviendas con características similares que impiden que residentes con niveles de ingreso muy diferente compartan un núcleo común. En términos de la estructura social, es como si dicha política hubiera llegado a colocarse, de manera superpuesta, a la estratificación social existente hasta los años ochenta en Bogotá, de manera que los estratos, en cierta forma, han reemplazado a las clases sociales en términos de las representaciones sociales sobre la desigualdad social en la ciudad. Bibliografías Denzin, Norman. 1970. The research act. Chicago, Aldine Press. Departamento Administrativo de Planeación Distrital (DAPD) & Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la U. Nacional de Colombia (CID). 2005. Equidad en las Tarifas de Servicios Públicos; Impacto en la capacidad de pago de los hogares de Bogotá, D.C. Bogotá, Alcaldía Mayor. Departamento Administrativo de Planeación Distrital (DAPD). 2004. La Estratificación en Bogotá, D. C. y Estudios Relacionados, 1983-2004. Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá. Fielding, Nigel & Margrit Schreier. 2001. “Introduction: on the comparability between qualitative and quantitative research methods”, on Forum: Qualitative Social Research Vol. 2, No. 1 (On-line Journal). Disponible en: http://www.qualitative-research.net/fqs/fqse/inhalt1-01-e.htm. Pardo, Camila y Socorro Vásquez. 2006. Calidad de Vida y Movilidad Social, mimeo, Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Pardo, Camila, Consuelo Uribe y Socorro Vásquez. 2005. «Modelos de Provisión de Servicios Públicos Domiciliarios: una mirada a través del caso de Bogotá», en Universitas Humanística No. 59:64-81. Uribe Mallarino, Consuelo. 2005a. «La movilidad social: ascensos y descensos en la reproducción social», en Universitas Humanística No. 59:36-51. Uribe, Consuelo. 2005b. Movilidad Social Ocupacional en Bogotá. Mimeo, Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Uribe, Consuelo, Socorro Vásquez y Camila Pardo. 2006. «Subsidiar y Segregar: la política de estratificación y sus efectos sobre la movilidad social en Bogotá», en Papel Político Vol. 11, 1:69-93. Vásquez, Socorro. 2005. «Historias o relatos de vida: de lo individual a lo colectivo en la investigación social», en Universitas Humanística No. 59:52-63.
NOTAS 4 Vale la pena anotar que la aplicación de la estratificación corre por cuenta de cada municipio, en cabeza de la respectiva oficina de planeacion municipal. El Departamento Nacional de Planeación es el organismo encargado de supervisar el ejercicio de la estratificación y de dar la asistencia técnica a través de una metodología para que los municipios lleven a cabo su ejercicio de estratificación. Así, se establecieron diferentes metodologías de estratificación para zonas urbanas y rurales, debido a las evidentes diferencias de ingreso. El número de estratos está en función del tamaño de la población y de las diferencias de ingreso de los residentes del municipio. Lo más frecuente es que las grandes ciudades tengan seis estratos, en tanto que los municipios más pequeños tengan sólo dos. 5 La ley de servicios públicos domiciliarios de Colombia (142 de 1994) definió subsidios para las tarifas que pagan residentes de los primeros tres estratos (del 50% para el estrato 1, 40% para el 2 y 15% para el 3), el pago del valor de la provisión del servicio para el cuarto estrato y una contribución (del 20%) para los estratos 5 y 6. El esquema de subsidios cruzados no es autofinanciable y requiere de recursos adicionales de las administraciones municipales (agua, alcantarillado y aseo) y central (energía eléctrica y teléfono). El porcentaje de los subsidios para los primeros tres estratos se ha ido disminuyendo en el último decenio, tanto en términos nominales como reales. 6 La encuesta incluyó la aplicación de 231 cuestionarios a hombres y mujeres mayores de 18 años de una muestra estratificada de manera similar a la distribución de las manzanas estratificadas en Bogota, realizada en marzo y abril de 2005. Los encuestados, con su grupo familiar con el que residen conforman un grupo de 916 personas sobre las cuales se levantó la base de datos. 7 Se realizaron 12 entrevistas a profundidad en forma de Historias de Vida, dos por cada estrato, con hombres y mujeres mayores de 40 años, entre febrero y mayo de 2005. 8 Para el texto canónico sobre triangulación de información cuantitativa y cualitativa, véase el libro de Denzin (1970); una recapitulación reciente sobre el paradigma de la validación triangulada de información de origen cuantitativo y cualitativo se encuentra en Fielding y Schreier (2001). 9 Un estudio realizado por la Secretaría de Gobierno del Distrito Capital calculó en 226.929 el número de desplazados por la violencia en el último decenio (El Tiempo, Enero 12 de 2006: 1-13). 10 Los datos de tipo de vivienda y de tipo de tenencia, al provenir de la Encuesta Calidad de Vida, tienen mayor representatividad estadística que los de la Encuesta de Estratificación y Movilidad. 11 Sólo 1 persona de las 25 de estrato 6 encuestadas señaló sus intenciones de comprar vivienda. 12 Si bien las nociones de Localidad (Decreto ley 1421 de 1993) y de estrato (Decretos Nacionales 969, 970 de 1991, 990 de 1992 y 2220 de 1993) tienen una definición legal por parte de la Administración Distrital, aquélla de barrio es más imprecisa. En general, son las empresas constructoras y la tradición las que definen el nombre de un barrio, cuyas fronteras son bastante porosas. Tanto así que las administraciones locales se restringen al límite de las localidades y sus zonas, que responden a características administrativas. Por el contrario, el barrio es ampliamente reconocido por las comunidades dentro de su cotidianidad como un referente propio. 13 El componente ocupacional de la movilidad social de este estudio ha sido explorado en el artículo Movilidad Social Ocupacional en Bogotá, por Consuelo Uribe, diciembre de 2005. 14 En la encuesta no se preguntó por el sistema de buses alimentadores del Transmilenio, sólo por éste último. 15 También se indagó acerca del desplazamiento hacia el centro hospitalario más frecuentado, pero no se encontró un patrón muy diferente al del desplazamiento hacia lugares de compra de alimentos.
Consuelo Uribe Mallarino y Camila Pardo Pérez. La ciudad vivida: movilidad espacial y representaciones sobre la estratificación social en Bogotá (artículo se deriva del proyecto de investigación Efectos de la Estratificación social sobre la movilidad social en Bogotá, financiado por la Vicerrectoría Académica de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá ) www.javeriana.edu.co/Facultades/C_Sociales/universitas/62/uribe.pdf
Lección 5
PSICOLOGÍA, CIUDAD Y ESPACIO PÚBLICO Marco Alexis Salcedo
Psicólogo, licenciado en filosofía. Candidato a Maestría en filosofía de la ciencia, Universidad del Valle. Profesor medio tiempo universidad san buenaventura, Cali, Facultad de psicología. Investigador, en el grupo de Estéticas y socialidades urbanas, Universidad San Buenaventura, Cali. Proyecto de investigación, fase final ¿cómo educa la ciudad?
El texto corresponde a una breve reflexión que pretende mostrar la importancia que puede tener para la psicología la temática de ciudad y espacio público; se desarrolla la discusión especialmente indicando algunas de las razones epistemológicas que han originado el poco interés de la psicología en estas temáticas.
Sección 1 ¿Debe interesarse la psicología por una temática tan extraña a su campo disciplinar como es la ciudad y el espacio público? No se requiere conocer mucho de psicología para suponer que los psicólogos no estudian la ciudad, poco se preocupan por lo que ocurre en la calle en sí mismo, a menos, que eso que pase en la calle afecte emocionalmente a los sujetos, de modo tal que no puedan seguir el ritmo de su vida cotidiana. Los psicólogos son tradicionalmente conocidos por su rol de clínico, un rol que suelen desempeñar en consultorios, aislados del mundanal ruido de la calle. Además, el psicoanálisis, la tradición teórica más prestigiosa en la clínica, nos dice que los complejos que son los resortes de la subjetividad se configuran en la familia. Consecuente con lo anterior, si un sujeto no se comporta en la calle como la deontología dominante de una sociedad lo establece, lo primero que interroga el psicólogo es la familia: ¿habrá tenido ese sujeto una madre y un padre que se preocupara por él? ¿Le habrá sido transmitida por los responsables de su crianza una visión deformada de la realidad social? o ¿qué clase de eventos traumáticos habrá tenido en su niñez? Estas son las preguntas que se espera formule el psicólogo, de quien también se pretende pueda ofrecer formulas generales que impidan que los tipos
de sujetos no deseados se repliquen en la sociedad. Entonces, ¿por qué interesarse por la calle, y por las experiencias que en ella cotidianamente acontecen, si lo supuestamente central en las vidas de las personas ocurre en las casas, en esos espacios vitales que suelen recrearse con insistencia en los sueños diarios de las personas?
Si se analiza en detalle el lugar común en que son ubicados los psicólogos se hallara que más allá de la multiplicidad de campos de acción de la disciplina, esta es fundamentalmente una profesión vestal, oficio que rinde culto a Vesta, la diosa romana del hogar. Somos, por decirlo en otros términos, especialistas del espacio privado. Esto es fácil de ilustrarlo en la psicología. De qué se ocupa el psicólogo sino de ese espacio privado virtual en el que habita la psycke, ese “cubiculum” en el que el yo tiene su casa, una casa en la que su amo y señor era Dios, en los tiempos premodernos. Y si recordamos lo señalado líneas arriba, de que los complejos de la subjetividad son pensados como complejos familiares, la conclusión que se impone es que los psicólogos son primordialmente especialistas de la casa, de sus secretos, de los eventos que se tejen en ella, de las experiencias gratas o desagradables que se vivencian en su interior. Desde luego, no se está ignorando las transformaciones que esta disciplina está teniendo en la actualidad. Las nuevas tendencias que están emergiendo, especialmente en la psicología social, permiten tratar temas como el de ciudad y o el del espacio público, elevando, además, a este último aspecto, a la categoría de una dimensión esencial para comprender los factores determinantes en la subjetividad individual y colectiva. Sin embargo, a pesar de dichos hechos indiscutibles, aun sigue siendo cierto que la “casa” es el paradigma disciplinario de esta profesión, verificable, aún más, con las investigaciones que los colombianos han realizado sobre temáticas de espacio público, casi inexistentes en psicología.
Sección 2
Si se acepta este argumento de que la psicología ha sido primordialmente una especialización del espacio privado, entre otras disciplinas, y lamentablemente aún lo siguen siendo, habremos avanzado sustancialmente al punto al que quiero arribar, y con ello poder indicar porque ésta discusión, que parece banal y meramente academicista, no hace parte de las futilidades en que puede caer la comunidad científica. No es una banalidad este argumento porque esta filosofía vestal que descubrimos en la psicología, también la encontramos de base en las tradiciones ideológicas y sociales dominantes en nuestra cultura occidental. Llevamos 2.500 años de una forma de pensamiento que Michel Foucault llamó el “paradigma de lo interior” (FOUCAULT; 1988). Este paradigma supone una matriz de conceptos, privado/casa/familia/femenino/interior, que se afirma positivamente y en contra de otra matriz, publico/calle/sociedad/masculino/exterior, que se apuntala negativamente. A mi entender, al tener presentes esta asociación de palabras, olvidada o negada hoy día, se obtienen esclarecimientos importantes que permiten explicar algunos de los estados de cosas que ocurren en nuestra sociedad.
El paradigma de lo privado y lo interior ha sido la referencia de verdad que desde hace miles de años ha operado en la cultura occidental, paradigma sintetizado en el viejo aforismo de San Agustin in interiori homine habitat veritas. Consecuente con lo anterior, llevamos 2.500 años de desprecio hacia lo público. Es casi una verdad de perogrullo, afirmar el carácter negativo que inherentemente tendría para el ciudadano común lo público, del mismo modo que lo ha tenido inherentemente la ciudad, al ser concebida como sede del mal. Sin menoscabo de cualquier utilidad que tendría lo público, se encontraría tan generalizada esta percepción, que nos atrevemos a anotar que sería una necedad señalar lo contrario. Un simple ejercicio mental puede librar cualquier duda que se pueda crear al respecto. ¿Qué imagen viene a la mente cuando a la palabra mujer cuando se le agrega el epíteto de pública? ¿Cuánta credibilidad se le daría a las promesas y compromisos que haría un hombre de la vida pública -un político, por ejemplo-? ¿Qué virtudes adquiriría un niño que acostumbra pasar el tiempo en la calle? Prostituta, embustero y gamin o delincuente son las palabras con las que
están asociadas las respuestas de las anteriores preguntas. Estos resultados no dejan margen para equívocos al decir que lo público connota falsedad, vicio y engaño Lo público carece de efectos positivos de verdad; lo que se acuerde o se realice ahí tiene el sentido de conspiración, cuestión que contrasta con lo que su contraparte cultural, lo privado, y aquello que lo representa, el oîkos y sus ideales, viene a connotar: virtud, verdad y sinceridad. Lo reinante ha sido entonces lo que proviene de lo privado, lo perteneciente al fuero interno. El erotismo cultivado es el de la casa, y todo lo que la evoque, con su figura dominante, la madre.
Sección 3 Llegados a este punto, confiaremos en que ya tenemos los elementos suficientes para enunciar la tesis que finalmente quiero presentar. No se podrá positivizar el espacio público, no se podrá pensar una relación posible entre la psicología y la ciudad, no se podrá encontrar soluciones reales a las graves problemáticas sociales que se crean y recrean en las calles, no se podrá resolver la marginalidad creciente que padece un sector de la población colombiana, no se podrá mitigar el malestar general y creciente hacia la ciudad, a menos que se ponga una distancia considerable a esta filosofía vestal que ha vivido empotrada en nuestra cultura occidental. ¿Cómo podemos encontrar solución a los problemas que tiene la ciudad, cómo se pueden generar transformaciones importantes en la escenografía urbana, entendida como una reestructutración funcional de sus espacios físicos, si se deja la calle a fantasmas y delincuentes, corroborando de esa forma que esta es la sede de la maldad; si los hombres que llamamos virtuosos viven encerrados en las casas, y dudamos de la virtud o de la inteligencia de quienes gustan recorrer cotidianamente las calles? Es de intuir que los fenómenos sociales que se difunden rápidamente en la gran mayoría de las ciudades (la poca vida social que se registra en la calles en días festivos por el progresivo encerramiento en que caen los citadinos en sus casas, la violencia que se ha empotrado en las calles, el cercamiento de las casas y unidades residenciales con barreras protectoras, etc) sean de algún modo efectos de esta manera de concebir lo público y lo privado.
Este “poner una distancia considerable a la filosofía vestal” resulta urgente adoptarlo, dada la insistencia de recurrir a las metáforas domesticas para pensar la realidad social (BRUNER, 1998) (en profesionales de las ciencias sociales se escucha decir, verbigracia, que la sociedad es una gran familia; que la ciudad es una casa, etc) y dado también el reiterativo discurso de los gobernantes de turno de afirmar que la eficiente ejecución de lo público solo se puede garantizar entregándolo a consorcios privados. Nuevamente es el ámbito de lo privado el que se muestra con el poder de positivizar lo que es objeto de desprecio natural para el ciudadano común. Hay que resistirse al impulso, que por necesidad o por convicción intelectual, se crea de llevar el paradigma de lo interior, el paradigma de lo privado, al ámbito de lo público porque el ámbito privado no genera democracia, no genera libertad. Kant afirmó en su célebre texto de “¿qué es la ilustración?”, que el problema de la minoría de edad de los ciudadanos no radicaba en una falta de entendimiento. Es la falta de decisión y de valor de los hombres, dice Kant, para servirse de su entendimiento con independencia, sin la dirección de otros, la causa de esta condición. Por eso la máxima Kantiana reza ¡Sapere Aude¡, ¡Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento¡¡ En ese mismo texto de Kant, el filósofo alemán señaló que es en el ámbito público donde los hombres podrán adquirir ese ímpetu que los lleva a usar la razón para producir la ilustración. En esa esfera, los hombres pueden y deben ser libres siempre, a diferencia del ámbito privado donde “ciertamente no es permitido razonar, sino que se debe obedecer”. Para lograr la positivización del espacio público, se requiere defender los valores sin los cuales no es posible el ejercicio político de la distorsión que puede ocasionar la perspectiva ligada a los ideales del espacio privado. Los proyectos encaminados a promover la convivencia ciudadana y a crear de mecanismos de participación y democracia no pueden formularse esperando constituir un espacio público con un piso terso para quien lo pise. El suelo sobre el que se asienta lo público no es suave; es áspero, difícil, combativo e incierto. Y es aceptando esas
circunstancias y no estigmatizándolas que se puede generar un agente político activo poseedor de competencias que lo facultan para participar y organizarse en conjunto con otros conciudadanos. Las intervenciones en el espacio público deben generar traseuntes: personas que están en tránsito (DELGADO, 1999), y por ello, dispuestas a enfrentar cualquier cosa. En síntesis, ciudadanos; sujetos políticos. Ninguna democracia es posible si no existe el hombre de la calle, un ciudadano con enseñorío, en tanto que se encuentra guiado por este precepto: “En la calle encontraras la virtud”. Ahora si se puede responder la pregunta con que se inició este texto. Por supuesto debe la psicología interesarse por temas de ciudad, y espacio público. La importancia académica del espacio público no reside únicamente en el valor que por sí mismos puedan tener los fenómenos que acontecen en el espacio público. Ciertamente pudiera enumerarse una cantidad de sucesos urbanos, que por su mera significancia social debería bastar para conminar a los investigadores de la psicología y de las otras disciplinas de las ciencias sociales y humanas a pronunciarse al respecto. Obviando este aspecto de no menor importancia, es de recordar que las ciencias, a partir del estudio de un objeto especifico, además de brindarnos una comprensión de la fenomenología que afecta cotidianamente a las personas, ofrecen igualmente escenarios epistémicos propicios para analizar la validez de los principios filosóficos que empleamos para aprehender epistémica y cognitivamente la realidad física y social. Ese el caso la ciudad y el espacio público, es un objeto de estudio que ofrece la posibilidad para evaluar y rebatir una serie de metateorías y posturas filosóficas dominantes en el contexto académico general, como también la de pensar las posibilidades que ofrece a la academia una visión política de la realidad social (FOUCAULT, 1997). Tomado
de:
Revista
Poiesis.
FUNLAM
Nº
15-
Junio
de
http://www.funlam.edu.co/poiesis, Psicología, ciudad y espacio público.
2008.
3. capitulo Propuestas de Ciudad En este capítulo se mostrarán las propuestas que algunas organizaciones y autores han realizado en pro del desarrollo a todo nivel de la ciudad como espacio de vida. Lección 1
La Agenda 21 de la cultura: una propuesta de las ciudades para el desarrollo cultural Jordi Martí 1. Los antecedentes En la última década del siglo XX, instituciones públicas, privadas y organizaciones no gubernamentales (ONGs) respondían al impulso de estas últimas y acordaban la Agenda 21 como base para la realización de planes de acción locales, estatales, nacionales o corporativos para el medio ambiente. La conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Río de Janeiro, 1992), la Declaración de Aalborg sobre la Agenda 21 local (1994) y la reciente conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Johannesburg, 2002) han constituido los principales hitos de un proceso que intenta dar respuesta a uno de los retos más importantes de la humanidad, la sosteniblidad ecológica, y compromete a todos los agentes implicados.
La sensibilidad acerca de los temas medioambientales nace de la preocupación de seguir apostando por un modelo de desarrollo económico excesivamente depredador de recursos naturales. Ya son bastantes los textos y acuerdos internacionales que ponen de relieve peligros similares respecto al medio cultural. Hoy en día se puede afirmar con propiedad que “el desarrollo cultural genera desarrollo económico, pero en cambio el desarrollo económico, por si mismo, no genera desarrollo cultural”. Esta constatación fue ya realizada en la última década del siglo XX, en los trabajos promovidos por UNESCO en la década mundial sobre cultura y desarrollo (1988-1997), culminados en la publicación Nuestra diversidad creativa (1997) y en el plan de acción acordado en la conferencia intergubernamental de Estocolmo (1998) sobre “Políticas culturales para el desarrollo”.
Sección 1 2. Las causas
La idea de realizar una Agenda 21 de la cultura intenta responder a los retos de desarrollo cultural que la humanidad debe afrontar en el siglo XXI, el siglo de las ciudades. El documento estará orientado a identificar aspectos críticos y sobre todo, a enumerar con claridad aquellos ámbitos donde más claramente se pone de relieve la dimensión cultural del desarrollo. El documento deberá ser comprometido, en tanto que deberá llegar a las raíces de lo que hoy significa la cultura en el proceso de globalización, especialmente a partir de las diversas tensiones que se manifiestan hoy en cualquier territorio: tradición/modernidad, local/global, público/privado, identidad/diversidad, conocimientos/valores. El documento apelará básicamente al compromiso de las instancias públicas de la cultura, desde los gobiernos locales a las naciones y los estados. El documento también constituirá un referente para las organizaciones privadas, las organizaciones no gubernamentales y el tercer sector (no lucrativo) que desarrolla una misión eminentemente cultural. Así, el documento “la agenda 21 de la cultura” se convertirá en un punto de partida y de apoyo para realizar procesos y redactar documentos de compromiso específicos en cada uno de los territorios y las entidades que lo suscriban. La Agenda 21 de la cultura apela a un nuevo contrato social que permita afrontar los retos que el mundo tiene hoy planteados y pone la dimensión cultural como uno de los pilares básicos para la construcción de políticas para el desarrollo.
3. Los contenidos Los contenidos de la Agenda 21 de la cultura serán el resultado de un proceso de elaboración con diferentes modalidades (seminarios, debates, talleres,...); los contenidos que se presentan en los ámbitos siguientes constituyen una primera aproximación no cerrada que deberá complementarse con las aportaciones e ideas que el debate aporte. Las tensiones señaladas en el apartado anterior impregnan el conjunto de contenidos y las formas con las que la Agenda deberá abordarlos pero además se tendrá muy en cuenta el nuevo paradigma cultural que emerge asociado a las tecnologías de la información y la comunicación. 3.1. Cultura y convivencia. Cultura significa civilización. Ésta se edifica siempre a partir de unos valores que dan paso a unos derechos y deberes que quedan fundamentados en los ordenamientos jurídicos. La reciente globalización y su indudable dimensión cultural adolecen de marcos de referencia internacionales y de acuerdos que permitan gestionar el carácter público, comunitario o constituyente de la cultura. La lucha contra la pobreza y la inclusión social constituyen aspectos fundamentales en este proceso. A la vez, la cultura no puede desarrollar su dimensión constituyente sin una participación ciudadana más profunda, sin abordar los mecanismos de construcción de la identidad, sin implicar la nueva ciudadanía
procedente de las migraciones recientes, sin valorizar la solidaridad para con nuestros conciudadanos, sin incorporar las identidades múltiples y en evolución, sin priorizar la educación y la cultura como aspectos transversales de la vida de las personas. Temas clave: Los valores Los bienes públicos Los derechos culturales Nuevas fragmentaciones sociales La participación ciudadana La inclusión social La lucha contra la pobreza El papel de la comunidad Las migraciones La identidad y la diversidad
Sección 2 3.2. La creación y las artes La creación artística, en todos sus formatos y situaciones (desde las creaciones de las primeras naciones o las comunidades indígenas hasta la creación de net-art en las grandes metrópolis), constituye una de los elementos esenciales de transformación de la realidad social. La creación conjuga tanto el compromiso del mundo del arte con las realidades de cada momento histórico (y el respeto explícito al carácter público de sus fuentes) con la existencia de derechos asociados a la creación. Si la participación en la experiencia cultural (y especialmente artística) constituye, hoy, uno de los elementos claves para la configuración de una ciudadanía más comprometida y para la profundización de la democracia, elementos como la formación artística, la pedagogía del arte, la formación de redes y la financiación de la cultura cobran una importancia capital. Temas clave:
La libertad de expresión artística El fomento de la creatividad La investigación Los derechos de autor Los sectores de la cultura La nueva cultura digital Las redes La financiación
3.3. El patrimonio Durante el siglo XX, casi todas las sociedades han aprendido a proyectarse hacia el futuro a partir de un pasado donde el patrimonio, en sus múltiples presencias (desde el patrimonio arqueológico al patrimonio etnológico), tiene un papel fundamental. En los primeros años del siglo XXI, la combinación de interconexión, hipermovilidad y saturación de información ha fragilizado algunos ecosistemas culturales, especialmente en aquellas áreas geográficamente periféricas o socialmente deprimidas y, por otro lado, ha creado nuevos entornos urbanos nada favorables al desarrollo cultural por su flagrante negación de los espacios públicos (urban sprawl) y una creciente privatización. Al mismo tiempo, la globalización ha permitido poner en valor tanto algunas culturas locales “congeladas en el tiempo” como destacar aquellos casos de hibridación creativa entre la tradición y la innovación. En todo caso, el patrimonio (tangible e intangible) y la memoria constituyen elementos básicos del desarrollo cultural. Temas clave: La protección y la promoción del patrimonio Los ecosistemas culturales frágiles: áreas periféricas, zonas rurales... El patrimonio etnológico Los espacios públicos El urbanismo y la cultura
3.4. El acceso a la cultura, la democratización del saber. El acceso a la cultura ha sido siempre una preocupación extendida entre los poderes públicos. De hecho ha orientado de manera casi excluyente buena parte de las políticas culturales contemporáneas. La primera cuestión a destacar es la necesidad de superar un modelo excesivamente paternalista en el cual el ciudadano simplemente accede o no, pero no produce. Cualquier comunidad produce cultura y debe alternar los roles de emisor y receptor cultural. Pero esta consideración no niega la necesidad de facilitar instrumentos que permitan una democratización real del saber, no sólo de la información, en la que el papel de la educación es imprescindible pero necesariamente complementado por otras instancias menos formalizadas que faciliten marcos donde adquirir conocimientos y sobre todo habilidades para decodificar un mundo cada vez más informacional. Temas clave: Centros de proximidad: bibliotecas, casas de cultura. El acceso a la cultura digital La educación Los medios de comunicación Estrategias educativas para los centros culturales.
Sección 3 3.5. El fortalecimiento de los agentes culturales
El desarrollo cultural reposa en una multitud de agentes que desarrollan bien una actividad cultural o bien una actividad con cierta dimensión cultural no siempre explícita. Los agentes culturales (personas u organizaciones) han sufrido (con pocas excepciones) una debilidad estructural; si el siglo XXI aparece como eminentemente cultural (además de ecológico) cabrá encontrar las maneras de fortalecer los agentes culturales dotándoles de mayor capilaridad social y compromiso comunitario. Las administraciones, a su vez, en el marco de la gobernabilidad, están creando marcos políticos con mayor capacidad de participación a las instancias sociales mediante muy variados partenariados y metodologías. Finalmente, los medios de comunicación y las industrias culturales locales desarrollan un papel fundamental a escala local, pero aquéllos medios e
industrias que actúan a escala global (indudablemente, los principales mediadores culturales de la globalización) actúan casi sin instancias de discusión y control público, y sin comercio cultural justo. Temas clave: Las asociaciones culturales y artísticas Los movimientos sociales Las Organizaciones No Gubernamentales Los grupos sociales y culturales no formales Las universidades Los sindicatos Los gobiernos locales Los gobiernos estatales Los medios de comunicación Las industrias culturales
3.6. Los medios de ejecución de la Agenda 21 Una Agenda 21 implica siempre la responsabilidad en la asunción de compromisos. La Agenda 21 de la cultura desarrollará algunos indicadores culturales que permitan evaluar el grado de implantación de los principios y objetivos fijados, y elaborará materiales para que organizaciones públicas y privadas puedan desarrollar sus Agendas 21 específicas. Temas clave: Los indicadores culturales: cuantitativos (consumo cultural, estándares de bibliotecas u otros centros culturales...) y cualitativos (clima cultural, interculturalidad, respeto a los derechos culturales, uso del espacio público...). La creación de procesos de redacción y puesta en marcha de una “agenda 21” específica para ciudades, naciones, estados u organizaciones públicas o privadas que suscriban el documento.
4. El proceso La agenda 21 de la cultura nace como propuesta de los ayuntamientos de Barcelona y de Porto Alegre. La propuesta recibió el apoyo de un centenar largo de ciudades en la I Reunión Pública Mundial de Cultura (Porto Alegre, setiembre 2002), en el III Fórum de Autoridades Locales para la Inclusión Social (Porto Alegre, enero 2003) y en el Fórum Iberoamericano de Ciudades para la Cultura Interlocal (Montevideo, marzo 2003). La elaboración de la Agenda 21 de la cultura será un proceso amplio de debate y reflexión, que invitará a participar a: Todas aquellas instancias internacionales que han impulsado los debates de cultura y desarrollo con anterioridad: Unesco, Consejo de Europa... La Red de Autoridades Locales para la Inclusión Social, Las redes culturales internacionales como Eurociudades, Mercociudades, Interlocal... Expertos en cultura y desarrollo de las ciudades que quieran implicarse en el proceso. Martí, Jordi. La Agenda 21 de la cultura: una propuesta de las ciudades para el desarrollo cultural. Tomado de: ttp://www.oei.es/pensariberoamerica/ric04a07.htm
Lección 2
Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad Foro Social de las Américas – Quito, Julio 2004 Foro Mundial Urbano – Barcelona, Octubre 2004 Foro Social Mundial – Porto Alegre, Enero 2005 Revisión previa a Barcelona, Septiembre 2005
PREÁMBULO Iniciamos este nuevo milenio con la mitad de la población viviendo en ciudades. Según las previsiones, en el 2050 la tasa de urbanización en el mundo llegará a 65%. Las ciudades son, potencialmente, territorios con gran riqueza y diversidad económica, ambiental, política y cultural. El modo de vida urbano influye sobre el modo en que establecemos vínculos con nuestros semejantes y con el territorio. Sin embargo, en sentido contrario a tales potencialidades, los modelos de desarrollo implementados en la mayoría de los países empobrecidos se caracterizan por establecer niveles de concentración de renta y de poder que generan pobreza y exclusión, contribuyen a la depredación del ambiente y aceleran los procesos migratorios y de urbanización, la segregación social y
espacial y la privatización de los bienes comunes y del espacio público. Estos procesos favorecen la proliferación de grandes áreas urbanas en condiciones de pobreza, precariedad y vulnerabilidad ante los riesgos naturales. Las ciudades están lejos de ofrecer condiciones y oportunidades equitativas a sus habitantes. La población urbana, en su mayoría, está privada o limitada -en virtud de sus características económicas, sociales, culturales, étnicas, de género y edad- para satisfacer sus más elementales necesidades y derechos. Contribuyen a ello las políticas públicas, que al desconocer los aportes de los procesos de poblamiento popular a la construcción de ciudad y de ciudadanía, violentan la vida urbana. Graves consecuencias de esto son los desalojos masivos, la segregación y el consecuente deterioro de la convivencia social. Este contexto favorece el surgimiento de luchas urbanas que, pese a su significado social y político, son aún fragmentadas e incapaces de producir cambios trascendentales en el modelo de desarrollo vigente. Frente a esta realidad, y la necesidad de contrarrestar sus tendencias organizaciones y movimientos urbanos articulados desde el I Foro Social Mundial (2001), han discutido y asumido el desafío de construir un modelo sustentable de sociedad y vida urbana, basado en los principios de solidaridad, libertad, equidad, dignidad y justicia social y fundamentado en el respeto a las diferentes culturas urbanas y el equilibrio entre lo urbano y lo rural. Desde entonces, un conjunto de movimientos populares, organizaciones no gubernamentales, asociaciones profesionales, foros y redes nacionales e internacionales de la sociedad civil, comprometidas con las luchas sociales por ciudades justas, democráticas, humanas y sustentables, están construyendo una Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad que busca recoger los compromisos y medidas que deben ser asumidos por la sociedad civil, los gobiernos locales y nacionales, parlamentarios y organismos internacionales para que todas las personas vivan con dignidad en nuestras ciudades. El Derecho a la Ciudad amplía el tradicional enfoque sobre la mejora de la calidad de vida de las personas centrado en la vivienda y el barrio hasta abarcar la calidad de vida a escala de ciudad y su entorno rural, como un mecanismo de protección de la población que vive en ciudades o regiones en acelerado proceso de urbanización. Esto implica enfatizar una nueva manera de promoción, respeto, defensa y realización de los derechos civiles, políticos, económicos,
sociales, culturales y ambientales garantizados en los instrumentos regionales e internacionales de derechos humanos. En la ciudad y su entorno rural, la correlación entre estos derechos y la necesaria contrapartida de deberes es exigible de acuerdo a las diferentes responsabilidades y situaciones socio-económicas de sus habitantes, como forma de promover la justa distribución de los beneficios y responsabilidades resultantes del proceso de urbanización; el cumplimiento de la función social de la ciudad y de la propiedad; la distribución de la renta urbana y la democratización del acceso a la tierra y a los servicios públicos para todos los ciudadanos, especialmente aquellos con menos recursos económicos y en situación de vulnerabilidad. Por su origen y significado social, la Carta Mundial del Derecho a la Ciudad es, ante todo, un instrumento dirigido a fortalecer los procesos, reivindicaciones y luchas urbanas. Está llamada a constituirse en plataforma capaz de articular los esfuerzos de todos aquellos actores – públicos, sociales y privados – interesados en darle plena vigencia y efectividad a este nuevo derecho humano mediante su promoción, reconocimiento legal, implementación, regulación y puesta en práctica.
Sección 1 Parte I – Disposiciones Generales ARTICULO I. DERECHO A LA CIUDAD 1. Todas las personas tienen derecho a la ciudad sin discriminaciones de género, edad, condiciones de salud, ingresos, nacionalidad, etnia, condición migratoria, orientación política, religiosa o sexual, así como a preservar la memoria y la identidad cultural en conformidad con los principios y normas que se establecen en esta Carta. 2. El Derecho a la Ciudad es definido como el usufructo equitativo de las ciudades dentro de los principios de sustentabilidad, democracia, equidad y justicia social. Es un derecho colectivo de los habitantes de las ciudades, en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos, que les confiere legitimidad de acción y de organización, basado en sus usos y costumbres, con el objetivo de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a la libre autodeterminación y un nivel de vida adecuado. El Derecho a la Ciudad es interdependiente de todos los derechos humanos internacionalmente reconocidos, concebidos integralmente, e incluye, por tanto, todos los
derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales que ya están reglamentados en los tratados internacionales de derechos humanos. Esto supone la inclusión de los derechos al trabajo en condiciones equitativas y satisfactorias; a fundar y afiliarse a sindicatos; a seguridad social, salud pública, agua potable, energía eléctrica, transporte público y otros servicios sociales; a alimentación, vestido y vivienda adecuada; a educación pública de calidad y la cultura; a la información, la participación política, la convivencia pacífica y el acceso a la justicia; a organizarse, reunirse y manifestarse. Incluye también el respeto a las minorías y la pluralidad étnica, racial, sexual y cultural y el respeto a los migrantes. El territorio de las ciudades y su entorno rural es también espacio y lugar de ejercicio y cumplimiento de derechos colectivos como forma de asegurar la distribución y el disfrute equitativo, universal, justo, democrático y sustentable de los recursos, riquezas, servicios, bienes y oportunidades que brindan las ciudades. Por eso el Derecho a la Ciudad incluye también el derecho al desarrollo, a un medio ambiente sano, al disfrute y preservación de los recursos naturales, a la participación en la planificación y gestión urbana y a la herencia histórica y cultural. 3. La ciudad es un espacio colectivo culturalmente rico y diversificado que pertenece a todos sus habitantes. 4. A los efectos de esta Carta, el concepto de ciudad tiene dos acepciones. Por su carácter físico, la ciudad es toda metrópoli, urbe, villa o poblado que esté organizado institucionalmente como unidad local de gobierno de carácter municipal o metropolitano. Incluye tanto el espacio urbano como el entorno rural o semirural que forma parte de su territorio. Como espacio político, la ciudad es el conjunto de instituciones y actores que intervienen en su gestión, como las autoridades gubernamentales, los cuerpos legislativo y judicial, las instancias de participación social institucionalizada, los movimientos y organizaciones sociales y la comunidad en general. 5. A los efectos de esta Carta se consideran ciudadanos(as) a todas las personas que habitan de forma permanente o transitoria en las ciudades. 6. Las ciudades, en corresponsabilidad con las autoridades nacionales, deben adoptar todas las medidas necesarias -hasta el máximo de los recursos que
dispongan- para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados y con la adopción de medidas legislativas y normativas, la plena efectividad de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Asimismo, las ciudades, con arreglo a su marco legislativo y a los tratados internacionales, deben dictar las disposiciones legislativas o de otro carácter para hacer efectivos en ellas los derechos civiles y políticos recogidos en esta Carta. Sección 2 ARTICULO II. PRINCIPIOS Y FUNDAMENTOS ESTRATÉGICOS DEL DERECHO A LA CIUDAD 1. EJERCICIO PLENO DE LA CIUDADANIA Y GESTIÓN DEMOCRÁTICA DE LA CIUDAD: 1.1. Las ciudades deben ser un ámbito de realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales, asegurando la dignidad y el bienestar colectivo de todas las personas, en condiciones de igualdad, equidad y justicia. Todas las personas tienen el derecho de encontrar en la ciudad las condiciones necesarias para su realización política, económica, cultural, social y ecológica, asumiendo el deber de la solidaridad. 1.2. Todas las personas tienen el derecho de participar a través de formas directas y representativas en la elaboración, definición, implementación y fiscalización de las políticas públicas y del presupuesto municipal de las ciudades, para fortalecer la transparencia, eficacia y autonomía de las administraciones públicas locales y de las organizaciones populares. 2. FUNCION SOCIAL DE LA CIUDAD Y DE LA PROPIEDAD URBANA: 2.1. Como fin principal, la ciudad debe ejercer una función social, garantizando a todos sus habitantes el usufructo pleno de los recursos que la misma ciudad ofrece. Es decir, debe asumir la realización de proyectos e inversiones en beneficio de la comunidad urbana en su conjunto, dentro de criterios de equidad distributiva, complementariedad económica, respeto a la cultura y sustentabilidad ecológica, para garantizar el bienestar de todos y todas los(as) habitantes, en armonía con la naturaleza, para hoy y para las futuras generaciones. 2.2. Los espacios y bienes públicos y privados de la ciudad y de los(as) ciudadanos(as) deben ser utilizados priorizando el interés social, cultural y ambiental. Todos los(as) ciudadanos(as) tienen derecho a participar en la propiedad del territorio urbano dentro de parámetros democráticos, de justicia social y de condiciones ambientales sustentables. En la formulación e implementación de las políticas urbanas se debe promover el uso socialmente
justo y ambientalmente equilibrado del espacio y el suelo urbano, en condiciones seguras y con equidad entre los géneros. 2.3 Las ciudades deben promulgar la legislación adecuada y establecer mecanismos y sanciones destinados a garantizar el pleno aprovechamiento del suelo urbano y de los inmuebles públicos y privados no edificados, no utilizados, subutilizados o no ocupados, para el cumplimiento de la función social de la propiedad. 2.4 En la formulación e implementación de las políticas urbanas debe prevalecer el interés social y cultural colectivo por encima del derecho individual de propiedad y los intereses especulativos. 2.5. Las ciudades deben inhibir la especulación inmobiliaria mediante la adopción de normas urbanas para una justa distribución de las cargas y los beneficios generados por el proceso de urbanización y la adecuación de los instrumentos de política económica, tributaria y financiera y de los gastos públicos a los objetivos del desarrollo urbano, equitativo y sustentable. Las rentas extraordinarias (plusvalías) generadas por la inversión pública, actualmente capturadas por empresas inmobiliarias y particulares -, deben gestionarse en favor de programas sociales que garanticen el derecho a la vivienda y a una vida digna a los sectores que habitan en condiciones precarias y en situación de riesgo. 3. IGUALDAD, NO-DISCRIMINACIÓN: 3.1 Los derechos enunciados en esta Carta deben ser garantizados para todas las personas que habiten en forma permanente o transitoria en las ciudades sin discriminación alguna. 3.2 Las ciudades deben asumir los compromisos adquiridos sobre la implementación de políticas públicas que garanticen la igualdad de oportunidades para las mujeres en las ciudades, expresados en la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación en contra de la Mujer (CEDAW), y en las conferencias de Medio Ambiente (1992), Beijing (1995) y Hábitat II (1996), entre otras. Para ello, se deben asignar los recursos necesarios de los presupuestos gubernamentales para la efectividad de dichas políticas y establecer mecanismos e indicadores cuantitativos y cualitativos para monitorear su cumplimiento en el tiempo.
4. PROTECCIÓN ESPECIAL DE GRUPOS Y PERSONAS EN SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD
4.1 Los grupos y personas en situación vulnerable tienen derecho a medidas especiales de protección e integración, de distribución de los recursos, de acceso a los servicios esenciales y de no-discriminación. A los efectos de esta Carta se consideran vulnerables a: personas y grupos en situación de pobreza, en riesgo ambiental (amenazados por desastres naturales), víctimas de violencia, con discapacidad, migrantes forzados, refugiados y todo grupo que, según la realidad de cada ciudad, esté en situación de desventaja respecto al resto de los habitantes. En estos grupos, a su vez, serán objeto prioritario de atención las personas mayores, las mujeres, en especial las jefas de hogar, y los(as) niños(as). 4.2 Las ciudades, mediante políticas de afirmación positiva de los grupos vulnerables, deben suprimir los obstáculos de orden político, económico, social y cultural que limiten la libertad, equidad e igualdad de los(as) ciudadanos(as) e impidan el pleno desarrollo de la persona humana y su efectiva participación política, económica, social y cultural en la ciudad. 5. COMPROMISO SOCIAL DEL SECTOR PRIVADO: 5.1 Las ciudades deben promover que los agentes del sector privado participen en programas sociales y emprendimientos económicos con la finalidad de desarrollar la solidaridad y la plena igualdad entre los habitantes, de acuerdo con los principios rectores que fundamentan esta Carta.
6. IMPULSO DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA Y POLÍTICAS IMPOSITIVAS PROGRESIVAS: Las ciudades deben promover y valorar las condiciones políticas y económicas necesarias para garantizar programas de economía solidaria y sistemas impositivos progresivos que aseguren una justa distribución de los recursos y los fondos necesarios para la implementación de las políticas sociales.
Sección 3 Parte II. Derechos relativos al ejercicio de la Ciudadanía y a la participación en la Planificación,Producción y Gestión de la Ciudad
ARTÍCULO III. PLANIFICACIÓN Y GESTIÓN DE LA CIUDAD
1. Las ciudades deben abrir cauces y espacios institucionalizados para la participación amplia, directa, equitativa y democrática de los(as) ciudadanos(as) en el proceso de planificación, elaboración, aprobación, gestión y evaluación de políticas y presupuestos públicos. Se debe garantizar el funcionamiento de órganos colegiados, audiencias, conferencias, consultas y debates públicos, así como permitir y reconocer los procesos iniciativa popular en la proposición de proyectos de ley y de planes de desarrollo urbano. 2. Las ciudades, de conformidad con los principios fundamentales de su ordenamiento jurídico, deben formular y aplicar políticas coordinadas y eficaces contra la corrupción, que promuevan la participación de la sociedad y reflejen los principios del imperio de la ley, la debida gestión de los asuntos públicos y los bienes públicos, la integridad, la transparencia y la obligación de rendir cuentas. 3. Las ciudades, para salvaguardar el principio de transparencia, deben organizar la estructura administrativa de modo que garantice la efectiva responsabilidad de sus gobernantes frente a los(as) ciudadanos(as), así como la responsabilidad de la administración municipal ante los demás niveles de gobierno y los organismos e instancias regionales e internacionales de derechos humanos.
ARTÍCULO IV. PRODUCCIÓN SOCIAL DEL HABITAT Las ciudades deben establecer mecanismos institucionales y desarrollar los instrumentos jurídicos, financieros, administrativos, programáticos, fiscales, tecnológicos y de capacitación necesarios para apoyar las diversas modalidades de producción social del hábitat y la vivienda, con especial atención a los procesos autogestionarios, tanto individuales y familiares como colectivos organizados. ARTÍCULO V. DESARROLLO URBANO EQUITATIVO Y SUSTENTABLE 1. Las ciudades deben desarrollar una planificación, regulación y gestión urbanoambiental que garantice el equilibrio entre el desarrollo urbano y la protección del patrimonio natural, histórico, arquitectónico, cultural y artístico; que impida la segregación y la exclusión territorial; que priorice la producción social del hábitat y garantice la función social de la ciudad y de la propiedad. Para ello, las ciudades deben adoptar medidas que conduzcan a una ciudad integrada y equitativa. 2. La planificación de la ciudad y los programas y proyectos sectoriales deberán integrar el tema de la seguridad urbana como un atributo del espacio público.
ARTÍCULO VI. DERECHO A LA INFORMACIÓN PÚBLICA 1. Toda persona tiene derecho a solicitar y recibir información completa, veraz, adecuada y oportuna respecto a la actividad administrativa y financiera de cualquier órgano perteneciente a la administración de la ciudad, del poder legislativo y del judicial, y de las empresas y sociedades privadas o mixtas que presten servicios públicos. 2. Los funcionarios del gobierno de la ciudad o del sector privado deben producir la información requerida de su área de competencia en un tiempo mínimo si no cuentan con ella en el momento de efectuarse el pedido. El único límite al acceso a la información pública es el respeto al derecho de las personas a la intimidad. 3. Las ciudades deben garantizar mecanismos para que todas las personas accedan a una información pública eficaz y transparente. Para ello deberán promover el acceso de todos sectores de la población a las nuevas tecnologías de la información, su aprendizaje y actualización periódica. 4. Toda persona o grupo organizado, y muy especialmente quienes auto producen su vivienda y otros componentes del hábitat, tiene derecho a obtener información sobre la disponibilidad y ubicación de suelo adecuado, los programas habitacionales que se desarrollan en la ciudad y los instrumentos de apoyo disponibles. ARTÍCULO VII. LIBERTAD E INTEGRIDAD Todas las personas tienen derecho a la libertad y a la integridad, tanto física como espiritual. Las ciudades deben comprometerse a establecer garantías de protección que aseguren que esos derechos no sean violados por individuos o instituciones de cualquier naturaleza.
ARTICULO VIII. PARTICIPACION POLITICA 1. Todos(as) los(as) ciudadanos(as), tienen derecho a la participación en la vida política local mediante la elección libre y democrática de los representantes locales, así como en todas las decisiones que afecten las políticas locales de planificación, producción, renovación, mejoramiento y gestión de la ciudad. 2. Las ciudades deben garantizar el derecho a elecciones libres y democráticas de los representantes locales, la realización de plebiscitos e iniciativas legislativas populares y el acceso equitativo a los debates y audiencias públicas sobre los temas relativos a la ciudad. 3. Las ciudades deben implementar políticas afirmativas de cuotas para la representación y participación política de las mujeres y minorías en todas las
instancias locales electivas y de definición de sus políticas públicas, presupuestos y programas. ARTICULO IX. DERECHO DE ASOCIACIÓN, REUNIÓN, MANIFESTACIÓN Y USO DEMOCRÁTICO DEL ESPACIO PÚBLICO URBANO Todas las personas tienen derecho de asociación, reunión y manifestación. Las ciudades deben disponer y garantizar espacios públicos para ese efecto. ARTICULO X. DERECHO A LA JUSTICIA 1. Las ciudades deben adoptar medidas destinadas a mejorar el acceso de todas las personas al derecho y la justicia. 2. Las ciudades deben fomentar la resolución de los conflictos civiles, penales, administrativos y laborales mediante la implementación de mecanismos públicos de conciliación, transacción, mediación y arbitraje. 3. Las ciudades deben garantizar el acceso al servicio de justicia estableciendo políticas especiales en favor de los grupos vulnerables de la población y fortaleciendo los sistemas de defensa pública gratuita. ARTÍCULO XI. DERECHO A LA SEGURIDAD PÚBLICA Y A LA CONVIVENCIA PACIFICA, SOLIDARIA Y MULTICULTURAL 1. Las ciudades deben crear condiciones para la seguridad pública, la convivencia pacifica, el desarrollo colectivo y el ejercicio de la solidaridad. Para ello deben garantizar el pleno usufructo de la ciudad, respetando la diversidad y preservando la memoria e identidad cultural de todos los(as) ciudadanos(as) sin discriminación alguna. 2. Las fuerzas de seguridad tienen entre sus principales misiones el respeto y la protección de los derechos de los(as) ciudadanos(as). Las ciudades deben garantizar que las fuerzas de seguridad bajo su mando apliquen el uso de la fuerza estrictamente bajo las previsiones de la ley y bajo control democrático. 3. Las ciudades deben garantizar la participación de todos(as) los(as) ciudadanos(as) en el control y evaluación de las fuerzas de seguridad. Tomado de: www.hic-al.org/documento.cfm?id documento=1089
Lección 3
Carta por los derechos a la ciudad y a la vivienda Enrique Ortiz Flores Secretario Ejecutivo de Habitat International Coalition (HIC) Este texto que integra las principales demandas y propuestas de las organizaciones sociales y no gubernamentales latinoamericanas, recogidas durante el amplio proceso que desarrollaron en la región en preparación de su posición frente a Habitat II. Su redacción, en forma de declaración y desde la perspectiva de quienes difícilmente pueden hacer llegar su voz a las conferencias de Naciones Unidas, procede de una primera versión redactada por el autor a solicitud del movimiento popular de México, en apoyo a sus derechos habitacionales.
Sección 1 1. Por el reconocimiento pleno de nuestros derechos El reconocimiento pleno de derechos y obligaciones es fundamento de toda sociedad democrática y fuente de ciudadanía. La larga lucha de los pueblos por construir sociedades plurales basadas en relaciones de justicia, libertad y dignidad para todos sus integrantes, ha logrado hacer que se reconozcan algunos derechos sociales y garantías individuales, y ha impulsado el establecimiento de instituciones cuya responsabilidad es hacer que se realicen y se cumplan tales derechos. Estamos conscientes del enorme esfuerzo que pueblos y gobiernos deberán hacer aún para ampliar los derechos fundamentales reconocidos, disponer los medios necesarios para su realización y establecer las condiciones que nos faciliten, a la vez, cumplir nuestras responsabilidades y obligaciones. Nos preocupa y nos indigna, que cuando aún queda tanto por hacer para consolidar sociedades verdaderamente democráticas, se esté dando marcha atrás no sólo en la ampliación de los derechos sociales, sino en el respeto y realización de los ya reconocidos. El riesgo de que el derecho a la vivienda quede eliminado en los documentos oficiales de Habitat II, la tendencia a individualizar los derechos colectivos y la creciente articulación de su cumplimiento a las leyes del mercado, no sólo niegan las luchas y conquistas históricas de los pueblos, sino que los van excluyendo paulatinamente de las posibilidades de vivir dignamente. No podemos aceptar que la noción de derecho, se limite a la relación individual que podamos establecer con los productores y prestadores de bienes y servicios y que su cumplimiento quede sujeto a la posibilidad de pagar el precio que estos exijan. En caso de no poder acceder al mercado, quedamos al margen de todo derecho o en el mejor de los casos como sujetos potenciales de la beneficiencia pública o de los contradictorios programas compensatorios de alivio a la pobreza.
Qué lejos vamos quedando del sentido social y verdaderamente solidario de los derechos económicos, sociales y culturales suscritos a nivel internacional por 130 países y que tanta sangre y esfuerzo han costado a nuestros pueblos. Quienes formamos parte de las organizaciones sociales y las organizaciones civiles no gubernamentales que apoyan nuestros esfuerzos por un lugar digno donde vivir en paz y dignidad, jamás hemos exigido al Estado que nos regale una casa o nos libere de las obligaciones que hemos contraído para hacer realidad nuestros sueños. El populismo no lo inventamos nosotros y es más, siempre que los gobiernos asumen actitudes populistas se nos dificulta hacer efectivo nuestro derecho, ya que se nos obliga a negociar en condiciones subordinadas, clientelares y paternalistas. Preferimos y luchamos porque los Estados establezcan reglas claras del juego que definan con precisión nuestros derechos y obligaciones, única forma de que prosperen las iniciativas sociales y de evitar el uso político y arbitrario de los recursos públicos. Luchamos, entre otras cosas, porque los Estados que han reconocido el derecho a la vivienda en su Constitución Política, sean congruentes con tal voluntad poniendo los medios y estableciendo los apoyos necesarios para que todos los habitantes de sus respectivos países puedan hacerlo efectivo. Luchamos también porque aquéllos que aún no lo reconocen, abran espacios públicos para el debate del tema y asuman con seriedad su consideración por las instancias legislativas, dentro de las modalidades y prácticas convenientes a cada contexto nacional. No esperamos pasivamente a que alguna agencia pública nos provea de una casa. Sabemos que los Estados jamás han podido otorgar vivienda gratuita a sus ciudadanos, que no es posible que lo hagan y que nunca pretenderán hacerlo; mucho menos en las circunstancias actuales. Sabemos también que la solución del grave problema habitacional del mundo es responsabilidad y tarea de todos. Pero no nos queda ninguna duda de que los primeros responsables en establecer las condiciones para que esto se dé son los Estados mismos. Al respecto consideramos que mínimamente los Estados deberán: i. Reconocer, hacer valer y garantizar el derecho de todos a tener acceso a: • •
suelo legal, seguro y adecuadamente ubicado, financiamiento adecuado a diferentes niveles de ingresos y formas de producción,
• • •
servicios básicos y equipamiento, seguridad legal de tenencia, asistencia técnica,
•
información suficiente y oportuna facilidades y apoyos estatales.
sobre
planes
y
programas,
ii. Tomar medidas para: • •
asegurar que el derecho a la vivienda no sea violado, particularmente aquellas orientadas a impedir desalojos forzados y demoliciones violentas, frenar la creciente segregación urbana y económica a la que están sujetos los sectores de bajos ingresos.
iii. Respecto a la participación organizada y responsable de la población en la producción y gestión de su hábitat: •
•
•
•
remover los obstáculos legales, administrativos y fiscales a la producción social del hábitat e incorporar, en los instrumentos existentes, apoyos específicos a la misma, hacer las modificaciones necesarias a los códigos y reglamentos urbanos para que reconozcan y fomenten las formas de gestión, apropiación y producción de los sectores sociales de bajo ingreso, reconocer, estimular y apoyar las diversas formas organizativas que se dan los grupos populares para la promoción, producción, mantenimiento y mejoramiento de su hábitat, garantizar, en síntesis, el acceso a los recursos materiales y no materiales necesarios para facilitar las iniciativas y acciones promovidas por las organziaciones sociales.
Sección
2
2. Los derechos relacionados al hábitat humano en tiempos de la descentralización El proceso descentralizador que los Estados realizan actualmente, contradictoriamente con sus propios postulados desreguladores y facilitadores, no está generando las condiciones mínimas, apuntadas arriba, necesarias para la realización plena de nuestros derechos a la ciudad y la vivienda. Por razones muy diversas y hasta contradictorias entre sí, todos buscamos que el Estado centralista, omnipotente y omnipresente se descentralice. Nosotros también lo queremos, pues en su voluntad de controlarlo todo nos ha impuesto y nos pretende seguir imponiendo decisiones que afectan profundamente nuestras formas de vivir y condicionan la satisfacción de nuestras necesidades y el
cumplimiento de nuestros sueños a los criterios de escasez de recursos -y de imaginación- y a las soluciones abstractas y lejanas que sus tecnócratas determinan. Pero, para nosotros, la descentralización de los Estados no quiere decir que éstos se desentiendan de sus responsabilidades históricas y sociales. Todo lo contrario, despojados de atribuciones que los llevaban a perderse en la gestión de lo cotidiano, limitando y entorpeciendo las expresiones más ricas y libres de sus respectivos pueblos, los Estados podrán dedicarse a lo que consideramos es su papel fundamental: • •
•
lograr la igualdad de oportunidades para todos, haciendo efectiva su obligación redistributiva garantizar la profundización y el cumplimiento de los derechos sociales, cuidando que en la satisfacción de sus propios derechos, nadie pise los derechos del otro, y convocar y fomentar la mutua potencialización de los diferentes actores sociales, priorizando el fortalecimiento de los sectores más débiles.
Pero pareciera que estamos muy lejos de lograr tales cambios. El proceso descentralizador que se fomenta actualmente a nivel global se ha traducido, en forma casi exclusiva, en abrir espacios y otorgar apoyos al sector privado nacional e incluso trasnacional. Casi todas las políticas habitacionales desarrolladas bajo la influencia o la presión de las agencias internacionales de cooperación al desarrollo, desde el inicio de esta década, han estado orientadas a apoyar la participación del sector privado en la producción y distribución de satisfactores a las necesidades habitacionales de la población, dentro del concepto de libre mercado. Se desconoce, o se pretende desconocer, la enorme capacidad productora y de gestión que la mayor parte la población, al menos en los países no industrializados, realiza para la satisfacción de sus propias necesidades. Cuando se nos dice que las ideologías han muerto y que estamos en tiempos nuevos en los que los diferentes actores, en lugar de confrontarse se asocian para resolver las grandes necesidades sociales, se da cabida en los hechos a nuevos fundamentalismos ideológicos que depositan en la libre operación de los mercados la única posibilidad de resolver nuestras enormes y crecientes carencias. El concepto de necesidades substituye al de derechos y la mercantilización de los satisfactores limita o cancela los pocos instrumentos estatales orientados a apoyar las iniciativas sociales. Nuevamente, al igual que en el manejo populista, se nos pretende marginar al papel de simples espectadores pasivos, o demandantes de vivienda y servicios,
cuando en la realidad seguimos siendo -sea en forma individual, familiar o colectiva-, los principales productores y gestores del hábitat en nuestros países. El deterioro salarial, el desempleo creciente, la reducción o la cancelación paulatina de los subsidios, la privatización y la comercialización crecientes, hacen que cada día crezca el número de familias que buscan caminos alternativos al mercado inmobiliario para satisfacer sus necesidades habitacionales. No aceptamos, en consecuencia, que la descentralización se limite a reconocer o apoyar al sector privado. Exigimos que la producción social del hábitat, o sea aquélla que se realiza por iniciativa y bajo el control directo de nuestras familias y de nuestras organizaciones para el auto consumo, sea también plenamente reconocida y apoyada. La descentralización pasa también por nosotros y exigimos que el esfuerzo y la responsabilidad que esto nos exige sea apoyada mediante sistemas nacionales integrados de instrumentos legales, financieros, administrativos, fiscales y de fomento que partan de reconocer nuestras prácticas específicas de gestión y nuestra lógica productiva. Rechazamos que nuestros esfuerzos en la construcción de la ciudad sean considerados como prácticas irregulares, subnormales o informales, términos todos que pretenden denigrar y cerrar paso a nuestra capacidad realizativa. De contar con los apoyos necesarios, en lugar de los múltiples obstáculos y limitaciones con las que hoy nos enfrentamos, podremos actuar en forma más sistemática y organizada y elevar nuestra eficiencia y productividad con el objeto final de reducir costos y de atender a los más pobres dentro de nuestras organizaciones. Dedicamos demasiadas energías a la gestión de nuestros proyectos por la falta de voluntad política en apoyar nuestras iniciativas, por la carencia de instrumentos adecuados y por la transformación negativa que han venido sufriendo aquellos pocos diseñados para apoyar nuestros esfuerzos. Quisiéramos poder transformar el enorme desgaste físico y social que nos significa obtener permisos, financiamientos, suelo y otros apoyos del Estado, en energías más positivas, capaces de mejorar sustantivamente nuestra calidad de vida. No es aceptable que los Estados se limiten a descentralizar los conflictos y las responsabilidades. Un cambio tan profundo de funciones y atribuciones exige poner en manos de quienes las reciben, instrumentos adecuados, recursos, conocimientos, información y todos los apoyos que solamente la potestad del propio Estado puede viabilizar.
3. Derechos y avance democrático
Las responsabilidades que como ciudadanos de nuestros respectivos países y del mundo debemos asumir para hacer efectivos nuestros derechos a la ciudad, a la vivienda, a un lugar donde vivir, son cada vez más demandantes y exigen de nosotros mayores esfuerzos organizativos, capacitación, trabajo y capacidad de gestión. Las organizaciones sociales y no gubernamentales estamos dispuestas, como ya lo hemos demostrado ampliamente, a asumir nuevos retos, siempre y cuando éstos se orienten a abrir posibilidades concretas a la realización plena de nuestros derechos. Para evitar que nuevas tareas signifiquen mayor explotación y mayor desgaste, además de contar con sistemas integrados de instrumentos y apoyos a la gestión social del hábitat, requerimos y exigimos se avance en la integración de espacios institucionalizados de participación democrática. No es posible que se exijan al pueblo mayores sacrificios y trabajo sin que sus organizaciones y las integradas por sus asesores no gubernamentales tengan la posibilidad de incidir al más alto nivel en la definición de las políticas, instrumentos y programas que los afectan e involucran. Buscamos y exigimos una profundización democrática en el manejo de los sectores que atienden los asentamientos humanos y la vivienda, en las tres vertientes que constituyen una auténtica democracia: • • •
acceso equitativo a los recursos y a los bienes y servicios que nos permitan mejorar nuestras condiciones habitacionales y nuestra calidad de vida, reconocimiento, respeto y apoyo a las formas de ejercicio de la democracia directa que nos damos a nivel territorial y sectorial, fortalecimiento de la democracia representativa con el establecimiento de instancias que institucionalicen la participación de las diversas organizaciones de la sociedad civil en la determinación de políticas, instrumentos, programas y actividades de seguimiento, evaluación y control de los diversos organismos e instancias administrativas que operan en el campo del hábitat.
Sección 3 4. Reafirmamos nuestros derechos habitacionales Finalmente, queremos resumir lo dicho reafirmando los derechos al hábitat que hemos venido formulando conjuntamente a partir de 1987, Año Internacional de Vivienda para los sin Techo, con la Declaración de Limuru, la subscripción en Río '92 del Tratado sobre Ciudades y Poblados Justos, Democráticos y Sustentables y los diversos eventos nacionales, regionales e internacionales que hemos organizado, desde 1994, como parte del proceso preparatorio de Habitat II, y cuyo contenido sintético es el siguiente:
Todos; mujeres y hombres, niños y ancianos, tenemos derecho a: 1. Un lugar, un hábitat sano y una vivienda segura y adecuada para vivir en paz y con dignidad. 2. Que las ciudades, poblados y barrios sean democráticos y sustentables, con acceso equitativo a la tierra, a medios de subsistencia, ambiente sano y seguro, a la vivienda, agua, saneamiento, salud, alimentación, transporte público, educación, trabajo, ocio y esparcimiento, información, y sus respectivos equipamientos. Respeto a las minorías y a la pluralidad étnica, sexual y cultural; respeto a los grupos indígenas, y a los inmigrantes reconociéndoles su plena ciudadanía; la preservación de la herencia histórica y cultural, y el disfrute de un espacio culturalmente diversificado sin distinciones de género, nacionalidad, raza, lengua y creencias. 3. Participar en la formulación, aplicación y seguimiento de las políticas habitacionales y en la conducción y control de los procesos de planificación y gestión del hábitat para garantizar que la utilización de los recursos y la realización de los proyectos e inversiones sean en beneficio de todos y en particular de los sectores sociales más desprotegidos. 4. Elevar la calidad de vida en nuestros asentamientos y viviendas con el fin de asegurar, conservar y mejorar la salud y la seguridad, disfrutando de intimidad y de espacios para el descanso, la recreación y la realización de nuestras actividades personales, comunitarias y públicas conforme a nuestra diversidad cultural y condiciones de género. 5. El disfrute de una vivienda adecuada no sujeto solamente a los recursos, a las condiciones específicas o al nivel de ingresos de que disponga una familia o una persona sin techo. Todos debemos poder acceder a recursos financieros, públicos y de cualquier otra índole, que nos permitan hacer efectivo el derecho a una vivienda digna, sea en forma individual o colectiva. 6. Organizarnos para ser reconocidos legalmente y a movilizar los recursos materiales, solidarios y de apoyo mutuo de que dispongamos; a asesorarnos con quien nos convenga y a gestionar los apoyos complementarios para enfrentar las carencias habitacionales y de otros servicios sociales; a controlar nuestros propios procesos de producción y mejoramiento habitacional. 7. La canalización prioritaria de subsidios y la consideración específica, en caso de pertenecer a grupos vulnerables como las mujeres jefas de hogar, los niños, los ancianos y los discapacitados, para participar en la planeación, diseño, ejecución, control, mantenimiento, rehabilitación y mejoramiento de nuestro hábitat, con el objetivo de lograr espacios y equipamientos adecuados a las distancias que recorremos y funciones que realizamos, a nuestras condiciones particulares de vida y a nuestras propias aspiraciones. Ortiz, Enrique. Carta por los derechos a la ciudad y a la vivienda.Tomado de: http://habitat.aq.upm.es/iah/ponenc/a001.html.
Lección 4
Un futuro para nuestras ciudades. Conferencia inaugural: Primer Encuentro Iberoamericano de Buenas Prácticas Urbanas. Jaime Lerner (Arquitecto, Presidente de la UIA 2002-2006, Ex - Alcalde de Curitiba, Brasil) Sección 1 Primero, siempre soy casi repetitivo en decir esto, que la ciudad no es un problema, es una solución. Es porque yo acredito que he vivido ese esfuerzo que las ciudades han hecho para mejorar su calidad de vida. Esta iniciativa del Ministerio de Vivienda de definir buenas prácticas es importante. Sobre todo cuando se habla ahora de la sostenibilidad, del cambio climático. Una ciudad que tiene buenas prácticas, buena concepción, es una ciudad que evoluciona en su calidad de vida, es una ciudad que evoluciona en la sostenibilidad. Quiero decirles que cuando se habla de sostenibilidad todos nosotros nos quedamos a veces perplejos, como si fuéramos pacientes terminales. Porque en el mundo cuando se ven las proyecciones de las tragedias se piensa que no se puede hacer nada. Si se puede hacer mucho. ¿Por qué? Porque el 75% de los problemas de emisiones de carbono están en las ciudades; no os olvidéis de esto. Y siempre procuro repetir: sí pensar en nuevos materiales es importante, pero no es suficiente. New buildings, muy importante, pero no es suficiente. Nuevas formas de energía, importantísimo, pero no es suficiente. Reutilizar, reciclar, muy importante, pero no es suficiente. El resultado más significativo está en la buena concepción de la ciudad. Sobre todo en lo que se refiere a la movilidad, la sostenibilidad, y la sociodiversidad. No he encontrado en muchas partes del mundo alcaldes que se pronuncien y den su soporte a la declaración de Kyoto. Esto es importante, pero lo importante es saber qué es lo que este alcalde está haciendo para su ciudad. Cuáles son los avances en relación a la sostenibilidad, a la calidad de vida que están haciendo. Y me gustaría primero presentar los personajes de un libro que yo hice hace 20 años para enseñar a los niños la ciudad. Para mí el mejor ejemplo de calidad de vida es la tortuga. ¿Por qué? Porque es un ejemplo de vida y trabajo juntos. Y como pueden ver, el casco de la tortuga tiene un diseño que parece una tesitura urbana. Ustedes pueden imaginar cómo sería triste la tortuga si cortáramos el casco. Vivir aquí, trabajar allí, el ocio ahí, la tortuga sería muy triste. Es lo que estamos haciendo en nuestras ciudades. No podremos continuar viviendo en la ciudad fuera de la ciudad. Con los guetos de gente muy rica y los guetos de gente muy pobre. La separación de las funciones urbanas. Esto no puede continuar si queremos avanzar en la sostenibilidad.
Otro personaje es Otto el automóvil. Es una persona, un tipo que fue invitado a una fiesta y no se quiere ir. Y bebe mucho. Y tose mucho. Y es muy egoísta, sólo transporta dos o tres personas. Y además muy exigente, quiere ver cada vez más freeways, cada vez más obras para él. Yo acostumbro a decir, y voy a repetir, ya lo han oído, que el coche es como si fuera nuestra suegra mecánica. Tenemos que tener muy buenas relaciones con nuestras suegras, pero no podemos dejar que ellas comanden nuestras vidas. En otras palabras, si tu suegra es la única mujer de tu vida, tú tienes un problema. El otro es Aquarium, el bus amigo, solidario, que transporta 300 personas. Cada ciudad tiene un diseño. Si es radial, si es lineal, no importa. Las ciudades que no entendemos, no nos gustan. Y para hacer las cosas, la primera cosa es preparar un escenario para una ciudad. Un escenario para un estado, un escenario para un país. Y si la gran mayoría entiende que este escenario es deseable, lo van a ayudar a realizarse. Cuando fui gobernador pensaba que al ver el mapa de mi estado era un rompecabezas. Y no se podía entender el estado. En el momento en que empezamos a entender los ríos, los bajíos y todo esto, preparamos un escenario para el estado de tal manera que ninguna ciudad quede a más de una hora de ciudades importantes, grandes polos, de hospitales, universidades. Entonces estamos tratando igual a 399 ciudades. Aunque en el campo conseguimos preparar un diseño donde cada uno se sintiese como si fuese en una calle, pero una calle que cruzaba el campo, donde podría haber vivienda, la tierra para la sostenibilidad, y asentamos ahí 100.000 personas, 418 comunidades rurales. Una reforma agraria pacífica, donde todos pagaban por su tierra en 30 años, pero están ahí, donde hay educación, salud para todas estas comunidades. Ese es el diseño de la ciudad de Curitiba. Es claro que el transporte tiene una relación clara, es una estructura de vida y trabajo juntos. Y aquí está esta estructura, donde hay más densidad hay más oferta de transporte. No vamos a discutir la arquitectura, porque es privada, pero hay una inducción del crecimiento con el transporte siendo parte de las estructuras del crecimiento. Utilizamos calles existentes, no hicimos expropiaciones, no perdimos tiempo, y aquí pasa el bus muy cerca de mi casa. Si vienen a Curitiba, vengan a tomar un cafecito. Quiero hablar sobre movilidad, no de un sistema. La ciudad de Nueva York empezó el metro de la Second Avenue. ¿Sabéis cuánto tiempo llevan discutiendo? 50 años. Y van a hacer esta línea en 20 años. El coste, 4 billones, 4.000 millones de dólares. Esta línea no va a transportar más pasajeros que esta que pasa frente a mi casa. El costo es 100 veces más barato, se pueden plantar en dos años, y no esperar 70, o 20, o 30, o 40. No estoy intentando probar cuál es el mejor sistema. Si hay metro, muy bien. Si hay bus, que sea un bus bien organizado, un sistema. Si hay coche, hay maneras de utilizar, por lo menos en el itinerario de rutina, proponer un transporte colectivo mejor. La condición para que la movilidad sea
bien resuelta es que jamás, jamás, puedan competir en el mismo espacio. Eso es importante. Aquí es cómo funciona en Curitiba, la evolución de la flota. No teníamos recursos para comprar una flota de 300 millones de dólares. Hicimos una ecuación de corresponsabilidad. Hicimos el diseño del sistema, cómo debe funcionar, y la inversión en el itinerario. Y el material rodante fue comprado por la iniciativa privada. Esta ecuación de corresponsabilidad fue la siguiente: Nosotros preparamos el itinerario, las estaciones, ustedes compran el material rodante, vamos a pagar por kilómetro rodado. Y es uno de los pocos sistemas en el mundo que no es subsidiado. Y para entender nuestras ciudades en Brasil y en Latinoamérica, no podemos subsidiar, porque si empezamos con el subsidio no sobrarán recursos para la inversión social. No se puede empezar con esto. No hay fin. Esa es la evolución, esos son los tubos que hicieron la gran diferencia. En el tubo se paga antes y se embarca al mismo nivel, o sea, estamos “metronizando” al bus. Y aquí es en vidrio y la gente no lo quiebra. Y el embarque al mismo nivel, e incluso para los discapacitados, y ellos pueden usar el sistema como cualquier otra persona. Todo muy simple. No hay esta concepción de terminales. La palabra terminal es terminal. ¿Por qué? Porque el bus tiene que quedarse todo el tiempo consumiendo combustible. ¿Por qué no controlar el flujo, y tener sólo una parada? No necesitamos más que un tubo. Nosotros no tenemos terminales, tenemos tubos, un tubo, listo. Y esta es la idea de hacer toda la integración. Es asi como empezó en el 83 Marlene Fernandes, estábamos juntos en Río, y en esta época fue la concepción de cómo integrar el bus al metro, o el ferrocarril. Y en aquella época, 83, el metro era contra. Ahora, 23 años después, el metro fue privatizado y la compañía del metro nos contrató para hacer el proyecto de integración del metro con el bus, que estamos haciendo ahora con una concepción un poco más elaborada, que es cómo se liga el metro al bus. Se utiliza el mismo sistema, el único cambio es el vehículo que se utiliza en superficie, pero la frecuencia es la misma. Pueden imaginar cómo se hará esto en el paisaje de Río. No vamos a colocar colores durante el día, porque no queremos que sea una Shangai. Pero durante la noche, levemente colorida. Pueden imaginar cómo sería Río. Estamos desarrollando el proyecto, espero que esto ocurra lo más temprano posible. Sección 2 Sobre sostenibilidad, unas cosas más. Cómo transformar una ciudad que tenía medio metro cuadrado de área verde para 52 metros cuadrados. La población se triplicó, y los parques fueron creciendo en antiguas canteras que fueron transformadas aquí en la Universidad para el Medio Ambiente. Esta Universidad para el Medio Ambiente fue inaugurada por Jacques Cousteau. Es todo con madera de antiguos postes de teléfono y de energía que fueron cambiados por postes de concreto. Nosotros comprábamos a todas las compañías de energía, y
toda la arquitectura en los parques está hecha con estos postes. Aquí, el Jardín Botánico. Normalmente es una obra para 100 años. Aquí la hicimos en dos meses. ¿Por qué? Porque hay una parte que se puede hacer inmediatamente, y continuar plantando. Y la historia de la basura, que no voy a repetir, donde empezamos enseñando a todos los niños cómo separar en todas las escuelas. Los niños enseñaron a sus padres, empezamos la campaña y hoy Curitiba tiene el más alto índice de separación de basura: 70% de la gente separa, es de lejos el más alto índice. Cuando me preguntan, “¿qué puedo hacer yo para garantizar la sostenibilidad?” Yo les respondo: “La primera cosa, evitar la perplejidad. La perplejidad es terrible. Y seminarios de perplejidad, por favor… Este es un seminario de buenas prácticas, de ejemplos. Los seminarios donde se proyectan las tragedias no los necesitamos, porque si se proyectan las tragedias, nos vamos a encontrar las tragedias. Yo no quiero utilizar nuestra energía para hacer los cambios para tendencias que no sean deseables”. Si quieren ayudar a la sostenibilidad, primero una cosa: usen menos el coche. No digo no utilizar, digo en itinerarios de rutina, el transporte público. Yo acredito que las ciudades en menos de diez años, las grandes y medianas ciudades, tendrán que proponer y proveer sistemas de transporte público que sean buenas alternativas. Si no, no estamos hablando en serio. Yo creo que los recursos que se destinan a las grandes ciudades no podrán ser dados si no hacen esfuerzos grandes para esto. La segunda cosa es vivir cerca del trabajo, o traer el trabajo más cerca de la vivienda. La tercera es separar la basura. La cuarta es entender que la sostenibilidad es una ecuación entre lo que se ahorra y lo que se desperdicia. Si se desperdicia cero, la sostenibilidad crece al infinito. Y un quinto mandamiento: múltiple uso. O sea, no se puede tener un centro en la ciudad vacío por 16 horas al día. Los sitios en la ciudad sólo con vivienda, hay que inyectar la función trabajo. Al contrario, sitios donde hay trabajo, hay que inyectar la función vivienda. Y múltiple uso. No se puede tener una arena de deportes que se utiliza 10 veces al año. Una arena por la mañana puede ser un mercado, por la tarde una facultad, por la noche, para grandes eventos inclusive, los deportivos. Esto es la calle 24 horas, que nunca se cierra, los mercados, los mercados de noche, hay siempre que dar a la calle más funciones durante las 24 horas del día. Esto es un retrato de familia. Una ciudad es como un retrato de familia. Quizá no nos guste la nariz de una tía, pero no tiramos, no rasgamos un retrato de familia porque “este retrató esto”. Y este retrato procura ver qué es importante en la ciudad. Cosas que son referencias importantes. Quizá no sean grandes marcos históricos de un país, mas son marcos de cada ciudad, como este teatro, que va a hacer casi 40, 35 años funciona en un antiguo depósito de inflamables. Aquí el centro histórico que fue reciclado. Esta es la calle de peatones, que fue preparada en 72 horas. Ese es el edificio que cuenta la historia de la ciudad. Nosotros en Curitiba tenemos una gran diversidad étnica, una gran contribución étnica. Y aquí empezamos, en los 300 años de Curitiba, a prestar homenaje a la contribución
italiana. Ese es el Portal Italiano. Ese es el Parque Ucraniano. El Parque Polonés. El Parque Japonés. El Parque Alemán. Y de repente la Unión Soviética se disolvió, y como tenemos gente de Afganistán, de Pakistán, de Kurdistán, de Industán, de Uzbekistán, de Urbekistán, tuvimos que parar el programa, porque no teníamos recursos para todo esto. Otra cosa son las heridas que el hombre hace en la naturaleza. Una cantera es una herida. Pero a veces en esa herida crece otra vegetación y se puede aprovechar, como esta cantera en la Universidad Libre del Medio Ambiente. O esta cantera que fue transformada en un teatro en dos meses. Legalmente hicimos una concurrencia para los tubos, después para las maniobras, en dos meses estábamos inaugurando el teatro. Esa es una antigua cantera, ahora es un parque. Hay cosas, hay heridas, como estas de arena, las cavas de arena, muy feas, en el principal río, que es donde nacen las cataratas, y tuvimos un desastre ambiental en la refinería utilizamos las cavas de arena para asegurar el hoyo. Y redibujamos las cavas para que estas cavas promovieran la limpieza del río, la herida pasó a ser la cura. Sección 3 ¿Por qué yo creo en cambios rápidos? Por tres razones importantes: El planeamiento de una ciudad toma tiempo, y hay que tomar tiempo. Pero hay cosas que podemos hacer con acciones focales, rápidas, para ayudar. Eso es lo que yo llamo “acupuntura urbana”. Yo soy acupunturista ahora. Eso es una acupuntura cara, pero funcionó para Bilbao. Aquí es una genial, de Ieoh Ming Pei que resolvió un problema de 300 años, o más, de siglos, con esta acupuntura. O el Museo de Libeskind en Berlín. O unas simples entradas del metro en París. O el parque más bonito de Nueva York, que es el menor, el Paley Park, 13 metros por 32, East 53rd Street, es el mejor parque de Nueva York. O las entradas del metro de Bilbao. Aquí son rápidamente algunas acupunturas donde estamos trabajando ahora. Eso es en Florianópolis, donde proponemos las curvas. Ese puente es un puente histórico, y todos los equipamientos que van a estar sin tocar en los morros. Esto es la Escuela del Mar, con la misma idea de los suelos en metal transparente. O esta arena, que están empezando, donde no hay palco, el palco es el mar. O esta pequeña ciudad en el nordeste de Brasil, que queda a unas 6 horas y media de España, y que queremos verla toda sostenible, donde hay villas de sombra, porque la sombra para la sostenibilidad es tan importante como el sol, el no gastar aire acondicionado. Esta es toda la arquitectura, la gran escuela de material local. Y los bulevares de windmills, donde se redibuja, no quiero decir que sea esto, pero las hélices de energía eólica no tienen que ser feas. Se puede diseñar un bulevar de molinos. Aquí, San Pablo. Esto es una idea, en el punto donde hay los tres mejores ejemplos de arquitectura. La Pinacoteca de Paulo Mendes de Rocha, Pritzker Prize, es una obra maravillosa. La Estación de La Luz, y el Museo de la Lengua
Portuguesa, otra obra magnífica, y la Sala San Pablo es otra obra magnífica. Pero el sitio alrededor es terrible, y se llama “Cracolandia”, “Crackland”. Revitalizar es vivir de nuevo. ¿Cómo podemos traer gente si no hay gente? Entonces la idea es con calles portables traer gente a la noche para interrelacionar esas anclas culturales, y retirar esas calles por la mañana. O colocar durante el viernes a la noche y retirar el lunes a la mañana. Empezamos dibujando contenedores. No me gustó mucho, trabajamos con esos contenedores, y después incluso con cines, que no son menores que los cines de París. Pero el diseño al que llegamos es una influencia de los buquinistas de París, y es un diseño, un módulo, que presentamos en el Science Museum of Chicago. Es un módulo de la calle portátil. Esta es la idea, y la ciudad de Río quiere hacer esto, quizá frente al puerto, aquí, y se puede tener una idea de cómo se puede traer rápidamente vida a un sitio. Con vida, la gente sentirá voluntad de vivir en este sitio. Otra cosa es un museo que vamos a hacer para mostrar la velocidad congelada. Es el Museo de Fittipaldi y todos los grandes car racers. Los coches y después la ingeniería. Ese es el Museo de la Sostenibilidad, que es mostrar a través de juguetes muy simples cuánto es necesario para un niño, una niña, ir de su casa a la escuela, cuánto de emisiones de carbono, en un viaje, en 1 año, en 20 años, y habrá un ruido en la capa de ozono. Y otras cosas del día a día. Yo estoy obcecado con enseñar a los niños la sostenibilidad. Es la única manera de crear una sociedad que tenga la responsabilidad. Acabo de terminar la semana pasada una película para niños, de 6 minutos, para enseñar en todas las escuelas, que es “Cómo hacer para crecer en una Ciudad Sostenible”. Incluso hay un rap donde los niños cantan la sostenibilidad. Y dentro del cupo se enseña, los artistas van a enseñar cosas, y eso no es novedad, lo hicimos hace algunos años en un parque de ciencias, para enseñar ciencias. Ese es el concepto de un cuadro, de una moldura. Es un cuadro de un gran artista mexicano, Toledo, está el paspartout y la moldura. Cuando trabajamos en China, querían construir todo de nuevo, y querían derrumbar la historia de las pequeñas aldeas. Nosotros propusimos la moldura con la arquitectura contemporánea, y mantener la aldea y el espacio para cultivar. Y lo mismo hicimos en Oaxaca, siempre el concepto de la moldura. Y aquí es un zurcido invisible en Oaxaca. Es una acupuntura que proponemos en el barrio de Shimokitazawa en Tokio. Hay que tener mucha audacia para proponer acupuntura en Japón, pero yo soy audaz, y la idea. Había una calle que fue interrumpida por el ferrocarril. El ferrocarril cortó el barrio, un barrio muy vivo, con mucha gente joven, un fantástico barrio. Y ahora que el ferrocarril va a bajar en su suelo, tienen que construir una autopista de dos kilómetros, no va a ayudar nada y la gente está furiosa, y nosotros propusimos un zurcido con arquitectura contemporánea ligando los hilos de la calle, las calles existentes y una galería donde hay cines y teatros pequeños, en el techo habrá una playa, porque 2 kilómetros y medio en Tokio es espacio, es mucho espacio, y durante el invierno para patinar.
Aquí en David, Panamá, siempre la idea de acupunturas. Aquí en Valencia construyeron un umbraculum para la sombra, del genial arquitecto valenciano Calatrava. Nuestra propuesta es un bouquet de bambúes que es muy sencillo, yo tengo un arquitecto en mi oficina que él sabe todo sobre los bambúes, sabe cuando el bambú está triste, cuando el bambú está deprimido, cuando se puede cortar el bambú, entonces esta es la idea de una plaza de sombra, o una escalera para las procesiones donde no hay mobiliario urbano, es mobiliario humano, la gente subiendo las escaleras, y aquí, para terminar, cómo se pueden hacer juegos olímpicos, grandes juegos sin gastar un duro; no hay estadio, no hay grandes arenas, sólo la naturaleza. Hicimos en el 97 los Juegos Mundiales de la Naturaleza, tuvimos que organizar en 6 meses, pero 60 países, 120 emisoras de televisión. Y aquí es un convoy cultural donde no se puede tener un teatro en una ciudad de 5.000 habitantes, pero hay un bus que se puede transformar en un teatro, una ópera, y gente que nunca ha visto teatro u opera, tuvimos un convoy de 10 buses que paraban en todas las ciudades y había una media de presentación de 1.500 espectadores. Bueno, para terminar, y quiero agradecer la atención, es decir, sí que es posible. A veces puede parecer muy ingenuo, yo no soy un optimista panglosiano, yo quiero decir que sí se puede, que nuestro instrumento es la propuesta, si no proponemos nada, nada ocurrirá, entonces ya hay que saber que la creatividad empieza cuando se quita un cero del presupuesto, y más cuando se quitan dos ceros del presupuesto; y más importante es tener la humildad de entender que no tenemos todas las respuestas, que lo principal es empezar y dejar que la gente nos vaya corrigiendo cuando no estamos en el riel correcto. No es ser unos prepotentes y querer todas las respuestas, no tenemos, y es que hay que correr un cierto riesgo pero ese riesgo es mínimo porque es una trayectoria que se puede corregir siempre. Estoy seguro que en todas vuestras ciudades ocurrirán grandes y buenos ejemplos de buena calidad de vida de ciudades sostenibles. Gracias por la atención. Tomado de: http://habitat.aq.upm.es/eibpu1/cinau.pdf. Un futuro para nuestras ciudades. Primer Encuentro Iberoamericano de Buenas Prácticas Urbanas. Madrid (España), junio 25 de 2007.
Lección 5
LAS CIUDADES INVISIBLES (Italo Calvino) (Conferencia pronunciada por Calvino en inglés, el 29 de marzo de 1983, para los estudiantes de la Graduate Writing Divison de la Columbia University de Nueva York.)
En Las ciudades invisibles no se encuentran ciudades reconocibles. Son todas inventadas; he dado a cada una un nombre de mujer; el libro consta de capítulos breves, cada uno de los cuales debería servir de punto de partida de una reflexión válida para cualquier ciudad o para la ciudad en general. Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Jan, emperador de los tártaros. (En la realidad histórica, Kublai, descendiente de Gengis Jan, era emperador de los mongoles, pero en su libro Marco Polo lo llama Gran Jan de los Tártaros y así quedó en la tradición literaria.) No es que me haya propuesto seguir los itinerarios del afortunado mercader veneciano que en el siglo trece había llegado a la China desde donde partió para visitar, como embajador del Gran Jan, buena parte del Lejano Oriente. A este emperador melancólico que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles, por ejemplo una ciudad microscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concéntricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana. Cada capítulo del libro va precedido y seguido por un texto en cursiva en el que Marco Polo y Kublai Jan reflexionan y comentan. Creo que lo que el libro evoca no es sólo una idea intemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna. A juzgar por lo que me dicen algunos amigos urbanistas, el libro toca sus problemáticas en varios puntos y esto no es casualidad porque el trasfondo es el mismo. Y la metrópoli de los pig numbers no aparece sólo al final de mi libro; incluso lo que parece evocación de una ciudad arcaica sólo tiene sentido en la medida en que está pensado y escrito con la ciudad de hoy delante de los ojos. ¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles. Se habla hoy con la misma insistencia tanto de la destrucción del ambiente natural como de la fragilidad de los grandes sistemas tecnológicos que pueden producir perjuicios en cadena, paralizando metrópolis enteras. La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza. La imagen de la «megalópolis», la ciudad continua, uniforme,
que va cubriendo el mundo, domina también mi libro. Pero libros que profetizan catástrofes y apocalipsis hay muchos; escribir otro sería pleonástico, y sobre todo, no se aviene a mi temperamento. Lo que le importa a mi Marco Polo es descubrir las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las ciudades, razones que puedan valer más allá de todas las crisis. Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices... No está dicho que Kublai Jan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le describe las ciudades que ha visitado en sus misiones, pero lo cierto es que el emperador de los tártaros sigue escuchando al joven veneciano con más curiosidad y atención que a ningún otro de sus mensajeros o exploradores. En la vida de los emperadores hay un momento que sucede al orgullo por la amplitud inconmensurable de los territorios que hemos conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos a conocerlos y a comprenderlos, una sensación como de vacío que nos asalta una noche junto con el olor de los elefantes después de la lluvia y de la ceniza de sándalo que se enfría en los braseros, un vértigo que hace temblar los ríos y las montañas historiados en la leonada grupa de los planisferios, enrolla uno sobre otro los despachos que anuncian el derrumbe, de derrota en derrota, de los últimos ejércitos enemigos y resquebraja el lacre de los sellos de reyes que jamás oímos nombrar, que imploran la protección de nuestras huestes triunfantes a cambio de tributos anuales en metales preciosos, pieles curtidas y caparazones de tortuga; es el momento desesperado en que se descubre que ese imperio que nos había parecido la suma de todas las maravillas es un desmoronarse sin fin ni forma, que la gangrena de su corrupción está demasiado avanzada para que nuestro cetro pueda ponerle remedio, que el triunfo sobre los soberanos enemigos nos ha hecho herederos de su larga ruina. Sólo en los informes de Marco Polo, Kublai Jan conseguía discernir, a través de las murallas y las torres destinadas a derrumbarse, la filigrana de un diseño tan fino que escapaba a la voracidad de las termitas. Sección 1 Las ciudades y la memoria. 1
Partiendo de allá y andando tres jornadas hacia levante, el hombre se encuentra en Diomira, ciudad con sesenta cúpulas de plata, estatuas de bronce de todos los dioses, calles pavimentadas de estaño, un teatro de
cristal, un gallo de oro que canta todas las mañanas en lo alto de una torre. Todas estas bellezas el viajero ya las conoce por haberlas visto también en otras ciudades. Pero es propio de ésta que quien llega una noche de septiembre, cuando los días se acortan y las lámparas multicolores se encienden todas a la vez sobre las puertas de las freidurías, y desde una terraza una voz de mujer grita: ¡uh!, se pone a envidiar a los que ahora creen haber vivido ya una noche igual a ésta y haber sido aquella vez felices.
Las ciudades y la memoria. 2
Al hombre que cabalga largamente por tierras agrestes le asalta el deseo de una ciudad. Finalmente llega a Isidora, ciudad donde los palacios tienen escaleras de caracol incrustadas de caracolas marinas, donde se fabrican con todas las reglas del arte largavistas y violines, donde cuando el forastero está indeciso entre dos mujeres siempre encuentra una tercera, donde las riñas de gallos degeneran en peleas sangrientas entre los que apuestan. En todas estas cosas pensaba el hombre cuando deseaba una ciudad. Isidora es, pues, la ciudad de sus sueños; con una diferencia. La ciudad soñada lo contenía joven; a Isidora llega a edad avanzada. En la plaza hay un murete desde donde los viejos miran pasar a la juventud: el hombre está sentado en fila con ellos. Los deseos ya son recuerdos.
Las ciudades y el deseo. 1
De la ciudad de Dorotea se puede hablar de dos maneras: decir que cuatro torres de aluminio se elevan en sus murallas flanqueando siete puertas del puente levadizo de resorte que franquea el foso cuyas aguas alimentan cuatro verdes canales que atraviesan la ciudad y la dividen en nueve barrios, cada uno de trescientas casas y setecientas chimeneas; y teniendo en cuenta que las muchachas casaderas de cada barrio se casan con jóvenes de otros barrios y sus familias intercambian las mercancías de las que cada una tiene la exclusividad: bergamotas, huevas de esturión, astrolabios, amatistas, hacer cálculos a base de estos datos hasta saber todo lo que se quiera de la ciudad en el pasado el presente el futuro; o bien decir como el camellero que allí me condujo: «Llegué en la primera juventud, una mañana, mucha gente iba rápida por las calles rumbo al mercado, las mujeres tenían hermosos dientes y miraban derecho a los ojos, tres soldados tocaban el clarín en una tarima, todo alrededor giraban
ruedas y ondulaban carteles de colores. Hasta entonces yo sólo había conocido el desierto y las rutas de las caravanas. Aquella mañana en Dorotea sentí que no había bien que no pudiera esperar de la vida. En los años siguientes mis ojos volvieron a contemplar las extensiones del desierto y las rutas de las caravanas; pero ahora sé que éste es sólo uno de los tantos caminos que se me abrían aquella mañana en Dorotea».
Sección 2 Las ciudades y los signos. 1
El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Rara vez el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo e intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son. Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo quién sabe qué tiene por signo un león o delfín o torre o estrella. Otras señales indican lo que está prohibido en un lugar entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente y lo que es lícito dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes . Desde las puertas de los templos se ven las estatuas de los dioses representados cada uno con sus atributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede reconocerlos y dirigirles las plegarias justas. Si un edificio no tiene ninguna enseña o figura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad bastan para indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela pitagórica, el burdel. Incluso las mercancías que los comerciantes exhiben en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad. La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes. Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido.
Fuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre se empeña en reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...
Las ciudades sutiles. 3 Si Armilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni techos, ni pavimentos; no tiene nada que la haga parecer una ciudad, excepto las tuberías del agua que suben verticales donde deberían estar las casas y se ramifican donde deberían estar los pisos: una selva de tubos que terminan en grifos, duchas, sifones, rebosaderos. Se destaca contra el cielo la blancura de algún lavabo o bañera u otro artefacto, como frutos tardíos que han quedado colgados de las ramas. Se diría que los fontaneros terminaron su trabajo y se fueron antes de que llegaran los albañiles; o bien que sus instalaciones indestructibles han resistido a una catástrofe, terremoto o corrosión de termitas. Abandonada antes o después de haber sido habitada, no se puede decir que Armilla esté desierta. A cualquier hora, alzando los ojos entre las tuberías, no es raro entrever una o varias mujeres jóvenes, espigadas, de no mucha estatura, que retozan en las bañeras, se arquean bajo las duchas suspendidas sobre el vacío, hacen abluciones, o se secan, o se perfuman, o se peinan los largos cabellos delante del espejo. En el sol brillan los hilos de agua que se proyectan en abanico desde las duchas, los chorros de los grifos, los surtidores, las salpicaduras, la espuma de las esponjas. La explicación a que he llegado es ésta: ninfas y náyades han quedado dueñas de los cursos de agua canalizados en las tuberías de Armilla. Habituadas a remontar las venas subterráneas, les ha sido fácil avanzar en su nuevo reino acuático, manar de fuentes multiplicadas, encontrar nuevos espejos, nuevos juegos, nuevos modos de gozar del agua. Puede ser que su invasión haya expulsado a los hombres, o puede ser que Armilla haya sido construida por los hombres como un presente votivo para congraciarse con las ninfas ofendidas por la manumisión de las aguas. En todo caso, esas mujercitas parecen contentas: por la mañana se las oye cantar. Sección 3 Las ciudades y los trueques. 2 En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias,
los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen. Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, los ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura con otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las combinaciones se agotan y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo sujeto por una cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz, un efebo, una jamona. Así entre quienes por casualidad se juntan bajo un soportal para guarecerse de la lluvia, o se apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos. Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, simulaciones, malentendidos, choques, opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.
Las ciudades y los ojos. 1
Los antiguos construyeron Valdrada a orillas de un lago, con casas todas de galerías una sobre otra y calles altas que asoman al agua parapetos de balaustres. De modo que al llegar el viajero ve dos ciudades: una directa sobre el lago y una de reflejo, invertida. No existe o sucede algo en una Valdrada que la otra Valdrada no repita, porque la ciudad fue construida de manera que cada uno de sus puntos se reflejara en su espejo, y la Valdrada del agua, abajo, contiene no sólo todas las canaladuras y relieves de las fachadas que se elevan sobre el lago, sino también el interior de las habitaciones con sus cielos rasos y sus pavimentos, las perspectivas de sus corredores, los espejos de sus armarios. Los habitantes de Valdrada saben que todos sus actos son a la vez ese acto y su imagen especular que posee la especial dignidad de las imágenes, y esta conciencia les prohibe abandonarse ni un solo instante al azar y al olvido. Cuando los amantes mudan de posición los cuerpos desnudos piel contra piel buscando cómo ponerse para sacar más placer el uno del otro, cuando los asesinos empujan el cuchillo contra las venas
negras del cuello y cuanta más sangre grumosa sale a borbotones, más hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es tanto el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las imágenes límpidas y frías en el espejo. El espejo acrecienta unas veces el valor de las cosas, otras lo niega. No todo lo que parece valer fuera del espejo resiste cuando se refleja. Las dos ciudades gemelas no son iguales, porque nada de lo que existe o sucede en Valdrada es simétrico: a cada rostro y gesto responden desde el espejo un rostro o gesto invertido punto por punto. Las dos Valdradas viven la una para la otra, mirándose constantemente a los ojos, pero no se aman.
Las ciudades escondidas. 1 En Olinda, el que lleva una lupa y busca con atención puede encontrar en alguna parte un punto no más grande que la cabeza de un alfiler donde, mirando con un poco de aumento, se ven dentro los techos las antenas las claraboyas los jardines los tazones de las fuentes, las franjas rayadas que cruzan las calles, los quioscos de las plazas, la pista de las carreras de caballos. Ese punto no se queda ahí: al cabo de un año se lo encuentra grande como medio limón, después como una gran seta, después como un plato sopero. Y hete aquí que se convierte en una ciudad de tamaño natural, encerrada dentro de la ciudad de antes: una nueva ciudad que se abre paso en medio de la ciudad de antes y la empuja hacia afuera. Olinda no es, desde luego, la única ciudad que crece en círculos concéntricos, como los troncos de los árboles que cada año añaden una vuelta. Pero a las otras ciudades les queda en el medio el viejo cerco de murallas, bien apretado, del que brotan resecos los campaniles las torres los tejados las cúpulas, mientras los barrios nuevos se desparraman alrededor como saliendo de un cinturón que se desanuda. En Olinda no: las viejas murallas se dilatan llevándose consigo los barrios antiguos que crecen en los confines de la ciudad, manteniendo sus proporciones en un horizonte más vasto; éstos circundan barrios un poco menos viejos, aunque de mayor perímetro y menor espesor para dejar sitio a los más recientes que empujan desde dentro; y así hasta el corazón de la ciudad: una Olinda completamente nueva que en sus dimensiones reducidas conserva los rasgos y el flujo de linfa de la primera Olinda y de todas las Olindas que han ido brotando una de otra; y dentro de ese círculo más interno ya brotan pero es difícil distinguirlas la Olinda venidera y las que crecerán a continuación. Calvino Italo. Las ciudades invisibles. www.arqhys.com/arquitectura/ciudades-invisibles.html
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