Un ángel travieso Ignacio Sanz
Noemí Villamuza
Un ángel travieso Primera edición: marzo de 2012 © del texto: Ignacio Sanz, 2012 © de las ilustraciones: Noemí Villamuza, 2012 © de esta edición: Narval Editores, 2012 info@narvaleditores.com www.narvaleditores.com ISBN: 978-84-939381-4-7 DL: M-4982-2012 IMPRESIÓN: Elecé Industrias Gráficas Se permite la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio, siempre y cuando sea para uso personal y no con fines comerciales.
Un ángel travieso Ignacio Sanz
Noemí Villamuza
En la fachada de aquella casona vieja y deshabitada, entre los dos
balcones de la primera planta, había un ángel de piedra. Era un poco regordete y parecía feliz en su desnudez, como si estuviera a punto de desplegar sus alas para echarse a volar. Los días que nevaba, cuando Alejandro iba al colegio, al pasar por delante de la casona hacía bolas con la nieve y se las tiraba al ángel. No siempre acertaba, porque desde la calle era difícil hacer diana. Pero alguna vez Alejandro le había dado en la cabeza o en el hombro o en las piernas. Después de atinarle seguía contento su camino. A mediodía, cuando regresaba a casa, si la nieve no se había derretido, lo intentaba de nuevo; siempre tomaba al ángel como diana de su puntería.
Un día que había amanecido nevando, Alejandro, al pasar por delante de la casona, se llevó un buen susto porque, siguiendo con su costumbre, hizo unas bolas de nieve, pero cuando las fue a lanzar vio que el ángel no estaba en la fachada. Allí, sobre la piedra, quedaba la señal del hueco que había dejado su cuerpo, pero el ángel había desaparecido. –¿Cómo se puede escapar un ángel de piedra? –se preguntó incrédulo y asombrado.
Al llegar al patio del colegio, se lo dijo a Paula y a Diego, dos de los compañeros más espabilados de su clase: –Sabéis, sabéis: el ángel de piedra de la casona se ha escapado. Y Paula: –¡Hombre, Alejandro, no digas tonterías! ¿Cómo se va a escapar el ángel de la casona? Eso no puede ser. Es un ángel de piedra. ¿Desde cuándo has visto volar a un ángel de piedra? Pero Alejandro insistió: –Os digo que no está, que se ha escapado. Como Alejandro ponía tanto empeño, la casona no quedaba muy lejos y todavía no habían abierto el colegio, Paula y Diego salieron corriendo para comprobarlo.