GILGAMESH
IntegraciĂłn libre en espaĂąol de diferentes versiones de la antigua epopeya sumeria
INTRODUCCIÓN
Al paso del tiempo, en la literatura sucede frecuentemente que las obras se escriben una y varias veces por diversos autores. Las versiones antiguas vuelven a ser escritas recuperando y a veces transformando los textos. El estar cambiando a partir de si misma, el renovarse desde su propio contenido es un rasgo propio de la literatura. Volver sobre una obra es una forma de homenaje, de reconocimiento y de recreación. En este caso, al verter nuevamente las palabras de la epopeya de Gilgamesh, se quiere ofrecer una versión semántica que dista años luz de la labor de un asiriólogo. El objetivo que se propone es presentar la historia para quienes quieran acercarse por primera vez al texto. Un conocimiento verdadero de la obra, implicaría ir a la fuente escrita de la epopeya y a las diferentes versiones y recopilaciones de fragmentos, asunto que puede resultar enormemente interesante, pero que demanda un esfuerzo mayor.
GILGAMESH Tablilla I
El que alcanzó los confines de la tierra y vio lo oculto, el que venció todas las dificultades, obtuvo sabiduría y comprensión. Conoció la historia del diluvio y tras largo viaje regresó, cansado y resignado. Tal es Gilgamesh. Su historia escribió en una estela de piedra. Él construyó las murallas de la ciudad de Uruk, el sagrario santo del dios Anu. Mira sus muros, relumbran. Ningún rey futuro lo podrá igualar. Ve, camina por los muros de Uruk, observa su base. ¿No son acaso de ladrillo cocido?, ¿No echaron sus cimientos los siete sabios? Enorme es la ciudad, así como sus huertos y el templo de Isthar Ve, busca el cofre, abre el cerrojo de cobre, puerta a los secretos. Mira las tablillas de lapislázuli. Lee las pruebas que sufrió Gilgamesh. Es el más famoso de los reyes, toro que embiste, va primero en la batalla.
Para ayudar a los suyos, vuelve atrás. Es perfecto, soberbio. Atravesó las montañas, cavó los pozos, cruzó los mares Llegó hasta donde nace el sol. En los confines de la tierra indagó a Utanapísthim el lejano por la vida eterna. Entre los pueblos nadie lo igualará. Dos tercios divino, un tercio humano. Invencible en armas, con el tambor reúne a sus hombres; pero los nobles están sombríos. Gilgamesh no deja hijo a su padre. Todos van a la guerra. No deja doncella a su madre, a todas las toma para sí. ¿Es este el pastor de la ciudad? Tantas fueron las quejas que los dioses escucharon. Se reunieron en consejo ante la diosa madre Aruru "Tú que creaste a los hombres, has un doble para Gilgamesh que se le oponga, para que reine la paz en Uruk" La diosa grande lo concibió en su corazón se lavó las manos
arrojó arcilla a la estepa, creó al tempestuoso Enkidu Su poder viene del cielo todo su cuerpo cubierto de pelo, el cabello de rizos trenzados como una mujer
No viste más que su propia piel, con las gacelas pace, en el agua mantiene los pies al beber. No conoce a nadie. Un cazador lo vio en el abrevadero, quedó petrificado, volvió a su casa temeroso, silencioso, trastornado. Su cara parecía la de un viajero llegado de lejos, su corazón quedó angustiado. El cazador le dijo a su padre: "Hay un hombre que ha venido de las montañas, su fuerza es la del mismo cielo. Con las bestias se alimenta, entre el agua mantiene los pies al beber. Deshace mis trampas, estoy lleno de espanto" El padre le habló: "Ve a Uruk, busca a Gilgamesh, cuéntale de este hombre. Pídele una mujer del templo de Isthar,
llévasela, lo dominará con su poder. Cuando esté en el abrevadero, se despojará del vestido, Mostrándose desnuda. Al verla se acercará, le abandonarán las bestias". El cazador se encaminó hacia Uruk. En cuanto llegó, habló a Gilgamesh: "Hay un hombre que ha venido de las montañas, su fuerza es la del mismo cielo. Con las bestias se alimenta, entre el agua mantiene los pies al beber. Deshace mis trampas, estoy lleno de espanto" Gilgamesh dijo al cazador: Lleva contigo una mujer del templo de Isthar, lo dominará con su poder. Cuando esté en el abrevadero se despojará de su vestido, mostrándose desnuda. Al verla se acercará, le abandonarán las bestias". Acompañado de Shámhat, fue el cazador en búsqueda de Enkidú. Al tercer día llegaron al sitio, se sentaron a esperar. La mujer vio al salvaje, entonces el cazador ordenó: "Muéstrate, para que venga sobre ti, Has la labor de una mujer,
lo rechazarán las bestias". La mujer se desvistió. Él vino hacia ella, durante seis días y siete noches descansó en su cuerpo. Con el alma saciada tornó a la manada, pero las gacelas le huyeron. Su cuerpo no le respondía. Sentado a los pies de la mujer, ya no era el mismo: la sabiduría y la intenligencia se formaron en su mente. "Mírate Enkidú, eres hermoso, eres sabio, ¿Por qué con la manada has de vivir? Ven conmigo a Uruk donde Gilgamesh, pleno en su poder, tiraniza al pueblo" Al oírla, decidió enfrentarlo. “Llévame a Uruk. El que nació en la estepa cambiará el destino“. Dijo Shámhat –Vamos a la amurallada ciudad, donde cada día hay fiesta, donde la gente resplandece en su vestimenta, que Gilgamesh vea tu rostro. ¿Pero qué sabes de la vida? Te llevaré a él, lo verás pleno en su poder, no descansa ni de día, ni de noche.
Cuídate Enkidú, a él Shamash, el sol, lo protege y los demás dioses lo han dotado de gran inteligencia. Antes que llegaras de las altas tierras, en Uruk te veía en sueños. Un día Gilgamesh contó a su madre: anoche vi en sueños las estrellas brillar, ante mí algo cayó del mismo cielo, quería moverlo, quería levantarlo pero no pude, la gente de Uruk se acercaba como a un niño besaban sus pies Yo lo acariciaba como a una esposa, lo puse a tus pies, tú lo hiciste mi igual La sabia madre dijo: “un poderoso compañero vendrá para ti, protector y amigo nunca te abandonará.” Gilgamesh vio otro sueño, habló a su madre: en Uruk caía un hacha, toda la gente estaba a su alrededor Yo la puse a tus pies, la acariciaba y tú” la tratabas como a mí mismo
La prudente madre habló: el hacha es un hombre, un poderoso compañero vendrá para ti, “¡Qué me traigan suerte los dados! y que por Enlil tenga un compañero alguien que me aconseje, un amigo.” –Contestó Gilgamesh– Contaba así Shámhat los sueños de Gilgamesh, y mientras el agua brotaba del manantial seguían haciendo el amor.
Tablilla II Vistió la mujer a Enkidú. Como a un niño lo llevó de la mano, hasta donde vivían los pastores y allí habló por él. Le ofrecieron cerveza y pan, pero Enkidú solía beber leche de animales. Come –le dijo Shámhat– es deber de vida, bebe, es costumbre de la tierra. Comió hasta saciarse, bebió siete jarras, su corazón se alegró, resplandecía su rostro Arregló el pelo de su cuerpo, se ungió con óleo, su apariencia se hizo más humana vistió como un guerrero y empuñó un arma Ahora podían descansar los pastores Enkidú atacaba los lobos, ahuyentaba los leones, permanecia vigilante. Un día en medio de un festín Enkidú observó un joven viajero, lo hizo venir y lo interrogó: –¿Hacia dónde te diriges? “Señor, serviré la mesa en un banquete de boda; pero, ¡Ay! para el rey de Uruk
la esposa es primero. Abierta está la alcoba, así lo acordaron en consejo los dioses, al cortar su cordón umbilical ya la mujer estaba destinada para él.” Al oír estas razones Enkidú se llenó de ira ... Llegó hasta la ciudad, la mujer le seguía de cerca. Cuando entró en Uruk la gente lo rodeó “Es como Gilgamesh“ murmuraban “Es el hombre de la estepa, un rival para el divino Gilgamesh, que haya ritos y purificaciones Al lecho nupcial se dirigía Gilgamesh cuando Enkidú se interpuso. Chocaron como toros, derrumbaron el umbral Cayó de rodillas Gilgamesh vencido se aplacó su furia. Entonces Enkidú le habló: “sobre todos los hombres se eleva tu poder“. La madre de Gilgamesh también habló: hijo, el pueblo se quejaba, tuvo que venir Enkidú, que no conoce madre ni padre, a defenderlos de tus abusos Enkidú al escuchar esto se dejó caer
lleno de lรกgrimas, sin fuerza. Se abrazaron entonces y como hermanos se tomaron la mano.
Tablilla III
Enkidú estaba triste, se sentía deprimido. Tomó la palabra Gilgamesh: “Amigo, ¿por qué llora tu corazón? En el bosque habita el fiero Huwawa lo derrotaremos y podremos cortar los cedros.” Dijo Enkidú: “el rugido de Humwawa es tormenta, su aliento fuego, contra él no podremos vencer ¿Por qué deseas luchar?” Respondió Gilgamesh: - “El cielo sólo pueden alcanzarlo los dioses, breves son los días de la humanidad. ¿Temes a la muerte? ¿Qué se ha hecho tu gran valor? Yo iré primero, y si muero, mi nombre sobrevivirá. Como sea, he decidido cortar los cedros, vamos a forjar unas grandes hachas.” Forjaron las armas, cada uno cargaba 300 kilos. En Uruk, la de siete puertas, la gente se congregó. Habló así Gilgamesh: “Lucharé contra Huwawa, lo atraparé en el bosque, perdurará mi nombre para siempre.”
Ninsun, su madre, se adornaba, llegó hasta el templo a rogar a Shamash: "protege a Gilgamesh, has largos los días y cortas las noches hasta que regrese.” Llamó a Enkidú para decirle: "Aunque no saliste de mi interior, ahora te cuentas entre nosotros, protege a Gilgamesh.” Enkidú rogó a los ancianos: “aconsejadle, ante la morada de Huwawa no es posible acercarse, ni ante él sobrevivir.” Escuchando el prudente consejo de los ancianos que advertían de los peligros, Gilgamesh decía a su amigo: "porque tengo miedo, he de ir.” Finalmente los ancianos le desearon la protección de su dios, se postró Gilgamesh , diciendo a Shamash: "tráeme con bien.” Lloraba Gilgamesh mientras prometía al dios: "si regreso con vida, te levantaré un trono.”
Ante la multitud emprendieron el camino, ¿volverían algún día a la ciudad? Los ancianos bendecían y aconsejaban: "¡Qué vaya adelante Enkidú!"
Tablilla IV
A muchas leguas de camino descansaron y comieron, más adelante volvieron a detenerse para pasar la noche. En un día recorrieron la distancia que a otros tomaría un mes y medio. Llegaron a una montaña, ante Shamash, el sol, cavaron un pozo, construyeron un altar. Cerca de allí Gilgamesh hizo una ofrenda de harina, "tráeme oh montaña, un sueño favorable". Con la harina Enkidú trazó un círculo en el piso, dentro se recogió Gilgamesh durmió hasta la medianoche cuando se levantó para contar su sueño: "¿No me despertaste amigo mío? Estábamos cerca de la montaña y ésta cayó sobre nosotros; pero volamos como moscas de juncal". Entonces el hombre de la estepa dijo: “Tu sueño es favorable, significa que al amanecer atraparemos a Huwawa.”
Muchas leguas después comieron, más lejos aún establecieron su campamento. En un día recorrieron la distancia que a otros tomaría un mes y medio Llegaron a una montaña, ante Shamash, el sol, cavaron un pozo, construyeron un altar. Cerca de allí Gilgamesh hizo una ofrenda de harina,
"tráeme oh montaña, un sueño favorable". Con la harina Enkidú trazó un círculo en el piso, dentro se recogió Gilgamesh durmió hasta la medianoche cuando se levantó para contar su sueño: "vi un sueño terrible, un enorme búfalo me enfrentaba, bufaba y escarbaba el suelo, desprendía nubes de polvo ante él doblé la rodilla, alguien me tomó la mano, me tocó la cabeza y me dio a beber agua.” El que nació en la estepa respondió: “Un dios, el brillante Shamash, en medio del peligro nos tomará de la mano, si estamos juntos lograremos lo que nunca antes se ha realizado” A muchas leguas de camino descansaron y comieron, más adelante volvieron a detenerse para pasar la noche. En el tercer día recorrieron la distancia que a otros tomaría un mes y medio Llegaron a una montaña, ante Shamash, el sol, cavaron un pozo, construyeron un altar. Cerca de allí Gilgamesh hizo una ofrenda de harina, "tráeme oh montaña, un sueño favorable". Con la harina Enkidú trazó un círculo en el piso, dentro se recogió Gilgamesh, durmió hasta la medianoche cuando se levantó para contar su sueño: “Amigo mío, acabo de tener un tercer sueño: En medio de la oscuridad brilló un relámpago, se encendió un fuego, llovía muerte, luego el fuego cesó, las brazas se volvieron cenizas”
El que nació en la estepa respondió las equivalencias: “Amigo mío, el sueño es favorable, no pereceremos. Mañana se manifestará Shamash.
… He visto un cuarto sueño: “El dios hostil a los dioses volaba sobre nosotros, el espanto me llenaba, alguien muy joven apareció entonces” Respondió Enkidú buscando las equivalencias del sueño: “Yo mismo te salvaré, a quien has visto como un joven, es al mismo Shamash” … Amigo mío he tenido otro sueño: “una montaña caía sobre mí. Apareció alguien de divina hermosura, me sacó de allí y me dio a beber agua” “No hay nada en tu sueño que nos sea contrario. Aparta tu temor, Shamash se manifestará” – Así respondió Enkidú… Gilgamesh oró a Shamash al llegar al bosque, le corrían lágrimas mientras decía: “lo que prometiste, recuérdalo ahora escúchame y asísteme.” Shamash escuchó la plegaria.
Se oyó un grito desde el cielo: “Rápido, hazle frente antes que regrese, solo lleva una de sus siete corazas”Ellos embistieron como toros furiosos, por primera vez el guardián del bosque lanzó un grito de terror “¡Vamos descendamos! Es un lugar resbaladizo, uno solo no puede caminar; pero dos sí, y tres podrán escapar.” Una cuerda trenzada es difícil de romper, Dos pequeños leones son más fuerte que uno grande. Enkidú habló: “si yo fuera al bosque y abriera el camino quedaría petrificado” Gilgamesh replicó: “Amigo mío, ¿por qué tememos? Hemos dejado atrás seis montañas, estamos frente al bosque ¿Por qué no habrán de ser para nosotros los cedros? Tú que sabes guerrear no temerás a la muerte. Nosotros tenemos resplandor divino. Que vuelva tu voz y se liberen tus brazos y tus rodillas de la inmovilidad. ¡Ataquemos juntos!, olvida la muerte, piensa en la vida”
Tablilla V En la entrada del bosque admiraban los cedros, buscaban las sendas de Huwawa, por donde pasaba dejaba huellas. Contemplaban la montaña, morada de una diosa desconocida. Los cedros alzaban sus brazos, Dejando sombras aromadas y densos matorrales, de pronto tomaron las espadas. Atacaron con sus filos venenosos, Huwawa solo llevaba uno de sus poderes, los amenazó diciendo: Enlil los maldiga… Enkidú arengó: “Para atacar uno solo no es suficiente, en terreno falso, uno resbala, dos pueden pasarlo, dos son como si fueran tres. Huwawa dijo a Gilgamesh: “¿Quién te habrá aconsejado mal? ¿Por qué has venido?” Y tú Enkidú, que no tuviste padres, cuando eras pequeño te dejé libre Ahora llenaré mi vientre y el de los buitres”. Gilgamesh advirtió a Enkidú: “Huwawa se agiganta, me llena de terror” ¿Por qué te comportas como un cobarde? ¿Ha salido el cobre del molde? Toma el látigo, no hay marcha atrás. –Respondió EnkidúGilgamesh arremetió, lo golpeó en la cabeza, lo enfrentó. Sus talones se hundían en la tierra
y en la lucha se separó el monte Hermón del Líbano. El cielo se oscureció, un aire de muerte los rondaba. Shamash envió las grandes tempestades, Levantó trece vientos. La cara de Humwawa se ensombreció, ya no podía luchar, las armas de Gilgamesh lo rozaban. Entonces pidió clemencia: En tu niñez tuviste padre y madre, Gilgamesh. El señor de la montaña decreto para ti la grandeza, estaré a tu servicio, te daré cuanto quieras. Pero Enkidu repuso: “Amigo mío, no escuches lo que te dice” Huwawa se dirigió a Enkidu: “Conoces lo que quiere y lo que hay que decirle. Hubiera podido matarte, y no lo hice, de ti depende que obtenga clemencia. Dile que me perdone la vida. Enkidú habló: “Amigo mío, a Huwawa, el guardián del bosque acábalo, antes que Enlil y los grandes dioses obren. Has tu nombre memorable. Ante estas palabras Huwawa los maldice: “!Que ninguno de los dos llegue a viejo y que por su amigo Gilgamesh, Enkidú perezca¡”
Reanudó Enkidú su arenga, lo atacaron hasta dejarlo inmóvil e hicieron brotar su sangre. La oscuridad cayó sobre la montaña Gilgamesh cortaba los árboles. De un enorme cedro Enkidú hizo una alta puerta “Que el Éufrates la lleve a Nippur”, dijo. Se embarcaron… Gilgamesh llevaba la cabeza de Huwawa.
Tablilla VI Gilgamesh lavó su cuerpo, vistió otro traje, dejó su cabello libre y ciñó su corona. Isthar, diosa del amor, puso sus ojos en su belleza. “Ven, Gilgamesh, sé mi esposo, ofréceme tu virilidad, yo seré tu esposa. Adornaré finamente un carro para ti. Vendrás a mis palacios, te venerarán grandes señores, haré que te paguen tributos, y que tus rebaños se extiendan”. Gilgamesh le contestó: “¿Qué podría darte si me casara? ¿Perfumes, vestidos, simples alimentos? Tendría que ofrecerte algo digno de los dioses. No te tomaré por esposa. Eres un fuego que no calienta, Eres una puerta que no detiene el viento, Eres una fortaleza que se cae sobre los suyos. Eres un elefante que arroja su montura, eres un betún que mancha, eres un odre que se derrama, eres sandalia que lastima, A ninguno de los que elegiste, has amado para siempre, no has dejado escapar a quien te apetece ¡Deja que te cuente a quienes has amado¡
Al amante de tu juventud, el dios de la vegetación, año tras año lo destruyes, A Allulu, el pájaro multicolor, quebraste su ala, ahora se lamenta en el bosque. Al león lleno de fuerza, no cesas de cavarle trampas, al caballo lo sentenciaste al látigo, las riendas y las espuelas. Al jefe de los pastores, que te hacia ofrendas diarias, lo transformaste en lobo, y ahora lo persiguen sus propios perros. Pusiste los ojos en el jardinero de tu padre, que te llevaba deliciosos manjares, “extiende tu mano, acaríciame” Pero él te decía: “¿Qué es lo que quieres de mí” Lo transformaste en sapo, para que viviera en el jardín. Si a mí me amaras, ¿no me harías lo mismo que a ellos?” Isthar subió furiosa a los cielos, ante Anu, su padre se fue a llorar, ante su madre Antu se dejó ver. “Gilgamesh me ha insultado”. Anu habló: “¿No fuiste tú quien lo provocó?” “¡Padre mío, mata a Gilgamesh, crea un Toro del Cielo que llene de fuego su morada! ¡Si no lo haces, atacaré yo misma, iré a los infiernos y haré que los muertos
se coman a los vivos¡ habrá más muertos que vivos¡” Anu habló a la princesa: “si envío el Toro, habrá en Uruk siete años de escasez… Tendrías que almacenar alimentos para el pueblo Hasta que crezca la hierba”. “Padre mío, ya he almacenado alimentos”. Anu entregó el lazo del Toro a Isthar, Ella lo llevó al centro de Uruk. Al primer bramido se abrió una fosa Doscientos y trescientos hombres cayeron en ella, Al segundo bramido se abrió otra fosa, Doscientos y trescientos hombres cayeron en ella. Al tercer bramido saltó Enkidú y sujetó al toro por los cuernos, echó babas, arrojó estiércol. Dijo entonces Enkidú a Gilgamesh: “Amigo mío, vencimos en el bosque, acabemos ahora con el mal, yo sujetaré al toro, en medio de la testuz le clavarás el cuchillo”. Con gran valor Gilgamesh le clavó el puñal entre los cuernos. Muerto el Toro, le arrancaron el corazón y ante Shamash lo ofrecieron. Isthar subió a las murallas, se arrodilló en un prolongado lamento “¿No me ha humillado Gilgamesh matando al Toro del Cielo”
La escuchó Enkidú, Arrancó una pata al Toro y se la arrojó a la cara. “Si a ti te alcanzara, colgaría tus tripas de tus brazos”. Congregó Isthar a las mujeres del templo, sobre la pata del Toro hizo un duelo. Gilgamesh reunió a los artesanos, Todos admiraban el tamaño de los cuernos, su peso era impresionante, eran de lapislázuli, estaban recubiertos de oro. Los llenó de aceite Ofreció una unción para su padre. Luego los levó a la alcoba del jefe de la familia. Fueron hasta el Éufrates se lavaron las manos y juntos cabalgaban mientras los hambre de Uruk los admiraban. Ante las mujeres del palacio, Gilgamesh se exaltaba: ¿Quién es el más hermoso entre los hombres, y quién el más glorioso? ¡Es GIlgamesh el más hermoso, Es Enkidú el más glorioso¡ En el palacio Gilgamesh hizo una fiesta. Cuando ya todos dormían, Enkidú fue levantado de su lecho por un sueño, y fue a contársela a su amigo: “Amigo mío, los dioses en consejo discutían sobre mí.
Anu decía a Enlil: “Por matar a Huwawa y al Toro del cielo, el que ha despojado los cedros del bosque debe morir“. Pero Enlil respondió: “El que debe morir es Enkidú“. Shamash no estuvo de acuerdo, pero Enlil furioso se impuso“. Enkidú estaba llorando. Su amigo dijo: “Se quieren llevar a mi hermano. Yo mismo también moriré, no veré más a mi hermano querido“.
Tablilla VII
Enkidú dijo: “Amigo mío, iré a Nippur, a la entrada del templo, la casa de la montaña, donde está la puerta de cedro que le dediqué a Enlil“… Enkidú le hablaba a la puerta, como si fuera una persona: “Puerta de cedro sin memoria, sin inteligencia, mucho te busqué hasta encontrar el cedro más alto. Te fabriqué y traje al templo, si hubiera sabido cuál sería tu recompensa, habría tomado mi hacha para volverte pedazos. Yo te hice, te traje, que te maldiga un rey futuro, que cambie mi nombre y deje el suyo“. Gilgamesh triste lo escuchaba. Le dijo entonces: “amigo mío, de gran corazón, que tienes tan buen juicio, ¿por qué hablas así? Tu corazón se extravía. El sueño que tuviste es favorable, un sueño de terror equivale a que de por vida desaparece la angustia. Pediré auxilio a los grandes dioses. Enlil el soberano se apiadará de ti, Te haré una estatua sin medir el oro“. “Olvídate del oro –repuso Enkidúlo que Enlil dictaminó, se cumplirá,
nunca ha cambiado lo que ha dicho, los destinos para los hombres se cumplirán”. De mañana, con la primera luz, Levantó la cabeza y lloró ante Shamash. Los rayos del sol encendían sus lágrimas. “Me presento ante ti, pues mi destino es ajeno a la vida. Ese cazador que me descubrió, que no sea como los demás, que su ganancia sea escaza y disminuya su herencia, que se le escapen sus presas”. Luego su dolorido corazón lo alentó a maldecir a Shamhat, la mujer del templo. “Tú, ven acá para decirte tu destino sin fin, ¡grande será tu maldición! Pronto te llegará Jamás construirás un hogar feliz, no tendrás lugar entre las demás mujeres, que la espuma de la cerveza se derrame en tu seno, y el borracho manche tus vestidos. Que no consigas recipientes limpios, ni plata pura para enorgullecerte. Que sea tu lugar el cruce de los caminos, con los pies descarnados no encuentres reposo. Que te den bofetadas y te traten a gritos, que no haya quien repare tu techo, sino que more allí la lechuza”. Shamash reprendió sus palabras: ¿Por qué maldices a la mujer del templo? Ella te dio de comer alimento reservado a los dioses, te dio bebida de reyes, trajes de príncipe, y te dio un compañero soberbio.
Él como un hermano te llevará a reposar en un lecho donde encontrarás la paz. Besarán tus pies los consejeros, hará que la gente llore por ti. Él mismo dejará sus cabellos sin peinar y vestido con la piel de un león errará por la estepa”. Enkidú alivió su corazón, calmó su cólera. Dijo entonces: “Que las maldiciones de mi boca, se conviertan en bendiciones. Que sean tus amantes príncipes y poderosos. Que los que estén lejos de ti se torturen, que el soldado suelte ante ti su cinturón y te de lapislázuli y oro. Para el que te obsequie haya abundantes cosechas. Que tengas entrada en el templo de los dioses, y por ti sea repudiada la que ha sido muchas veces madre”. Enkidú enfermo en su lecho, contaba a su amigo todo cuanto sentía: “Amigo, tuve un sueño. Los cielos y la tierra retumbaban, yo estaba de pie ante ellos. El tenebroso monstruo de patas de león y garras de águila, me sujetaba y dominaba, yo atacaba, pero él saltaba en el aire, como búfalo me aplastaba. Sálvame amigo mío, gritaba yo, pero no me salvabas. El de la cara tenebrosa me transformaba en pichón. Prisionero me llevó hasta la mansión del infierno, que tiene entrada, pero no salida.
Al viaje sin regreso, la casa oscura, donde el alimento es polvo, el pan barro. Me llevó con los que están vestidos como pájaros y viven entre las tinieblas. Veía allí amontonadas coronas de reyes, escuchaba gemir a antiguos gobernantes, veía a los que ofrecían sacrificios en honor de los dioses, moraba allí Ereskigal, la reina del infierno. La escribana del infierno, Belet-Seri, estaba ante ella con una tablilla en alto, levantaba la cabeza y me miraba ¿Quién trajo aquí a este hombre?” Moribundo seguía hablando: “Recuérdame amigo mío, no olvides todo lo que pasé contigo” “Un sueño inexplicable –Decía Gilgameshha hecho perder la fuerza a mi amigo” Uno y doce días estuvo postrado Enkidú, hasta que se levantó en su lecho gritando: ¿Por qué mi amigo me abandona? ¡Mi amigo que en la lucha me salvó, ahora me abandona!” … Así se lamentaba Gilgameh: “¡Las gentes de Uruk,, serán las primera en recordarte! ¡Que te lloren los pastores, quienes primero te dieron de beber! ¡Que te lloren los que te dieron alimento¡
¡Que te lloren quienes te dieron a beber vino! ¡Que te lloren las mujeres que te frotaron con bálsamos! ¡Que te lloren los que en la casa de la boda presenciaron tu lucha! ¡Que los hombres te lloren como mujeres! ¡Que todos ellos suelten sus cabelleras! ¡Que te lloren los animales en el desierto! ¡Escuchadme ancianos! ¡También lloro como plañidera por mi amigo Enkidú! ¡Arma de mi brazo, traje de mis fiestas, emblema de mi alegría! Un demonio me lo arrebató. ¡Ay, mi amigo, onagro del bosque, pantera de la estepa! Juntos escalamos la montaña, destruimos al Toro, derrotamos a Huwawa en el bosque. ¿Que clase de sueño te domina? Te has desvanecido y no me respondes.”
Pero Enkidú no se movía. Tocó su corazón, pero no latía. Como a una esposa cubrió su rostro. Parecía un águila en torno suyo, una leona que ha perdido a sus cachorros. Incansable iba de un lado a otro, arrancaba mechones de su cabello, desgarraba sus vestiduras
y las arrojaba lejos. A la primera luz del siguiente día, Gilgamesh ordenó según su parecer que se fabricara una estatua de su amigo de lapislázuli el pecho, de oro todo el cuerpo. “Te haré reposar en un lecho preparado con cariño. Te haré reposar en la morada de la paz, Besarán tus pies los consejeros. Haré que todo el pueblo llore por ti, la ciudad antes gozosa estará de duelo, yo mismo soltaré mi peinado, y vestido con la piel de un león erraré por la estepa.” … A la siguiente mañana, Gilgamesh hizo una ofrenda ante Shamash.
Tablilla IX Gilgamesh angustiado vagaba por la estepa, “¿Acaso no moriré yo también como mi amigo? Estoy lleno de ansiedad. El terror a la muerte me hace vagar por la estepa en busca de Utanapíshtim, el lejano. En la noche he pasado las primeras montañas, he temido al ver los leones. Gilgamesh elevó una súplica al dios de la luna: ¡en estos peligros, sálvame¡ La visión de un sueño lo despertó: unos hombres de piedra aparecían, con el hacha y la espada los enfrentaba y los alejaba. Llegó a las lejanas montañas que sostienen la bóveda celeste, bajo las cuales se hunden los infiernos. Allí los Girtablilu, hombres escorpión protegen el paso, cuidan la salida y la puesta del sol, ¡Es terrible su resplandor, su visión es la muerte¡ Gilgamesh quedó aterrado Su cara se llenó de espanto, con decisión se acercó a ellos. El escorpión gritó a su esposa: “El que se acerca tiene carne de dios”. Ella agregó: “dos tercios de es dios, un tercio humano”.
Dirigió entonces la palabra a Gilgamesh: “¿Por qué has llegado hasta aquí? Cuál es el motivo de tu viaje.” “Quiero saber acerca del lejano Utanapishtim, quien estuvo en el consejo de los dioses y obtuvo el don de la vida, ¡sobre la vida y la muerte le he de preguntar¡ El hombre escorpión le dijo: “Nadie ha entrado nunca en la montaña, nadie ha visto sus profundas hondonadas, donde es densa la oscuridad.” “A pesar de las dificultades, tomaré el camino”, repuso Gilgamesh. De nuevo habló el escorpión: “La montaña está abierta para ti, supera el camino y regresa a salvo, la puerta de la montaña se abre para ti” Gilgamesh siguió el camino del sol, pronto la oscuridad se hizo densa, nada se veía ni atrás ni adelante, no había ninguna luz. A cada hora que pasaba la oscuridad continuaba, no podía ver ni adelante ni atrás. Después de nueve horas dobles, sintió un viento fresco y se alegró. Pero aún la oscuridad era densa, a las diez dobles horas, a las once dobles horas, la salida estaba próxima.
Salió antes de aparecer el sol. A las doce dobles horas brilló la luz. Ante él apareció un bosque de árboles de piedras preciosas. Avanzaba admirando los árboles, Del árbol cornalina brillaban en gajos los frutos, El árbol lapislázuli relucía de alegres frutos. Los cedros tenían troncos de mármol, los algarrobos eran de jadeíta, había árboles de ágata y obsidiana. Mientras observaba, levantó los ojos y vio a una mujer…
Tablilla X Era Siduri, la tabernera, que vivía a orillas del océano. Ella iba cubierta por un velo. Gilgamesh vestía la piel de un león, y aunque era en parte un dios, su corazón estaba lleno de angustia, y su rostro parecía el de quien viene de un largo viaje. Siduri lo vio de lejos y se decía: ¿será un asesino? ¿Hacia dónde se dirige? Viendo que se acercaba, cerró su puerta. Gilgamesh sintió el ruido, se dirigió a ella: ¿Qué viste que cerraste tu puerta? Golpearé y romperé la tranca … ¡Soy yo quien venció al Toro del Cielo! ¡Soy yo, quien mató al guardián del bosque¡ ¡Entre las montañas yo maté los leones¡ Siduri se dirigió a él: “Si tú eres Gilgamesh, quien mató al guardián, quien acabó con Huwawa, quien mató los leones, quien venció al Toro del Cielo, ¿Por qué están flacas tus mejillas, tu cara demacrada, angustiado tu corazón, maltratado tu cuerpo, lleno de ansiedad tu vientre? Tu rostro parece el de quien viene de un largo viaje,
lacerada tu cara por el frío y el calor, ¿Por qué andas errante por la estepa? Gilgamesh le respondió: “!Lo que le sucedió a mi amigo, me sucederá a mí¡ ¡Mi amigo Enkidú, a quien tanto amaba, ha vuelto al barro¡ ¿Acaso no habré de perecer como él?” “Gilgamesh, la vida que persigues, no la encontrarás cuando los dioses crearon a la humanidad, le impusieron la muerte, la vida la retuvieron en sus manos. ¡Tú Gilgamesh, llena tu vientre, día y noche vive alegre; has de cada día un día de fiesta; diviértete y baila noche y día¡ Que tus vestidos estén sin mancha, lavada tu cabeza, tú mismo siempre bañado. Mira al niño que te tiene de la mano. Que tu esposa goce siempre a tu lado. ¡Ese es el destino de la humanidad¡”
“Ahora Siduri, dime cuál es el camino para llegar a Utanapístim, el lejano. ¡Dame las señas, dame las indicaciones¡ ¿Es necesario cruzar el mar, cruzar el desierto?” Siduri dijo: “No hay Gilgamesh cómo llegar allí. Nadie ha atravesado el océano, Solo Shamash cruza el mar, ¿Quién sino él podría cruzarlo? La travesía es difícil, las aguas de la muerte impiden el paso, ¿cómo podrías cruzar el mar?
¿Qué harías al llegar a las aguas de la muerte? … Sin embargo, hay un barquero. Lo protegen los hombres de piedra, en el bosque cosecha frutos, encuéntralo.” Al escucharla, tomó el hacha y la espada, como flecha llegó hasta donde ellos, los enfrentó y los destruyó. El barquero huyó, pero Gilgamesh lo alcanzó y lo sujetó. El barquero se dirigió a él: “¿Por qué están flacas tus mejillas, tu cara demacrada, angustiado tu corazón, maltratado tu cuerpo, lleno de ansiedad tu vientre? Tu rostro parece el de quien viene de un largo viaje, lacerada tu cara por el frío y el calor, ¿Por qué andas errante por la estepa?” Le respondió Gilgamesh: “¿Cómo no habrían de estar flacas mis mejillas, cansada mi cara, triste y demacrado? ¿Cómo podría no estar lleno de angustia? ¿Cómo no habría de tener el rostro como el de quien ha vuelto de un largo viaje? ¿Cómo no habría de estar vagando por la estepa? Mi amigo Enkidú, a quien tanto amé, ha llegado a su fin. Seis días y siete noches lloré por él. No le di sepultura hasta que de su nariz cayeron los gusanos.
¡Tengo miedo y aterrado vago por la estepa! ¡Mi amigo Enkidú, a quien tanto amaba, ha vuelto al barro¡ ¿Acaso no habré de perecer como él?” “Ahora, barquero, cuál es el camino para llegar a Utanapíshtim el lejano. ¡Dame las señas, dame las indicaciones¡ Si es posible, atravesaré el mar; si no, vagaré por la estepa.” El barquero Urshanabí le replicó: “Con tus propias manos destruiste a los hombres de piedra, toma ahora el hacha, ve al bosque, corta 120 varas, tráelas. Al escucharlo, tomó el hacha y la espada, bajó al bosque y trajo las 120 varas. Se embarcaron, en tres días hicieron el recorrido de mes y medio. Llegaron a las aguas de la muerte. “Gilgamesh, toma la primera vara, que no te toquen las aguas de la muerte… Una segunda, una tercera, una cuarta vara, A las ciento veinte soltó su cinturón, se quitó la ropa… … Utanapishtim lo vio de lejos y se decía: “¿Por qué estarán rotos los hombres de piedra? Su jefe no lleva el timón, el que viene no es de mi gente.”
Así le habló a Gilgamesh: ¿Por qué están flacas tus mejillas, tu cara demacrada, angustiado tu corazón, maltratado tu cuerpo, lleno de ansiedad tu vientre? Tu rostro parece el de quien viene de un largo viaje, lacerada tu cara por el frío y el calor, ¿Por qué andas errante por la estepa? Gilgamesh respondió: “¿Cómo no habrían de estar flacas mis mejillas, cansada mi cara, triste y demacrado? ¿Cómo podría no estar lleno de angustia? ¿Cómo no habría de tener el rostro como el de quien ha vuelto de un largo viaje? ¿Cómo no habría de estar vagando por la estepa? Mi amigo Enkidú, a quien tanto amé, ha llegado a su fin. Seis días y siete noches lloré por él. No le di sepultura hasta que de su nariz cayeron los gusanos. ¡Tengo miedo y aterrado vago por la estepa! ¡Mi amigo Enkidú, a quien tanto amaba, ha vuelto al barro¡ ¿Acaso no habré de perecer como él?” Gilgamesh continuó hablando: “Entonces, me dije, ¡iré a ver a Utanapíshtim el Lejano, de quien tanto se habla! Crucé todos los caminos, llegué a las montañas, crucé todos los mares, no he gozado de un buen sueño, he estado sin dormir lleno de angustia.
¿Qué he conseguido? He cazado animales y vestido sus pieles, ¡Oh, si pudiera resanar las grietas de la puerta del dolor! ¡No tengo alegría, el destino me ha desgarrado!