De palabras a Sentimientos

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Dedicado a todas aquellas personas amantes de la gran poes铆a , y a los que estuvieron conmigo en todo momento para poder realizar esta excelsa edici贸n de poemas.


Edici贸n especial para Literato, S.A. de C.V

@2013 por Literato Guadalupe # 103 zona Centro C.P 3400 Durango, Dgo., M茅xico Tel: (618) 8 28 26 61 Fax: (618) e-mail: depaase@gmail.com www.depasee.es ISBN: 01-05199-03-1 Publicado digital ISSU

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Mario Benedetti


Amor, de tarde

E

s una lástima que no estés conmigo Cuando miro el reloj y son las cuatro Y acabo la planilla y pienso diez minutos Y estiro las piernas como todas las tardes Y hago así con los hombros para aflojar la espalda Y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima que no estés conmigo Cuando miro el reloj y son las cinco Y soy una manija que calcula intereses

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O dos manos que saltan sobre cuarenta teclas O un oído que escucha cómo ladra el teléfono O un tipo que hace números y les saca verdades. Es una lástima que no estés conmigo Cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte por sorpresa Y decirme “¿Qué tal?”, y quedaríamos Yo con la mancha roja de tus labios Tú con el tizne azul de mi carbónico.


Aquí te amo

A

quí te amo. En los oscuros pinos se desenreda el vien-

to. Fosforece la luna sobre las aguas errantes. Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras. Una gaviota de plata se descuelga del ocaso. A veces una vela. Altas, altas estrellas. O la cruz negra de un barco. Solo. A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda. Suena, resuena el mar lejano. Este es un puerto. Aquí te amo. Aquí te amo y en vano te

oculta el horizonte. Te estoy amando aún entre estas frías cosas. A veces van mis besos en esos barcos graves, Que corren por el mar hacia donde no llegan. Ya me veo olvidado como estas viejas anclas. Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde. Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta. Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante. Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos. Pero la noche llega y comienza a cantarme. La luna hace girar su rodaje de sueño. Me miran con tus ojos las estrellas más grandes. 7


Como un milagro

La linda parejita que transcurre Por el viejo teclado de baldosas Sabe y no sabe de su amor a término O de las marcas que impondrán los días La linda parejita en su burbuja No quiere saber nada de cenizas Ni de cuevas ajenas ni de fobias Sólo pide quererse a encontronazos Asume su pasión como una ergástula Nada de libertad condicionada Con sus dos soledades basta y sobra Con sus dos cuerpos y sus cuatro manos Tiene razón la linda parejita No es fácil instalarse en la excepción El plazo del amor es un instante Y hay que hacerlo durar como un milagro.

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La vida, ese paréntesis

Cuando el no ser queda en suspenso Se abre la vida ese paréntesis Con un vagido universal de hambre Somos hambrientos desde el vamos Y lo seremos hasta el vámonos Después de mucho descubrir Y brevemente amar y acostumbrarnos A la fallida eternidad La vida se clausura en vida La vida ese paréntesis También se cierra incurre En un vagido universal El último Y entonces sólo entonces El no ser sigue para siempre.

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Laberintos

D

e todos los laberintos inhallable el mejor Es el que no conduce Y si en algún momento se avizora a nada Y ni siquiera va sembrando La salida prevista o imprevista indicios Lo más aconsejable es retroYa que aquellos otros Esos pocos que llevan a algu- ceder Y meterse de nuevo y de lleno na parte Siempre terminan en la fosa En el dédalo que es nuestro refugio común Así que lo mejor es continuar vagando Entre ángulos rectos y mixtilíneos Pasadizos curvos o sinuosos Meandros existenciales / doctrinas en zigzag Remansos del amor / veredas del desquite En obstinada búsqueda de lo

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Después de todo el laberinto es Una forma relativamente amena De aplazar cualquier postrimería El laberinto / además de trillada metáfora Frecuentada por Borges y otros aventajados


Discípulos y acólitos del rey Minos Es simplemente eso / un laberinto / Cortázar se quejaba / entre otras cosas / De que ya no hubiera laberintos Pero qué sino un laberinto Es su rayuela descreída y fértil

nidad Es no salir jamás del laberinto O sea seguir dudando y bifurcándose y titubeando O más bien simulando dudas bifurcaciones y titubeos A fin de que los leviatanes se confundan

Así y todo el laberinto es tabla de salvación Para aquellos que tienen vocación de inmortales El único inconveniente es que la eternidad / Como bien deben saberlo el Padre eterno Y su cohorte de canonizados / En verdad en verdad os digo Suele ser mortalmente abuque la única fórmula rrida. Para arrendar la esquiva eterForzado a elegir entre los más renombrados Digamos los laberintos de creta Samos y Fayum Me quedo con el de los cuentos de mi abuela Que no dejaba vislumbrar ninguna escapatoria

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Enamorarse y no

Cuando uno se enamora las cuadrillas Del tiempo hacen escala en el olvido La desdicha se llena de milagros El miedo se convierte en osadĂ­a Y la muerte no sale de su cueva Enamorarse es un presagio gratis Una ventana abierta al ĂĄrbol nuevo Una proeza de los sentimientos Una bonanza casi insoportable Y un ejercicio contra el infortunio Por el contrario desenamorarse Es ver el cuerpo como es y no Como la otra mirada lo inventaba Es regresar mĂĄs pobre al viejo enigma Y dar con la tristeza en el espejo.

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Hoy tu tiempo es real

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa Y aunque otros olviden tus festejos Las noches sin amos quedaron lejos Y lejos el pesar que desalienta. Tu edad de otras edades se alimenta No importa lo que digan los espejos Tus ojos todavía no están viejos Y miran, sin mirar, más de la cuenta. Tu esperanza ya sabe su tamaño Y por eso no habrá quién la destruya Ya no te sentirás solo ni extraño. Vida tuya tendrás y muerte tuya Ha pasado otro año y otro año Les has ganado a tus sombras, aleluya.

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Arco Iris

A

veces Por supuesto Usted sonríe Y no importa lo linda O lo fea Lo vieja O lo joven Lo mucho O lo poco Que usted realmente Sea Sonríe Cual si fuese Una revelación Y su sonrisa anula Todas las anteriores Caducan al instante Sus rostros como máscaras Sus ojos duros Frágiles Como espejos en óvalo Su boca de morder Su mentón de capricho Sus pómulos fragantes Sus párpados 14

Su miedo Sonríe Y usted nace Asume el mundo Mira Sin mirar Indefensa Desnuda Transparente Y a lo mejor Si la sonrisa viene De muy De muy adentro Usted puede llorar Sencillamente Sin desgarrarse Sin desesperarse Sin convocar la muerte Ni sentirse vacía Llorar Sólo llorar Entonces su sonrisa Si todavía existe Se vuelve un arco iris.


Hombre que mira a la luna

E

s decir la miraba porque ella Se ocultó tras el biombo de nubes Y todo porque muchos amantes de este mundo Le dieron sutilmente el olivo Con su brillo reticente la luna Durante siglos consiguió transformar El vientre amor en garufa cursilínea La injusticia terrestre en dolor lapizlázuli Cuando los amantes ricos la miraban Desde sus tedios y sus pabellones Satelizaba de lo lindo y oía Que la luna era un fenómeno cultural

Pero si los amantes pobres la contemplaban Desde su ansiedad o desde sus hambrunas Entonces la menguante entornaba los ojos Porque tanta miseria no era para ella Hasta que una noche casualmente de luna Con murciélagos suaves con fantasmas y todo Esos amantes pobres se miraron a dúo Dijeron no va más al carajo Selene Se fueron a su cama de sábanas gastadas Con acre olor a sexo deslunado Su camanido de crujiente vaivén

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Nocturno cero

L

a noche fácil y aparentemente sagrada O mejor dicho el abismo de la noche No es como otros abismos Tiene fondo. Su tálamo de niebla o relente o fango Acoge escarabajos desamparados Ronquidos de mal tiempo Sobornables insomnios Labios absueltos que se reconcilian. Todas las resonancias del silencio Y las noticias de la lóbrega Todas las alegrías inoportunas

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Y los presagios confirmados Caen como gotas de sudor o rocío En el abismo con fondo de la noche. Son demasiados alumbrones y furias Por esta sola vez el abismo tiene No sólo fondo sino espesas modorras así que aprovecho el bostezo universal Para instalarme en sus fauces y sentir Cómo la niebla el relente o el fango Pasan sobre mis párpados Los borran.


Patria es humanidad

La manzana es un manzano Y el manzano es un vitral El vitral es un ensueño Y el ensueño un ojalá Ojalá siembra futuro Y el futuro es un imán El imán es una patria Patria es humanidad El dolor es un ensayo De la muerte que vendrá Y la muerte es el motivo De nacer y continuar Y nacer es un atajo Que conduce hasta el azar Los azares son mi patria Patria es humanidad Mi memoria son tus ojos Y tus ojos son mi paz Mi paz es la de los otros Y no se si la querrán

Esos otros y nosotros Y los otros muchos más Todos somos una patria Patria es humanidad Una mesa es una casa Y la casa un ventanal Las ventanas tienen nubes Pero sólo en el cristal El cristal empaña el cielo Cuando el cielo es de verdad La verdad es una patria Patria es humanidad Yo con mis manos de hueso Vos con tu vientre de pan Yo con mi germen de gloria Vos con tu tierra feraz Vos con tus pechos boreales Yo con mi caricia austral Inventamos una patria Patria es humanidad.

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Oda a la pacificación No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz Pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizas contra la pacificación Y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados Cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar Y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro Es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda O algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento En realidad somos un país tan peculiar Que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.

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Recién nacido Ignorante del mundo y de sí mismo Deja el recién nacido su caverna Lejos y cerca de la piel materna Inaugura el candor de su egoísmo Mira en su entorno y es un espejismo / La apenas asumida vida externa No es todavía despiadada o tierna Pero ya muestra señas del abismo Aprenderá sin duda ese paisaje Que poco a poco en niebla se convierte Y empezará a enterarse del mensaje Donde estará la clave de su suerte / Ya ha reservado sitio para el viaje Sutil e inexorable hacia la muerte.

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Soñamos juntos

S

oñamos juntos Juntos despertamos El tiempo hace o des-

hace Mientras tanto No le importan tu sueño Ni mi sueño Somos torpes O demasiado cautos Pensamos que no cae Esa gaviota Creemos que es eterno Este conjuro Que la batalla es nuestra O de ninguno Juntos vivimos Sucumbimos juntos Pero esa destrucción Es una broma

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Un detalle una ráfaga Un vestigio Un abrirse y cerrarse El paraíso Ya nuestra intimidad Es tan inmensa Que la muerte la esconde En su vacío Quiero que me relates El duelo que te callas Por mi parte te ofrezco Mi última confianza Estás sola Estoy solo Pero a veces Puede la soledad Ser Una llama.


Utopías

C

ómo voy a creer / dijo el fulano Que el mundo se quedó sin utopías Cómo voy a creer Que la esperanza es un olvido O que el placer una tristeza Cómo voy a creer / dijo el fulano Que el universo es una ruina Aunque lo sea O que la muerte es el silencio Aunque lo sea Cómo voy a creer Que el horizonte es la frontera Que el mar es nadie Que la noche es nada

Cómo voy a creer / dijo el fulano Que tu cuerpo / mengana No es algo más que lo que palpo O que tu amor Ese remoto amor que me destinas No es el desnudo de tus ojos La parsimonia de tus manos Cómo voy a creer / mengana austral Que sos tan sólo lo que miro Acaricio o penetro Cómo voy a creer / dijo el fulano Que la utopía ya no existe Si vos / mengana dulce Osada / eterna Si vos / sois mi utopía.

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Vaya uno a saber

A

miga La calle de sol tempranero Se transforma de pronto En atajo bordeado de muros vegetales El rascacielos da la visión despiadada De un acantilado de poder Los colectivos pasan raudos Como benignos rinocerontes Y en un remoto bastidor de cielo Las nubes son sencillamente nubes La muchacha cargada de paquetes Es una hormiga demasiado

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obvia Y en consecuencia la descarto Pero el lisiado de noble rostro Ése sí avanza como un cangrejo La monjita joven de mejillas ardientes Crece como un hongo sin permiso El hollín va siendo lentamente rocío Y el olor a petróleo se convierte en jazmín Y todo eso por qué Sencillamente porque En la primera línea Pensé en vos Amiga.


Vamos juntos

C ñero

on tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compa-

Compañero te desvela La misma suerte que a mí Prometiste y prometí Encender esta candela Con tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compañero La La La La

muerte mata y escucha vida viene después unidad que sirve es que nos une en la lucha

Con tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compañero La historia tañe sonora Su lección como campana

Para gozar el mañana Hay que pelear el ahora Con tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compañero Ya no somos inocentes Ni en la mala ni en la buena Cada cual en su faena Porque en esto no hay suplentes Con tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compañero Algunos cantan victoria Porque el pueblo paga vidas Pero esas muertes queridas Van escribiendo la historia Con tu puedo y con mi quiero Vamos juntos compañero. 23


“El verdadero poeta es el que inspira” Paul Valery


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Oscar Wilde


A mi mujer

No puedo escribir majestuoso proemio Como preludio a mi canción, De poeta a poema, Me atrevería a decir. Pues si de estos pétalos caídos Uno te pareciera bello, Irá el amor por el aire Hasta detenerse en tu cabello. Y cuando el viento e invierno endurezcan Toda la tierra sin amor, Dirá un susurro algo del jardín Y tú lo entenderás.

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El cuarto movimiento. Le Réveillon El cielo está manchado con espasmos de rojo, Huyen las brumas envolventes y las sombras; El alba se levanta desde el mar Como una blanca dama de su lecho. Y caen flechas melladas, insolentes A través de las plumas de la noche, Y una ola larga de luz gualda Rompe en silencio sobre torre y casa, Y extendiéndose amplia sobre el campo inculto Un batir de alas que despiertan al vuelo, Castaños que se agitan en la copa Y ramas con estrías de oro.

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El cuarto movimiento. Apología ¿Es tu voluntad que yo crezca y decline? Trueca mi paño de oro por la gris estameña Y teje a tu antojo esa tela de angustia Cuya hebra más brillante es día malgastado. ¿Es tu voluntad -Amor que tanto amoQue la Casa de mi Alma sea lugar atormentado Donde deban morar, cual malvados amantes, La llama inextinguible y el gusano inmortal? Si tal es tu voluntad la he de sobrellevar Y venderé ambición en el mercado, Y dejaré que el gris fracaso sea mi pelaje Y que en mi corazón cave el dolor su tumba. Tal vez sea mejor así -al menos No hice de mi corazón algo de piedra, Ni privé a mi juventud de su pródigo festín, Ni caminé donde lo Bello es ignorado.

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En el salón dorado: una armonía S

us manos de marfil en el teclado Extraviadas en pasmo de fantasía; Así los álamos agitan sus plateadas hojas Lánguidas y pálidas. Como la espuma a la deriva en el mar inquieto Cuando muestran las olas los dientes a la brisa. Cayó un muro de oro: su pelo dorado. Delicado tul cuya maraña se hila En el disco bruñido de las maravillas. Girasol que se vuelve para

encontrar el sol Cuando pasaron las sombras de la noche negra Y la lanza del lirio está aureolada. Y sus dulces labios rojos en estos labios míos Ardieron como fuego de rubíes engarzados En el móvil candil de la capilla grana O en sangrantes heridas de granadas, O en el corazón del loto anegado En la sangre vertida del vino rojo.

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¡Hélas! Con cada pasión a la deriva hasta que mi alma Sea un laúd en cuyas cuerdas todos los vientos tañen. ¿Para esto renuncié A mi sabiduría antigua ya mi austero control? Mi vida es un palimpsesto Garabateado en alguna vacación de muchacho Con canciones ociosas para flauta y rondó Que solamente ocultan el secreto del todo. Por cierto que hubo un tiempo cuando osé pisar Las alturas soleadas y de las disonancias de la vida Logré claros acordes para llegar al oído de Dios. ¿Está muerto ese tiempo? Mirad, con mi pequeña vara Apenas toqué la miel del romance, ¿Y debo yo perder la herencia de un alma? 30


Impression de voyage

Era un mar de zafiro y el cielo Ardía en el aire como ópalo candente; Izamos nuestra vela; soplaba bien el viento Hacia tierras azules situadas en el Este. Desde mi proa alta divisé a Zakynthos: Cada bosque de olivos, cada cala, Las escarpas de Ithaca, el blanco pico de Lycaon, Y flores esparcidas en colinas de Arcadia. El batir de la vela contra el mástil, El rumor de las olas contra el casco, Rumor de risas jóvenes en la popa, Todo lo que se oía, al comenzar a arder el Oeste. Y un rojo sol cabalgó por los mares. Pisaba, al fin, el suelo griego.

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Flor de Amor

A

mor, no te culpo; la culpa fue mía, no hubiera yo sido de arcilla común habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas, visto aire más lleno, y día más pleno. Desde mi locura de pasión gastada habría tañido más clara canción, encendido luz más luminosa, libertad más libre, luchado con malas cabezas de hidra. Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música por besos que sólo hicieran sangrar, habrías caminado con Bice y los ángeles en el prado verde y esmaltado. Si hubiera seguido el camino en que Dante viera los siete 32

círculos brillantes, ¡Ay!, tal vez observara los cielos abrirse, como se abrieran para el florentino. Y las poderosas naciones me habrían coronado, a mí que no tengo nombre ni corona; y un alba oriental me hallaría postrado al umbral de la Casa de la Fama. Me habría sentado en el círculo de mármol donde el más viejo bardo es como el más joven, y la flauta siempre produce su miel, y cuerdas de lira están siempre prestas. Hubiera Keats sacado sus rizos himeneos del vino con adormidera, habría besado mi frente con boca de ambrosía, tomado la mano del noble amor en la mía.


Y en primavera, cuando flor de manzano acaricia un pecho bruñido de paloma, dos jóvenes amantes yaciendo en la huerta habrían leído nuestra historia de amor.

Sin timón, vamos a la deriva en la tempestad y cuando la tormenta de juventud ha pasado, sin lira, sin laúd ni coro, la Muerte, el piloto silencioso, arriba al fin.

Habrían leído la leyenda de mi pasión, conocido el amargo secreto de mi corazón, habrían besado igual que nosotros, sin estar destinados por siempre a separarse.

Y en la tumba no hay placer, pues el ciego gusano se ceba en la raíz, y el Deseo tiembla hasta tornarse ceniza, y el árbol de la pasión ya no tiene fruto.

Pues la roja flor de nuestra vida es roída por el gusano de la verdad y ninguna mano puede recoger los restos caídos: pétalos de rosa juventud.

¡Ah!, qué más debía hacer sino amarte; aún la madre de Dios me era menos querida, y menos querida la elevación citérea desde el mar como un lirio argénteo.

Sin embargo, no lamento haberte amado -¡ah, qué más podía hacer un muchacho, cuando el diente del tiempo devora y los silenciosos años persiguen!

He elegido, he vivido mis poemas y, aunque la juventud se fuera en días perdidos, hallé mejor la corona de mirto del amante que la de laurel del poeta.

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Fabien dei Franchi La silenciosa estancia, la pesada sombra avanzando furtiva, Los muertos inmóviles viajando, la puerta que se abre, El hermano asesinado que levita a través del piso, Los blancos dedos del fantasma posados en tus hombros Y luego, el duelo solitario en el valle, Las rotas espadas, el ahogado grito, la sangre, Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado. Están bien esas cosas; ¡pero tú fuiste hecho Para más augustas creaciones! Lear enloquecido Debería a tu arbitrio vagar por el brezal nativo Con el tonto ruidoso que se mofa; Romeo Por ti atraería su amor, y el miedo desesperado Sacaría de su vaina la daga cobarde de Ricardo. ¡Tú, presto instrumento al soplo de los labios de Shakespeare!

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La fuga de la luna Hay paz para los sentidos, Una paz soñadora en cada mano, Y profundo silencio en la tierra fantasmal, Profundo silencio donde las sombras cesan. Sólo el grito que el eco hace chillido De algún ave desconsolada y solitaria; La codorniz que llama a su pareja; La respuesta desde la colina en brumas. Y súbitamente, la luna retira Su hoz de los cielos centelleantes Y vuela hacia sus cavernas sombrías Cubierta en velo de gasa gualda.

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La tumba de Keats

Libre de la injusticia del mundo y su dolor, Descansa al fin bajo el velo azul de Dios: Arrebatado a la vida cuando vida y amor eran nuevos, El mártir más joven yace aquí, Justo cual Sebastián y tan temprano muerto. Ningún ciprés ensombrece su tumba, ni tejo funeral, Sino amables violetas con el rocío llorando Sobre sus huesos tejen cadena de perenne floración. ¡Oh altivo corazón que destruyó el dolor! ¡Oh los labios más dulces desde los de Mitilene! ¡Oh pintor-poeta de nuestra tierra inglesa! Tu nombre inscribióse en el agua; y habrá de perdurar: Lágrimas como las mías conservarán tu memoria verde, Como el pote de albahaca Isabella.

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La tumba de Shelley

Como antorchas apagadas junto al lecho de un enfermo Macilentos cipreses rodean la piedra blanquecina; Allí, el búho nocturno construye su trono Y el delgado lagarto exhibe su testa enjoyada. Allí, donde los cálices de las amapolas se encienden de rojo, En la serena cámara de aquella Pirámide Seguramente alguna Esfinge antigua Se oculta en la penumbra, Torva guardiana de este jardín de la muerte. ¡Ah! Realmente es dulce descansar dentro del útero De la Tierra, gran madre del sueño eterno Pero es más dulce para ti una tumba agitada En la caverna azul de un abismo con eco Allí donde los altos barcos zozobran en la noche Contra los escollos de las olas bravías.

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Phedre Qué vano y qué tedioso nuestro mundo ordinario parecerá A alguien Como tú, que en Florencia Habrías conversado con Mirandola, o caminado Entre los frescos olivares de Academos: Habrías recogido cañas de la verde corriente Para la aguda flauta de Pan, pies de cabrito, Y tocado con las blancas niñas en el valle Reacio Donde el grave Odiseo de su profundo sueño despertara. ¡Ah!, en verdad, una urna de ática arcilla Guardó tu polvo pálido, y has venido otra vez A este mundo ordinario, tedioso y vano, Fatigada de los días sin sol, De campos rebosantes de asfódelos insípidos, De labios sin amor, con que besan los hombres en el Infierno. 38


Portia Poco me maravilla la osadía de Basanio De arriesgar todo lo que tenía al plomo, O que el orgulloso Aragón bajara la cabeza, O que Marroquí de corazón en llamas se enfriara: Pues en ese atavío de oro batido Que es más dorado que el dorado sol, Ninguna mujer que Veronese mirara Era tan bella como tú a quien contemplo. Aún más bella cuando con la sabiduría por escudo Al vestir la toga severa del jurista Y no permitieras que las leyes de Venecia cedieran El corazón de Antonio a ese judío maldito. ¡Oh Portia!, toma mi corazón: es tu debido pago; No he de objetar a ese aval.

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Mi voz Dentro de este inquieto, apresurado y moderno mundo, Arrancamos todo el placer de nuestros corazones, tu y yo. Ahora, las blancas velas de nuestra nave ondean firmes, Pero ha pasado el momento del embarque. Mis mejillas se han marchitado antes de tiempo, Tanto fue el llanto que la alegría ha huido de mi, El Dolor ha pintado de blanco mis labios, Y la Ruina baila en las cortinas de mi lecho. Pero toda esta tumultuosa vida ha sido para ti No más que una lira, un luto, Un sutil hechizo musical, O tal vez la melodía de un océano que duerme, La repetición de un eco.

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Santa Decca

L

os dioses han muerto. ¡Ya no ofreceremos

coronas de olivo a Palas de los ojos grises! El hijo de Démeter no recibe el pago de nuestras gavillas, y al mediodía cantan los pastores sin miedo porque Pan ha muerto, y no existen ocultos amores por los claros del bosque ni en las tortuosas guaridas: El joven Hylas no busca ya en los manantiales, el Gran Pan ha muerto, y el

hijo de María es Rey y sin embargo, acaso en esta isla en éxtasis mantenida ante el mar, algún dios masticando el amargo fruto del recuerdo, permanezca oculto entre los asfodelos. Oh Amor, si así fuera obraríamos prudentemente huyéndo de su cólera: niégalo pero mira, las hojas se agitan: permanezcamos un instante observando.

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Requiescat Pisa ligeramente, ella está cerca, Bajo la nieve; Habla suavemente, ella puede oír Crecer las margaritas. Toda su brillante cabellera dorada Está empañada por la herrumbre; Ella que era joven y bella; Se ha convertido en polvo. Semejante al lirio, blanca como la nieve, Apenas sabía Que era mujer, Tan dulcemente había crecido. Las tablas del ataúd y una pesada losa Se apoyan sobre su pecho; Mi solitario corazón está afligido; Ella descansa en paz. Silencio, silencio, ella no puede oír La lira o el soneto; Toda mi vida está enterrada aquí, Amontonad tierra sobre ella. 42


Taedium vital Matar mi juventud con dagas impacientes; ostentar La librea extravagante de esta edad mezquina; Dejar que cada mano vil se hunda en mi tesoro; Trenzar mi alma al cabello de una mujer Y ser sólo lacayo de Fortuna. Lo juro, ¡No me agrada! Todo eso es menos para mí Que la delgada espuma que se inquieta en el mar, Menos que el vilano sin semilla En el aire estival. Mejor permanecer alejado De esos necios que con calumnias se mofan de mi vida, Aunque no me conocen. Mejor el más humilde techo Para abrigar al peón más abatido Que volver a esa cueva oscura de riñas, Donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado. 43


“La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano”


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Pablo Neruda


Soneto I. Matilde, nombre de planta o piedra o vino Matilde, nombre de planta o piedra o vino, De lo que nace de la tierra y dura, Palabra en cuyo crecimiento amanece, En cuyo estío estalla la luz de los limones. En ese nombre corren navíos de madera Rodeados por enjambres de fuego azul marino, Y esas letras son el agua de un río Que desemboca en mi corazón calcinado. Oh nombre descubierto bajo una enredadera Como la puerta de un túnel desconocido Que comunica con la fragancia del mundo! Oh invádeme con tu boca abrasadora, Indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos, Pero en tu nombre déjame navegar y dormir.

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Cuerpo de mujer Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, Te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava Y hace saltar al hijo del fondo de la tierra. Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros, Y en mí la noche entraba en su invasión poderosa. Para sobrevivirme te forjé como un arma, Como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. Pero cae la hora de la venganza, y te amo. Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. ¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia! ¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste! Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, Y la fatiga sigue y el dolor infinito 47


Para que tu me oigas

P

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, Y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Collar, cascabel ebrio Para tus manos suaves como las uvas.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte Para que tú las oigas como quiero que me oigas.

ara que tú me oigas Mis palabras Se adelgazan a veces Como las huellas de las gaviotas en las playas.

Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. 48

El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.


Te recuerdo como eras en el último otoño

T

e recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, Las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: Boina gris, voz de pájaro y corazón de casa Hacia donde emigraban mis profundos anhelos Y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma, Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma. 49


Para mi corazón basta tu pecho

P

ara mi corazón basta tu pecho, Para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo Lo que estaba dormido sobre tu alma.

He dicho que cantabas en el viento Como los pinos y como los mástiles. Como ellos eres alta y taciturna. Y entristeces de pronto, como un viaje.

Es en ti la ilusión de cada día. Llegas como el rocío a las corolas. Socavas el horizonte con tu ausencia, Eternamente en fuga como la ola.

Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas. Yo desperté y a veces emigran y huyen Pájaros que dormían en tu alma.

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Mi niña morena y ágil

N

iña morena y ágil, el sol que hace las frutas, El que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, Hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos Y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca. Todo de ti me aleja, como del mediodía. Eres la delirante juventud de la abeja, La embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras De la negra melena, cuando estiras los brazos. Tú juegas con el sol como con un estero Y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo, Y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. Mariposa morena dulce y definitiva Como el trigal y el sol, la amapola y el agua.

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Bella Bella, Como en la piedra fresca Del manantial, el agua Abre un ancho relámpago de espuma, Así es la sonrisa en tu rostro, Bella. Bella, De finas manos y delgados pies Como un caballito de plata, Andando, flor del mundo, Así te veo, Bella. Bella, Con un nido de cobre enmarañado En tu cabeza, un nido Color de miel sombría Donde mi corazón arde y reposa,

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Bella. Bella, No te caben los ojos en la cara, No te caben los ojos en la tierra. Hay países, hay ríos En tus ojos, Mi patria está en tus ojos, Yo camino por ellos, Ellos dan luz al mundo Por donde yo camino, Bella. Bella, Tus senos son como dos panes hechos De tierra cereal y luna de oro, Bella. Bella,


Tu cintura La hizo mi brazo como un río cuando Pasó mil años por tu dulce cuerpo, Bella. Bella, No hay nada como tus caderas, Tal vez la tierra tiene En algún sitio oculto La curva y el aroma de tu cuerpo, Tal vez en algún sitio, Bella. Bella, mi bella, Tu voz, tu piel, tus uñas, Bella, mi bella, Tu ser, tu luz, tu sombra, Bella, Todo eso es mío, bella,

Todo eso es mío, mía, Cuando andas o reposas, Cuando cantas o duermes, Cuando sufres o sueñas, Siempre, Cuando estás cerca o lejos, Siempre, Eres mía, mi bella, Siempre.

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El Amor ¿Qué tienes, qué tenemos, Qué nos pasa? Ay, nuestro amor es una cuerda dura Que nos amarra hiriéndonos Y si queremos Salir de nuestra herida, Separarnos, Nos hace un nuevo nudo y nos condena A desangramos y quemarnos juntos. ¿Qué tienes? Yo te miro Y no hallo nada en ti sino dos ojos Como todos los ojos, una boca Perdida entre mil bocas que besé, más hermosas, Un cuerpo igual a los que resbalaron Bajo mi cuerpo sin dejar

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memoria. Y qué vacía por el mundo ibas Como una jarra de color de trigo ¡Sin aire, sin sonido, sin substancia! Yo busqué en vano en ti Profundidad para mis brazos Que excavan, sin cesar, bajo la tierra: Bajo tu piel, bajo tus ojos Nada, Bajo tu doble pecho levantado Apenas Una corriente de orden cristalino Que no sabe por qué corre cantando. Por qué, por qué, por qué, amor mío, ¿por qué?


El Condor Yo soy el cóndor, vuelo Sobre ti que caminas Y de pronto en un ruedo De viento, pluma, garras, Te asalto y te levanto En un ciclón silbante De huracanado frío. Y a mi torre de nieve, A mi guarida negra Te llevo y sola vives, Y te llenas de plumas Y vuelas sobre el mundo, Inmóvil, en la altura. Hembra cóndor, saltemos Sobre esta presa roja, Desgarremos la vida Que pasa palpitando Y levantemos juntos Nuestro vuelo salvaje.

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Grita

A

mor, llegado que hayas a mi fuente lejana, Cuida de no morderme con tu voz de ilusión: Que mi dolor oscuro no se muera en tus alas, Que en tu garganta de oro no se ahogue mi voz.

Sábeme ser la angustia que se retuerce y grita.

Amor —llegado que hayas A mi fuente lejana, Sé turbión que desuella, Sé rompiente que clava.

Amor —llegado que hayas A mi fuente lejana, Tuérceme las vertientes, Críspame las entrañas.

Amor, deshace el ritmo De mis aguas tranquilas: Sabe ser el dolor que retiembla y que sufre,

Y así una tarde —amor de manos crueles—, Arrodillado, te daré las gracias.

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No me des el olvido. No me des la ilusión. Porque todas las hojas que a la tierra han caído Me tienen amarillo de oro el corazón.


La Reina

Yo te he nombrado reina. Hay más altas que tú, más altas. Hay más puras que tú, más puras. Hay más bellas que tú, hay más bellas. Pero tú eres la reina. Cuando vas por las calles Nadie te reconoce. Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira La alfombra de oro rojo Que pisas donde pasas, La alfombra que no existe. Y cuando asomas Suenan todos los ríos En mi cuerpo, sacuden El cielo las campanas, Y un himno llena el mundo. Sólo tú y yo, Sólo tú y yo, amor mío, Lo escuchamos.

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Las Vidas

Ay, ¡qué incómoda a veces Te siento Conmigo, vencedor entre los hombres! Porque no sabes Que conmigo vencieron Miles de rostros que no puedes ver, Miles de pies y pechos que marcharon conmigo, Que no soy, Que no existo, Que sólo soy la frente de los que van conmigo, Que soy más fuerte Porque llevo en mí No mi pequeña vida Sino todas las vidas, Y ando seguro hacia delante Porque tengo mil ojos, Golpeo con peso de piedra Porque tengo mil manos Y mi voz se oye en las orillas De todas las tierras Porque es la voz de todos Los que no hablaron, De los que no cantaron Y cantan hoy con esta boca Que a ti te besa. 58


Maestranzas de noche Hierro negro que duerme, fierro negro que gime, Por cada poro un grito de desconsolación. Las cenizas ardidas sobre la tierra triste, Los caldos en que el bronce derritió su dolor. ¿Aves de qué lejano país desventurado Graznaron en la noche dolorosa y sin fin? Y el grito se me crispa como un nervio enroscado O como la cuerda rota de un violín.

Cada máquina tiene una pupila abierta Para mirarme a mí. En las paredes cuelgan las interrogaciones, Florece en las bigornias el alma de los bronces Y hay un temblor de pasos en los cuartos desiertos. Y entre la noche negra —desesperadas— corren Y sollozan las almas de los obreros muertos.

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A pies desde su niño El pie del niño aún no sabe que es pie, Y quiere ser mariposa o manzana. Pero luego los vidrios y las piedras, Las calles, las escaleras, Y los caminos de la tierra dura Van enseñando al pie que no puede volar, Que no puede ser fruto redondo en una rama. El pie del niño entonces Fue derrotado, cayó En la batalla, Fue prisionero, Condenado a vivir en un zapato. Poco a poco sin luz Fue conociendo el mundo a su manera, Sin conocer el otro pie, encerrado, Explorando la vida como un ciego. Aquellas suaves uñas De cuarzo, de racimo, Se endurecieron, se mudaron

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En opaca substancia, en cuerno duro, Y los pequeños pétalos del niño Se aplastaron, se desequilibraron, Tomaron formas de reptil sin ojos, Cabezas triangulares de gusano. Y luego encallecieron, Se cubrieron Con mínimos volcanes de la muerte, Inaceptables endurecimientos. Pero este ciego anduvo Sin tregua, sin parar Hora tras hora, El pie y el otro pie, Ahora de hombre O de mujer, Arriba, Abajo, Por los campos, las minas, Los almacenes y tos ministerios,

Atrás, Afuera, adentro, Adelante, Este pie trabajó con su zapato, Apenas tuvo tiempo De estar desnudo en el amor o el sueño, Caminó, caminaron Hasta que el hombre entero se detuvo. Y entonces a la tierra Bajó y no supo nada, Porque allí todo y todo estaba oscuro No supo que había dejado de ser pie, Si lo enterraban para que volara O para que pudiera Ser manzana.

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Agua sexual

Rodando a goterones solos, A gotas como dientes, A espesos goterones de mermelada y sangre, Rodando a goterones Cae el agua, Como una espada en gotas, Como un desgarrador río de vidrio, Cae mordiendo, Golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma, Rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro. Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto, Un líquido, un sudor, un aceite sin nombre, Un movimiento agudo, Haciéndose, espesándose, Cae el agua, A goterones lentos, Hacia su mar, hacia su seco océano,

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Hacia su ola sin agua. Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero, Bodegas, cigarras, Poblaciones, estímulos, Habitaciones, niñas Durmiendo con las manos en el corazón, Soñando con bandidos, con incendios, Veo barcos, Veo árboles de médula Erizados como gatos rabiosos, Veo sangre, puñales y medias de mujer, Y pelos de hombre, Veo camas, veo corredores donde grita una virgen, Veo frazadas y órganos y hoteles. Veo los sueños sigilosos, Admito los postreros días, Y también los orígenes, y también los recuerdos, Como un párpado atrozmente levantado a la fuerza Estoy mirando.

Y entonces hay este sonido: Un ruido rojo de huesos, Un pegarse de carne, Y piernas amarillas como espigas juntándose. Yo escucho entre el disparo de los besos, Escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos. Estoy mirando, oyendo, Con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra, Y con las dos mitades del alma miro el mundo. Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente, Veo caer agua sorda, A goterones sordos. Es como un huracán de gelatina, Como una catarata de espermas y medusas. Veo correr un arco iris turbio. Veo pasar sus aguas a través de los huesos.

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“La naturaleza es mi inspiración”


4

Octavio Paz


A través

D

oblo la página del día, Escribo lo que me

dicta El movimiento de tus pestañas. Mis manos Abren las cortinas de tu ser Te visten con otra desnudez Descubren los cuerpos de tu cuerpo Mis manos Inventan otro cuerpo a tu cuerpo. Entro en ti, Veracidad de la tiniebla. Quiero las evidencias de lo oscuro, Beber el vino negro:

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Toma mis ojos y reviéntalos. Una gota de noche Sobre la punta de tus senos: Enigmas del clavel. Al cerrar los ojos Los abro dentro de tus ojos. En su lecho granate Siempre está despierta Y húmeda tu lengua. Hay fuentes En el jardín de tus arterias. Con una máscara de sangre Atravieso tu pensamiento en blanco: Desmemoria me guía Hacia el reverso de la vida.


El pájaro

En el silencio transparente El día reposaba: La transparencia del espacio Era la transparencia del silencio. La inmóvil luz del cielo sosegaba El crecimiento de las yerbas. Los bichos de la tierra, entre las piedras, Bajo la luz idéntica, eran piedras. El tiempo en el minuto se saciaba. En la quietud absorta Se consumaba el mediodía. Y un pájaro cantó, delgada flecha. Pecho de plata herido vibró el cielo, Se movieron las hojas, Las yerbas despertaron... Y sentí que la muerte era una flecha Que no se sabe quién dispara Y en un abrir los ojos nos morimos.

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Entre irse y quedarse Entre irse y quedarse duda el día, Enamorado de su transparencia. La tarde circular es ya bahía: En su quieto vaivén se mece el mundo. Todo es visible y todo es elusivo, Todo está cerca y todo es intocable. Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz Reposan a la sombra de sus nombres. Latir del tiempo que en mi sien repite La misma terca sílaba de sangre. La luz hace del muro indiferente Un espectral teatro de reflejos. En el centro de un ojo me descubro; No me mira, me miro en su mirada. Se disipa el instante. Sin moverme, Yo me quedo y me voy: soy una pausa.

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Escrito con tinta verde La tinta verde crea jardines, selvas, prados, Follajes donde cantan las letras, Palabras que son árboles, Frases que son verdes constelaciones. Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran Como una lluvia de hojas a un campo de nieve, Como la yedra a la estatua, Como la tinta a esta página. Brazos, cintura, cuello, senos, La frente pura como el mar, La nuca de bosque en otoño, Los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes Como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: Mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

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Espejo

H

ay una noche, Un tiempo hueco, sin testigos, Una noche de uñas y silencio, Páramo sin orillas, Isla de hielo entre los días; Una noche sin nadie Sino su soledad multiplicada. Se regresa de unos labios Nocturnos, fluviales, Lentas orillas de coral y savia, De un deseo, erguido Como la flor bajo la lluvia, insomne Collar de fuego al cuello de la noche, O se regresa de uno mismo a uno mismo, Y entre espejos impávidos un rostro Me repite a mi rostro, un rostro

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Que enmascara a mi rostro. Frente a los juegos fatuos del espejo Mi ser es pira y es ceniza, Respira y es ceniza, Y ardo y me quemo y resplandezco y miento Un yo que empuña, muerto, Una daga de humo que le finge La evidencia de sangre de la herida, Y un yo, mi yo penúltimo, Que sólo pide olvido, sombra, nada, Final mentira que lo enciende y quema. De una máscara a otra Hay siempre un yo penúltimo que pide. Y me hundo en mí mismo y no me toco.


Golden lotuses Delgada y sinuosa Como la cuerda mágica. Rubia y rauda: Dardo y milano. Pero también inexorable rompehielos. Senos de niña, ojos de esmalte. Bailó en todas las terrazas y sótanos, Contempló un atardecer en San José, Costa Rica, Durmió en las rodillas de los Himalayas, Fatigó los bares y las sabanas de áfrica. A los veinte dejó a su marido Por una alemana; A los veintiuno dejó a la alemana Por un afgano; A los cuarenta y cinco Vive en Proserpina Court, int. 2, Bombay. Cada mes, en los días rituales, Llueven sapos y culebras en la casa, Los criados maldicen a la demonia Y su amante parsi apaga el fuego. Tempestad en seco. El buitre blanco Picotea su sombra. 71


Intervalo

A

rquitecturas instantáneas Sobre una pausa suspendidas, Apariciones no llamadas Ni pensadas, formas de viento, Insubstanciales como tiempo Y como tiempo disipadas. Hechas de tiempo, no son tiempo; Son la hendedura, el intersticio, El breve vértigo del entre Donde se abre la flor diáfana:

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Alta en el tallo de un reflejo Se desvanece mientras gira. Nunca tocadas, claridades Con los ojos cerrados vistas: El nacimiento transparente Y la caída cristalina En este instante de este instante, Interminable todavía. Tras la ventana: desoladas Azoteas y nubes rápidas. El día se apaga, se enciende La ciudad, próxima y remota. Hora sin peso. Yo respiro El instante vacío, eterno.


Jardín

N

ubes a la deriva, continentes Sonámbulos, países sin substancia Ni peso, geografías dibujadas Por el sol y borradas por el viento.

El heliotropo con morados pasos Cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta: El fresno –y un meditabundo: el pino. El jardín es pequeño, el cielo inmenso.

Cuatro muros de adobe. Buganvillas: En sus llamas pacíficas mis ojos Se bañan. Pasa el viento entre alabanzas De follajes y yerbas de rodillas.

Verdor sobreviviente en mis escombros: En mis ojos te miras y te tocas, Te conoces en mí y en mí te piensas, En mí duras y en mí te desvaneces.

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La arboleda Enorme y sólida Pero oscilante, Golpeada por el viento Pero encadenada, Rumor de un millón de hojas Contra mi ventana. Motín de árboles, Oleaje de sonidos verdinegros. La arboleda, Quieta de pronto, Es un tejido de ramas y frondas. Hay claros llameantes. Caída en esas redes Se revuelve, Respira Una materia violenta y resplandeciente, Un animal iracundo y rápido, Cuerpo de lumbre entre las hojas: El día. A la izquierda del macizo, Más idea que color, Poco cielo y muchas nubes, El azuleo de una cuenca Rodeada de peñones en demolición, 74


Arena precipitada En el embudo de la arboleda. En la región central Gruesas gotas de tinta Esparcidas Sobre un papel que el poniente inflama, Negro casi enteramente allá, En el extremo sudeste, Donde se derrumba el horizonte. La enramada, Vuelta cobre, relumbra. Tres mirlos Atraviesan la hoguera y reaparecen Ilesos, En una zona vacía: ni luz ni sombra. Nubes En marcha hacia su disolución. Encienden luces en las casas. El cielo se acumula en la ventana. El patio, Encerrado en sus cuatro muros, Se aísla más y más. Así perfecciona su realidad. El bote de basura, La maceta sin planta, Ya no son, Sobre el opaco cemento, Sino sacos de sombras. Sobre sí mismo El espacio Se cierra Poco a poco se petrifican los nombres.

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La poesía Llegas, silenciosa, secreta, Y despiertas los furores, los goces, Y esta angustia Que enciende lo que toca Y engendra en cada cosa Una avidez sombría. El mundo cede y se desploma Como metal al fuego. Entre mis ruinas me levanto, Solo, desnudo, despojado, Sobre la roca inmensa del silencio, Como un solitario combatiente. Verdad abrasadora, ¿A qué me empujas? No quiero tu verdad, Tu insensata pregunta. ¿A qué esta lucha estéril? No es el hombre criatura capaz de contenerte, 76

Avidez que sólo en la sed se sacia, Llama que todos los labios consume, Espíritu que no vive en ninguna forma Mas hace arder todas las formas contra invisibles huestes. Subes desde lo más hondo de mí, Desde el centro innombrable de mi ser, Ejército, marea. Creces, tu sed me ahoga, Expulsando, tiránica, Aquello que no cede A tu espada frenética. Ya sólo tú me habitas, Tú, sin nombre, furiosa substancia, Avidez subterránea, delirante.


Golpean mi pecho tus fantasmas, Despiertas a mi tacto, Hielas mi frente, Abres mis ojos.

Para decir tan solo tu existencia Y tus secretas sílabas, palabra Impalpable y despótica, Substancia de mi alma.

Percibo el mundo y te toco, Substancia intocable, Unidad de mi alma y de mi cuerpo, Y contemplo el combate que combato Y mis bodas de tierra.

Eres tan solo un sueño, Pero en ti sueña el mundo Y su mudez habla con tus palabras. Rozo al tocar tu pecho La eléctrica frontera de la vida, La tiniebla de sangre Donde pacta la boca cruel y enamorada, Ávida aún de destruir lo que ama Y revivir lo que destruye, Con el mundo, impasible Y siempre idéntico a sí mismo, Porque no se detiene en ninguna forma Ni se demora sobre lo que engendra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas, Y a las mismas imágenes Otras, más profundas, las niegan, Ardiente balbuceo, Aguas que anega un agua más oculta y densa. En su húmeda tiniebla vida y muerte, Quietud y movimiento, son lo mismo. Insiste, vencedora, Porque tan solo existo porque existes, Y mi boca y mi lengua se formaron

Llévame, solitaria, Llévame entre los sueños, Llévame, madre mía, Despiértame del todo, Hazme soñar tu sueño, Unta mis ojos con aceite, Para que al conocerte me conozca.

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Lámpara

C

ontra la noche sin cuerpo Se desgarra y se abra-

za La pena sola.

Negro pensar y encendida semilla Pena de fuego amargo y agua dulce La pena en guerra. Claridad de latidos secretos Planta de talle transparente Vela la pena. Calla en el día, canta en la noche Habla conmigo y habla sola

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Alegre pena. Ojos de sed, pechos de sal Entra en mi cama y entra en mi sueño Amarga pena. Bebe mi sangre la pena pájaro Puebla la espera mata la noche La pena viva. Sortija de la ausencia Girasol de la espera y amor en vela Torre de pena. Contra la noche la sed y la ausencia Gran puñado de vida Fuente de pena


Las armas del verano

Oye la palpitación del espacio Son los pasos de la estación en celo Sobre las brasas del año Rumor de alas y de crótalos Tambores lejanos del chubasco Crepitación y jadeo de la tierra Bajo su vestidura de insectos y raíces La sed despierta y construye Sus grandes jaulas de vidrio Donde tu desnudez es agua encadenada Agua que canta y se desencadena Armada con las armas del verano Entras en mi cuarto entras en mi frente Y desatas el río del lenguaje Mírate en esas rápidas palabras El día se quema poco a poco Sobre el paisaje abolido Tu sombra es un país de pájaros Que el sol disipa con un gesto.

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Los viejos

S

obre las aguas, Sobre el desierto de las horas Pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro, Van los maderos tristes, Van los hierros, la sal y los carbones, La flor del fuego, los aceites. Con los maderos sollozantes, Con los despojos turbios y las verdes espumas, Van los hombres. Los hombres con su tos, sus venenos lentísimos Y su sangre en destierro De ese lugar de pinos, agua y rocas Desde su nacimiento señalado Como sepulcro suyo por la muerte.

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Van los hombres partidos por la guerra, Empujados de sus tierras a otras, Hombres que sólo llevan ya a la muerte su diminuta muerte, Vagos semblantes sementeras, Deslavadas colinas y descuajados árboles. La guerra los avienta, Campesinos de voces de naranja, Pechos de piedra, arroyos, torrenteras, Viejos hermosos como el silencio de altas torres, Torres aún en pie, Indefensa ternura hundida en las bodegas. Al terrón cejijunto lo ablandaron sus manos, Sus anchos pies danzantes


Alzaron los sonidos nupciales del viñedo, La tierra estremecida bajo sus pies cantaba Como tambor o vientre delirante, Tal la pradera bajo los toros ciegos y violentos, De huracanado luto rodeados. A la borda acodados, Por los pasillos, la cubierta, Sacos de huesos o racimos negros. No dicen nada, callan, Oyen a sus mujeres (brujas De afiladas miradas alfileres, Llenas de secretos ya secos como añosos armarios, Historias que se sacan del pecho entre suspiros) Contar con voz rugosa Las minucias terribles de la guerra. Los hombres son la espuma de la tierra, La flor del llanto, el fruto de la sangre; Hijos de la ternura son de

llanto, Son de piedra y estrella, son de sol, Son planetas que cantan mientras viven. ¿No hay agua, llanto, oh ramo De soles apagados? Los hombres son la espuma de la tierra. Hijos de la ternura son de llanto Y renacen del llanto, diluviales, Y se esparcen por siglos como campos. Bebe del agua de la muerte, Bebe del agua sin memoria, deja tu nombre, Olvídate de ti, bebe del agua, El agua de los muertos ya sin nombre, El agua de los pobres. En esas aguas sin facciones También está tu rostro. Allí te reconoces y recobras, Allí pierdes tu nombre, Allí ganas tu nombre Y el poder de nombrarlos con su nombre más cierto

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Noche de verano Pulsas, palpas el cuerpo de la noche, Verano que te bañas en los ríos, Soplo en el que se ahogan las estrellas, Aliento de una boca, De unos labios de tierra. Tierra de labios, boca Donde un infierno agónico jadea, Labios en donde el cielo llueve Y el agua canta y nacen paraísos. Se incendia el árbol de la noche Y sus astillas son estrellas, Son pupilas, son pájaros. Fluyen ríos sonámbulos. Lenguas de sal incandescente Contra una playa oscura. Todo respira, vive, fluye: La luz en su temblor, El ojo en el espacio, El corazón en su latido, La noche en su infinito. Un nacimiento oscuro, sin orillas, Nace en la noche de verano, En tu pupila nace todo el cielo. 82


Otoño En llamas, en otoños incendiadas, Arde a veces mi corazón, Puro y solo. El viento lo despierta, Toca su centro y lo suspende En luz que sonríe para nadie: ¡Cuánta belleza suelta! Busco unas manos, Una presencia, un cuerpo, Lo que rompe los muros Y hace nacer las formas embriagadas, Un roce, un son, un giro, un ala apenas, Celestes frutos de luz desnuda. Busco dentro mí, Huesos, violines intocados, Vértebras delicadas y sombrías, Labios que sueñan labios, Manos que sueñan pájaros... Y algo que no se sabe y dice “nunca” Cae del cielo, De ti, mi Dios y mi adversario.

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“La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega” Leonardo Da vi-inci


5

Jaime Sabines


Bajo mis manos crece

Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan midiéndolo, besándolo; Bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche. Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, Llenos de ti, redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto, lejos. Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil. Suenas como la pata de la paloma al quebrarse. Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas; Te abrazo para que madures en paz.

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En la sombra estaban tus ojos

E

n la sombra estaban sus ojos Y sus ojos estaban vacíos Y asustados y dulces y buenos Y fríos. Allí estaban sus ojos y estaban En su rostro callado y sencillo Y su rostro tenía sus ojos Tranquilos. No miraban, miraban, qué solos Y qué tiernos de espanto, qué míos, Me dejaban su boca en los labios Y lloraban un aire perdido Y sin llanto y abiertos y ausentes Y distantes, distantes y he-

ridos En la sombra en que estaban, estaban Callados, vacíos. Y una niña en sus ojos sin nadie Se asomaba sin nada a los míos Y callaba y miraba y callaba Y sus ojos abiertos y limpios, Piedra de agua, me estaban mirando Más allá de mis ojos sin niños Y qué solos estaban, qué tristes, Qué limpios. Y en la sombra en que estaban sus ojos Y en el aire sin nadie, afligido, Allí estaban sus ojos y estaban Vacíos. 87


La Luna

L

a luna se puede tomar a cucharadas O como una cápsula cada dos horas. Es buena como hipnótico y sedante Y también alivia A los que se han intoxicado de filosofía. Un pedazo de luna en el bolsillo Es mejor amuleto que la pata de conejo: Sirve para encontrar a quien se ama, Para ser rico sin que lo sepa nadie Y para alejar a los médicos y las clínicas. Se puede dar de postre a los niños Cuando no se han dormido,

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Y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos Ayudan a bien morir. Pon una hoja tierna de la luna Debajo de tu almohada Y mirarás lo que quieras ver. Lleva siempre un frasquito del aire de la luna Para cuando te ahogues, Y dale la llave de la luna A los presos y a los desencantados. Para los condenados a muerte Y para los condenados a vida No hay mejor estimulante que la luna En dosis precisas y controladas.


Lento, amargo animal Lento, amargo animal Que soy, que he sido, Amargo desde el nudo de polvo y agua y viento Que en la primera generación del hombre pedía a Dios. Amargo como esos minerales amargos Que en las noches de exacta soledad -Maldita y arruinada soledad Sin uno mismoTrepan a la garganta Y, costras de silencio, Asfixian, matan, resucitan. Amargo como esa voz amarga Prenatal, presubstancial, que dijo

Nuestra palabra, que anduvo nuestro camino, Que murió nuestra muerte, Y que en todo momento descubrimos. Amargo desde dentro, Desde lo que no soy, -Mi piel como mi lenguaDesde el primer viviente, Anuncio y profecía. Lento desde hace siglos, Remoto -nada hay detrás-, Lejano, lejos, desconocido. Lento, amargo animal Que soy, que he sido.

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Los amorosos

L

os amorosos callan. El amor es el silencio más fino, El más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, Los amorosos son los que abandonan, Son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, No encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos Porque están solos, solos, solos, Entregándose, dándose a cada rato, Llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos Viven al día, no pueden ha-

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cer más, no saben. Siempre se están yendo, Siempre, hacia alguna parte. Esperan, No esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, Siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, Los que siempre “¡qué bueno!”, han de estar solos. Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan


También como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir Porque si se duermen se los comen los gusanos. En la obscuridad abren los ojos Y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana Y su cama flota como sobre un lago. Los amorosos son locos, sólo locos, Sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas Temblorosos, hambrientos, A cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, De las que aman a perpetuidad, verídicamente, De las que creen en el amor como en una lámpara De inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua, A tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, La muerte les fermenta detrás de los ojos, Y ellos caminan, lloran hasta la madrugada En que trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, A mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, A arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios Una canción no aprendida Y se van llorando, llorando La hermosa vida.

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Me doy cuenta de que me faltas

M

e doy cuenta de que me faltas Y de que te busco entre las gentes, en el ruido, Pero todo es inútil. Cuando me quedo solo Me quedo más solo Solo por todas partes y por ti y por mí. No hago sino esperar. Esperar todo el día hasta que no llegas. Hasta que me duermo Y no estás y no has llegado Y me quedo dormido Y terriblemente cansado Preguntando.

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Amor, todos los días. Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta. Puedes empezar a leer esto Y cuando llegues aquí empezar de nuevo. Cierra estas palabras como un círculo, Como un aro, échalo a rodar, enciéndelo. Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas, En mi garganta como moscas en un frasco. Yo estoy arruinado. Estoy arruinado de mis huesos, Todo es pesadumbre.


Me dueles

M

e dueles. Mansamente, insoportablemente, me

dueles. Toma mi cabeza, córtame el cuello. Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma búscame, Escúchame. En algún sitio mi voz, sobreviviente, llama, Pide tu asombro, Tu iluminado silencio. Atravesando muros, atmósferas, edades, Tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto) Viene desde la muerte, desde

antes Del primer día que despertara al mundo. ¡Qué claridad tu rostro, qué ternura De luz ensimismada, Qué dibujo de miel sobre hojas de agua! Amo tus ojos, amo, amo tus ojos. Soy como el hijo de tus ojos, Como una gota de tus ojos soy. Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme, Del suelo, de la sombra que pisas, Del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños. Levántame. Porque he caído de tus manos Y quiero vivir, vivir, vivir. 93


Morir es retirarse, hacerse a un lado Morir es retirarse, hacerse a un lado, Ocultarse un momento, estarse quieto, Pasar el aire de una orilla a nado Y estar en todas partes en secreto. Morir es olvidar, ser olvidado, Refugiarse desnudo en el discreto Calor de Dios, y en su cerrado Pu単o, crecer igual que un feto. Morir es encenderse bocabajo Hacia el humo y el hueso y la caliza Y hacerse tierra y tierra con trabajo. Apagarse es morir, lento y aprisa Tomar la eternidad como a destajo Y repartir el alma en la ceniza.

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No es nada de tu cuerpo

N

o es nada de tu cuerpo, Ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, Ni ese lugar secreto que los dos conocemos, Fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. No es tu boca -tu boca Que es igual que tu sexo-, Ni la reunión exacta de tus pechos, Ni tu espalda dulcísima y suave, Ni tu ombligo, en que bebo. Ni son tus muslos duros como el día, Ni tus rodillas de marfil al fuego, Ni tus pies diminutos y sangrantes, Ni tu olor, ni tu pelo.

No es tu mirada -¿qué es una mirada?Triste luz descarriada, paz sin dueño, Ni el álbum de tu oído, ni tus voces, Ni las ojeras que te deja el sueño. Ni es tu lengua de víbora tampoco, Flecha de avispas en el aire ciego, Ni la humedad caliente de tu asfixia Que sostiene tu beso. No es nada de tu cuerpo, Ni una brizna, ni un pétalo, Ni una gota, ni un gramo, ni un momento: Es sólo este lugar donde estuviste, Estos mis brazos tercos.

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Tu cuerpo está a mi lado

T

u cuerpo está a mi lado Fácil, dulce, callado. Tu cabeza en mi pecho se arrepiente Con los ojos cerrados Y yo te miro y fumo Y acaricio tu pelo, enamorado. Esta mortal ternura con que callo Te está abrazando a ti mientras yo tengo Inmóviles mis brazos. Miro mi cuerpo, el muslo En que descansa tu cansancio, Tu blando seno oculto y

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apretado Y el bajo y suave respirar de tu vientre Sin mis labios. Te digo a media voz Cosas que invento a cada rato Y me pongo de veras triste y solo Y te beso como si fueras tu retrato. Tú, sin hablar, me miras Y te aprietas a mí y haces tu llanto Sin lágrimas, sin ojos, sin espanto. Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas Se ponen a escuchar lo que no hablamos.


Trato de escribir en la oscuridad tu nombre Trato de escribir en la oscuridad tu nombre, De escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, Que nadie me mire a las tres De la mañana paseando de un lado A otro de la estancia, Loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, Lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, Lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, Lo digo incansablemente, y estoy seguro Que habrá de amanecer.

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No es que muera de amor, muero de ti Muero de ti, amor, de amor de ti, De urgencia mía de mi piel de ti, De mi alma de ti y de mi boca Y del insoportable que yo soy sin ti. Muero de ti y de mí, muero de ambos, De nosotros, de ese, Desgarrado, partido, Me muero, te muero, lo morimos. Morimos en mi cuarto en que estoy solo, En mi cama en que faltas, En la calle donde mi brazo va vacío, En el cine y los parques, los tranvías, Los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza Y mi mano tu mano Y todo yo te sé como yo mismo. Morimos en el sitio que le he prestado al aire Para que estés fuera de mí, Y en el lugar en que el aire se acaba Cuando te echo mi piel encima

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Y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, Dichosa, penetrada, y cierto, interminable. Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos Entre los dos, ahora, separados, Del uno al otro, diariamente, Cayéndonos en múltiples estatuas, En gestos que no vemos, En nuestras manos que nos necesitan. Nos morimos, amor, muero en tu vientre Que no muerdo ni beso, En tus muslos dulcísimos y vivos, En tu carne sin fin, muero de máscaras, De triángulos obscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, De nuestra muerte, amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, Inconsolable, a gritos, Dentro de mí, quiero decir, te llamo, Te llaman los que nacen, los que vienen De atrás, de ti, los que a ti llegan. Nos morimos, amor, y nada hacemos Sino morirnos más, hora tras hora, Y escribirnos y hablarnos y morirnos.

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Mi corazón emprende

M

i corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo último viaje. Retoño de la luz, agua de las edades que en ti, perdida, nace. Ven a mi sed. Ahora. Después de todo. Antes. Ven a mi larga sed entretenida en bocas, escasos manantiales. quiero esa arpa honda que en tu vientre arrulla niños salvajes. Quiero esa tensa humedad que te palpita, esa humedad de agua que te arde. Mujer, músculo suave. La piel de un beso entre tus senos de oscurecido oleaje me navega en la boca

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y mide sangre. Tú también. Y no es tarde. Aún podemos morirnos uno en otro: es tuyo y mío ese lugar de nadie. Mujer, ternura de odio, antigua madre, quiero entrar, penetrarte, veneno, llama, ausencia, mar amargo y amargo, atravesarte. Cada célula es hembra, tierra abierta, agua abierta, cosa que se abre. Yo nací para entrarte. Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante. Por conocerte estoy, grano de angustia en corazón de ave. Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres tendrán un hombre encima en todas partes.


Pequeña del amo, tú no lo sabes... Pequeña del amor, tú no lo sabes, tú no puedes saberlo todavía, no me conmueve tu voz ni el ángel de tu boca fría, ni tus reacciones de sándalo en que perfumas y expiras, ni tu mirada de virgen crucificada y ardida. No me conmueve tu angustia tan bien dicha, ni tu sollozar callado y sin salida.

de melancolía, ni tu anhelar, ni tu espera, ni la herida de que me hablas afligida. Me conmueves toda tú representando tu vida con esa pasión tan torpe y tan limpia, como el que quiere matarse para contar: soy suicida. Hoja que apenas se mueve ya se siente desprendida: voy a seguirte queriendo todo el día.

No me conmueven tus gestos

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Sólo en sueños

Sólo en sueños, sólo en el otro mundo del sueño te consigo, a ciertas horas, cuando cierro puertas detrás de mí. ¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan, y ahora estoy preso en su sortilegio, atrapado en su red! ¡Con qué morboso deleite te introduzco en la casa abandonada, y te amo mil veces de la misma manera distinta! Esos sitios que tú y yo conocemos nos esperan todas las noches como una vieja cama y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen. Me gusta decirte lo de siempre y mis manos adoran tu pelo y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre. Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo, y con mi mano en tu boca, te busco y te busco. A veces lo recuerdo. A veces sólo el cuerpo cansado me lo dice. Al duro amanecer estás desvaneciéndote y entre mis brazos sólo queda tu sombra.

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Vamos a guardar este día

V

amos a guardar este día entre las horas, para siempre, el cuarto a oscuras, Debussy y la lluvia, tú a mi lado, descansando de amar. Tu cabellera en que el humo de mi cigarrillo flotaba densamente, imantado, como una mano acariciando. Tu espalda como una llanura en el silencio y el declive inmóvil de tu costado en que trataban de levantarse, como de un sueño, mis besos. La atmósfera pesada de encierro, de amor, de fati-

ga, Con tu corazón de virgen odiándome y odiándote. todo ese malestar del sexo ahíto, esa convalecencia en que nos buscaban los ojos a través de la sombra para reconciliarnos. Tu gesto de mujer de piedra, última máscara en que a pesar de ti te refugiabas, domesticabas tu soledad. Los dos, nuevos en el alma, preguntando por qué. Y más tarde tu mano apretando la mía, cayéndose tu cabeza blandamente en mi pecho, y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello. Vamos a guardar este día entre las horas para siempre.

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“La música, cuando va acompañada de una idea placentera, es poesía”


Ă?ndice Mario Benedetti

5

Oscar Wilde

25

Pablo Neruda

45

Octavio Paz

65

Jaimes Sabines

85


De palabras a sentimientos



En este libro podras encontrar a cinco de los mejores poetas que han existido, te transportaras a un mundo no convencional con cada palabra plasmada que llegara a tus sentimientos.


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