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Los poderes de Jessy
Susan Herrera Pamela Escobar Andrés Prieto Alejandro Gamboa Janeth Osorio Liliana Escobar Gabriela Luna
Equipo técnico: Asesora de Género Asesora Empoderamiento Económico Asesor Empoderamiento (E) Económico Comite editorial: Presidente Fundación PLAN Directora Implementación Programática Gerente de Comunicaciones Gerente Proyecto Liderando por la Paz Diseño diagramación e ilustraciones: Naturaleza Creativa www.naturalezacreativa.org
Impreso ISBN: 000-000-0000-00-0 E-book ISBN: 000-000-0000-00-0 Fundación PLAN Mayo de 2018
Este material hace parte de los módulos de formación en Habilidades para la Vida con enfoque transformador de género del Componente de Empoderamiento Económico en el marco del proyecto Liderando por la Paz financiado por el Gobierno de Canadá.
3 Cuando Jessy tenía 20 años, su padre se enfermó y murió. Dejó solos a Jessy, a su madre y a sus cuatro hermanos menores. Todos lamentaban la pérdida de su esposo y padre, y también sabían que tendrían que enfrentar muchos retos sin su presencia. Pocos días después del funeral, el tío de Jessy llegó a su casa y le dijo a su madre que tendrían que dejar la casa y la tienda donde vivían. Dijo que no tenían derecho de vivir allí, ya que había muerto su hermano. O que tendrían que trabajar y entregarle las ganancias diarias de las ventas de los productos de la tienda.
Cada día Jessy y su mamá se levantaban muy temprano para hacer las labores del hogar. Jessy alistaba a sus hermanos y limpiaba los pisos de la tienda antes de irse al instituto Técnico; su mamá turnaba actividades de la tienda, con los cuidados de sus hijos cuando llegaban de la escuela; sin embargo, cada vez fue teniendo menos tiempo para abrir y estar pendiente de las cosas de las ventas, hacer pedidos, estar pendiente de sus hijos, cocinar y arreglar la casa.
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APRENDER A TOMAR DESICIONES
En la casa había muy poca comida disponible, entonces empezó a gastar las cosas de la tienda para el consumo, e igual así, Jessy cada vez que salía a estudiar solía ir con el estómago vacío. Pues ella y su mamá se aseguraban de que sus hermanos comieran primero. En el instituto donde estudiaba Administración de Empresas tenía problemas para concentrarse porque estaba constantemente cansada y con hambre. Una vez se quedó dormida en clase y su profesora se molestó mucho. La obligó a ponerse de pie delante de la clase, y le dijo “tras de bruta, perezosa, debería pensar en cambiarse a algo más fácil, modistería o algo así”, también le dijo que volviera a casa y que no volviera hasta que pudiera prestar atención en la clase.
Jessy esperaba pasar sus exámenes ese año, pero su profesora seguía desanimándola. “Mejor ni te presentes a los exámenes, una mujer tan perezosa como tú nunca lo va a lograr”, le dijo. Jessy se entristeció mucho con las palabras de su profesora. Sus amigas se conmovían al ver lo triste que estaba. Temían que Jessy ni lo intentara. Así que todas fueron a hablar con ella. “Jessy, no debes rendirte, hemos visto que eres una mujer muy inteligente, por favor, presenta el examen”, le dijo su amiga Celia. Y su amiga Mary dijo: “No hagas caso a lo que dice la profesora, ¿qué sabe ella? ¡Nosotras te conocemos mejor y creemos en ti!”. Cuando Jessy iba de camino a casa, pensó en las palabras de sus amigas y empezó a recuperar la confianza en sí misma. Al día siguiente empezaban los exámenes y tenía que prepararse. Cuando llegó a casa, le contó a su mamá lo sucedido. Su madre respondió: “Jessy, ¿cómo puedes dejar a tu pobre madre hacer toda la cocina y la limpieza? Además, tu
5 tío siempre me pregunta por cuánto estamos vendiendo las cosas en la tienda y se queda con 60% del dinero de la venta. Si no se lo doy me amenaza con golpearme y dejarnos en la calle. Hoy ya decidí que la tienda no la vamos a abrir más, ya no hay nada para vender y eso va a ser un problema con ese señor, seguro va a querer sacarnos de aquí ya, pero estoy desesperada, no logro cuidar a tus hermanos y me da miedo que cojan malos pasos, además si no surtimos la tienda, pues ya no hay nada que ofrecer. ¡Ya no sé qué hacer, sabes muy bien que no lo puedo hacer sin tu ayuda!”. Aprovechando tal vez como se sentía y lo que había reflexionado Jessy dijo: “Mamá, el dinero es nuestro, nosotras somos las que trabajamos y vendemos los productos, él recibe dinero del ganado, la próxima vez que la amenace dígale que lo va a denunciar, ¡eso no es justo! Si yo paso el examen, puedo tener mejores oportunidades, podemos pedir un préstamo y formalizar nuestro negocio”. Su madre quedó convencida, las palabras sobre cómo responder a las amenazas de su cuñado la tranquilizaron y la idea de tener independencia económica la emocionó. Entonces le permitió a Jessy concentrarse en sus estudios durante el resto de la semana. Jessy estudiaba todos los días hasta muy tarde y centraba toda su energía en aprobar los exámenes. Al mismo tiempo apoyaba a su mamá con las cuentas de las ventas, pues la había convencido de hacer dos pequeños pedidos con lo que les quedaba, y así surtir la tienda con lo que sabían que más se vendía. Estaban
invirtiendo las ganancias en un grupo de ahorro solidario al cual comenzó a asistir con su mamá. Rodeada de mujeres campesinas solidarias e inteligentes, se sentía muy bien. Las amigas de Jessy se ponían muy contentas cuando la veían así. Tres semanas más tarde llegaron los resultados del examen. Cuando la profesora nombró a todos los alumnos que habían aprobado, se sorprendió al ver el nombre de Jessy en la lista: “Quizás me equivoqué al juzgar tu actitud. Me disculpo, si no me detuve a conocer lo que te estaba pasando ¡Te felicito, lo has hecho muy bien!”. Jessy se fue corriendo a casa para enseñarle a su madre los resultados del examen. Su madre se puso muy contenta, pero le pidió que se sentaran a hablar: “Jessy, siento mucho decírtelo, pero no vamos a poder seguir pagando los gastos de tu educación. Estoy orgullosa de ti por haber aprobado tu examen, pero me temo que aquí es donde acaba tu educación.
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No veo más opciones. Tu tío se enteró de lo del grupo de ahorro y me está amenazando con que le entreguemos toda la plata o para la calle…y ¡tus hermanos!”. Jessy estaba desolada: “Pero madre, ¿qué haré todo el día si no continuo en el instituto?”. Su madre respondió: “Pues tenemos que preguntarles a mis cuñados, ya que vivimos en su tierra, pero quizás quieran que te enviemos a la ciudad para ayudar en casa de tu tía o de otra señora que pueda darte techo y comida”. Jessy no dijo nada a su madre y tampoco se molestó, porque sabía que, por ahora, su madre no podía cambiar la situación. Sentía impotencia y frustración. Intentó no mostrarle su tristeza, siguió haciéndose
responsable de algunas actividades en casa y las ventas de la tienda y los cuidados que sus hermanos menores demandaban. Un día en el mercado Jessy vio a su amiga Celia. “¿Te has matriculado para el año que viene?” le preguntó ella. Jessy se sintió avergonzada, pero le contó la verdad a su amiga: su madre no tenía dinero para los materiales del curso siguiente, por lo cual no iba a poder asistir al instituto y finalizar su formación técnica. Celia sintió pena por ella, pero no estaba dispuesta a rendirse. “Deberíamos acudir a nuestra profesora y pedirle ayuda, ¡se puso muy contenta con tus resultados!” dijo Celia. Jessy no estaba segura de si había algo que la profesora pudiera hacer, pero su amiga estaba tan convencida que accedió a hacer la consulta. Cuando llegaron a casa de la profesora, ésta se sorprendió al verlas. A Jessy le daba mucha pena explicar su problema, así que Celia lo hizo. La profesora respondió diciéndoles que existía una organización en la zona que podía pagar la matrícula del curso y otros materiales. Dijo que iría a hablar para ver si podían ayudar a Jessy. Las jóvenes quedaron muy esperanzadas. Una semana más tarde, cuando Jessy estaba barriendo delante de su casa, vio llegar a su profesora con un hombre de la organización. La madre de Jessy se sorprendió cuando la profesora le contó porqué estaban allí.
7 “Jessy, ¿le contaste nuestros problemas a todo el pueblo?”, preguntó alarmada. Pero la profesora contestó: “No, por favor, no se preocupe, simplemente pasó por mi casa con su amiga Celia. Realmente me gustaría ver a Jessy seguir en el instituto porque tiene un futuro brillante y esta organización la puede ayudar”. La madre de Jessy se sintió aliviada y muy orgullosa. “¡Buen trabajo Jessy! Volverás al instituto, además los de la organización también me pueden ayudar a tener información acerca de las cosas que debo hacer cuando mis cuñados me amenacen o insulten. Por otra parte, ayer que te veía tan cansada en la noche lavando los platos después de comer, me quedé pensando y vamos a hablar con tus hermanos, las tareas del hogar las debemos redistribuir. ¡Estoy segura que saldremos adelante juntas!”.
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