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El resurgimiento del tatuaje

Gracias a las expediciones de exploradores como Cristóbal Colón, Marco Polo, James Cook o John Hawkins, trajeron un resurgimiento del tatuaje para los siglos XIX y XX, en donde el tatuaje era una forma de estigma y que estaba asociado a marineros, prisioneros y criminales. A mediados del siglo XIX su práctica comenzó a profesionalizarse, con la apertura del que se considera como el primer estudio de tatuaje, el de Martin Hildebrant, en Nueva York y con la creación de la primera máquina eléctrica para tatuar que fue hecha por el también Estadounidense Samuel OReilly Para el año 1891. A principios del siglo XX, volvio a tener ciertas connotaciones negativas, por tristes episodios como el sucedido durante la Alemania Nazi, cuando se utilizaban para marcar a los prisioneros de los campos de concentracion. Pero en los años 60 y 70, el tatuaje comenzó a perfilarse como un símbolo de identidad grupal gracias a la cultura hippie, que actualizó los clásicos motivos marineros con diseños mucho más coloridos y creativos. Surge como idea de pertenencia al grupo, diferenciación del resto de la sociedad y se genera un sentimiento tribal del tatuaje. Pero, el verdadero resurgimiento y comienzo de aceptación fue en Occidente, se puede fijar en los años 90, cuando los jóvenes recuperan esta práctica de forma

más extensa. En la actualidad, se sigue manteniendo la idea grupal del tatuaje en subculturas, pero cada vez más se introduce la idea individualizada (el “yo sobre el nosotros”). Es por tanto, un elemento que evoluciona con la sociedad y que se homogeniza con la globalización, sin olvidar que sigue existiendo discriminación y segregación en ciertos ámbitos laborales como es el caso de Japon pero no es el caso de otras culturas que en términos generales es concebido como un elemento integrador.

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