Impacto Psicosocial de la mujer en zonas rurales durante el conflicto armado interno en los años 80

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FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES LETRAS

EL IMPACTO PSICOSOCIAL EN LAS MUJERES DE ZONAS RURALES DURANTE EL CONFLICTO ARMADO INTERNO DE LOS AÑOS OCHENTA EN EL PERÚ

Monografía que como parte del curso Investigación Académica presenta el alumno(a):

DANIELLA FABIOLA CANALES OLAECHEA 20110236

LUCÍA ESPEJO ANA MARÍA YOUNG

LIMA, 2012


Resumen En la siguiente investigación, se abordará el impacto psicosocial que las mujeres de zonas rurales tuvieron por el conflicto armado interno en el Perú. La población femenina en zonas andinas vivía de la violencia manera constante previamente, debido a la dinámica común en las comunidades rurales, que se traducían en actitudes y prácticas que terminaban por subordinarla. Con el conflicto armado interno, esta dinámica se profundizó. La investigación propone dos paralelos para el entendimiento del impacto de este periodo traumático en la mujer andina: las secuelas psicológicas y las secuelas sociales. En cuanto a las secuelas psicológicas, se determinó dos importantes situaciones a considerar: la violencia sexual y la pérdida del esposo y padre de los hijos. Estas fueron las situaciones que tuvieron impacto en la mujer con consecuencias en su mundo interno sin embargo, estas mismas situaciones también causaron un cambio en la relación de ésta con su medio. Es por eso que en cuanto a las secuelas sociales, se tomó en cuenta la nueva relación de las mujeres con su familia y con su comunidad, haciendo un contraste de un antes y un después del conflicto armado, donde se ve manifestado una redefinición del rol de la mujer a un plano protagonista.


Tabla De Contenidos

Resumen Tabla de contenidos Introducción………………………………………………………………...…………………………..i Capítulo 1: Secuelas psicológicas de las mujeres de zonas rurales por el conflicto armado interno en el Perú……………………………………………………………………………………..1 Sub capítulo 1. Secuelas psicológicas en mujeres víctimas de violación sexual durante el conflicto armado interno………………………………………………………...1 Sub capítulo 2. Secuelas psicológicas en mujeres de zonas rurales durante el conflicto armado interno: la pérdida del esposo y padre de sus hijos………………….5 Capítulo 2: Secuelas sociales de las mujeres de zonas rurales por el conflicto armado interno en el Perú…………………………………………………………………………………..…8 Sub capítulo 1. Impacto del conflicto armado interno en mujeres y su relación con la familia……………………………………………………………………………………….…8 Sub capítulo 2. Impacto del conflicto armado interno en mujeres y su relación con la comunidad…………………………………………………………………………………...11 Conclusiones…………………….…………………………………………………………………...14 Referencias bibliográficas…………….…………………………………………….………….......15 Anexos……………………………………………………………………………….……................17


Introducción La época del conflicto armado interno, que comprendió los 20 años siguientes luego de 1980, representó para el Perú una de las épocas más difíciles de superar, no solo por los desafíos políticos y económicos que presuponía este conflicto, sino además, por el impacto traumático sobre la población peruana en general. Este impacto sólo comprendió la muerte de 23,969 personas y desaparecidos registradas a través de los 16,917 testimonios recopilados por la CVR (2003), sino que además impactó psicosocialmente de manera directa o indirecta a los peruanos que vivieron durante el conflicto armado. Myriam Rivera, especialista en Salud Mental y colaboradora en el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (2003), afirma que "desde el enfoque psicosocial, se considera que la violencia política surge en condiciones históricas marcadas por la marginación, exclusión, el olvido y la pobreza” (CVR, 2003, pg. 11) por lo que es comprensible que el conflicto armado interno haya afectado negativamente en mayor proporción a los departamentos de Apurímac, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco y Junín, los cinco departamentos más pobres del país en esa época según la CVR (2003). La guerra interna de los años 80 ha causado gran impacto psicosocial en las personas que vivieron directamente esta violencia política porque "ha significado una experiencia traumática con secuelas profundas a corto y largo plazo en el individuo, en la sociedad, en sus relaciones y en los procesos sociales y políticos" (Salas, 2003, pg. 78). Además, según la CVR (2003), esta situación traumática se presentó como un desafío interno que muchas veces superó la capacidad de las personas de superarlo. Por otro lado, es necesario considerar que "la tristeza y la pobreza están íntimamente relacionadas en el pensamiento andino y están referidas tanto a la inseguridad material como a los conflictos interpersonales que amenazan el equilibrio de la vida familiar y de la comunidad" (Pedersen, 2001, pg. 34). Esto profundizó el impacto psicosocial del conflicto armado en la población andina. En el caso específico de las mujeres, la CVR (2003) explica que " resultaron víctimas de un conjunto de delitos y atentados contra su dignidad y sus derechos humanos que difieren de aquéllos sufridos por los varones" (CVR, 2003, pg.133) ya que no sólo fueron víctimas directas en cuanto a violación sexual, maltrato físico, muerte o desaparición, sino que además "fueron ellas quienes, obligadas a migrar o desplazarse, se hicieron cargo solas de familias desestructuradas: sin padre y con hijos e hijas que habían sufrido la violencia en carne propia" (CVR, 2003, pg. 134) cabe destacar además que según Alvites y Alvites

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(2009) en su informe de "Mujer y violencia política. Notas sobre el impacto del conflicto armado interno", manifiesta sobre la mujer que: “su mundo se vio radicalmente alterado, dejándolas, en la mayoría de los casos, en estado de indefensión, pues se trataba de mujeres que soportaban los mayores niveles de exclusión social y que desconocían sus derechos como ciudadanas" (Alvites y Alvites, 2009, pg. 67) .Por lo tanto, podemos afirmar que la desigualdad de género durante la violencia política jugó un rol importante sobre sus consecuencias. La desigualdad de género se ve traducida en una desigualdad de oportunidades debido a la estructura familiar tradicional de la que se compone la población de zonas rurales. Según Escribens (2011), esto se debe básicamente porque "al varón se le define como custodio del orden mientras que la mujer en su casa, se encarga del cuidado de la familia. Ella es la guardiana del hogar. Se plantea así una imagen dicotómica: es el hombre quien defiende la patria (o la comunidad) mientras que la mujer lo acompaña a través del cuidado, la atención de los soldados. Es una mujer que cuida y sana heridas" (pg.29). Si tomamos en cuenta lo anterior, se puede comprender que "las mujeres de las zonas rurales corren el riesgo de ser víctimas de violencia a causa de la persistencia de actitudes tradicionales relativas a la subordinación de las mujeres en muchas comunidades rurales" (Mantilla, 2005, pg. 4) es por esto que "...pone en evidencia su ubicación en las últimas escalas de jerarquía social y poder, siendo el eslabón mas débil y olvidado del Perú” (Mantilla, 2005, pg. 5)

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Capítulo 1 Secuelas psicológicas de las mujeres de zonas rurales por el conflicto armado interno en el Perú Durante el conflicto armado interno en el Perú, tantos los grupos subversivos como las fuerzas del orden cometieron graves delitos contra los derechos humanos que afectaron tanto a mujeres como a hombres de zonas rurales. En el caso de la mujer, este periodo de guerra se vio incrementado ya que no sólo fue ella misma víctima de violencia en sus diferentes manifestaciones como asesinatos, torturas o violación sexual , sino que además fue afectada por la violencia hacia sus hijos, sus esposos o sus padres. Esto se tradujo en un fuerte impacto en su mundo interno, teniendo como resultado, secuelas personales en las mujeres de zonas rurales. Secuelas psicológicas en mujeres víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado interno Tanto hombres como mujeres de zonas andinas sufrieron de violencia sexual, sin embargo, según la CVR (2003), de los 538 casos denunciados de violencia sexual, sólo 11 pertenecían a la población masculina, esto significa que alrededor del 98% fueron reportados por mujeres. La violencia sexual, a pesar de haber tenido -sobre todo en periodo de guerra- graves secuelas físicas debido a las torturas previas o posteriores al acto, los efectos psicológicos arrastrados por las mujeres de zonas andinas fueron mayores en número y en magnitud; por tratarse de un episodio traumático, marcó el presente y futuro de estas mujeres. A continuación se explicará el impacto de la violencia sexual en un contexto de guerra y la implicancia psicológica de la violencia sexual en mujeres de zonas andinas tanto por el acto como con las consecuencias del mismo tales como el aborto o embarazo forzado. En el caso específico del conflicto armado interno del Perú, la violencia sexual se manifestó no sólo en la violación sexual, sino además incluyó diferentes modalidades y conductas afines según la CVR (2003) como prostitución forzada, unión forzada, esclavitud sexual - en donde las personas detenidas contra su voluntad que son obligadas a prestar servicios sexuales a personas determinadas- , aborto forzado y embarazo forzado. Además, es necesario mencionar que "esta situación se presentó a lo largo del país, siendo responsables todos los agentes participantes del conflicto armado (agentes del Estado, Sendero Luminoso, Comités de Autodefensa, etc.), tanto en los pueblos como en los lugares

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de detención" (Henriquez, 2006, pg.89). Para entender el impacto de la violencia sexual en las mujeres de zonas rurales en este periodo, debemos entender la implicancia de que se haya desplegado la violencia sexual en un contexto de guerra. En contexto de guerra, la violencia sexual es "un acto que vincula víctima y victimario en una relación de sometimiento que en situaciones de guerra se vuelve también de tortura, y, forma parte de un contexto social y cultural en el que actúan instituciones y códigos de poder y de género que se expresa en el tratamiento del cuerpo como «objeto sexual y botín de guerra», con la permisividad implícita o explicita de los superiores, en la exaltación del más fuerte como parte de la cultura de violencia" (Henriquez, 2006, pg.102).

Según Mantilla (2005), la violencia “tuvo entre sus objetivos castigar, intimidar, presionar, humillar y degradar a la población. Así mismo se buscaba presionar a las mujeres detenidas a autoculparse en relación a determinados hechos". Específicamente sobre la violencia sexual contra la mujer, se debe tomar en cuenta el enfoque de Henríquez (2006), el cual considera que existía una concepción particular de la mujer dentro de la comunidad andina, la cual fue compartida por los grupos subversivas y además por las fuerzas armadas. Para ellos, la mujer era pertenencia de un hombre, y esta sólo se concebía a partir de la relación de madre, esposa o hija de uno. Si atacaban a la mujer, no sólo la atacaban a ella sino también al hombre, y este hombre era el enemigo. Por lo tanto, se puede entender porque esta misma autora afirma que "en la historia de las guerras, las mujeres han sido consideradas botines de guerra y tesoros. Mujeres son objetos de vencedores, de tal modo que se permite a los combatientes tomar a la fuerza estos objetos y ser permite el «placer y desahogo sexuales de los combatientes»" (Henríquez, 2006, pg. 96)

El impacto de la violencia sexual vinculada al contexto de guerra se manifiesta en las mujeres

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"trastocando las sensibilidades y los vínculos emocionales, al incidir en los modos en que los seres humanos prodigamos afectos, establecemos relaciones para una sexualidad placentera y sana y nos identificaciones con nuestra corporeidad. Las prácticas de violencia sexual constituyen una expropiación de la intimidad y deshumanizan a victimas y victimarios" (Henríquez, 2003, pg. 90)

Esta fue la razón por la que las mujeres víctimas de violencia sexual tuvieron diferentes tipos secuelas psicológicas, no sólo por el acto en sí, sino además sus consecuencias que el acto implica.

El acto de violación sexual produjo diferentes manifestaciones en el mundo interno de las mujeres de zonas rurales. En relación a una manifestación mas inmediata ante la violencia sexual, Coral (1990) sustenta que "generaría una reacción inmediata de conmoción, paralización temporal y negación de lo sucedido, seguidas de aturdimiento, desorientación y un sentimiento de soledad fuerte, así como depresión y vulnerabilidad" (Coral, 1990, pg.13)

De manera mas avanzada, la violación sexual se manifestaría en que "la víctima después de la desorganización inicial, podría pasar del miedo a la rabia, de la tristeza a la euforia alternando estos estados e incluso actuando a veces de forma incomprensible para quieren la rodean y observan su comportamiento" (Coral, 1990, pg.21). Además es necesario mencionar que muchas de estas mujeres andinas

"registran como consecuencia de la experiencia de abuso, un sentimiento de muerte interna así como la dificultad para reconocerse como víctimas cargando fuertes sentimientos de culpa; la violencia sexual afecta entonces la forma en que ellas se perciben a sí mismas..." (Díaz, 2005; Alvites, 2007; Escribens, 2007; Moreyra, 2007 en Escribens, 2011, pg. 23)

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El episodio traumático de la violación afecta además la manera que ellas mismas se perciben ya que "tienen la sensación de estar manchadas y sucias, lo que nos lleva a pensar en la secuela que un hecho como éste deja en ellas, y que a su vez impacta en su relación con el entorno" (Fernández, 2010 en Escribens, 2011, pg.20). De Bruyn (2003), afirma a modo de conclusión, que "las investigaciones señalan que las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual tienen dificultades para establecer vínculos cercanos, saludables y placenteros para ellas" (De Bruyn, 2003 en Escribens, 2011, pg.23), en el segundo capítulo de esta investigación se hará mas énfasis a esta parte del impacto.

Es importante resaltar que "la violencia sexual deja huellas visible en el cuerpo pero también marcas invisibles en la vida mental y afectiva, así como en la vida social, mediante la privación del reconocimiento y respeto comunal" (CVR, 2003, pg.205), idea que mas adelante se retomará como una modo de relación que tuvo la mujer y la comunidad.

Las secuelas psicológicas del acto fueron difíciles de superar por las mujeres andinas ya que

"el daño psicológico sería generado por la vivencia de una amenaza a la vida o a la integridad y por la percepción que tiene la víctima de que el daño que ha sufrido ha sido intencionado. Sin embargo, el impacto sería mayor si es que las consecuencias del hecho son múltiples como en los casos de abuso sexual en los que además puede haber un embarazo forzado o una enfermedad de transmisión sexual, entre otros" (Echeburúa et al., 2002 en Escribens, 2011, pg.34).

Es por eso que no sólo se debe tomar en cuenta las consecuencias psicológicas producto de la violación sexual, sino también las consecuencias tangibles de esta violación, como es el caso del embarazo forzado y sus efectos psicológicos

Por una parte, es importante mencionar que existió la consideración de aborto forzado para las mujeres andinas, sin embargo, se tenia que esperar la sanción por

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cometer un acto ilegal ante el Estado peruano (CVR, 2003; Mantilla, 2005). Sin embargo, según Henríquez (2006), algunas mujeres también experimentaron este aborto forzado, aun así hubiesen querido seguir con el embarazo, debido a las torturas que se les hizo durante su estado de embarazo.

El impacto traumático de mujeres que fueron violadas sexualmente es mayor cuando se da el embarazo forzado ya que "la mujer es mas propensa a sufrir depresión, inestabilidad emocional y tendencias autodestructivas fuertes cuando espera a un hijo producto de una violación sexual" (Escribens, 2010, pg.35). La Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003) afirma que "si el embarazo prosigue pese a sus deseos de interrumpirlo, la maternidad a la que se da lugar estará atravesada de serios conflictos y sentimientos ambivalentes frente a su hijo o hija con la primacía de rechazo y desconocimiento que originan actitudes de descuido, abandono y desprotección de los niños" (CVR, 2003, pg.187). Esto ocurre porque el hijo es, según Escribens (2011) "la huella visible del abuso y la maternidad sería una experiencia terrible ya que representaría la presencia perpetua del agresor, así como una agresión a la esencia misma del ser mujer y una herida a su existencia" (Escribens, 2011, pg.40). Además este hijo se vuelve una memoria permanente del episodio traumático, no sólo para la madre sino a toda la comunidad. Es por eso que Henríquez (2006) postula que "los hijos o hijas producto de la violación sufrida tienen vínculo entre ellos y su madre sumamente delicado, emocionalmente difícil, duro y complejo con sus madres, produciendo que estos hijos e hijas tengan a su vez severos conflictos emocionales, e inadecuados vínculos sociales. (Henríquez, 2006, pg. 123) Es así como se puede concluir que la violación sexual tuvo un gran impacto en el mundo interno de la mujer andina, teniendo en cuenta las secuelas psicológicas que presupusieron no sólo el acto sino además las consecuencias: no sólo en el embarazo sino también a lo largo del tiempo, con la relación del hijo producto de la violación sexual Si bien la violación sexual fue el factor que más impactó a la mujer psicológicamente por vivirlo directamente según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003), las mujeres que no fueron víctimas de violencia sexual también tuvieron efectos negativos en torno a su desarrollo emocional. A continuación se expondrá las secuelas psicológicas en mujeres no víctimas de violación sexual durante el conflicto armado interno Secuelas psicológicas en mujeres durante el conflicto armado interno: la pérdida del esposo y padre de sus hijos.

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Las mujeres de zonas rurales sufrieron durante el conflicto armado interno no sólo por los actos en contra de ellas como asesinato, tortura o violencia sexual, sino que además sufrieron por los actos cometidos hacia sus familiares, especialmente si se trataba de su esposo y padre de sus hijos, es por eso que a continuación se expondrá las secuelas psicológicas que implicó esa perdida.

El conflicto armado interno de los años 80 en el Perú comprendió la muerte de 23,969 personas y desaparecidas registradas a través de los 16,917 testimonios recopilados por la CVR (2003). Bajo estas cifras, es preciso agregar que "el 75% de las víctimas fatales mayores de 15 años estaban casadas o eran convivientes". Además, es posible afirmar que "el conflicto armado interno afectó principalmente a hombres jefes de hogar, es decir, el grupo de la población con mayor cantidad de hijos dependientes y sobre el cual reposan las principales responsabilidades económicas y políticas de sus respectivas localidades" (CVR, 2003, pg. 25).

Si bien hubo un duelo normal el cual implica "proceso emocional muy intenso y lleno de desequilibrio temporal" (CVR, 2003, pg. 203) - considerando el contexto de conflicto armado y las acciones reproducidas por los actores de ambos bandos-, se puede observar un duelo particular debido a las desapariciones. Este duelo particular fue posible debido a que, según la CVR (2003), hubo un cambio en el proceso de duelo. La cantidad de desapariciones, hizo que la no presencia de un duelo transformara la mirada y la aceptación de la pérdida de algún familiar.

Sobre este duelo particular, las personas que experimentaron la desaparición de un ser querido manifiestan una imposibilidad de dejar atrás el trauma. El hecho de no tener la certeza de la muerte, y la reconciliación con el cuerpo, no concreta el proceso de duelo. Se asumió que la muerte no fue en paz y eso no les permite seguir y asumir la ausencia (CVR, 2003; Osso&Wurst, 2003). Además, Osso y Wurst (2003) afirman que "para los familiares, es imposible tomar el curso de duelo normal, la esperanza por mínima que sea, persiste" (Osso & Wurst, 2003, pg. 67). Además, cabe destacar que según las investigaciones con familiares de personas desaparecidas, el Centro de Atención Psicosocial (2003) afirma que se tiende a idealizar la figura del desaparecido, pensando en las posibilidades de "progreso" y "felicidad" que estarían viviendo si este familiar no hubiera desaparecido.

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Las mujeres que perdieron a un familiar y pasaron por un duelo normal o particular, según Reynaga (2008), presentan “sentimientos de culpa que se expresan en reproches a sí mismas por no haber podido evitar la muerte o desaparición de sus esposos e hijos, por no haberse sometido a exigencias de los perpetradores, por no haber previsto la seguridad de su familia" (Reynaga, 2008, pg. 31). El duelo, así se haya producido de la forma normal o la forma particular - debido a desaparición del cuerpo-, se vió ahondado por los efectos psicológicos que las mujeres de zonas rurales tuvieron ante la pérdida, como esposa y como madre.

Para entender los efectos psicológicos de las mujeres en zonas rurales y su impacto generalizado, es necesario mencionar que "el MIMDES ha identificado 20 mil viudas" (Henríquez, 2006. pg.89), de las cuales, "de cada diez mujeres, tres sintieron que su vida se había truncado con la muerte de su esposo" (CVR, 2003, pg 203).

Se puede mencionar que la viudez causó un ambiente de desamparo que podría compararse al sentimiento de orfandad que dejo la muerte del hombre en la familia sobre los hijos (CVR, 2003; Reynaga, 2008). "El sentimiento de orfandad que dejaron esas pérdidas no sólo alcanza a los hijos, también las esposas se sienten huérfanas, especialmente porque quedarse viudas en el campo es casi una sentencia de precariedad y miseria" (CVR, 2003, pg. 123). Por otra parte, entre otros efectos psicológicos por la pérdida del esposo, en el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003) figura que "la rabia hacia los culpables de su pérdida se hace enorme. Muchas mujeres han señalado que sentir resentimiento que si bien era destinado directamente hacia los responsables de la muerte de su esposo, en muchos casos se extendió hacia quienes las excluían, hacia los otros en general" (CVR, 2003, pg. 189). Además, se evidenció la baja autoestima que estas mujeres presentaban ya que vieron desvaloradas sus capacidades para sacar adelante a su familia, por lo que "la ausencia abrupta y violenta de la pareja se convirtió en un enorme vacío que ha generado sentimientos de profunda tristeza y añoranza, desvalimiento y desamparo. Y aun cuando muchas de ellas constatan el fruto de su trabajo y esfuerzo, el sentimiento de desamparo prima en ellas. Les queda la certeza de que todo habría sido diferente con su esposo" (CVR, 2003, pg. 192)

Además, sobre la reanudación de la vida de las mujeres viudas de zonas rurales, se puede agregar que el escenario de mujeres éstas fue -al igual que el duelo- particular, ya que "difícilmente contrajeron un nuevo compromiso por temor a que se reedite la

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pérdida, a diferencia de lo observado en estudios sobre familiares de desaparecidos en Chile, donde las parejas emigraron y establecieron nuevos vínculos (Madarriaga, 1993 en Osso&Wurst, 2003, pg.143). Sin embargo, las que volvieron a comprometer en relaciones de pareja, "lo hicieron para sentirse menos desamparadas, para asegurar su subsistencia y la de sus hijos. A veces, en ese intento se encontraban con las huellas de sus duelos no resueltos se traducían en sentimientos de culpa, o añoranza del esposo perdido. Otras se volvieron a comprometer y desgraciadamente la violencia volvió a arrebatarles a su segundo esposo. La sensación de desesperanza y fatalidad es mayor en estos casos" (CVR, 2003, pg. 213).

Como madres, las mujeres de zonas rurales no sólo tuvieron que cargar con la crianza de los hijos ellas solas, sino que además tuvieron que cargar, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003), "con el impacto subjetivo de la violencia en sus hijos, sus traumas, temores, angustias y tristezas". Esto ocurre ya que "percibir cómo afecta a los hijos la ausencia del padre o de la madre llena de tristeza al progenitor que quedó viudo, no tienen la capacidad de protegerlos de tanto sufrimiento, se sienten testigos impotentes del dolor de los hijos, que es también su propio dolor" (Henríquez, 2006, pg. 64).

Es así como el conflicto armado interno dejó a su paso un escenario de familias incompletas, compuesta en su mayoría sólo por mujeres, niños y algunos casos, ancianos. La responsabilidad de la mujer frente a la ausencia de la figura masculina se manifestó en un proceso donde tuvo que poner a prueba su capacidad de atravesar por un periodo de desamparo y desvalidamiento que al mismo tiempo estuvo vinculado con el duelo que se vivió de forma particular debido a la desaparición de sus esposos o a la muerte brutal de los mismos. Y a pesar de que

"se sabe que costo social del periodo de violencia política recae principalmente en las mujeres indígenas, es imposible dar cuenta del inmenso dolor y sufrimiento que ha tenido lugar en la vida de muchas mujeres, así como del enorme esfuerzo y sacrificio que significa reconstituir sus vidas y restaurar los lazos necesarios" (Henriquez, 2006, pg. 45)

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Además, si bien "la experiencia de ser madre en medio de la violencia del conflicto supuso para las mujeres sentimientos de impotencia e insuficiencia" (CVR, 2003, pg. 89), con "el dolor a cuestas tuvieron que enfrentar solas la lucha por la sobrevivencia familiar, por conseguir el alimento, por asegurar la vivienda, el abrigo, por labrar un futuro para sus hijos" (CVR, 2003, pg. 89). Es en ese momento, donde se da una redefinición del rol de la mujer andina tanto en su relación la familia como en la relación con su comunidad.

Capítulo 2 Secuelas sociales de las mujeres de zonas rurales por el conflicto armado interno en el Perú Durante el conflicto armado interno en el Perú, las familias se vieron desestructuradas, principalmente por la ausencia de la figura masculina en la base familiar y de la comunidad, ya que el hombre andino, de 29 a 40 años, representaba la víctima de violencia mas común durante estos años. La ausencia del hombre significó no sólo el impacto psicológico del cual ya se expuso, sino además reprodujo secuelas sociales que llegaron a cambiar la posición de la mujer en relación con los demás. A continuación se planteará el impacto social del conflicto armado en las mujeres y su relación por una parte con la familia, y por otra con la comunidad. Impacto del conflicto armado interno en mujeres y su relación con la familia. Durante el periodo de conflicto armado, la ausencia del hombre como padre y esposo ya sea por muerte, desaparición o reclutamiento por alguno de los dos bandos protagonistas de la guerra interna, significó un gran cambio en la vida de la mujer andina. Este cambio se dio a través de un proceso de redefinición de su rol como pilar de la familia, que hasta ese momento sólo le pertenecía al hombre. Para entender este proceso, a continuación se explicará el rol de la mujer en la familia antes del conflicto, luego su respuesta ante la ausencia del jefe de la familia y cómo asumen la responsabilidad, además se expondrá los nuevos ámbitos que exploraron dentro de su nuevo rol en la familia y se hará énfasis específicamente en su protagonismo como base de la economía familiar. Tanto el hombre como la mujer de zonas andinas se movían bajo referentes de masculinidad y femeneidad que habían constituido pilares fundamentales para las relaciones

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dentro de la familia y dentro de la comunidad. Sobre la mujer, se puede decir que "la división del trabajo tendía recluir a las mujeres en espacios menos valorados, a menudo invisibilizados y delimitados como «lo domestico» o «lo comunal». Todo esto incide en los modos en que las mujeres elaboran sus proyectos personales y se autovaloran” (Henriquez, 2006, pg. 56). Se debe entender que desde la ideología del campo, componentes como la necesidad del hombre y la mujer unidos para la vida comunal es fundamental para el buen funcionamiento (Henriquez, 2006; CVR, 2003). Es por eso que "el dualismo expresa muy bien la necesidad que una mujer tenga una pareja para ser incluida en la vida, limitando la influencia femenina en la esfera social, por relegarla a la casa y a la esfera reproductiva. El hecho que una mujer se case implica automáticamente el delegar a la contraparte masculina de la pareja la potencialidad social y decisoria en la esfera pública" (Venturoli, 2009, pg. 49). Sin embargo cabe destacar que si bien "es posible hablar de complementariedad en lo que concierne la división del trabajo, no se debe olvidar que existe una jerarquía esencial en esa forma de completarse que prevé una subordinación de la mujer" (Venturoli, 2009, pg. 51). Siendo este el panorama de las relaciones sociales en cuestión de género, al comenzar el periodo de conflicto armado, "la situación de las mujeres en una región considerada como el centro de operaciones de la guerra, se caracterizó por la presencia de relaciones sociales enmarcadas en el sistema patriarcal, con una connotación fuerte de machismo, expresado en la subvaloración de los roles y el aporte de las mujeres en la familia y en la sociedad" (Reynaga, 2008, pg. 25). Sin embargo, a pesar de esta fuerte carga de elementos atribuidos a la mujer que terminaron relegándola a un rol de subordinada en la familia, esta se encontró en el camino, un cambio significativo: la ausencia del jefe de la familia. Según la CVR (2003), mientras el hombre salía a proteger a la comunidad, la mujer andina, al quedarse sola, se tuvo que encargar de todas las tareas que el hombre solía hacer con el objetivo de garantizar el sustento económico de la familia Es necesario mencionar además que en el caso de las mujeres de zonas rurales, "el quedarse sola tiene un significado especial, ya que, socializadas en una cultura donde, las relaciones de ayuda mutua, la reciprocidad y el trabajo de la pareja son la base de la vida en común y los ejes del prestigio y reconocimiento social. En el mundo andino "ser dos" es parte del ser comunero y campesino. En

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este contexto, el quedarse sola tiene un significado diferente a lo que puede ser en otros contextos socioculturales del país" (CVR, 2003, pg. 45)

Es en este momento donde la mujer empieza a percibir el cambio y redefine por necesidad sus responsabilidades. "Al estar en riesgo la subsistencia material y la estabilidad emocional de sus hijos, [las mujeres] se vieron obligadas a asumir, además de sus propias responsabilidades, el liderazgo familiar” (Reynaga, 1988 en Coral, 1990). Las mujeres de zonas andinas empiezan a asumirse como pilar de la familia "obligadas a redefinir y a ampliar sus roles de trabajo: de los roles domésticos tradicionales pasaron a los de producción, representación y gestión, situación que les generó una sobrecarga de tareas y responsabilidades, con el consiguiente agotamiento, seguido del descuido de los hijos en los aspectos formativos y de soporte emocional" (Reynaga, 2008, pg. 45).

La mujer una vez redefinido su rol en la familia, exploró nuevos ámbitos dentro de esta y la comunidad

“la violencia política ha transgredido intereses inmediatos de la mujer: integridad física personal y la de su familia, la unidad familiar, su subsistencia material y la puesta en cuestión de su vida. Pero además, es la mujer que al haberse convertido en el elemento más estable del núcleo familiar, tiene que dar la cara a la violencia y sus efectos, siendo además garantía del sustento familiar" (Coral, 1990).

Específicamente en el ámbito familiar, "entre los nuevos espacios de acción esta los que incursiona como madre y esposa en la búsqueda de familiares, protegiendo a los hijos, entablando relaciones con instituciones policiales y militares, buscando apoyo en organizaciones gubernamentales, etc" (Henriquez, 2006, pg.78). Cabe destacar además que este cambio se vio reflejado en que "el 90% de las mujeres asume una responsabilidad mayor cuando no absoluta de la reproducción social de la familia, no sólo

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por la ausencia de jefe, también porque la conducción, preservación y desarrollo del núcleo familiar, en un contexto altamente destructivo" (Coral, 1990)

Dentro de los ámbitos antes ya referidos, en donde la mujer trascendió su papel de subordinada a protagonista, fue en el ámbito económico. La mujer en este periodo se vio en la necesidad de volverse la base de la economía familiar, "el enfrentamiento del problema económico ha determinado la incorporación masiva de la mujer a las actividad productiva, participando significativamente en la generación del ingreso familiar" (CVR, 2003, pg.124). Además, sobre la desarticulación de la economía familiar, "se ha producido un profundo desequilibrio en la relación ingresos y necesidades de consumo, que supera largamente el existente. La situación se genera por la ausencia del agente principal de producción material y la generación de ingresos (por el jefe de familia) y ruptura de canales y mecanismos de agenciamiento de recurso para consumo" (Coral, 1990, pg.11)

Por una parte, como mujeres sola, también tenían que cumplir con las obligaciones de la familia y la comunidad, “participando en las faenas y cuando las labores agrícolas familiares sobrepasaban la capacidad de las mujeres y de los hijos, recurrían a la ayuda mutua entre viudas” (Reynaga, 2008, pg. 43). Por otro lado, si no era por la vía directamente agrícola, las mujeres tuvieron que buscar la manera de generar ingresos de diferentes formas derivadas de esta actividad: salieron a la calle para vender comida, convirtieron tareas domesticas en fuentes de ingresos (comercio de varios bienes, hilado, artesanía, víveres etc.)" (Coral, 1990, pg. 11). Al termino del conflicto armado interno, "el 42% de las familias vivían exclusivamente gracias a recursos procurados por las mujeres" (Coral, 2005 en Venturoli, 2009, pg. 56). La capacidad de respuesta ante la adversidad y los mecanismos de sobrevivencia que la mujer andina demostró durante el conflicto armado, resultaron en un cambio en la forma de relacionarse con los demás. La necesidad de sobrecoger a su familia no sólo le permitió trascender en su propio rol dentro de esta, sino que la llevaron a buscar un apoyo en la comunidad, implementando un puesto de participación de la mujer antes poco explorada. Es entonces donde su nueva posición dentro de la familia le adjudicó una nueva posición dentro de la comunidad y la relación con ésta cambió. Impacto del conflicto armado interno en mujeres y su relación con la comunidad.

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La mujer de zona rural cambió la manera de relacionarse con los demás a partir del conflicto armado interno. La relación no sólo cambió en cuanto a la familia, sino también con la comunidad. Esta relación, si bien en su mayor parte fue fructífera para la mujer andina, no fue fácil y algunas veces, no fue grata. A continuación se expondrá por una parte una relación con la comunidad un poco conflictiva, pero por otro lado, una relación de cooperación que muchas veces fue la que prevaleció en el tiempo.

Sobre la relación conflictiva de la mujer andina con la comunidad es necesario subrayar que se dio principalmente entre la mujer que fue violentada sexualmente y las demás mujeres de la comunidad. En el libro "Protocolo para la investigación de casos de violación sexual en el conflicto armado interno", se afirma que "las mujeres de la comunidad, hay sentimiento adverso a las mujeres violadas, por una parte sumamente compasivas,

victimizándolas,

y por otro, censurando sus conductas pasadas,

culpabilizándolas. La intención de este sector de la población es que nadie las confunda a ellas con este grupo de mujeres" (Chauca, R, Rivera, C., Romero, B & Valle, T, 2003, pg. 145).

Además, las mujeres violadas sexualmente no sólo fueron segregadas del grupo de mujeres de la comunidad, sino que también se les tenía desconfianza por estar relacionados de alguna forma con sendero luminoso" (CVR, 2003, pg. 232). Es aquí donde "las mujeres victimas de la violencia sexual por los grupos subversivos (RMTA Y SL) fueron vistas como "parte de los grupos subversivos" y por esto eran objeto de humillación, y en ellas se vengaban todo el dolor que estos grupos causaron en la comunidad. Dejarlas de lado era dejar de lado a todo el dolor y el daño que causó este episodio violento.

"Ellas eran vistas no sólo como las terrucas, sino también como

madres, hermanas o hijas de terrucos y, por tanto, objeto de violencia y barbarie" (Henriquez, 2006, pg. 93)

En conclusión, sobre la parte negativa de la relación de la mujer y la comunidad, se puede afirmar que pasó porque

"en muchos casos enfrentaron el rechazo de algunos miembros de su comunidad. Como los huérfanos, las viudas son la huella viva de lo que la comunidad quisiera

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olvidar y muchas veces suscitan respuestas o reacciones ambivalentes. Al dolor por su viudez se añade el sufrimiento por ser objeto de estigmatización, a veces de marginación" (CVR, 2003, pg. 167).

Sin embargo, a través del periodo de conflicto, el panorama para la mujer en su relación con la comunidad cambió y se convirtió en una relación de cooperación comunal para atravesar los desafíos impuestos por la ausencia del hombre.

Por otra parte, la relación cooperativa de la comunidad se da como respuesta al rol redefinido de la mujer ya que tuvo una trascendencia no sólo a nivel familiar, sino a nivel de comunidad. Las mujeres tuvieron que afrontar gran parte de la tarea que desempeñaba el hombre en la familia, y este proceso de mayor presencia femenina, "se produjo de manera acelerada, con carácter compulsivo, una incorporación caótica [al ámbito social y político que sólo era parte la población masculina] " (Coral, 1990, pg.12), es por eso que “las nuevas condiciones generadas plantean nuevos retos para la mujer, y por ser ella el elemento más estable de la comunidad, debe enfrentar el conjunto de la problemáticas como condición para garantizar la subsistencia" (Coral, 1990, pg. 13)

Desde el ámbito económico, la importancia de resaltar su nueva posición en el ámbito comunal se da porque "la mujer ha comprendido que ante la profundidad de su problemática, las salidas individuales son insuficientes, que la canalización de éstos se define en el espacio público, en la búsqueda de respuestas globales y colectivas” (Coral, 1990, pg.9). Es decir, la mujer no podía componer el pilar de la estructura familiar si no buscaba vías para ayudarse a través de la comunidad. Es por eso que "como las alternativas (de subsistir), casi individuales, resultaron insuficientes para garantizar y la reproducción material y social de la familia, por iniciativa propia y/o influencia externa y aprovechando

recursos

ofertados,

la

mujer

desarrolló

alternativas

colectivas

implementando comedores populares, programas del vaso de leche, talleres productivos, huertos comunales. Quedado así ubicado el problema doméstico también en el espacio público" (Coral, 1990, pg. 13)

Por otro lado, "La mujer en su larga historia de marginación y dominación ha acumulado una gran capacidad de respuesta durante el conflicto armado, no sólo ha

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demostrado mayor capacidad de resistencia, sino también de iniciativa y creatividad para levantar alternativas en condiciones tan adversas" (Coral, 1990, pg. 7) ya que tradicionalmente, "tanto las mujeres como los varones trabajan la tierra y son considerados "miembros de la comunidad" aunque la participación en las decisiones recae en el varón, que representa a la familia. Por ello, ante la ausencia del varón, las viudas pueden representar a la familia" (Henriquez, 2006, pg. 78) Es por eso que desde el ámbito representativo,

"las mujeres asumieron creativamente los desafíos. Ni las limitaciones educativas, ni el idioma, ni la inexperiencia, fueron obstáculos para asumir nuevas responsabilidades y realizar gestiones a nivel de las instituciones públicas y privadas, para casos de atención de necesidades o denuncias de violaciones de los derechos humanos, en casos de masacres y arrasamientos" (Venturoli 2009, pg. 58).

Además, las situaciones de riesgo y vulnerabilidad, motivaron a las mujeres a salir del espacio privado al público y a ejercer su derecho ciudadano, pero en condiciones difíciles. La asimilación de esa experiencia y su participación en organizaciones de mujeres, les ha dado lugar para que ahora muchas mujeres asuman cargos dirigenciales en las distintas organizaciones de la comunidad, incluidas las responsabilidades de gestión municipal a nivel de los distritos (Reynaga, 2008).

Además, de la participación en espacios económicos y representativos, la mujer andina también encontró participación en espacios antes asignados únicamente a varones: protegían en grupo a la comunidad en una suerte de rondas, intervenían en decisiones comunales y proponían ideas para su desarrollo, además de buscar vías de reafirmación de su condición de mujer y de ciudadana peruana (Henriquez, 2006). Si bien el proceso de redefinir la relación de la mujer tanto con su familia como con la comunidad tuvo varios obstáculos por resolver, ésta logró reafirmarse -como jamás lo había hecho antes- como actor co-protagonista del hombre en las relaciones sociales que vivir en la comunidad establece. Es así como el periodo de conflicto armado no sólo

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fue un obstáculo para las mujeres ahondando negativamente en su mundo interno y en su relación con los demás, sino que significó un desafió psicológico y social que llegó a convertirse en una posibilidad de un cambio radical con efectos positivos para ellas y las nuevas generaciones

Conclusiones Luego de realizado el trabajo se concluye que 1. La población femenina de zonas rurales ha sido víctimas de violencia a través del tiempo, lo cual empeoró y se agudizó en tiempos del conflicto armado. La violencia hacia la mujer sólo cambio de agente perpetrador, no fue un cambio de dinámica en la comunidad. 2. No es casualidad que los departamentos que sufrieron más violencia debido al conflicto armado, sean los mismos que figuraron en los ochenta y siguen figurando actualmente como los más pobres del Perú. Para que no se vuelva a vivir de nuevo la historia, es necesario que el Estado tome medidas más inclusivas para el beneficio de la población andina y se pueda descentralizar el poder. Además, reforzar las relaciones con las autoridades de cada departamento para resolver problemas a corto y mediano plazo mediante los espacios de conversación que sean necesarios. 3. La mujer de zonas rurales tuvo la capacidad de encontrar mecanismos de subsistencia frente a periodos de emergencia como fue el conflicto armado interno en los años ochenta. Esto nos demuestra que ellas mismas demostraron ser igual de imprescindibles que los hombres y dignas de estar en un nivel co-operativo con el hombre en ámbitos económicos, educativos y/o políticos dentro de un ambiente comunitario 4. La historia del conflicto armado, y en especial, el impacto psicosocial no sólo en mujeres, sino en general en la población andina, debe ser difundida como parte de la historia oficial de la Nación. Su sufrimiento no puede haber sido en vano y mucho menos, en silenciado. 5. Se debe plantear un plan de salud mental en momentos de emergencia como lo fue el conflicto armado, ya que como anteriormente se ha expuesto, las secuelas

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psicológicas no sólo repercuten en la vida de las mismas personas, sino en su relación con los demás. Además, a pesar del tiempo, actualmente muchas de estas mujeres no han superado el episodio traumático. Es así como su pasado no deja vivir su presente ni deja concebir el futuro. En su conjunto, la población no puede avanzar y el Estado debe ser el responsable de brindar herramientas para el tratamiento y superación del trauma.

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