TALLER DE ESCRITURA CREATIVA. PEP BRUNO

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TALLER DE ESCRITURA CREATIVA DISPARADOR DE LA FANTASÍA: EL JUEGO, CUENTO DE PEP BRUNO


ÍNDICE CUENTO ORIGINAL DEL AUTOR http://palabrasdelcandil.blogspot.com/2010/06/cosas-que-pasan.html

ALUMNOS DE 1º ESO Jesús Alarcón Sendarrubias………………………………………….…..2 Bilal El Ayachi………………………………………………………….…3 María Espinosa Álvarez…………………………………………….….…4 Jorge Fernández Sendarrubias……………………………………..……5 María Fúnez Romero………………………………………………..……6 Íker Martín Expósito………………………………………………..……8 Claudia Moya Santos………………………………………………..……9 Mari Carmen Nevado Moreno……………..……………………...……10 Rebeca Ortiz Serrano…………………………………………………....11 Sergio Rodríguez Espinosa…………………………………………...…12 Marina Ruiz Morales………………………………………………...….13 Raúl Usero Cortecero……………………………………………………14 Virginia Villanueva Viñas……………………………………………….15 ALUMNOS 3º PMAR Iker Álvarez Morales…………………………………………...……….16 Álvaro Carrasco Naranjo……………………………………………….17 Mohammed El Ayachi…………………………………………………...18 José Mañas Callejas……………………………………………………..19 Ismael Martínez Martín…………………………………………………20 Jesús Morales Moreno………………………………..……………...….21 Luis Andrei Ruis Vasiliu……………………….………………………..22 Lorena Vela Palomo………………………….………………………….23

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Me escondía por todos los rincones de la casa: debajo de las camas, en el sótano, en el garaje, en la despensa, hasta en los muebles de mi habitación. ¡Ahí y en el jardín! Tenía la costumbre de jugar con mi hermano, pero un día se marchó fuera para estudiar; desde entonces, me escondo yo solo por toda la casa hasta que me canso. Un día mi madre tuvo un bebé, se llamaba Luis. Jugábamos al cucú-tras. Hasta que creció y creció. Cuando tenía cuatro añitos, jugamos por primera vez al escondite. Era un día soleado, decidí empezar a enseñarle como se jugaba. A la media hora, ya sabía todas las reglas. Me la quedaba yo, Luis iba corriendo a esconderse por cualquier rincón de la casa. Terminé de contar y empecé a buscarlo por toda la casa. ¡No lo encontraba! Después de un buen rato, dije en alto: “Luis” y no respondía. Yo, asustado, llamé a mi madre y le dije lo que había pasado. Y me dijo que íbamos a buscarlo. Después de un buen rato, mi madre se desesperó. ¡Iba a llamar a la policía! Me hacía pis, fui al baño y... ¡Estaba dormido en la bañera!

Jesús Alarcón Sendarrubias 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Nos divertíamos un montón; los chicos se escondían donde querían; además, teníamos un pequeño parque; ahí era difícil que te pillasen. Un viernes por la tarde, estaba jugando con Juan, Marta, Carlos, Luis y Violeta al escondite; a Juan le tocaba contar; mientas los demás se dispersaron, yo fui al parque y me escondí dentro del tobogán, y me asombré: había encontrado un libro. Se titulaba El juego; parecía interesante; así que lo guardé detrás de un arbusto y me escondí. Cuando volví al parque, cogí el libro y fui corriendo a casa. Al abrirlo, había una nota en la que ponía: “El tiempo es oro cuando estás solo, pero es diamante cuando estás con personas que quieres. Aprovéchalo”. No le hice mucho caso. Al pasar unos días, terminé de leer el libro y aprendí que todo lo vemos, lo vemos porque nos importa.

Bilal El Ayachi 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Llevaba viviendo un tiempo en la casa de mi tío, al que no quería ver porque lo culpaba de la muerte de mis padres. Como todavía no sabía situarme por la casa, cada día me escondía en un lugar diferente: en los armarios, detrás de las escaleras… Hasta que me escondí en la sala más curiosa que encontré. Tenía una cama y un armario, el cual me resultó familiar, por lo que decidí esconderme ahí. Cuando salí, ya no me encontraba en aquella sal, sino en un bosque lleno de nieve. Yo estaba muy perdida y no sabía qué hacer, por lo que comencé a caminar hasta que escuché el ruido de un carruaje en el que viajaba una bella señora de cabellos dorados, con unos ojos azules tan intensos que resplandecían como diamantes. La señora, con una voz dulce, me invitó a subir. Yo hipnotizada por sus ojos, me subí al carruaje, el cual llegó a un hermoso palacio de hielo. La señora me propuso que me quedase, ya que no tenía ningún sitio a donde ir y me dijo que me enseñaría el arte de la hipnosis. A cambio, cuando llegase el día adecuado, tendría que hacerle un favor. Pasaron dos años y cada día la veía más enojada, aunque a mí me alimentaba y me daba clases de hipnosis adecuadamente. Así, hasta que un día me dijo: “¡Ya estás preparada!” Después me condujo a donde todo había empezado, al bosque, donde me había transportado el armario. Ella me dijo que debía hipnotizarla, para romper ese portal que llevaba a casa de mi tío, puesto que no podía romperlo si no la hipnotizaba. Yo estaba dispuesta y, cuando estaba hipnotizándola, escuché unas voces familiares que decían: “¡No lo hagas, Para!” Yo me detuve. Me quedé paralizada, al darme cuenta de que aquellas voces pertenecían a las de mis padres. Pude ver que eran ellos y observé que tenían las manos y los rostros ensangrentados. Al detenerme, la señora dijo: “¿Cómo es posible? ¡Deberíais estar muertos!” De repente, yo entendí la situación. No sé qué me ocurrió exactamente, pero fue como si algo sobrenatural se hubiese apoderado de mí: “Mi tío no había tenido la culpa de aquel accidente, sino que había sido ella; pero: ¿para qué?” De repente, todos sus pensamientos vinieron a mi mente: ella había provocado ese accidente porque era una asesina en serie; lo hizo para evitar que ellos lo sacaran todo a la luz. Ella era la culpable de más asesinatos. Debía destruir aquel portal que llevaba a otra dimensión. Me enfurecí como no lo habían hecho nunca y la derroté. Pero yo ya no era esa niña normal, sino que ahora me había convertido en un ser espeluznante, que debía permanecer allí. Así que cogí a mis padres y los conduje hasta el otro lado del portal y lo destruí. Yo me quedé en el bosque, ya que el monstruo en el que me había convertido no podía ir a la Tierra, porque arrasaría con todo. María Espinosa Álvarez 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme, pero lo único que me hacía sentir seguro; mientras la vida pasaba, yo seguía escondido en ese rincón del armario; no me gustaba salir hasta que mi madre llegaba a casa y se ponía de los nervios buscándome. Pero no siempre me escondía en ese rincón; siempre que estaba fuera de casa, y veía esa enorme sombra, corría a esconderme donde pillara y así pasaban horas y horas. Pero esto no era tan fácil, poco a poco la cosa empeoró. Tanto los profesores como mis padres estaban desesperados. Tanto, que me caía un buen castigo, siempre que me pillaban. Hasta que un día, cansado de esta situación, decidí enfrentarme con esa sombra, que tanto tiempo había hecho que estuviera escondido durante horas. Llegó el día, llamé a mi vecino Adolfo, le dije que necesitaba volver al sitio en que todo empezó y así comenzó de nuevo la aventura. Los dos pusimos rumbo a esa casa abandonada de la esquina; estaba seguro de que esa sombra me perseguía por ir a molestarla a su casa. La sombra entendió que fuimos a pedir disculpas, porque nunca más volvió a perseguirme y yo dejé de jugar a esconderme.

Jorge Fernández Sendarrubias 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme, esconderme de mis compañeros que me pegaban, me insultaban y me hacían cosas muy feas. Un día venía yo del cole y mis compañeros venían detrás. Uno de ellos me dijo: ¿Quieres jugar al escondite? Yo, feliz, dije que sí. Yo fui el que me escondí, pero nunca fueron a buscarme. A mí ya me parecía extraño que quisieran jugar conmigo. Cuando llegué a casa, estaba muy triste, porque me despreciaron de esa manera y porque me había sacado mala nota. Al día siguiente, en el recreo, yo me escondía para que no me vieran ni dijeran nada. Ellos me empezaron a buscar, pero no me encontraron. Me escondí detrás de un árbol. Ellos estaban muy pendientes de localizarme, pero no había ni rastro de mí. Nunca se lo he dicho a ningún familiar o profesor por miedo, por vergüenza de que se rieran de mí, porque no me sabía defender. Cuando llegué a mi casa, estaba mi madre. Ella si me hacía sentir bien y es en la que puedo confiar. Ella me comprende, pero tampoco le hablé de eso. Ella está afuera trabajando como un burro para que tengamos comida y ropa. Estoy muy poco tiempo con ella hasta que un día me dijo: “¿Quieres jugar a algo?” –Ya que no pasamos tiempo juntos-. “¿Quieres jugar al escondite?” Yo me paré a pensar lo que hicieron ellos y dijo: “¡NOO! ¡YO NO VOY A JUGAR A COSAS DE BEBÉS!” Y me fui a mi cuarto y eché el pestillo, Mi madre se puso triste y fue a ver qué me pasaba; ella tocó a la puerta y dijo: “¿Podemos hablar?” Yo, en ese momento, pensé que era la única persona en la que podía confiar. Dije: “Está bien”. Y abrí la puerta. Entonces me di cuenta de que el odio que esa gente me producía se lo había mostrado a mi madre. Yo suspiré y dije: “¡Perdón! – Perdón por ser tan idiota y no darme cuenta de que tú has sido la única persona que me ha apoyado hasta el momento. Ella, con varias lágrimas que le recorrían el rostro, dijo: “No lo sientas, yo te voy a seguir apoyando siempre, aunque no esté a diario contigo, pero recuerda que nunca jamás te voy a dejar solo. Y ahora, cuéntame lo que te pasa. Yo, con todos los detalles, le dije lo que pasaba. Ella se quedó muy sorprendida, al escuchar todas las groserías que me decían y todo lo que me hacían. Por eso comenzó a llorar de nuevo; más tarde, se lo comenté a la profesora y a mi madre. Y, al final, me dejaron de insultar, pegar y hasta terminé jugando con ellos. Reflexión No importa que no seas guapo, que seas pequeño, feo; tú, si tienes buen corazón, lo demás no importa. No hagas caso de lo que te digan, y, sobre todo, no cambies por personas que no valen la pena. Los acosadores expresan su odio a las personas débiles. Y busca alguna persona que te entienda, que te haga sentir bien y cuenta todo lo que te pasa y esa

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persona te ayudará. Díselo al profesor, a tus padres, a tu familia, pero nunca te calles, hagan lo que hagan. Si te callas, no se resolverá.

María Fúnez Romero 1º ESO A

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EL JUEGO DE JUAN Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Este juego consistía en esconderse de todo el mundo que se le acercaba. Esto empezó una mañana de lunes en la que no le apetecía levantarse; todo eso sucedió porque el día anterior jugó con sus amigos al escondite y él tuvo la mala suerte de pasar una experiencia desagradable. Juan jugaba con su hermano Pepe, su primo Anastasio y su mejor amigo, José Antonio. Él nunca había jugado y estaba impaciente por poder ganar; cuando empezó la partida, se la quedaba su amigo Anastasio; él se quiso esconder lo mejor posible hasta llegar al punto de que nadie podía encontrarlo; él se hallaba en un agujero en la pared, tapado por una piedra que él mismo había colocado. Sus amigos no eran capaces de encontrarlo; sus familiares tampoco, hasta el punto de llamar a la policía. La policía pasó horas y horas buscándolo hasta que utilizaron a un perro llamado Cirulays. Este olisqueó algo en la pared, algo que le parecía familiar; entonces, la policía movió la piedra y se encontró al chico llorando, con las manos rojas de empujar.

Iker Martín Expósito 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Todo esto ocurrió cuando visitamos la casa de mis abuelos en verano. La casa está situada a las afueras del pueblo, rodeada de un bosque. Hay una cabaña que utilizaban como trastero. Al entrar a la cabaña había bastante desorden; sin querer, pisé una tabla y se rompió; al sacar el pie, descubrí que debajo estaba hueco; seguí quitando tablas y di con una puerta. Al asomarme, vi unas escaleras; saqué mi móvil del bolsillo y comencé a bajarlas. Había un pasillo bastante estrecho; comencé a caminar y llegué a otra puerta, no estaba cerrada. Al abrirla, había una habitación con varias puertas; al dirigirme a una de ellas, comprobé que no tenía salida; me acerqué a otra y comprobé que tampoco tenía salida; solamente quedaba otra puerta por abrir; me acerqué, la abrí y llegué a una plaza de un pueblo medieval. Me quedé totalmente sorprendido. La gente pasaba a mi lado sin verme. No me lo podía creer. Estuve andando por la plaza, viendo los puestos del mercado. Ya sabía cómo iba a pasar muchos días de estas vacaciones de verano. Volví otra vez a la puerta por donde había entrado. Al salir de la cabaña, no me esperaba lo que vi. Había policías por todos sitios; mis padres hablaban con ellos; me asusté, no sabía qué pasaba. Al verme mis padres, echaron a correr hacia mí, me abrazaron, me preguntaron dónde había estado estos últimos dos días.

Claudia Moya Santos 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Un día me escondí debajo de la mesa, pero enseguida me encontraron. Entonces decidí que otro día buscaría para esconderme un sitio en el que a mis padres y a mi hermano les fuese mucho más difícil encontrarme. Pensando durante muchos días, decidí esconderme dentro de un armario, que estaba en el sótano de mi casa. Allí había muchos trastos, y pensé que ese lugar era perfecto para esconderme. Un día, mientras mis padres estaban hablando con un vecino, bajé al sótano y me metí dentro del armario Cuando terminaron de hablar con el vecino y se dieron cuenta de que yo no estaba, empezaron a llamarme, pero yo no contestaba. Desde mi escondite escuchaba como me buscaban por toda la casa, pero yo seguía quiero sin decir una palabra. Escuché como bajaban las escaleras que llevaban al sótano, como movían todos los trastos y como abrieron la puerta del armario en el que yo estaba. Entonces, los vi, pero ellos a mí, no; pues yo estaba detrás de unas perchas en las que había colgadas prendas de ropa vieja. Cuando cerraron la puerta del armario y ya iban a salir del sótano, decidí salir. Cuando ellos me vieron, me abrazaron y me dijeron que nunca más volviese a esconderme, pues se habían llevado un gran susto. Yo les prometí que nunca más volvería a hacerlo.

Mari Carmen Nevado Moreno 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme, porque quería jugar a que mis padres me buscaran. Al rato de esconderme, las voces retumbaban en mi cabeza; no las soportaba; entonces, de pronto, escuché un portazo. En ese momento presentí que alguno de mis padres se había ido. Luego, por la noche, alguien llegó al cuarto llorando; supuse que era mi madre y, por tanto, el que se había marchado sería mi padre. Quise salir para darle una sorpresa y animarla un poco. Al salir, me di cuenta de que el baúl estaba cerrado. Oí la exclamación de mi madre y, cuando mi madre abrió el baúl, me encontró ahí. Dijo: “¡Juan, hijo!”. Me abrazó muy fuerte y le dije: “Mamá, ¿qué ha pasado con papá?” Y ella dijo: “¡Hijo, tu padre y yo nos vamos a separar y yo no te voy a poder mantener y tendrás que irte a vivir con tu padre a Barcelona!” Cuando mi madre me dijo eso, la obedecí y preparé mi maleta. A las pocas horas, mi padre fue a por mí; me despedí de ella. Hoy, ya han pasado dos años, y desde entonces no he sido el mismo niño. Tengo siete años, he madurado muy pronto y todavía no he vuelto a ver a mi madre, pero sí nos escribimos por carta. Aunque mi padre y mi madre hayan rehecho sus vidas, yo todavía sigo pensando en volver a estar todos juntos y en familia.

Rebeca Ortiz Serrano 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. A este juego jugábamos siempre en mi clase, todos los días en el recreo. Un día en el campo, con mis amigos, nos pusimos también a jugar al escondite; me escondí detrás de un árbol, pero de repente, zas, me pincharon en el cuello y me dormí. Me desperté en una camilla, atado y bocabajo; entonces noté que me fallaba el cuerpo y me enteré de que me estaban operando. Diez horas después, me dejaron en una habitación con un militar a los pies de mi ama y me contó que había sido reclutado por el ejército. Me explicó lo del secuestro y lo de la operación y me dijeron que me habían perfeccionado y que ahora era perfecto. Me enviaron a muchas misiones, pero algo era raro. Con el tiempo descubrí que no era el ejército, sino una organización nazi. Un día me escapé y en vez de ir a las autoridades, me propuse eliminar la organización yo solo. Yo no era el único mejorado; así que tenía que debilitarlos a todos. Antes de entrar, me quité el chip de control para que no me localizasen. Me metí en el puesto de control, pero descubrí que para derrotar a los mejorados necesitaba ir a la torre de control. Una vez ahí, me libré de todos los trabajadores y guardas de seguridad. Jaqueé los sistemas. A los diez minutos tenía el control de los mejorados y les ordené que destruyeran las bases; pero entonces se oyó un gran estruendo y era un misil nuclear; corrí hacia él y cogí una cuerda, la até al cohete y con fuerza tiré. El misil explotó; no hubo herido; yo caí a un lago. Y así es como salvé al mundo. Sergio Rodríguez Espinosa 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Todo empezó en el recreo del colegio, cuando mis amigos y yo empezamos a jugar. Cuando íbamos cogiendo el tranquillo al juego se nos iba haciendo más aburrido. Entonces empezamos a poner retos a quien perdía; los retos iban siendo más peligrosos hasta aquel día. Era una mañana tranquila; toda la clase estaba llena y había un olor un poco raro; pero, por lo demás, estaba todo bien. Cuando acabaron las clases, a Óscar le tocó hacer el reto; a la salida, cuando fue a hacerlo, lo perdimos. Su madre nos llamó, diciendo que no había llegado a casa y le dijimos que había ido a hacer un reto. Pasaron los días, las semanas y Óscar no aparecía. Cuando pasó un año, encontraron sus restos en el río. Todo el pueblo estuvo muy triste, ya que habíamos perdido a un amigo, una gran persona. Mis amigos y yo, debido a la tragedia, dejamos de jugar. Aún seguimos recordando a Óscar y evitamos hablar del juego para que nadie corra más peligro.

Marina Ruiz Morales 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Yo me levantaba, iba al colegio, ayudaba en casa y estudiaba. Me divertía con mis amigos y tenía el sueño de ser futbolista. Hasta que un día, cuando iba de vuelta a casa de jugar en una calle oscura, una persona, que no había visto nunca, me dio un susto y corrí a casa y me escondí. Desde ese día, sentía que esa persona me perseguía y resolvía mi miedo jugando al juego del escondite. Cuando me sentía seguro, salía de mi escondite para asegurarme de que no había nadie a mi alrededor. Poco a poco mis amigos me fueron dejando de lado porque decían que era un niño raro, pero ellos no sabían que yo lo hacía por miedo. Mi profesor empezó a darse cuenta de lo que me estaba sucediendo y un día me pidió que me quedase al salir de clase, debido a que no entendía por qué estaba siempre escondido. Yo le expliqué que tenía miedo porque sentía que alguien me perseguía y entonces me dijo que llamaría a mis padres y al día siguiente nos reunimos todos. Yo, cuando les conté a mis padres lo que me sucedía y la persona que era, ellos me dijeron que no tenía que tener miedo, porque era un gran amigo de mi padre. Desde entonces, aprendí que tenía que contar lo que me sucedía a los mayores y no volví a tener miedo. Mis amigos, al ver que ya no tenía un comportamiento raro, se volvieron a juntar conmigo y tuve una vida normal.

Raúl Usero Cortecero 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme... Al principio me pareció un juego, pero, poco a poco y sin darme cuenta, se fue convirtiendo en una cosa normal para mí en mi vida. Todo empezó cuando yo era un niño, con el tiempo me di cuenta de que lo que antes me gustaba y me parecía divertido me había hecho perder un tiempo precioso y que ya no iba a volver. Todas esas amistades que había tenido de toda la vida y las que había hecho nuevas durante mi juventud, hasta que no llegué a ese punto no me di cuenta de que todo se había ido despacio y yo lo descubrí en tan solo unos pocos minutos. Lo peor de todo no fue eso, sino que, reflexionando y meditando sobre lo ocurrido, me enteré de que yo podría haber parado lo que estaba sucediendo y no lo hice, porque no era capaz de abrir los ojos y ya lo veía como una cosa más en la rutina de mi vida.

Virginia Villanueva Viñas 1º ESO A

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Al principio no sabía jugar a ese juego, pero encontré un libro donde decían cómo jugar. Tenías que decir una frase que decía: “Aquí no volverás” y te teletransportabas en otra dimensión. Al día siguiente, cuando todos estaban comiendo, yo me fui a mi habitación, cogí el libro y dije la frase. Fui teletransportado a un mundo donde no había leyes, donde todo el mundo hacía lo que se le antojase. Yo, al principio, pensaba que era el infierno, pero luego me di cuenta de que era imposible que fuera el infierno. Me encontré con un sabio anciano que me dijo dónde me había metido; era nada más ni nada menos que el mundo de los muertos. Estaba asustado; le dije que si se podía salir de allí y me dijo: “Solo hay una forma, pero es muy complicado llegar al final”; me dio un mapa y comencé mi camino. Había cinco niveles. El primero era ganar a una bruja a piedra, papel o tijera; lo superé; el segundo era alcanzar una meta antes que un pero que corría mucho; este casi no lo supero. El tercero era conseguir una caja con un mapa. Faltaban los dos últimos niveles. Se iba complicando. El cuarto era dar diez vueltas a un campo de fútbol en tres minutos; solo me sobró un segundo. El último era el más difícil: a un lado, mi abuelo y al otro lado, mi novia; tenía que matar solo a uno, pero era muy difícil decidir. Al final, decidí matarme yo. Sobresalté de la cama. Todo había sido un sueño y el juego nunca existió.

Iker Álvarez Morales 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Era un niño de altura media, rubio y con ojos marrones, pero a veces se le ponen rojos. Era un día tranquilo en casa de Bartolo; estaba con sus amigos: el Mona, el Rata y el Cabezón, sus mejores amigos; y dijo el Rata de jugar al escondite. Bartolo aceptó, ya que nunca había jugado. Él llevaba diez minutos escondido cuando se dio cuenta de una cosa, que el lo pasaba mejor solo que con un millón de personas. El muchacho decidió que ya sabía lo que quería hacer en su vida. Bartolo, gracias a lo que pasó ese día, es cuentista y no volvió a hablar ni a tocar a nadie; pero Bartolo se hizo muy famoso por escribir libros de lo que él sintió en ese día del escondite.

Álvaro Carrasco Naranjo 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Ese juego consistía en que, al esconderme, pasaban cosas alucinantes; aparecía una sombra negra, no sabía lo que era; esa sombra solo pasaba cada vez que yo me escondía en algún lugar de la casa o de la calle; mientras me escondía, la sombra salía; hasta le puse nombre a la sombra; se llamaba Lucifer; cuando salía Lucifer, decía: “Mohammed, me gusta este juego. Te voy a encontrar”. Yo no sabía cómo tomármelo, si a risa o a miedo. Unos días más tarde, me volvía a esconder, pero esta vez puse una cámara para ver quién era en realidad. Yo no sabía quién era y, por eso, puse una cámara grabando en mi habitación. Veintisiete minutos más tarde, Lucifer desapareció y yo salí corriendo a ver la cámara y me entretuve intentando saber cómo funcionaba, pero no fui capaz. Se la llevé a Casto y se puso a reír. Le dije: “¿De qué te ríes, Casto? Y me contestó: “¡Tú eres tonto, no has encendido la cámara!” Y yo me quedé con una cara… Casto me dijo cómo se encendía y yo me quedé con la copla. Cuando llegué a mi casa, la puse; claro, la encendí y me escondí y salió Lucifer. Me dijo lo mismo de antes: “Mohammed, me gusta este juego. Te voy a encontrar”; pero esta vez me encontró; era el demonio Lucifer y me mandó un mensaje. Me dijo: “¡Me ha dicho tu abuela que seas bueno y no seas como ella, que, si no, acabarás en el INFIERNO!

Mohammed el Ayachi 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz, yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Me escondía de mi tío Pepe. Yo soy José y Pepe es mi tío. Ayer me dijo que le tenía que ayudar a hacer unas cosas. El móvil no paró de sonar en toda la tarde, pero yo sabía que era mi tío, porque había quedado con él. Mi tío estaba en una calle, enfrente de la taberna de Juan. Yo iba dando un paseo con mi perro Iker y, de repente, vi a mi tío y me escondí detrás de una casa, enfrente de él. Y mi tío dijo: “No que quedé ayer con mi sobrino para que me ayudara a hacer unas cosas y no se presentó el muy sinvergüenza”. Y le dijo Juan, el dueño del bar: “Yo lo vi pasar a las 5:39 solo”. Yo estaba un poco asustado, porque nunca había visto a mi tío así de cabreado. No sabía qué hacer: si salir o quedarme ahí. Un abuelo apareció en el portal y me dijo: ¡Niño, fuera de aquí, asqueroso, que se ha meado el perro! Y a mí ya no me quedó otra que salir. Mi tío me vio y me dijo: “Ven, sinvergüenza, que eres un sinvergüenza. ¿Te parece bonito lo que hiciste ayer, que dejaste tirado a tu tío? ¡Para mí ya has terminado!” Yo empecé a llorar y mi tío me dijo: “A mí no me valen cuatro lágrimas asquerosas.” Mi tío estaba bien cabreado y siguió diciendo: “¡Vete de aquí, que no te vean mis ojos, tira! Y yo me escondí de eso, porque no quería que me viese mi tío Pepe.

José Mañas Callejas 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. A partir de ese momento, nada volvió a ser como antes. ¿Que por qué me escondía? Motivos hay varios, pero hay algunos que tienen más importancia que otros. Podría mentir y decir que me escondía de los compañeros de clase, o incluso de la policía, pero el caso es que la realidad es otra. Ese día, en clase, me preguntaron los profesores por qué llegaba tarde siempre, y por evitar dar explicaciones me quedé callado. Por ignorar a la profesora, me puso un parte y ahí fue cuando sentí el verdadero terror. Mis padres se querían mucho, pero eran totalmente diferentes. Mi madre me apoyaba en todo y era cariñosa. Mi padre pasaba de mí y me pegaba. Cuando el parte llegó a casa, mi padre lo vio y me llamó al móvil. −

“Víctor, ¿qué es esto? ¿Así que ignorando a la profesora? Cuando llegues a casa, te voy a enseñar modales.” Y colgó. Cuando llegué, me pegó la paliza de mi vida y yo me sentí fatal. La mañana siguiente salí de clase y mi padre me volvió a llamar.

“Víctor, te han expulsado por el parte de ayer.” Ahí decidí que, al volver a casa, comería y me iría al callejón de la Juli, el único lugar donde mi padre no iría.

Me escondía por miedo a mi propio padre. Ante el maltrato infantil, no te quedes callado. ¡Solo tú puedes cambiar tu vida! ¡Hazlo! ¡La vida no es un juego!

Ismael Martínez Martín 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Me escondía de la gente, de las aglomeraciones, de las fiestas y de todo lo social; me sentía muy incómodo en estas situaciones. Buscando respuestas al porqué de esta actitud, me encontré con muchas dificultades y obstáculos que me impedían mejorar. Sentía como si nada fuese conmigo o como si estuviera apartado de la situación. Tenía la sensación de que dejaba escapar oportunidades que no volverían. Pero llegó el día en el que pasando por aquella acera que tanto recuerdo, me encontré con la persona que hoy más quiero. Tú que cambiaste mi vida y que me has hecho mejor persona, que el día de mañana tendremos nuestra propia familia, que me has hecho valorar a las personas que más amo y que me has enseñado que en las grandes tormentas siempre hay luz. Por eso, ¡GRACIAS!

Jesús Morales Moreno 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Yo me escondí en un armario y había una palanca; me salí del armario y me fui corriendo al salón. No se lo dije a nadie. Al día siguiente, estaba pensando en la palanca y no sabía lo que hacer. Hasta que un día me atreví a abrirla. Me metí en el armario, bajé la palanca, bajó un ascensor y llegué a una guarida de agentes, eran detectives. No sabía lo que hacer. Me dijeron ellos que pasara; me dieron un traje de detective y me puse a investigar casos. Había muchos casos, de interrogatorios, etc. Eran casos difíciles para mí; entonces me fui al armario, salí, se lo dije a un amigo para que me ayudara a ser detective; le enseñé la guarida y se lo dijeron a más gente; vinieron; el armario estaba petado de gente. Hasta que de repente, me desperté y dije: −

¡Qué sueño más!

Luis Andrei Ruiz Vasiliu 3º PMAR

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EL JUEGO Antes de que las cosas tomaran este cariz yo era un niño normal: soñaba como todos, reía como todos, refunfuñaba como todos. Hasta que me dio por el juego de esconderme. Descubrí ese Juego para huir de la gente y estar en solitario. La gente se metía conmigo; me decían cosas y me humillaban. No quería salir de mi habitación ni tampoco de mi casa. Cuando iba al instituto de vez en cuando, no prestaba atención a las clases, tampoco hacía los deberes ni estudiaba. Aquello, todo era un infierno para mí o eso me parecía. Algo raro me pasaba porque todo el mundo se metía conmigo. Una de dos: o era feo y vestía mal o alguna enfermedad tenía y no lo sabía. Yo no quería hablar con nadie. Siempre estaba apartado de todo el mundo. No quería decir nada a nadie. Pero una enfermedad tenía y nadie lo sabía ni incluso mis padres lo sabían. Creo que tengo la enfermedad del bullying, porque todo el mundo se metía conmigo y me dejaba solo, apartado de todo el mundo.

Lorena Vela Palomo 3º PMAR

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