El sentido del trabajo Por ley natural, el ser humano debe crecer, pero a diferencia de los demás seres vivos, tiene el privilegio de saberlo y precisar el modo de llevarlo a cabo a través de la profesión escogida. El encuentro con otras personas a lo largo de los años, configura nuestra vida según la experiencia y las exigencias de nuestra realidad personal, de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser. Esta “llamada” es nuestra vocación y nuestra misión. El sentido del trabajo se configura como una actividad a desarrollar en el mundo, donde el hombre aparece realizando su profunda vocación de un ser llamado a perfeccionarse a través de su actividad en el mundo laboral. Pero ese camino hacia la perfección es distinto en cada uno y debemos definirlo según nuestras propias capacidades e intereses. En este sentido, el trabajo dependerá de lo que cada uno pretenda ser como persona. No debemos olvidar que el trabajo es un medio que nos ayuda a llegar a esta perfección, al desarrollo de nuestras capacidades personales. Por eso cada persona se va haciendo a sí misma cuando trabaja. Un trabajo bien hecho implica un hacernos bien a nosotros mismos. El sentido de nuestra vida se desarrolla y se adquiere cuando cumplimos el deber de elegir en virtud del ideal verdadero de nuestra existencia, cuya realización profesional se ve reflejada en la vocación. Cuando nuestras decisiones, nuestros hábitos y nuestros actos se orientan hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, se manifiesta el sentido del trabajo. Y eso lo podemos comprobar en nuestra propia experiencia: cuando estamos cumpliendo con aquello para lo que nos sentimos llamados, encontramos sentido a lo que hacemos. De ahí la importancia de escoger una profesión que, a nuestro juicio, cumpla con esta vocación; una profesión en la que podamos realizarnos y contribuir con los demás. Si nos sentimos identificados con nuestra opción profesional, hallaremos sentido a las labores propias de ésta. Lo importante no es el tipo de trabajo que desempeñemos, sino el modo en que lo emprendemos. Por eso, tan importante es la libertad con la que escogemos nuestra labor, como la responsabilidad con la que la ejercemos. El trabajo es del hombre, y debe llevar el sello de su origen racional y personal. Pero al mismo tiempo es para el hombre, y tiene que responder con sus productos a las necesidades de todas las personas. El camino de la promoción de la dignidad del hombre pasa por la excelencia del trabajo humano, y del destino universal de todos los productos de éste. Un buen profesional es quien vierte su creatividad y dedicación, dejando su sello personal, en el trabajo realizado, que a su vez contribuirá a su propio bien y al de los demás.