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Un oasis para las ideas

Irma Sofía Cortés César (FI)

Una frase que aprendes a lo largo de la carrera es “son carreras, no carreritas”, el significado de esta frase es simplemente tomarte tu tiempo para hacer las cosas en el momento que tú creas conveniente, sin la presión de lo que hacen los demás. Esto tiene muchísimas aplicaciones a lo largo de la vida, pero durante la vida académica en la universidad, se aplica básicamente a cursar las materias y llevar a cabo los trámites necesarios para hacer el proceso de titulación a tu ritmo.

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Uno de los requisitos que te pide la universidad para titularte, es cumplir con las horas necesarias de servicio social. Yo estudié Ingeniería Civil, por lo que, cuando mis compañeros empezaban a tocar este tema, usualmente soñaban con trabajar en alguna reconocida empresa de construcción o como asistentes de algún ejecutivo en una empresa de obras, pero, lo que nadie te dice es que no es obligatorio que el lugar donde realices el servicio social esté estrechamente relacionado con tu carrera.

Yo siempre tuve presente que no quería seguir el ejemplo de mis compañeros, ya que quería realizar mi servicio social en un lugar que no tuviera demasiado que ver con la ingeniería. Digamos que, de algún modo, quería sentirme libre de pensar en estructuras, cálculos y normas.

En ese momento yo atendía a un curso de redacción y escritura creativa, impartido por la División de Ciencias Sociales de la Facultad. Ese era un lugar en donde, una vez a la semana, podía dedicarme a dejar que mi mente abriera las puertas de la imaginación y crear historias que pudieran tomar el camino que yo deseara. Esto era vital para mí, ya que, como estudiantes de ingeniería, muy pocas veces se nos permite dejar que nuestras ideas vuelen libremente, sin rotar alrededor de temas académicos.

Al terminar el taller de escritura, el profesor que lo impartía nos compartió que si lo que nos gustaba era escribir, había oportunidades de trabajar en la revista Nigromante, que era coordinada por la misma División de Ciencias Sociales y Humanidades. Realmente, sólo una o dos personas que estaban presentes en el curso parecían conocer esta revista. Para mí fue algo extraordinario: una revista cultural en la Facultad de Ingeniería. En mi mente, aquello era el equivalente a un oasis en medio del desierto y no dudé en aprovechar esa oportunidad.

Al parecer el destino quiso que tomara ese camino, porque todo el proceso fue sumamente sencillo. Yo acababa de pasar la marca del 50% de los créditos cursados, y cualquier otro servicio social exige por lo menos el 80%, pero Nigromante no. Para este servicio social, mis créditos eran más que suficientes.

Trabajé en la revista Nigromante por aproximadamente un año y no tengo palabras para poder expresar todo lo que aprecio esa experiencia. Todos los compañeros que trabajábamos ahí éramos tomados en cuenta al momento de la toma de decisiones de la revista; mi opinión era escuchada y tomada en consideración. Uno tenía la libertad de escribir un artículo de lo que quisiera, el punto era compartir tus gustos y conocimientos con los lectores. Para mí fue la primera vez que conocí a personas de otras generaciones, carreras y facultades; lo cual le daba a ese espacio de trabajo diversidad en todos los sentidos. De repente te dabas cuenta de que, a pesar de no estudiar lo mismo y de no tener las mismas edades, compartíamos la misma idea de “oasis” que representaba ese pequeño cubículo de la División de Sociales.

Considero que formar parte de un espacio y equipo de trabajo como el que se vive en Nigromante es sumamente necesario para los estudiantes de cualquier ingeniería. Aquel era un lugar en donde por un breve momento, tu mente no tenía límites ni normas. Era un espacio donde podías conocer los gustos de otras personas, aprender de sus pasiones, y formar amistades a partir de la diversidad de opiniones e historias personales.

Creo que eso es lo que más recuerdo y aprecio de haber realizado mi servicio social en Nigromante. Las personas que conocí ahí, los artículos que escribí y que leí, todo esto ha consolidado a la persona que soy hoy, ya que me formó una perspectiva muy distinta a la que se forma en los estudiantes de ingeniería: las normas, las matemáticas y las leyes de la física, si bien son importantes en nuestra formación como profesionistas, son solamente una fracción de lo que se requiere aprender para la vida. Lo verdaderamente importante es conocer lo que te apasiona y contagiar a la gente de este sentimiento, así como darte cuenta de que la vida no tiene porqué estar enfocada solamente a un campo. La verdadera dicha de vivir la encontramos en la variedad y diversidad de ideas, ya sea que estas provengan de leer una revista cultural o de conocer y convivir con las maravillosas personas que hacen posible este oasis de ideas.

Esto es algo que, a la fecha, me impulsa a escribir lo que pienso, lo que siento. Me parece que el hecho de poder dar a conocer esta perspectiva a los estudiantes de ingeniería es algo que no se menciona con regularidad, pero que es sumamente importante para poder llevar una formación académica realmente integral, en todos los sentidos.

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