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Ignacio Ramírez Calzada “El Nigromante”

Ignacio Ramirez Calzada "El Nigromante" 22 de Junio de 1818 - 15 Junio - 1879 Guanajuato - Ciudad de México

Por René Gómez Rodríguez

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Ignacio Ramírez Calzada “El Nigromante” nació el 22 de junio de 1818 en San Miguel el Grande, actualmente San Miguel de Allende, Guanajuato. Sus padres fueron Don Lino Ramírez y Doña Sembroza Calzada. El padre del Nigromante fue integrante del Partido Liberal Federalista y defendió con gran ahínco la Constitución de Apatzingán (1814). De ahí que, Ignacio Ramírez heredó las convicciones liberales y democráticas de su progenitor. Ignacio Ramírez inició sus primeros estudios en Querétaro. Posteriormente, la familia de Ramírez se trasladó a la ciudad de México donde ingresó a los dieciséis años al Colegio de San Gregorio. Fue un asiduo visitante de la biblioteca (ratón de biblioteca) de este Colegio, lo cual marcó su tortuosa y prolifera vida intelectual y política. Su alumno Ignacio Manuel Altamirano describe esta disciplina de la siguiente forma: “Ramírez después de haber entrado a esas bibliotecas erguido y esbelto, salió de ellas ligeramente encorvado y enfermo, pero erudito y sabio, eminentemente sabio”.

Por todo el conocimiento adquirido por Ignacio Ramírez además de su sarcasmo, ironía y sus actitudes irreverentes también fue conocido como el “Voltaire mexicano”. Por otro lado, la Academia de San juan de Letrán se constituyó en junio de 1836 para ingresar a esta Academia era necesario presentar un escrito original y ser aceptado por unanimidad por el consejo académico el cual estaba integrado por: Manuel Carpio, José María Heredia, José María Lacunza, Guillermo Prieto, Manuel Tossiat Ferrer y Don Andrés Quintana Roo (presidente vitalicio) entre otros integrantes. En este sentido, Ignacio Ramírez solicitó su ingreso a la Academia y en su alocución expresó la frase: “No hay Dios; los seres de la Naturaleza se sostienen por sí mismos”, (Desgraciadamente la ponencia de Ignacio Ramírez se perdió). El rector de la Academia Don José María Iturralde (1825- 1848) puso el grito en el cielo y se opuso a que continuara leyendo su ponencia El Nigromante, sin embargo los demás integrantes del consejo apoyaron a Ramírez y fue admitido en la Academia. A causa de esta disertación Ignacio Ramírez adquirió la deferencia y simpatía de los intelectuales de su época y se ganó a pulso la fama de ateo, anticlerical y virulento de la religión cristiana y esto marcaría su vida.

“No hay Dios; los seres de la Naturaleza se sostienen por sí mismos”

Por otro lado, terminar sus estudios en el Colegio de San Gregorio se inscribió en 1841 al Colegio de Abogados y se tituló en 1845 en la Real y Pontificia Universidad de México y el jurado lo acreditó por unanimidad.

En otro orden de ideas, Guillermo Prieto, Vicente Segura e Ignacio Ramírez fundaron el periódico Don Simplicio de pensamiento liberal con un estilo irreverente y humorístico, de crítica política; se publicó entre 1845 y 1847. La impresión y la administración estuvieron a cargo de Vicente García Torres y de Manuel Payno respectivamente. En consecuencia, para firmar los artículos Prieto recurrió al seudónimo de “Zancadilla”, Segura al de “Cantártida” y Ramírez al de “El Nigromante”. Asimismo, el objetivo del periódico fue la lucha contra la ideología y la prensa conservadora personificada por el periódico El Tiempo, administrado por Don Lucas Alamán. Además fundó otros periódicos: Themis, Deucalión, El Correo de México y El Clamor Progresista. El Nigromante de Don Simplicio denunciaba la administración del Estado por parte de la élite en el poder (hacendados, Iglesia, ejército y los políticos), ésta sólo se desvela por resguardar los privilegios de esta élite. De ahí que, Ramírez defendiera la participación de la mujer a tener los mismos derechos que los hombres, de la clase trabajadora a tener mejores salarios, condiciones de vida y en contra de los impuestos cobrados a los trabajadores por parte del Estado. Por otro lado, Ignacio Ramírez se preocupaba por el tema de la educación (de los indígenas) y aseveraba que un pueblo educado tendría un mejor bienestar socioeconómico. Por lo tanto, planteaba la educación pública y laica. Además afirmaba: “Es la falta de educación la causa de que el mexicano muestre un mínimo de interés por los acontecimientos políticos del momento, convirtiéndose así en simples máquinas, sin tomar una actitud crítica a su alrededor”. Hoy en pleno siglo XXI se sigue aplicando esta tesis.

Parte del mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” de Diego Rivera, 1947. Ignacio Ramírez aparece sosteniendo una pancartadonde originalmente decía “Dios no existe”.

SONETO

Heme al fin en el antro de la muerte do no vuelan las penas y dolores, do no brillan los astros ni las flores, donde no hay un recuerdo que despierte.

Si algún día natura se divierte rompiendo de esta cárcel los horrores, y sus soplos ardientes, erradores sobre mi polvo desatado vierte,

yo, por la eternidad ya devorado, ¿gozaré si ese polvo es una rosa?, ¿gemiré si una sierpe en él anida?

Ni pesadillas me dará un cuidado, ni espantará mi sueño voz odiosa, ni todo un Dios me volverá a la vida.

La vida política de Ignacio Ramírez fue muy prolifera, trabajó con los gobernadores de los estados de México, Francisco Modesto de Olaguíbel y el de Sinaloa, el general Plácido Vega, además fue diputado de Sinaloa, fue jefe político de Tlaxcala, fungió como secretario personal de don Ignacio Comonfort, entre otros cargos. Diputado por el Estado de México al Congreso Constituyente de 1856-1857. Asimismo, Ramírez contribuyó en la preparación de las Leyes de Reforma. Cuando toma poder el presidente Benito Juárez lo designó Secretario de Justicia e Instrucción Pública, (del 21 de enero al 9 de mayo de 1861), tiempo suficiente para fundar la Biblioteca Nacional y unificar la educación primaria en el Distrito Federal y en los territorios federales. Del 19de marzo al 3 de abril de 1861 ocupó la Secretaría de Fomento. Fue electo presidente del Ayuntamiento de la Ciudad de México.

El Congreso de la Unión lo nombró magistrado de la Suprema Corte de Justicia, cargo que ejerció durante doce años. De ese puesto no se separó sino al ser llamado por el presidente Porfirio Díaz, después de la batalla de Tecoac, para hacerlo Ministro de Justicia e Instrucción Pública, puesto que desempeñó pocos meses y por dos ocasiones, la primera del 28 de noviembre al 6 de diciembre de 1876, y la segunda del 17 de febrero al 23 de mayo de 1877. Después, regresó a ocupar el cargo de magistrado de la Suprema Corte de Justicia, hasta su muerte, registrada en la Ciudad de México el 15 de junio de 1879 por causa de un infarto.

La honradez de Ramírez fue acrisolada, pues cuando fue ministro pasaron por sus manos millones de pesos y nadie osó decir que se hubiera apropiado lo más mínimo de los tesoros que manejó. No tomó jamás ni un solo libro de los millares de volúmenes sacados de las bibliotecas de los conventos, ni una pieza de los centenares de cuadros extraídos de los claustros. No insinuó ni aceptó la menor recompensa por sus persecuciones y miserias que pasó por largos años, ni se adjudicó la más pequeña propiedad para pasar holgadamente el resto de sus días.

Maciel, David R. Ignacio Ramírez. Ideólogo del liberalismo social en México. 1980, p. 26, 28, 39.

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