Cuerpo Complejo Getsemaní Barajas
Maestría en Artes Visuales Posgrado en Artes y Diseño Escuela Nacional de Artes Plásticas Universidad Nacional Autónoma de México
Otoño 2012
Glosario
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Introducción
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Carolina Castañeda
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Donají Castañeda
Daniela Villanueva
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Luz María Rodríguez
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Julieta Gamboa
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Glosario ¿Qué es un complejo, físico? Yo creo que es algo que te causa inseguridades, que te causa el no sentirte a gusto por los demás, por el otro, pensando en una construcción de ti misma a partir de lo que piensan los demás, del otro, entonces creo que si físicamente alguna parte de tu cuerpo no cabe en ese canon de belleza occidental de ahí se generan muchas angustias, como deseos de tener, de ser lo que no eres y entonces de ahí se generan los complejos. Un tipo trauma, es como algo que te trauma de tu cuerpo, de tu persona en general, e incluso de otras personas, que te causa incomodidad, que tienes o que no tienes. Algo doloroso, una sensación dolorosa. Un complejo como un obstáculo mental que hace que te valores de manera inferior, igual puede ser un impedimento. Es algo que te molesta, alguna emoción, alguna parte de tu cuerpo, algo que te está molestando, que te acompleja, que te hace sentir menos, comparado con alguien más, con alguna definición de lo que es correcto en la sociedad. Como un impedimento psicológico que se basa en configuraciones culturales, a partir de esas cuestiones culturales generalizadas se genera como un conflicto interno, psicológico.
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«Vale la pena llevar ropa poco confortable, zapatos que dificulten la marcha, vale la pena morirse de hambre. Nunca antes una sociedad había exigido tantas pruebas de sumisión a las normas estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo.» Virginie Despentes, Teoría King Kong
Introducción
La negación y el ocultamiento del cuerpo son pruebas elocuentes de una relación conflictiva que se establece con una misma. La serie Cuerpo complejo expresa el deseo de reconocer el origen del sufrimiento, identificar la forma en que ha afectado en la construcción de la identidad y en la experiencia vital. Cuerpo complejo busca visibilizar los complejos que son el resultado de las exigencias sociales divulgadas y perpetuadas por el mercado, los medios masivos y la cultura. Se trata de evidenciar la violencia ideológica que reproducimos en nuestro cuerpo. En este caso, la visibilidad del complejo se concibe como una estrategia para desarticular los preceptos que norman y homogeneizan.
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Carolina Castañeda Creo que el complejo más grande que tengo son mis uñas, toda mi vida me he mordido las uñas, me he comido las uñas, me he mutilado mis dedos como dice mi madre. Y sí ha generado un grave complejo, tengo treinta años y es algo que empecé a hacer desde los siete. Entonces es un complejo en el momento que me afecta el qué dirán, en qué piense el otro. Me han llevado a terapia, cuando era niña generó llevarme a terapia y en terapia duré varios años, llegamos a entender que tenía que ver con sucesos de mi vida. El hecho de que empezara a morderme las uñas, los dedos, yo recuerdo que fue más o menos a los siete años, que es cuando mis papás se separan y según esto lo tomé muy tranquila, todo muy bien, muy madura, comprensiva y al final lo reflejé en mis uñas, es como una obsesión, como un tic, una manía. Suelo ser muy segura en muchas cosas de mi vida, en lo que hago, pero no dejo de comerme las uñas en todo momento, cuando estoy nerviosa, cuando estoy enojada, cuando estoy feliz, cuando estoy emocionada, cualquier emoción se refleja en mutilarme los dedos.
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¿Cómo ocultas el complejo? Pongo las manos en las bolsas, en momentos en el metro me pasa mucho, ahí noto que me pasa más. Señalo mucho con un lápiz, pero cuando es más cerca. Muevo muy rápido mis manos.
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He pasado por varias etapas, por ejemplo me acuerdo que cuando tenía diez años mi abuela me dijo “niña nunca vas a tener novio, nunca te vas a casar, por tener lo dedos así no le vas a gustar a nadie”, y era curioso porque siempre tuve novio, desde que me acuerdo y me di cuenta que lo último que les importaba era eso. En teoría no me importa lo que digan los demás, te estoy hablando de dos caras, en teoría no me importa, pero en la práctica, ya en la vida real, en los hechos, si me tomo una foto y en la foto aparece mi mano no hago pública la foto, hago ese tipo de represioncitas bebés, sutiles, que si me pongo a pensarlas entonces sí me afecta, sí me importa, ese decir “me vale madre todo” no es cierto y así en la vida, ese ir diciendo “no pasa nada” y al final me estreso. Si te pones a ver las manos de cualquier mujer que salga en publicidad, son unas manos preciosas, son uñas perfectas. En el metro yo me voy fijando en las uñas de todo el mundo y lo curioso es que jamás veo uñas como las mías, jamás. Veo uñas marranas, amarillas con hongos, veo muchos tipos, largas asquerosas, o estas que se están usando súper barrocas, pero jamás veo uñas mutiladas, como las mías no. No he visto y por más que un chorro de gente me dice “Yo también me como las uñas” y me las muestra, ¡Sus uñas preciosas! ¿Cómo es que se las come, de qué manera logra ese acto tan estético? Creo que es una obsesión, un rollo mío, nadie se fija si voy agarrada del tubo del metro, me estoy viajando que todo el mundo me vio las uñas. Ahí digo claro que es un complejo, a las miles de personas que vienen en el vagón les vale madres. En lo privado no lo oculto, es más con las personas que no conozco, es absurdo, “del dicho al hecho”, qué me importa pero la verdad sí me importa bastante, la publicidad está llena, para mí, de productos para las manos, de cremas, de barnices para las uñas y a mí me fascinan los colores y no me puedo pintar las pinches uñas, eso es algo que en alguna época afectaba mi femineidad; me puedo pintar la boca, los ojos, al final es una decisión mía, no uso tacones porque no me da la gana, no me puedo pintar las uñas, ¿qué me voy a pintar, los dedos? Es un trauma, al final muy pendejo y no le tomo atención, se me hace muy estúpido preocuparme por esas cosas, pero de traumitas chiquitos y estúpidos ahí te vas. Sí hay un daño físico, eso es cierto, es una mutilación, si no hubiera un daño físico, una herida, no le vería tanta bronca. Me causa conflicto, me tengo que concentrar y hablar conmigo misma “Deja de hacerte daño, por esta semana no te comas estos tres dedos”. Una lucha interna muy fuerte. Siento que es algo muy infantil. Una rebeldía muy infantil.
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Me puedo morder las uñas en frente de todo el mundo, no lo hago a escondidas y la gente que me dice algo me parece ofensivo, “¡qué te importa si me como las uñas o no!” Sí me ha tocado gente que me dice “Te comes las uñas”. Hice un cuadro, un autorretrato con las manos mutiladas, sin dedos, muñones, con uñitas volando. Sí tengo este pedo, ¿y? Sí me afecta, es como trabajar con eso, entre la teoría y la práctica, ser congruente con lo que pienso, con lo que entiendo y con lo que realmente hago, y hago mucho esfuerzo para que no me importe. Que lo hagas público no me importa, pero a lo mejor cuando vea eso me voy a comer las uñas a más no poder, eso es seguro.
Donaji Castañeda Tengo dos muy fuertes, mi peso que siempre ha sido muy fuerte, el estereotipo y el otro que tengo, ese ha estado más tiempo en mi vida, es más ocultable, tengo un complejo con mi pie izquierdo porque tengo una deformación de los dedos. En la primaria, ya cuando empecé a subir de peso fue en la prepubertad. Los niños en la primaria son muy crueles. Al principio, hubo una época en que era muy doloroso, pero después de que pasas veinte mil cosas, eres mamá, ya nada más es incómodo: “esto no se me ve bien”. Ahora yo siento incomodidad controlable, como que ya no es tan doloroso, es incómodo. Incómoda por dejarme llevar por ciertas superficialidades, me enoja saber que tienes el control de poder no sentirte incómoda y seguirlo sintiendo, hay otras cosas más importantes en la vida. Incluso el peso lo puedes controlar pero no lo haces. Estás en el probador y tienen unas luces bien blancas, te ves horrible, me pongo la ropa, me volteo, esas cosas me las repruebo mucho, en ese momento me repruebo estar gorda, pero cuando concientizas, estás gorda y ya no es el fin del mundo. Surge la incomodidad de “por qué me siento así si es tu cuerpo”, me repruebo esas actitudes. La ropa, que no puedes ponerte todo porque no se ve bonito. En la publicidad, la ropa bonita, la que te dicen que está bonita. Te han hecho pensar qué es lo que eres, que lo que ves es lo que eres, y mucha gente sí consume esa idea, sabes que no pero te dejas caer en el colectivo.
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De los medios, de los hombres, en el pasado el que ahora es mi pareja y en ese entonces era mi amigo dijo “es que no me gustan las gordas” y ahí me caló mucho, fue muy fuerte. El contexto social en general, qué les dicen a los hombres que les gusta y a ellos les gusta, una chichona delgada no se puede, o estás chichona o estás delgada. Tuve un episodio de “voy a comer un huevo cocido” pero no es lo mío, es mucho trabajo. Fue paulatino, empiezas con una dieta, empiezas a ver que bajas de peso, caminas y te sientes así, pero lo que mi pareja dijo fue un comentario muy fuerte. Me traumé mucho, en ese tiempo dije “quiero hacer una dieta, descartar alimentos, comidas”, pero me fue súper mal. Me dio la gastritis bien feo y dije “qué tengo que estar haciendo estas payasadas”, tenía veintidós.
¿Cómo ocultas tu peso? No puedo. Sí con ropa, ahora me pongo muchas capas, traigo una camiseta, una playera, una sudadera y una chamarra, por el frío también, pero es algo muy inconsciente que hago. Incluso cuando hace calor traigo camiseta, playera y a veces un suéter ligerillo.
Desde niña, desde que yo recuerdo. Ese sí me duele, cuando la gente se me queda viendo, me choca, no me gusta. Ese sí no me gusta, es un grado más de incomodidad. Sentir la mirada de un niño morboso es bastante incómodo. Pero también los adultos son así, sobre todo cuando vas a la playa. Hasta en la playa me ves de tenis, mas bien, dejo mis tenis en la orilla y me meto rápido, cuando se lo muestro o se lo digo a alguien es de mucha confianza. Llevo años tratando de aceptarlo, me da miedo, miedo de andar, de caminar, de seguir, me da miedo pensar que no quiero seguir. Siempre he sido muy miedosa, de probar experiencias nuevas, entonces yo se lo atribuyo a mi pie, a lo mejor es un pretexto. Para liberarme del complejo usar chanclas el día que vaya lejos de mi casa, va a ser paulatino. Para mi pareja es lo normal. Sí me besa los pies, a la que le causa conflicto es a mí, es incómodo. Justo escojo patas de gallo, pretextos. Hay unos zapatos que son de piso que tienen un hoyito y nada más enseñan los dedos. Que la gente se me quede viendo y ser mas descarada y enseñárselo, “pues velo bien”, como mucha gente hace.
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Mostrarlo es una bĂşsqueda de aceptar cosas que soy, mostrar lo que soy
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Mi pie, casi no lo veo, lo tapo mucho.
Daniela Villanueva Como desde chica siempre he sido muy tímida y después empecé con esa idea de que no me gustaba mi panza, mi panza no me gusta, no me gusta, yo creo que ese es el más fuerte. Otro es un lunar muy muy grande aquí en el brazo y me lo corté, bueno, obviamente me lo quitaron, pero también era algo que no me gustaba nada, siempre traía playeras largas porque no me gustaba, no me gustaba enseñarlo ni que lo vieran. Era un vínculo con mi padre porque también lo tiene, pero más bien a mí como que no me gustaba, no se me hacía nada estético porque estaba así grande y tenía pelos. Cuando pienso en el complejo sobre mi vientre pienso que es algo como que no es estético, me viene a la mente la idea de que soy huevona o que no tengo mucha voluntad. Sí, tengo fuentes concretas de donde obtengo la información sobre mi complejo. Las fuentes son, obviamente, todo lo que te venden, toda la imagen que te están vendiendo y que te la compras, a cualquier lado que voltees vas a ver estas pancartas gigantescas y la televisión. También tuve un novio que eras así como muy metrosexual y él todo el tiempo andaba como chingando, “por qué no haces ejercicio, qué pedo Daniela, ponte a hacer ejercicio.” Eso también viene de la adolescencia, ahí fue donde se acentuó más, yo creo, por decirme y compararme o decirme “yo sí puedo, por qué tú no”, cosas así. Pesaban la publicidad y la aceptación de mi novio. Las dos, porque una es consecuencia de la otra, porque él también se había comprado ese mismo viaje.
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Se manifiesta cuando me voy a vestir, siempre procuro taparme. Todos los aditamentos que uso para ocultarlo. No ponerme ropa en la que muestro el vientre. Busco algo, un efecto óptico para que no se vea, por ejemplo, “está grande, se acomoda, sirve como una faja, y hasta dónde te cubre”. Por otra parte me pongo a pensar más seriamente, pero siempre estás atrapada, “cúbrete”. En todo eso se manifiesta.
¿Cuando estás sentada cómo ocultas el vientre?
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Visibilizar que es una construcción social, una parte muy ideológica que sólo sirve para ponerte limitantes y que al final es una idea falsa que además es nociva para mí, en este caso.
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Luz María Rodríguez Lo estoy superando, poco a poco he trabajado para resolverlo, ya casi no me acomplejo. Antes me molestaban mis pies, mido más o menos uno cincuenta, tengo un pie bastante grande para mi tamaño, es de herencia, si me ves parada descalza tengo un pie muy grande. No me hubiera pasado nada si mi papá no me lo hubiera recalcado tanto. Tengo eso bien grabado, de pequeñita vas creciendo, unos crecen rápido hay que comprar ropa, otros les crece muy rápido el pie y hay que comprar zapatos, a mí me pasaba que muy rápido crecía el pie y a cada rato dejaba los zapatos. Y mi papá me recalcaba eso, “tus pies son muy grandes”. Crecí acomplejada en eso de los pies porque me decía a cada rato “eres patas, la patona”, porque realmente uno no tiene nada, uno viene a este mundo limpio, la gente se encarga de acomplejarlo. No me sentía segura, me sentía fea. Me miraba al espejo, deformé mis piernas, porque trataba de meter las piernas con los pies para que se mirara más pantorrilla, deformé el hueso un poquito, las miraba en el espejo horas, “así se ven mejor las piernas para adentro”. Me daban pena los pies cuando empecé a ser coqueta. Cuando me comparaba con mis amigas, con las que te empiezas a identificar, me tocaban de pies chiquitos. Nos acostábamos y nos veíamos los pies y fatal los míos, ver a mis amigas sus piecitos, nunca tuve una amiga de pie grande. Crecí en Nicaragua, en el campo, llegué a El Salvador en la adolescencia, los niños de ciudad traen otro rollo, la adolescencia se despierta antes. Llegué muy niña, a los trece, eso detonó lo de los pies. En el campo yo no miraba tele como mira un niño en la ciudad, en el campo uno no tiene tiempo de ver tele, estás jugando todo el tiempo, llegas a la ciudad y estás escondida, es la ciudad, tienes más tiempo para fijarte en lo que la sociedad te está planteando que es correcto, de pronto una Vanidades, aunque tu no lo aceptes, es una fotografía a tu subconsciente, lo ves una vez pero lo ves toda la vida y hay que trabajar para sacar esa información, desconectar que esa es la mujer perfecta: “hay que tener el pie delicado, las uñas pintaditas, delicado, femenino”.
Sentía incomodidad, que mis pies son feos, diferentes, “no me quiero quitar los calcetines, no quiero que me vean los pies”. Como lo he trabajado ya casi no lo tengo pero identifico que me hace sentir todavía un poco incómoda, a veces poquito, poquititito, ahora tengo pareja y conoce mis pies, no tengo problema. Me acuerdo que hace cuatro años un chico que me gustaba, no éramos nada, le regalaron unos calcetines que no se iba poner nunca, me dijo “cierra los ojos” y entonces me empezó a poner los calcetines y yo me quería morir, “está viendo mi pie que es horrible, que es poco femenino”, no me pude quedar con los ojos cerrados, le dije “no déjame, yo me los pongo solita”, sí ahora que estoy recordando todas las escenas que he tenido. Ocultaba los pies con zapatos de números pequeños, trataba de ponerme chanclas de pata de gallo para que se luciera el empeine, no quitarme los zapatos en público, de hecho creo que hasta llegué a estar besuqueándome con un hombre en la cama sin quitarme los zapatos. Sí también tengo esa imagen clara, “en cuanto me pregunte por qué no me quito los zapatos aquí voy a desmayarme” pero no pasó, a veces son tan burros que ni preguntan, le hubiera dicho “es mi fetiche, no te preocupes, así me gusta”.
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Me llevaron con un ortopedista que era extranjero, ruso, tenía una técnica que pisabas una plataforma y te parabas ahí, con tu peso dejabas una huella y a partir de esa huella te sacaba tu plantilla. Ese señor que era extranjero y no tenía piernas, era un gran ortopedista, me dijo “qué bonitos pies tienes”, y dije “no manches, después de que mi papá me ha dicho que pies más feos”. Yo trabajaba, “¿qué hacer con estos pies?” Descubrí que poniéndome zapatos de pata de gallo eran padres, ciertos zapatos que me quedan mejor que otros, aunque de pronto me visto y digo “como que está grande el zapato”, es como una cuestión de estética, que sea armónico, cuando se sale de esa idea de armonía te molesta. Descubrí que siendo pequeña podía ser como un ratón, escurridizo. La gente te hace pedazos, te dice “tú enana”, te agarra de la cabeza, algo que me cae súper mal, que me agarre un alto y me ponga el dedito así, como que das vuelta, ¿si entiendes esa imagen?, todavía me molesta eso. Siempre he hecho deporte soy muy buena y yo pienso que es gracias a mis pies, es un regalo tener mis pies así, corro muy rápido, “sí están feos realmente, para el estereotipo de pies, pero esa chica que tiene el pie más chiquito no corre tan rápido como yo así que voy a agradecer estos pies que tengo”. Mostrar mi complejo significa que he trabajado, que estoy encontrándome con mi sí mismo, mi verdadera identidad, no tengo problema ya, son muy pocas las espinas que me quedan. Me da gusto hablar de este trabajo, agradezco mis pies por lo que he caminado, lo que he vivido, pisar la tierra es la base, desde que descubrí la anatomía, los pies son todo. Significa que he crecido, significa libertad de conexiones neuronales, significa que cada vez se desconecta más una dendrita hasta que pueda liberar justamente su antiguo complejo que ya está a punto de separarse para que esto me quede libre y conectarlo a otra cosa, es espacio en el cerebro, en la memoria, es libertad.
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Me gusta mirarme los pies, hacer formas y dibujar en ellos. Tengo pies poderosos, son pies de trabajo, de guerrera.
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Julieta Gamboa Mi complejo tiene que ver con el vello, la cantidad de vello. Desde la adolescencia, desde que tengo pelos. En mi caso es algo conflictivo, no podría decir que es algo que me domina del todo, porque finalmente sé que es una configuración cultural, es algo conflictivo en tanto que yo sé que estoy esperando de mí, de mi cuerpo, como una cosa regularizada, pero como es una construcción cultural que está ahí, que es aprendida y que es un ideal del cuerpo no lo acepto del todo, como no aceptar lo que el cuerpo es por esperar parecerse a un ideal y configurar rasgos negativos en eso. En el cuerpo femenino es negativo culturalmente. Me hace sentir como si no fuera normal, como anormalidad, anomalía. Es algo cultural fuertísimo, no podría decir una palabra, un momento, bueno, un objeto, la configuración de la mujer en general, la configuración como imagen y también la convivencia con las mujeres, porque eso es algo que está ahí, se depilan, es algo que es importante erradicar en una cultura femenina, totalmente, desde siempre, desde la adolescencia, desde ahí, en concreto, en corto, la escuela, la secundaria, las imágenes publicitarias, la representación de la mujer. No me depilo los pelos que forman parte de mi complejo porque es privado, es el vello púbico, en el vientre, eso no me depilo, el vello púbico ni el vientre, ni los muslos. Por ejemplo, me rasuro las piernas si uso una falda eso sí, lo visible y lo que no es visible pues no. Y bueno es visible de vez en cuando, en la intimidad. Justamente es una lucha, aunque yo no lo tenga del todo resuelto, me causa un conflicto, me causa conflicto usar un traje de baño, quizá ese es de los momentos cuando me depilo, cuando uso traje de baño, cuando se hace algo público, mostrar el cuerpo. Pero me queda muy claro que eso obedece a una exigencia social, una cuestión externa, es una lucha, entonces si en mi espacio íntimo yo tengo que cubrir las exigencias sociales ya me parece una locura, un espacio en el que justamente es lo que yo no busco, busco lo contrario, ser yo, no cubrir exigencias sociales sino una aceptación plena, lo otro sería reforzar una idea en la que estoy en conflicto y ganaría lo que no creo que debe ganar, como sucumbir ante la imagen social.
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Está relacionado con una idea de belleza y con una idea de lo que es una mujer bella y una fetichización del cuerpo, cómo se debe ver para los otros y lo que es socialmente aceptado, cómo se debe ver: lampiño. La idea de lo freak. Hay un imaginario de los monstruos y está la mujer barbuda. El conflicto del pelo es que es un rasgo masculino y ese es el complejo, en este punto me parece bien tener una masculinidad, creo que puede ser algo reivindicativo, desde donde lo puedo trabajar.
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En la adolescencia, veía la depilación como una solución posible. Lo hice algunas veces y después me pareció una práctica sin sentido, una manera de ocultar el complejo sin resolverlo. La recreación de la depilación es un recordatorio de la violencia que es imponer a mi cuerpo algo que se exige desde afuera. Someterlo al dolor por una obligación “estética”. Pretender que mi cuerpo es algo que no es y no será nunca. Es evidenciar un acto absurdo.
Agradecimientos A Carolina, Donají, Daniela, Luz María y Julieta por hacer posible este proyecto. Al Mtro. Estanislao Ortiz Escamilla y a los compañeros del Taller de Investigación – Producción I Fotografía. A la Mtra. Laura Evangelina Buendía Ruiz y a los compañeros de tutoría.
Las entrevistas y las sesiones fotográficas se realizaron en Narvarte, Portales y el Centro Histórico entre septiembre y noviembre de 2012. Las sesiones fotográficas se realizaron en el Taller de fotografía del plantel Academia de la Escuela Nacional de Artes Plásticas.
México, D.F., diciembre de 2012