Historia de la Imagen Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el siglo XIII. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad. En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte. Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pasado un tiempo, se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. La Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. La Virgen se le apareció a la hija del amigo del mercader y le pidió que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia de S. Mateo, el Apóstol. La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia y la pintura fue llevada a ella en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la casa donde estaba hacia la Iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor, en donde permaneció casi trescientos años. Amada y venerada por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias. En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro y la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada que ellos tenían. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada. Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Así fue como los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia. Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada en la Iglesia de San Mateo. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.
Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición. El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia de San Alfonso. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes. Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria. La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevada en procesión solemne a lo largo de las calles de Roma antes de ser colocada sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias. La devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido capillas, iglesias y santuarios en su honor, y su imagen es conocida y venerada en todas partes. Signos de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro El icono -del griego: imagen- de la Virgen, pintado sobre madera, de 54 por 41,5 cm, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se toma fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: “owu” significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto. Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre. Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. La Virgen aparece de medio cuerpo, pero con la actitud de quien está de pie. Con una ternura triste, no mira a su Hijo, sino que parece dialogar con quien la contempla. Viste túnica roja y manto azul: el rojo y púrpura son siempre en la iconografía, signos de lo divino. El azul y el verde simbolizan la humanidad, lo terrestre. El fondo es dorado: nos recuerda el mundo de la luz en que culmina el misterio de nuestra salvación. La Virgen con su mano derecha nos muestra a la Salvador. María indica siempre el camino hacia Dios y es la estrella del mar, la guía de los peregrinos, la esperanza de los pecadores, nuestra intercesora ante Jesús. Sin pronunciar palabra nos dice: “Te entrego a mi Hijo para tu Redención, porque yo soy tu Madre y tú eres también mi hijo: Yo soy tu Perpetuo Socorro”. Jesús niño descansa sobre el brazo izquierdo de su madre y sus manitos agarran el dedo pulgar de la mano derecha de María. Su mirada se pierde en el infinito, un infinito bajo la sombra de los instrumentos de la pasión que muestran los arcángeles. Jesús aparece de cuerpo entero, viste túnica verde -signo de humanidad- con un lazo rojo –signo de la divinidad-. El niño lleva sandalias, pero la el pie derecho está suelta y nos permite ver su planta. Todas sus actitudes parecen expresar un movimiento brusco, de temor, ante una imagen que se presenta de repente: el presagio de la Pasión. En este movimiento, se refugia en
los brazos de su Madre. María corresponde al miedo de Jesús agarrándolo con su mano derecha y estrechándolo contra su corazón. La sandalia tiene además el significado bíblico de “rescate o cambio”. Según esta costumbre, uno que se quitaba una sandalia y se la daba a otro, simbolizaba la manera de testificar (Rut 4,7). María, San Miguel y San Gabriel, son testigos de este gesto: Jesús es quien puede rescatarnos. En este ícono están representados todos los misterios del Santo Rosario. Los gozosos: en la Madre con el Niño en brazos; los dolorosos: en los instrumentos de la Pasión; los gloriosos: en el dorado de fondo que alude a la eternidad, y los luminosos: en la mano de María señalando a su Hijo como diciéndonos “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). ¿Por qué la Escuela y el Barrio “La Quebrada” están bajo la protección y el amparo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro? En el año 1958 la familia Ceriani Cernadas, le dona al Padre Luis Varvello, Párroco de Inmaculada Concepción de Villa Zapiola, unos terrenos, para construir una escuela y una Capilla. Como única condición le piden que ponga a la Escuela bajo el patronazgo, la protección y el amparo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, advocación de María de la que la familia Ceriani era devota. Todo el barrio trabaja codo a codo con el Padre Luis y en el año 1963 se inaugura el colegio con una gran fiesta y con la bendición de las instalaciones por parte del entonces Obispo de Morón, Monseñor Raspanti. El P. Luis fallece el 1º de julio de 1975 y la escuela pasa a pertenecer a la Parroquia San Juan Bautista. El 27 de noviembre de 1983, con motivo del vigésimo aniversario de la Escuela y siendo Párroco el P. Palov, se inaugura la Capilla en la que desde hacen 31 años se celebra Misa todos los sábados a las 18 hs. En 2013 la escuela junto a toda la comunidad educativa, celebró sus bodas de oro con el barrio bajo el lema “50 años compartiendo Buenas Nuevas, Vida y Evangelio” de la mano de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. María, con su mirada tierna de Madre, cobija bajo su manto a toda nuestra comunidad educativa y a todos los vecinos de este barrio, quienes ante las necesidades acudimos a ella en busca de su Perpetuo Socorro. El Papa Juan Pablo II y su veneración a esta Advocación Mariana La Advocación Mariana Nuestra Señora del Perpetuo Socorro celebra su festividad el 27 de junio. El Papa Juan Pablo II, en su autobiografía "Don y misterio", al referirse a los orígenes de su vocación sacerdotal, afirma: "No puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen". El P. Danilo Bissaco, de la Provincia de Roma, relata un breve recuerdo: Cuento un episodio. El 18 de mayo de 1979 asistí en la Plaza de San Pedro a la audiencia general de los miércoles. Me ubiqué cerca de la valla por donde habría de pasar el Papa. Yo venía de Marzocca (Ancona) y llevaba conmigo un cuadro hecho a mano de la Madre del Perpetuo Socorro destinado a ser colocado en la nueva iglesia parroquial de San Antonio de Padua. El Papa Juan Pablo II – era el día de su cumpleaños – saludó a algunos jóvenes que estaban conmigo, preguntó de dónde venía yo y, tras responderle, fue cuando coloqué el cuadro de la Madre del Perpetuo Socorro sobre la valla y le pedí su bendición. El Papa entró en profundo recogimiento ante el cuadro, sin moverse ni hablarme. Me puse de todos los colores. Finalmente, tras varios minutos, bendijo la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro y me saludó de nuevo; besé su mano. Cuando, con motivo del 50 aniversario de la ordenación del Papa, se publicó el libro “Don y misterio” descubrí por qué había permanecido el Papa tanto tiempo en oración ante la imagen de la Madre del Perpetuo Socorro. Ante esta imagen, el Papa había madurado su vocación. ¡Por vez primera, después de ser Papa, se había encontrado en Roma ante este cuadro y había sido en el preciso día en que celebraba su jubileo sacerdotal! Lamentablemente, no caí en la cuenta; y no sé si habrá alguna foto del momento; pero pienso que el dato merece ser conocido. P. Danilo Bissacco, C.Ss.R.
El 16 de octubre de 2002, Juan Pablo II promulgó su carta apostólica “Rosario de la Virgen María”, a través de la cual se incorporaron al Rosario los llamados «misterios luminosos», surgidos de la contemplación de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ¡Oh! Virgen del Perpetuo Socorro, Madre Santa del Redentor. Te invocamos ¡Oh! Virgen del Perpetuo Socorro, Madre Santa del Redentor, socorre a Tu pueblo, que anhela resurgir. Da a todos el gozo de trabajar por la construcción del Reino en consciente y activa solidaridad con los más pobres, anunciando de modo nuevo y valiente el Evangelio de Tu Hijo. Él es fundamento y cima de toda convivencia humana que aspire a una paz verdadera, estable y justa. Como el Niño Jesús, que admiramos en este venerado Icono, también nosotros queremos estrechar Tu mano derecha. A Ti no te falta poder ni bondad para socorrernos en las más diversas necesidades y circunstancias de la vida. La hora actual es Tu Hora Ven, pues, en ayuda nuestra y sé para todos socorro, refugio y esperanza Amén. Papa Juan Pablo II
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro nos visita ... porque es nuestra madre y quiere estar junto a sus hijos, … porque nos trae el cariño y la bendición de Jesús, … porque quiere que tengamos alegría y vivamos como hermanos entre nosotros, … porque desea ver unida a toda la familia en el amor, la fe y la esperanza, … porque necesita gente dispuesta a hacer conocer más a su Hijo Jesús, el Salvador. LE DAMOS LA BIENVENIDA Virgen del Perpetuo Socorro, te damos la bienvenida a esta casa. Que tu presencia nos traiga la paz de Dios nuestro Padre, el amor de Cristo nuestro Señor y la alegría de tu protección maternal. Virgen María, tu presencia renueva nuestro hogar con los recuerdos más lindos de nuestra vida.
¡GRACIAS por venir a visitarnos! ¡GRACIAS porque das ánimo a nuestra familia, para que haya unión, amor y paz! ¡GRACIAS porque quieres consolar a los enfermos, a los ancianos, a los que sufren! ¡GRACIAS porque eres la luz en la vida que damos, y en la educación de los hijos! ¡GRACIAS porque te tenemos por madre nuestra y nos ayudas a crecer en la fe y el amor de Jesús! Como reza la Iglesia y nos enseñó nuestra Madre, te invocamos juntos: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén Madre del perpetuo Socorro ¡Bendice a nuestra familia! - Para que nuestra fe en Dios Padre sea nuestro mayor tesoro. - Para que seamos buenos padres y buenos esposos. - Para que sepamos formar bien a nuestros hijos. - Para que los padres y los hijos sepamos comprendernos y amarnos. - Para que nunca nos falte el trabajo y el pan de cada día. - Para que nuestra Patria sea gobernada en paz, justicia, libertad y amor. - Para que en nuestro barrio reine la caridad y la solidaridad. - Para que por la fe y la fidelidad a la palabra de Dios, nazca y crezca Jesús, tu Hijo, en nuestra familia. - Para que sepamos entregarlo a nuestros hermanos para que descubran el amor misericordioso de Dios Padre y tengan alegría. AMÉN. Rezamos juntos la Oración de la familia: (Sugerimos rezar esta oración cuando toda la familia pueda estar junta a la noche o en algún otro momento oportuno) Virgen del Perpetuo Socorro, hoy nos visitas y te quedas con nosotros. ¡Ahora nos ayudas a recordar tantas cosas! Antes que nada nos recuerdas que, muchas veces, olvidamos lo fundamental de nuestra vida: Jesús, tu hijo. Olvidamos de vivir a fondo su enseñanza de amor y perdón. A veces nos encerramos en nosotros mismos y creemos que el mundo termina en las paredes de nuestra casa: eso no nos deja compartir el dolor de nuestros hermanos y tenderles la mano generosamente. Olvidamos la oración o la hacemos muy mezquina y de a ratos. Las exigencias de la vida diaria nos llevan a poner en un lugar secundario a nuestras muchas relaciones de padres e hijos, a preocuparnos más de lo material que de lo espiritual. Pero nosotros, con tu ayuda, queremos cambiar. Bendícenos para que nos animemos. Pídele a Jesús por nuestros difuntos. Sana a nuestros enfermos y cuida a nuestros ancianos. Bendice nuestro amor y fortalece nuestra unidad. Ayuda nuestra Fe, muchas veces débil. Consérvanos sanos y danos pan y trabajo. Quédate con nosotros. Tráenos a Jesús. Madre, ¡gracias! por tu visita, por tu amor, por tu paz. Amén. AHORA, DESDE EL CORAZÓN, TE AGRADEZCO Y TE PIDO POR….. (Invitamos a las familias a escribir sus agradecimientos y peticiones en las hojas en blanco de esta carpeta misionera)