Necesidad de una moral provisional y máximas

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NECESIDAD DE UNA MORAL PROVISIONAL Y MÁXIMAS Para desarrollar el tema que se propone a continuación será necesario que nos remitamos a la aclaración de las siguientes preguntas: ¿Por qué surge la necesidad de una moral provisional? ¿Qué es y en qué consiste? ¿Qué son y en qué consisten las máximas? La filosofía cartesiana se inscribe dentro del marco histórico de la Edad Moderna, en la que el escepticismo será la corriente predominante, a causa de la crisis generalizada (económica, cultural, religiosa, política) que sufre Europa durante este período. Frente a este ambiente de duda, algunos filósofoscientíficos se enfrentarán a este escepticismo absoluto establecido en el terreno del conocimiento y partirán de principios radicalmente contrarios, en el caso de Descartes, y los racionalistas, el punto de partida de su filosofía serán que la verdad y la certeza absolutas son alcanzables. Así pues, la Revolución Científica, supuso el desarrollo de una ciencia alternativa a la de Aristóteles, llamada Nueva Ciencia que trajo consigo la reflexión sobre el método científico. Tras rechazar el saber de los escolásticos, Descartes nos expone el método y nos indica que es necesario dudar de todo lo que se cree saber; así pues esta duda es un instrumento metódico para alcanzar su objetivo: la intuición de una idea clara y distinta, evidente por tanto sobre la que no exista ninguna posibilidad de duda. El objetivo último es, pues, alcanzar la certeza absoluta a través de la duda. De manera que, cuando se somete a la duda, la mayor preocupación de Descartes es saber qué principios morales van a guiarle en vida diaria mientras encuentra principios absolutamente ciertos, porque en efecto, los seres humanos podemos suspender nuestros juicios, pero no podemos suspender nuestros actos, no podemos dejar de actuar diariamente y tomar decisiones en nuestra vida cotidiana. Así pues, el criterio de verdad no es aplicable en el ámbito de la moral, no es compatible la suspensión del juicio con la libertad y la felicidad humas, ya que se incurriría en el escepticismo moral o pirronismo. En cuanto a la libertad, cabe destacar que para Descartes, quien tiene una concepción antropológica dualista- esto es, que concibe al ser humano como un compuesto de dos sustancias: el pensamiento (alma) y la materia extensa (cuerpo), como sustancias independientes e irreductibles entre sí- la libertad sólo puede residir en el alma, porque no está sometida al dictado de las leyes necesarias de la mecánica. Así pues, el alma tiene dos funciones el entendimiento y la voluntad. En tanto que entendimiento es la facultad de pensar, de tener intuiciones de las verdades claras y distintas; la voluntad, por su parte, es la facultad de afirmar o negar, y Descartes la identifica con la libertad. Ésta es, pues, la máxima perfección del hombre, y es ella la que nos puede llevar a la verdad o al error, al bien o al mal, según como la utilicemos. De modo que, la libertad consiste básicamente en que la voluntad elija aquello que el entendimiento le presenta con claridad y distinción como lo bueno y lo verdadero, es decir, consiste en el sometimiento de la voluntad al entendimiento. Pero, ¿Cómo actuar, pues, cuando nada es seguro, cuando no se tiene certeza de nada, cuando todo vale, y por tanto nada vale? Por tanto, el problema se sitúa en cómo conciliar la irresolución provisional de nuestro juicio, al no considerar nada como cierto por la duda radical, y en la necesaria resolución de nuestra voluntad, esto es, el tener que tomar decisiones y llevarlas a cabo en la vida práctica diaria, sin caer en el amoralismo, que es la ausencia de toda moral.


Para resolver el problema planteado anteriormente Descartes expone la moral provisional en la tercera parte del Discurso, con el objetivo de suplir la ausencia momentánea de certeza, de manera que, esta moral hay que tomarla como un mientras tanto no alcanzo la certeza, así: como no puedo permanecer irresoluto en la vida práctica, debo establecer una moral provisional que me proporcione unas normas que me permitan actuar correctamente. Esta moral se caracteriza por ser de uso temporal y limitado; por no ser definitiva, ya que no es la moral que culmina el edificio del saber; por ser imperfecta; y por no ser sistemática, puesto que no está fundada en certezas porque no se dispone de ellas. Además tiene una validez probable, atendiendo a que está constituida por cuatro máximas, no reglas, verosímiles, útiles para la vida cotidiana. En cuanto a las máximas cabe destacar lo siguiente: la primera máxima consiste en obedecer las leyes del país en el que vive y a la religión, se trata de conseguir la tranquilidad sin la cual no sería posible buscar la verdad. Descartes se propone seguir las opiniones más moderadas porque son los más prudentes, lo cual nos exige observación, discernimiento y juicio. El filósofo nos recomienda que, en caso de incertidumbre y duda, y hasta que adaptemos nuestros propios principios ciertos, es mejor continuar la tradición siguiendo el ejemplo de los más moderados y sensatos, que dejarnos llevar por el amoralismo. En la segunda máxima Descartes nos propone la acción a la no parálisis del “no sé qué hacer” producto de la incertidumbre y la duda; actuar aunque cometamos un error, como preferible a la indecisión paralizante. A continuación, en la tercera máxima el filósofo sostiene que si conseguimos hacernos dueños de nuestros pensamientos y controlar los nuestros juicios, podremos alcanzar la felicidad, pues el cómo nos afecte la realidad será controlada por nuestra voluntad y el cómo nos afecten los embastes del azar estarán bajo nuestro control. Para finalizar, en la cuarta y última máxima, como conclusión de esta moral, el filósofo nos recomienda elegir la mejor opción entre las diversas ocupaciones de los hombres. Así Descartes elige continuar con aquello que está haciendo, es decir, el cultivo de la razón y el avance en el hallazgo del conocimiento verdadero a través del método; como mejor opción para guiarse en su vida práctica. A continuación, cabe señalar que las máximas morales están claramente influidas por autores precedentes como por Montaigne, en aquello de seguir las leyes, costumbres y religión del propio país, vista la diversidad de costumbres; por Aristóteles, en lo de seguir las opiniones más moderadas y alejadas de todo exceso; y por los estoicos, especialmente por Séneca, en el consejo de ser firme y constante, o en el de vencerse a sí mismo antes que a la fortuna, en no desear lo que no está en nuestro poder, etc… También, cabe destacar que Descartes se ha visto influenciado por el intelectualismo moral de Sócrates y Platón, al afirmar que ha decido emplear la vida en cultivar la razón pues “basta con juzgar bien para obrar bien”. De manera que la originalidad cartesiana habría que buscarla en la manera que tiene de enlazar estas máximas clásicas con el proceso de revisión de sus opiniones en que se encuentra inmerso. En conclusión, ante la falta de verdad debemos conformarnos provisionalmente con la simple certidumbre, así la moral provisional es un seguro contra el amoralismo, ella es la guía hasta que la razón pueda decir la última palabra, estos es, hasta hallar una moral perfecta. No obstante, Descartes nunca elaboró una moral racional que considerase definitiva. Las máximas a seguir sintetizan las bases de una nueva moral burguesa, consistente en maximizar la felicidad y la libertad en el vivir aun en circunstancias adversas (políticas, religiosas, etc).


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