SÍNTESIS DEL I Y II PARRAFO DE LA III PARTE DEL DISCURSO DEL MÉTODO
El siguiente fragmento a analizar se localiza en el primer y segundo párrafo de la III parte del “Discurso del Método” de Descartes. Asís pues, el filósofo expone mediante un ejemplo la moral provisional que debemos tener todos los humanos para orientar nuestras acciones en la vida cotidiana mientras se inicia la búsqueda de los fundamentos ciertos y seguros. De esta manera, el filósofo compara el alojamiento de una casa con el conocimiento de una persona, sosteniendo que antes de derribarlo para hacer uno mejor, debemos tener un lugar en el que vivir mientras se reconstruye el anterior. Esta metáfora se puede trasladar al conocimiento, en el que mientras dudas de todo, se debe tener claras unas reglas básicas para poder llevar el día a día. Por ello Descartes realiza una moral provisional con cuatro reglas. Estas reglas son: obedecer, ser constante, controlar y modificar nuestros juicios y por último cultivar nuestra razón. Así pues, Descartes nos propone la primera máxima o norma que consiste en obedecer las leyes del país en el que vive y a la religión, se trata de conseguir la tranquilidad sin la cual no sería posible buscar la verdad. Descartes se propone a seguir las opiniones más moderadas porque son más cómodas para su práctica, y lo más verdadero ya que todo lo excesivo es malo. También considera un exceso, el hacer promesas en el presente que comprometan la libertad de nuestra vida en el futuro.
SÍNTESIS DEL III PÁRRAFO DE LA III PARTE DEL DISCURSO DEL MÉTODO Este texto pertenece al tercer párrafo de la tercera parte del Discurso del Método de René Descartes, en el cual expone la segunda máxima. En la segunda máxima Descartes propone “Ser
en mis acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosas una vez que me hubiese determinado, que si hubiesen sido muy seguras". Esta máxima representa una constancia en el comportamiento humano, que nos recuerda mucho a los estoicos. Descartes con esta regla pretende, que elijamos por nosotros mismos ya que, eso supone el reconocimiento del error, y que una vez hayamos elegido sigamos nuestra opción como la más verdadera y no cambiar constantemente de opinión a pesar de sus dificultades. Así que ser
firme en las decisiones que tomamos por muy dudosas que pudieran ser y tomarlas como si fueran las más verdaderas, es esencial para Descartes porque la vida nos obliga muchas veces a actuar con la falta de elementos seguros y definitivos. Esta medida nos librará del remordimiento y arrepentimiento, propio de los espíritus débiles y almas oscuras. Esta segunda máxima la tomaría de los estoicos, quienes proclamaban la conformidad de la naturaleza para vivir feliz. Para éstos la naturaleza hizo al hombre bueno por tanto aquello que sucedía por decisión de ella no se debía de discutir.
SÍNTESIS DEL IV PÁRRAFO DE LA III PARTE DEL DISCURSO DEL MÉTODO El siguiente fragmento a analizar se localiza en el cuarto párrafo de la III Parte del Discurso del Método de René Descartes. El tema que se plantea a continuación es la moral provisional, con ella Descartes busca suplir la ausencia momentánea de certeza. La moral provisional tiene tres reglas, en el fragmento a analizar a continuación Descartes expone la tercera máxima. El filósofo sostiene que si conseguimos hacernos dueños de nuestros pensamientos y controlar los nuestros juicios, podremos alcanzar la felicidad, pues el cómo nos afecte la realidad será controlada por nuestra voluntad y el cómo nos afecten los embastes del azar estarán bajo nuestro control. Así pues, “después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas
exteriores, todo lo que nos falta para conseguir el éxito es para nosotros absolutamente imposible” (líneas 4 y 5), por tanto Descartes expone que debemos controlar nuestros pensamientos, con el objetivo de no desear aquello que no podemos conseguir, y de este modo alcanzar la satisfacción personal y la felicidad. De igual manera que nuestra voluntad tiende por naturaleza a desear aquello que el entendimiento considera probable, debemos distinguir lo que depende de nosotros como los juicios, los deseos, los pensamientos; y lo que no depende, es decir, aquello que está al margen de nuestra voluntad. Así pues, no debemos sentir pesar, ni culpabilidad por carecer de bienes -ajenos a nuestra voluntad- que poseemos desde nuestro nacimiento, cuando nos vemos privados de ellos sin culpa alguna, “haciendo como suele decirse de la necesidad
virtud” (línea 15), el filósofo pone el ejemplo del enfermo, cuyo mayor deseo es estar sano, o el preso, cuya mayor pretensión es ser libre; simples bienes adheridos a los seres humanos que en muchas ocasiones pasan inadvertidos.
No obstante, Descartes reconoce que alcanzar lo descrito anteriormente es algo extremadamente difícil que requiere esfuerzo y tiempo; es decir, un ejercicio continuo y una meditación reiterada. Así pues, sostiene que este es el secreto de los antiguos filósofos estoicos que sí alcanzaron la felicidad, a pesar de las dificultades propias de la vida, como la pobreza y el sufrimiento; compitiendo incluso con los propios dioses – ya que como bien apunta una creencia estoica: “Dios no vence al sabio en felicidad”.
Estos controlaban perfectamente sus
pensamientos, es decir, aquellos bienes adjuntos a su voluntad; por lo que eran más ricos, más poderosos, más libres y más felices, que cualquier otro ser humano, no seguidor de esta filosofía, que jamás alcanzará todo lo que desea, aunque la fortuna y la naturaleza le favorezcan.