Relaciones de Pareja_ Matrimonio y Sexualidad

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El Matrimonio y la Sexualidad por Hossain Danesh 1991 *H.B. Danesh, M.D., F.R.C.P.(C), es escritor y conferenciante internacional, con más de treinta años de experiencia académica y clínica como psiquiatra. Entre sus campos de investigación y experiencia se encuentran el origen y la prevención de la violencia, la terapia familiar y matrimonial, la psicología espiritual, la muerte, la consulta y la resolución de conflictos, la ética y los estudios sobre el orden mundial y la paz mundial. Nacido en Irán en 1938, obtuvo su licenciatura en la Facultad de Medicina de Isfahán en 1961. Se especializó en psiquiatría en Chicago y en la Universidad de British Columbia en Vancouver. Ha servido como profesor asociado de psiquiatría y de medicina familiar en la Universidad de Ottawa, Director del Programa de Terapia Familiar, de los Servicios de Tanatología, y de educación de posgrado en el departamento de psiquiatría del Hospital Cívico de Ottawa y director del Centro de Terapia Matrimonial de Toronto. El doctor Danesh ha estado comprometido durante toda su vida con la Fe Bahá’í. El tema del matrimonio es algo que nos llevaría mucho tiempo tratar y lo que voy a hacer esta noche es compartir con vosotros algunas reflexiones generales sobre el matrimonio y sobre la sexualidad y luego tendremos un debate que, con suerte, será muy provechoso. El primer proceso que se experimenta y que conduce al matrimonio es un proceso que Dios ha puesto en toda la creación. La creación entera ha sido moldeada en forma de dos entidades que se atraen mutuamente. En el mundo de la humanidad es el hombre y la mujer. Y los hombres y mujeres son creados para que se atraigan mutuamente. Es un proceso natural. Y mediante esta atracción y este acercamiento, aparece un nivel superior de unidad y de colectividad. Así que lo primero que ocurre, en cuanto al matrimonio se refiere, es que un hombre y una mujer se conocen, se atraen mutuamente y dicen que se han enamorado. Se gustan el uno al otro: el aspecto de la otra persona, la forma de hablar y todas esas cosas que ocurren al comienzo de una relación. Pero lo esencial es que se atraen mutuamente. De hecho, mucha gente cree que el amor es sinónimo de una atracción muy fuerte. En este momento, otro elemento aparece: principalmente, que no solo se sienten atraídos mutuamente, sino que descubren que satisfacen algunas de sus necesidades a través de la relación. Así que se convierte en una atracción mutua y en una gratificación mutua. Por ejemplo, todos tenemos ciertas necesidades. Nos sentimos solos; cuando aparece otra persona en nuestras vidas, satisface algunos de estos sentimientos de soledad que tenemos. Podemos sentir miedo, pero al estar con alguien ese miedo disminuye. Queremos que alguien nos diga cuán maravillosos y geniales somos, y alguien aparece y nos dice todas esas cosas. Así, lo que ocurre es que tenemos todo tipo de necesidades emocionales y algunas de ellas son satisfechas mediante la relación con esta otra persona. Así que, cuando dos personas se unen como resultado de su atracción mutua (en otras palabras, se encuentran guapos y atractivos), y también son capaces de satisfacer algunas de sus necesidades, la gente dice que están enamorados. Y al principio este amor es ciego a todo lo demás. Ven que la otra persona es maravillosa y que la otra persona satisface esas necesidades. En esta etapa, los consejos de los demás sobre lo que deberían o no hacer normalmente no suelen tener mucho efecto. Es por ello que se llama amor romántico o amor ciego. Y es romántico porque la mayoría de las emociones que estas dos personas sienten son básicamente una ilusión, en el sentido de que ven en la persona amada lo que quieren ver. Ven en la otra persona todas las


cosas que desean y esperan y que aspiran a que estén ahí. No hay nada malo en ello, pero a la larga puede llegar a ser un problema cuando se dan cuenta de que se han enamorado desde una posición de desconocimiento mutuo. Han buscado y finalmente han encontrado a este individuo que les atrae y que satisface sus necesidades y que corresponde a sus sentimientos. Se convierte en un lazo muy, muy fuerte. Y puesto que no se conocen, lo que piensan del otro normalmente suele corresponder a los propios pensamientos y esperanzas. En esta etapa la pareja normalmente comienza a plantearse el matrimonio. Y no es del todo raro que se casen. Gradualmente algo comienza a ocurrir. Comienzan a descubrir que esta persona maravillosa, con todas sus maravillosas cualidades también tiene algunas costumbres y rarezas que no les gusta. Y se sorprenden realmente de que la otra persona no sea perfecta. Estas imperfecciones comienzan a presentarse por todos lados: la forma en que se lava las manos, o en que mastican la comida, o se lavan los dientes o simplemente todo lo que hacen de algún modo tiene fallos, y comienzan a descubrir que la otra persona no es exactamente como imaginaron. Después de todo, no se conocían. Todos tenemos una imagen del esposo o esposa ideal. Y cuando vemos a alguien, nos sentimos atraídos y recibimos gratificación a nuestras necesidades, decidimos que esa persona es exactamente todo lo que hemos querido tener. Más tarde, nos sorprendemos de que la otra persona no sea lo que hemos pensado. Ocurre algo más en este proceso: No sólo comienza a desaparecer la atracción entre ellos, sino que se dan cuenta de que ya no se excitan mutuamente, pero sus necesidades también comienzan a cambiar. Por ejemplo, al principio de la relación, en muchas culturas la situación es que las mujeres necesitan a alguien que las proteja y los hombres necesitan a alguien que les adore. Así que comienzan una relación en la que el hombre dice: “Yo te cuidaré. Tú eres una muñeca y yo te colocaré ahí arriba y te limpiaré el polvo y demás, siempre y cuando tú me adores y hagas todo lo que quiero que hagas para mí”. La mujer tiene que ser una esclava y adorar al marido magnífico, mientras que el marido es el que tiene poder y sale al mundo de fuera y ofrece protección. Este es el viejo modelo de matrimonio, aunque todavía abunda. El nuevo planteamiento es que la mujer diga, “Ahora quiero que tú me sirvas y me adores”, mientras el marido sigue diciendo, “No, quiero que tú me sirvas y me adores”. Comienzan a discutir, “tú no me amas lo suficiente” o “tú no me sirves lo suficiente” y comienza a haber una lucha por el poder. Todas esas fantásticas esperanzas y aspiraciones y sueños que había al principio de la relación y del matrimonio comienzan a cambiar y a hacerse añicos. Las partes comienzan a hacerse preguntas: “¿Qué estoy haciendo en esta relación? ¿En qué me beneficia?”, “¿Qué quiere de mí?”, “¿Por qué es así?” Pero lo más importante es que otro proceso se pone en marcha. Y este proceso es que la esposa y el marido comienzan a centrarse más en sus propias áreas respectivas de desarrollo que en ellos mismos como pareja. Al comienzo del matrimonio, el marido y la esposa piensan uno en el otro continuamente, incluso cuando están en el trabajo o en casa o donde sea. Pero cuando ese período llega a su fin, empiezan a pensar más y más en ellos mismos. Comienzan a pensar más en sus trabajos; si tienen hijos, se preocupan por ellos –un padre más que el otro-, normalmente la madre más que el padre. Se preocupan por la casa y la decoración de la casa, o ahorrar dinero y crear un negocio, etc. En resumen, se preocupan más por sí mismos. Y en cierta medida, comienzan a sentirse cada vez más alejados el uno del otro. Aparece un sentimiento de remordimiento. Un sentimiento de pérdida. La gente comienza a lamentar lo que ocurre. Comienzan a preguntarse si han hecho la elección correcta o equivocada. Comienzan a cuestionarse si esto es lo que quieren y empiezan a pensar en el lado romántico y quieren poder recuperarlo. ¿No sería bonito si tuviésemos el lado romántico de


nuevo? Si los comienzos han sido malos, no lo querrán, pero si los comienzos han sido buenos, sí lo desearán de nuevo. Es durante esta fase, la segunda de las tres fases por las que pasa el matrimonio, donde normalmente existe el peligro de ruptura, de aventuras fuera del matrimonio, de broncas monumentales y peleas y desacuerdos y de todo tipo de lucha. Diría que el 80% de los matrimonios que se estropean lo hacen en esta segunda etapa del matrimonio. Y cuando permiten que esto ocurra, terminan iniciando una nueva relación donde comienzan otra vez con la fase romántica, en la que todo es de nuevo hermoso y ciego, y pronto el proceso de la segunda fase se inicia y se enfrentan una vez más a los mismos problemas. La verdad es que no hay forma de salir de esta dinámica y de esta evolución del matrimonio. ¿Por qué? Porque el matrimonio no es un contrato, al contrario de lo que la gente piensa. El matrimonio no es un contrato. El matrimonio, según ‘Abdu’l-Bahá, es una unión. Una unión es un fenómeno que une a dos entidades vivas y crea una tercera entidad que tiene una vida propia. Permítanme un ejemplo: en la matriz, antes de que el esperma y el óvulo se unan, cada uno tiene una esperanza de vida propia, en total unas cuantas horas. Pero cuando se unen y crean un huevo fertilizado –en otras palabras, tienen una unión-, entonces comienza la vida de un nuevo individuo. Todos nosotros somos resultado de esa unión. Y, como podéis ver, esta unión produce algo nuevo que es muchísimo mayor y muy diferente del esperma y del óvulo. Es una entidad en su propio derecho; tiene una vida propia; es una realidad propia. De esta forma, cuando se produce un matrimonio, como ‘Abdu’l-Bahá dice, nosotros nos unimos y creamos un estado de unión. Lo que significa que creamos una nueva entidad, un nuevo organismo. Este nuevo organismo es el matrimonio. Y este organismo tiene que madurar y crecer como cualquier otro organismo. En un nivel, es como el niño. En otro, es como el adolescente y en otro como un adulto. Por lo tanto, de las tres entidades del esposo, la esposa y el matrimonio, la que necesita más protección en principio es el matrimonio mismo. En esencia, el matrimonio es el primer bebé de la pareja, el segundo bebé es el primer hijo. El primer hijo que alumbramos es el matrimonio en sí. Y al principio este matrimonio es muy frágil. Requiere atención y alimento y cuidado. Necesita que se le ayude a crecer, a fortalecerse. Luego debe pasar por la siguiente fase, que es la fase de la adolescencia en la que la rebelión y las peleas y la lucha por el poder ocurren a menudo, como cualquier adolescente con sus padres. Y finalmente, alcanza la siguiente etapa, la etapa de la madurez. En este momento, surge otro tipo de relación. Pero debido a que la gente no entiende este fenómeno -la evolución o maduración de las relaciones- esperan que tan pronto como se casan, el matrimonio recién nacido puede ocuparse de todas las necesidades. Pero este matrimonio-bebé no puede y termina derrumbándose ante el estrés y la presión que se ejerce sobre él. Así que este es el principal punto que debemos entender sobre el matrimonio: que no es sólo un contrato. El matrimonio es una unión, y crea nueva vida, un nuevo ser, un organismo vivo. Porque el matrimonio es una unión, tiene por lo tanto una cualidad especial, una característica especial. Y esta característica es algo que falta en la mayoría de los matrimonios que conozco, no sólo en la práctica clínica, sino en general. La mayoría de la gente no tiene idea de cuál debería ser la característica fundamental de un matrimonio, y ello es debido principalmente a que ven al matrimonio sencillamente como dos individuos que se quieren. Y por “quererse” se entiende que se atraen y que hay “buenas vibraciones” entre ellos, que satisfacen sus necesidades


mutuas, lloran en el hombro del otro, se ríen juntos, etc. Creen que eso es amor. En consecuencia, la característica fundamental que hace una unión posible no está ahí. ¿Y cuál es? Por supuesto, la unidad. La mayoría de los matrimonios no crean las condiciones para la unidad y la mayoría de los matrimonios no lo hacen porque no entienden lo que es la unidad. ‘Abdu’lBahá dice en una de sus oraciones sobre el matrimonio, por ejemplo: “Gloria a Ti, oh mi Dios. Verdaderamente, este Tu siervo y esta Tu sierva se han reunido bajo la sombra de Tu misericordia y se unen por medio de Tu favor y generosidad”. El primer asunto del matrimonio es la unidad. Pero, ¿qué significa? Bien, la unidad no significa que el marido y la mujer estén de acuerdo todo el tiempo. La unidad no significa que siempre piensen igual. Pueden pensar igual, o no. La unidad no significa que tengan los mismos gustos, o la misma orientación o el mismo impulso sexual o los mismos niveles de comodidad o incomodidad. Todas estas cosas son la nata sobre el pastel, por decirlo así. Pero estos no son elementos de la unidad. El primer y principal aspecto que crea unidad es que la relación sea justa. Tiene que haber justicia en una relación si se quiere unidad. Y al revés, el matrimonio que está basado en la unidad es un matrimonio que experimenta la justicia. ¿Y qué significa que haya justicia en el matrimonio? Justicia significa que el esposo y la esposa tengan las mismas oportunidades. Si queremos ser capaces de crear las condiciones de unidad, tenemos que crear condiciones en el hogar en el que la mujer y el hombre sientan que son tratados con justicia. Necesitamos a alguien que nos anime. Cuando hay cosas que necesitamos cambiar, tal vez cosas que no nos gusta de nosotros mismos, suena tan bien que alguien nos diga, “Querido, eres magnífico por esto y lo otro”. Nos anima a cambiar, necesitamos estímulo. Cuando necesitamos estímulo, necesitamos a alguien que nos estimule. Requiere coraje superarse a sí mismo y concentrarse en las buenas en vez de en las malas cualidades de la otra persona. Requiere coraje no ser hipócrita, sino decir las cosas sinceramente. Así que podemos ver que para establecer la unidad, se necesita justicia. Y en una relación justa, todo el mundo tiene que evolucionar y crecer. Y para evolucionar y crecer, necesitamos estímulo. Si una planta quiere crecer, necesita alimento. En el matrimonio, el alimento para el crecimiento individual es la motivación. Crear las condiciones de justicia no es fácil; hay un requisito previo. El requisito para la unidad es la justicia. Bahá’u’lláh dice que el propósito de la justicia es la aparición de la unidad. Pero, ¿cuál es el requisito para la justicia? Para la justicia, es la igualdad. Necesitamos crear un matrimonio de iguales, para que el matrimonio sea justo. La humanidad nunca ha experimentado un matrimonio de iguales. Los matrimonios hasta ahora han sido matrimonios de gente que no eran iguales. Las mujeres, en general, han sido consideradas inferiores al hombre. La historia de la humanidad ha sido una historia del abuso de poder por los hombres. Y este abuso de poder ha ocurrido a todos los niveles, especialmente a nivel del matrimonio. Los hombres tienen que afrontar esta realidad. No importa si son de Irán, de Sudamérica o de Norteamérica, de cultura negra o blanca, china o japonesa, o de cualquier otra procedencia. El hecho es que, a lo largo de la historia, los hombres y las mujeres no se han relacionado desde una posición de igualdad. El hecho es que los hombres continúan ejerciendo el poder, abusando del poder, tratando de controlar. Y el hecho es que debido a ello, las relaciones no son igualitarias. Y si la relación no es igualitaria, la relación no va a ser justa. Si la relación no es justa, la relación no va a ser unida. Y si no es así, la unión no ocurre. Y si no ocurre, entonces no hay matrimonio del que hablar. ¿Cómo se puede crear un estado de igualdad? El primer paso es ser menos egocéntrico y más dirigido hacia las necesidades de la otra persona. Normalmente la gente es egocéntrica. Vivimos en una sociedad que nos dice: ocúpate del “número uno”, tú mismo. Vivimos en una


sociedad que fomenta el egocentrismo, el egoísmo, la indulgencia. Educamos a nuestros hijos a que sean indulgentes y egoístas. Los educamos para que piensen en ellos mismos y sólo en ellos. Cuando hablamos de amor en una relación, hablamos de las condiciones que comienzan con ser menos egoístas. Esto se traduce en el hábito de la igualdad, que se traduce en la práctica de la justicia, que se traduce en la creación de la unidad que permite a los individuos crear un matrimonio pacífico. Esto es un proceso. Antes de esta época en la historia, este proceso no ha sido posible. Los matrimonios del pasado han sido muy variados, pero, por lo general, han sido característicos de las etapas de adolescencia e infancia del desarrollo de la humanidad. Ahora es el momento de la madurez. Estamos en las últimas etapas de la adolescencia y, en la Causa de Bahá’u’lláh, toda la humanidad va a pasar al nivel de la madurez. Todo cambiará, incluso las historias de amor y las relaciones amorosas. Por ejemplo, considerad la historia tradicional de amor de Shirin y Farhad. Shirin es una princesa persa. Tiene toda clase de criadas y sirvientes. La refrescan, le sirven bebidas, la empolvan, etc. Todo lo que necesita hacer es sentarse en su gloriosa belleza. Farhad es un picapedrero. Es un personaje pobre, alto y delgado. Un día Farhad contempla la belleza de Shirin y se enamora. Perdidamente. Se enamora de forma que no puede pensar en nada más que Shirin, no puede dormir sino para soñar con Shirin. Así que lo único que se le ocurre es ir a ver al gran rey y decirle, “Oh, gran rey, me he enamorado de su hija. Quiero casarme con ella”. Y el rey, al ser generoso, le dice: “Por supuesto, no hay problema. Tú quieres casarte con Shirin. Perfecto. Todo lo que tienes que hacer es mover esa montaña de aquí a allí. No muy lejos, pero tienes que moverla”. Farhad, siendo joven y estúpido, se lanza a cortar piedras en la montaña y a moverla de aquí para allá y, de hecho, todavía está en ello. Mientras tanto, Shirin se lo ha estado pasando en grande con todos sus sirvientes. Esta es una historia de amor unidireccional. Shirin sólo quería recibir. Farhad sólo quería dar. Este es un tipo de amor infantil. Es una etapa inmadura de la relación amorosa en la que uno da y el otro recibe. En el contexto de un padre y un hijo, esto está bien. Pero, en el contexto de un marido y de una mujer, no dura mucho. En la etapa adolescente, el amor se convierte en todo o nada. O me amas, me amas del todo, y no amas a nadie más. Y yo te amo, y te amo al máximo y a nadie más. Así fue con Romeo y Julieta. Se miraban mutuamente y pensaban, oh sí, ella es preciosa, él es guapísimo y demás. Se enamoraron y tuvieron que probar quien de los dos amaba más. Los adolescentes se tienen que probar a sí mismos: te quiero al máximo; te doy más; tú me das más, etc. Y así siguen hasta que llegan a ser tan extremos que los pobres mueren en el proceso. Se matan para probar que se aman. ¿Por qué? Porque se encuentran en un estado de competición. Veis, o se está en un estado de recibir y de dar o en un estado de competición. El amor de iguales, por otro lado, es un tipo distinto de relación. Esta historia todavía tiene que ser escrita por las nuevas generaciones de bahá’ís. Aún no tenemos historias de amor entre iguales. La literatura del mundo no describe este tipo de historias. Tenemos que escribirlas. Esta es la primera vez en la historia de la humanidad que Dios dice: “Ámame para que Yo te ame. Si tú no me amas, Mi amor no podrá alcanzarte” Con ello, Dios nos dice: creced. Esta es la edad de la madurez. Poned a un lado vuestras formas infantiles y vuestras formas adolescentes de mirar al amor. En la relación con Dios, debemos amar como un ser maduro. Es un honor que Dios ha conferido a nuestra generación. Los jóvenes de esta generación, así como los no tan jóvenes, tienen que comenzar a escribir historias de amor de relaciones iguales. ¿Cómo las escribimos? Creándolas. Viviéndolas.


Es en este contexto en el que podemos entender los problemas sexuales que existen en el matrimonio hoy en día. El sexo es una dimensión de la atracción que ocurre entre los hombres y las mujeres. Puede ser una fuerza de atracción muy ponderosa. Probablemente para algunos, la más poderosa. Si dos individuos se atraen, puede ser de varias formas: física, sexual, ideológica, emocional. El proceso de atracción espiritual es diferente de todos los demás. Hablaremos un poco sobre ello más tarde. El sexo, por supuesto, es una dimensión importante de la relación porque permite la perpetuación de la raza humana. Y muy importante también, permite, como dijo Bahá’u’lláh, traer a este mundo a aquel que recordará a Dios y contribuirá a una civilización en continuo progreso. Así que el sexo tiene un resultado. Cualquier unión tiene resultados. El resultado de la unión del esperma y del óvulo es el niño que nace a este mundo. La unión del matrimonio es traer un niño a este mundo. No sólo creas unidad entre el marido y la mujer, y nace el matrimonio, sino también mediante este matrimonio se crea una familia. Hasta ahora, la actitud hacia el sexo en las distintas culturas, en diferentes religiones, ha sido básicamente una actitud en consonancia con la infancia y la adolescencia. La idea de la sexualidad está unida a la ignorancia, a la falta de conocimiento sobre el sexo, a mucha fantasía y mucha timidez. La gente no sabe de qué se trata; no hablan de ello. Por ejemplo, en las familias persas, yo diría que en general existe una ignorancia absoluta sobre la sexualidad. Nadie habla de ello. El mensaje que la gente joven recibe es que es un área prohibida de la que hablar. Pero la gente piensa en el sexo. La gente lo siente. Así que terminan pasando por ello con los ojos cerrados. En el cristianismo, el planteamiento es que el sexo es malo, no piensen en él. Esto es ridículo. Si le decimos a la gente de esta sala, “Por favor, no piensen en el sexo; piensen en otra cosa que quieran, pero no en eso, ¿de acuerdo?” ¿Qué creéis que haréis? Hace unos minutos, no estabais pensando en el sexo, pero ahora… sí. Eso es exactamente lo que ocurre en muchas familias cristianas y persas, o musulmanas. Les decimos a nuestros jóvenes, que están llenos de hormonas y de excitación sexual: “No penséis en el sexo” Les decimos que lo que escuchan son mentiras y que sencillamente deben tomar duchas frías. Este es el tipo de remedio que damos a nuestros jóvenes. Y si no funciona, entonces les asustamos. Les decimos, “si tienes relaciones sexuales, tendrás la sífilis o el sida u otro tipo de cosas”. Tratamos de controlar a la gente con el miedo o tratando de que no piensen en ello. Y el planteamiento general es desde una perspectiva negativa. Cuando ninguna de estas tácticas funciona, invocamos la ira de Dios. Decimos, “Dios ha dicho que no lo hagamos; por lo tanto, no debéis hacerlo” Pero eso tampoco funciona. El resultado es que la gente crece con miedo al sexo o ignorantes o avergonzadas o incluso enfadadas, o todo ello a la vez. Esto es lo que ocurre. La sexualidad pierde el contacto con la sensualidad, con la belleza, con la gratificación que le acompaña, con toda otra dimensión del desarrollo humano que debería ser realmente satisfactorio y magnífico. Permítanme darles un ejemplo, un paralelo, para ver cómo este proceso funciona y qué tipo de problemas crea en nuestra sociedad. El sexo es un apetito biológico. El hambre también es otro apetito biológico. El hambre es más importante que el sexo, porque si no tienes hambre, no comes y si no comes, te mueres. Si no tienes ese deseo sexual y no tienes sexo, no te mueres. Así que el hambre es más importante que el sexo. La comida es más importante que el sexo, en este sentido. Ahora bien, hay muchas formas de plantearse la comida. Alguna gente come deprisa, otros lentamente; algunos comen comida basura, otros comen comida de gourmet. Alguna gente come mucho, otros comen demasiado poco. La mayoría no tenemos la disciplina


necesaria para crear un hábito saludable de comidas. Alguna gente comparte su comida, con sus gérmenes y sus enfermedades y sus resfriados y todo lo demás. Alguna gente roba la comida de otros. Sólo pensad en lo que hacéis con la comida. Todo ello tiene su paralelo en el sexo. Eso es el apetito. Esta es la forma en que lo tratamos. Alguna gente cree que si no comen, perderán el control. Pero sabemos, por ejemplo, que en una vida perfecta tiene que haber disciplina. Tiene que haber un proceso. Hay un tiempo. No puedes dar un filete a un bebé de dos meses. Sencillamente no puedes. Matas al bebé si le das a comer un filete. El sexo temprano daña de la misma forma que la comida equivocada en el momento equivocado. La dimensión equivocada de la sexualidad en el momento equivocado daña. Y el sexo no sólo es tener relaciones: es un conjunto de cosas. Para empezar, algunos aspectos son perfectamente lógicos y aceptables como la madurez y el cariño que se expresan a través del sexo; el amor que se demuestra, la amistad que crea y demás. Esto es como la leche y la miel de la infancia. Está perfectamente bien. Tener relaciones no sólo es el resultado final, pero es así que la sociedad ha creado la imagen del sexo, como si fuese un fin. Y por eso la mayoría de la gente, cuando tienen relaciones, se siente desilusionada. O es doloroso o desagradable, o es demasiado corto o demasiado largo o demasiado esto o aquello. La mayoría de la gente se desilusiona porque su planteamiento carece totalmente de disciplina, de reflexión, no se discute y se deja en un estado de ignorancia. Sencillamente lo afrontan con una falta total de sofisticación. Esto es lo que hemos creado. Nuestros hijos están creciendo en una sociedad que cree en la gratificación instantánea. Todo tiene que ser instantáneo. El café es instantáneo, las hamburguesas también, el sexo también: todo en esta sociedad tiene que ser instantáneo. La alegría viene del proceso en sí mismo. El proceso de las relaciones sexuales en los seres humanos es el proceso de descubrimiento: descubrimiento de la belleza del otro. Esta es una dimensión del sexo. También es el proceso de descubrimiento del autocontrol. De nuevo, está relacionado con la comida: ¿habéis vivido la experiencia en la que te sientas a la mesa y comes lentamente y saboreas todo lo que comes? ¿Cuando te sirven la mejor comida que puedas imaginar y saboreas cada minuto? Para descubrir la belleza de esto, tienes que ser consciente, tienes que prestar atención, tener el talante correcto para ello, estar en un estado de unidad. Tiene que haber unidad con la gente con la que compartes la comida. Cuando se da todo esto, esa comida es memorable. La sexualidad tiene que plantearse de la misma forma. Es muy distinto cuando comes así de cuando compras una hamburguesa para llevar. Todo el planteamiento de la sexualidad tiene que estar relacionado con el conocimiento de la sexualidad. Quiero utilizar otra analogía de la comida: estaba leyendo en el Washington Post hoy que el gobierno americano ha decidido cambiar el modelo de dieta sana para los americanos. Malas noticias. Han estado equivocados todo este tiempo. Lo que han estado promocionando como una dieta saludable ahora resulta que es mala. ¿Y por qué es mala? Porque estamos comiendo mucho de cosas que no necesitamos y demasiado poco de aquellas que necesitamos. Es el mismo problema con nuestra actitud hacia la sexualidad en esta sociedad: prestamos más atención al acto final de la relación sexual en vez de centrarnos en los elementos que le acompañan. Una relación sexual es un proceso, primero, de descubrimiento de la belleza de la otra persona. Tiene que comenzar con la motivación. Tiene que comenzar con la igualdad y no pensar sólo en uno mismo, sino pensar también en la otra persona. Tiene que comenzar con ser considerado hacia la otra persona. Tiene que comenzar con crear una atmósfera segura y cómoda y relajada para los dos y de confianza. Tienes que unir todos estos ingredientes para que el proceso funcione. Sencillamente, no puedes ir con prisas porque quieres descubrir la belleza.


El segundo elemento es la disciplina porque el proceso de cualquier actividad sólo tiene éxito si se combina con la disciplina. Déjenme profundizar en ello porque es muy importante. Toda actividad humana tiene éxito si se realiza desde una posición de conocimiento sobre lo que estás haciendo, con sentimientos positivos de amor y de estímulo y con disciplina y moderación. Toda actividad humana exige estas tres características. No hay nada en la vida que no debamos plantearnos con conocimiento, amor y disciplina. ¿Cuál es el destino final de un ser humano? ¿No hemos sido creados a imagen de Dios? Una de las cualidades o atributos de Dios es que Él es el Creador. Y hemos sido creados a Su imagen. Por lo tanto, también somos creadores. Continuamente creamos. Creamos civilizaciones. Creamos familias. Creamos sillas. Creamos aviones. Creamos todo ello porque hemos sido creados a imagen de Dios. Ahora bien, el acto de amar en la sexualidad y el matrimonio tiene que ser creativo. Y para que algo sea creativo, tiene que haber disciplina. El que pinta, por ejemplo, o el que compone música, o el que baila, ellos sí lo entienden. Son creativos, y una de las cosas que necesitan es disciplina. Y una vez que creas esta disciplina, estás libre de límites. Y así es la relación entre hombres y mujeres. Por ejemplo, Bahá’u’lláh enseña que antes del matrimonio, la disciplina, el límite para la creatividad es la castidad. Dentro del límite de la castidad, un hombre y una mujer pueden relacionarse como nunca lo han hecho antes. ¿Por qué? Porque tan pronto como están juntos, comienzan a pensar en el sexo. Y comienzan a pensar ¿cómo puedo conseguirle/la? Esto ya desde el principio. Y en cuanto surge esto, estas dos personas no van a poder conocerse. No van a ser honestos. No van a confiar el uno en el otro. Pero cuando saben que van a tener una relación dentro de los límites de la castidad, entonces empiezan a conocerse; puedes estar muy cerca, puedes compartir sentimientos íntimos; puedes compartir aspiraciones; puedes compartir y decir lo que te gusta y lo que no te gusta, de lo que tienes miedo y de lo que no. Y puedes conocer a la otra persona. Es en este proceso cuando haces una elección, y la haces con ojos abiertos en vez de con ojos cerrados. La otra disciplina relativa al sexo en el contexto del matrimonio es que tienes que ser totalmente fiel a tu pareja y no tener relaciones extramaritales. ¿Qué significa esto? De nuevo, lo que significa es que das un marco a tu relación y dentro de ese marco tienes libertad. Si no tienes libertad, todo colapsa. Así que existen dos marcos que Bahá’u’lláh nos da para que tengamos la posibilidad de sentir la libertad de la creatividad dentro de los límites necesarios para construir relaciones sanas. No es un asunto de castigo o de decir “no, no disfrutéis” o “vamos a hacer pasar a los jóvenes un mal trago”. No se trata de esto. Se trata de que Dios crea las condiciones en las que puedes ser más creativo. De todas las cosas que creamos, la más importantes y maravillosas y la de mayor calado es nuestra propia vida. Cada uno crea su propia vida y se consigue con disciplina. Una de las disciplinas es la castidad o la fidelidad antes del matrimonio así como después. Otra es la oración. Otra es el ayuno. Otra es no murmurar. Otra es el servicio a la humanidad. Otra es buscar el conocimiento y el desarrollo de las artes. Estos son los marcos en los que creamos nuestra personalidad, nuestra manera de vivir, lo que somos, qué tipo de matrimonios tenemos, qué tipo de familias tenemos, qué tipo de sociedad y qué tipo de civilización creamos. Entonces nos convertimos en creadores. Muchas gracias.

(Adaptación de una charla del Sr. Danesh, traducción de cortesía por Concha Cuevas)



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