Desde la médula de nuestra oscura época

Page 1

Terror del día El terror del día hace temblar el cuerpo como si estuviera desnudo. Cerrar los ojos, apretar los dientes, beber el propio aliento, puede llegar a salvarte. O tal vez el calor de tus recuerdos. (Es extraño ver cómo quedan las cosas de los que se han ido. no se hablan más que a sí mismas, como si estuvieran ciegas). Todo está bien mientras nada se mueva. No hay que arriesgarse al azar de las calles; la mañana mira por los ojos de las estatuas: todo se refleja en su iris vacío. Y los huesos gimen su dolor de carne, de pequeña luz, tan fácil de apagarse. El cuerpo se ampara a sí mismo, como las manos ocultan la llama a los golpes del viento. 1975-1983

Antes del alba... I He sufrido. Pero he defendido mi alegría con franqueza y generosidad. No he sabido, ni querido, medir mi vida, ni calcular. Estoy solo, con mis pocos semejantes. Bendigo mi entrega a mi pasión innegociable.

II (En el galpón)

Uno al lado del otro acostados como larvas esperando la muerte. Las vendas inútiles sobre los ojos que miran


hacia adentro. El sudor de la fiebre y el pus en las heridas. La desgarrada sonrisa vuelta hacia el futuro.

III Somos los fantasmas vivientes de aquellos muertos. No viviremos nuestras vidas hasta que no descansen en paz. Sólo los olvidaremos cuando resuciten en cada uno de nosotros.

Ellos vuelven En la noche, como traídos por las olas negras, entre el sudor salobre de las sábanas, ellos vuelven. Llegan hasta tu cuarto a oscuras y flotan sobre tus párpados caídos, hasta que te levantas, insomne. No dicen nada, te miran con sus ojos de corderos, sonríen, cantan su canción muda, como tantos años atrás. Y tu caminas y caminas, entre las dunas, entre las zarzas y el viento, hasta que tus pies pisan la arena firme de la playa, y tu paso va recto y seguro, hasta que te internas en el agua helada del alba.

Epigrama sobre los capitalistas rurales “Donde hay desigualdad la libertad puede encontrarse escrita en las leyes, en la constitución, pero no es cosa real, porque persisten las clases: no es libre el campesino que depende del propietario, no es libre el cliente que continúa sometido al patrón, no es libre el hombre de la gleba que está sujeto al incesante trabajo del campo.”


Francesco De Sanctis

El Campo no es el campo, el campo humilde, con minúsculas. El Campo no es Martín Fierro, ni Don Segundo Sombra, ni el anónimo arriero de Atahualpa. El Campo son los tataranietos de los Anchorena, los Martínez de Hoz y los Rosas o un puñado de descendientes de los gringos de las Odas de Lugones. El Campo son avionetas fumigando el humo de Monsanto, como antes en Vietnam el Agente Naranja, frente a los ojos heridos de niños y madres ya devorados por el cáncer. El Campo son máquinas silentes, solitarias, en las noches sonámbulas, cosechando granos artificiales guiadas por computadoras. El Campo son los patrones y sus patrullas talando bosques para ganarle espacio a la soja. El Campo no son los criollos, ni los peones, ni los últimos pequeños productores, ni son los indígenas que luchan con sus dientes sus últimos palmos de tierra. El campo ya casi no existe, y no se beneficia con la emergencia nacional. Aguanta bajo el sol de la sequía, mordisqueando el último yuyo bajo un tala. El campo es escuelita de barro, cabra arisca, perro radiografía de cadáver. El campo se ha ido a la ciudad, allá lejos, donde espejean las luces de un mañana sin hambre.

Ángel verdadero Cuando entraste con tus pies descalzos, como ranita de otro pozo, a la pecera vidriada del bar, yo miraba distraído encenderse las luces de los ángeles navideños y del fast-food prometiendo la felicidad. Tu cara sucia, donde las lágrimas brotaban de dos manantiales de fondo oscuro, me suplicó una limosna.


No mentían tus lágrimas el dolor aunque exageraban por costumbre el gesto. Tú misma, tal vez, no sabías la fuente de tu angustia gimiente. Y te fuiste, ángel verdadero, como entraste, renovándome la llaga de la indefensión perpetua.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.