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BAR ITALIA

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Editorial

Editorial

No busques otra foto de Bar Italia: no la encontrarás. Esta instantánea, con sus disparada por Simon Mercer, es lo más parecido vamos a engañar, aquello del misterio y el juego en el campo del pop, de Bar Italia apenas sabemos que es un trío formado por dos chicos -Jezmi Tarik Fehmi y Sam Fenton, ambos con otro proyecto en común que lleva por nombre Double Virgo- y una chica, Nina Cristante, hasta la fecha era ejercer como nutricionista del igualmente esquivo Dean Blunt. De hecho, trío con Blunt, una de las mentes más inquietas francotirador al que es complicado ubicar en primeros discos, hoy objetos de culto. Porque la música de Bar Italia sí que encaja en un canon, musical que arrancaría con el postpunk, continuaría con el indiepop ilustrado de Young Marble Giants y terminaría por conectar con el college rock de los primeros Pavement. Lo la cara por hacerse con sus servicios, en una hace ya tres lustros. El hype, en cualquier caso, viene de la mano de un disco, Tracey Denim, publicado por Matador -sí, el sello de Sonic Youth, Yo La Tengo y los citados Pavementefectivamente, la foto de portada es la misma que acompaña a estas líneas...

Siempre me ha generado cierto rechazo el adoctrinamiento de mesa camilla, ese cuñado que mientras hurga con un palillo entre los dientes (sí, uno a uno) suelta supuestas verdades como puños, aprovechando el agotamiento mental del personal tras el subidón de azucares de la cheesecake que acaba de devorar y que desinhibiría hasta las mentes más introvertidas. Así que de esa boquita: “Si todos los políticos son iguales”, “Hay que eliminar [pon aquí cualquier minoría] del gobierno/estado/mundo”, “Yo no soy machista, pero [insert burrada here]”. Por eso, siempre he odiado el poema Si de Kipling, ese que, después de proponerte un listado de condiciones que cumplir acaba diciéndote que, si lo consigues, “tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y -lo que es más-: ¡serás un Hombre, hijo mío!” ¡Bravo por él! Hombría prêt-à-porter ¡y, encima, en versos! ¿Cómo no va a ser verdad?

La búsqueda de la pureza, esa piedra de Sísifo que nos entregó la tradición judeocristiana en la cuna (y bien envuelta con un lacito rosa o azul, para no confundirnos), nos amenaza constantemente con dejarnos fuera de cualquier círculo, usa el abandono, el rechazo y el miedo como instrumentos políticos para dirigir nuestras acciones hacia lo esperado, entendido como espacio seguro o zona de confort, hacia una aceptación que culminará en el más bendito.

Sin embargo, quien me conoce sabe que a mí me gusta un acto impuro más que a un gato una lata de sardinas y quechar lo establecido dentro de la norma, no solo fuera de ella.

Por eso, este mes, y tras unas elecciones municipales agotadoras, os invito a plantarle cara a vuestro cuñado cuando, en la mesa familiar del domingo, se queje del Orgullo y de que no hay un Día de la Heterosexualidad™.

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