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Series — Nuestro Tiempo

‘The Night of’: crimen y castigo… y muchas dudas

Una historia lúgubre de policías, abogados, penalidades carcelarias y retrato social, brillante en el tono, pero que cojea en la trama.

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TEXTO Alberto N. García [Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural

Una de las mejores horas de televisión de los últimos años es el capítulo piloto de The Night of. Tenso en su obsesión por el detalle, de ritmo moroso y melodía minimalista y amenazante, el primer capítulo nos presenta con una exactitud forense un cuento de hadas que desemboca en una pesadilla. Kafka en Manhattan: cuando Nasir Naz Khan se despertó una mañana después de una noche de pasión furtiva, se encontró convertido en un presunto asesino. Su ligue, salvajemente apuñalada; su vida, descendiendo a los infiernos del sistema; su inocencia, quebrada para siempre.

El bueno de Naz, un ejemplar vástago de una familia pakistaní afincada en Nueva York, ni siquiera sabe con seguridad si él es el asesino. Por eso resulta una historia tan demoledora: la falta de certezas es una maldición que sobrevuela toda esta ambiciosa tragedia. Porque The Night of no es solo un drama de maduración a golpes, sino también un misterio policiaco, una serie de abogados, una atormentada odisea penitenciaria, un espejo de la sociedad de la vigilancia de Foucault, y hasta un retrato sociopolítico donde resuenan términos como raza, integración, estereotipos o, ay, sueño americano. Todo escuece más porque, en general, en The Night of no hay villanos, tan solo gente fuera de sitio. Al contrario, el relato exhibe a un montón de personajes no necesariamente virtuosos, pero sí honestos. Decentes. Luchadores. Desde los laboriosos padres de Naz, que se desloman personal y económicamente para salvar a su hijo, hasta el íntegro detective Dennis Box (un sensacional Bill Camp), empeñado en escarbar hasta el tuétano de la verdad. Desde el malote Freddy Knight (Michael Kenneth Williams), que salva el pellejo de Naz ante las monstruosidades de prisión, hasta la empática y efectiva fiscal Jeannie Berlin (Helen Weiss).

En el coro de secundarios que colorean esta tragedia hay dos que resaltan. Para bien, el abogado John Stone (un sobreactuado pero muy efectivo John Turturro), el clásico perdedor quijotesco: un aguerrido picapleitos con tanta mala suerte como gran corazón. Su repelente afección cutánea no es más que una metáfora de su imposibilidad para cambiar las cosas, por mucho que se esfuerce y aunque atisbe luces al final del túnel. El eccema como un mito de Sísifo judicial y personal para Stone y, en consecuencia, para Naz.

En el otro extremo de los personajes tenemos a Chandra, el auténtico talón de Aquiles de la producción. Muchas de las acciones de esta inexperta ayudante del fiscal dejan una evidencia narrativamente dolorosa: The Night of se mueve mucho mejor generando una atmósfera que desarrollando un relato. Simplificando: la serie es un diez en tono, pero se queda en un aprobado en lo que se refiere a la trama. Quizá, el manejar tantas pelotas dramáticas al mismo tiempo acaba ahogando la fluidez necesaria para una historia de trago largo como esta. El cómo, fascinante e hipnótico, acaba goleando al qué, atolondrado y previsible en la segunda mitad.

Una miniserie que es muy consciente de andar por un terreno minado, donde las relaciones entre la realidad y la ficción saltan a la cara del espectador en cada esquina. En este sentido, el pedigrí de los creadores es una garantía de sana alergia al maniqueísmo y la tabarra ideológica. Steven Zaillian, guionista de películas como The Schindler’s List y A Civil Action, insufla solvencia dramática y ese estilo visual deprimente y ansioso; el novelista Richard Price, uno de los nombres clave del género negro contemporáneo, añade la facilidad para reproducir la jerga del submundo neoyorquino y mimbres estructurales para tejer esa telaraña institucional que marcará a Naz de por vida.

«La verdad puede irse al infierno si no te ayuda», le espeta el abogado Stone a un aterrorizado Naz en los albores del relato, cuando su mirada aún es pura, inocente. La metamorfosis de este pobre chico — símbolo del fracaso del sueño americano— queda reforzada por la excepcional interpretación del británico Riz Ahmed. Bastaría con analizar la evolución de sus ojos para contemplar hasta qué punto ahí murió un chaval. La verdad y el infierno, decía Stone. ¡Nanay! Naz ya ha descendido a las profundidades. Para siempre. Por eso The Night of, a pesar de sus llamativas irregularidades, resulta tan poderosa: porque construye una lúgubre historia de perdedores al por mayor, donde ni siquiera el consuelo de la verdad permite la redención.

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