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ARTE | Muralismo hospitalario del siglo XXI

“Los colores de la vida”, del artista Coco Cano se instala en el Maciel Muralismo hospitalario del siglo XXI

Cristina Canoura - Periodista

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Calle Guaraní, entre 25 de Mayo y Washington. Corazón de la Ciudad Vieja montevideana, aroma a escollera y ritmo mañanero de gente que transita y se escabulle en su trabajo o en busca de un médico.

Un puente aéreo y cerrado atraviesa la calle y une el bicentenario edificio central del Hospital Maciel con su moderno Policlínico. Para acceder al hall desde la acera hay que subir unos escalones. Con la puerta de entrada aún abierta, una explosión de color cambia el ánimo de una mañana gris y lluviosa. Allí, de frente a los pacientes que sentados esperan su turno, casi como en una galería de arte, está emplazado desde el jueves 10 de marzo de 2016 un mural del artista uruguayo Coco Cano, radicado desde hace años en Turín, Italia. Ocupa una pared de cuatro metros de largo y dos de altura, aproximadamente.

El mural fue pintado por el propio Cano, durante el verano, con la colaboración del Colectivo Arte en la Escuela, un grupo artístico que desde el 2010 se dedica a la investigación de la didáctica del arte. A través de su proyecto llamado “Murales por los barrios” ya han pintado más de 120 paredes en distintos lugares de Montevideo.

La obra se llama “Los colores de la vida” y en ella abundan, con una paleta intensa y luminosa, los azules, rojos, amarillos y verdes que en el correr de este año saltarán de la pared y teñirán también túnicas del personal, camillas y parte del mobiliario del hospital.

El artista

Su nombre completo es Nilo María Cano Correa de Paiva, pero desde pequeño lo llaman Coco. Con los años, el sobrenombre se transformó en nombré y así, simplemente, se presenta en todo el mundo: Coco Cano

Nació en Montevideo el 2 de Mayo del 1952. Vivió en Montevideo hasta los 21 años, en Malvín, y en este barrio recala todos los años cuando viene al Uruguay a pasar el verano.

“Tengo un gran apego y afecto por mi barrio, del que me siento parte desde siempre. Crecí en una familia muy particular, en la que varios integrantes eran artistas y docentes. Siendo el más chico crecí en un ambiente muy estimulante. Mi maestra de tercer año de escuela un día me dijo que iba a ser pintor; yo nunca le creí y al final la vida me llevó un poco por ese lado. La pintura para mí no es la cosa más importante, sino el trabajo creativo. Me gusta mucho más diseñar, dibujar, pensar, concebir proyectos e ideas, que pintar”, dice a Nutriguía vía mail, desde su casa en Turín.

Después de cursar secundaria, Cano ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes de Montevideo, hasta que la dictadura la cerró. De esa etapa, reconoce la influencia y la marca del profesor Jorge Errandonea. Coco Cano emigró a Buenos Aires, como muchos hombres y mujeres uruguayos en 1973. “En esa época teníamos un taller de telares y me llevé uno a Buenos Aires y luego a Barcelona, pero me interesaba ya más la grafica y la pintura, y cuando podía trataba más que nada de ver, observar y aprender. Recién cuando llegué a Italia, a fines de los años 70, empecé a dedicarme a pintar y dibujar”, cuenta.

En ese país estudió gráfica publicitaria, fotografía y fotocomposición. Allí trabaja en varios sectores, diseño de muebles, objetos, juegos, entre otros. Asimismo, se dedica a la creación de logos para empresas, ha escrito y dibujado libros para niños, ha hecho intervenciones urbanas en varias ciudades italianas. En 2009, sus colores, los mismos que inundan la pared del Hospital Maciel, ocuparon puentes y muros en Riace, al sur de Italia, como bien lo muestra un video en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=CoOxKhYFcNY)

El artista colabora también con la Fundación Paideia, de Turín, que se ocupa de las familias con hijos con diversas discapacidades.

El Mural

La idea de pintar el mural del Hospital Maciel surgió poco después de la exposición que Cano hizo en 2015. “Conversando con el director del Hospital, el doctor Álvaro Villar, le comenté que para mi la cosa más importante es que quien vea mi trabajo encuentre en él algo, alguna cosa que lo ayude a tener ganas de vivir, a tener fe en el futuro, a que piense que la vida sigue a pesar de los problemas que tenemos que enfrentar todos los días. Y él me dijo: ¡Perfecto eso es lo que yo quiero! Y a partir de entonces empezamos a trabajar en un proyecto que prevé expandir los colores en todo el Hospital, las camillas, las túnicas de los médicos, los tachos de basura, todo va a tener algo del color del mural, porque así la gente que allí está sufriendo y pasando por un momento difícil podrá al menos pensar, aunque sea un poquito, que quizás mañana estará un poco mejor, que la vida sigue, que no está sola y que los

colores nos pueden ayudar a soñar. Yo no soy un muralista propiamente dicho pero sí se han realizado muchos murales con mis trabajos. En Montevideo los hay en varios lados, en ONG, escuelas y en la vereda de la escuela Experimental de Malvín, por ejemplo. Fueron hechos por los padres y maestros, y muchos por el Colectivo Arte en la Escuela. El Mural del Hospital Maciel es el primero que hago personalmente en Uruguay, junto al Colectivo”, destacó. Consultado acerca del significado de la utilización de colores plenos y brillantes Cano respondió: “mis colores son los colores de la naturaleza, los que tenemos todos los días frente a nosotros y que muchas veces ni nos damos cuenta. Los amarillos del sol, nos dan calor, nos entibian el alma; los verdes de los pastos nutren la tierra que nos alimenta, los azules del agua nos refrescan y nos dan alivio; los rojos del fuego nos dan calor, los violetas del alma nos alimentan por dentro. El hecho de usar esos colores plenos tal vez sea deformación de mi trabajo como gráfico. La publicidad influyó mucho en mi obra, sobre todo en los primeros años del taller”.

Acotamos que al iniciarse el segundo semestre de 2016 el mural Los colores de la vida comenzó a extenderse por el resto del edificio del Policlínico del Hospital Maciel. En esta segunda etapa, y en un recodo de la sala de espera del primer piso, integrantes del Colectivo Arte en la Escuela pintan un collage construido con partes calcadas del diseño original. Y la historia continuará con sucesivas intervenciones en paredes del recinto.

Las Influencias

Varias son las influencias pictóricas que Cano reconoce a lo largo de su obra: de Torres García, la división del espacio y el concepto del universalismo constructivo. También de Eduardo Chillida, un escultor español famoso por sus trabajos en hierro y hormigón, de Joan Miró, Antonio Tapies, Pablo Picasso, Paul Klee.

“Me gusta contaminarme y sigo dejándome influenciar y contagiar aún hoy”, concluyó.

Torres Garcia en el Saint Bois

El 29 de julio de 1944, el Hospital Gustavo Saint Bois, enclavado en el barrio Villa Colón —por ese entonces un centro de referencia en la atención y alojamiento de enfermos de tuberculosis— inauguró una serie de 35 murales pintados por Joaquín Torres García y sus alumnos.

Dirigido por el eximio especialista Pablo Purriel, él como nadie entendía el psiquismo y afectividad de sus pacientes. En una reseña efectuada por el Colectivo Arte en la Escuela, en ocasión del II Encuentro de Muralismo de Montevideo, en mayo de 2014, en homenaje a Torres García se recogen las palabras del director del Saint Bois:

“La tuberculosis es una enfermedad de larga evolución, de porvenir incierto, en la que los estados de angustia y desesperación se presentan con una inusitada frecuencia. La psicología de estos enfermos es profundamente modificada por la intensa preocupación que origina la enfermedad, a la que se suma el grave problema social que generalmente ellos tienen. Es necesario desviar su atención, creando entretenimientos adecuados, que a su vez sirven de incentivo a la formación de una cultura que cree nuevos horizontes y renovadas esperanzas para el futuro. Es preciso crear nuevos refugios espirituales a estas almas atormentadas”. Así, con la autorización del Ministerio de Salud Pública, Purriel pidió a Joaquín Torres García y su taller “Escuela del Sur” que decoraran las paredes del pabellón Martirené de ese hospital. Ellos realizaron 35 murales constructivistas que fueron inaugurados el 29 de julio de ese año. Siete fueron pintados por Torres y los demás por 19 de sus discípulos. Hay murales de Gonzalo Fonseca, Manuel Pailós, Horacio Torres, Daniel de los Santos, Elisa Andrada, García Brunel, entre otros, que toman elementos de la vida cotidiana: el café, una locomotora, un submarino, un tambo, la música.

Con los años, los murales del Saint Bois quedaron allí, en sus paredes, sin que poco o nada se hiciera para su preservación. Humedades, rajaduras los fueron corroyendo.

En 1970 la mayoría de ellos fueron separados de las paredes, colocados en bastidores y ofrecidos para exposiciones itinerantes mundiales. En una de ellas perecieron. En 1978, se los tragó el fuego en un incendio devastador en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro.

Casi veinte después del siniestro, en Uruguay el Ministerio de Salud Pública y Antel firmaron un convenio por el cual el ente público se haría cargo de retirar y restaurar los murales que quedaban en el Saint Bois para ser expuestos en la Torre de las Telecomunicaciones. De ellos, solo queda “Ciudades”, de Alceu Riveiro, fallecido en 2013 en Palma de Mallorca.

“Lo que busqué siempre fue el arte documental decorativo, con sentido general humano, religiosamente laico, colectivo y lindando con el artesanado; arte del pueblo y no de clase. Y yo me felicito de que haya sido aquí, en mi patria, que haya podido realizar plenamente tan profunda aspiración: son el Monumento Cósmico de Parque Rodó, y los grandes murales del Pabellón Martirené”, dijo Torres García en 1944 al inaugurar su obra. Seguro nunca imaginó el destino final.

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