Obituario #6

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Johnny Cash 1932-2003


JosĂŠ Luis Valverde


LOS 10 MANDAMIENTOS DE JOHNNY CASH

POR VÍCTOR MANUEL RUIZ

1.- SI LA TRAGEDIA TE GOLPEA FUERTE, ES TU PRIMERA OPORTUNIDAD DE MIRAR A LA CARA AL DEMONIO. 2.- HAY REDENCIÓN TAMBIÉN PARA LOS ÁNGELES DE DESTRUCCIÓN, A PESAR DE LAS HERIDAS. 3.- LO IMPORTANTE ES QUERER CONTAR, AÚN SIN SABER CANTAR COMO UN TENOR. 4.- NINGUNA SUSTANCIA ILEGAL ME SERÁ AJENA, PERO NINGUNA DE ESAS MIERDAS ME LLEVARÁ A LA TUMBA. 5.- DESPUES DE MI PRIMER MANO A MANO MUSICAL CON ELVIS, SABRÍA QUE YO SERÍA EL ÚLTIMO EN MORIR. 6.- MI ARMA ES MI GUITARRA. 7.- EL COUNTRY ES DIOS Y NASHVILLE ES SU MECA. YO, SU PROFETA VESTIDO DE NEGRO. 8.- CINCO HIJOS DE DOS MATRIMONIOS ES UN BUEN BALANCE PARA UN BUEN CHICO DEL SUR DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA. 9.- LOS PRESOS PAGAN LAS MALAS DECISIONES QUE TÚ NUNCA TOMASTE, O LAS QUE TOMASTE PERO CON SUERTE NO TE PILLARON. POR ESO MERECERÁN SIEMPRE UN RESPETO. 10.- MANTENTE FIEL A TU MÚSICA, PERO SIEMPRE EN EL LÍMITE DE NO SABER SI GUSTARÁS.



Canciones sin salida Me digo: no sientas como la piel se extiende Se propaga en anillos de fuego No vistas de negro por quienes sufren, Ni te hagas daño por ser violeta blue, Demasiado tarde, frena, Respiramos en medio de una canción de Johnny Cash. Violeta Nicolás



Memphis Manuel Vilas llegó a la ciudad española de Santander conduciendo su Audi 100, ventanillas bajadas, pelo alborotado, alma venenosa, alma muy gastada, alma tóxica, como su coche, tenía reservada una habitación en el Hotel Silken Coliseum. Entró en la habitación, la 301, y sintió algo especial. Inspeccionó la habitación. Todo estaba en orden. Había muchas cosas en el cuarto de baño, eso pone de buen humor siempre, hasta los muertos se regocijan con los regalos: Kit de afeitado, cepillo de dientes, aguja e hilo. Había un calzador y una esponja abrillantadora para los zapatos. Había un boli pequeño, de bolsillo, con el anagrama de Hoteles Silken. Puso una foto de su padre en la mesilla. Puso una canción de Johnny Cash en el ordenador portátil. Vilas hace esas dos cosas siempre en los hoteles. Revisó los poemas que iba a leer esa tarde, en Santander. Se cansó de los poemas. Son sólo poemas, palabras. No son personas, no son seres humanos, no besan, no hacen el amor. Me casé con las palabras, pensó. Me casé con mujeres muertas. Oh, desesperación, protégeme de las bestias de la tristeza, conviérteme en el gran mendigo del amor, dijo.


Se duchó. Estuvo un rato bajo el agua, maldiciendo su soledad inacabable, más grande que la soledad de Dios, no oía a Johnny Cash desde la ducha, y eso le pareció una tragedia. Tenía que elegir entre la canción y el agua caliente. Siempre había que elegir. I went up to Memphis, oyó. Con la toalla en la cintura, abrió el minibar, consultó los precios, y volvió a cerrarlo con un portazo fuerte, sonoro, absurdo, goma de la puerta contra la goma de la nevera en un choque anónimo, innecesariamente cruel. Bueno, se dijo, volvió a abrirlo, y sacó una botellita de whisky. Al rato otra más. Al rato comenzó con el vodka porque el whisky se había acabado. Pensó en su poema El alcohólico. Miró la habitación: qué blancas las almohadas, qué bonito el teléfono, qué sensación de limpieza en el cuerpo. Sonaron unos golpes secos y fuertes en la puerta de la 301, golpes fantasmales y a la vez esperados, y Vilas abrió. Era el mismísimo Johnny Cash, con camisa negra, con botas y con levita y con el pelo alborotado.


Cash entró en la habitación, se sentó en la cama y dijo “Vilas, cariño, camarada, amar a los seres humanos no es suficiente si quieres amarlos de verdad, estás desesperado, y no te curarás nunca, no hay cura para esto, hermano, siempre estarás así, violento, insatisfecho, radiante, destruido, hermano mío, mi hijo casi”. Vilas pensó que Johnny le había leído el pensamiento porque Vilas ama a todos los seres humanos que ha conocido en esta vida. A todos los ama hasta la extenuación, hasta la cruz; aunque sólo haya hablado dos minutos con un hombre o una mujer, Vilas lo ama. Dios hace lo mismo. Dios y su mismísimo hijo el Gran Jesucristo hacen lo mismo. Más allá del beso, más allá de la fornicación. Más allá del erotismo radiante. Más allá de la posesión y del placer inimaginable. Más allá de la amistad. Más allá del matrimonio. Más allá de la admiración, la lealtad y la fraternidad. Más allá de todas las falacias del amor, los fuertes comemos seres humanos, dijo Johnny. Vilas estaba solo en mitad de la habitación. Debería pegarme un tiro ahora mismo, dijo Vilas, mientras miraba la foto de su padre encima de la mesilla, con su portátil marco de plata, y Cash cantaba desde el ordenador I went up to Memphis.

- Manuel Vilas -



Ana Himes



4. Glen Sherley es una elipsis, un eufemismo.

5. La palabra sobrepoblación no está registrada en el Diccionario. La que se muestra a continuación tiene formas con una escritura cercana. repoblación. Real Academia Española © Todos los derechos reservados 6. Superpoblación sí existe, y siempre, quiero decir, en cualquier caso, comporta abundancia, exageración, un sobrante: el exceso. 7. El significado de exceso como enajenamiento y transportación de sentidos, ha quedado en desuso. No hay suficientes lugares para transportar individuos, quiero decir, no hay lugar para el emigrante más allá de la frontera. El poder [el delineante], coloca los filtros. Este es otro eufemismo. Antes, decían, éramos nómadas. 8. En las cárceles siempre hay sitio. En contraposición, quiero decir. La cárcel es el lugar. Y Siempre es un lugar común. 9. Glen Milborn Sherley (March 9, 1936 − May 11, 1978) was an American criminal who 10. De acuerdo con la teoría de los diagramas de flujos, el contenido de una oración subordinada no escrita puede condicionar el continuum de la historia.


11. Leo [escribo]: En 1955 Johnny Cash escribió la canción «Folsom Prison Blues». La Prisión estatal de Folsom, California, fue abierta en 1880. Se trata de la segunda prisión más antigua del estado tras la de San Quentin. El 13 de enero de 1968 Johnny Cash, June Carter, Tennessee Three, Carl Perkins y The Statler Brothers ofrecieron dos conciertos en la prisión de Folsom. Las grabaciones de aquellas actuaciones fueron editadas en el disco «Johnny Cash: At Folsom Prison». Coordenadas en grados decimales: 38.6931°, -121.1617° 12. El reverendo Floyd Gresset se encuentra de visita en la prisión de Folsom, lo cual es, per se, una definición imprecisa, por extraña, pues debería decir que se encuentra cumpliendo con su cometido laboral, pastoral, espiritual. Espiritual, escribo, donde quiero decir compañía. 13. La noche del 12 al 13 de enero de 1968 es la noche anterior a los conciertos. El reverendo Gresset lleva en su bolsa una cinta con la canción «Greystone Chapel», escrita e interpretada por Glen Sherley. Glen Sherley es un recluso de la prisión de Folsom, y la primera estrofa de la canción dice así: Inside the walls of prison my body may be But my Lord has set my soul free There's a Greystone chapel here at Folsom A house of worship in this den of sin 14. No creo en Dios. Jamás le he visto. Jamás he podido pegarle.


15a. Johnny Cash podría ser uno de aquellos reclusos. Ya lo fue y siempre lo será. Probablemente todos lo seamos. Johnny Cash podría haber escrito aquella canción entre rejas, pero había escrito otras. El reverendo pidió a Cash que mencionara a aquel reo y su canción, y él, después de escucharla en un radiocasete, contestó que quería interpretarla durante el concierto: pasaron gran parte de la noche aprendiendo a tocarla 15b. cuando lo más sencillo [o justo, si eso es algo que pueda existir en un diccionario] hubiera sido solicitar a Glen Sherley que interpretara aquella canción, probablemente algo de difícil acometida, quiero decir, de imposible acometida, a pesar de lo que piense o diga el Señor [antes Lord], dadas las rígidas condiciones impuestas a un evento de tales características [modo informe on] 15c. El gobernador de California se llamaba Ronald Reagan. 16a. El 13 de enero de 1968 el recluso Glen Sherley se encontraba sentado en primera fila, delante de un escenario donde iba a tener lugar la actuación de Johnny Cash y el resto de músicos. 16b. «At Folsom Prison» Tracklist: http://www.allmusic.com/album/at-folsom-prison-mw0000257048 16c. Johnny Cash finalizó el concierto anunciando que iba a tocar «Greystone Chapel», de Glen Sherley [olvidé si era Sharley o Sherley]. La alegría de un hombre, como la del niño, puede aproximarse a un punto máximo imposible.


17. Glen Sherley y Johnny Cash [en este orden] pudieron charlar aquella noche. Se hicieron fotos. Se intercambiaron sus números de teléfono móvil [licencia]. Cash envió por correo-e [licencia núm. 2] un contrato para que Sherley recibiera el pago por los derechos de «Greystone Chapel», y produjo [help him] «Live at Vacaville, California», un álbum en directo de Glen, todavía en prisión. 18. El gobernador de California concedió los permisos necesarios para que Glen Sherley acompañara regularmente a la troupe de Johnny Cash en sus actuaciones, aun estando cumpliendo condena. El gran sueño americano convertido en película de Hollywood. El final feliz sin pensar en penas de muerte, en el lejano oeste ni en comunidades indias exterminadas, expropiadas de sus vidas. 19. En 1971 Glen Sherley gana la libertad y deja Folsom. Allí, a las puertas, le espera Johnny, su amigo, aquellos dos tupés fundidos en música. Sherley se une al Johnny Cash Show, pasa a ser un miembro más de aquella familia de músicos itinerantes. Y entonces sólo encuentro [busco] vaguedades, imprecisiones [busco], vacíos : bebida : droga : violencia : expulsión del show [licencia [despido]] 20. La red no dispone de todas las respuestas. O al menos, de todas las que necesito. Me resulta insuficiente este paréntesis de desconocimiento. Este intervalo.


21. [el momento 21 es el vacío, la elipsis] 22. En 1978 Glen Sherley se suicida disparándose un tiro en la cabeza [punto] Hollywood ya tiene un final no feliz. 23. The night before I was going to record at Folsom prison, I got to the motel and a preacher friend of mine brought me a tape of a song called "Greystone Chapel." He said a convict had written it about the chapel at Folsom. I listened to it one time and I said, "I've got to do this in the show tomorrow." So I stayed up and learned it, and the next day the preacher had him in the front row. I announced, "This song was written by Glen Sherley." It was a terrible, terrible thing to point him out among all those cons, but I didn't think about that then. Everybody just had a fit, screaming and carrying on. Johnny Cash 24. No creo en la última respuesta que me da la red. Siento que miente, y me baso en una cifra [el ínfimo número de entradas que devuelve una búsqueda en google] y en una respuesta en wiki.answers. Pulso las teclas, es la nueva fonética: [s] [i] [e] [n] [t] [o]

[q] [u] [e]

[m] [i] [e] [n] [t] [e]

Yo decido: ¿es eso posible? He escrito en el navegador tantas veces el nombre de Glen Sherley que mi memoria ya no lo olvida. Se escribe Glen, con una [n].



«Amo a June Carter, claro que sí. Pero ahora ella es un ángel y yo no». Johnny Cash

Resplandor extinto, sombra impenetrable, recomponen el abismo de perdernos. Ser náufragos, trunca esperanza, de nuestros cuerpos ardientes en la lejanía inevitable de lo gélido. ¿Dónde estás, June? ¿Dónde tu fuego calcinando el vacío de mis adentros? ¿Dónde el horizonte incierto de nuestros recuerdos? Mi efímera memoria se deshace como lágrimas finísimas al fundirse con el suelo. Febril suspiro, llanto desbocado, desgarran la ilusión de cabalgar la invencible llegada del mañana. Mi boca y tu boca, argénteas en la noche, acortarán la distancia, la luz tenue, de la muerte. Rosa Berbel


Damián Rodríguess



COUNTRY BOY, COUNTRY GIRL La primera vez que Johnny Cash cruzó el altar para convertir en esposa a una aldeana del medio oeste, acababa de volver de la guerra en Alemania. En aquel profundo sur de su infancia, a nadie le resultó extraño aquel elegante negro que impregnaba toda su vestimenta el día de su boda. De hecho, aquella audiencia de mujeres de cardados rizados y hombres con sombreros de vaquero no podía parar de comentar que, a pesar del luto, aquel circunspecto y envarado chico, al fin, parecía tranquilo. Un nuevo miembro de la tribu que regarían entre whisky, cerveza, aceite del taller y prole numerosa. Bienvenido, Johnny Cash, parecían decir, con sonrisas satisfechas. Pero la música estaba latente. Y no tardaría en salir, para derrumbar aquella Arcadia de costillas de melaza y salsa barbacoa. Porque entre los pliegues de aquellos vestidos de cocktail, entre los preparativos de aquella boda producto de promesas en postales transatlánticas, una presencia se metía, incómoda en la cabeza de Johnny. Justo debajo de su sombrero, como una insistente maldición, el fantasma de su hermano luchaba por irrumpir. Cómo echaba de menos a Jack Cash. Su admirado hermano mayor asesinado por una negligente sierra que lo partió por la mitad partiendo, en el mismo acto, el alma de Johnny Cash para siempre. Él hacía por evitar ese doloroso recuerdo, pero entre cada abrazo y felicitación nupcial, la mirada mortuoria de Jack se clavaba en sus ojos, como reprobándolo. ¡Esto no, Johnny! ¡Esto, no! Y Johnny bebía y bebía, buscando en el choque de los hielos la erradicación de aquella sibila negra y aguafiestas. Pero sabía que Jack tenía razón... Eso no, Johnny, eso no. Después de millones de trabajos en los que nunca encajaba, y cuatro embarazos en un hogar que Johnny asemejaba a una jaula, aquel destino ineludible acabó por llegar. Aquella ocupación tan poco rentable de la guitarra irrumpía en todo su crudo tamaño, destruyendo todo lo ordenado y todo lo burgués. Porque cuando Johnny tocaba, el recuerdo del tormento de aquella sierra, de aquellos ojos exigentes de ultratumba, desaparecían. Y llegaba, de modo mágico, la música de la mano del mismísimo diablo. Porque de quién si no podía provenir un calmante tan eficaz frente a esa desazón. Aquel talento, aquella voz oscura y profunda no podía ser un producto del buen Dios. Aquello que sentía cuando escarbaba acordes tenía que ser un compromiso mefistofélico cuyo pago debía ser la autodestrucción. Y a ello se entregó Johnny, como si aquel pago a plazos al demonio fuera, por fin, su destino elegido. Pero el diablo, como las peores hipotecas, no ama la deuda en sí. Ama el sufrimiento. De ese modo, como productos derivados de aquella vocación se posaron sobre Johnny el alcoholismo voraz, el tráfico de drogas y la destrucción de la familia.


El aplauso llegó, sin embargo, entre raptos de ebriedad. Poco a poco, pero inundándolo todo. El diablo cumple sus promesas. Y sin embargo, se salvó... Milagrosa e inesperadamente, se salvó. Gracias a una mujer con brazos de redención y guitarra, con voz escasa pero sobrada de actitud. Con más experiencia en el fracaso, pero sin gana alguna de repetirlo. June tenía la llave de ese infierno. E iba a quemarlo combatiendo el fuego con el fuego. Todo cambiaría en la vida de ambos a partir de aquella boda en Franklin, Kentucky. En esta segunda boda, su rictus de hombre bueno se abría paso sin barreras en aquel pasillo nupcial. Y al fondo de aquel camino hacia la salvación humana, podía observar las caras de aquella familia Carter, casi la familia real del country. Le sonreían dando la bienvenida, a pesar de todo lo que sabían de sus oscuridades y negruras. La música había sido el demonio, y a partir de ahora, gracias a June Carter, sería tan solo un acompañante en una redención. A partir de ese instante, la viviría con devoción pero sin una entrega destructiva. El fajín le apretaba lo indecible y tan solo el calmado brillo de los ojos de June hacía que los recuerdos de esas giras locas con Elvis o Jerry Lee Lewis (otros firmantes del contrato con el diablo con resultados dispares) parecieran lejanos ya. No obstante, el diablo no perdona sus deudas así como así y aún no había dicho la última palabra, pero en su corazón sureño sabía que, al menos, tenía el antídoto en sus manos. El ángel que combatiría hasta su último aliento el azufre que lo rodeaba. Un ángel que empastaba su voz en los dúos del mismo modo que su cuerpo haciendo el amor. Una simbiosis. Algo más que una esposa. Nada parecía imposible para Johnny cuando June estaba cerca con sus dientes y su cara alargada. Ya lo dicen las abuelas, cásate con quien te haga reír, siempre que eso no implique que te haga llorar en la misma proporción. Eso hizo Johnny metiendo el anillo en aquellos dedos trabajados con el banjo. Un anillo que no se caería de su mano hasta que June diera el último suspiro de una vida intensa, musical, altibaja pero feliz, al fin y al cabo. Siempre al lado de aquel Johnny Cash que, en su ausencia, sólo pudo aguantar cuatro meses más. Ninguna pena podría ser superior a aquella. La vida sin June sí que era el infierno. Y Johnny caminó la línea... y se reunió con ella.

Víctor Manuel Ruiz



El hombre que creía ser Johnny Cash Yo soy el hombre de negro y esta elegancia propia de la corte de Felipe II me ha venido muy bien para desempeñar todo tipo de oficios. He sido cobrador del frac, por ejemplo, y con mi potente voz siempre conseguía que los morosos pagaran sus deudas. También he trabajado en una funeraria, me contrataron de inmediato gracias a mi luto perpetuo. He sido maître en lujosos restaurantes y en uno de ellos conocí a la que es mi mujer. Ella trabajaba de camarera y enseguida me cautivó con esa belleza y gracia natural con las que se ganaba las propinas de los clientes. Era junio y hacía mucho calor (sobre todo vestido de negro). Me acerqué a ella y, de rodillas, le pedí matrimonio. Los clientes se removieron en sus asientos, ella gritó y me despidieron. Esto me llevó a una espiral de autodestrucción y drogas, pero no cejé en mi empeño: seguí insistiendo, ahora como cliente, y, tras años de negativas y órdenes de alejamiento, finalmente claudicó al comprender que era más sencillo casarse conmigo y no continuar cambiando de trabajo e incluso de ciudad para escapar de mí.

Gabriel Noguera





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