América Latina: el análisis de la comunicación política y del discurso de los medios en contextos de cambio social. Pedro Santander Molina Pontificia UCV I.- INTRODUCCIÓN En más de una ocasión he hecho la siguiente pregunta a mis diferentes alumnos en la Escuela de Periodismo de la P.UCV. “Veamos ¿cuánto saben acerca de Napoleón y cuánto acerca de Simón Bolívar?” Lo que viene, sin dejar de asombrarme nunca, ya no es sorpresa: la figura histórica del emperador europeo es muchísimo más familiar que la del libertador americano para estos estudiantes universitarios chilenos. Saben, por ejemplo, de la muerte del francés en el destierro y de su posible envenenamiento, pero poco han escuchado acerca de la tuberculosis y la soledad en que muere Bolívar cuando partía lejos de su patria. Incluso en el plano anecdótico, saben del caballo blanco de Napoleón, pero nunca han escuchado que a Bolívar los llaneros le llamaban culo de hierro, por su capacidad de aguantar largas cabalgatas. Situaciones parecidas en relación con el conocimiento no sólo afectan a estudiantes universitarios, también a los académicos latinoamericanos. Es común observar cómo los criterios de la agenda investigativa y teórica tanto europea como estadounidense, es decir, de “Occidente”, orientan parte importante de la nuestra discusión científica. En ese sentido, gran parte de las miradas científicas latinoamericanas están influidas e incluso incentivadas por las preocupaciones de la comunidad académica occidental. Decimos incentivadas pues en un inmenso número de universidades latinoamericanas y en prácticamente todas las chilenas, se han establecidos parámetros “objetivos” para medir el desempeño académico y la productividad científica. Estos criterios siempre premian más y mejor todo lo que sea reconocido por Occidente. Formar parte de un comité editorial de una revista europea o estadounidense tiene un mayor valor “objetivo” que serlo de una latina. A su vez, a una revista latina le interesa que figuren y formen parte de su comité editorial científicos europeos o estadounidenses, a modo de sello de calidad. Una publicación en una revista de esa parte del mundo obtiene un puntaje “objetivo” mucho mayor que una en el sur; lograr que un artículo circule en una revista con idexación ISI asegura al autor un mayor incentivo económico de la universidad. En Chile, además, las universidades reciben de parte del estado dinero en el marco del llamado Aporte Fiscal Directo (AFD) por cada artículo ISI que anualmente publiquen sus académicos. Esto, a su vez, configura un ranking “objetivo” que permite comparar la calidad de la productividad entre universidades. Y claro, la gran mayoría de las revistas ISI están en Europa o EE.UU y publican en inglés. En este contexto es común que para desde “acá” poder publicar “allá” haya que trabajar sobre temas que
interesan a esa comunidad académica y, por lo mismo, con marcos teóricos y metodológicos ad hoc. Se trata de una estructura productiva y material que se ha ido consolidando en los últimos 20 años en América Latina, en el marco de la instalación del neoliberalismo en nuestro continente y de la contrarreforma universitaria puesta en marcha a partir de la década del ´80 (Pinochet en Chile, Menem en Argentina, Fujimori en Perú, Carlos A. Pérez en Venezuela, etc.) y que ha consistido en limitar la autonomía y los recursos financieros de los que disponen las universidades. Siguiendo las recomendaciones del FMI y del Banco Mundial, se han reducido las rentas básicas de los académicos y se han aumentado los ítems variables y los incentivos de acuerdo a parámetros de productividad como los señalados (Borón, 2006). A pesar de que estamos ejemplificando con situaciones de los últimos 30 años, desde el punto de vista histórico, no se trata, sin embargo, de algo nuevo. Más allá de su expresión particular, situaciones como las descritas se enmarcan dentro de un largo proceso histórico en el cual, como explica Quijano, se ha instalado una “elaboración de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento” (Quijano; 2000: 203). Hace cientos de años que se fuerza a las poblaciones de los continentes conquistados, y con particular fuerza a los de América, a aprender la cultura de los dominadores en todo lo que es útil para la reproducción de la dominación, no importa en qué área, y, ciertamente, la científica no es una excepción a eso. “Europa también concentró bajo su hegemonía el control de todas las formas de control de la subjetividad, de la cultura y, en especial, del conocimiento y la producción de conocimiento” (Quijano, 2000: 209) Como señala y advierte Borón (2006), esta colonialidad y el racismo implícitos en los criterios de productividad y funcionamiento científico, han tenido un efecto devastador sobre el pensamiento crítico de nuestro continente, efecto que se acentuó a partir de los ’80. “El riesgo que corremos es el de subordinarnos a una agenda de investigación que nada tiene que ver con nuestra realidad social, y, de ese modo, crear en la periferia otro gueto academicista que nos aísle por completo de los problemas que afligen a nuestras sociedades” (Borón, 2006: 6). Resistencia y creatividad intelectual ayer y hoy Este movimiento histórico de subordinación no siempre ha sido uniforme. La resistencia intelectual a esta perspectiva colonial y a esta imposición de agenda ha tenido momentos de alta creatividad y autonomía en América. Tras la II Guerra Mundial, en las décadas del cuarenta y cincuenta comienza a tomar forma y a madurar una teoría social latinoamericana, fundamentalmente centrada en el debate en torno a las nociones de modernidad, desarrollo y subdesarrollo. Se trata de un fértil momento de productividad intelectual, empírica, teórica y metodológica. Emergen teorías producidas por grupos de académicos que, conociendo bien los marcos teóricos europeos y
estadounidenses, autonomizan su observación, su heurística y sus discursos y dotan a la ciencia social latinoamericana de una batería de conceptos y categorías propias y específicas para los contextos históricos y culturales de nuestros países. Las críticas a la teoría de la modernización que comienzan a formularse sobre la base de hipótesis propias, la aparición de la Teoría de la Dependencia, de la Teoría de la Liberación, el uso de la concepción centro-periferia, etc. son muestras de originalidad intelectual que sirven de fundamentos para sostener que la modernización de nuestro continente no implica necesariamente una occidentalización de nuestras sociedades, y también para cuestionar teorías que nos hablan de un punto ya definido de llegada, ayer la modernidad, hoy la globalización (Correa, 2008). Este fértil momento de la creación intelectual latinoamericana fue frenada vía manu militari en los años setenta, mediante golpes de estados en prácticamente todos los países de Sudamérica, golpes que contaron con el apoyo de importantes actores políticos y económicos de Europa y EE. UU. En adelante se debilita el proceso de acumulación teórica que se había venido gestando en las ciencias sociales latinoamericanas y también los cuestionamientos de una perspectiva histórica hegemónica que, como señalamos, implica un control de la producción de conocimiento. A partir de los ´80 y ’90 los académicos latinoamericanos nos formamos en el marco de la arremetida neoliberal. Esta formación se caracteriza, entre otros, por una carencia generacional sustentada tanto en el desconocimiento de ese proceso anterior de autonomía y originalidad científica como en una desvinculación acrítica con éste (Rovira, 2008). Viene pues un retorno denso de lo que Quijano (2000) llama la colonialidad del saber. Se trata de un período en el que se vuelve a instalar la dependencia académica y en el cual, como Borón (2000) lo demuestra, la productividad científica latinoamericana muestra gran cantidad de generación y acumulación de datos empíricos, los que, sin embargo, son teorizados con categorías, conceptos y preocupaciones propios de una agenda de investigación que a menudo más tiene que ver con intereses y preocupaciones de “allá” que de nuestro contexto. Lo anterior ocurre, a mi modo de ver, con una parte importante de la investigación en torno a los medios y la comunicación política que se realiza actualmente en América. Acerca de eso discutiremos en las siguientes páginas.
CAMBIO DE ÉPOCA Como ha dicho en más de una oportunidad el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien tiene una destacada trayectoria académica, estos primeros años
del siglo XXI no representa para América Latina sólo una época de cambios sino, sobre todo, un cambio de época. En los últimos diez años América Latina ha experimentado cambios políticos de gran magnitud que, sin embargo, no se reflejan en el análisis social predominante. Me refiero al giro a la izquierda de una parte importante de los gobiernos del continente. Estos gobiernos han dado muestran de una autonomía política pocas veces antes vista en el continente frente a Europa y EE.UU. : han cerrado bases militares estadounidenses (Ecuador)1 y expulsado a embajadores de ese país por su injerencia en políticas internas (Venezuela y Bolivia), cerraron las puertas al tratado de libre comercio continental (ALCA) el 2005 en Mar del Plata, Argentina, reemplazándolo por la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA); han nacionalizado los recursos naturales afectando a importantes empresas europeas, etc. Sin embargo, y como también el mismo presidente Correa ha sostenido, “la comprensión del mundo que realizan las ciencias sociales, en muchos casos niega la experiencia social y los cambios sociales que están aconteciendo” (Correa, 2008: 284). Como señalábamos anteriormente, la dirección hacia donde los científicos sociales latinoamericanos dirigen su mirada (o no la dirigen) y la aproximación explicativa que formulan, están influidas por elementos históricos e intereses políticos. “Los espacios académicos son espacios de disputa ideológica en pos de construir hegemonía de unos intereses por sobre otros, de unas visiones del mundo por sobre otras” (Correa, 2008: 282). Y es innegable que el actual contexto político, social y económico en América Latina es como nunca propicio para realizar una observación científica independiente y original, pues originales son los cambios sociales que nuestro continente está experimentando. Podemos sostener que América Latina es la única parte del mundo que está planteando una respuesta de dimensión y de carácter continental a la globalización capitalista y esto en todos los frentes: en el militar, el discursivo, el comunicacional, el económico, el cultural, el político, etc. Sin embargo, en el plano intelectual y de producción de conocimiento, se observan escasas formulaciones de hipótesis sociales que podrían enriquecer los acontecimientos históricos que estamos viviendo en este presente y, a la vez, enriquecer una teoría social. Ello a pesar de que los acontecimientos que están ocurriendo en América Latina son una respuesta empírica contundente que refutan y muestran la ridiculez de proclamas hegemónicas acerca del fin de la historia o del fin de las ideologías; son hechos que han vuelto a mostrar que los sujetos pueden cambiar e influir el curso de la historia y por eso, el discurso antiutópico de la globalización y su TINA (there is no alternative) es un discurso que pierde legitimidad en un continente donde parte importante de
1
Es lo que también iba a llevar a cabo el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, con la base militar estadounidense Soto Cano el año 2009, para convertir dicha base en un aeropuerto civil, con fondos del ALBA. El golpe de estado que sufrió ese mismo año impidió ese propósito.
sus habitantes económicas.
creen
que
deben
haber
otras
alternativas
políticas
y
II) El análisis de los medios de comunicación y la comunicación política: elementos comunes y recontextualización. Aproximarse en estos contextos tan dinámicos y propios de nuestra realidad a objetos de estudio, es un ejercicio que demanda independencia intelectual de los cánones de validación del conocimiento establecido por Europa y EE.UU. En el caso del estudio de los medios y de la comunicación política, por ejemplo, frecuentemente se establecen generalizaciones acerca de la relación entre los medios y los sistemas políticos que más bien son aplicables a the more stable Western capitalist democracias y que no han sido testeados en contextos dinámicos como los señalados (Porto y Hallin, 2009). Claramente existen elementos que compartimos con Europa y EE.UU. y que deben también formar parte del análisis, pero ese análisis debería ser enriquecido con los elementos que son propios de nuestro contexto histórico. Es lo que intentaremos hacer en las siguientes líneas en relación con el análisis del campo de los medios en América Latina. Para ello iniciaremos este análisis identificando dos elementos de contexto que ocurren tanto en nuestro continente como en Europa y EE. UU., para luego ver cómo éstos se recontextualizan en América Latina y cuáles son los desafíos para las ciencias sociales de esa recontextualización. En cuanto a los elementos compartidos, me refiero en primer lugar a la concentración de la propiedad y en segundo a la llamada retirada mutua.
II.1 Concentración de la propiedad La concentración económica de la propiedad de los medios de comunicación es una tendencia objetiva, uniforme y transcontinental que afecta a las democracias capitalistas a lo largo del planeta. Es interesante constatar que tanto para los países que se liberaron de dictaduras militares en América Latina (en los ‘80), como para los que en Europa del Este se liberaron de las socialistas (también en los ‘80), la democracia trajo consigo –entre otros- la concentración de medios, fundamentalmente en forma de oligopolios. Igualmente interesante es señalar que se trata de una tendencia muy poderosa y vertiginosa; avanza rápidamente con masivas fusiones y adquisiciones, ha llevado a que emergieran en Europa lo que Dragomir
(2007:73) llama “un pequeño grupo de Goliats de los medios”, que, además, surge y se consolida a pesar de la existencia de legislaciones antimonopólicas en todos esos países, pero que resultan inoperantes. Italia es uno de los ejemplos más sobresalientes, aquí el grupo Mediaset perteneciente al actual Jefe de Estado, Silvio Berlusconi, es propietario de los tres canales más importantes del país que juntos concentran más del 40% de la audiencia (Dragomir, 2007). En América Latina la situación es similar. Vemos un mercado medial altamente concentrado. En Chile, por ejemplo, existe un duopolio en la prensa escrita que implica también una concentración del avisaje publicitario. Otro tanto ocurre en el ámbito radial, área que se había salvado de esta concentración. El año 2008, sin embargo, el grupo español Prisa adquirió diez radios, lo que significa el 60 por ciento de la audiencia total. La misma concentración medial la vemos en México, Colombia, Bolivia, Ecuador o Venezuela. II. 2. La retirada mutua El concepto de retirada mutua es utilizado por Mair (2007) para referirse al modo en que se establecen las relaciones entre sociedad política y sociedad civil, en el marco de las democracias occidentales. Tiene que ver con que los partidos políticos ya no conectan con los ciudadanos y éstos, a su vez, son cada vez más reacios a relacionarse con los partidos (ya sea a través de la militancia, la participación espontánea o incluso en voto). Mair (2007), habla de un fracaso de los partidos y una desconfianza hacia ellos que provoca una retirada mutua: “Los ciudadanos se retiran hacia su vida privada o hacia formas más especializadas de representación y los partidos se retiran hacia las instituciones. El terreno tradicional de la democracia de partidos, considerado como la zona de encuentro de los ciudadanos con sus dirigentes políticos, está quedando abandonado”. (Mair, 2007:29). También Garretón (2007) describe esta situación en América Latina al señalar que se ha producido un distanciamiento entre “lo político como búsqueda de la sociedad buena, de la política como actividad profesional restringida a un cierto sector, llamada la clase política”.Es muy interesante constatar que, tal como lo señalábamos respecto de la concentración de la propiedad de los medios, la retirada mutua es también una tendencia transcontinental. Sea en Italia, Chile, Perú o Inglaterra, la distancia entre los partidos y los ciudadanos se amplía progresivamente, mientras la distancia entre los propios partidos se reduce. En gran parte de los países occidentales, todas las cifras demuestran una caída sostenida de las afiliaciones a los partidos, de los niveles de participación en las elecciones, etc. (Mair, 2007). Como resultado de este movimiento divergente entre sociedad civil y sociedad política, de esta retirada mutua, se genera una zona vacía, abandonada, que es hoy ocupada de manera importante por los medios.
Mientras los ciudadanos en las democracias han pasado de participantes a espectadores en el marco de una videopolítica o democracia de audiencias, la elite política gana más espacio y a sus integrantes les resulta más fácil conseguir los intereses que comparten. De este modo, sobre una zona abandonada, los medios participan de la comunicación política y se han convertido en una importante instancia mediadora entre la sociedad civil y la política. II. 3- Respondiendo a la concentración económica y discursiva. La concentración de la propiedad de los medios ha significado un desafío de orden ideológico mayor para los presidentes de izquierda, sobre todo, para Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Hugo Chávez (Venezuela). En Venezuela, en Bolivia y en Ecuador la industria mediática está fuertemente concentrada, tanto en términos de la propiedad como en el ámbito discursivo de la transmisión de una determinada ideología. En Bolivia la prensa de modo permanente ha descalificado cultural y socialmente al Presidente Evo Morales, lo ha vinculado al narcoterrorismo, ha insistido en recordar su falta de educación formal, lo ha denostado por su origen racial, por su pasado sindical, etc. En Ecuador y como el mismo Presidente Rafael Correa lo ha denunciado, seis de los siete canales de TV con cobertura nacional son propiedad de la banca y opositores activos al gobierno. En Venezuela el 80 por ciento de los medios es de oposición al gobierno de Hugo Chávez y no ha dudado en apoyar sabotaje e intentos de golpe de estado en su contra. Frente a esta realidad, los gobiernos de izquierda han debido crear respuestas en el plano de la comunicación política que valen la pena ser observados empíricamente para enriquecer la teoría mediática. En el caso de la clausura discursiva que la concentración de la propiedad provoca, Venezuela lidera el intento más creativo de responder a ese fenómeno. A diferencia de lo que los medios de comunicación occidentales suelen informar, la respuesta ante esta concentración de la propiedad y del discurso no pretende limitar la libertad de expresión, sino ampliarla socialmente y volverla participativa. Para ello se ha establecido un apoyo a la comunicación local y a los medios comunitarios que es inédito en las experiencias mundiales. La Ley Orgánica de Telecomunicaciones (art. 191) incentiva el desarrollo de estos medios comunitarios (como radiodifusión o televisión abierta comunitaria) e impide expresamente su concentración de la propiedad. Pues la concesión para operar un medio comunitario no es otorgada a privados, sino a una “fundación comunitaria”, es decir, una fundación participativa, plural y local, esto obliga a la comunidad a organizarse en torno a la problemática de la comunicación. Además, se establece un quiebre en la tradicional relación emisor - receptor y esto es lo que resulta de lo más sorprendente para la teoría de la comunicación y la teoría medial: el Reglamento de Radiodifusión Sonora y TV Abierta Comunitaria exige que el contenido, es decir, la programación de un medio
comunitario sea producido en un 70% ¡por la audiencia local! La estación por sí misma, o sea, los periodistas o comunicadores profesionales, sólo puede producir un máximo de 15 % a 20% del contenido, por lo que el resto tiene que ser producido por miembros de la propia comunidad. De este modo ocurre una situación no prevista por los estudios y las experiencias clásicas de comunicación: la propia audiencia se convierte en emisores de sus medios, de hecho, está por ley obligada a serlo si quiere que su medio de comunicación funcione y que la concesión no sea revocada. Esta idea de que para poseer un medio, la audiencia local tiene que generar la mayoría del contenido, es decir, ser emisor y, a su vez, formar parte de la comunidad que lo recepciona, es revolucionaria. Tradicionalmente en los medios pocos (los periodistas y comunicadores) producen mensajes para muchos (la audiencia) y esos muchos están estructuralmente impedidos de acceder al polo de la producción de mensajes, por lo tanto, de influir en el contenido de manera directa. Eso lo que algunos autores como Thompson (1998) o Fairclough (1997) denominan asimetría estructural. Estas experiencias rompen con dicha asimetría. En ese contexto se han otorgado desde el año 2000 frecuencias para más de 25 estaciones de televisión comunitarias y más de 150 estaciones de FM comunitarias. Cabe, eso sí, señalar que a pesar de ello la estructura de la industria mediática no se ha visto alterada en profundidad, el 80 por ciento de los medios venezolanos, sigue perteneciendo a corporaciones privadas. II.4 Enfrentando la retirada mutua Como veíamos, la noción de retirada mutua que sirve para caracterizar ciertos comportamientos de la sociedad civil y política en las democracias capitalistas, nos indica la existencia de un espacio que hoy es ocupado, en parte importante, por los medios de comunicación. Actualmente los partidos desarrollan su comunicación política de manera estratégica a través de los medios y desde ahí se comunican con sus electores. Los medios han adquirido el carácter de necesario en el dominio político (Mazzoleni y Schulz, 1999), los políticos necesitan de su capacidad difusora y los medios actúan como canales de interlocución entre los miembros de la elite política, entre ellos y las audiencias. Y en los países americanos que tienen gobiernos de izquierda como Venezuela, Ecuador y Bolivia, este rol central de los medios en la comunicación política muestra dinámicas muy distintas de las que, por ejemplo, pueden ser observadas en las democracias occidentales de los países europeos que actualmente tienen un sistema político más estable y homogéneo. Para describir esa dinámica, pongamos en relación los siguientes datos. En estos países podemos observar dos hechos objetivos:
a) Los principales medios de comunicación se han convertido en actores políticos explícitos de la oposición; desde ellos y con ellos se lleva a cabo una oposición activa, permanente y militante a los gobiernos de izquierda. Lo interesante es que los triunfos de los nuevos gobiernos de izquierda han significado la desarticulación del antiguo sistema político, incluido los partidos que lo sustentaba. La oposición venezolana, ecuatoriana o boliviana ya no cuenta ni con líderes ni con orgánicas partidarias lo suficientemente sólidas como para articular la oposición política. Ocupando ese vacío, los medios se han convertido en el lugar natural de articulación política y de agitación de la derecha, y en reemplazo de los partidos tradicionales han asumido la conducción política de la oposición. En ese contexto podemos entender lo dicho por Evo Morales luego de su triunfo en el referendo de octubre de 2008, “en el referendo la más derrotada ha sido la prensa. Semejante prensa contra Evo y semejante apoyo del pueblo: 67%”.2 b) El segundo dato lo constituyen los consecutivos triunfos electorales en esos países latinoamericanos de los gobiernos de izquierda. Estos tres presidentes han ganado en los últimos 10 años prácticamente todos los eventos electorales que han tenido lugar en el marco de elecciones con alta participación ciudadana. En realidad, han ganado siempre, excepto en un referéndum de reforma constitucional que el Presidente Chávez perdió el 2008 por 50 mil votos, derrota que reconoció el mismo día.
Estos dos hechos puestos en relación hacen surgir la legítima y necesaria pregunta en relación con el poder de los medios y con la comunicación política que a través de ellos se realiza: ¿por qué, a pesar de la constante y activa oposición mediática, a pesar de un flujo discursivo adverso, de informaciones mayoritariamente negativas sobre sus gobiernos, de programación contraria, estos presidentes triunfan una y otra vez? ¿Qué pasa con el efecto sobre las audiencias? pues vemos que el discurso de los medios va por un lado y el voto popular por otro. Dicho de otro modo, el efecto medial deseado apunta en una dirección y la actitud de la audiencia en otra muy distinta. III. Haciendo teoría desde la historia latinoamericana En este contexto descrito, tenemos el privilegio de observar situaciones históricas concretas y acontecimientos que abren nuevas potencialidades teóricas y empíricas al problema de los efectos de los medios, de la comunicación política y que permiten la formulación de nuevas preguntas de investigación e hipótesis. Los constantes llamados de los principales medios a no apoyar a los gobiernos progresistas no logran efectividad en el comportamiento electoral. Por el contrario, los reiterados y consecutivos triunfos en las urnas de estos tres 2
Entrevista al diario argentino Página 12; 19 de octubre de 2008.
presidentes permiten sospechar que las audiencias incluso han desarrollado una suerte de inmunización ante el discurso ideológico de los medios. Ello porque lo que no ha variado es el alto consumo de medios de parte de las personas. No hay, en ese sentido, un castigo de la audiencia ni un cambio de conducta como podría ser un abandono de la pantalla o del canal, ni una curva decreciente en las sintonías, en las lectorías, en los rating, etc. No hay, por ejemplo, un comportamiento de descuelgue o desenganche de la audiencia que permitiría pensar que los medios no logran el efecto deseado simplemente porque ya no se los consume. Entonces, si vemos que no han variado ni la orientación ideológica del discurso medial, ni la concentración de la industria, ni los hábitos de consumo de la audiencia, las preguntas e hipótesis que puedan surgir para explicar lo descrito tienen que explorar fuera del ámbito del discurso y de la propiedad de los medios y centrar su indagación en el otro actor: la audiencia. Esto quiere decir que más que en el contenido de los mensajes de los medios, vale la pena fijarse en el tipo de receptor que en este tiempo se ha ido conformando en los países que viven procesos de cambios revolucionarios. Estamos ante receptores que han desarrollado una actitud frente a los medios que llama la atención en relación con el poder que podríamos suponer que los medios tienen para influir con visiones de mundos y preferencias políticas sobre ellos. Entonces, sabiendo que en los medios mismos poco ha variado, surge la siguiente pregunta: ¿qué ha variado en la audiencia?
La vuelta de la política Llegados a este punto y antes de esbozar respuestas, señalemos, a modo de resumen, lo siguiente:
Hay una clara y evidente divergencia entre el discurso ideológico que entregan mayoritariamente los medios de comunicación en los países mencionados (A) y la actitud política mayoritaria de la audiencia (B). Lo primero (A) se evidencia en el discurso medial, lo segundo (B) en el comportamiento electoral de las personas. Lo anterior nos plantea serias dudas respecto de la efectividad de los medios en contextos como los señalados, es decir, en contextos de transformación social (C). Esta última sería una variable nueva a considerar en el estudio de la comunicación política y del efecto de los medios. Se mantiene el alto consumo medial por parte de la audiencia. Las posibles respuestas o hipótesis no hay que buscarlas analizando sólo los medios, hay que explorar el modo en que la audiencia interpreta y se apropia del discurso de los medios. Ahí parece haber una variación.
¿Cuáles son los fundamentos de esa variación? A modo de hipótesis, y considerando la variable C, podemos plantear que lo que ha variado en el transcurso de los últimos años es que los procesos de profundo cambio social que se desarrollan en Venezuela, Ecuador y Bolivia, han politizado a las personas. Se ha producido una clara y creciente politización de los sectores populares, los mismos que según todos los estudios son los que más consumen televisión y radio. Esta politización se evidencia en las permanentes movilizaciones sociales, en el surgimiento de nuevas organizaciones de base, en la creación de nuevas instancias de poder popular y también en las masivas concurrencias a las urnas. Por ejemplo, en la última elección boliviana, el referéndum de enero de 2009, hubo una concurrencia del 91 por ciento de los inscritos. Al igual que en el resto de las democracias occidentales, también en estos países la indiferencia y la abstención electoral era un fenómeno corriente. Hoy eso ha cambiado, no sólo se trata de procesos que logran una y otra vez más del 50% de aprobación, sino que también movilizan a los electores de forma masiva, registrándose una concurrencia a las urnas de los mayores de 18 años que suele también estar por encima del 60 por ciento. Estos procesos de transformación social que está viviendo nuestro continente en varios países, además de movilizar a sectores que han estado desinteresados en las contiendas electorales formales –como los jóvenes, los marginales, los trabajadores del sector informal, los indígenas, etc. – han logrado politizar a las personas. Y un ciudadano politizado es un receptor cualitativamente distinto. Ya no es un consumidor pasivo del discurso de los medios, su vulnerabilidad ante el contenido ideológico de los medios baja, sus niveles de alerta suben, su apropiación de los mensajes se vuelve más autónoma y crítica. Puede seguir entreteniéndose sin problemas con la banalidad televisiva, reírse con las comedias gringas, asombrarse con los efectos especiales de Hollywood, incluso seguir la información a través de los tradicionales noticiarios de referencia. Pero ocurre que gran parte de su formación ciudadana y política ahora también se construye y se desarrolla fuera de los medios, lejos de la pantalla, en medio de procesos revolucionarios que le demuestran, por ejemplo, que si hay una vuelta atrás en el proceso, hay mucho que perder.
Palabras finales: una hipótesis Para finalizar, y de acuerdo a lo hasta aquí señalado, quisiera plantear la siguiente hipótesis correlacional: a mayor politización del ciudadano, menor influencia ideológica de los medios, o, a la inversa, a menor politización del ciudadano, mayor influencia ideológica de los medios. Por lo tanto, la comunicación política que se desarrolla a través de los medios, depende mucho del contexto político y su estudio debe considerar la
politización de las personas como una variable densa. Y en ese plano, América Latina tiene mucho que informar.
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