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FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS ESCUELA DE PERIODISMO

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PERIODISMO EN CHILE: UNA MIRADA A LA CREACIÓN DE LA PRIMERA ESCUELA DE PERIODISMO EN EL PAÍS

IVANNA LÓPEZ MANCILLA ANÍBAL RAMÍREZ SEPÚLVEDA PROFESOR GUÍA: RODRIGO ARAYA VALPARAÍSO, JULIO 2012


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INFORME DE TESINA

Alumnos: Título de la Tesina:

Ivanna López Mancilla Aníbal Ramírez Sepúlveda La institucionalización del periodismo en Chile: una mirada a la creación de la primera Escuela de Periodismo en el país.

Profesora Guía:

Rodrigo Araya C.

Profesor Informante:

Rodrigo Araya C.

Fecha del Informe:

08 de Agosto de 2012.

Tras haber acompañado el proceso de confección de esta tesina, y haber leído detenidamente su informe, me he formulado la convicción que el trabajo de Ivanna y Aníbal posee los merecimientos para que sus autores obtengan la Licenciatura en Comunicación Social. Ello, tomando en consideración que durante el tiempo que les tomó elaborar esta tesina, no sólo han demostrado la capacidad necesaria para realizar un trabajo académico como éste, sino también para compatibilizar la parte última de su tesina con ocupaciones laborales muy exigentes. Y ello les ha permitido llegar a resultados que estimo de gran relevancia. Dicho esto, paso ahora a informar mi evaluación de esta tesina, de acuerdo a los indicadores que la normativa de la Escuela me pide considerar: 1. El trabajo cuenta con una redacción que facilita su lectura, además de contar con una presentación que responde a una secuencia lógica propia de un informe de estas características.


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2. El problema abordado representa un aporte para la investigación sobre el periodismo, toda vez que se hace preguntas que permiten identificar el modo en que la profesión ha sido pensada. Esto alcanza un valor especial, toda vez que, como se dice en el mismo texto, el periodismo se define como profesión en tanto ideología (p. 37), lo que permite aquilatar la influencia que el concepto predominante de la profesión adquiere sobre la práctica, en tanto actúa como su constituyente. Así dicho, la dimensión ideológica del periodismo no radicaría exclusivamente en los contenidos que difunde y las cosmovisiones presentes en ellos, sino también en el modo en que se entiende su función social, esto es, cómo se le define. 3. El marco teórico permite comprender el problema de investigación y los principales conceptos que lo construyen, como también percibir el ángulo de mirada de los investigadores. Dada la amplitud del problema, y la variedad de conceptos presentes (periodismo, ideología, universidad, profesión, modernidad, entre los principales), la mayor interrogante que me surge de la lectura del marco teórico, tiene que ver con su profundidad. Capítulos como el destinado al significado de la universidad, por ejemplo, pueden parecer exiguos, en tanto no permiten una discusión plena de lo que Ivanna y Aníbal desean plantear. Sin embargo, me parece que lo que ellos presentan es adecuado para una tesina de licenciatura. 4. El diseño metodológico me parece una fortaleza del trabajo. Combinan la búsqueda de documentación con las entrevistas a actores, cuestión que fortalece el resultado al que llegan. Además, las opciones metodológicas están adecuadamente justificadas. 5. La información levantada durante la investigación, ha sido debidamente analizada por los investigadores. Además, en el informe dan cuenta del modo en que esto fue realizado. El método de análisis empleado resulta coherente con el objetivo de la investigación, toda vez que les interesa identificar el concepto de periodismo y periodista presente en la institucionalización de la profesión en Chile (p. 41). Se trata, en consecuencia, se identificar un modo de pensar, para lo cual la opción hermenéutica (aunque ellos no la identifican así, sino como interpretativa -p. 52-) me parece apropiada, toda vez que permite comprender la mentalidad como aquello que permite identificar el concepto que actúa como constituyente (p. 38) del periodismo. Todo esto conduce el trabajo hacia lo que me parece más interesante de su resultado: analizar la dimensión ideológica que permite pensar al periodismo, por lo que la crítica a la que esta investigación somete a la profesión, resulta especialmente novedosa. Su aporte no radica en identificar aspectos nuevos en la crítica al periodismo. De hecho, varios de los que mencionan, han sido recogidos tanto en trabajos académicos como en conversaciones cotidianas de quienes practican o comentan la profesión: el concepto de noticia, la pretensión de objetividad, la uniformidad de textos, por mencionar algunos. Su aporte lo ubico en el modo en que el análisis y las conclusiones permiten


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identificar aquello que articula y da coherencia al discurso constituyente del periodismo, y que por lo tanto recoge una serie de críticas ya conocidas, para darles un nuevo cuerpo. 6. En definitiva se trata de una investigación que da cuenta de una alta coherencia entre sus distintos componentes, y que por tanto permiten a sus autores cumplir los objetivos propuestos. En consecuencia, como profesor guía, recomiendo que esta tesina sea aprobada, y por lo tanto, sus autores obtengan la licenciatura en comunicación social. Dado lo ya expuesto, califico esta tesina del siguiente modo: Redacción del seminario:

7.0

Problematización:

7.0

Marco Teórico:

7.0

Metodología:

7.0

Análisis e interpretación de los resultados:

7.0

Coherencia General:

7.0

En consecuencia, califico la tesina de Ivanna y Aníbal con la nota máxima: 7,0 (siete).

Rodrigo Araya C.


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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Escuela de Periodismo

Informe Tesina “La institucionalización del periodismo en Chile: Una mirada a la creación de la primera escuela de Periodismo en el país”

Alumna y alumno que optan al grado en Comunicación Social Ivanna López y Aníbal Ramírez Profesor Guía: Rodrigo Araya Profesor Informante: Claudio Elórtegui Gómez

Escritura Seminario/Tesina

Presenta una redacción pulcra, clara y respeta las normas gramaticales y las formalidades que se exigen para un texto de esta naturaleza. Cita las fuentes adecuadamente, titula de manera ordenada y utiliza un lenguaje adecuado, ameno y que invita a la lectura. Sólo existen errores tipográficos menores en la página 7 y 30 (puzle y trasparencia, respectivamente). Nota: 6,8 Ponderación: 0,68 (10%)

Problematización


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La problematización se sustenta en una pregunta de investigación que ingresa a una dimensión de gran trascendencia pero escasamente explorada en el país. Su formulación es pertinente, adecuada y limita correctamente el margen de movimiento en el que actuará el esfuerzo académico de los estudiantes. En este sentido, el objetivo general logra ser situado en espacios de mayor conjetura por intermedio de los alcances que se vislumbran en los objetivos específicos. No obstante, es cuestionable que en la fundamentación previa se señale de forma tan concluyente que "hoy en Chile las noticias se presentan como hechos objetivos, en donde quien escribe no es más que un intermediario entre la fuente y el lector". Proyectos periodísticos de mayor involucramiento en la forma y contenido que el periodista le puede dar a esos hechos, como Radio ADN, Biobío, La Red, El Ciudadano, The Clinic, entre otros, tienden a relativizar este aspecto. Nota: 6,6 Ponderación: 0,99 (15%)

Marco Teórico

Muy bien presentado, sintetizado, hilvanado y escogido. Incorpora una serie de autores que combinan y equilibran la mirada contemporánea con otros aportes que provienen de una verdadera recomposición histórica que buscaron y lograron los estudiantes. Se constituyen en textos de gran valor por su condición fundacional, referentes necesarios e imprescindibles para comprender el origen del periodismo en nuestro país, así como su mirada con la modernidad, el rol universitario y su incorporación en la construcción del Estado-nación. También se vincula un diálogo teórico y conceptual con el contexto continental e internacional que es aún más meritorio. Nota: 7,0 Ponderación: 0,7 (10%)

Metodología

La metodología destaca en varios aspectos. No sólo en los instrumentos y el orden para establecer las prioridades operativas de la investigación, sino sobre todo por un intenso


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trabajo de campo que determina una muestra de inmenso valor testimonial e histórico para el periodismo nacional. Si bien pueden existir ciertos reparos en la forma de síntesis que se emplea para el traspaso de la información desde las matrices, la empatía y el esfuerzo de los investigadores para atesorar, escuchar y recomponer los relatos de los entrevistados brinda la posibilidad de construir un momento necesario y fundamental para las generaciones actuales y futuras de la profesión, así como para el resto de las escuelas de periodismo en Chile. Nota: 7,0 Ponderación: 1,4 (20%)

Análisis e Interpretación de Resultados

Los resultados interpretan y analizan de manera óptima la reporterística de aquellos años, aunque no llegan a un nivel tan complejo para la esfera más global de institucionalización emergente de la escuela de periodismo de la Universidad de Chile. No obstante, los hallazgos son meritorios pues conjugan los testimonios de los entrevistados con el análisis y reflexión de los investigadores, reafirmando además en las conclusiones un diálogo con la experiencia recabada en textos de la época y las investigaciones del profesor Rodrigo Araya. Junto con ello, los estudiantes entregan antecedentes de valor referidos a las categorías establecidas en el diseño metodológico. Nota: 6,5 Ponderación: 1,625 (25%)

Coherencia General

La tesis está estructurada en base a la coherencia de sus partes integradas y evidencia una argumentación que se fundó en la observación, la reflexión y la integración de contenidos teóricos y testimonios rescatados gracias a una metodología flexible y que no olvidó la naturaleza social en la que estaba inserta.


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Hubo una permanente rigurosidad en cada aspecto señalado en el análisis. El aporte de este trabajo no radica exclusivamente en enriquecer la investigación de una unidad académica (lo que ya es bastante), sino también en develar un campo imprescindible para entender lo que somos como periodistas. Nota: 7,0 Ponderación: 1,4 (20%)

NOTA FINAL: 6,8 (seis coma ocho) PONDERACIÓN: 100%

Dr. Claudio Elórtegui Gómez Curauma, septiembre de 2012


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Informe de Tesina

“La institucionalización del periodismo en Chile: Una mirada a la creación de la primera Escuela de Periodismo en el país”

Alumnos: Ivanna López Mancilla y Aníbal Ramírez Sepúlveda Profesor Guía: Rodrigo Araya Campos ………………………….………………………………………………………. 1.- Escritura: La redacción es clara, fluida y con la virtud de tratar de este modo temas de cierta densidad y profundidad en el ámbito filosófico. Nota: 7.0

2.- Problematización: El problema está convenientemente circunscrito, acotado y nítido en su formulación, por lo que, de inmediato, fija un derrotero investigativo. Una adecuada contextualización también ayuda a situar la pregunta de investigación y determinar tanto sus alcances, como también su ámbito de acción: 7.0

3.- Marco Teórico: La contextualización mencionada, hecha sobre la base de la Ilustración, el discurso de la Modernidad, las costumbres, usos y prácticas periodísticas, así como el contexto histórico nacional y mundial de desarrollo del Periodismo a través del Siglo XIX y, principalmente de su profesionalización en el Siglo XX, ayudan a comprender el fenómeno y a vislumbrar algunas de las razones para hacer del Periodismo una profesión universitaria en el país. Este es un punto muy logrado y acabado, que permite entender y proyectar el conjunto de la investigación, sus hallazgos y conclusiones. Sin embargo, a pesar de esto y si bien se desarrolla y describe la Reporterística, como el modo práctico de ejercer veladamente una ideología funcional al sistema capitalista y liberal dominante, no se explicita convenientemente su vinculación teórica con el paradigma positivista ni con los planteamientos que sostienen que es posible determinar en cada acontecimiento elementos estructurales inamovibles que forman parte del “esqueleto” de la noticia y cuyo rescate y comunicación es el fin del denominado periodismo informativo. Ciertamente, dicho “esqueleto” va acompañado por una retórica particular, una interpretación y quizás también una explicación intrínseca, lo que permitiría –a pesar de todo- continuar con la noción de objetividad bajo los parámetros de la ponderación, el equilibrio e incluso la neutralidad. Dicha versión positivista no es analizada y, de alguna manera, este paradigma es criticado y descartado de plano, supuestamente por considerarlo primario e insuficiente teórica y científicamente. Nota: 6.5


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4.- Metodología: La metodología utilizada para tratar de dar respuesta a la pregunta de investigación resulta pertinente. Está adecuadamente justificada; es factible y clara en sus opciones. De hecho, conduce al objetivo general y los objetivos específicos propuestos. Nota: 7.0

5.- Análisis e Interpretación de los Resultados: En este punto, una falencia práctica y procedimental, objeta la presentación y sustentabilidad expositiva de la investigación, ya que tanto en el documento en papel, así como en la versión digital de la tesina, no se acompañan las evidencias del análisis textual hecho por los alumnos, fuera de enunciar y describir someramente el método de recolección y procesamiento de la información procedente de los documentos analizados. Tampoco aparece una relación de dichos documentos, tanto de los consultados en la Biblioteca Nacional, como de aquellos aportados por la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, excepto por ciertas menciones en la Bibliografía, que se puede deducir constituyen algunas de esas fuentes, deducción, sin embargo, que carece de plena certeza. En varias oportunidades aparecen citados ejemplares y medios de comunicación, pero no se aportan las evidencias pertinentes. Tales antecedentes son necesarios para evaluar la aplicación de la metodología, lo que deja librado el juicio crítico del lector sólo a la confianza en los investigadores. Tampoco hay constancia acerca del cruce informativo con las entrevistas a los periodistas de las primarias generaciones. Habría sido interesante conocer las tablas con el vaciado de datos y las evidencias textuales respectivas. En un planteamiento como éste, donde se critica justamente el positivismo, no cabe incurrir justamente en la ausencia de aquellos elementos empíricos que debieran dar sustentabilidad a hallazgos y conclusiones. Se valora, eso si, la presentación argumentada y con coherencia discursiva, que no sólo facilita la lectura, sino que también la hace comprensiva. Nota: 4.5

6.- Coherencia General: La investigación resulta muy interesante para ir construyendo parte de la historia y sentido del periodismo nacional durante el Siglo XX y de ese modo entender el momento en que nos encontramos y atisbar algunas de sus proyecciones. En este sentido, la investigación es muy ilustrativa; sitúa adecuadamente el objeto de estudio y logra darle respuesta no sólo con hallazgos específicos, sino que también con un contexto interpretativo. Excepto por la salvedad – no menordel punto anterior. Sin embargo y en referencia a la conclusión mayor –aquella de que el Periodismo termina transformándose en Ideología-, ésta requiere de un mayor desarrollo y fundamentación, toda vez que puede resultar discutible y cuestionable por la magnitud y diversidad del concepto. Más aún, cuando su formulación tiende a aparecer como tautológica, pues se la enuncia en el marco teórico y luego se la confirma somera y rápidamente en los resultados, sin precisar claramente como ella emana o es posible de ser comprendida y justificada como tal. No obstante, las precisiones y puntualizaciones de los capítulos referidos al Periodismo y el Periodismo de la época; al Periodismo como relato de la Modernidad y si el periodista nace o se hace, constituyen aportes valiosos para englobar y entender la labor periodística en asociación con el modelo de nación, de sociedad y de


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relaciones sociales y de poder que han implicado y siguen implicando las comunicaciones masivas. Todo esto nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a la función social del Periodismo. Nota: 6.5

Porcentaje

Nota

Ponderación

Escritura

0.10%

7,0

0,70

Problematización

0.15%

7,0

1,05

Marco Teórico

0.10%

6,5

0,65

Metodología

0.20%

7,0

1,40

Análisis de Resultados

0.25%

4,5

1,12

Coherencia Gral.

0.20%

6,5

1,30

NOTA FINAL

6,2

Fernando Rivas Inostroza Profesor Informante

Curauma, Valparaíso, 24 de septiembre de 2012


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Índice Resumen………………………………………………………………………...…...4

Introducción……………………………………………………………………...….5 1. CAPÍTULO I: Planteamiento del problema…………………….………...…8 1.1.

Problematización………………………………………………………...…..8

1.2.

Escuelas de periodismo en el Contexto Mundial…………….....…...….11 1.2.1. Nace la primera escuela de periodismo del país…………......…13 1.2.2. Antesala internacional y Congresos……………………...……...13

1.3.

Precursores…………………………………………………………….……16

1.4.

Se inician las clases…………………………………………………..……17

2. CAPÍTULO II: Marco Teórico………………………………………...…...…20 2.1.

lustración: cuna de nuestro periodismo……………………………....…20

2.2.

La prensa como aparato ideológico en el siglo XIX………………..…..22 2.2.1. Nace la prensa moderna de empresa…………………………....24

2.3.

El discurso de la Modernidad………………………………………….….26 2.3.1 Universidad como espacio de formación intelectual del Ideario moderno………………………………………………….…28

2.4.

La Reporterística: ideología de la prensa moderna……………….……30

2.5.

El Periodismo como Ideología……………………………………….……37

3. CAPÍTULO III: Forma en que abordaremos la investigación……….…41 3.1.

Concretando el problema……………………………………………….…41 3.1.1. Pregunta de Investigación…………………………………..….…41 3.1.2. Objetivo General……………………………………………………41 3.1.3 Objetivos Específicos……………………………………...……….41


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3.2.

El periodista como objeto de estudio poco investigado………………42

3.3.

Definiendo líneas de trabajo y procedimientos……………………..…44

3.4.

Dimensión cronológica, universo y muestra………………………..…48

3.5.

La entrevista interpretativa…………………………………………….…50

3.6.

Construyendo el instrumento de análisis…………………………...…52

4. CAPÍTULO IV: El periodismo y el periodista de la época…………..…58 4.1.

Periodista culto para educar a las masas………………………………59

4.2.

Estandarizar la producción periodística……………………………...…60 4.2.1. Función informativa por sobre ideológica………………...……61

4.3.

Cientificidad en el binomio periodista / realidad………………………62 4.3.1. El periodista como funcionario de la realidad……………...….65

4.4.

Noticia: materia prima del periodista………………………………….…65 4.4.1. La objetividad y la verdad como parte de la noticia…………...66 4.4.2. La pirámide invertida……………………………………………...68

5. CAPÍTULO V: El periodismo como relato de la Modernidad……..….70 5.1.

Un periodismo al servicio de la Modernidad……………………………71

5.2.

Público es uno solo: el que sabe leer……………………………...……72

5.3.

El periodismo en el juego de la Democracia…………………….……..73 5.3.1. Periodismo como formador de opinión pública…………..……73

5.4.

El Mercurio de Santiago: hacia un periodismo de empresa……….…75 5.4.1. Marco legal y constitucional para una prensa de empresa…..77

6. CAPÍTULO VI: Periodismo a la universidad, se forma en debate..…79 6.1.

Un difusor ideológico para el Estado……………………………………79

6.2.

Hay consenso: periodismo a la universidad…………………………....81

6.2.1. La idea de dignificar el oficio………………………………………..…....82


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6.3.

La mirada yanqui de los precursores de la escuela………………..….83 6.3.1. La opinión de los estudiantes……………………………………85

6.4.

El buen periodista nace y se hace………………………………………86

6.5.

¿Qué garantías de calidad daba la universidad?.................................88

7. CAPÍTULO VII: Conclusiones…………………………………………....…91 7.1.

Conceptos de periodismo y periodista en los momentos fundacionales del periodismo como profesión universitaria…….…...92

7.2.

Sobre la relación periodismo / sociedad en los momentos fundacionales del periodismo como profesión universitaria…………93

7.3.

La discusión que se formó en torno a la profesionalización del periodista en la época……………..…………...94

Palabras finales……………………………………………………...……………96

Bibliografía……………………………………………………………...………….97


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Resumen

La presente investigación revisa los conceptos de periodismo y periodista legitimados en el momento en que esta labor se institucionaliza en Chile. Y entendemos por institucionalización, cuando el periodismo pasa a ser enseñado en las universidades. Nuestro análisis gira en torno a la fundación de la escuela de periodismo de la Universidad de Chile en el año 1953, siendo la primera del país.

Veremos parte de la historiografía del periodismo, conoceremos los discursos de los actores que hicieron posible que este oficio llegara a la academia y tomaremos la opinión de cinco de los primeros alumnos egresados de esta escuela.

Reconstruyendo el espíritu de la época, entenderemos a qué responde la persistente búsqueda de la objetividad y la verdad como norte de la profesión. Por otra parte, sabremos cómo el periodismo informativo se transformó en el modelo ideal para escribir las noticias, en un contexto en que el paradigma positivista se hacía sentir en la enseñanza de la profesión y los medios de comunicación se convertían poco a poco en verdaderas empresas.

Comprenderemos además el tipo de sociedad que defiende el periodismo que se empieza a gestar en las universidades. Dentro de un proyecto de modernidad todavía incompleto, la prensa se transforma en un difusor ideológico, haciéndose vocera del sistema político democrático, los intereses del Estado y la economía liberal.

Han sido muy pocos los investigadores interesados en establecer los puentes entre la aparición del periodismo como carrera universitaria y los relatos ideológicos que sustentan ese hecho. Por eso este trabajo adquiere una gran importancia en el área de la investigación. Y lo que es más importante, nos ayuda a entender cómo se fue definiendo nuestra prensa de ahí en adelante hasta nuestros días.


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Introducción

Esta investigación es especialmente significativa por dos motivos. Primero, es el perfecto desenlace de una hermosa etapa en nuestras vidas, en que crecimos tanto intelectual como personalmente. Y segundo, este largo proceso reflexivo nos ayudará a enfrentar el futuro profesional con una perspectiva ética más clara, saber qué entendemos por periodismo y cuál es la responsabilidad que nos echamos en la mochila al transformarnos en comunicadores sociales.

En nuestro tránsito por la universidad hemos sido testigos y partícipes de múltiples discusiones que buscan aclarar los sustentos teóricos, ideológicos y prácticos que encierra nuestra querida profesión, algo así como una constante búsqueda de identidad de la labor periodística. Se nos ha inculcado que tenemos la misión de entregar la verdad de los hechos y sobre todo, que hemos de ser objetivos.

Lo anterior se logra dotando al periodismo de un grado de cientificidad enseñado en la universidad mediante el uso de ciertas técnicas de producción y difusión de las noticias. Estas técnicas lograrían dejar la sensación en las audiencias de que los hechos existen “a pesar de” la intervención del periodista, siendo más bueno aquel que mantiene la distancia frente a los hechos y evita contaminarlos con su mundo subjetivo.

Nos damos cuenta en los medios de comunicación que la base ética, capacidad crítica y la subjetividad del periodista van perdiendo valor, al mismo tiempo que adquiere mayor plusvalía aquel profesional capaz de dominar las técnicas de producción de noticias y publicarlas en el menor tiempo posible. Para comprender desde cuándo sucede esto, quisimos dirigir la mirada al momento en que el periodismo deja de ser un oficio que se aprende en la práctica y comienza a ser una profesión que se enseña en las universidades.


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Nuestra búsqueda nos sitúa en el año 1953, momento en que se funda la primera escuela universitaria de periodismo del país: la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Esta investigación busca entender el concepto de periodismo y periodista que existía en los momentos fundacionales de esta escuela. Identificarlos, nos permitirá alcanzar nuestro objetivo principal, el cual es comprender el proyecto de sociedad que buscaba legitimar este tipo de periodismo. Para lograr el objetivo anterior fue necesario alcanzar tres objetivos previos, que serían la base sobre la que llevaríamos a cabo la investigación. En primer lugar, describir las características que se creían propias del periodismo y el periodista en el contexto en que este oficio llega a la universidad. Segundo, identificar cómo se entendía la relación periodismo – sociedad en ese mismo contexto. Y tercero, identificar el debate que se generó en torno a la profesionalización del periodismo en Chile.

Definida la pregunta de investigación y nuestros objetivos, más tarde nos mantendríamos ocupados en un proceso de lectura que nos hiciera comprender el ambiente de la época en que fue fundada la escuela. En este sentido revisamos el desarrollo del periodismo a nivel mundial, para acercarnos al contexto chileno, principalmente revisando la historia de nuestra prensa desde la independencia en adelante. Al mismo tiempo buscamos toda la discusión académica que se había desarrollado en torno a nuestro objeto de estudio.

En la biblioteca Nacional nos preocupamos de rescatar los archivos de prensa en microfilm de la época, para así entender los discursos de los principales actores que dieron nacimiento a la escuela. Luego acudimos a la propia Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, la que nos facilitó un excelente material que nos permitió ver entre otras cosas, los métodos de selección de los estudiantes y las primeras mallas curriculares.


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Pero faltaba lo principal: hablar con los protagonistas. Aunque nos encontramos con la sorpresa de no hallar a ningún estudiante titulado de la primera generación que estuviera vivo y que hubiese trabajado en medios de comunicación. Por eso entrevistamos en profundidad a 5 periodistas de la tercera generación, que compartieron la misma malla curricular y a casi todos los profesores que la primera generación.

Una vez recogido todo el material necesario para la investigación y mediante un proceso de categorización que se explicará en el apartado metodológico, fuimos ordenando los antecedentes y las ideas que nos ayudaron a resolver el puzle de nuestros objetivos. Este largo proceso nos permitió elaborar el cuerpo del presente trabajo y finalmente acercarnos a nuestras conclusiones.

El mayor desafío fue entrar en un territorio poco transitado de la investigación académica, ya que pudimos comprobar que a pesar de existir gran cantidad de material de tipo historiográfico de nuestro objeto de estudio, han sido casi nulos los investigadores interesados en establecer los puentes entre la aparición del periodismo como carrera universitaria en Chile y los relatos ideológicos que sustentan este hecho.

Esta escasez en la investigación académica es lo que finalmente le otorga valor agregado al estudio que presentamos a continuación, permitiéndonos descubrir interesantes vínculos entre la transformación del periodismo en una prensa de empresa y los intereses que tuvo el Estado en ella para alcanzar la Modernidad.


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1. CAPÍTULO I: Planteamiento del problema

1.1.

Problematización:

Nuestra investigación nace de una serie de cuestionamientos hacia el periodismo. Entre ellos la irrupción de las nuevas tecnologías y la posición de sus profesionales dentro de este escenario. Algunos se han aventurado a manifestar incluso que el desarrollo de nuevas tecnologías de la comunicación está pavimentando el camino para la desaparición de esta labor. Así por ejemplo lo aventura Ignacio Ramonet en su artículo “Los periodistas están en vías de extinción”, al manifestar que la inmensa telaraña de información que se ha logrado a escala planetaria gracias a los avances tecnológicos, podría hacer que en un futuro se prescindiera del periodista como mediador entre la realidad y el público.

A pesar de todo el periodista sigue teniendo un rol protagónico en la vida cotidiana de las personas, al ser el encargado de seleccionar, filtrar y presentar lo que es y lo que no es noticia. Esta última, ha sido y sigue siendo la piedra angular del periodismo.

El ritmo con el que circulan dichas noticias por las agencias internacionales, además de la sobrevalorada búsqueda de la objetividad, han llevado a preguntarnos qué forma adquiere la labor crítica, ética o cuáles serían las habilidades exclusivas de un periodista, esas que justificarían el estudio reflexivo de este hermoso oficio en la universidad.

En nuestros últimos años de estudio en la Escuela de Periodismo de la PUCV se abría un debate entre compañeros y profesores. Estaban quienes opinaban que evidentemente el periodismo debe ser aprendido en la universidad, ya que no sólo


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debemos conocer los aspectos técnicos de la producción periodística, sino también hay que desarrollar una función social y crítica, además de ampliar nuestro bagaje cultural.

Por el otro lado estaban quienes aseguraban que con un par de años de enseñanza en un instituto técnico estaríamos capacitados para ejercer el periodismo en cualquier medio de comunicación. Esto porque la forma en que funciona la prensa de hoy en los grandes medios de comunicación necesita cada vez menos a un intelectual o un escritor talentoso y, cada vez más, a un operario de las tecnologías y gente que funcione rápidamente en la producción de la noticia.

En la prensa escrita por ejemplo, desde hace ya varios años que el género informativo se presenta como el modo más legítimo de presentar la realidad social hacia los lectores. A modo de ejemplo, el género literario fue durante el siglo XIX una forma válida de narrar los hechos noticiosos de la vida cotidiana, presentándose al lector como una fuente verídica de entender lo que estaba sucediendo. Sin embargo hoy el estilo literario es más que todo relacionado con la ficción, la fantasía y/o el arte.

Hoy en Chile las noticias se presentan como hechos objetivos, en donde quien escribe no es más que un intermediario entre la fuente y el lector. Los grandes medios de comunicación y también las audiencias valoran en el periodista su capacidad de abstracción, de mantener la distancia frente a los hechos para no contaminar la realidad.

Esto se lograría mediante técnicas naturalizadas que apuntan a dotar al periodismo de un grado de cientificidad. Se confía, bajo un paradigma positivista, que los hechos existen “a pesar de” la observación e interpretación del periodista y que mediante una cierta metodología éste puede presentarla como un espejo hacia el mundo de lectores.


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Pero nos preguntamos desde cuándo y en qué lugar nace este afán por estandarizar ciertas técnicas de producción de las noticias y desde qué momento se comienza a valorar en los medios de comunicación a un reportero por la cantidad que es capaz de producir, más que por la calidad y profundidad de éstas.

Para saber cuándo se origina esto es necesario recorrer la historia de este oficio en nuestro país. Sabemos que el ejercicio periodístico se remonta al siglo XIX y surgió como un oficio, hablando a grosso modo. En la época de independencia se trataba de una lucha ideológica y los breves periódicos respondían más a los intereses de adoctrinamiento político que a la difusión de información noticiosa, por lo que no encontramos aquí esta génesis.

Por otro lado, el tipo de prensa de mediados del siglo XIX a principios del XX tampoco se identifica con una forma estandarizada de producción periodística. Más bien se trata de una herramienta al servicio de una clase ilustrada que pretende propagar el ideario de la modernidad en una nación todavía en construcción. Pero el aprendizaje del periodismo no responde a una cierta metodología escritural, sino que se forjaba sobre todo en la experiencia. Además, cada periódico tenía su propio estilo y forma de presentar las noticias.

Por ello, encontramos como punto de partida de la estandarización de la producción de noticias el momento en que el periodismo es enseñado en la universidad. Aquí la formación de los futuros periodistas pasa a ser parte de un proyecto nacional, entendiendo que la universidad es el espacio legitimado desde donde se construye el pensamiento y el futuro del país.

Fue así como nos

propusimos descubrir qué concepto de periodismo era el que se buscaba legitimar en el país en un contexto en que este oficio alcanzaba su enseñanza universitaria.


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Así llegamos en nuestra búsqueda a fines de la década de los 40’, más específicamente al año 1948. Es cuando se realiza un Congreso nacional de periodistas en Arica, en donde quienes ya ejercían este oficio manifiestan la necesidad de que la profesión adquiriese rango universitario. Este mismo deseo se presentó en el Primer Congreso Mundial de Periodistas realizado en diciembre de 1952 en Santiago.

Uno de los periodistas más motivados con la idea fue Juan Emilio Pacull, quien en 1950 era el Presidente del Círculo de Periodistas de Santiago. Pacull visitó personalmente al rector de la Universidad de Chile, Juvenal Hernández, quien también se mostró dispuesto a crear la Escuela de Periodismo. Sin embargo el tema del financiamiento era la mayor dificultad. Pero a pesar de esto la directiva del Círculo de Periodistas consiguió junto a la Comisión Unida de Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados, los cuatro millones de pesos necesarios para concretar dicho anhelo.

Tan sólo un párrafo inserto en la ley N° 10.343, conformó el artículo 212 que el 13 de mayo de 1952 dio vida a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Este decía lo siguiente: “Autorízase al tesorero General de la República para entregar a la Universidad de Chile la cantidad de cuatro millones de pesos ($4.000.000), que ésta destinará a la creación y funcionamiento de la Escuela de Periodismo”.

1.2.

Escuelas de Periodismo en el Contexto Mundial

Chile estaba a un paso de contar físicamente con su primera escuela de periodismo. Sin embargo, considerando el contexto mundial y latinoamericano, nuestro país llegaba un poco atrasado a embarcarse en este proyecto.


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Ya en 1908 en Missouri, Estados Unidos, se había creado la primera escuela universitaria de periodismo del planeta con un programa de estudios de cuatro años que permitía obtener el diploma de “Bachiller en la Ciencia del Periodismo”.

Mientras se fundaba la Escuela de Periodismo de Missouri, en Nueva York se preparaba otra, iniciativa del precursor y editor del diario “New York World” Joseph Pulitzer. Este llegó a un acuerdo con la Universidad de Columbia para que se encargara de organizar esta nueva escuela. De esta forma nace la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, idea que en los años próximos se replicó en muchas otras ciudades de Estados Unidos.

Después de la Primera Guerra Mundial aparecieron bastantes escuelas semejantes a las estadounidenses, que rápidamente se vieron subordinadas en su forma y funcionamiento al aspecto práctico. Tanto así que muchas de ellas fueron organizadas exactamente como las oficinas de los periódicos. En Alemania también surgieron las escuelas de periodismo, pero el enfoque de éstas estuvo más vinculado a la investigación teórica, en donde la historia, la psicología social y la sociología ocupaban un lugar preferente.

La idea de crear escuelas de periodismo se propagó para llegar a América Latina en 1934 cuando Argentina funda la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Plata. En 1936 se inauguró la Escuela de Periodismo de la Universidad Femenina de México en el Distrito Federal. En 1942 comenzó a funcionar en La Habana, Cuba, La Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling” cuyo plan de estudios comprendía 4 años.

En 1945 fue el turno de Ecuador y Perú, en 1947 Venezuela y en 1952 se fundó la Escuela Centroamericana de Periodismo, adscrita a la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, en Guatemala.


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1.2.1. Nace la primera escuela de periodismo del país.

El 23 de abril de 1953 iniciaba sus clases la Escuela de periodismo de la Universidad de Chile en calle San Antonio de la capital. Dicho suceso no viene a representar ni la génesis ni el ocaso de un tipo de prensa en el país, al menos no de manera total. Más bien se trata de una transición: del autodidacta al profesional, del olfato periodístico al adiestramiento del reporteo, del quehacer bohemio al trabajo diurno.

El nacimiento de esta escuela marcaría un nuevo status para el periodista, un hecho fundamental hacia la legitimación de una forma de hacer prensa que ya se venía abriendo paso, un auténtico periodismo moderno. Moderno porque es en la universidad en donde se cultiva el uso de la razón, y mediante ésta alcanzaríamos el proyecto ilustrado al que las élites de nuestro país se sumaron luego de la independencia. El periodismo al inscribirse en la universidad comparte los ideales liberales que debe tener la nación en su camino al mundo moderno.

Pero el arribo del oficio a la academia es la consumación del esfuerzo de años. Consecuencia también de una historia de medio siglo en que los países liberales de Occidente, y sobre todo en Estados Unidos y Europa, iban siendo testigos de cómo el periodismo se tomaba las universidades.

1.2.2. Antesala internacional y congresos

El siglo XIX transformó la prensa en el mundo occidental al ritmo de la revolución industrial. A comienzos de esa centuria las prensas de madera quedan anacrónicas y se abren paso las de hierro. Ya a mediados de ese siglo en Estados Unidos el descubrimiento de la estereotipia permite aumentar considerablemente el tiraje, transformando un simple rollo de papel en diarios cortados y doblados listos


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para su distribución. Por otra parte, el ferrocarril y el barco a vapor permiten la circulación de noticias a gran escala geográfica.

En la segunda mitad de siglo el público se amplía y se hace diverso, tanto en Europa como en Estados Unidos, entre otras cosas, debido a una creciente alfabetización de las masas. Lo mismo sucede en Latinoamérica unos años más tarde.

La invención del telégrafo revoluciona el formato del diario, quedando obsoletos los artículos de interminables planas, dividiéndose ahora el diario en secciones con gran cantidad de noticias escuetas. Gracias al telégrafo cobra fuerza definitiva “una red de circulación informativa que cubría el mundo entero, estructurado como un sistema” (Álvarez, 31).

Desde la mitad del XIX en adelante, la instantaneidad informativa deja de verse como una panacea inalcanzable para las potencias. Además, la linotipia creada en 1865 reemplaza el taller artesanal por la gran industria de la imprenta. De esta forma, hacia el cambio de siglo se vive la llamada “Edad de Oro” de la prensa en Estados Unidos y Europa. Era tal la fuerza que tomaba en la sociedad, que su arribo a la universidad significaba un modo de estandarizar la forma de hacer prensa, enseñando las metodologías necesarias para hacer del periodista un hombre funcional y productivo dentro de los cada vez más grandes periódicos de masas.

No es menor hacer el alcance que los mismos fundadores de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile visitaron reiteradas veces las primeras escuelas norteamericanas, como las de Missouri y Columbia, sacando de ellas su modelo organizativo, contenidos y formatos de su enseñanza.


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No hay registros que den cuenta de una influencia latinoamericana a la hora de pensar la creación de la primera escuela de periodismo de nuestro país. Esto, a pesar del hecho que ya se nos habían anticipado escuelas en Argentina, México, Cuba, Guatemala, Ecuador, Perú y Venezuela. Ninguno de los propulsores de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile mencionó a las escuelas latinoamericanas al momento de buscar influencias teóricas y prácticas para su fundación.

Por otro lado, no son menores los Congresos y Convenciones de periodistas celebrados en la primera mitad del siglo XX, tanto en Chile como en el extranjero. En el año 1948 en un Congreso nacional celebrado en Arica, algunos periodistas ya habían planteado la necesidad de otorgar rango universitario al oficio. Aunque para los efectos de nuestro objeto de estudio cobra vital importancia lo resuelto en el Primer Congreso Mundial de Periodistas realizado en Santiago en diciembre de 1952.

Organizado por el Círculo de Periodistas de Santiago, el Primer Congreso Mundial de Periodistas designó como presidente a Juan Emilio Pacull Torchia, quien además presidía la institución gestora. En cuanto a la discusión sobre la profesionalización del periodismo, este Congreso concluía principalmente: “1º) Que la formación profesional del periodista es una necesidad fundamental para su capacitación teórica y el conocimiento técnico del periodismo; 2º) Que dicha enseñanza debe ser impartida en cada país por Escuelas o mediante Cursos de Periodismo, de acuerdo con las leyes que en ellos imperen” (Valdebenito, 128)

Juan Emilio Pacull junto a otros colegas enfrentan luego de este Congreso el desafío de formar un colegio de la orden, aunque se dan cuenta que antes es necesario abrir una escuela de periodismo. Es así como un puñado de gestores


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cumplen un anhelo de muchos otros, aunque plasmando en esta escuela -como se verá más adelante- su propia influencia ideológica y formación periodística.

1.3.

Precursores

Para entender el concepto de periodismo con que se funda la primera escuela del país, se hace necesario revisar el papel que desempeñaron sus gestores, al igual que para comprender una obra de arte a veces necesitamos acercarnos a la biografía del autor. Por ahora describiremos brevemente a los cuatro personajes más influyentes en la realización de la escuela.

Juan Emilio Pacull Torchia. Nace en 1913 y en su carrera se destacó como reportero y jefe de la sección Deportes de El Mercurio de Santiago. Trabajó en la revista Zig-Zag y radioemisoras como El Mercurio y Cooperativa Vitalicia. Como dijimos, en el Primer Congreso Mundial de Periodistas de Santiago (1952) manifestó la necesidad urgente de crear la Escuela de Periodismo. Ese mismo año junto a tres colegas le propuso la idea al rector de la Universidad de Chile Juvenal Hernández, quien se mostró a favor de la iniciativa.

Se reunió con el propio presidente Gabriel González Videla para convencerlo de la necesidad de hacer de los hombres de prensa verdaderos profesionales. Es así como en un esfuerzo conjunto con la Comisión Unida de Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados, logran negociar el financiamiento de los 4 millones de pesos necesarios para iniciar la tarea.

Juvenal Hernández. Fue rector de la Universidad de Chile desde 1932 a 1952. En uno de sus viajes por Estados Unidos visitó la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, señalando que “había que hacer algo parecido en Chile” (tomado de Cabrera, 20). Siendo muy buen amigo del presidente González Videla, le manifiesta la idea, a la que el mandatario no puso mayor reparo. Concretado el


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marco legal y el presupuesto, Hernández designa a Ernesto Montenegro el cargo de director del establecimiento.

Ernesto Montenegro Nieto. Periodista y escritor autodidacta, se desempeñó en diarios como El Chileno de Valparaíso y El Mercurio de Santiago. Pero la mayor parte de su carrera la hizo colaborando en diarios y revistas norteamericanas y europeas. Asumió el rol como director de la escuela entre los años 1953 a 1957.

Es interesante decir que en un principio Montenegro no compartió mucho la idea de llevar el periodismo a las aulas, asegurando en entrevista con El Mercurio en 2 de marzo de 1950, que las universidades “nos han apestado con un enjambre de reporteros que escriben todas las noticias exactamente iguales”. Sin embargo y dirigiendo ya la escuela cambiaría de parecer y se haría un acérrimo defensor de esta idea, como lo veremos más adelante.

Juan Gómez Millas. Fue el decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, en donde se inscribió la Escuela de Periodismo. Insistió en la importancia de darle un sello teórico basado en las universidades norteamericanas de Missouri y Columbia, las principales de la época. En 1953 el presidente Ibáñez lo nombra Ministro de Educación, mismo año en el cual pasó a ocupar la rectoría de la universidad.

1.4.

Se inician las clases

A las 08:30 de la mañana del 20 de abril de 1953 comenzaba la primera clase en la única sala que había en ese entonces en la sede de calle San Antonio. Cuarenta alumnos escuchaban atentos a Ernesto Montenegro, quien les daba la bienvenida. Luego fue el turno de don Ramón Cortés Ponce, quien les decía a los iniciados, “en este momento, estamos haciendo historia: soy el primer profesor que


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dicta la primera clase a los primeros alumnos de la primera escuela universitaria de periodismo de Chile” (tomado de Cabrera, 15).

Cortés Ponce, autodidacta del periodismo al igual que Montenegro, les dio una charla a los alumnos con las dificultades del oficio: bajos sueldos, largas jornadas, pérdida de la vida familiar e incluso riesgos de muerte. Pero luego los alentaba diciéndoles que el en su lugar y a pesar de todas las cosas negativas, no hubiese dudado en estudiar periodismo, porque esta carrera, en sus propias palabras, “es un verdadero apostolado”.

Como profesor de la cátedra Introducción al Periodismo, la figura de Ramón Cortés Ponce fue la más influyente en la educación de las primeras generaciones, al punto que los primeros egresados se autodenominaban “la generación Ramón Cortés Ponce”.

Fue él, junto a otros profesores, los que les dieron en la práctica a la escuela su corte norteamericano, aunque en el discurso el mismo Montenegro haya dicho antes en entrevista con Las Últimas Noticias, el 19 de noviembre de 1950, que “la escuela procurará ajustarse a nuestra modalidad y a la idiosincrasia nacional, sin copiar ciegamente moldes extraños”, idea que como veremos no fue tan así.

En las vísperas de la inauguración de la escuela aparecieron también en la prensa de la época algunas opiniones sobre el modelo de periodismo que debía adoptar dicho establecimiento, siendo Montenegro quién más se refería a ello.

En el diario El Mercurio del 12 de abril de 1953, señalaba que ya era un hecho la transformación de la prensa en un órgano informativo, y que todo lo que se espera de ella ahora es que “de cuenta de los hechos con la mayor veracidad y rapidez, en forma clara e interesante”. En este mismo sentido decía que la escuela prepararía a


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sus alumnos para “hacerlos más útiles dentro de las múltiples actividades de un diario moderno”.

Y en un diario moderno ya no basta con el talento, con el olfato periodístico, sino más bien es necesario aprender las formas estandarizadas en que opera éste, es una condición el adiestramiento de una técnica. Podemos coincidir entonces con la idea de que es durante este periodo cuando “el reportero en rebaño eliminó al romántico ´cazanoticias` y convirtió al investigador de la actualidad en simple intermediario entre la fuente y el público” (González, 4).


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2. CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO

2.1.

Ilustración: cuna de nuestro periodismo

Para entender el sentido que tiene la creación de la primera escuela de periodismo del país y lo que representa dentro de nuestra historia, sin duda que es necesario conocer el contexto en que se pensó y los años en que efectivamente se materializó su construcción. Pero es igual de importante entender primero cómo el periodismo va adquiriendo cada vez mayor importancia dentro de la vida cotidiana de las personas, tanto en el escenario global como nacional. Remontarnos al origen de este oficio como la actividad humana de informar sería prácticamente una tarea demasiado pretensiosa e inacabable. Para no entramparnos compartiremos la idea de Benito, que ubica el inicio de este oficio durante la mitad del siglo XIX cuando la imprenta permite la producción de grandes tiradas de periódicos. Afirma que “en su sentido estricto y técnico, la historia del periodismo no comienza hasta que el ingenio humano no ha descubierto los instrumentos técnicos que hagan posible llevar a más lectores las noticias más recientes, según un proceso periódico regular” (Benito, 53). Considerando lo anterior, establecemos como hito la invención de la imprenta, ya que gracias a ella, siguiendo la fórmula de Schramm, comienzan a emitirse por primera vez mensajes idénticos y simultáneos. Al tener por primera vez mensajes idénticos y simultáneos los medios comienzan a formar, siguiendo a Gomis, el presente social de referencia. En sus propias palabras, “gracias a los medios percibimos la realidad no con la fugacidad de un instante aquí mismo, sino como un periodo consistente y objetivado, como algo que es posible percibir y comentar, como una referencia general” (14). Son los medios de comunicación que nacen desde la imprenta hacia adelante, aquellos que configuran lo que llamamos el presente social o la actualidad en una


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sociedad, llevándonos hacia una reducción de la incertidumbre. Según Gomis, los medios forman “un círculo de realidad envolvente que se transforma en referencia diaria de nuestra vida, telón de fondo de la vida en común” (15). Es en la época de la Ilustración cuando nace la imprenta y con ella, el periodismo. Entendemos la Ilustración, como el movimiento filosófico surgido en Europa a fines del siglo XVIII, que sostenía que la razón era la herramienta que le permitiría al hombre ser capaz de construir y finalmente alcanzar una sociedad idealizada. La razón llevaría al ser humano hacia el progreso.

En palabras de Immanuel Kant en su conocida carta ¿Qué es la Ilustración?, se refiere a ella como un momento en que el hombre supera su auto-culpable minoría de edad. Pero en su texto Kant advierte que para que esto sea posible es imprescindible ser libre. Y la libertad se lograba haciendo uso público de la razón a través del lenguaje escrito. Quien logra esto se convierte en docto, en un hombre libre, ilustrado; mientras que aquel que no lo logra sigue siendo un funcionario impedido de hacer uso público de la razón, un ser todavía en su minoría de edad.

En torno a esta concepción del docto es que los lectores se convierten en Público. De esta forma a partir de la unión autor-lector, a través de un escrito, se constituye el Espacio Público. Un lugar en el que los ciudadanos debaten sobre el bien común.

Bajo esta idea de espacio público se ubica a la imprenta, en tanto multiplicadora de textos escritos, como el aparato imprescindible para poder alcanzar la autonomía. Y dentro de este contexto, el periodismo nace comprometido a aportar al proceso de Ilustración, siendo la imprenta el medio para lograr el fin de transformar a

los

actuales

súbditos en

futuros

ciudadanos.

Idea

que

nos

conduce

indudablemente al anhelo Kantiano de abandonar la auto-culpable minoría de edad a la que aludíamos.


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Este proceso no sólo fue llevado a cabo en el apodado “antiguo mundo”. En pleno proceso de Independencia en Chile en agosto de 1810 don Juan Egaña, planteó al Conde de la Conquista en su plan de gobierno la necesidad de comprar una imprenta.

Egaña creía que era indispensable el uso de la imprenta, por muy costosa que ésta fuera. Argumentaba diciendo que “serviría para uniformar la opinión pública a los principios del Gobierno. Un pueblo sin mayores luces, y sin arbitrio de imponerse en las razones de orden, puede seducirlo el que tenga más verbosidad y arrojo” (tomado de Silva Castro, 8).

De esto se dio cuenta también Camilo Henríquez al declarar los intereses de La Aurora de Chile, diciendo: “Oh ¡si la Aurora de Chile pudiese contribuir de algún modo a la ilustración de mis Compatriotas!”.

(Nociones fundamentales de los

derechos de los pueblos, 13 de febrero de 1813, en www.auroradechile.cl).

De las anteriores ideas deducimos entonces que lo que se busca en esa época es establecer en Chile toda una cultura y modelo político europeo -y por ende moderno- utilizando la imprenta como medio y el periodismo como agente publicitario para lograr dichos fines.

2.2.

La prensa como aparato ideológico en el siglo XIX

La prensa en el período de Independencia se caracterizó por ser escasa en noticias y estar fuertemente marcada por los contenidos doctrinarios. Los mejores ejemplos están dados por La Aurora de Chile (1812-1913), El Monitor Araucano (1813-1814) y la Gaceta de Santiago (1817-1827). Se trata de publicaciones con las ideas políticas de los distintos actores involucrados en la efervescencia que suponía participar en la construcción de la nación.


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Luego vino el período de post Independencia, en donde se da lugar derechamente a una prensa de barricada, cuyas publicaciones responden a la contingencia política, generalmente en respuesta al bando político contrario. Podemos decir que es una radicalización del periodo anterior. El Hambriento y El Canalla (1827–1828), El O’higginista (1831), Guerra a la Tiranía (1840) o La Asamblea Constituyente (1858) son periódicos que caracterizaban el momento y hacen comprender el contexto de tensión histórica que se vivía. “Eran años en que cada sector buscaba contribuir a la República en base a su imaginario e ideales”. (Ossandón y Santa Cruz, 15)

El último vaivén de nuestra prensa, antes de entrar en tierra derecha hacia un periodismo moderno, liberal y de empresa, tuvo lugar desde 1842 a 1847. La prensa de este período es intelectual y literaria, fuertemente marcada por el romanticismo y demás influencias europeas.

Los literatos se sienten con un papel histórico: el de otorgar a la ya cimentada República, su identidad, sentar las bases de la nación, intentando trazar a través de la prensa un puente cultural entre América Latina y el viejo continente. El caso más emblemático lo marca Andrés Bello con El Araucano (1840-1860), en donde se busca crear un sujeto nacional resaltando su carácter cultural europeo.

Entrada la segunda mitad del siglo XIX la prensa abandona su carácter doctrinario propio del período de Independencia, deja la cualidad política o de barricada que lo caracterizó en el momento en que se configuraba la República y comienza, también a dejar atrás la figura del intelectual que buscaba construir la nación.

Gana espacio entonces un tipo de prensa impulsada por las nuevas maquinarias de imprenta y posibilidades de distribución, que se comienza a


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identificar poco a poco con las formas del periodismo norteamericano de la época, aunque conservando todavía en algunos aspectos la figura del literato e intelectual propia del período anterior. Al decir de Ossandón, “se trata de un período de transición, en donde “el formato” no ha devorado del todo al “autor” que también resiste” (Ossandón y Santa Cruz, 93). La voz de Chile (1862-1864) El independiente (1864- 1891) y la Época (1881-1892) son algunos casos.

Hacia finales del siglo XIX ya el público comienza a diversificar sus demandas e intereses culturales, al mismo tiempo en que aumentaban de un modo precipitado la cantidad de diarios en el país. Si en 1840 existían 5, la cifra en 1880 superaba los cien (Ossandón y Santa Cruz, 30)

Más tarde, con la ley de imprenta de 1872 se forma un nuevo marco jurídico para el periodismo escrito. En palabras de Ossandón y Santa Cruz, se crean “las condiciones de legitimidad e institucionalidad necesarias para que paulatinamente se vayan instalando proyectos periodísticos que apuntaban hacia la idea de una prensa de empresa” (Ossandón y Santa Cruz, 33)

Podemos resumir entonces que la prensa del siglo XIX fue,a grandes rasgos, de tipo ideológica y doctrinaria, en donde el pensamiento liberal tiende a construir cada vez más una forma de prensa y periodista congruente a su lucha por la hegemonía social, suponiendo “el uso del periódico como herramienta fundamental en la propagación y difusión del ideario”. (Santa Cruz, 30).

2.2.1. Nace la prensa moderna de empresa

Entrado el siglo XX, vemos que la prensa comienza a definirse por su carácter informativo y de empresa, donde el principal diamante a pulir es la noticia. El modelo


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de desarrollo liberal en esta época se arraiga con fuerza en el país por lo que ahora, no se trata ya de instalar un ideario, sino más bien de legitimarlo y protegerlo.

La fundación de El Mercurio de Santiago en 1900 significa el hecho más representativo del nacimiento de un periodismo de empresa. Su fundador, Agustín Edwards Mc Clure estudió muy bien el funcionamiento de los grandes diarios de Europa y Estados Unidos, trabajando incluso en el New York Herald.

De el Mercurio de Santiago en adelante vendría una enorme cantidad de prensa escrita que rendiría culto a la objetividad y usaría técnicas periodísticas que tienden a enajenar al autor para dejar entrar al funcionario. El diario Ilustrado, Las Últimas Noticias, La Nación, La Estrella de Valparaíso o El Mercurio de Antofagasta son diarios que nacen con los mismos preceptos.

La empresa El Mercurio explicita el carácter de sus reporteros y escritores, al señalar que, “este personal, que no debe tener en el ejercicio de sus funciones labores de examen o crítica, puede no comulgar con las doctrinas del diario. No es incompatible con su tarea de modo diferente” (Santa Cruz, 84). Este es el sello de periodista/funcionario que se instala rápidamente, quitándole terreno a la subjetividad del autor de la noticia.

Dentro de este contexto, debemos tener en cuenta con respecto a la comunión histórica entre política y prensa, que “una cualidad del siglo XX es la voluntad explícita de los Estados liberales consolidados y del pensamiento y movimiento burgués triunfante de utilizar los periódicos como medios de educación de las masas” (Álvarez, 51). Y esa educación tiende a responder sobre todo a los intereses de la clase dirigente.

En Chile, el Estado, a través de la Constitución de 1925 en su artículo 10 N°3, aseguraba la libertad de opinión y expresión, aludiendo que toda persona tiene el


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derecho a fundar diarios y hacer circular libremente todo tipo de impresiones. Esto permite la fundación de prensa disidente al sistema ideológico, como El Siglo (1940) y Última Hora (1943).

Lo que en el fondo nos da cuenta este marco jurídico es la orientación hacia un libre mercado informativo, donde la libertad de expresión y opinión nos oculta el verdadero carácter enraizado en la prensa: la “libertad de empresa”. La expresión y opinión entonces dejan de ser libres al depender del avisaje y el capital para la fundación y mantenimiento de un medio.

En este segundo cuarto de siglo comienza a notarse también una represión hacia los diarios cuyos contenidos fueran marcadamente contrarios a la ideología. Así, la Ley de Seguridad Interior del Estado de 1937 señalaba como un delito el inducir la subversión del orden establecido mediante noticias o comentarios. Por otro lado, en 1948 la llamada “Ley de Defensa Permanente de la Democracia” buscó ilegalizar al Partido Comunista, clausurando ese mismo año y hasta 1954 el diario El Siglo.

En resumen, el contexto económico, político, jurídico y cultural había cimentado el camino para que el periodismo llegara en la mitad de siglo a la academia. El nuevo tipo de prensa de empresa, los modos de producción y distribución, la sacralización de los hechos y el culto a la objetividad permitieron la aparición, en palabras de Lorenzo Gomis, de “formas asimiladas por el hábito, formas que pueden enseñarse y aprenderse” (Gomis, 40). Y estas formas fueron las que se implementarían en nuestras universidades a lo largo del siglo XX.

2.3.

El discurso de la Modernidad

Como ya hemos ido atisbando, todo el contexto que hemos desarrollado se da dentro de los marcos de un proceso global hacia la Modernidad. Y entendemos la


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Modernidad como una idealización que buscan los Estados, cuya formulación definitiva nace a partir del discurso ilustrado del siglo XVIII en Europa y que destaca las ideas de ciencia, progreso y razón como condicionantes para una sociedad definitiva.

Es en el siglo XX o en la tercera fase en la historia de la Modernidad, como lo define Berman, en la que se produce la expansión de los procesos modernizadores a todo el mundo. Esto, trae como consecuencia, el desarrollo de una conciencia universal acerca de la modernidad (tomado de Larraín, 20)

En palabras de Larraín, la modernidad sugiere un modo de vida y una organización social que combina “la democracia con el industrialismo, la educación generalizada con la cultura de masas y los mercados con las grandes organizaciones burocráticas” (Larraín, 20).

La Modernidad además presenta la característica de acelerar el proceso de interconexión entre diferentes áreas del mundo, razón por la cual los procesos de cambio tienden a ser globalizados. Ello explica que el modelo de sociedad ilustrada que proyectaban los europeos fuera tomado también como un desafío para los estados latinoamericanos.

Dentro de este plano, las instituciones típicas y específicas del ideario moderno también son vistas como un desafío para los estados nacientes. Entre éstas instituciones podemos distinguir las siguientes: “En lo político, el surgimiento de las naciones- estado y las formas democráticas de gobierno; en lo económico, la formación de la economía capitalista mundial (…), en lo social, la formación de clases y el surgimiento de la división avanzada del trabajo. Y por último, en lo cultural, el surgimiento de la educación universalizada y de una cultura secular y


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de masas crecientemente controlada por los medios de comunicación” (Larraín, 23). Podemos reconocer en estas últimas líneas entonces la importancia de la prensa escrita como medio de comunicación, al momento de difundir el ideario moderno. Vemos en las palabras de Larraín que estos medios poseen cierto poder para configurar una cultura secular en la sociedad y para educar a las masas de un modo universal. La prensa entonces se transforma en un aparato difusor de la Modernidad. Hay que distinguir eso sí entre el discurso organizado que establece un verdadero imaginario de la Modernidad y las prácticas sociales e instituciones modernas que cada sociedad ha logrado realmente implementar y desarrollar en sus distintos momentos históricos. En el caso de nuestro país, la modernización, entendida como la estrategia de incorporar instituciones y tecnologías propias de la racionalidad instrumental, es un proceso que comienza a gestarse en el momento de la Independencia. Desde ahí en adelante, el Estado republicano instala organizaciones burocráticas con el fin de configurar un orden social deseado. Una de ellas, la más emblemática, según algunos autores, como Sol Serrano, es la Universidad.

2.3.1. Universidad como espacio de formación intelectual del ideario moderno

Para Sol Serrano la primera universidad del país, la Universidad de Chile, creada en 1842 “fue una de las obras institucionales macizas del siglo XIX chileno”. La gran obra presidencial de Manuel Bulnes “formó parte del proceso de formación del Estado nacional moderno y burocrático que buscaba racionalizar el espacio social; someterlo a procedimientos preestablecidos, calculables, funcionales al concepto de nación y al desarrollo del capitalismo” (Serrano, 19)


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Así la universidad tenía la misión de ir reformando gradualmente la sociedad tradicional que teníamos, para ordenarla de acuerdo a los cánones de la razón y el progreso. Como escribe Serrano, la creación de la Universidad de Chile obedeció a la necesidad de “darle cohesión a una nación en surgimiento, crear nuevos lazos de adhesión y lealtad en la población y formar una clase dirigente capaz de conducir al país hacia la modernidad que florecía en los países del Atlántico Norte” (Serrano, 25) Un proyecto que fue impulsado por la clase dirigente que ansiaba incorporarse a los dos grandes fenómenos que definían el camino del progreso. Por una parte, la formación de un sistema político fundado en la soberanía popular y por otro, el desarrollo basado en la revolución científica y técnica. De acuerdo a lo anterior la universidad fue un espacio estratégico: “la Universidad de Chile fue el proyecto de un pequeño grupo que había asimilado las ideas de la Ilustración y del liberalismo, que se sentía plenamente partícipe de la “civilización” y que debía conducir una sociedad, que desde su perspectiva, habitaba todavía en la barbarie” (Serrano, 28). La autora nos da cuenta de la esperanza que tenía la élite dirigente de nuestro país en la capacidad transformadora de la nueva institución. Pero además, nos da señales de la confianza que esa clase también tenía en el Estado, pues no en todos los países fue el impulsor de la modernización de la educación, introduciendo el conocimiento científico y formando los profesiones. La Universidad es una de las herramientas más valiosas del Estado para alcanzar la Modernidad, ya que partiendo de las ideas ilustradas el conocimiento es el motor del progreso. Esta racionalidad aplicada a lo social a través de las instituciones era la que consolidaría el proyecto moderno del Estado Chileno. La Universidad es la encargada de ensanchar los horizontes del saber humano, basándose en el método científico, la observación y la experimentación. Es decir, ve


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en el uso de la razón, la única vía del hombre para ser libre y superar su la minoría de edad.

2.4.

La Reporterística: ideología de la prensa moderna

Ya sabemos que el periodismo surge en tiempos en que las ideas ilustradas se propagan. Sin embargo, en la medida en que el contexto histórico fue cambiando, también cambiaba la funcionalidad que se le asignaba a esta labor. Por ello, creemos preciso describir las formas como el periodismo se fue entendiendo.

Y siguiendo la terminología de Araya, que propone en su tesis de Magíster en Comunicación Social, “Bases para un periodismo intercultural”, podemos reconocer cuatro facetas que adopta el periodismo en Occidente: Publicística, Propagandística, Reporterística y Construcción de un Presente Social. La Publicística funda el periodismo, es la manera en la que se presenta este oficio en el período de pleno auge de las ideas ilustradas. Es esta característica fundacional, según Araya, la que le da “un influjo tal que hasta hoy se acude a ella para proporcionar al Periodismo una legitimidad ética indiscutida, al mismo tiempo que se ubica como la que proporciona los indicadores apropiados para evaluar su desempeño” (Araya, 12).

Se trata del tipo de prensa que además de dar trasparencia a los asuntos del Estado (dar publicidad), concibe al periodista como autor, que es capaz de expresar sus proposiciones para una mejor sociedad, las cuales plasma en un escrito. A través de este escrito logra conectarse con el público, o al modo Kantiano, con su mundo de lectores, generando así un tipo espacio público ilustrado. Se trata además, como lo explica Ossandón, de un periodismo de tipo doctrinario (Ossandón, 45) que pone a circular ideas y no hechos. Por lo tanto, no ve


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a la noticia como su materia prima. Este tipo de periodismo es el que podemos apreciar por ejemplo en la Aurora de Chile en el periodo de Independencia.

Pasando al segundo tipo de periodismo, la Propagandística se reconoce generalmente como aquella que surge en tiempos de los regímenes totalitarios, como el nazismo y los llamados regímenes reales. Esto porque está inspirada en una particular mirada sobre el Estado y su relación con las personas. Pero además, también se pone en práctica cuando se asume que la Nación está en peligro. Por ejemplo, en períodos de guerra.

Por tanto, el Estado lleva a cabo estrategias para concretar el proyecto de sociedad. Según Goebbels, la propaganda se encuentra entre las artes que ayudan a gobernar un pueblo y es la primera de ellas. Es indispensable en la estructura del Estado moderno y constituye “el instrumento que une al gobierno y al pueblo” (tomado de Álvarez, 92)

En esta misma dirección, el autor sostiene que el modelo que llama propagandista totalitario se configura en una doble fase temporal: “como instrumento para la conquista del poder, en primer término, y como instrumento conservador y consolidador del poder conquistado, en segundo”. (Álvarez, 93).

De esto se desprenden dos principios fundamentales. Por una parte, el Estado es el propietario o controlador de los medios de comunicación de masas; y por otra, se necesita que el Estado cree un organismo que se preocupe de planificar científicamente el uso que se le dará a estos medios.

Siguiendo a Mc Quail, el Estado tiene amplias facultades en el control de los medios y debe regular su funcionamiento a favor del proyecto de sociedad que encarne. Si esta regulación no es suficiente, “la censura y el castigo por las ofensas de los medios de comunicación al Estado están justificadas” (Mc Quail, 159).


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Pero sucede que en las democracias liberales esta supuesta regulación se dio en dirección opuesta. Dado el uso que el Estado dio a la propaganda en episodios de guerra y entre guerras, se generó desconfianza en la sociedad y se consideró como un riesgo para los sistemas democráticos que el Estado regulara o vigilara la concentración informativa. De esta forma se le termina dejando al Mercado la responsabilidad de financiar los medios.

Para establecer un marco regulatorio para la prensa, entonces, es que en varios países como Estados Unidos e Inglaterra se le encargó a comisiones académicas la tarea de que bajo el alero de las universidades, realizaran informes que permitieran la regulación de la prensa. De esta manera, se busca dar un carácter ideológicamente neutral, a través de la intervención cientificista del mundo académico.

La conocida Doctrina de Responsabilidad Social de los Medios surge de esos trabajos y nace en 1947, como el resultado del esfuerzo de una comisión establecida para estudiar la libertad de prensa de ese país. El informe de la Comisión Hutchins recomendó que la labor del periodismo no podía estar delimitada por el relato de los hechos, ya que -según ellos- el compromiso de los periodistas es decir “la verdad” sobre estos últimos.

La última afirmación viene a instalar principios básicos que se le asignan al periodismo, tales como: veracidad, objetividad, responsabilidad y legalidad. Todos ellos serían considerados de ahí para adelante factores que miden la calidad de la prensa.

Siguiendo a Araya, ésta sería la vertiente liberal de la Propagandística, en donde se buscaría medir la información desde una perspectiva supuestamente neutral. Más claramente, en la vertiente liberal de la Propagandística, se “naturalizan


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las funciones que las estructuras cumplen en la sociedad, quitándole así cualquier carga ideológica. Dicho de otro modo, transforma su propia mirada naturalizante en ideología” (Araya, 22).

Las características de ésta última, según él, contribuyen al surgimiento de una tercera categoría del Periodismo: la Reporterística. Esta es la forma de periodismo que penetró más profundamente en las ideas de los fundadores de la primera Escuela de Periodismo en Chile, marcadas principalmente por los modelos de las escuelas norteamericanas.

Entendemos a la

Reporterística como el tipo de periodismo en donde se

naturaliza el modelo hegemónico. También llamada “Doctrina Periodística Moderna”, hace referencia a la práctica instituida y cristalizada socialmente como información. La Reporterística representa la instalación de un tipo de prensa que se siente con la responsabilidad de entregar información, a diferencia de promover el debate público como ocurrió con la Publicística. En esta línea el periodista deja de ser creador y autor del texto en el que expone ideas o reflexiones sobre la sociedad, para pasar a ser un mero reporter o transmisor de información. En palabras de Kant, un funcionario, puesto que carece de libertad y se debe a la ideología liberal moderna a la hora de escribir. Siguiendo con Kant, el periodista al ser un funcionario, destruye su faceta de autor y por tanto construye precisamente la negación del proyecto ilustrado. Es decir, sólo hace uso privado de la razón en su calidad de funcionario. Ha sido privado de escribir sus reflexiones sobre una sociedad mejor. No es autor, no hace uso de la razón en calidad de docto y por tanto, no es capaz de construir un Espacio Público libre. En la Reporterística el periodista consciente o inconscientemente está legitimando y naturalizando su sistema social. Así lo comparte Benito quien asume que los medios de comunicación tienen como misión “mantener vivo y profundizar


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continuamente, sobre todo, el conocimiento y la vigencia de aquellas verdades, que, por diferentes fundamentos de evidencia, se han constituido en certezas sobre las que se sustenta la convivencia plural en la libertad de la sociedad de que se trate” (Benito, 1982: 40). La Reporterística ha alcanzado tal influencia en nuestras sociedades occidentales post Guerra Fría, que logra ser vista como si poseyera en sus entrañas los principios ontológicos del periodismo, una verdad universal sobre la forma de escribir la información. Por ende se asume, por ejemplo, que la Propagandística viene siendo una desviación periodística, que atenta contra la objetividad y parcialidad política, mientras se cree que en la Reporterística la información todavía permanece en un estado neutro y no contaminado con imparcialidades ideológicas ni subjetividades personales.

Dentro de esta lógica al periodista se le entiende exclusivamente como un Reporter: un ser que es capaz de aprehender la realidad objetivamente y ponerla a circular sin intervenirla ni contaminarla.

En este sentido el valor principal recae en la producción de la noticia. Esto facilitado por una percepción que se forma de dos ideas. Por una parte, la idea de que la información que se entrega es reflejo de la sociedad, mostrándose como si ocurriese en un presente permanente, siendo así la actualidad una cualidad intrínseca a la noticia. Por otro lado, la información es la narración primera de un hecho que tiene interés y trascendencia pública.

Para Benito el lugar que ocupa la noticia en el periodismo moderno transforma en varios sentidos la producción informativa. Por una parte se desarrollan casi ilimitadamente técnicas de transmisión y difusión en un modo productivo industrial.

Por otro lado la noticia ha especificado al periodismo como función profesional propia, extrayéndolo del tronco común de la información. Al decir de Benito “el


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desarrollo del periodismo como actividad específica caracterizada por la información de actualidad, ha potenciado el proceso de comercialización de las noticias” (Benito, 50 y 51).

La Reporterística entonces, se erige como el periodismo verdadero: el de información. Es la práctica predominante del periodismo en Chile y como lo señalaremos más adelante, es el tipo de periodismo que se institucionaliza y se comienza a enseñar en las universidades a partir de 1953.

Es la misión de llevar información la que legitima socialmente al periodismo. Esta afirmación es posible si se considera a la realidad como poseedora de cierta autonomía, de lo cual se deduce que la realidad es previa a la observación del reportero.

Desde esta perspectiva positivista, el sujeto que observa la realidad no tiene otra opción más que descubrirla y luego dar cuenta de su descubrimiento, es decir informar, entregar su reporte de esa realidad. Tal como lo señala Araya, “el surgimiento

de

la

Reporterística

se

vio

favorecido

por

dos

cuestiones

complementarias: la posición hegemónica del paradigma positivista en aquella época y, la mercantilización de las noticias”. (Araya, 25)

La hegemonía positivista alcanza al periodismo y lo compromete en la práctica a transmitir eso llamado “realidad”. Pero hay un ejercicio previo a la difusión, en donde el reporter aplica una fórmula a través de la cual hay una censura del contenido o las imágenes que se publicarán. En palabras de Adorno y Horkheimer "las imágenes son censuradas previamente, ya en su misma producción, según los modelos del entendimiento conforme al cual han de ser contempladas después (Horkheimer y Adorno, 132).


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Esto se acentúa aún más con la penetración de los medios electrónicos y la imposición del formato. Así, lo que se percibe -siguiendo las ideas frankfurtianas de la irreproductibilidad de la obra de arte- es sólo formato, estandarización y no la obra única y subjetiva del autor.

Pero además de ello, el reporter ve la realidad noticiable a través de ciertos estándares dados por los criterios de selección de la noticia. Aplicados dichos criterios, es capaz de escribir en el molde dado por los diversos géneros periodísticos, según los requerimientos del medio para entregar mensajes en serie, lo que también le impide ver la realidad.

La exclusiva labor del periodista, desde el punto de vista de la Reporterística, es la de preparar y difundir informes de la realidad. Para lograr esto la profesión misma le enseña una estrategia al periodista que le permite escribir desprendiéndose -aparentemente- de sus subjetividades y así, reproducir la realidad sin alteraciones.

Como ya lo señalábamos anteriormente, este tipo de periodismo ampliamente legitimado es la base de la Doctrina Periodística Moderna que Arancibia resume muy bien en el conjunto de tres características principales:

1) La materia prima y fundacional del periodismo es la noción de noticia, entendida ésta como un corpus informativo que refiere y esclarece la exterioridad social; 2) El rango de su decir es la objetividad, ésta como clave fundamental para arribar a la verdad; 3) La conquista de tan preciado ‘bien’ tiene como condición de posibilidad un instrumental técnico que rige el dispositivo escritural periodístico, el que permite la suspensión de la subjetividad de quienes producen su textualidad; 4) Su función cardinal es la de contribuir al bien común, mediante el servicio de la socialización de la verdad” (Arancibia, 41).


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La mirada positivista de la realidad que enarbola la Reporterística, y que desprende la responsabilidad de interpretación de la realidad por parte del periodista, no sólo es poco cuestionada, sino que ha sido adoptada como propio dogma periodístico.

Así por ejemplo, el Colegio de Periodistas de Chile, en el artículo sexto de su Código de Ética, sostiene: “El periodista deberá establecer siempre una distinción clara entre los hechos, las opiniones y las interpretaciones, evitando toda confusión o distorsión deliberada de ellos”.

2.5.

El Periodismo como Ideología

Desde la perspectiva de J. Deuze, y aunque no hace referencia a la Reporterística en sí, el periodismo se ha instalado de tal forma que se ha convertido en un sistema de creencias internacional, con una forma universalizada de practicar la labor. Pero ¿cómo una forma de hacer periodismo llegó a situarse como “La” forma legítima y naturalizada de ejercer esta profesión? J. Deuze propone que el periodismo llegó a consolidarse como profesión en tanto comenzó a

actuar como ideología, otorgándole mayor fuerza a algunas

cualidades que debía tener el periodismo (objetivo, veraz, etc.). Para entender esta propuesta es necesario antes revisar el concepto de ideología propuesto por Paul Ricoeur en su libro Ideología y Utopía (1994). De acuerdo a este autor, la conjunción de las funciones de la ideología y de la utopía tipifica lo que podría llamarse imaginación social y cultural (Ricoeur, 45). Es decir, Ricoeur sitúa a la ideología y a la utopía dentro del espacio de lo imaginario en donde tales conceptos entrarían a funcionar en la construcción identitaria, en tanto que ambos conceptos cumplen una función de integración. Además de la función de integración de la ideología, Ricoeur le atribuye a este concepto dos propiedades más: la de deformación y la de legitimación.


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La función de deformación de la ideología es abordada por el autor desde una particular interpretación de Marx donde contrapone la ideología a la realidad, pero no nos detendremos en este punto sino más bien nos interesa para los fines de este trabajo, aproximarnos a la función de legitimación que plantea Ricoeur. La función legitimadora de la ideología de Paul Ricoeur es desarrollada alrededor del concepto que Weber llama dominación o “Herrschaft”. Desde ésta perspectiva lo que está en juego en toda ideología es “la legitimación de un determinado sistema de valores” (Ricoeur, 221). En sus palabras: “La ideología funciona para agregar cierta plusvalía a nuestra creencia a fin de que nuestra creencia pueda satisfacer los requerimientos de la autoridad (…) La función de la ideología es siempre legitimar una pretensión de legitimidad, agregando un suplemento a nuestra espontánea creencia. La función de la ideología en esta fase consiste en llenar la brecha de credibilidad que existe en todos los sistemas de autoridad” (Ricoeur, 213). De acuerdo al planteamiento del autor entendemos entonces que la ideología es un sistema de motivaciones que legitiman el orden establecido, entre tanto que ofrece una serie de tipos de ideales que permiten el auto reconocimiento de un Nosotros, que al mismo tiempo, crea una legitimidad integradora, pero que al ser de tipo ideológica enmarcará las relaciones de mandato y obediencia (Ricoeur, 235). Dicho también de otra forma, la ideología permite la justificación de ciertas prácticas en un sistema social determinado, en tanto hay un mundo simbólico y cultural que las comparte y entiende como válidas. Retomando las ideas de M. Deuze, el periodismo al constituirse como ideología logra repercutir en la práctica, perpetuando la forma legitimada de hacer periodismo. O en otras palabras, el periodismo en tanto ideología logra consensuar un conjunto de valores, estrategias y códigos formales que caracterizan a los profesionales del periodismo, otorgándole su cualidad de universal. A continuación


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enumeramos estos preceptos básicos del periodismo, desde la perspectiva de M. Deuze: 1) SERVCIO PÚBLICO: los periodistas prestan un servicio público como vigilantes o sabuesos de la prensa, difusores de información. 2) OBJETIVIDAD: los periodistas son imparciales, neutrales, objetivos, justos y por ende, creíbles. 3) AUTONOMÍA: los periodistas deben ser autónomos, libres e independientes en su trabajo. 4) INMEDIATEZ: el trabajo periodístico está estrechamente vinculado a un sentido de inmediatez y velocidad. Estos valores que caracterizan al periodismo de manera universal serían entonces los consensos que se articulan como una ideología periodística y que según M. Deuze, son especialmente aplicados por los periodistas cuando se enfrentan a la crítica pública y se convierten en un factor de influencia mundial en la toma de decisiones, pues tienen la capacidad de definir qué es y qué no es periodismo. Pero en nuestras sociedades globalizadas, multiculturales y tecnológicas, en donde hacen su aparición nuevos tipos de ciudadanías con sus propias demandas subjetivas, se hace necesario cuestionar y replantearnos la base ideológica sobre la que se gesta nuestra prensa. A partir de este ejercicio reflexivo podremos contar con una sólida perspectiva ontológica, con principios éticos claros al momento de ejercer el periodismo, al momento de hacer algo tan rutinario como escribir una noticia. La elaboración teórica que hemos presentado se hace indispensable para el futuro

análisis.

No

se

trata

de

describir

una

serie

de

postulados

y

conceptualizaciones teóricas sobre el periodismo para luego analizar simplemente su práctica. Lo que buscamos con esto en verdad es someter a examen y reflexión a los postulados que hay detrás del periodismo, aquellos que legitiman su práctica.


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Tratar de reflexionar sobre el periodismo sin examinar las ideas que lo fundan sería creen que el periodismo siempre estuvo ahí y que no hay un sustento ideológico que le haya dado un sentido a su existencia. Es en esta trampa en donde no queremos caer y para eso hemos presentado nuestro sustento teórico.

Hemos dejado clara nuestra conceptualización sobre la modernidad y la ilustración en relación al origen del periodismo, su llegada al país y su afán de constructor de la nación, su rol que lo liga a factores ideológicos en la sociedad y el significado que haya arribado a la cuna del uso de la razón, la universidad. Habiendo revisado todo esto damos paso a la presentación metodológica de la investigación.


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3. CAPÍTULO III: Forma en que abordaremos la investigación

3.1.

Concretando el problema

3.1.1. Pregunta de Investigación:

¿Cuál es el concepto de periodismo y periodista que existe en los momentos fundacionales de la primera escuela universitaria de periodismo de nuestro país?

3.1.2. Objetivo General:

Identificar los conceptos de periodismo y periodista que existen en los momentos fundacionales de la primera escuela de periodismo de Chile, para así acercarnos a una comprensión del proyecto de sociedad que legitima.

La presente investigación pretende recrear el ambiente de época que existía en el contexto de la fundación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Reconstruyendo los discursos de los actores involucrados en el periodo, buscamos los cambios en la forma como se entiende a la prensa y al periodista. De este modo, queremos comprender la relación que se genera entre el periodismo y el proyecto social que las élites políticas y económicas buscan legitimar en el país.

3.1.3. Objetivos Específicos: Para lograr el objetivo de nuestra investigación fue necesario pautar ciertas tareas que al realizarlas nos permitieran obtener conclusiones acertadas, que apuntaran directamente a dar respuesta a nuestra pregunta de investigación. Dichas tareas fueron los pilares sobre los que nos apoyamos a lo largo de todo el proceso, una especie de brújula en medio de lo que a ratos parecía un bosque de oscuridad:


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 Describir las características que se creían propias del periodismo y el periodista en el contexto en que llega a la universidad.  Identificar cómo se entendía la relación periodismo – sociedad en el contexto en que el periodismo llega a la universidad.  Identificar el debate que se generó en torno a la profesionalización del periodismo en Chile. 3.2.

El periodista como objeto de estudio poco investigado

Variados e importantes estudiosos latinoamericanos se han dedicado bastante tiempo a investigar la comunicación y el periodismo de la región. Sin embargo, y como lo señala la autora Claudia Mellado Ruiz en su texto Orígenes, evolución y desencuentros en la investigación sobre el periodista latinoamericano, ninguno de ellos se ha enfocado directamente en el estudio de la profesión periodística. Mellado cree que “los tópicos de investigación han estado más orientados hacia el receptor, el medio o el mensaje en sí mismo, y no, en cambio, hacia el emisor como sujeto influenciado y condicionado por una realidad contextual, laboral y profesional” (Mellado, 2008, 10).

A modo personal, esto lo pudimos comprobar en nuestro paso por la universidad, en donde leímos numerosos textos basados en estudios de audiencias, de percepción, de comunicación en la cultura, de tipos de periodismo o de mensajes y sus lecturas en el proceso de recepción. Pero escasamente leímos estudios que nos hablaran sobre el propio oficio de periodista en nuestro país, desde adentro, desde su educación, desde su proceso previo a la emisión del mensaje.


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Hay un bajo nivel de producción académica sobre el tema, y por esta escasez se han generado incompatibilidades conceptuales, dificultades metodológicas en estos pocos estudios, además de una baja retroalimentación por parte de los investigadores en relación a este objeto de estudio. En este sentido dichos desencuentros “no disminuirán hasta que se instaure un debate epistemológico y ontológico profundo en torno a qué se entiende por periodista y por periodismo en la región” (Mellado, 2008, 15).

Es en este contexto en donde adquiere relevancia el presente estudio, puesto que al identificar esta deuda en el campo investigativo, en un primer momento, fuimos capaces de observar, en una segunda etapa de reflexión, que era necesidad adentrarnos en lo que se entendía por periodismo y periodista en un periodo histórico tan importante como lo es el momento en que la prensa adquiere rango universitario. Solo así podríamos comprender con cierta base cómo se conjugaría la prensa en relación a nuestra sociedad de ahí en adelante.

Este vacío en investigación no sólo representa un desafío para nuestro país sino que también para nuestros vecinos. Tal como lo señalan Arroyave y Blanco, “mientras en países como Alemania, Francia, Inglaterra, España y Estados Unidos existe un corpus interesante de estudios empíricos que revelan facetas fascinantes de esta profesión, parece no ser el caso en la mayoría de países de América Latina” (Arroyave y Blanco, 367).

Debido a esto surge un primer problema a la hora de querer estudiar al periodismo y periodista en la región, que apunta a la dificultad que supone definir un marco estructural común para este tipo de investigaciones, ya que como dijimos, son insuficientes. Mellado apunta que como la investigación de la profesión no ha sido prioridad científica del campo, “los intentos efectuados no han logrado construir una plataforma consensuada y transversal a cada país por separado, que potencie su validación y lectura dentro de las ciencias humanas y sociales” (Mellado, 2009, 194).


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Aún así nos arriesgamos a iniciar esta empresa casi a ciegas, en términos de revisión bibliográfica, teórica y metodológica relativa al periodo histórico de la fundación de la primera escuela de periodismo del país. El trayecto investigativo comenzó bastante enlodado y brumoso, aunque poco a poco y a fuerza de machete, fuimos arrancando juncos y malezas de dudas que nos permitieron observar más adelante fascinantes praderas, dirigiéndonos con mayor seguridad y certeza hacia conclusiones prometedoras.

3.3.

Definiendo líneas de trabajo y procedimientos

Después de varias conversaciones entre nosotros como investigadores, y a la vez con nuestro profesor guía, había claridad sobre el objeto de estudio: el periodismo y periodista que existía en los momentos fundacionales de la profesión universitaria. Luego vendría algo más difícil, definir el universo y la muestra de nuestro estudio, para así ir acotando la investigación para que no se transformara en un proceso de nunca acabar.

En una primera etapa tuvimos el ambicioso deseo de estudiar también la fundación de las escuelas de periodismo de la Universidad de Concepción y la PUC, aparte de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. A partir de una revisión documental entendimos que era innecesario adentrarnos en las demás universidades, puesto que simbólicamente la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile fue por lejos la más importante, la pionera.

Su fundación fue el fruto de años de esfuerzo y debate. Y las demás universidades, en términos generales, vienen a ser ramificaciones del tipo de enseñanza que se pensó y gestó en la primera de todas.


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Estuvimos varios meses desarrollando un proceso de lectura que nos hiciera sumergirnos de cierta forma en la mentalidad y atmósfera que rodeaba la fundación de esta escuela. Por una parte revisamos textos de investigación histórica que nos permitieron dimensionar espacial y cronológicamente la evolución de la prensa en el mundo y específicamente su llegada a la universidad, primero en Estados Unidos y Europa, luego en América Latina y tardíamente en nuestro país.

Al mismo tiempo íbamos revisando artículos académicos para ver el nivel de investigación realizado sobre este campo de la comunicación social. También vimos la evolución de la prensa en Chile desde principios del siglo XIX, en plena época de gestación de la Nación.

Repetimos que este proceso de lectura y análisis histórico previo fue totalmente necesario para comprender cómo se configuraba poco a poco la necesidad de crear una escuela de periodismo. Así mismo entender la historia de nuestra prensa nos ayudaría a comprender las razones y consecuencias de la profesionalización del periodismo.

Sin este proceso reflexivo en conjunto con nuestro profesor guía, hubiésemos pecado de kamikazes en un viaje que en contra de nuestras intenciones se hubiera reducido a una investigación de tipo netamente descriptiva, y no analítica y explicativa como lo propusimos desde el inicio.

Luego vinieron arduas jornadas dentro de la Biblioteca Nacional, en donde a partir de la revisión de la prensa en microfilm pudimos ir deconstruyendo las opiniones de los principales actores que hicieron posible la creación de la primera escuela de periodismo del país. Fue un proceso meticuloso que tuvo como resultado el análisis de las noticias de los medios de la época que hablaron del tema.


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En una última parte de esta revisión documental acudimos a la propia Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, en donde se nos facilitó sin mayores obstáculos el material escrito que nos contara como se llevó a cabo el proceso inaugural de la escuela, además de los métodos de selección de los estudiantes, la primera malla curricular y el rol que jugaron profesores y directivos, tanto de la universidad como de la propia escuela, en la ardua tarea que significaba darle forma no solo física, sino por sobre todo cualitativa a la casa de estudios.

Superada esta etapa de lectura, que por cierto nos ocupó bastante tiempo, aparecía un desafío mayor. Surgía la necesidad de encontrar si era posible a las personas que vivieron el proceso del nacimiento de la primera escuela de periodismo de Chile: los alumnos. Agotamos todos los recursos y esfuerzos y se hizo incluso frustrante darnos cuenta que ya nadie quedaba vivo de la primera generación de estudiantes. O por lo menos nadie a quien tuviéramos acceso para entablar una profunda conversación.

Sin embargo no torcimos nuestras piernas en el camino. De este modo nos encontramos con 5 estudiantes de la tercera generación. Esto no significó para nada alejarnos de nuestros objetivos, ya que a pesar de no ser de la primera camada, compartían la misma malla curricular y casi en su totalidad a los mismos profesores. Ellos afirmaban que mantenían la esencia de la fundación, siendo casi los primeros profesionales en llegar a los medios de comunicación.

De una forma que ya describiremos con detención, pensamos en la entrevista en profundidad como la técnica idónea para acercarnos a la subjetividad, a la percepción e interpretación que los ex alumnos hacían de su escuela, del periodismo y de los hombres de prensa de la época. Sólo buscando una comunicación horizontal en el binomio investigador/investigado, podría ser más fiable la reconstrucción del ambiente de la época.


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Aunque como investigadores sociales encontramos imposible aislar toda nuestra trama de vivencias y significaciones al acercarnos al otro. En este sentido coincidimos con Casalla en que “comprender es aquí también reconstruir -desde mis vivencias como intérprete-, las vivencias del otro (del autor “objetivado” en una obra o en un texto concreto y presente) y en esa empatía -y sólo en ella- la interpretación es posible” (Casalla, 7).

Creemos entonces en la interpretación del discurso del otro como forma válida de acercarnos al conocimiento. En este ámbito nos adherimos a la conocida creencia de Berger y Luckmann de que la realidad se construye socialmente. Es desde el lenguaje, escrito, oral o de otro orden, desde donde se construye lo social, en un proceso colectivo. Fue así como logramos coordinar los encuentros con nuestros entrevistados, todos en la ciudad de Santiago.

Abraham Santibáñez nos recibió cordialmente en su oficina del Colegio de Periodistas cuando aún era presidente de la orden. En el mismo lugar pudimos conversar con Antonio Freire. Respecto a Lidia Baltra, Eliana Cea y Guillermo Torres, las entrevistas fueron realizadas en sus respectivos domicilios. Se generaron distendidas conversaciones con los ex alumnos, que se mostraban incluso fascinados a ratos rememorando tan bello episodio de sus vidas.

Era admirable la lucidez con la que recordaban lo que sucedió hace casi seis décadas. Nosotros escuchábamos atentos e interveníamos sólo si encontrábamos que la conversación se alejaba innecesariamente de nuestros objetivos específicos. Para ello contamos con una pauta de tópicos de conversación que elaboramos previamente basado en nuestros objetivos específicos.


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3.4.

Dimensión cronológica, universo y muestra

Luego de algunas reuniones con nuestro profesor guía, contábamos casi con todo el material necesario para llevar la investigación al papel, al análisis. Estábamos ansiosos pero correspondía todavía explicitar ciertas cuestiones de orden metodológico, para no hundirnos en un mar de datos y acabar desdibujando el destino trazado en un comienzo.

Al tratarse de una investigación inspirada en nuestra historia cultural, cuyo estudio es a la vez descriptivo, analítico y explicativo, era un buen punto de partida aclarar la dimensión cronológica del estudio. Sabíamos que ésta no podía reducirse a unos pocos años. Es una Investigación Diacrónica, en la cual es menester estudiar fenómenos en un proceso largo y discontinuo. A modo personal entendemos el estudio de la Historia como la comprensión de discontinuidades y no de linealidades.

Sobre esa premisa entendimos que el mejor método para recoger los datos era el Método Longitudinal. En este sentido buscamos la información relevante en puntos o periodos específicos del tiempo histórico, para así hacer inferencias respecto al cambio, las causas y consecuencias en que dicha información pudiera influir en nuestro objeto de estudio.

Por dar un ejemplo, revisamos la evolución de la prensa en Chile desde el periodo de Independencia en adelante. Los datos relevantes fueron recolectados y archivados, estableciendo relaciones con nuestros objetivos específicos. Información precisa sobre la prensa doctrinaria, política u otra de importancia nos ayudó a comprender cómo se iba configurando el periodismo hacia los momentos fundacionales de la primera escuela de periodismo del país.

Siendo nuestro método de recolección de datos de tipo Longitudinal, reconocemos que existió un periodo en que recolectamos mayor cantidad de


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material documental, debido que fueron los momentos en que el deseo por profesionalizar el oficio alcanzaba su mayor ebullición. Estamos hablando de entre los años 1950 a 1953 aproximadamente, momentos en los cuales por ejemplo, obtuvimos casi la totalidad de los archivos de prensa revisados en microfilm, en donde pudimos rescatar los discursos de los principales actores que hicieron posible la creación de la escuela.

Aclarado el asunto temporal fuimos capaces de entender que nuestro universo de la investigación correspondía a todo el material bibliográfico que nos llevara de una u otra forma a responder los principales aspectos de nuestros objetivos específicos.

De este modo, dentro del universo ubicamos los textos de tipo histórico que nos sirvieron para comprender la evolución de la prensa mundial y su paulatina llegada a las universidades y los textos históricos enfocados específicamente en la historia de la prensa en Chile. También los archivos de prensa de la época, que nos sirvieron para reconstruir e interpretar los discursos de los principales actores que hicieron posible la profesionalización del periodismo.

Por último dentro de este universo tenemos el material documental propio de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. De ahí obtuvimos la información sobre el enfoque curricular, los profesores, los métodos de selección de los alumnos, etcétera. De todo el universo rescatamos la información necesaria que ocuparía nuestro análisis más adelante. Por cierto más adelante mostraremos el instrumento que ocupamos para analizar dichos datos.

Respecto a la muestra, la forman nuestros cinco entrevistados. No fue una selección aleatoria ya que no había gran cantidad de alumnos que cumplieran con los requisitos básicos que buscábamos en los ex alumnos de la casa de estudios.


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Los criterios de selección de la muestra fueron cuatro: que los alumnos pertenecieran a las primeras generaciones, que fueran formados con la primera malla curricular, que obtuvieran el título de periodistas y que trabajaran posteriormente en medios.

La razón del por qué de estos criterios se basa sobre la observación directa a nuestros objetivos específicos, que como dijimos fueron los cimientos de la investigación. Por ejemplo relativo al objetivo que busca conceptualizar el tipo de periodismo que existe en el periodo, no nos serviría de mucho entrevistar a un alumno que solo haya estudiado un par de años, que hubiese tenido otra malla curricular en otro periodo posterior.

De esta manera nuestra muestra fueron 5 periodistas titulados de la tercera generación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, quienes tuvieron en 1955 sus primeras clases: Abraham Santibáñez, Lidia Baltra, Antonio Freire, Eliana Cea y Guillermo Torres.

3.5.

La entrevista interpretativa

Araya nos cuenta que existe un consenso en la comunidad científica a la hora de enfocar el interés en los aspectos cualitativos de una investigación. Este acuerdo tiene que ver con que “hay una dificultad en alcanzar capacidad explicativa sobre la sociedad sin acudir a las versiones de los sujetos” (Araya, 2). De aquí surge la necesidad clara de llevar a cabo las entrevistas, pues con la pura revisión bibliográfica seríamos incapaces de reconstruir el ambiente de época.

Como en este estudio buscamos interpretar cierto discurso que los entrevistados tienen de los momentos fundacionales de su escuela, la clásica estructura pregunta-respuesta no nos sirve. La idea más bien es hacer fluir en el


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fondo un habla social, expresado en el lenguaje del entrevistado. Buscamos una situación de encuentro en una relación sujeto-sujeto y no sujeto-objeto.

A modo de Panikkar buscamos el diálogo dialogal y no el diálogo dialéctico. Este último consiste básicamente en “vencer dialécticamente al otro; o dicho más suavemente, buscar juntos una verdad sometida a la dialéctica” (tomado de Araya, 9). En entrevistas basadas en un diálogo dialéctico el entrevistador suele guiar al entrevistado hacia la respuesta de ciertas verdades o preceptos que el propio entrevistador posee y busca confirmar para validar sus percepciones.

En el diálogo dialogal el investigador asume y está dispuesto a las sorpresas que le pueda entregar su entrevistado, evitando encausar su verdad. Existe “una confianza mutua en una aventura común hacia lo desconocido, ya que no podemos establecer a priori que vayamos a entendernos el uno al otro” (Panikkar, 36). Descartamos entonces una entrevista estructurada como técnica, prefiriendo una relación de conversación del tipo dialogal. En este sentido tenemos claridad, compartiendo con Araya, que accedemos “únicamente a un sucedáneo del objeto de estudio: la revelación que el otro le obsequia de su subjetividad o interioridad” (Araya, 10).

Ese sucedáneo es un lenguaje, un habla social. Creemos de esta forma que el entrevistado es intérprete de su contexto del cual nos habla, es un vocero social. Ese discurso es el que buscamos extraer para reconstruir nuestro objeto de estudio.

Como entrevistados nos propusimos dirigirnos hacia la comprensión e interpretación del discurso del otro, asumiendo por cierto el doble carácter que supone el lenguaje, pues nuestro propio marco conceptual y de experiencias puede representar una carga al momento de acercarnos a nuestro interlocutor. Aunque si asumimos nuestra subjetividad como algo ineludible, dicha carga es, compartiendo


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con Araya, “aquello que, simultáneamente, nos permite mirar, y nos deforma la mirada” (Araya, 12)

De esta forma, la única pauta con la que contábamos estaba dada por el conocimiento y claridad previa que teníamos de nuestros objetivos específicos, de modo tan que al momento de conversar los temas no se desviaran tanto de la investigación. 3.6.

Construyendo el instrumento de análisis

Nuestra investigación en cuanto al acercamiento a los datos que se nos presentan es fundamentalmente una investigación interpretativa. Esto sucede porque tomamos los discursos que se presentan a través del lenguaje y les damos un sentido, enfocado a responder nuestros objetivos específicos. Necesitamos llevar a cabo un análisis subjetivo de la información, estableciendo puntos de encuentro y desencuentro y causalidades y consecuencias del contenido recogido de nuestro universo.

Por dar un ejemplo nos interesa saber los argumentos que esgrimían los precursores de la fundación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Pero más allá buscamos comprender de dónde vienen esos deseos, interpretar dichos anhelos.

Al revisar la carrera que tuvieron como periodistas estos actores, nos dimos cuenta que pasaron por grandes periódicos norteamericanos y visitaron escuelas de periodismo de la misma región. Así vamos tomando los discursos de estos personajes y estableciendo las causas que motivan que quieran una escuela de periodismo, además de comprender más adelante la orientación académica que buscan plasmar en ella.


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Al decir que es un análisis subjetivo, esperamos que no se confunda con una falta de rigurosidad investigativa, puesto que no pensamos trazar conclusiones que no sienten sus bases en evidencia escrita concreta. Sólo señalamos que es subjetivo e interpretativo en el sentido en que nos enfocamos a la tarea de superar la etapa de descripción histórica para lograr llegar a una comprensión y explicación de los fenómenos históricos relacionados a nuestros tres pilares del estudio.

Como parte de esta rigurosidad en el análisis de los datos recogidos explicitamos en un cuadro dimensiones y categorías. Las dimensiones corresponden a nuestros objetivos específicos, aquello que necesito saber para responder la pregunta de investigación.

Por su parte en cada dimensión establecimos ciertas categorías, que luego de reuniones con nuestro profesor guía fuimos dándoles forma de preguntas, que al ser resueltas nos permitirían conocer todo lo necesario para responder a sus respectivas dimensiones. Este fue un proceso en donde debíamos dar con las categorías precisas, que no dejaran espacios vacíos en nuestras dimensiones y también evitar entrar en cuestionamientos innecesarios y desvinculados de dichas dimensiones.

Para hacer más entendible esta parte del instrumento, les ofrecemos un ejemplo de una de las tres dimensiones con sus respectivas categorías:

DIMENSIÓN

CATEGORÍAS

¿Cuál es la definición de periodismo y periodista que se tenía en la época? ¿Cuáles eran las características que se ¿Cuál es la práctica periodística que se creían propias del periodismo y el periodista difundía? En cuanto lenguaje, estilo, reporteo, etcétera. en los momentos fundacionales del ¿Cuál era el concepto de noticia que periodismo en Chile? predominaba? ¿Cómo se comprende la relación del periodista con la realidad?


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Una vez tabuladas nuestras dimensiones con sus respectivas categorías, presentadas para nosotros en forma de pregunta, comenzábamos la revisión de contenido en los distintos tipos de textos mencionados con anterioridad. También debemos decir que las categorías nos sirvieron de guía al momento de llevar a cabo nuestras entrevistas en profundidad.

De esta manera íbamos leyendo y releyendo los textos y las entrevistas con el objetivo de ir obteniendo respuestas en cada categoría. Dichas respuestas las presentamos como citas dentro de cada categoría, en la elaboración de un extenso archivo. Siguiendo el cuadro anterior, ejemplificamos con la categoría relativa al concepto de noticia (ver página siguiente):


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CATEGORÍA: ¿Cuál era el concepto de noticia que predominaba? 

“La noticia es la verdadera fuerza motriz del periodismo. La noticia atrae como un imán al reportero, ´posa` para el fotógrafo, se somete al juicio de los redactores, recibe el espaldarazo del Director”. (Cortez, 131).

“Son los hombres del oficio, los que por experiencia, por herencia de los que los antecedieron en el trabajo, por cierto instinto innato y posteriormente desarrollado, determinan qué es noticia”. (Cortez, 134).

“Noticia, por lo tanto, para los efectos prácticos de nuestro estudio es el ´relato de las actividades de la Humanidad que los periodistas estiman han de interesar, informar y entretener al público”. (Cortez, 135).

“Según Carl Warren, los elementos principales de la noticia son los siguientes: Inmediación – proximidad – consecuencia – prominencia – suspenso – rareza – conflicto – sexo – emoción – progreso”. (Cortez 135-136).

“En el segundo cuarto, la competencia principal es por la noticia, por el ´golpe`, la información exclusiva, el dato de primera mano”. (Cortez, 59).

“En el periodismo, la pirámide de la acción está invertida. Lo primero que se cuenta es el resultado, el hecho principal y decisivo del suceso. Siguen a continuación los hechos secundarios y los detalles. Para este género no vale la comparación del río ´que va a dar a la mar`. Sirve la imagen del volcán, cuyo cráter arroja fuego y lava ardiendo y que después deja escapar el humo y la ceniza”. (Cortez, 177).

“Es ya un fenómeno universal éste de la transformación de la prensa en un órgano fundamentalmente informativo” (Montenegro, 1952 )

“A propósito de esto mismo nos enseñaron esto de la pirámide invertida, estudiamos con eso todos los años de la escuela de periodismo y nada más, no existía el nuevo periodismo” (Baltra, entrevista).

“Como en la mayoría de las profesiones, ésta reserva el triunfo para aquellos que mejor usan sus armas: dominio de idiomas y una inteligencia bien fundamentada capaz de relatar con certeza y rápidamente de lo particular a lo general”. (Piedrahita, 42)

“Nosotros aprendimos del periodismo norteamericano que ´el tiempo es oro`. Por lo tanto el tipo que va por la calle quiere saber una noticia, por ende quiere el título, que es el resumen del lead. El lead es donde está la noticia. Entonces si el tipo quiere seguir leyendo lo hace, pero ya en el primer párrafo se informó” (Cea, entrevista).


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Sin duda que este proceso fue el más agotador, pero terminado arrojó los más gratificantes resultados de la investigación. Teníamos todos los datos ubicados dentro de cada categoría, y cada categoría dentro de cada dimensión. Ahora venía un proceso de discusión y reflexión en torno al material.

Una vez que le dimos bastantes vueltas a nuestros datos hicimos el ejercicio de escribir a modo de titular los principales hallazgos de cada categoría, para así poseer una matriz que orientara la redacción del análisis que ocupa el próximo capítulo de este estudio.

Manteniendo el hilo conductor, ejemplificamos con la categoría anterior y sus titulares inferidos de la evidencia que significaban las citas que ya mostramos. De un modo natural en esta etapa ya no era necesario plantear lo escrito en forma de pregunta, puesto que éstas ya habían sido respondidas.

DIMENSIÓN

CATEGORÍA

Características que se Concepto creían

propias

periodismo periodista

del noticia

y en

el predominaba los

HALLAZGOS de La noticia es la materia prima del que periodista. El género informativo es el modo correcto de presentar la noticia.

momentos fundacionales

El periodista mantiene la distancia

del periodismo en Chile

frente

a

los

hechos,

pues

la

realidad es objetiva. El

periodista

transformación

comienza de

autor

funcionario de la realidad.

una a


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Teniendo los titulares o aseveraciones y su respectiva evidencia que diera cuenta de ellas, entrábamos al último trayecto del camino, por cierto el más fascinante. Comenzando la redacción de los resultados de nuestro análisis íbamos armando un puzzle que con anterioridad se presentaba complejo, como si se tratara de un armazón de miles de piezas que se le presenta a un niño como desafío gigantesco. Ahora todo parecía encajar, ser coherente para la aproximación hacia conclusiones firmes. A continuación les presentamos los resultados de todo este proceso de reflexión.


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4. Capítulo IV: El periodismo y el periodista de la época

En los siguientes tres capítulos abordaremos a fondo las tres dimensiones de nuestra investigación, así podremos responder respectivamente a nuestros objetivos específicos

y

aproximarnos

a

conclusiones

más

precisas

y

debidamente

fundamentadas. Partiremos en este capítulo tratando de conceptualizar lo que en la época se entendía por periodismo y periodista, abordando sus principales características.

Persiguiendo este objetivo buscaremos entender aspectos claves como lo son el paradigma que subyace detrás del periodismo que se practicaba, cuál es el periodista que se buscó formar en la universidad, cómo se entiende su relación con la realidad o cuál es el concepto de noticia que prevalece.

Buscando respuestas a lo anterior describiremos los aspectos relevantes extraídos del análisis, tanto de entrevistas, como de los textos teóricos y la revisión de prensa de ese entonces.

Entre los resultados más destacables resaltamos el hecho de que la imagen del periodista en la época se aleja del cazanoticias y se acerca a la de un reportero que toma cada vez más distancia frente a los hechos, de modo que la realidad empieza a sacralizarse y aprehenderse como objetiva a ojos del observador.

Además abordaremos el concepto de noticia, concebida en la época como la materia prima del periodismo y mostraremos la enorme importancia que juega el género informativo dentro del producto periodístico.


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4.1

Periodista culto para educar a las masas

Hacia la mitad del siglo XX a un nivel social vemos que el país tiende a consolidar su modelo político y económico liberal, al mismo tiempo en que la población crece y se asienta cada vez con más fuerza una sociedad de masas. Ante este escenario, la universidad y las élites confían en el periodismo como un agente capaz de culturizar a la población, la que poco a poco aumentaba sustancialmente sus índices de alfabetización.

En el deseo por educar a las masas era indispensable primero instruir a los futuros periodistas. De

esta forma,

como

señala

Gustavo González,

“la

profesionalización universitaria del Periodismo comenzó levantando el ideal del `reportero culto` y bajo esa visión las primeras escuelas, como la de la Universidad de Chile, apostaron a una formación esencialmente humanista” (González, 4).

La malla curricular en el primer año de funcionamiento de la escuela incluía asignaturas como Composición Castellana, Historia Universal, Historia de Chile, Elementos de Cultura Literaria o Geografía. Y en segundo año se dictaban ramos como Legislación, Sociología o Psicología.

Se pone entonces como condición para ser periodista poseer un grado de conocimiento o cultura general, dejando atrás al reportero de oficio, que en palabras de Lidia Baltra, egresada de la tercera generación de Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, “en su mayoría era gente con muy poca educación, pero con una tremenda vocación” (Baltra, entrevista).

La universidad busca formar un periodista ilustrado, incorporado a la cultura universal y en este contexto el periodismo moderno “es formación amplia en sociología,

en

arte,

en

ciencias,

en

literatura,

en

política,

en

contemporáneos, en problemas internacionales, en idiomas” (Piedrahita, 89).

asuntos


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De esta forma el periodismo incubado en la universidad debe tener capacidad para reaccionar y mostrar a la gente los acontecimientos más importantes que ocurren en un mundo que se hace cada vez más complejo. Y por sobre todo, se comprende que para ilustrar a las masas, objetivo propio del ideario de la modernidad, es necesario primero ilustrar a los periodistas, que deben poseer -entre otras cosas- el conocimiento necesario para tratar con las elites y esferas de poder.

4.2

Estandarizar la producción periodística

Un objetivo fundamental que se persigue al llevar el periodismo a la universidad es enseñarlo bajo cánones y formatos universales, aplicables en cualquier medio escrito del país. Ernesto Montenegro, primer director de la casa de estudios, era claro en su diagnóstico sobre el oficio en ese tiempo, al decir que “se ha notado que en los diarios existe cierta tendencia a crear un estilo y una forma de expresión de acuerdo a las conveniencias de cada empresa” (tomado de Revista Vea, 6).

Esto nos muestra el descontento de algunos sectores del periodismo al hecho de que los que escribían en un diario se impregnaban de tal manera en el estilo del medio, que estaban casi condenados a quedarse toda su vida en aquella empresa.

De este modo la academia buscaba en su enseñanza colar las cuestiones ideológicas e introducir técnicas de producción periodísticas estandarizadas y posibles de aplicarse en cualquier medio escrito del país, sin ser tan importante las características geográficas o socioculturales del lugar. Como lo señala Gomis “lo que la prensa moderna desarrolla, entonces, es el surgimiento de `formas asimiladas por el hábito, formas que pueden enseñarse y aprenderse`” (tomado de Ossandón y Santa Cruz, 28). O bien, conformar el


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periodismo un sistema de valores que legitime cierto sistema de autoridad, es decir, desarrollarse como una ideología siguiendo el planteamiento de Paul Ricoeur.

4.2.1 Función informativa por sobre la ideológica

Como lo señalamos en el marco teórico de la presente investigación, la Reporterística fue y sigue siendo un modo de hacer periodismo legitimado, tanto en la academia como en la práctica misma. La idea de entregar reportes de la realidad sin contaminarla fue un principio básico e indiscutible que se inculcaba a las primeras generaciones de alumnos de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.

La distancia entre el periodista y la realidad que era posiblemente aprehensible en su forma más pura, es decir, sin intervención, se convirtió en una de las partes del sistema de valores que según Ricoeur van a transformar el periodismo en ideología, y por tanto, no hay cuestionamientos sobre esos valores por que son los únicos legitimados con respecto al ejercicio de la labor periodística.

El valor principal es la información, por sobre la opinión o la interpretación, géneros que marcaron pauta en momentos históricos en donde se empezaba a construir la idea de Nación, a lo largo del siglo XIX. En esta línea, Eduardo Santa Cruz señala que el siglo XX vio nacer en Chile “a un periodismo y una prensa de gran envergadura, hasta entonces ignorados, cuyo carácter es preponderantemente informativo” (Santa Cruz, 43).

El interés apuntaba entonces a la información, que se creía presente en la realidad de forma objetiva, aprehensible por los periodistas. Relativo a esto Santibáñez nos señaló que “el periodismo era visto como una cosa muy fantástica, pero tenía un servicio fundamental, el de ser un instrumento para que la gente supiera lo que estaba pasando. Esa es una convicción muy fuerte que se nos enseñó” (Santibáñez, entrevista).


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De este modo, la función informativa era la más importante. El mismo Santibáñez habla de la casi nula enseñanza, por ejemplo, sobre la responsabilidad social de los periodistas y medios. También el hecho de dar opinión o interpretar la noticia era considerado casi como una deformación o aberración del periodismo. Santibáñez señala al respecto que “ante todo la tarea del periodismo era informar y no abanderizarse por ninguna causa, ser puros en la entrega de la información” (Santibáñez, entrevista).

La prominencia de la función informativa del periodismo era un principio claro en toda la región. Sin ir más lejos, en el Cuarto Congreso Panamericano de la Prensa, celebrado en Bogotá en 1946, se aprueba un interesante Código de Honor de la Prensa, cuyas principales disposiciones establecen que “la prensa de América debe distinguir estrictamente la función informativa de la función ideológica y orientadora; que el cumplimiento honesto y eficaz de la función informativa exige que los periodistas presenten siempre una información objetiva y veraz” (tomado de Valdebenito, 204 y 205).

4.3 .

Cientificidad en el binomio periodista / realidad

Hasta antes de que el periodismo llegara a la universidad, éste era aprendido de forma autodidacta y en la práctica. En este sentido la realidad era entendida por el reportero como subjetiva, el tomaba de ella lo que creía noticioso y lo hacía público a la manera que el encontrara que llamaría la atención. Antonio Freire, alumno de la tercera generación, nos contó que antes “era posible darse cuenta quien escribía tras la noticia porque cada periodista tenía formas de escribir muy particulares” (Freire, entrevista).

Pero el modelo de enseñanza del periodismo en la universidad toma a Estados Unidos como su principal referente. Se busca que el acercamiento a la realidad


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posea un carácter científico, en donde los hechos son sagrados e inmutables. La realidad en el modelo norteamericano era entendida como objetiva y el periodista accedía a ella mediante procedimientos y técnicas aprendidas.

Siguiendo esta línea, sucede lo que señala Gustavo González al analizar los 50 años de periodismo universitario en Chile en 2003. El autor caracteriza el quiebre entre el periodista de oficio con el de la academia, señalando que este último es un simple reportero en rebaño que “convirtió al investigador de la actualidad en simple intermediario entre la fuente y el público” (González, 4).

Al ser un intermediario entre la fuente y el público, el periodista sólo emite reportes de la realidad, tomando distancia frente a los hechos. Pero ¿cómo es posible alejar mi subjetividad de lo que pasa allá afuera? Rodrigo Araya nos entrega la respuesta al señalar que al periodista “la propia profesión le proporcionará una estrategia escritural pertinente: una forma de escribir que permite des-subjetivar el texto, y así la realidad puede transitar por él sin sufrir alteraciones” (Araya, 24). También es categórico al respecto y sentencia que cuando gana terreno la Reporterística, asistimos a un suceso irrefutable: “la muerte del autor”.

El periodismo moderno entonces adquiere su carácter científico positivista, en donde el profesional se acerca a la realidad mediante un método aprendido y validado por el mundo académico y social. El periodismo entonces, y quizá sin querer, es concebido como ideología o bien como un Universal según los planteamientos que hemos revisado de M. Deuze.

Ramón Cortez Ponce arraigó fuertemente este principio en sus alumnos, al señalar en su cátedra de Introducción al Periodismo, que “el reportero, consciente en su calidad de intermediario entre la verdad y el público, debe proceder con el criterio científico del investigador que examina, pesa y avalúa la materia que tiene entre sus manos” (Cortez, 168-169).


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En este mismo sentido elaboró un decálogo del reportero, en donde dos de sus mandamientos son los siguientes: “se objetivo” y “líbrate de tus propios prejuicios”. (Cortez, 172). Ambos tácitos apuntan claramente a esta idea de otorgar rango científico al periodismo.

Eliana Cea, también egresada de la tercera generación de periodismo de la Universidad de Chile nos contó pormenores sobre su práctica profesional. Los periodistas de la sección de crónica en que trabajaba, todos ellos autodidactas, se sorprendían de lo minuciosa que era al momento de investigar la noticia.

Darío Rojas, su jefe de Crónica en ese entonces, le comentó en un momento a los demás periodistas de su sección que “hay varias diferencias entre ella y ustedes, y la principal es que ella es terriblemente investigativa, que nunca da una información si no tiene 3 ó 4 fuentes” (Cea, entrevista). Vemos que aparece la figura de un periodista cada vez más identificado con un ideal de reproducción minuciosa de la realidad y que suspende en gran medida su subjetividad.

Ya desde principios del siglo XX se abría un gran en los medios de comunicación escrita, para los periodistas formados al estilo norteamericano, que mantuvieran la distancia frente a los hechos, la rigurosidad investigativa y un formato informativo.

Estos diarios, entre los que resalta la figura de El Mercurio, hicieron posible y necesario que el periodismo “fuera realizado por profesionales, funcionarios de las empresas, debidamente adiestrados en las técnicas periodísticas desarrolladas en EE.UU. principalmente, para seleccionar y escribir las noticias. Surgirá así el periodista, tal cual se le concibe hoy” (Santa Cruz, 47 y 48).


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4.3.1 El periodista como funcionario de la realidad

Ya hablamos sobre el quiebre que se produce en el periodista al pasar de lo que llamamos un “cazanoticias” a lo que González denominaba un “reportero en rebaño”. Hemos dicho que al llegar el periodismo a la universidad se estandariza la forma de escribir, se toma como paradigma la objetividad, se cree en el fondo en la distancia total del reportero frente a los hechos.

Esto marca aspectos positivos, como por ejemplo el uso de variadas fuentes y la rigurosidad investigativa, que hace más creíble la información que se entrega al lector. Pero es indudable que se le quita personalidad y autoría al que escribe. A decir de Santa Cruz, cuando el oficio llega a la universidad “el periodista es enajenado del producto de su trabajo, para lo cual el uso de las técnicas de tratamiento de la noticia son el resorte fundamental” (Santa Cruz, 83). Y volvemos a repetir que dicho tratamiento noticioso es herencia puramente norteamericana.

Se dota de cientificidad al periodismo para otorgarle mayor status, legitimidad y responsabilidad, tanto a la profesión como al periodista. Pero puede suceder que esto no sea más que “la presentación ideológica del hecho que el periodista como funcionario no sólo debe vender su fuerza de trabajo intelectual, sino también su conciencia” (Santa Cruz, 83). Volvemos al tácito de Araya que apuntaba a la muerte del autor y la aparición del funcionario de la realidad.

4.4.

Noticia: materia prima del periodista

La noticia era y sigue siendo la materia prima del periodista, que lo mueve y alimenta en su diaria rutina. Ramón Cortez Ponce promulgó esta idea a sus alumnos. “La noticia -señalaba- es la verdadera fuerza motriz del periodismo. La noticia atrae como un imán al reportero, ´posa` para el fotógrafo, se somete al juicio de los redactores, recibe el espaldarazo del Director”. (Cortez, 131).


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En cuanto a la competencia entre los medios y periodistas, el autor explica que desde la segunda mitad del siglo XX la competencia es por el golpe noticioso, por obtener la información exclusiva, ser el primero en llegar al lugar de los hechos. Cortez Ponce define noticia como “el relato de las actividades de la Humanidad que los periodistas estiman han de interesar, informar y entretener al público”. (Cortez, 135).

Además, según la mirada del emblemático maestro de las primeras generaciones de alumnos, son los hombres del oficio, los que por experiencia, por herencia de quienes los antecedieron en el trabajo o por algún instinto natural, que luego se afina, determinarán finalmente qué es noticia y que no.

Pero en el modelo norteamericano de periodismo que se enseñó en nuestro país en aquel entonces, se tomaba como criterios de selección de la noticia los elementos que señala Carl Warren: Inmediación – proximidad – consecuencia – prominencia – suspenso – rareza – conflicto – sexo – emoción – progreso” (Cortez, 135 y 136). Muestra de que este modelo de periodismo sigue vigente en nuestras escuelas y en los medios de comunicación, es el hecho de que dichos criterios siguen siendo prácticamente los mismos, y por cierto enseñados en los ramos de periodismo informativo.

4.4.1. La objetividad y la verdad como parte de la noticia

La objetividad es enseñada en la academia como algo que puede y debe practicarse al momento de escribir la noticia. Si bien hoy el concepto es cada vez más cuestionado y considerado por muchos una quimera más que algo real, en los inicios de la profesionalización del periodismo la objetividad era un verdadero apostolado.


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Cortez Ponce les decía a sus alumnos que ante todo el reportero debía ser objetivo, algo que era indiscutido por sus alumnos, tal como lo señaló la totalidad de nuestros entrevistados en la presente investigación. La objetividad entonces era un dogma.

Abraham Santibáñez nos contó sobre las misiones que debía tener un periodista, siendo en sus palabras “la búsqueda de la verdad la más importante. Lo que se nos decía que hiciéramos era salir a reportear para contarle la verdad a la gente”. Entonces quien busca la noticia en el fondo está buscando la verdad. Cortez Ponce en este sentido fue muy claro con sus pupilos al decirles que “la objetividad en la captación de una noticia se mide por el grado de fidelidad con que el hecho se reproduce en la memoria y en los apuntes del reportero” (Cortez, 168 y 169). Es por esto mismo que se les inculcó fuertemente la costumbre de no publicar nada sin contar con una buena cantidad de fuentes extraídas de los distintos ángulos de la noticia.

Nuestra entrevistada Lidia Baltra nos señaló que se les inculcaba quitar su subjetividad al momento de acceder y luego escribir la noticia. “Nos enseñaron que el periodista cuando se enfrentaba a una noticia se anulaba, uno sólo era un canal por donde pasaba la información que tenía que repetir el medio” (Baltra, entrevista).

Pero haciendo una evaluación retrospectiva, Lidia Baltra confiesa que en lo personal dicha enseñanza fue más negativa que positiva, puesto que se les cercenó y perdieron personalidad como escritores, tornándose muy complicado después poder dar la opinión o interpretar en medios escritos.

Se trataba de la génesis, periodo en que los alumnos no cuestionaban los conceptos de objetividad y verdad con que habían nacido en el periodismo. Guillermo Torres admitió durante su entrevista que todas son ideas que hoy sí se


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cuestionan, pero que a ellos se les decía que tenían que ser objetivos y decir la verdad, debían “ser un fiel reflejo de lo que estaba sucediendo, porque el periodismo era la historia del hombre, y lo que escribieran sería analizado por los estudiosos para encontrar rasgos de la Historia en el futuro. La escuela nos enseñaba positivismo puro”. (Torres, entrevista)

4.4.2. La pirámide invertida

Hoy en nuestras escuelas de periodismo se nos enseña dentro del género informativo la conocida pirámide invertida. Pero entendemos que existen más géneros y variados estilos y formas de escribir. Pero en la época en cuestión se enseñaba por sobre todo el periodismo informativo. En este sentido, la pirámide invertida era la forma legitimada y correcta de escribir la noticia. Lidia Baltra señala que “estudiamos con la pirámide invertida todos los años y nada más, no existía el nuevo periodismo ni otras formas de escribir”. (Baltra, entrevista).

Siguiendo con las enseñanzas del que fuera Director de La Nación y luego el profesor más influyente, respetado y querido de las primeras generaciones de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, don Ramón Cortez Ponce, éste escribía en la cátedra Introducción al Periodismo a sus alumnos lo siguiente: “En el periodismo, la pirámide de la acción está invertida. Lo primero que se cuenta es el resultado, el hecho principal y decisivo del suceso. Siguen a continuación los hechos secundarios y los detalles. Para este género no vale la comparación del río ´que va a dar a la mar`. Sirve la imagen del volcán, cuyo cráter arroja fuego y lava ardiendo y que después deja escapar el humo y la ceniza”. (Ponce, 177).

Al respecto, Ernesto Montenegro en entrevista con revista Ercilla el 14 de abril de 1953, habló sobre los aprendizajes que los alumnos recibirían en las clases


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próximas a iniciarse. Afirmaba que ellos “irán vinculándose a la fuente de noticias y aprenderán a inquirir el cómo, cuándo, dónde, quién y por qué de ellas”. Vemos que cobraba gran importancia la enseñanza de las preguntas clásicas enseñadas bajo el modelo de la pirámide invertida.

Nuestros entrevistados fueron capaces de identificar la matriz del periodismo que se les enseñaba. Todos coincidieron en que el modelo era el norteamericano en todos

sus

ámbitos.

Eliana

Cea

señaló

que

“aprendimos del

periodismo

norteamericano que ´el tiempo es oro`. Por lo tanto el tipo que va por la calle quiere saber una noticia y debía bastar con el primer párrafo para enterarse de lo que pasó” (Cea, entrevista).

La pirámide invertida se entendió como parte de la rigurosidad científica que buscó formar en el periodista la universidad. En un contexto de industrialización y de creciente sociedad de masas, se necesita enseñar el uso de técnicas periodísticas estandarizadas a grandes números de profesionales, que sean capaces de moverse con dicha capacidad en variados medios de comunicación.


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5. Capítulo V. El periodismo como relato de la Modernidad

Como ya dijimos en el capítulo anterior, el periodismo que se promueve no reconoce la diversidad en la sociedad. El público de la prensa engloba a toda la sociedad lectora, se entiende de manera homogénea y anónima. Esto pasa porque las élites que están detrás de los medios, las esferas de poder, están buscando democratizar a las masas, tratando de llevar a la sociedad en su conjunto hacia una idea moderna de progreso social.

En este sentido la universidad es el lugar en donde se introduce fuertemente esta idea a los periodistas. Precisamente en este capítulo intentaremos mostrar el nexo que hay entre el periodismo y el tipo de sociedad liberal y moderna en que opera. Veremos si favorece o no a la consolidación de un Estado moderno que aún por cierto- está en vías de construcción.

También buscaremos entender el grado de importancia que se le asignaba a la profesión dentro del juego de la democracia. Veremos si existe la idea de “un cuarto poder” que vigila y cuestiona al Estado o si los periodistas juegan un rol más aislado. También veremos si los periodistas o el periodismo eran capaces de generar algún tipo de opinión pública y si existía en este sentido alguna responsabilidad social asumida por los profesionales.

En última instancia este capítulo mostrará cómo el hecho de llegar el oficio a la academia viene a acentuar el giro que se produce al pasar de una prensa política o doctrinaria a una netamente liberal y de empresa. Buscaremos entender qué factores hacen que esto ocurra.


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5.1.

Un periodismo al servicio de la Modernidad

El periodismo siempre ha respondido a un tipo de sociedad que se busca legitimar. En este caso, una sociedad que hace sintonía con los ideales liberales y progresistas de la Ilustración, puesto que como vimos, desde inicios del siglo XIX en adelante se persiguió alcanzar la modernidad en nuestro país.

El 18 de mayo de 1953, en pleno discurso inaugural de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, el rector de la casa de estudios, don Ernesto Montenegro señaló que esta nueva carrera era una necesidad y demanda social, puesto que “el periodismo, como las otras profesiones, han superado la etapa individualista y han pasado a convertirse en trabajo necesarios e imprescindibles para el progreso de la sociedad” (tomado de Diario Ilustrado)

La idea de Montenegro es reafirmada por el propio ministro de educación de la época, don Juan Gómez Millas, quien durante la misma ceremonia de inauguración de la escuela afirmó que “el periodismo actual ha llegado a ser un medio moderno de educación general. Esto ha sido impuesto por las necesidades de la sociedad contemporánea que marcha, a parejas, con los progresos de la civilización en sus múltiples aspectos” (tomado de Diario Ilustrado).

Vemos dos aspectos bien marcados en estos discursos. Primero está la idea de una necesidad o demanda social. Y segundo, dicha demanda se satisface con la creación de una escuela de periodismo al servicio de cierto tipo de sociedad la, moderna y liberal, en donde la educación para el progreso sería específicamente el lugar en donde el periodismo haría su mayor aporte al mundo social.


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5.2.

Público es uno solo: el que sabe leer

El público que reconoce el periodismo cuando éste es enseñado en la universidad engloba a toda la sociedad, se entiende de manera homogénea y anónima, es “el público” en singular. Ramón Cortez Ponce, entrega una definición de periodismo que es clarificadora en este sentido: “El periodismo es el relato o comentario de los sucesos hecho con intervalos

regulares

y

frecuentemente

breves

para

personas

indeterminadas a través de medios de difusión gráficos, visuales o acústicos” (Cortez, 10).

Esta definición de periodismo fue la que inculcó a sus alumnos en la cátedra “Introducción al Periodismo”, por lo que resulta indudable que la prensa buscó con fuerza formar un público masivo, al tiempo histórico en que la sociedad y su conjunto se hacía masivo. Se habla de personas indeterminadas y no de públicos segmentados. En su cátedra Cortez Ponce advierte sobre la noticia que “por muy completa, nítida y viva que sea una narración de hechos no llega a ser periodismo si esa narración se guarda en una gaveta o se dirige a personas determinadas” (Cortez, 8).

El único requisito o especificidad del público en la época era el saber leer. Público era el que leía. El ex presidente del Colegio de Periodistas, Abraham Santibáñez, nos dice que por aquellos años “la aspiración entre El Mercurio, El Ilustrado o La Nación, era más o menos igual y además apuntaban a los mismos lectores. Había un consenso en que el público era uno solo”. (Santibáñez, entrevista). Claramente el único requisito para formar parte de este grupo era saber leer.


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5.3.

El periodismo en el juego de la Democracia

Hoy es incuestionable el papel que juega el periodismo dentro del terreno político y social. De cierta manera es un garante de la democracia, un cuarto poder que vigila, que establece un vínculo de diálogo entre el mundo civil y los poderes del Estado. Podemos decir que hoy forma parte necesaria para que la democracia dentro de lo posible- sea un juego limpio.

Este poder de la prensa empieza a consolidarse cuando se observa un modelo de sociedad moderna con una estructura política democrática ya legitimada. Podemos situar históricamente este proceso en la primera mitad del siglo XX, ya que en este momento los modos productivos y de distribución permiten llegar a grandes masas. El tiraje y consumo también aumentan enormemente, principalmente porque la alfabetización ha subido sustancialmente.

Se consideraba que el periodismo era capaz de juzgar, de evaluar de cierto modo, lo bueno y lo malo dentro de la sociedad. Cortez Ponce aseguraba que la profesión se debía entender “como estado de conciencia general, como modo de expresión a la convivencia humana” (Cortez, 245). Y al ser parte de ese “estado de conciencia general”, entendemos que la profesión es una ventana desde donde se exhibe para todos el pulso del pensamiento de todos. Tiene un papel muy influyente en el sistema democrático.

5.3.1. Periodismo como formador de opinión pública

Continuando con la idea del capítulo anterior, vemos que el sistema político de la época era el mismo que hoy: una democracia representativa. Se trata de un orden entre gobernantes y gobernados, entre los poderes del Estado y la sociedad civil. Entre estos dos ámbitos se necesita un lazo que muestre a los políticos las necesidades, el sentir de la sociedad civil, a la vez que sirva de guardián del correcto


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funcionamiento de la democracia. A decir de Cortez Ponce, “se necesita un puente, un vínculo, un instrumento de colaboración. Todas esas funciones puede desempeñarlas la prensa y las desempeña” (Cortez, 16).

Un rasgo fundamental de la prensa al establecerse como puente entre los poderes del Estado y el mundo civil, es que actúa como formador y representante de la opinión pública. En la entrevista realizada a Lidia Baltra, nos señaló que “era necesario dar la importancia al periodismo en el juego de la democracia, en la formación del público, en crear opinión pública”.

Al entender este papel de formador de opinión pública, se hace necesario que al periodista se le otorgue la seriedad para cumplir dicha labor con responsabilidad. Por ello, según la misma Lidia Baltra “fue importante profesionalizar ese desempeño y esto se lograba solamente en las aulas” (Baltra, entrevista). Todos nuestros entrevistados coincidieron en que se había elegido a los mejores entre los mejores de la época para enseñar el periodismo en la universidad, y que todos habían sido categóricos al señalar la responsabilidad del periodismo como formador del público.

La prensa también se entiende como un puente no sólo nacional, sino también con los países vecinos. Santiago del Campo, director de la Escuela de Periodismo durante el año 1956, señaló durante la inauguración de la sede en Los Aromos el 30 de octubre del mismo año que la prensa “es el mensajero de los chilenos hacia los pueblos cercanos y lejanos; porque consideramos que sólo con una prensa austera, limpia y levantada, es posible desarrollar una opinión pública que sepa ponerse en pie con austeridad y limpieza”. (tomado de Cabrera, 27)

En dicho momento señala también que los futuros periodistas que se forjan “tendrán que tomar mañana el pulso de las noticias y el ritmo del pensamiento y de la conciencia de la patria” (tomado de Cabrera, 27). Se observa entonces una idea


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compartida con lo que señaló Cortez Ponce, la de formar parte de la conciencia de la sociedad.

Pero es necesario marcar una diferencia. Es el periodismo el capaz de formar opinión pública y no así el periodista de forma personal, ya que éste es considerado como un funcionario de los medios, que recoge los hechos de forma objetiva y los presenta en el diario en forma de noticia. El formador de la opinión pública es el periodismo, en tanto ciencia o profesión con afán cientificista y no el periodista como sujeto. En este sentido Antonio Freire nos señaló que “no se consideraba que el periodista era un líder de opinión. Lo que se creía era que el diario, en forma abstracta formaba opinión, pero nosotros no, porque teníamos que limitarnos a escribir lo que nos habían dicho, nada más” (Entrevista a Antonio Freire).

5. 4. El Mercurio de Santiago: hacia un periodismo de empresa

Dentro del contexto histórico relativo a esta investigación nace con fuerza un periodismo de empresa. Hacia finales del siglo XIX el aumento de medios escritos es sorprendente. Si en 1840 se registraban 5 diarios en el país, hacia 1880 dicho número llegaba a los 100 (Santa Cruz, 39). Esto responde a la evolución de la prensa norteamericana, a la que nuestro país tomará como referente incluso hasta nuestros días. La principal característica de ella en la época no es solo su amplia diversidad de contenidos, sino que sobre todo su enorme capacidad de producción masiva.

En Chile la fundación de la revista Zig Zag marca el inicio de una prensa empresarial. Dicha revista forma parte de El Mercurio y agota en su lanzamiento en 1905 rápidamente los 100.000 ejemplares impresos, todo un hito en su momento.


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Agustín Edwards Macclure importó de Estados Unidos los aspectos cualitativos de la prensa de dicho país, además de traer una moderna maquinaria de producción en serie. Viajando por ese país y Europa, estudió la organización de los grandes diarios y revistas, llegando incluso a trabajar en el New York Herald. El Mercurio mostraría a los demás medios escritos que se hace cada vez más difícil subsistir en una sociedad de masas con un sistema de menor escala en cuanto a la impresión y difusión de contenidos.

De esta manera el historiador Eduardo Santa Cruz se atreve a afirmar que la fundación de El Mercurio de Santiago el 1º de junio de 1900 constituye de alguna manera “el hito que da comienzo al periodismo liberal moderno en Chile” (Santa Cruz, 45). A este diario le siguieron entre otros El Ilustrado (1902) y La Nación (1917), todos ellos con características de empresa, al modo norteamericano, tanto de forma como de contenido.

El Mercurio fue sobre todo un diario nuevo. Terminó con el formato del periódico-sábana de cuatro páginas. La influencia de este diario fue gigantesca, tanto así que Ramón Cortez Ponce afirmaba a sus alumnos que “en el futuro no podrán subsistir los diarios vaciados en el molde antiguo y sólo tendrán puesto bajo el sol los diarios moderno, gráficamente bien concebidos y fundamentalmente noticiosos” (Cortez 54-55). Vemos que se utiliza la expresión modernidad como una variable ideológica, dando a entender a priori que el periodismo es bueno por el sólo hecho de ser moderno.

El formato y el contenido de la prensa norteamericana había llegado para quedarse, los medios escritos ahora en adelante en su mayoría se sostenían económicamente y organizaban como una empresa. Para los estudiantes de periodismo el diario El Mercurio de Santiago era el gran referente a seguir. Abraham Santibáñez nos explica que “la exigencia en los diarios se hacía cada vez más


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grande y en ese tiempo los profesores nos ponían al Mercurio de Santiago como un modelo, no político, pero sí de redacción”.

5.4.1 Marco legal y constitucional para una prensa de empresa

En términos legales ya desde el siglo XIX se venía asentando un marco contextual que favorece la formación de este tipo de prensa. Carlos Ossandón junto a Eduardo Santa Cruz se refieren a la Ley de Imprenta de 1872, señalando que esta “crea las condiciones de legitimidad institucional necesarias para que paulatinamente se vayan instalando proyectos periodísticos que apuntaban hacia la idea de una prensa de empresa” (Ossandón y Santa Cruz, 33).

El Estado otorga en la Constitución de 1925 el marco jurídico para que se consolide el periodismo de empresa, bajo la aparente imagen de una ley de libertad de expresión. En su artículo 10 Nº 3, establece que toda persona natural o jurídica tenía derecho a fundar medios de comunicación.

A simple vista parece favorecer la libertad para crear diarios, pero lo que se está haciendo es crear un escenario para que los grandes monopolios periodísticos funcionen a gran escala en desmedro de medios más pequeños, que muchas veces se vieron obligados a cambiar sus formatos y tirajes o, simplemente desaparecer. Valdebenito señala que lo que se legitima en verdad es la “libertad para las empresas de la prensa” ya que lo que se garantiza es “la libertad de empresa en el terreno de la prensa, dado el marco de una estructura económica, social y política capitalista” (Valdebenito, 76)

Con la aparición de El Mercurio y los sucesivos diarios de estampa empresarial, además del marco jurídico que había hecho de la prensa moderna y liberal de empresa un hacer periodístico legitimado, se daba el contexto y los escenarios para profesionalizar lo que hasta entonces era un oficio.


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Santa Cruz establece el periodo comprendido entre 1930 a 1970, como las cuatro décadas en que el periodismo de empresa se legitima e instala definitivamente en el país. El historiador dice que “la profesionalización de la actividad periodística impuesta por el modelo de prensa liberal encuentra su plena realización en este periodo. Un hito importante al respecto es la creación de las Escuelas de Periodismo” (Santa Cruz, 83).


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6. Capítulo VI: Periodismo a la universidad, se forma el debate.

Veíamos en el capítulo anterior la transformación que sufre la prensa hacia un modelo empresarial. En esta lógica veremos ahora cómo se legitima este tipo de periodismo, tanto en un marco jurídico constitucional, como en la opinión de los periodistas de la época.

Intentaremos ver cómo el periodismo se constituye en un espacio estratégico dentro de los fines del Estado, que apuntan a terminar el proceso de construcción hacia un tipo de sociedad moderna y liberal. La universidad en este sentido encaja perfectamente con este fin, puesto que ellas fueron fundadas como un dispositivo del Estado para crear una nación moderna, como fue el caso de la Universidad de Chile fundada en el año 1842.

Pero la intención de llevar la prensa a la academia no sólo era intención del Estado, sino que era una idea totalmente compartida por los periodistas de la época. Veremos los argumentos de los defensores de la idea de profesionalizar el oficio, además de la opinión de algunos detractores, que por cierto fueron minoría.

Inaugurada la escuela de periodismo de la Universidad de Chile, es interesante investigar cuáles fueron las influencias teóricas y prácticas de los fundadores y pioneros, para así entender el tipo de prensa que se estaba incubando. Por último, describiremos una discusión no menor que surge en la época, que apunta a responder la interrogante sobre si el periodista nace o se hace.

6.1.

Un difusor ideológico para el Estado

Dijimos que en Chile desde inicios del XIX se busca crear la idea de Nación. Pero la modernidad a principios del siglo XX todavía es vista como un proyecto incompleto. La organización social por parte del Estado y la burguesía apuntaba a un


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proceso de industrialización y modernización en el país, además se buscaba incluir a la sociedad en una economía liberal y una cultura universal.

Este proyecto modernizador del Estado hace sintonía con la aparición de la prensa de empresa, que se constituye desde la fundación de El Mercurio en 1900, como hito, en un lugar estratégico para la difusión del ideario del Estado y las elites políticas. A decir de Santa Cruz, es en este periodo “cuando la prensa se constituye en un mecanismo productor y difusor ideológico del estado burgués” (Santa Cruz, 59).

Pero el periodismo no estaba colaborando de buena forma en el proyecto modernizador, por varias razones. Primero, los periodistas no contaban con la rigurosidad en el tratamiento de la información, obedeciendo más a los intereses de determinados medios que a la búsqueda de objetividad en el acercamiento a la noticia. Antonio Freire señala que los periodistas de ese entonces “se dejaban sobornar con cosas tan simples como un regalo, un traguito o un almuerzo” (Freire, entrevista). Existía una especie de “amigocracia” en el rubro, en donde el periodista, el medio y los entrevistados se conocían y favorecían mutuamente.

En segundo lugar, los periodistas de oficio en su mayoría eran gente con poco bagaje cultural, no dominaban la amplitud de conocimientos que hoy se exige a los periodistas.

Por esta razón les costaba relacionarse de manera crítica con los

poderes políticos y económicos. Lidia Baltra nos contó que muchos de los periodistas “no habían terminado siquiera estudios secundarios y no eran capaces de contra preguntar en una entrevista. Publicaban lo que se les decía” (Baltra, entrevista).

Por otro lado, para la difusión ideológica del proyecto moderno por medio de la prensa, el Estado y las elites políticas y económicas necesitaban a periodistas incorporados a la cultura universal, capaces de relacionarse con las distintas esferas sociales y capaces de escribir sobre variados temas. Como decía Santibáñez, “eran


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pocos los periodistas que se manejaban en idioma, economía o política. Por lo general era gente que amaba el oficio de reportear y escribir solamente” (Santibáñez, entrevista).

Entonces para que el periodismo fuera un real aporte al proyecto moderno se necesitaba otorgarle un grado de cientificidad, esto va de la mano con la responsabilidad, respeto y credibilidad que pudiera ganar la profesión. Y por otro lado, se hacía necesario incorporar al periodista a una cultura universal, global y letrada.

6.2. Hay consenso: periodismo a la universidad

Siguiendo con el punto anterior vemos que se necesita un espacio para cambiar la forma de hacer periodismo y la imagen del periodista. El lugar idóneo sin dudas fue la universidad. En este sentido, la fundación de la Universidad de Chile en 1842 formó parte de un proceso de formación del Estado moderno. En palabras de Sol Serrano “era la expresión de la elite ilustrada que aspiraba reformar gradualmente una sociedad tradicional y ordenarla de acuerdo a los cánones de la razón” (Serrano, 12)

La universidad formó parte del proceso de modernidad del país y dentro de este escenario tuvo cabida el periodismo, en su afán de contribuir a la difusión del ideario del Estado. En la universidad lo que se busca es “formar una clase dirigente capaz de conducir al país hacia la modernidad” (Serrano, 14). Y los periodistas si bien no eran clase dirigente, debían en cierto modo ser intérpretes y voceros de aquella clase.

De esta forma y a un año que se inaugurara la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, la idea de profesionalizar era compartida tanto por el Estado, que como dijimos busca en el periodismo una forma de propagar el ideario


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modernista, y también por los periodistas, que en numerosas reuniones y congresos planteaban la necesidad de subir el status del oficio.

6.2.1. La idea de dignificar el oficio

Existe un consenso entre los entrevistados al momento de referirse a las razones de por qué los periodistas buscaron elevar el status al nivel de profesionales. Había que dignificar el oficio. Antonio Freire señaló que “de diez periodistas por lo menos siete eran corruptos, había que limpiar esta imagen del periodismo y la universidad era el lugar preciso para hacerlo” (Freire, entrevista).

A finales de los años 30 del siglo pasado se comienza a plantear entre los periodistas la idea de formar una colegiatura de la orden, además de otorgar grado académico al oficio. En palabras de Santibáñez, se va consolidando la impresión de que “solamente la constitución de una escuela universitaria y un colegio profesional va a dignificar la profesión” (Santibáñez, entrevista).

El periodismo era visto por algunos casi como un pasatiempos o como una forma de adquirir cierto rose social. Lidia Baltra dijo que “los periodistas llegaban por pura patudez a los medios, para acercarse al poder, tener buenas relaciones, para conseguir que los invitaran a un cóctel o almorzar para una entrevista” (Baltra, entrevista). Rondaba entonces una cierta intención de limpiar esta imagen que poca legitimidad le daba a la prensa como un órgano social serio.

Se trata de un periodismo que además no tiene las herramientas intelectuales para relacionarse y cuestionar el quehacer de los grupos de poder. No había una gran preparación de los periodistas para realizar las entrevistas. Eliana Cea nos contó que “era gente que se intimidaba frente al poder, no eran capaces de enfrentarse al él como hoy día un periodista preparado lo puede hacer, con conocimiento de causa, sabiendo bien cuál es su rol” (Cea, entrevista).


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En este sentido, nuestros entrevistados coincidieron en que era evidente la necesidad de un cambio. Apuntan a los responsables de la dignificación del periodismo, a quienes más lucharon por llevar el oficio a las aulas, a periodistas de gran reconocimiento y calidad como Ernesto Montenegro, Mario Planet y Ramón Cortez Ponce.

6.3.

La mirada yanqui de los precursores de la escuela.

El 20 de abril de 1953 comenzaban las clases en la recién inaugurada Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Esto sucedía en un local provisorio en San Antonio 263, en las alturas de un edificio en la esquina con Huérfanos. Estaba el espacio físico, pero un desafío no menor fue lograr acuerdos sobre que tipo de prensa se enseñaría a los alumnos.

En el discurso se decía que la escuela no sería una copia de un modelo foráneo, sino más bien tomaría lo mejor de la prensa del mundo y la conjugaría con la idiosincrasia nacional, obteniendo una enseñanza con identidad propia. Pero tal como hemos visto en la presente investigación y como así lo atestiguan nuestros entrevistados, la escuela se basó básicamente sobre los modelos de escuelas de periodismo norteamericanas. El 6 de octubre de 1952 Ernesto Montenegro declaraba a El Mercurio que “a estas alturas no tenemos derecho a crear una Escuela de Periodismo que no sea un resumen y paradigma de cuanto se ha alcanzado de más eficiente y elevado en Europa y en toda América” (tomado de El Mercurio, 6 de octubre 1952).

En el mismo artículo, extenso por cierto, Montenegro decía que la prensa norteamericana podía sugerir ciertas pautas de organización, procedimientos pedagógicos o especialidades en los campos de estudio. Pero que en naciones


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jóvenes como la nuestra se debe privilegiar “la adaptación de principios de vario origen, antes que la imitación servil” (tomado de El Mercurio, 6 de octubre 1952).

Ernesto Montenegro trabajó en diarios norteamericanos y europeos por años. Se había transformado en un crítico de la prensa de Estados Unidos, diciendo que “nos han apestado con un enjambre de reporteros que escriben todas las noticias exactamente iguales, con las mismas palabras y el mismo juego de frases” (Carril y Soto, 22).

A pesar de la mirada crítica de Montenegro al modelo norteamericano, la influencia de Juvenal Hernández y Juan Gómez Millas hizo que precisamente ese modelo calara hondo en la forma de la escuela. Hernández era el rector de la universidad hacia el año 1953 y fue uno de los que más influyó para lograr profesionalizar el rubro, llegando a plantear la necesidad repetidas veces al entonces presidente de la república y amigo personal, Gabriel González Videla.

En uno de sus tantos viajes Juvenal Hernández visitó las escuelas de periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York y quedó maravillado. Al respecto de ese viaje recuerda: “pensé que había que hacer algo parecido en Chile. Allí me di cuenta de la enorme importancia de la comunicación. Teníamos que dar al país elementos humanos especializados en dicha materia” (tomado de Carril y Soto, 18).

La Escuela de Periodismo se creó como parte de la Facultad de Filosofía y Educación de la época. Su decano Juan Gómez Millas se inclinó a la idea de combinar las tendencias teóricas de las dos más famosas escuelas de Estados Unidos: las universidades de Missouri y la de Columbia. En este sentido buscaba por una parte “una educación activa con un pequeño órgano de publicidad, completo, redactado por los alumnos y una educación formando periodistas con bases intelectuales y morales” (Carril y Soto 20).


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Con respecto a estas intenciones sólo se logró, por lo menos durante la primera década, el objetivo de aumentar el bagaje de conocimientos de los periodistas. Según contó Eliana Cea, “siempre se nos decía que tendríamos un medio redactado por nosotros mismos, pero esto nunca resultó” (Cea, entrevista).

6.3.1. La opinión de los estudiantes

Como ya dijimos, existe unanimidad entre los entrevistados al momento de opinar sobre cuál era el modelo de prensa que usaba la universidad en su enseñanza. Eliana Cea afirmó que se les inculcó “netamente la estructura técnica yanqui y esto sigue sucediendo hoy” (Cea, entrevista).

Aparte de Montenegro, Hernández y Gómez Millas, Abraham Santibáñez reconoció a figuras eminentes como Santiago del Campo, Ramón Cortés Ponce y Mario Planet como precursores en la enseñanza del periodismo norteamericano en Chile, en su escuela. Todos ellos tuvieron experiencia profesional en medios norteamericanos. Santibáñez nos contó que “Mario Planet o Ramón Cortéz Ponce nos mostraron un estilo de hacer periodismo, de hacer relaciones públicas que tiene mucha influencia norteamericana” (Santibáñez, entrevista). Cabe señalar en este sentido que el propio Planet trabajó muchos años como reportero para el diario Times. Por su parte, Cortez Ponce prestó servicios en la United Press, y lo que es más influyente, entre 1945 y 1946 asistió como observador a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Minnessota.


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6.4.

El buen periodista nace y se hace

En el periodo que tratamos se generó una discusión súper interesante entre los periodistas, que buscaba responder si el periodista nacía o se hacía. Esta interrogante iba en directa relación al cuestionamiento sobre si era necesario enseñar el oficio en la universidad, o si más bien este “arte” estaba destinado a quienes poseyeran condiciones innatas para escribir.

Al respecto uno de los pocos pero convencidos detractores fue Juan de Luigi, periodista del momento que consideraba una atrocidad el hecho que el periodismo pudiera enseñarse. Señalaba que “la idea de convertir en periodista a todos los que aspiren a serlo es absurda. El buen periodista es el que se ha formado en la libre competencia, por el saludable proceso de la eliminación de los incapaces” (Carril y Soto, 24).

Uno de sus principales argumentos apuntaba a que al enseñarse el periodismo, era muy probable que el estilo personal de cada autor quedara anulado. Al respecto opinaba que “un director de diario o un jefe de informaciones no quiere encabezar un personal de redactores o reporteros cortados con las mismas tijeras, sino trabajadores con personalidad propia que le den al diario su peculiar fisonomía individual” (Carril y Soto, 24).

Caso particular ocurre con Ernesto Montenegro. Si bien antes de asumir como director de escuela fue un acérrimo defensor del periodismo autodidacta, con el correr del tiempo defendería también la idea de que el periodismo se afine en cuanto técnica en la universidad. Alejandro Cabrera Ferrada señala que en un principio Montenegro “pensaba que la mejor manera de llegar a ser reportero consistía en trabajar como tal” (Cabrera, 22).


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En la misma línea pensaba que si bien la universidad puede afinar la pluma, no existía escuela en el mundo todavía capaz de producir un nombre a la altura de Steed o Pulitzer. “Por mucho tiempo todavía, las mejores escuelas de periodismo serán los grandes diarios y revistas”, sentenció el 2 de marzo de 1950 al diario El Mercurio.

Al asumir como director de escuela, su pensamiento crítico hacia la academia comenzó a decantarse, llegando al consenso de que la universidad es necesaria, en cuanto sirve para transmitir el conocimiento de los grandes de la prensa en la historia. Señalaba el 19 de noviembre de 1952 en Las Últimas Noticias, que la universidad “tiene por objeto coordinar la experiencia y los conocimientos ya formados en el trabajo diario de la prensa”. Hacía la analogía con una escuela de bellas artes, que reúne y difunde a los alumnos el conocimiento y talento de grandes artistas del pasado.

Juan de Luigui cuestionaba los numerosos requisitos que se pedían a quien quisiera entrar a estudiar periodismo. El pensaba que “lo que debe determinar la preferencia en un concurso de aspirantes a periodistas son las condiciones naturales del individuo, su olfato periodístico, eso que las yanquis llaman “a nose for news” (Carril y Soto, 25).

Pero Montenegro no se alejaba de la opinión de Juan de Luigui, pues hacía notar que una de las principales características que debía tener el postulante era saber escribir bien. “Como buen escritor, decía que en la prueba de estilo se descubriría a quienes serían los elegidos” (Cabrera, 23). En resumen vemos una simbiosis, en donde el mejor periodista a la vez nace y también se hace.

Ramón Cortez Ponce sintetizaba esta idea de forma precisa en su cátedra de Introducción al Periodismo, al asegurar a sus alumnos que “hoy ya nadie discute que el periodista integral ‘nace y se hace’. Se hace en el aprendizaje, se obtenga éste en


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la práctica informe de la profesión, o se realice metódica y armoniosamente en una escuela” (Cortez, 4).

En síntesis, la discusión sólo se dio como antesala de la inauguración de la escuela de periodismo, porque finalmente -como nos dijera Santibáñez- “se impuso la idea de que el periodista nace y se hace, se forma” (Santibáñez, entrevista).

6.5.

¿Qué garantías de calidad daba la universidad?

Tratamos el debate sobre si el periodista nace o se hace. En este sentido, y en vista de las respuestas que encontramos, nos queda preguntar específicamente qué ventajas entrega la universidad a quien estudia la carrera de periodismo en la época. En este sentido Montenegro fue claro al advertir que “ni la escuela ni nada podrá hacer un periodista donde no lo hay. La escuela sólo puede cultivar sus dotes, ampliar su cultura general, encauzarlo” (tomado de Revista Ercilla, 14 de abril 1953). Se busca que el alumno adquiera tres grandes virtudes: escribir con claridad, precisión y rigor, según especificara el primer director de la escuela.

Se evidencia entonces la necesidad de elevar la cultura del periodista, en comparación con la del antiguo reportero “cazanoticias”. Podemos entender que este fin persigue contribuir con el ideario de modernidad, que como señalamos era visto hasta ese entonces un proyecto incompleto. Referente a esto Montenegro señala que “buscamos corregir ciertos defectos de formación en el periodista, ensanchando su cultura media y determinando su especialización con miras a reforzar la competencia individual y aumentar por este medio la eficacia de la labor periodística y su contribución al progreso general del país” (Carril y Soto, 23).


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Montenegro hace un extenso diagnóstico sobre la calidad de la prensa hasta ese entonces, de este modo se toma de él para defender la idea de que la universidad es un aporte sustancial al perfeccionamiento del periodista, es más, el paso por la academia es un requisito para ejercer esta práctica.

Cuenta que en la escuela se afina el instrumento principal del periodista que es la pluma. Dice que en la prensa del periodo en Chile “la mitad del vocabulario de palabras es de uso incorrecto y la otra mitad enteramente innecesario” (Carril y Soto, 24).

La universidad ayudaría en este sentido a ocupar el vocabulario con precisión y brevedad, siendo la enseñanza del periodismo informativo y técnicas de producción noticiosa como la “pirámide invertida”, elementos de base fundamentales para el nuevo periodista que se busca formar, todo en sintonía con el llamado periodismo moderno que adquiere cada vez mayor legitimidad. Juan de Luigui criticaba fuertemente la malla curricular de la casa de estudios. Pensaba que era una verdadera ensalada y aseguraba imposible dotar al periodista de tanto conocimiento en cuatro años. En el diario El Siglo del 27 de mayo de 1953 declara que un periodista deberá ser a la vez Solón, Licurgo, el sabio del mundo moderno, y también podrá ser crítico musical o literario. El detractor es categórico al decir que “no sé como llamar a esta pretensión pero creo que la palabra más adecuada sería aberración”. (Carril y Soto, 49). La crítica hace ecos incluso en el día de hoy, pues es bien conocida la frase que cataloga al periodista como “un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad”.

Esto tiene que ver con la rapidez con que funcionan los medios de comunicación y la cantidad y variedad de noticias que circulan diariamente por el mundo, siendo responsabilidad del periodista mantenerse informado de todos los


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asuntos, no siendo capaz muchas veces de ahondar en los problemas de fondo de cada noticia. Volviendo a la Reporterística, el periodista entrega un reporte de la realidad, un resumen que busca el entendimiento rápido y superficial de la noticia por parte de la audiencia.


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7. Capítulo VII: Conclusiones

El arribo del periodismo a la universidad en nuestro país viene a legitimar ciertos cambios que ya se venían asentando, tanto en el modo de hacer prensa como en la manera de entender al periodista. Entendiendo entonces que la universidad es parte del proyecto ilustrado, el ingreso del periodismo a ella podemos entenderlo como el intento de encausar a este oficio dentro del proyecto de modernidad.

La Reporterística se presenta como la forma más idónea con que el periodismo ayudaría a este proyecto ilustrado. Pero la Reporterística nos persigue hasta el día de hoy. Por una parte, la noticia sigue siendo la piedra angular del quehacer periodístico. Ella se aborda con una mirada científica, buscando la panacea de la objetividad que nos haría creer -o más bien haría creer a la audiencia- que los hechos ocurren y se hacen conocidos sin la contaminación de quien produce la noticia.

En esta línea estamos evidenciando la consumación de una prensa moderna. Ella enarbola los principios básicos de este tipo de sociedad. Por una parte, en cuanto a su contenido más profundo, propaga el ideario liberal y democrático entre los ciudadanos. En el paradigma positivista encuentra legitimidad al momento de crear el producto periodístico, tomando el modelo norteamericano como su principal referente. Este periodismo levanta como sus principales dogmas los conceptos de verdad y la razón, propios del movimiento filosófico ilustrado.

La universidad entonces se erigió como el lugar idóneo para educar a los futuros periodistas con un enfoque que buscaría difundir la ideología liberal y democrática del Estado. La academia es ante todo un producto de la modernidad y un agente modernizador, puesto que aquí tiene lugar la propaganda -sutil o explícitade los preceptos de razón y ciencia, propios de una sociedad ilustrada.


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A continuación veremos las conclusiones que resuelven los objetivos de nuestra investigación. Ordenaremos las conclusiones encasillándolas dentro de las tres grandes dimensiones o pilares que sostienen nuestro trabajo.

7.1.

Conceptos de periodismo y periodista en los momentos fundacionales del periodismo como profesión universitaria

-

El periodismo que la universidad promueve tiene un carácter científico

positivista. El periodista es un profesional capaz de aprehender la realidad sin involucrarse en ella ni contaminarla. Mantiene su distancia frente a los hechos y es capaz de presentar la noticia como un producto visiblemente objetivo.

Bajo el paradigma positivista el periodista pasa a ser un funcionario de la realidad. Se limita su labor a la de usar las técnicas aprendidas en la universidad para extraer de esa realidad lo catalogado por el periodismo como “noticioso”. Bajo el paraguas de la objetividad, esto apunta al hecho que mencionamos en esta investigación, la muerte del periodista como autor.

-

La noticia es la materia prima del periodista. En este sentido el género

periodístico que promueve con mayor fuerza la universidad es periodismo informativo.

-

La pirámide invertida es la forma validada de escribir la noticia. Esto

forma parte de la rigurosidad científica que busca formar en el periodista la universidad. En un contexto de industrialización y de creciente sociedad de masas, se necesita enseñar el uso de técnicas periodísticas estandarizadas a grandes números de profesionales, que sean capaces de moverse con dicha capacidad en variados medios de comunicación.


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-

El periodista es un sujeto incorporado a la cultura universal, puesto que

debe poseer un canon de conocimientos legitimados por la modernidad. A través de su malla curricular es posible evidenciar que la universidad busca formar un profesional con el bagaje cultural que la modernidad demanda para el periodista. Capaz de desenvolverse en distintas esferas sociales y por sobre todo, capaz de interpretar los intereses de la clase dominante y del Estado. Se necesita de un periodista culto que haga sintonía con un mundo cada vez más globalizado y disperso.

7.2.

Sobre la relación periodismo / sociedad en los momentos fundacionales del periodismo como profesión universitaria

-

El periodismo que se promueve no reconoce la diversidad. El público

de la prensa engloba a toda la sociedad, se entiende de manera homogénea y anónima. El público es básicamente el que sabe leer. En este sentido la unidad mínima de recepción es el individuo, y no los grupos (comunicación en dos pasos) o las comunidades interpretativas.

-

Se concibe el periodismo como un agente civilizador. Promueve el

desarrollo de una sociedad democrática, estableciéndose como un puente entre el mundo civil y los poderes del Estado. La universidad busca formar a los alumnos con una perspectiva ética, una responsabilidad en el juego político que apunta a resguardar el buen funcionamiento de los poderes del Estado.

-

La llegada del periodismo a la universidad viene a consolidar y legitimar

la aparición de una prensa de empresa. La aparición de El Mercurio en el año 1900, viene a marcar la pauta en el nuevo modo de hacer prensa, con un formato netamente norteamericano y un modo de distribución a escala de masas. La universidad enseña la técnica periodística y el modelo organizativo de esta forma en que operan los diarios modernos.


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7.3.

La discusión que se formó en torno a la profesionalización del periodista en la época

-

La profesionalización del periodismo responde a una necesidad del

Estado, que ve en la prensa un espacio de difusión ideológica. Se entiende en este tiempo que la Modernidad es un proyecto inconcluso, y se cree que para que el periodismo sea un aporte al proceso modernizador hay que dotarlo de cierto rango científico, además de formar a un periodista letrado. Solo así la prensa adquiere la responsabilidad y credibilidad necesarias para conducir de alguna manera al país hacia la Modernidad.

-

Hubo un consenso general entre diversos sectores y actores sociales,

que reafirmaban la necesidad de llevar el periodismo a la universidad. Congresos previos como el de carácter nacional celebrado en Arica y luego el Congreso Mundial de periodismo realizado en Santiago apoyaron la iniciativa.

Los periodistas del momento defendían la idea de llegar a la academia tomando como principal bandera de lucha el anhelo por dignificar el oficio. Existe la sensación de que el periodismo ha dañado su imagen por dos grandes razones. En primer lugar, el bajo nivel de cultura general que tenían. Segundo, la ausencia de un rol social y ético marcado, puesto que eran comunes las coimas o prácticas de corrupción en el oficio en diferentes escalas.

En este sentido la sacralización de la objetividad viene a dotar al periodista de un sistema de valores y creencias que lo dignifica, pues al tomar la distancia frente a los hechos de la realidad y ubicarse como un reporter de ella, el periodismo adquiere un rango científico y ya no cualquiera es merecedor de ejercerlo. Bajo una perspectiva positivista, la búsqueda de la objetividad es el rol ético que debe buscar el periodista.


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-

Se intentó crear una escuela con identidad propia que tomara lo mejor

de la prensa del mundo sin abandonar nuestra idiosincrasia, cosa que no funcionó. Desde el primer día de clases el modelo norteamericano de prensa moderna marcó la pauta en la enseñanza y en la práctica. Esto no resulta extraño, puesto que en gran medida los propios precursores y profesores de las primeras generaciones de alumnos visitaron las grandes escuelas y periódicos norteamericanos.

-

El periodista nace y se hace. Previo a la inauguración de la escuela se

genera la discusión sobre si el periodista nace o se hace, llegándose al consenso de que un buen hombre de prensa es el que nace con el talento, pero que a la vez pasa por el cedazo de la academia, que le entrega el conocimiento teórico y enseña las técnicas de producción de la noticia. Esta discusión tuvo relevancia puesto que aquellos que pensaban que el buen periodista nace y se forma en los medios, encontraban una aberración el hecho de impartir clases de periodismo.


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Palabras finales

Durante esta larga investigación hemos logrado comprender una parte de la historia de nuestro periodismo que muchas veces los investigadores habían pasado por alto, salvo algunos pocos realmente interesados en descubrir el origen que tienen los fenómenos sociales y aquellos relatos ideológicos que los sustentan.

Revisando el contexto de la génesis de la primera escuela de periodismo del país, entendimos que la Reporterística, como práctica todavía legítima de ejercer la profesión, se afirmó sobre dos pilares fundamentales: la posición hegemónica del paradigma positivista en la época y la creciente transformación de los diarios en grandes empresas de producción de noticias.

Pero nuestro proceso investigativo nos llevó a un hecho aún más categórico, el comprender que el periodismo se consolida como profesión en tanto comienza a actuar como ideología, basándose en los principios de objetividad, veracidad, inmediatez, entre otros. De esta forma, el Estado vio en la prensa un canal de difusión de un relato ideológico que ayudaría al país alcanzar la Modernidad, que aún se encontraba en proceso de construcción.

Terminado este proceso reflexivo, tenemos la certeza de que los orígenes del periodismo como profesión en Chile representan un objeto de estudio que alienta nuevos y necesarios desafíos de investigación. A pesar de que ha pasado más de medio siglo, y así como el geólogo entiende los problemas actuales de la Tierra escarbando en tiempos remotos, también nosotros debemos buscar en el pasado algunas respuestas, que nos ayuden a construir un mejor futuro para los hombres y mujeres de prensa.


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