Graffiti: cuando una pared nos habla
A las 12 am. Del miércoles 14, el sol daba lleno sobre la pared gris de una casa contigua al predio del frigorífico. Una hora más tarde un chico golpeó las manos, el cuidador del lugar salió, intercambiaron algunas palabras, y unos minutos más tarde los primeros trazos comenzaron a dibujarse sobre el fondo de cemento. Al principio no podía distinguirse nada, líneas, formas. Después los aerosoles empezaron a llenar espacios. ¿Cómo conseguiste el lugar?
Le dije al cuidador si podía hacer un dibujo en la pared. Al principio, dudó, pero cuando le dije que era gratis, me dijo que sí. El sol seguía ardiendo y algunos vecinos curiosos miraban desde sus veredas. De vez en cuando se escuchaba el relinchar de un caballo que estaba en el patio de la casa, seguido del ladrido incansable de los perros. Las gotas de sudor corrían por su cara, pero sus manos seguían pintando. ¿Siempre es así de fácil conseguir el espacio para hacer un graffiti? No. A veces la gente no quiere. Yo aprovecho cuando son paredes que están escritas, entonces les digo que les voy a tapar esa escritura y la voy a dejar linda, gratis. Entonces algunos aceptan. Los vecinos ya se habían ido, pero los nenes de la casa de en frente seguían muy interesados, tanto, que cruzaban la ancha zanja que tiempo atrás tenía agua pero ahora se encontraba seca, caminaban entre pastos que les llegaban hasta las rodillas y miraban el muro, que había perdido totalmente su gris cemento original. ¿Hay alguna iniciativa por parte del Estado para promover el graffiti? La Municipalidad de Avellaneda está apoyando mucho, ya se hicieron muchos dibujos. Vos vas, pedís una pared y ellos te la ceden. También, en algunos lugares se realizan festivales. Por otro lado, se desarrollan convenciones. Hace poco se hizo una de graffiteros y bee boys, en Berazategui, y fuimos. Está bueno porque ahí te cruzás con gente que hace lo mismo que vos. Podés compartir ideas. El muro se llenaba de color, mientras él nos contaba que se presentaban más oportunidades para desarrollar sus actividades en las convenciones que por iniciativas estatales. Con el frigorífico que está acá, quiero hacer un arreglo, decirles que vamos a pintar. Lo único que pedimos son las paredes. La pintura la conseguimos nosotros. Una vez fuimos con unos amigos, pero no había ninguna autoridad. Pero ya lo vamos a hacer. De hecho, una vez vine con dos amigos, y me puse a pintar algo en una de las paredes. Al terminar el dibujo, les regale las latas con un poco de pintura, y ya estaba yéndome, cuando vi un
patrullero. Mis amigos salieron a correr, yo seguí caminando, total no tenía nada, les había dado las latas a ellos. Como salieron a correr, la policía los siguióa ellos. Igual al rato aparecieron en mi casa, no les había pasado nada. Pero como te digo, la idea es pedir permiso y pintar tranquilos. Pero el problema mayor no es conseguir espacio, que tampoco es tarea fácil, sino acceder a los materiales, por eso, seguía contando “yo empecé en la secundaria. Me enseñó un amigo. Teníamos un grupito y salíamos a pintar. Después nos peleamos y separamos. La banda es como una segunda familia, y además es más fácil porque cada uno pone cosas, entonces no gastás tanta plata” Los aerosoles seguían su trabajo, mientras él contaba que al separarse de su banda, estuvo un tiempo sin tocar paredes, meses más tarde retomó, y junto a su primo se les ocurrió abrir un local. “Al principio lo dijimos en joda, pero al final lo hicimos. No es un negocio. Lo abrimos para difundir un poco, ayudar a que la cultura del graffiti crezca, que sea más accesible, por eso nos manejamos con precios bajos.” Estos artistas callejeros deben autofinanciarse para poder dejar plasmada su obra, y muchas veces es complicado conseguir los fondos para los aerosoles y demás materiales necesarios, pero las ganas nunca faltan. Por eso él remarcaba sus intenciones de ayudar a promover el graffiti: “no buscamos lucrar, sino ayudar a que se difunda” Los perros no dejaban de ladrar y el caballo de vez en cuando, daba un relincho, como para recordar que seguía ahí. Mientras, el gris había perdido todo terreno frente a la pareja de complementarios rojo y verde, que se recortaban sobre un fondo negro. Letras y número iban tomando forma. Siempre me gustó dibujar, antes de empezar con los muros, lo hacía en papel. Ahora también: primero lo diseño y después lo llevo a la pared. Con el graffiti se busca fama. Mientras más arriesgado sea el lugar donde pintás, mejor. Más conocido sos. El primero que hizo uno fue un austríaco que escribió su nombre en muchas estaciones, después siguió con distintos lugares y se hizo famoso. Yo, por ahora, prefiero las paredes.
Una lata vacía fue a parar a la mochila que estaba apoyada en el piso. Los chicos de enfrente estaban jugando a la pelota en medio de la calle. Los perros, incansables; el caballo al parecer sí se había cansado. Del original muro del miércoles a la mañana, no quedaba nada. Ahora, concluída, él apreciaba su obra: “Al revés del mundo, yo sigo mi rumbo. 2CM” (Carlos C. Molina).